En Londres
Viajaron a Londres de forma separada. Él se fue primero porque sabía que ella no querría que la acompañara.
“Cuídate mucho nena, y no olvides escribir, o llamar… si me extrañas…” le había dicho.
Ella lloró cuando dejó la casa. No podía explicarlo. Era feliz por dejar ese lugar siniestro y embrujado pero no se sentía feliz. Lo extrañaba y no hacía más que pensar, que recordar.
Solo había sido sexo.
Tal vez había sido mucho más que sexo.
Llegar a la ciudad la animó un poco. Su madre le rogó que la llamara y lo hizo sin demora.
Sus amigas estaban muy contentas de su llegada, no hacían más que hablar de chicos.
Buscaría un trabajo, no tenía mucho dinero, y el dinero se acababa y ya no recibiría más mesadas. Debía ganarse el dinero y eso sería divertido, estaba segura.
Los primeros días buscó trabajo mientras recorría la ciudad. Se veía muy animada y no se cansaba de recorrerla.
Se preguntó si él habría encontrado alguna chica para ser su ramera paga, en su apartamento.
Empezaba a extrañarlo y no era simplemente sexo.
Sus amigas le presentaron al primo de uno de los novios de Sussan para animarla.
Un chico alto, guapo, fueron juntos al cine y charlaron pero no pasó nada. No sentía deseos de dormir con desconocidos. No era correcto. El único desconocido con el que había querido hacerlo había sido su guapo hermanastro. Le había gustado mucho, desde el primer momento en que lo vio. Ahora los chicos que le presentaban no le despertaban entusiasmo alguno. Debía ser ella.
Comenzó a trabajar en una cafetería a la semana siguiente. La paga era regular pero alcanzaría. No necesitaba ser esclava sexual de Patrick por el momento…
Lo echaba de menos y sin poder resistirlo lo llamó al día siguiente para avisarle que había conseguido trabajo.
Oír su voz la hizo estremecer.
—¿Dónde estás viviendo?
Anotó la dirección.
—Ven a verme mañana muñeca, el empleo sigue en pie para ti, si quieres… A menos que tengas a alguien nuevo.
—No tengo a nadie nuevo, si lo tuviera ¿por qué crees que te llamaría?—se quejó ella.
Él sonrió. —¿De veras? Qué extraño. Serán todos gays en tu trabajo o…
—Mi madre exageraba y tú también por cierto. Nadie molesta a las meseras, ¿crees que vivimos en el lejano oeste?
Pasó por ella la noche siguiente, la llevó a cenar y escuchó todas las novedades.
Evie no dejaba de mirarlo y apuraron la cena para ir a su auto. Era la primera vez que lo hacía en ese lugar, dentro del estacionamiento y le pareció una locura pero no pudo resistirse y cuando entró él la atrapó y la besó levantando su falda para tocarla. Estaba desesperado y ardía de excitación.
—Aguarda, pueden vernos—Evie siempre decía eso pero terminaba haciéndolo. Así a las apuradas, una cópula rápida y placentera. Fue maravilloso, sorpresivo pero de pronto él se detuvo y le preguntó con expresión furibunda; —¿Has dormido con alguien estos días, muñeca?
Evie se sonrojó, algo que no ocurría muy a menudo.
—No… ¿crees que vine a Londres a buscarme un amante enseguida?
Él sonrió y algo cayó de su pantalón: un preservativo que al parecer esperaba usar si ella le decía que sí había estado con otro.
—Te lo pregunto porque aquí son otras las reglas, ¿te han hablado del sida, y de otras enfermedades en la escuela? Si lo hacemos debe haber fidelidad mutua.
—Sí—ella seguía molesta—Y en realidad me encamé contigo la primera vez sin exigirte protección y fui una bárbara ¿no crees? No te conocía de nada, pudiste ser un infectado de qué sabe qué peste. Además solo llevo aquí dos semanas crees que soy una golfilla que se lanzará a dormir con cualquiera, no, quería hacerlo contigo por eso te llamé, nada más.
Él la folló más duro que antes y Evie cayó hacia atrás arqueada de placer sintiendo un orgasmo tan fuerte, tan placentero. Esa fue solo una muestra de lo que vendría después.
Cuando llegaron a su apartamento fue más lento y ella pudo deleitarse con su dulce predilecto un buen rato. Él la observó sonriente sintiendo como lo arrastraba al placer más intenso y se dijo “debo convencerla de que acepte el trabajo, quiero que sea solo mía, no quiero que ningún bastardo disfrute mi creación… A mi mujercita ardiente y apasionada… Mía… Sí, era suya. Era imposible no sentir esas cosas, al principio había sido una aventura pero luego descubrió que le gustaba y quería hacerlo con ella siempre. Llevarla con él cuando tuviera que viajar como su amante, su compañera de cama. ¿Qué había de malo en ello?
Pagarle era lo malo, podía ofenderse y sentir que era una prostituta. Evie no era tan prejuiciosa pero tenía orgullo. Ella no veía con buenos ojos el trabajo de amante.
—Oh, había extrañado mi dulce, y a ti…—dijo Evelyn de repente.
Él la apartó despacio y la tendió en la cama, quería entrar en su cuerpo con total comodidad y gimió al sentir cómo lo abrazaba, estrecha y dulce, su tesoro, era una chica preciosa y la quería para él.
—Si me quieres acepta el trabajo que te ofrezco, quédate aquí conmigo preciosa, te necesito aquí en mi cama, no quiero que ningún gusano profane mi tesoro.
Ella sonrió ante el inesperado alegato machista.
—Escucha, es una locura que lo llames trabajo, me haces sentir como… Una mantenida. No me molesta serlo pero pondré mis condiciones.
¡Aceptaba! Aceptaba quedarse con él y ser su amante, lo acompañaría a los viajes.
Loco de felicidad volvió a hacerle el amor y así estuvo horas hasta dejarla exhausta, ella siempre se cansaba, él demoraba un poco más en cansarse. En realidad siempre se sentía insatisfecho. Llevaba semanas sin tocar a una mujer, esa noche, cuando se quedó entre sus brazos, adormilada se lo confesó.
—Esto no es suficiente para mí.
—Oh, es que eres insaciable, por eso tu mujer te dejó—dijo ella risueña.
Él se puso serio.
—Perdona, era una broma no quise… ofenderte, es que a veces me pregunto si ella…
Patrick acarició su cabello y la besó.—Dilo, si vas a trabajar para mí no debe haber secretos…
—Creo que tú la dejaste porque no era buena en la cama, no te satisfacía. Los hombres siempre terminan dejando a las que no quieren tener sexo, se buscan una amante y…
Él rió.
—No, eso no fue lo que ocurrió, pero en parte hubo algo así… ¿Cómo lo supiste?
—Lo imaginé, eres muy exigente en la cama, y nunca pareces satisfecho. Eso me molesta, debería ser suficiente para ti.
Él la miró con intensidad.—Y lo es preciosa, lo es, por eso quiero conservarte, me gustas y me gusta mucho hacerlo contigo. ¿Y tú? Pensé que en Londres querrías hacer orgías con tus amigas, tener dos chicos para ti sola… o tres. Eso fue lo que dijiste.
Evie rió.
—Bueno, lo cierto es que un chico se me acercó en el trabajo el otro día y me invitó a salir pero no quise. Era guapo, y parecía uno de esos niños ricos aburridos. Y en cuanto a lo otro, mis amigas no hacen orgías, solo hay una que sale con dos, el resto lo hace cuando puede y consigue con quien, y en estos momentos parece haber cierta escasez…
Él sonrió y la besó, y ella lo abrazó con fuerza.
—Escucha, no sé si sea buena idea, tú y yo… no nos llevamos muy bien, estoy acostumbrada a ir y venir a mi antojo, tener libertad, odio estar atada por eso nunca me sentí cómoda teniendo novios y ahora… No quisiera sentirme limitada.
—Descuida, será un trabajo… tendrás días libres y podrás ir a donde quieras, ver a tus amigas, no habrá control ni… excepto algo. Solo dormirás conmigo y saldrás conmigo.
Ella se puso seria.
—Eso es un compromiso.
—No, te equivocas, son las reglas del trabajo.
—¿Trabajo? ¡Esto no será un trabajo! Esto será sexo por dinero y yo siempre lo hice gratis contigo, me ofendes. Mejor pídeme que sea tu novia y yo conservaré mi dignidad y mi trabajo de medio horario. ¿Tú me quieres verdad? Me quieres en tu cama, es algo sexual pero al menos es algo… y yo dependo de ti por completo porque no me atrevo a hacerlo con otro y me gustas tú…
Permanecieron en silencio y de pronto ella lloró. —Me quedo por ti tonto, ¿es que no te das cuenta? Acepta mis condiciones, di que aceptas.
Él se puso muy serio.
Estaba atándose a esa chiquilla y eso no estaba en sus planes, era muy joven, inestable, con rebeldía y caprichos propios de la adolescencia pero le gustaba, quería conservarla…
—Dijiste que sería excitante. Que te gustaría ese trabajo—le recordó mientras secaba sus lágrimas.
—Bueno, es que en realidad soñaba con irme a vivir con un novio, tener un hogar mío, no depender de la mesada de mi madre. Quería sexo y nada más y ahora no estoy segura. Solo sé que quiero hacerlo contigo y cumplir mi fantasía de ser tu esclava sexual pero eso no será duradero… NO necesitas decirme que solo debo dormir contigo, pero luego, sé que me sentiré mal cuando me des mi primera paga, mi madre me educó de otra forma. Ella tuvo un montón de novios, maridos, y una mezcla de ambos pero pertenece a una clase conservadora y en realidad yo no lo hago por dinero sino porque me divierta y me gusta mucho hacerlo contigo. Es algo que das y que te dan, y me gusta tener mi propio dinero trabajando fuera, ganado de otra forma. ¿Entiendes? Además podré salir y no estar todo el día encerrada esperando que llegues. ¿Aceptas mis condiciones?
Él no estaba muy convencido, nada convencido. Imaginaba las miradas lascivas de los viejos en las piernas de Evie, intentando tocarla, o acercarse a ella.
—Entiendo todo lo que me dices muñeca, pero si eres mi novia porque al parecer quieres ser mi novia, no me agradará que hagas ese trabajo, busca uno más serio donde no estés tan expuesta.
—¿Expuesta? No andaré mostrando mis encantos, solo serviré cervezas y comida.
—Y los tipos te verán pasar como lobos hambrientos imaginando cada cosa que te harán cuando te pillen si logran hacerlo. ¿Olvidas que soy un hombre? Sé bien cómo piensan esos sujetos de los bares.
—No es un bar, es una casa muy respetable de comida rápida, donde van estudiantes, yuppies y viejitos para tomar el té y conversar un rato. Entra y sale gente todo el tiempo. No van camioneros ni gente de cuidado. Van muchos turistas que no hablan una palabra de inglés, tenemos un intérprete, me gusta, me siento cómoda y la paga es razonable, alcanzará… mi madre insiste en girarme dinero.
—No necesitas trabajar, lo tendrás todo aquí preciosa y si te aburres o te sientes encerrada puedes salir a ver a tus amigas o también podemos salir juntos.
Ella lo miró con ojos brillantes. Había descubierto su secreto: era celoso. La quería solo para él y se sentía enfermo de solo imaginar que otros la miraban y deseaban…
Eso la hacía sentirse deseada, codiciada… No cedería a sus deseos, no debía hacerlo, no sería su amante sumisa y se lo dijo.
—Mis condiciones son razonables y justas. ¡No querrás que trabaje en un convento ni que sea tu secretaria! Odio trabajar con papeles, agendas, me estresa, mi madre quería conseguirme un trabajo así un verano, no aguanté ni un día. Me sentí enferma de verme encerrada en una oficina todo el día. Un bodrio, renuncié y le dije a la señora esa que prefería cuidar a los monos en el zoológico.
Él rió divertido, esa chicuela era mucho más niña de lo que parecía pero podía entenderla, el trabajo de oficina era un bodrio, por eso a él le gustaba viajar y ser el negociador de la empresa, conseguir nuevos inversores… no podría pedirle que fuera su secretaria y en realidad si la ponía en su oficina haría cualquier cosa con ella excepto trabajar… ni podría concentrarse en nada.
—Escucha, a veces viajo… No te dejaré encerrada aquí como un perrito, vendrás conmigo, no podrás conservar tu puesto si faltas durante días, semanas…
—¿Y me llevarás en tus viajes?—sus ojos brillaban con interés, le divertía viajar, a veces.
—Por supuesto, paso semanas viajando, meses… Y me iré el mes próximo.
Esa información la dejó perpleja.
—Oye, tú me recuerdas a un marido que tuvo mi madre hace años, bueno, no fue marido, sino su pareja… El tipo quería que mi madre viviera para él, que no saliera, que se ocupara de su casa, de la cocina, y de su hija enferma. Era demasiado y encima celoso, la agobiaba con celos y exigencias. Decía amarla pero eso no era amor, era egoísmo y por suerte mi madre se desengañó a tiempo.
—Yo no soy celoso—dijo él entonces. Mentía por supuesto.
Y durante un tiempo estuvieron separados.
Evie se quedó en su cafetería atendiendo gente, regresando cansada al apartamento.
Empezó a hartarse de las medialunas, del café y las hamburguesas, y corría desesperada al supermercado a comprarse una tarta de fresas, comida casera, algo distinto.
Su madre la llamó desesperada un día.
—OH Evie, ¿cuándo terminará tu loca ventura?—le dijo.
—Nunca mamá, acabo de alzar el fuego, no regresaré, solo de visita.
Su madre emitió un gemido.
Se vieron al día siguiente, Charles la acompañaban estaban de paso por Londres por un asunto legal. Entró en el apartamento algo temerosa como si creyera que encontraría hombres desnudos durmiendo en el suelo o algo así.
Evie sonrió, estaba algo desordenado pero al menos era un sitio bonito, con vista a Piccadilly y sus amigas no estaban. Afortunadamente.
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Ella era como un huracán que iba y venía a su antojo, libre, independiente pero fiel. Él la ofendía preguntándole si había dormido con alguien y un día ella le advirtió:—Si vuelves a preguntarme eso te daré una bofetada. El día que me libere no volveré aquí, me quedaré en el apartamento disfrutando una increíble fiesta de sexo grupal.
Él sonrió, sabía que no lo haría, confiaba en ella pero a veces temía que alguno intentara, robársela, odiaba que trabajara en esa maldita cafetería.
—Me gusta hacerlo contigo, lo disfruto, no sé cómo sería hacerlo con otro, realmente no tengo ganas de probar por ahora, si se me despierta la ninfómana te lo diré, tú me conoces, soy muchas cosas menos una zorra mentirosa.
Él la atrapó y volvió a entrar en ella. Disfrutaba tanto estar allí y quería quedarse más tiempo.
Una noche sin embargo, mientras daban un paseo de la mano por Piccadilly Circus escucharon voces. Su padre, y su madre había ido a Londres de sorpresa y al parecer llevaban horas buscándolos… Las mismas horas que habían estado en su apartamento disfrutando sexo sin parar.
Patrick y Evie estaban muy acaramelados, ahora iban a todos lados abrazados como dos tortolitos sin esconderse, besándose también.
Fue algo fuerte para Helena, jamás habría imaginado que su hijastro era ese hombre con el que salía su hija, ese hombre que le doblaba la edad y era maravilloso pero algo dominante. Porque su hija simplemente había omitido ese pequeño detalle. Dijo que salía con un yuppie de la city pero jamás dijo que el yuppy era Patrick Stevenson, su hijastro.
Su esposo también lo ignoraba y de pronto ella se lo reprochó y riñeron.
Charles miró a su hijo disgustado, de todas las chicas de Londres ¿por qué había tenido que encamarse con su hijastra? Era una chicuela caprichosa volátil, inmadura. Su esposa estaba muy disgustada y lo culpaba a él.
Evie decidió intervenir.—Bueno, qué pasa mamá, deja de gritar, acabo de cumplir dieciocho años y me gusta estar con Patrick, estamos saliendo desde las vacaciones. No tenemos por qué escondernos—dijo Evie desafiante y molesta por la escena que montó su madre en un momento. No sabía cómo lo tomaría su padrastro lobezno, qué suerte que Patrick no se parecía a él, ¡qué hombre feo por dios! Y tonto, fue absolutamente incapaz de manejar la situación.
—¡Esto es horrible Evie y tú Patrick, mi hija era una chicuela, tú la sedujiste!
—No fue así mamá, fui yo quien lo buscó. Por favor, somos grandes, aquí nadie hizo nada de malo. Hace tiempo que salimos, supéralo mamá.
Su madre miró a uno a otro profundamente afectada sin saber qué hacer. Patrick intervino, habló pero ella no lo escuchó. No le gustaba nada ese asunto. Quería algo mejor para su hija que ese ejecutivo divorciado de treinta años sin fortuna ni ambiciones.
Patrick se acercó a Evie y le dio un fuerte abrazo.
—Vamos pajarita, no entenderán, están en shock—dijo y la sacó de allí.
No le agradó que lo trataran como si hubiera abusado de una menor, no era cierto, al diablo con ese par.
Su padre era casado tres veces, él le había contado una vez que era un enamorado y al parecer correspondido. Evie pensó que la naturaleza era generosa, esa era la prueba, un hombre feo y peludo siempre conseguía mujeres bajitas, gorditas y rubias dispuestas a jugar con su dulce, a cocinarle y a cuidarle como si fuera un bebé… No podía ser.
Regresaron a su apartamento, Evie quedó algo alterada y él la abrazó con mucha fuerza.
—No te preocupes, están sorprendidos, luego van a superarlo pajarita, ya verás. Debiste decirle a tu madre antes, no tienes nada de qué avergonzarte, es cierto que te llevo doce años pero yo no te violé ¿verdad?
Ella rió, en realidad ella se había metido en su cama luego de beberse dos cervezas.
—Es cierto, debí decirle, llevamos meses saliendo es que no pensé… La conozco, y sabía que me diría que no le gustaba. Ella siempre hizo y deshizo a su antojo, pero yo no puedo encamarme con quien se me ocurra. Vive haciendo planes, intentando que conozca a chicos guapos y muy ricos. En fin, supongo que tienes razón, lo superarán, ambos, porque tu padre estaba muy chocado.
—Mi padre no puede decirme nada, él también siempre hizo su vida y ya estoy grandecito para que me dé sermones. Además no te dejé preñada ni abusé de ti. Ven aquí pajarita…
Ella se refugió en sus brazos, se sentía mal, toda esa escena, los gritos de su madre la habían hecho sentir como de quince años. Era adulta, se había independizado y tenía derecho a escoger con quien salir.
Su madre apareció al día siguiente mientras trabajaba en la cafetería.
Estaba mal, como si hubiera llorado, imaginó que le daría un sermón, la conocía.
Se alejaron de la casa de comidas y caminaron hasta el restaurant más próximo.
Helena seguía casi en shock y de pronto luego de mordisquear media tarta de manzanas le preguntó.
—¿Cuánto hace que tú y Patrick, por qué nunca me dijiste? Tú eras virgen y él……
Ella suspiró.
—Cuando estábamos en el distrito de los Lagos mamá, estaba aburrida y él me gustó desde el primer momento en que lo vi. Lo busqué y me salí con la mía, lo hicimos muchas veces, ¿no querrás que te cuente los detalles? Sí, era virgen pero quería hacerlo con él, me gusta mucho Patrick y ahora somos como novios. Tenemos casi un compromiso.
Ella abrió los ojos azules horrorizada, su pequeña adolescente rebelde, su preciosa niña… era la amante de su hijastro. No, jamás lo hubiera imaginado.
—Escucha, yo no soy tan anticuada, sé que hoy día los jóvenes salen, tienen sexo sin sentir más que la diversión del momento pero tú no eres así, yo no te crié así Evie. Eres tan inocente, tan vulnerable y ese hombre es muy grande para ti. Es divorciado.
—¿Y eso qué mamá, qué importa? Mucha gente se divorcia, no es un extraterrestre, es un ser humano y a mí me gusta estar con él.
—No debió hacernos esto, no debió tocarte, eso digo. Tú eras tan joven! No era correcto, te sedujo… hay tantas mujeres para divertirse, porque eso debe ser lo único que quiere.
Evie pensó que ya había escuchado bastante.
—Basta mamá, yo jamás te critiqué por tener más de diez hombres en menos de cinco años, por casarte tantas veces… y te defendí a cara de perro cuando tía Lilly te insultó aquella vez, nunca permití que nadie dijera nada de ti. Pero tú hiciste tu camino, tu vida la elegiste tú ¿y acaso esperabas planear la mía? No me interesa ser invitada a la fiesta del palacio de Buckingham ni pescar a un tipo rico. Quiero estar con Patrick, estamos bien juntos, nos divertimos, me encanta él y me trata como adulta. Además me ha pedido que me mude a su apartamento, no puede estar sin mí, ni yo sin él…
Evie guardó silencio, nunca había hablado de sexo con su madre, y no lo haría ahora.
—Oh hija, esto no es fácil para mí, tú… No tienes futuro con ese joven, tiene un buen trabajo sí, pero eso no era lo que yo soñaba. Quiero que tengas una vida cómoda, que no pases sacrificios ni carencias y… Bueno, Patrick tiene un título sí, es muy bueno en su trabajo pero no es rico y no podrá darte las comodidades, su ex esposa… era una mujer muy mala sabes, y le quitó casi toda su herencia, ignoro cómo lo hizo pero... Tiene solo ese apartamento, una sola propiedad.
—No me importa mamá, no estoy pensando en pescar un millonario, me gusta Patrick como es, con su trabajo y pobre, me encanta. Estoy con él porque me importa él no su cuenta bancaria. No se necesita tanto para ser feliz. Luego de vivir con mis amigas, compartir gastos y trabajar doble turno… Y tú eras la que quería pescar un millonario para mí, porque es lo que tú crees que debe hacer una mujer inteligente; un matrimonio ventajoso, como en esa película que te gusta tanto. Despierta mamá, tú tienes dinero, puedes ayudarme si nos vemos en la miseria.
Su madre palideció.
—Tranquila mami, era una broma… Eso no ocurrirá, Patrick es orgulloso, si perdió dinero… Tú me diste una buena vida y te lo agradezco, ahora quiero descubrir el mundo real. La gente no es feliz por tener dinero, con el dinero compras ropa bonita, perfumes, cosas… Pero eso nunca fue mi prioridad. Me he divertido comiendo sándwiches y aprendiendo a cocinar un pollo que luego se quemó en el apartamento con mis amigas… y otras pequeñas cosas muy divertidas que nada tienen que ver con la ambición ni el dinero. Además nuestro sueño no es casarnos ni tener hijos, queremos divertirnos y pasarlo estupendo juntos
Esas palabras aliviaron a su madre quien de pronto pensó “la pobre está fascinada por el sexo, la diversión, Londres, no busca una relación duradera y no durará, estoy segura. Patrick es muy poco para Evelyn, le lleva un montón de años y solo tiene un buen trabajo. Gana bien, pero no lo suficiente para mantener una familia de forma digna.”
—Entonces toma precauciones Evie, imagino que estarás teniendo relaciones con él, cuídate, y no lo olvides, porque si te embarazas; sí que te arruinarás la vida. Mientras sea una aventura adelante, tienes que vivir, eres tan joven Evie. Yo a tu edad estaba internada en un colegio soñando con príncipes azules y tú trabajas, pagas cuentas… sales con un hombre mucho mayor que tú…
Helena rezaba para que solo fuera una aventura, no quería a ese hombre para su hija. Habiendo conocido jóvenes ricos, de buena familia, adinerados… ¿por qué perder el tiempo con uno pobre? Si no quería estudiar ni buscaba progresar de forma independiente, lo único que le quedaba era lo que le aconsejó una vez su abuelita Beth: “Oh Helena, consíguete un hombre rico y ríete de todo, deja el estudio para las cerebritos, eso no es para ti, eres hermosa, joven, saca provecho de lo que la naturaleza y nuestro buen dios te ha dado muchacha”. Y ella había seguido el consejo al pie de la letra. Uno tras otro, todos fueron tipos adinerados que le dieron bienestar y amor, y de todos ellos a quién más amó fue a Jeremy Ferguson; el padre de su única hija. Por él sí habría dado hasta su vida, estaba tan enamorada… pero luego de perderlo no quiso criar sola a su hija, se sintió sola y desamparada. No, ella odiaba la soledad y luego de amasar una bonita fortuna con herencias y matrimonios conoció a Charles, un hombre tranquilo, de gustos sencillos.
A Helena no le interesaba tanto el sexo, nunca le había interesado gran cosa, es decir lo hacía porque a ellos les gustaba, podía pasar mucho tiempo sin sexo, de hecho, luego de separarse estuvo casi un año sin él. Y además no era tan ambiciosa como insinuaba su hija, simplemente no salía con hombres pobres. Charles no era rico, era verdad, pero le agradaba él, era el auténtico caballero inglés de campo, de gustos sencillos y un compañero agradable. Ya no era una jovencita y la asustaba pasar su vejez sola.
Luego de ese encuentro se reunió con Charles en la otra cuadra.
Evie pensó que su madre exageraba.
Casarse, tener hijos, pasar necesidades con un hombre pobre. Todo eso sonaba a locura, por dios, nadie pensaba en casarse con dieciocho años recién cumplidos, eso era para los viejos que no sabían divertirse en la cama y entonces decían “quiero casarme, para tener bebés y eso…”
Se alejó por la calle opuesta a su madre, debía regresar a su trabajo.
Tenía mucho éxito, los chicos la miraban mucho y las chicas la miraban con rabia, eso se llamaba rating. Buen rating.
Y eso que no era perfecta sino regordeta, pero tenía sus encantos…
Sus encantos habían crecido mucho esos meses, debía ser la comida chatarra de la cafetería, casi sentía asco por los bizcochos, los cafés, la comida rápida.
Se puso el uniforme y entró.
De pronto tembló. Allí estaba ese niño mimado esperándola. ¡Otra vez él! Iba para verla a ella, no era arrogante ni estúpida, sabía lo que quería… una buena noche de sexo a cambio de… ¿Qué le ofrecería a cambio de que durmiera con él? ¿Un empleo en su compañía multinacional? ¿Un regalo bonito?
Nunca creyó que uno de esos millonarios tuviera la ocurrencia de buscarla, que la deseara tanto al punto de querer volver a esa cafetería. Porque allí era una camarera, ¿acaso ahora los adinerados buscaban sexo en los lugares más comunes?
Entró y se sonrojó algo nerviosa por la situación. Él se acercó para que ella lo atendiera.
Era alto, de cabello oscuro y ojos cafés como si fuera un chico italiano, pero no lo era, en su país había gente de todos los rincones del mundo lo sabía, en Londres se notaban etnias diferentes. Y podían ser ingleses hasta la médula y parecer españoles, italianos, franceses…
—Hola, ¿cómo estás? ¿Esa señora era tu madre?—preguntó el joven.
Solían charlar a veces, bueno, ella respondía a sus preguntas por cortesía.
Él siempre pedía café, medias lunas y al mediodía hamburguesas y papas fritas, refresco…
—Sí, era mi mamá.
—¿De veras? Ven, siéntate conmigo preciosa, debo hacerte una pregunta.
Ella vaciló, servía y se retiraba, no podía sentarse.
—Perdone señor es que tengo trabajo.
—Adams, Logan Adams Blayton. No sabes quién soy ¿verdad?
No, no lo sabía, la chica era nueva en Londres y en la cafetería, compartía un piso con unas amigas alocadas y salía con un tipo que le doblaba la edad.
No era de las fáciles. Qué pena, le gustaba esa rubia, no sabía bien por qué.
—No puedo…—dijo ella con timidez.
—Entiendo, pero espera… Tu madre es Helena Stevenson, una mujer rica ¿y tú, trabajas en este lugar?
Evie se sonrojó molesta, no estaba preparada para recibir un nuevo sermón ese día y menos de un desconocido.
—Bueno, es que siempre lo tuve todo, como tú, aunque tú debes ser muy rico y te gusta exhibir relojes de oro, autos caros… No entiendo que haces aquí, en una cafetería tan pequeña buscando chicas para salir.
Sus palabras no le molestaron, le agradaba que tuviera respuesta rápida.
—No quise ofenderte preciosa, debes ser una de esas adolescentes rebeldes. Siéntate. Es incómodo hablar así, me pones nervioso.
Se sentó furiosa. Aquello era demasiado. ¿Desde cuando le debía una explicación a ese niño rico?
—Tú me gustas, lo sabes… Vengo a verte a ti, el café, lo demás, es aceptable, tú eres lo delicioso. Y me encantaría invitarte a salir. ¿Qué dices?
—Gracias, me halagas. Pero no soy más que una camarera, y además tengo novio. Ahora debo regresar a mi trabajo.
—Aguarda, solo una noche y te daré lo que ganas aquí en un año o más… sospecho que eres muy buena en la cama, una amiga tuya me contó.
Evie rió divertida.
—Sí, mi novio piensa igual, le doy tanto que quiere que me vaya a vivir con él, pero no lo hago por dinero, lo hago cuando quiero y con quien quiero y tú no me agradas. Y si quieres pagar por sexo puedes encontrar lo que buscas en otros lugares.
Él estaba muy serio.
Llevaba unas cuantas semanas tras la camarera rubia y no quería que se le escapara.
—Tranquila nena, no te enojes, te gustará, lo prometo, sé cómo hacerlo ¿sabes?
—No me interesa, no soy una ramera, lo hago con quien me gusta hacerlo, ya te lo dije, pierdes tu tiempo.
Evie se alejó furiosa. Maldito cretino. ¿Quería tener sexo con ella a cambio de dinero? Pues no. Su paga en un año. ¡Vaya! ¿Qué amiga suya había hablado a sus espaldas?
Ese día regresó al apartamento furiosa. Sabía su nombre. Logan Blayton, uno de los herederos del imperio Blayton&Richmond, los mejores abogados de la ciudad, su madre los había mencionado y qué extraño, un verano le había presentado a uno de los nietos del anciano Richmond, el otro socio de la empresa; un rubio estúpido que quiso hacerlo en los jardines. Se besó con él tonto rubio sí, pero solo quería calentarse un poco, no iba a llegar más lejos. Un imbécil, como otros niños ricos que se creían que todas las chicas estaban encantadas de hacerlo con ellos en cualquier lugar.
En otra ocasión se le había acercado un cretino para ofrecerle dinero a cambio de una noche de sexo pero estaba ebrio y era un idiota, sin embargo ese día se sintió afectada. Al entrar notó que el apartamento estaba muy silencioso, como ella, furiosa, incapaz de decir palabra. Claro, sus amigas no estaban, no habían llegado.
Fue a su cuarto a darse un baño rápido, iría a ver a Patrick, lo necesitaba.
Si ese cretino regresaba a la cafetería ella renunciaría. No podía entender por qué un tipo con dinero no conseguía buen sexo en sus círculos. O en las calles. Si la gente follara bien duro y parejo y encontrara satisfacción no tendría que hacer las cosas que hacían para conseguir sexo.
Se puso una falda corta tableada, una blusa blanca, se pintó los labios, los ojos, su perfume predilecto Anais – Anais y tomó su cartera.
Ese día no lograría sacar nada de sus amigas ni quería verlas, si alguna le había hablado a ese joven haciéndole creer que era fácil… ¡Maldita sea!
Llamó a Patrick y aguardó en el hall de la entrada nerviosa.
De pronto se puso a llorar, era demasiada tensión: su madre, ese niño rico, sus amigas que pasaban hablando de sexo todo el día…
Cuando él llegó la encontró nerviosa y se asustó.
—¿Qué te pasó pajarita, te hicieron algo?
Ella lo negó con un gesto y siguió llorando. Él la tomó en brazos y la llevó a su apartamento.
La joven se calmó al sentir ese olor, adoraba el olor de su apartamento, porque tenía su perfume y allí siempre se sentía tranquila, a salvo.
Le sirvió agua y esperó a que se desahogara.
Ella habló del desconocido, porque nunca le ocultaba nada y su propuesta indecente, y de lo asustada que se había sentido.
—Mi madre tiene razón, esto no es para mí… Creo que me buscaré otro trabajo.
Él la acarició despacio, un gesto tierno, desinteresado, era suya y la acariciaba.
—Ese tipo es un cretino y seguramente pensó que aceptarías, que tal vez eras una adolescente rebelde y fugada de su casa. Hay muchos como él, y también vendrán a contratarte de modelo para un comercial, y otros embustes, eres joven y preciosa pajarita. No te aflijas, es que tus amigas tienen mala fama, una de ellas sale con ejecutivos, la contrató una empresa que se dedica a buscarle compañía a tipos solos, turistas y demás.
—¿Qué has dicho? Pero ¿quién es?
—Amalia Trent, un amigo mío me mostró una foto suya hace poco y la reconocí, no sabía nada y pensé que si te decía creerías que era mentira, que lo hacía para alejarte de ellas.
Evie se quedó muda, no podía creerlo. Ahora entendía la ropa cara, las carteras y sus salidas nocturnas… Decía que cuidaba enfermos en un geriátrico, mentía y debía estar haciendo buen dinero pues pronto se marcharía del apartamento.
—Que mi madre no lo sepa o le dará un infarto, vino hoy a decirme que soy muy joven y tú me doblas la edad… en qué mundo vive ella ¿no? Qué triste… Amalia era buena en la escuela, tenía estupendas notas y pensé que conseguiría un buen trabajo.
—Bueno, la habrán contactado, nadie entra solo en esas mafias, las reclutan de las discotecas, de los clubes, hasta vía internet, buscan chicas de buen nivel cultural para acompañar ejecutivos. Les pagan muy bien y todo ocurre en hoteles cinco estrellas. Tal vez debieras mudarte aquí ahora pajarita, no es por presionarte pero creo que debes alejarte de esas chicas, no son lo que tú creías. Y no quisiera que uno de esos pervertidos quiera hacer una fiesta grupal contigo.
—Patrick debiste decirme, advertirme… Oye, me considero liberal pero no una cualquiera y si mi amiga frecuenta esa mafia…
Él se puso serio.
—Me enteré ayer Evie, iba a decirte pero… al principio temí que tú creyeras que lo hacía para alejarte de ellas. Sé cómo piensas, eres rebelde y estás luchando por hacerte un lugar, puedo entenderlo. Pero te ruego que lo pienses, quiero ayudarte, sabes que te invité a vivir aquí mucho antes de que pasara esto.
Evie suspiró. Sí el sexo era maravilloso si una encontraba el compañero correcto, aquel capaz de hacerte vibrar y estremecerte y también, enamorarte… Sí, era verdad, estaba loca por ese hombre, no sabía ni como pero… al pensar en su proposición vaciló.
—No lo sé Patrick, tal vez sea precipitado esto. No quiero que sientas que debes ayudarme como si fuera tu hermana menor o algo así—dijo y lo besó despacio.
—Evie, basta, me pediste tiempo nena, acepta quedarte aquí. Me gusta cuidarte, me sentiré más tranquilo si dejas esa cafetería, tal vez ese tipo salió con Amalia y cree que tú también trabajas allí o…
—Esto no estaba en mis planes.
—¿De veras?¿No dijiste que buscarías un novio para irte a vivir con él?
Ella volvió a llorar emocionada, había mucho más en sus ojos de lo que nunca le había dicho. Todo había comenzado como una aventura erótica pero luego…
Él la atrapó sin darle tiempo a nada, la sentó en la mesada de madera de la cocina y comenzó a besarla mientras la desvestía deprisa. Sí, quería sexo, lo necesitaba, se moría porque le hiciera el amor…
Y él se moría por deleitarse con su humedad y con movimientos rápidos, envolventes la llevó al clímax en poco tiempo, ella se arqueó para atrás y él la atrapó, no escaparía, era suya y la quería toda para él como al principio…
—Oh, déjame por favor, me volverás loca, quiero mi dulce también, tú siempre me lo niegas…
Estaba temblando de deseo, tan húmeda y hermosa su pajarita rubia de ojos tan luminosos…
Él sonrió quitándose el cinto del pantalón y abriendo el cierre despacio. Allí estaba el dulce que ella reclamaba.
—Es todo tuyo muñeca, abre la boca—le ordenó al tiempo que ella lo engullía con desesperación y lo lamía buscando provocar su primera respuesta.
—Despacio pequeña, ve despacio…—le susurró mientras besaba sus mejillas y acariciaba su cabello y la apretaba contra él. Era grandiosa, dulce, sensual, y lo disfrutaba, disfrutaba provocándolo, enloqueciéndolo siguiendo un ritmo loco, de vértigo con su boca, sus labios gimiendo de placer.
Él también quería enloquecerla, se moría por sentir cómo respondía su sexo a ese momento y no se equivocaba, estaba tan mojada…
Abrió sus piernas y la tendió en la alfombra abriendo sus piernas en un movimiento rápido acomodando su miembro enloquecido en su boca húmeda, desesperada…
No tardaría en llenarla con su simiente pero antes quería enloquecerla y sentirse mojado con su placer dulce, transparente… adoraba ese perfume, ese sabor… estaba loco por esa chiquilla y quería atraparla, alejarla de ese ambiente. Era tan joven y vulnerable, una pajarita rodeada de gavilanes y buitres, eso era ella.
Evelyn gimió al sentir que le quitaba el dulce y lo introducía en su vagina, no se quejó, no tuvo tiempo, él la atrapó y se acopló duro y feroz. Lo necesitaba, necesitaba todo lo que pudiera darle, esa noche quería todo. Todo lo que fuera capaz de darle.
Y cuando horas después cayó exhausta en su cama se acurrucó en su pecho, rubia y pequeñita, una pichona buscando calor y protección. Durante mucho tiempo había volado e intentado escapar y ahora simplemente quería quedarse en el nido y estar con él.
No por lo ocurrido ese día. Sabía que los unía algo que era más que sexo… Patrick la había eclipsado, embrujado o algo así, ¿para qué negarlo? Ambos comenzaron a salir porque se divertían y luego reñían porque solo tenían en común la cama. Ahora, sabía que era suya y se quedaría.