Vacaciones ardientes
Y una noche, desesperada, se atrevió a entrar a su habitación, él estaba bebiendo tirado en la cama mirando televisión con expresión indiferente, pero al verla entrar la miró furioso.
—Me parece que te has equivocado de cuarto, pequeña—dijo incorporándose. Más que enojado parecía asustado.
Evie se acercó provocativa, no se le escaparía. Quería sexo y sabía que él también querría, todos los hombres querían sexo.
Él la evitaba pero también la miraba, de eso estaba segura.
—No, no me equivoqué Patrick, vine a verte… tengo insomnio y pensé que podrías ayudarme con eso—dijo y avanzó hacia él con el camisón de tul transparente. No estaba desnuda pero podía ver sus pechos redondos y su mirada ardiente.
—Pues bebe un trago de whisky con leche bebé, yo no duermo con niñas consentidas. No me agradan tan verdes, tú estás muy verde para mí, ¿entiendes? Regresa a tu cuarto ahora o yo mismo te llevaré.
Esas palabras la enfurecieron y ofendieron, pero no, no regresaría enojada y helada a su cuarto, le gustaba estar allí, le gustaba mucho ese hombre y lo tendría.
—No soy una niñita y tú me gustas, ¿qué hay de malo en divertirnos un rato?—dijo. Había bebido dos copas de cerveza y estaba algo ebria, necesitó hacerlo para darse coraje, jamás se habría atrevido a tanto en su estado normal.
Él se acercó y lo percibió.
—¿Estuviste bebiendo, niñita?
Evie sonrió provocativa y se quitó el camisón.
—Sí, y deja de llamarme así, porque no tengo nada de niña, sé mucho de sexo y de lo que le gusta a los hombres. No me asusta nada ¿entiendes? Y no me pondré a llorar como niña histérica si lo hacemos, tienes mi palabra.
Él dio un paso atrás desconcertado, vio sus pechos sujetos por un sostén de copa y encaje y la tanga minúscula negra y la cintura estrecha. Era preciosa, solía salir con mujeres altas pero esa bajita lo tenía todo y en perfecta proporción y su cuerpo era provocativo. Sí, esa chiquilla era una endiablada provocación. Una mezcla de niña mujer, una fruta verde que de pronto se volvía madura, y deseable.
De pronto tomó su mano con cierta indecisión y la llevó a sus pechos llenos. Dios debía tocarlos, eran perfectos y lo tentaban… él también había bebido maldita sea y luego de tocarlos sintió que su miembro crecía deprisa y su corazón palpitaba enloquecido de deseo.
Su boca buscó la suya. Solo una noche de sexo, lo necesitaba, hacía días, semanas que no estaba con una mujer y ella lo estaba provocando, estaba jugando con fuego.
El beso que le dio no fue de novata, esa boca hervía y buscaba la suya con desesperación y no pudo esperar a desnudarla y llenarla de besos. Lamió sus pechos uno a uno y los succionó despacio mientras atrapaba sus nalgas y tocaba su tesoro. Dios, era perfecta, era hermosa y estaba húmeda… La miró con desesperación y la tendió en la cama lentamente. Era solo sexo, tenía experiencia…
—¿Quieres que lo haga?—preguntó ella al ver que liberaba su miembro inmenso y rosado. Nunca lo había hecho pero recordó los consejos de su novio Andrew y lo hizo… Besó su sexo con suavidad sintiendo como él gemía desesperado.
Era toda una mujer y él también quería llenarla de besos y deleitarse con su excitación, con su esencia de mujer. Adoraba hacerlo y pasaba horas en esa agradable tarea.
Tenían tiempo…
Evie se arqueó y gimió al sentir que abría sus piernas y comenzaba a besar su rincón más íntimo. Cerró los ojos, estaba tan excitada que no podía detenerse, no sabía qué pasaría cuando él supiera que era virgen, ni si le dolería mucho, solo quería hacerlo.
Durante mucho tiempo había comenzado con besos, caricias, pero cuando llegaba el momento no lo hacía, no se sentía preparada y sin embargo ahora sí quería hacerlo y quería que fuera él…
Evie gimió más fuerte al sentir cómo besaba su rincón más íntimo y se deleitaba con ella.
Patrick estaba tan excitado que no pudo esperar más tiempo y la tendió en la cama para penetrarla con su inmenso miembro, debía cuidarse pero no sabía dónde diablos tenía un preservativo así que lo olvidó.
Atrapó sus piernas y notó que ella quería decirle algo, fue tarde, cayó en la trampa, entró como un demonio y la joven gritó. “Despacio, despacio, por favor, duele…”.
Él se quedó mudo al notar que era muy estrecha o tal vez se había asustado, qué extraño, había estado enloqueciéndolo como una gata en celo y ahora no podía, le costaba penetrarla.
—¿Qué tienes, preciosa? Relájate—le dijo y volvió a besarla mientras intentaba entrar en ella pero algo no estaba bien, la chica no se movía, estaba rígida y…
—Despacio, quiero que lo hagas, no te detengas pero ve despacio. Es que soy algo estrecha y me duele un poco…
Él se detuvo, sí, era muy estrecha, durante el breve roce lo notó, pero ella lo atrapaba, lo envolvía con sus besos, susurrándole que lo hiciera. Hasta que comprendió que algo andaba mal, estaba sangrando, esa chica lo había embaucado, esa niñata era virgen. No podía haber otra explicación, ninguna mujer sangraba haciendo el amor con él, no era un bruto, excepto que…
—Eres virgen pichona, una virgen atrevida, eso es lo que eres.
Ella sonrió tentada, no pudo evitarlo y asintió en silencio, muda de emoción, era maravilloso, todo lo era, le encantaba ese hombre y la forma de tocarla, de llevarla al éxtasis.
—Debiste avisarme, pude lastimarte…
—Si lo hubiera hecho habrías huido, conozco a los hombres como tú, huyen de los compromisos y de las novatas atrevidas como yo—fue su rápida respuesta.
Él la besó de forma posesiva, ya estaba hecho, había caído en la trampa como un tonto, debió imaginarlo, vaya, qué bien lo había engañado. En ningún momento actuó como virgen ni…
Estaba en ella, ahora no podía irse y lo estaba haciendo, la abría para él y de pronto abrió sus piernas y sintió su estrechez cedía y se fundía a él.
—Continúa por favor, hazlo, me muero porque seas tú….Quiero saber qué se siente ser mujer contigo… Eres tan guapo… Por favor…—le rogó ella abrazándolo con fuerza.
Su miembro había entrado por completo y se sentía atrapado y excitado, pero furioso porque ella le había ocultado eso. Pudo lastimarla o…
No podía detenerse, ya era tarde, la había desvirgado y no podría detener su placer más tiempo. Pero estaba preocupado, no quería que la chica saliera lastimada o… ¡Maldición!
—Estás bien Evie?
La jovencita lo abrazó y lo besó apasionada, era de fuego y lo había vuelto loco en un segundo, no podía entender, él era quién más estaba confundido y asustado. ¿Qué diablos he hecho? Se preguntaba una y otra vez.
—Debiste decirme chicuela, esto es algo delicado, mira sigues sangrando.
Evelyn sonrió tentada.—No me asustas ¿sabes? Si te lo hubiera dicho nunca me hubieras tocado y deja de preocuparte estoy más que bien, llevo años esperando este momento—declaró y lo besó de forma suave, cálida, tan dulce, una chica preciosa y él acababa de darle su primera vez, de convertirla en mujer. No debió ser… Y no había podido detenerse. Y cuando la llenó con su simiente se dijo que todo era una locura, una maravillosa locura que no olvidaría fácilmente.
—Debiste avisarme, decirme Evelyn, pude lastimarte. ¿Por qué no esperaste a tener un novio, enamorarte? Tú no eres una chica para una relación casual ni… Nunca dormiste con un hombre y te hacías la experimentada, ¿por qué?
—Bueno, no dormí pero sí me besé y también… bueno, jugué un poco, tampoco estaba en un convento solo que no quería hacerlo todo, no estaba preparada. Tal vez no estaba madura o debía conocerte a ti. Las mujeres siempre escogemos con quién queremos perder la virginidad pero no te sientas comprometido ni atormentado, yo te busqué y no voy a obligarte a cumplir como en el siglo pasado.
Qué chica tan extraña, era moderna, independiente, consentida y mimada por su madre y sin embargo…
—NO iba a esperar al matrimonio ni a cumplir los treinta, mis amigas hace años que lo hacen solo que yo… Bueno, te confieso que solo una vez lo intentamos con mi novio y me dolía tanto que casi salí corriendo y luego me dije, nunca podré hacerlo, no estoy desarrollada, me dolerá mucho… y sin embargo cuando estaba contigo olvidé todo eso, quería hacerlo, quería que fueras tú, me gustas mucho sabes?
Y ella también le gustaba, lo había seducido, y empujado a la lujuria solo que se sentía algo extraño, desconcertado.
—Ven aquí, quiero hacerlo de nuevo, no me dolerá ¿verdad?
Bueno le había dolido sí pero no le importó, era un dolor distinto, agradable, no sabía cómo explicarlo.
Patrick la abrazó con fuerza, le gustaba mucho esa chiquilla rubia, le recordaba a una pajarita rubia, pequeñita siempre volando de un sitio a otro. Y se moría por hacerlo de nuevo, estaba en su cama, desnuda y había sentido tanto placer haciéndolo con ella, era una chica preciosa, una verdadera mujer a pesar de no tener experiencia. Se había entregado a él sin reserva y sabía que pocas veces había sentido eso antes.
—Escucha nena, yo sé que hoy día nadie exige un certificado de virginidad pero creo que debiste esperar a tener un novio, tú, no eres una chica fría, al contrario, eres dulce y emocional, y deseo que esto no te afecte de forma negativa.
Evie le dio un beso muy ardiente.
—No te sientas mal, fue mi culpa, yo te elegí a ti, te encontré y me dije, él será mi primer amante. Sé que nunca voy a olvidar esta noche pero no te pediré nada, solo que lo hagamos de nuevo, por favor, fue tan rápido y estaba algo asustada y ebria… que…
Estaba enojado y no quería hacerlo de nuevo. Evie lloró y suplicó y él sintió que cedía al calor, al olor de ese ángel mezcla de demonio. Dulce. Estrecha… el cuerpo de una virgen, había disfrutado ese momento como hacía tiempo no disfrutaba con una mujer.
Ella lo besó con suavidad, sabía convencerlo con sutileza y sus besos tibios lo excitaron y prepararon para una nueva cópula que duró más que la anterior.
Su miembro se hundió en ella y se acopló como si fuera a estallar, seguía siendo tan pequeña y apretada. Qué deliciosa era, qué suave y femenina. Fogosa y ardiente pero debía educarla, enseñarle a explorar los caminos del placer… no esa noche, esa noche d sería el comienzo y se contentaría con entrar en su cuerpo y llenarla una y otra vez en distintas posiciones hasta quedar satisfecho.
Era una locura. Era una aventura, solo pensaba en tomar aquello que se le ofrecía con tanta generosidad. Ella. Su cuerpo de virgen ardiente y apasionada…Hermosa, dulce y apasionada.
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Al despertar la mañana siguiente Patrick encontró la cama vacía y se preguntó si acaso había sido un sueño. Abrió la cama y sintió su olor, ese perfume dulce y floral de la jovencita. No, no había sido un sueño: allí estaba, podía sentirla y estaba desnudo y había una mancha en su sábana, pequeña pero allí estaba. Virgen. No podía creerlo, la prueba de su virtud que en otros tiempos exhibían los caballeros orgullosos a sus vasallos.
Sonrió, no sabía por qué saber que era virgen le agradaba, era una locura y no volvería a ocurrir y sin embargo mientras se daba un baño suspiró. Había sido una noche memorable, y no había sido solo placer, se había sentido satisfecho y feliz, ojalá su esposa Alison hubiera sido así, tal vez habría salvado su matrimonio. Él la amó y ahora solo quedaba pelear un divorcio y recomponer su vida hecha pedazos. Al principio había tenido buena cama pero luego… Habían caído en la rutina, en la apatía, ella evitaba el sexo, su carrera de abogada la consumía por completo, su trabajo, los pleitos y luego no sentía deseo alguno, esa era la verdad.
Mientras se vestía recordó a Evie, parecía hecha a su medida pero era una jovencita confundida y audaz que quería vivir una aventura.
Pues bien él era un hombre y no se aprovecharía de eso. Era una locura mantener una relación clandestina en esa casa, su padre, y su nueva esposa, y esa hijastra. ¡Demonios! Había metido la pata, debió detenerse y ahora solo le quedaba hacerse a un costado y no… No volver a dormir con ella.
La jovencita lo buscaría de nuevo, tendría la osadía de hacerlo, de meterse en su habitación pero él debía ser firme, era un tipo de carácter.
Y no sería su conejillo de indias, no le enseñaría nada, anoche había cometido una locura, hoy se sentía más tranquilo y con la cabeza más fría.
No quería una relación estable con una adolescente, lo que había pasado era un capítulo, un hecho aislado, no continuaría, no habría continuidad.
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Evie despertó sintiéndose exultante y extraña. Lo había hecho, al fin había dejado de ser virgen y vaya profesor que había tenido. La tuvo horas sentada en la cama enseñándole cosas.
¿Qué ocurriría luego? ¿Podrían hacerlo de nuevo? La historia recién empezaba y ella quería recibir más lecciones de sexo por favor, las necesitaba.
Había actuado como una joven de experiencia desconcertándolo, excitándolo y le había gustado, sabía que había disfrutado como un chivo en su cama, en su cuerpo… porque era estrecha y él bien dotado, la pareja y la copla perfecta…
Se mordió el labio suspirando, ¡quería más! La fiesta recién comenzaba y temía… Maldita sea, temía que por la bendita virginidad él se negara a seguir por miedo a embarazarla o a que su madre exigiera casamiento. Pamplinas. ¿Cuál casamiento?
Evie desayunó en su cuarto. En realidad se sentía algo avergonzada y confundida.
Temía que él la creyera una ramera.
Bueno, no había sido tan ramera, porque había sido su primera vez pero…
Había algo más.
Su orgullo y una estrategia para pescarlo. Sí, no correría a sus brazos ni lo perseguiría todavía. Tuvo la astucia de comprender cómo pensaban los tipos como Patrick, y se imaginó que el pobre había sido seducido, embaucado y lo que quería en esos momentos sería largarse de la mansión. Pues ella evitaría que lo hiciera… Aunque se muriera por meterse de nuevo en su habitación prefirió guardar distancia unos días.
No estaba errada, notó que él también se había alejado, no la miraba ni le prestaba la más mínima atención como si nada hubiera ocurrido entre ellos.
Evelyn decidió ser paciente y esperar, lo más agradable de la cacería era la estrategia, la espera y luego… Lo más delicioso; disfrutar del festín, de su presa. Él.
Una mañana decidió ir a dar un paseo por el campo y visitar a unos amigos de su padrastro.
Su madre notó entusiasmada que el hijo del señor Brighton, un joven alto, flaco, estudiante de ingeniería la miraba de forma apreciativa.
Otra vez.
Miró a su madre furibunda. ¿Cuándo entendería que no podía escogerle novio rico y tonto?
Siempre le estaba presentando alguno.
Y ella ya había escogido a quien sería su amante esas vacaciones y se llamaba Patrick Stevenson. No era rico, ni le interesaba que lo fuera. Le gustaba él y punto. Nada más que buscar.
—Oh Evie, ¿es que quieres casarte con un hombre pobre y pasar necesidades el resto de tu vida y soportar un jefe abusivo porque deberás trabajar como burra para ayudar a tu marido pobre?—le decía su madre.
—Descuida mamá, no tengo en mente casarme, no me interesa.
—Solo quiero lo mejor para ti—gemía Helena.
Siempre decía lo mismo.
Lo mejor para ti... Sí, lo mejor era pescar un tipo de mucha plata, rico, guapo, joven y dejar la independencia, el estudio y el esfuerzo para esos cerebritos, esas chicas poco atractivas que no tener tres o cuatro títulos nadie repararía en ellas.
Recorrió los jardines y luego, aburrida pensó que quería regresar y lo hizo sola, andando pese a los gritos de protesta de su madre. “Regresa Evie, tú no conoces el camino, te perderás…” le gritó.
Al final, desesperada Helena convenció a su marido de que llevara a su hija sana y salva a la mansión mientras se disculpaba con sus anfitriones. “Perdonen, es que mi hija se siente mal…” dijo.
Cuando Evie entró en la casa tropezó con Patrick y casi cayó en sus brazos. La cercanía de la diablilla lo dejó confuso, y tal vez excitado.
—Hola Patrick, ¿cómo estás?
—¿Y tú no estabas en la mansión Springton?
—Estaba pero me aburrí, además hace mucho frío para hacer paseos ¿no crees?
—Es verdad—respondió él sin dejar de mirar sus labios. La deseaba y ella también deseaba… ser besada. Y al final fue ella quien lo besó provocativa atrapando su rostro.
Besos, caricias y Patrick quiso apartarla pero no tuvo fuerzas. La quería en su cama, en su cuerpo…
Y sin mediar palabra tomó su mano y la llevó a su habitación.
Ella sonrió con picardía mientras se quitaba la ropa con prisa y tentarlo un poco más.
Él cayó sobre ella y sin demasiada ceremonia la penetró, le urgía entrar en su cuerpo y sentir su delicioso sexo estrecho y el calor de su piel.
Unidos y fundidos la besó y estuvo un rato follándola sin parar, locos, impulsivos como dos adolescentes, debía saciarse de su pequeñita y sabía que eso no ocurriría todavía.
Pilló un preservativo porque no quería embarrarla aún más haciéndole un bebé, ella dijo que se cuidaba pero no se fiaba demasiado, había muchas adolescentes ansiosas de conocer el sexo que quedaban preñadas. Y el sexo era el sexo, otra cosa era formar una familia, enamorarse…
Ella vio como anudaba el tercer preservativo y suspiró.
—¿No confías en mí? Hace tiempo que tomo pastillas, mi madre me llevó al médico cuando comencé a salir con Andrew—le dijo.
Él la sentó en sus piernas y comenzó a acariciarla, tal vez podría haber una cuarta vez ese día… Evie no estaba cansada, quería hacerlo de nuevo pero de pronto escucharon un timbre y se asustaron. ¡Maldición! ¡Sus padres regresaban! ¡Bonita manera de arruinarles el pastel!
Él la besó y corrió a trancar la puerta, y luego la ayudó a vestirse. Evie rió tentada y lo abrazó.
Debían disimular, esconderse y eso lo hacía más emocionante y divertido.
Mientras, los días pasaban y él ya no quería evitarla.
Una noche hasta se atrevió a entrar en su cuarto.
Ella rió divertida y lo miró dulce y provocativa saliendo de la cama con su camisón negro transparente. Lo estaba esperando y allí estaba recién bañada y perfumada aguardando para que la llenara de besos.
Él se abalanzó como un lobo hambriento pero sin prisa, siempre iba despacio excepto cuando ella lo provocaba y lo volvía loco, entonces…
Evelyn gimió al sentir que la había atrapado y la tenía a su merced para devorarla, porque por momentos era un lobezno, como ahora…
—chiquita, eres tan dulce, tan bonita—le dijo cuando entró en su cuerpo, porque ya no podía aguantar más. Ella lo miró con ojos muy brillantes, le gustaba que la llamara así, a veces le decía pajarita y Evie reía divertida. No sabía si le gustaba mucho parecerse a un pájaro, tal vez sí.
—Y tú eres mi lobezno, pero no tienes garras, solo eres muy… ardiente—respondió ella. Él la besó hambriento y posesivo.
—Un lobo que devora pajaritas rubias y muy ardientes…—respondió él.
Jugaban, y le gustaba mucho estar juntos, no era muy sencillo porque había otras personas en la casa, sin embargo se las ingeniaron.
En esos encuentros él comprendió que la chica a pesar de ser apasionada era inexperta, y él le enseñó algunas cosas y le gustó hacerlo. Ella estaba ansiosa de aprender y siempre tenía ganas y una vez jamás era suficiente, para él tampoco. De pronto se sentía como un adolescente haciendo las primeras veces con aquella noviecita del colegio tan inexperta como él. Él siempre quería pero ella no estaba muy convencida, Evie era todo lo contrario, era su virgen ardiente…
Lo primero que le enseñó fue a moverse a su ritmo, a tocarlo como a él le gustaba, no todos los hombres eran iguales en la cama ni querían lo mismo, él era distinto. Quería más besos, abrazos y era muy delicado con ella, porque él era así. Era sensual, cálido, viril pero muy suave, como un gatito, Evie se lo dijo una noche en que se escapó a su habitación. Eran las tres de la mañana y toda la casa estaba sumida en un silencio sepulcral.
—Y tú eres mi alumna predilecta, la pajarita de Norfolk—le respondió—Ahora cierra los ojos, ¿sabías que es más placentero hacerlo con la luz apagada, sin mirar?
Eso le interesaba, todo lo que fuera placer... Cerró sus ojos y aguardó, él salió de su cuerpo y atrapó sus pechos con desesperación. Ella protestó furiosa, odiaba cuando hacía eso, una vez que entraba no le gustaba nada que saliera a dar un paseo, era allí donde debía estar siempre…
“Tranquila pajarita, no te enojes, ya volveré... Déjame jugar un poco más…”le susurró y entonces se detuvo en su vientre y la llenó de besos, suaves y envolventes, adoraba ese rincón dulce, era perfecta, todo su cuerpo lo era. Dejó de pensar que era una locura para comprender que no podía dejar de hacerlo con ella siempre que podía.
Evie gimió al sentir que llegaba al clímax y era tan fuerte que quería gritar, y entonces él le recordaba que podían oírlos y atrapaba su boca con la suya y la llenaba con su inmenso miembro. Eso le daba más que consuelo, oh, esa noche iba a volar más de una vez…
**************
Una mañana Evie desayunaba muy contenta en el comedor mirando de vez en cuando a Patrick cuando su madre comenzó a sermonearla sobre su inminente viaje a Londres. El día anterior la había llamado Kate y ella estaba ansiosa por ir. Bueno, lo extrañaría a él por supuesto pero luego quién sabe, podrían verse, darse alguna escapada y continuar esa historia…
—Evie, piénsalo hija, es una ciudad inmensa y tú sola allí, con tus amigas… Esas chicas no tienen cerebro ni son prudentes. No me agradan, no son como tú. Tú apenas terminas la escuela y todavía no has tenido no vio ni…
Su madre calló de golpe al comprender que no estaban solas. Sí, Helena creía que su hija era virgen, y pensar que iría a esa ciudad llena de maleantes, proxenetas y aprovechados la hacía sentir enferma.
—Mamá, quiero ir a Londres, mis amigas están allí trabajan en un restaurant y alquilan un piso. Estaré bien, ya no soy un bebé, deja de sobreprotegerme por favor—se quejó.
Helena Robertson se escandalizó ante semejante propuesta y apretó sus manos pequeñas de princesa.
—Hija, no tengo nada contra la emancipación de mis congéneres y supongo que vivir con tus amigas, alquilar un apartamento ha de ser divertido pero tú tienes que estudiar, eres lista, tienes buena memoria. ¿Crees que puedes pasarte la vida trabajando de camarera? Deja que hable con mi amiga Lucille, su marido tiene una empresa muy grande, te conseguiré un puesto de secretaria con uno de sus sobrinos. Es un joven muy apuesto, seguro que se enamorará de ti y luego…
Evie enrojeció al sentir la mirada de Patrick.
—Descuida Patrick, ella es así, después de que una parienta nuestra se casó con uno de la realeza, un conde menor por supuesto, pues mi madre espera que yo no sea menos y pesque un príncipe, o algún pariente de un príncipe, millonario… Jamás aceptará la idea de que no me interesa ni casarme con un tipo adinerado ni estudiar. Quiere moldearme a su antojo como si fuera un muñequito de cera, no la dejaré.
Patrick sonrió tentado.
—Siempre me he preocupado por ti Evelyn, y no eres más que una niñita inocente que no sabe nada de las maldades del mundo y que siempre ha tenido todo. Quisiera saber cómo te las apañarás comiendo chatarra, trabajando en uno de esos lugares y tengas la ropa y el cabello con olor a comida. ¡Tú no sabes lo que es eso, ni lo imaginas!
Su madre exageraba por supuesto, no era tan grave trabajar de camarera, excepto si los tipos intentaban tocarla o hacerle alguna proposición escandalosa. Pero eso no ocurría con los ingleses.
—Mamá, hemos hablado antes por favor, deja de exagerar. Me las arreglaré bien y me hará bien independizarme, a veces me siento como una retrasada mental; me compras la ropa, la comida, organizas mis excursiones, mi vida entera… Dios, necesito salir de esta burbuja y conocer el mundo real. Aire, oxígeno, solo eso, y no te preocupes me encanta comer chatarra ya me conoces, y lo pasaremos estupendo con mis amigas.
Helena miró a su esposo y a Patrick con desesperación y de pronto se atrevió a pedirle ayuda.
—Patrick, tú tienes experiencia y vives en Londres, ¿crees que mi hija está preparada para mudarse con unas amigas? Mi hija es una niña en muchos aspectos y temo… que aparezca un sinvergüenza la seduzca, la deje preñada y con el corazón roto. Ella es muy frágil, es como un pollito… Sé que a veces parece malhumorada y consentida, y siempre la he mantenido alejada de las maldades mundo, sin embargo su corazón es de cristal. Si aparece un perverso y se atreve a tocarla, a ilusionarla y luego usarla… porque en la ciudad usan a las chicas novatas para divertirse para luego desecharlas.
—Señora Helena, no se preocupe, yo la cuidaré, lo prometo. Vivo en Londres, y si ella necesita algo…
—Oh, no, no puede vivir con usted, es un hombre soltero.
Al parecer la idea de que su hija viviera con su hijastro le desagradaba mucho más que se fuera a vivir con sus amigas. No era correcto. Era un hombre y guapo y su hija…
—No decía eso señora Helena, solo que si va a irse a Londres a alquilar un piso con sus amigas yo estaré cerca por si me necesita—dijo él.
Evie lo miró con una sonrisa socarrona, en esos momentos más que un cristal parecía una gata sensual y muy diabla que se reía de su madre por creerla novata y de él por ofrecerse a cuidarla. Finalmente intervino, cansada de que hablaran de ella como si no estuviera presente.
—Basta ya mamá, no trabajaré con el sobrino de tu amiga, seguro que es un millonario adicto a usar látigo y otras cosas. Tampoco me mudaré con Patrick, nadie va a cuidarme, yo me cuidaré sola, ¿entiendes? ¿Qué tiene de divertido y gracioso mudarme lejos si todos estarán atrás mío cuidándome?—se quejó.
Su madre se horrorizó al oír tales palabras y no entendió por qué un joven millonario debía usar un látigo. Charles rió con ganas por la ocurrencia de la niña. Qué osada era, no era más que una mocosa pobrecita, no tenía ni idea ni sabía nada del mundo. Helena tenía razón, pero ¿qué podía hacerse? La chica estaba empecinada en irse y se saldría con la suya. Además bueno, tenía dieciocho años, no quince y viviría con unas amigas que era mejor que ir sola a una ciudad tan grande.
—Necesitarás amigos en Londres, gente que te ayude, no querrás trabajar siempre en una cafetería ¿verdad?—intervino Charles. Su esposa lo miró agradecida, pero Evie no respondió, de pronto sintió ganas de acercarse a Patrick y darle un beso, estar juntos… él siempre la calmaba, la hacía sentir tan bien, había dejado de sufrir insomnio y su compañía…
Mejor sería no atarse a ningún amante, era solo una aventura divertida, Londres aguardaba, saldría con otros hombres estaba segura y comenzaría su nueva vida de mujer independiente.
Su madre en cambio sonreía contenta con las tonterías que decía el hombre lobo Charles, no era un hombre tan rico como los anteriores y en realidad Helena ya no necesitaba casarse por dinero, tenía una buena casa en la city, otra que alquilaba en las costas de Devon y una abultada cuenta bancaria. ¿Por qué entonces se había casado con Charles? ¿Por sexo, amor o por terror a la soledad? Tal vez por esto último, no creía que su madre fuera una mujer sensual, era astuta, inteligente, no era culta, nunca la veía agarrar un libro y si lo hacía era porque era un best seller y lo compraba para adornar la sala y que sus amigas vieran que leía… Sin embargo todos sus maridos la encontraban bonita y divertida, porque lo era. Y ese hombre era el más feo que había tenido y eso que varios de sus enamorados… En realidad nunca se había casado con hombres muy guapos, apenas…Su carrera había sido casarse con tipos de dinero, luego de hacer un cursillo de secretaria y pescar a su jefe… ella le dijo que entonces tenía veinte años, un cuerpo de infarto pero era virgen, porque entonces no se estilaba ser tan liberal. Los hombres buscaban chicas decentes para casarse y Helena tuvo la astucia de atrapar a quien luego sería su padre; Jefferson Ferguson, y de que este sucumbiera a sus encantos. El pobre hombre vio esos ojos y ese cuerpo y sintió que estaba perdido…
Su madre no hablaba de sexo, era un tema tabú entre ambas, era muy anticuada y solía decirle “no duermas con un hombre a menos que sientas que eso servirá para algo. No lo hagas con ese novio, es un imbécil”. Tenía razón. En realidad ella no había dormido con su anterior novio (al que su madre tildó de imbécil) porque cuando él intentó hacerlo le dolió. Un dolor insoportable que la espantó y echó al demonio toda la excitación del momento. Con Patrick le había dolido al comienzo sí, pero había podido soportarlo, no había sido un dolor muy fuerte y luego cesó como si todo su cuerpo lo hubiera esperado a él… Su hombre.
Tonterías. No se ataría al primero como una estúpida, hoy día a nadie le importaba la virginidad. Ella no había llegado virgen a los dieciocho por valores ni porque soñara casarse con un vestido blanco. Sino porque no había podido hacerlo ni había querido intentarlo.
—Evie, qué frío hace hoy, ven acércate a la estufa. No estás muy abrigada, ve a ponerte un saco…
La voz de su madre la despertó de sus pensamientos. Sí, esa casa era helada.
Ya no era virgen, podía salir con chicos y adquirir experiencia, en Londres, seguro que podría salir todos los días con uno diferente.
Esa tarde llamó a sus amigas. Esas zorras le llevaban una ventaja alarmante, una de ellas tenía dos amantes, ¡dormía con dos! Y no se peleaban porque eran amigos.
Bueno, eso sí que era ser zorra, tener sexo con dos hombres no era para novatas, ni…
Su amiga Rebecca le contó en esa ocasión dijo que había conseguido un nuevo trabajo y que el apartamento había quedado muy bonito.
—Hay lugar para ti Evie, ¿qué esperas? Deja esa mansión embrujada ahora, eso no es para ti, puede haber fantasmas… Oh, yo no podría dormir en un sitio semejante.
Rebecca, su amiga pelirroja, la que salía y lo hacía con dos a la vez tenía miedo a las mansiones embrujadas, ¡qué chiste! Pero así era el mundo.
—Aquí no hay fantasmas, Rebecca. ¿Y a ti qué tal te va con tus novios?
Su amiga rió y le contó sin pudor su último encuentro. Al parecer los amigos eran muy buenos en la cama y sabían prepararla para la feroz sesión de sexo por dos. Evie se preguntó cómo sería hacerlo así, sentir dos hombres en su cuerpo. Qué locura, jamás se atrevería, estaba segura.
Se sintió levemente excitada. Era una fantasía y no sabía por qué pensar en sexo le recordó a Patrick.
Y durante la cena se miraron y mientras su madre y sus invitados, una pareja de vecinos hablando de la economía global y los problemas de los mercados… ahogó un bostezo y sus ojos se encontraron con los de él; azules, tan azules que a media luz se veían oscuros, feroces, indomables… él también la miraba con deseo.
Podía adivinar lo que él pensaba, llevaba puesta una blusa blanca con un escote transparente y una falda acampanada como de los años setenta y el cabello rubio sujeto con cintas que le daba un toque inocente, infantil. Pero Evie solo parecía inocente y sabía cómo provocarlo. Esa noche quería guerra y esperaba tenerla.
Al regresar a su habitación lo esperó impaciente, no tenía sueño y si él no iba pronto sufriría insomnio de nuevo. Odiaba tener insomnio, quería dormir como un bebé luego de hacerlo con él por horas, sin parar…
Dejó la puerta abierta y se dio un baño rápido y se metió en la cama con un camisón transparente y ropa interior de encaje color lila. Algo le decía que él vendría.
Todas las noches cumplía el ritual de esperarle y esa noche su mirada fue más que una invitación y cuando se despidieron le susurró “te espero en mi cuarto”. Él la había mirado sorprendido y algo asustado… así la miraba siempre, a pesar de desearla, porque sabía que la deseaba.
Y cuando estaba a punto de dormirse escuchó unos pasos y se incorporó excitada, era él. Había ido… pero no se atrevía a entrar, ni a golpear…
—Entra Patrick—dijo para animarle.
Él no respondió, no se movió y temió que todo fuera imaginación suya. Pasos, ruidos, ¿acaso esa maldita casa de campo estaba embrujada?
Corrió hasta la puerta exasperada y frustrada en sus deseos la abrió y no vio a nadie. Debió imaginarlo, tal vez fue el viento, o los ruidos normales de una casa vieja. Su padrastro Charles había mencionado algo al pasar “esta casa es muy antigua y escucharás ruidos en la noche, no prestes atención Evie” dijo.
Se cubrió con una bata y regresaba a su habitación cuando algo la atrapó en la oscuridad. ¡El fantasma que había estado merodeando!
Estuvo a punto de gritar del susto pero él cubrió su boca con un beso salvaje, desesperado.
Era su hermanastro, podía sentir su olor, su fuerza, su virilidad contra su sexo a través del camisón, sus ojos azules la observaron desde la oscuridad y entraron en su cuarto.
No había sido un fantasma, había sido él por supuesto y lo vio entrar y desnudarse con prisa mientras ella se quitaba la bata y se tendía provocadora en la cama. Era un demonio, un ángel y demonio, dulce, provocadora, su cuerpo era la esencia de la lujuria y debía besarla y sentir su sabor, deleitarse con cada rincón de su piel.
—Quédate quieta novata, lo haremos a mi modo—le advirtió.
Ella lo miró sorprendida mientras él le quitaba la ropa interior con prisa.
—Dije quieta, tú aguarda. ¿Quieres aprender? entonces quédate quieta y observa.
No quería que lo excitara, sabía que se moría por darle placer pero él quería saciarse primero. Evelyn se rindió y obedeció abrazándolo, besándolo mientras él atrapaba sus pechos y los besaba con mucha suavidad y delicadeza. Pero no la dejaba moverse y de pronto exasperado dijo que la ataría si no obedecía.
Ella gimió desesperada y debió contentarse con quedarse así, a su merced y disfrutar de todo el placer que pudiera darle, sus caricias íntimas la llevaron rápidamente al éxtasis. Cuando atrapó su vientre y la llenó de besos húmedos creyó que enloquecería, y no la dejó escapar, no hasta estar saciado y haberla hecho volar…
Su cuerpo era suyo y le pertenecía y ella debía someterse a sus deseos, eso fue lo que le dijo mientras la guiaba y le decía lo que debía hacer a continuación… ella se moría por hacerlo y atrapó su miembro sin piedad engulléndolo casi por completo. Estaba muy excitada y ahora era su turno de volverlo loco. Sabía cuánto lo deseaba él, podía notar su excitación, sentirlo en sus labios cada vez que se movía y lo atrapaba un poco más sin dejar de lamer con mucha delicadeza ese hermoso y adorado miembro.
Él gimió desesperado, esa novata era de fuego y lo hacía como experta, no podría contenerse. Pero él tendría su recompensa, quería devorarla por completo y le ordenó tenderse de lado. Evie obedeció.
—Abre tus piernas muñequita y entrégame tu tesoro…
Ella lo hizo, estaba tan húmeda, podía sentirlo con sus manos, excitada y poseída, en esos momentos él también era un adolescente desesperado y sediento de sexo, de su sexo, del néctar que tanto lo deleitaba, la esencia de su cuerpo…
Evie gimió al sentir su lengua atravesando sus pliegues hundiéndose cada vez más en su cuerpo como su miembro en sus labios, estaba desesperada, quería sentirlo y no lo dejó escapar y sintió como su placer la llenaba por completo y quedaban fundidos. Ella lo había enloquecido y al fin tenía su recompensa.
Y la noche recién comenzaba.
Estaba excitado y furioso a la vez, no había querido hacerlo así, ella lo había desobedecido.
—Eres una novata imprudente y desobediente, pudiste ahogarte con mi semen ¿sabías? No vuelvas a hacerlo—la rezongó.
Ella tosió pero no se había ahogado, él se preocupó de forma exagerada.
Y en un arrebato él la atrapó en la cama y besó sus labios.
—¿Quieres aprender novata? Entonces deja que te enseñe y hazme caso o te daré azotes. Mereces unos buenos azotes, no te los daré porque lo hiciste bien a pesar de todo—le dijo.
Ella tenía el corazón palpitante y él acarició su cuerpo sintiendo como despertaba su miembro por el simple roce de su cuerpo.
—Mis amigas siempre lo hacen, lo hacen todo sin problemas, hay una que lo hace con dos—dijo Evie de pronto.
Él sonrió mientras atrapaba su cintura y besaba sus pechos.
—Tus amigas deben tener experiencia, tú recién empiezas y no sabes nada de sexo, recién lo estás experimentando. Esta noche voy a follarte sin parar preciosa y te enseñaré a buscar tu placer así, respondes bien pero eres impulsiva y si quieres aprender primero debes obedecer y hacer lo que te digo.
Ella asintió en silencio, le había gustado, estaba loca por ese hombre y haría todo lo que le pidiera si cumplía su promesa de enseñarle.
Cuando entró en ella gimió y se sintió mareada, transportada a un paraíso de sensaciones intensas, era inmenso y su sexo cedía hasta decir basta abrazándolo con fuerza. Aún estaba estrecha y le susurró que se relajara.
Al sentir que lograba entrar por completo la apretó contra la cama.
—Ahora relájate y sigue mi ritmo, debes moverte en el sentido contrario, con fuerza, buscando tu placer, pequeña. Eres hermosa chiquita, pero novata,… Debe ser placentero, todo lo que hagamos debe serlo para ti, para ambos.
Y lo era, todo lo que gustaba, su roce se hizo más duro, intenso y ella lo abrazó…
Era más que sexo, él la estaba despertando no solo al placer, esa era la excusa, al enseñarle y someterla a su obediencia la estaba convirtiendo en suya, su hembra, su mujer…
Evie sintió que estallaba en el momento en que la inundaba con su semen tibio, espeso y su cuerpo convulsionado no dejaba de moverse y así estuvo horas hasta quedar exhausta.
Cumplió su promesa, la folló varias veces y se sintió un verdadero macho de su especie.
—Oye chicuela, no olvides cuidarte. No querrás quedarte preñada ¿verdad? Y que se cumpla la triste profecía de tu madre.
Ella asintió con un gesto, hacía tiempo que tomaba pastillas, dijo que mejoraban su piel, su cabello era más brillante.
Él sonrió acariciando esa masa de cabello rubio dorado, era preciosa y le gustaba todo, su cuerpo, y esos ojos verdes inmensos y picaros.
—¿Entonces te irás a Londres, a vivir aventuras con tus amigas que lo hacen con dos chicos a la vez?—dijo de pronto.
—Iré a trabajar, y a divertirme por supuesto. Mami cree que todavía soy virgen, jamás imaginaría que tú…
—Exagera un poco. Es decir, Londres es una ciudad grande, peligrosa sí pero tampoco van a hacerte nada si tomas precauciones.
—Soy precavida y no soy tonta.
—¿Y por qué no quisiste ese puesto con el millonario guapo que te ofrecieron?
Evelyn se sonrojó con intensidad.
—Mamá es una casamentera, siempre haciendo planes de bodas… Yo no quiero casarme ni estudiar, tal vez sí, haga algún curso porque tampoco quiero ser una camarera toda mi vida. Pero no me atraen los millonarios. Un amiga salió con uno y le dio azotes, la obligó a hacerlo en un lugar incómodo y después… Oh, la pobre se lo pasó muy mal, esos millonarios son unos sádicos, les gusta todo lo raro y lo violento. Ni loca saldría con uno. Mi madre es algo anticuada y tiene ideas también anticuadas. Cree que todo se soluciona pescando a un millonario y llevándolo al altar.
Él rió.
—Algunas mujeres todavía sueñan con eso pequeña, ¿tú no?
—Claro que no, mi madre vivía diciéndome que debía casarme con un tipo rico y yo no sueño con bodas ni vestidos blancos. Soy muy sencilla ¿sabes? No me fijo en el dinero ni quiero joyas, ni una vida fácil. Solo quiero algo diferente, divertido, excitante, divertirme, salir con mis amigas, tener mucho sexo y un trabajo al aire libre donde vea gente. Detesto las oficinas.
Él rió y acarició su cabello. Le gustaba mucho ella pero comprendía que realmente era una pajarita inquieta que quería volar.
—¿Y por qué no estudias? Eres inteligente pajarita, puedes estudiar, hacer un curso rápido que te dé un título.
—Sí, tal vez, me gusta mucho diseño de interiores, me encanta en realidad y podría… no lo sé. En realidad nunca fui buena en los estudios.
—Escucha, los trabajos de hoy día se dividen en dos; los insalubres estilo; limpia copas, camarera, y otras tareas que nadie quiere hacer, la paga es mala, te explotan, te sientes mal… Luego están los trabajos que requieren estudios, especialización y son mejores. La paga es buena, el ambiente laboral también…
—¿Y tú qué haces en Londres?
—Trabajo en una empresa, soy intermediario, cierro negocios, consigo mejores condiciones siempre defendiendo los intereses de la empresa por supuesto. Viajo muy a menudo.
Esa idea le encantó, viajar, recorrer países, cerrar tratos… sonaba interesante.
—Lo que te decía pequeña es que mejor será que te prepares, puedes hacer ese curso de diseño o cualquier otro que te agrade. Tal vez te diviertas sirviendo café y hamburguesas un tiempo pero luego, te aburrirás, querrás algo mejor.
—Bueno, es que tampoco me pasaré trabajando, solo tendré uno de medio tiempo y si me explotan o tratan mal renunciaré y conseguiré otro—Evie parecía muy segura. Todo era muy fácil para ella nunca había trabajado ni vivido con un grupo de amigas, para ella todo era y debía ser muy divertido y excitante y nada más.
—¿Y crees que será tan fácil pollita?—él rió tentado. ¡Esa chica era tan ingenua! Era una niñata y no tenía ni idea ni dónde estaba parada—Ven aquí, eres una bebé, ¿sabías? Y no piensas como adulta, ni como adolescente sino como una niña de mamá.
Esas palabras la enfurecieron.
—¡No soy una niña! Sé muy bien lo que quiero—se quejó molesta.
El enojo duró algunos días, odiaba que la creyera una niñita, no lo era y durante unos cuantos días ni siquiera lo miró. No tendría sexo con él, puesto que la consideraba una cría…
Comenzó a preparar sus maletas, se iría antes de tiempo. Sus amigas no dejaban de llamarla y animarla para que fuera y su madre se había resignado. Tenía la mesada casi completa de esos meses, alcanzaría para llegar a Londres y subsistir mientras buscaba trabajo.
Y mientras ordenaba sus cosas pensó que lo echaba de menos, había vuelto a sufrir insomnio maldita sea y a veces despertaba húmeda luego de tener sueños eróticos. Ese cuarto era un tormento; con sus muebles antiguos, frío, inhóspito… ¡Maldita sea! Al parecer se había hecho adicta a él y se moría por hacer el amor, aunque fuera una vez… O dos… esa noche, maldita sea. Tener sexo sin pensar en nada más. Había dejado de ser una niña para ser una mujer sexualmente activa. Y no podía estar tanto tiempo sin sexo, a sus amigas les pasaba. Tres días le parecían una eternidad.
Cuatro días sin sexo y él le sonrió durante la cena mirándola con cierta soberbia. La esperaba, era una invitación, no necesitaba insinuarse, ni decirle al oído: quiero hacerlo.
Esta vez fue ella a su habitación y lo encontró despierto, con un vaso de whisky en la mano mirando televisión. Siempre miraba televisión, películas de vaqueros, no sabía por qué a un ejecutivo como él le gustaba tanto el western.
—Buenas noches preciosa, ¿equivocaste el camino? Pequeña rebelde insolente—dijo a modo de saludo mirándola con fijeza.
Evie no se dejó intimidar, sí, era una pequeña rebelde insolente pero necesitaba una buena noche de sexo y a él…
Se acercó despacio y lo besó.
—Pues vine a estar contigo y no me iré—dijo de pronto.
Él sonrió y acarició su cabello y dejó que lo besara mientras sus manos la tocaban con suavidad. Era delicado pero exigente y se derretía cada vez que la tocaba. Pero estar juntos era mucho más que una aventura sensual y erótica y ella se había hecho adicta a él en poco tiempo. Lo extrañaba, lo buscaba con la mirada y descubrió que el también.
*********
Un día despertaron descubriendo que estaban solos en la casa pues sus respectivos padres habían salido, unos amigos los habían invitado a una partida de caza y al enterarse, mientras desayunaban él le hizo un gesto de que se sentara en sus piernas. Era un gesto erótico que a Evie la enloquecía.
—Oye, no, ¿estás loco? Nos verán tus viejos criados—dijo y lanzó una risita cómplice cuando él comenzó a tocar sus piernas a través de la mesa. Patrick la miraba como un demonio hambriento, era temprano y se había despertado con ganas de sexo.
—Ven aquí pequeñita, ven a mis piernas, es una orden preciosa, soy tu amo ahora y te daré nalgadas si no obedeces como en esas novelas que lees cuando estás desvelada.
Evie rió con ganas. Cómo sabía que leía bdsm?
—Sí, tú sabes mucho de rebenques, y millonarios que usan látigos… Vamos, ven aquí, me muero por hacerlo aquí, de prisa sin que nadie nos moleste.
Era un orden y debía obedecer. Evie se mordió el labio al ver que liberaba lentamente su inmenso miembro erecto y rosado para tentarla un poco más.
Se acercó y se arrodilló para besarlo, se moría por hacerlo. Echó miradas a su alrededor, no, no había nadie. Besó a ese adorado casquete nazi y se deleitó con él un buen rato como si fuera su dulce preferido. Buen en realidad lo era. Pero él no quería hacerlo así, quería montar a la pequeña novata, insertarla con su larga danza, dominarla, poseerla y dejarla así, atrapada como una pajarita enjaulada. Algo que hizo poco después, en un santiamén.
—Ya está: pichona cayó en la trampa que le tendió un gavilán sediento de sexo—dijo.
Ella gimió al sentir su inmensidad y comenzó a moverse buscando su placer, su clímax, mientras él sostenía su trasero y seguía su ritmo. Liberó sus pechos, Dios, quería desnudarla toda, allí en la sala, no había nadie…
Lamió sus pechos y suspiró, era perfecta, preciosa chica… y no quería que se fuera a Londres a dormir con otros tipos y tuviera una vida alocada. Quería que se quedara follando con él para siempre en esa casa ruinosa. Malditas vacaciones después de su divorcio, ¿por qué tenían que terminar? Lo bueno siempre había durado muy poco en su vida.
—Aguarda, pueden vernos los criados, son gente mayor—se quejó ella. Para Evie la gente mayor era una peste.
Él sonrió y la apretó aún más, le gustaba esa chiquilla parecía hecha a su medida… le costaba dominarla, era algo caprichosa, consentida para ser más exacto, bueno es que era muy nena a decir verdad…
De pronto se oyeron pasos y ella gimió no de placer sino de desesperación.
El inoportuno criado corrió turbado al presenciar una escena erótica entre el señor Patrick y la hija de la señora de la casa. No podía creerlo, casi sufre un infarto y estuvo un buen rato sin poder articular palabra.
Evie que lo había visto palideció.
—Alguien nos vio—dijo con un hilo de voz—Creo que era Adam, el jardinero.
Patrick la besó y volvió a atrapar sus pechos suaves y redondos. “Tranquila nena, vamos, no nos vieron. Ven aquí…” le susurró.
Ella estaba nerviosa y temblaba. —Sí, nos vio alguien, uno de esos criados, parecen fantasmas… le dirán a mi madre o a tu padre.
Él sonrió. —¿Y? ya no somos unos críos, y si preguntan bueno… diré la verdad, que tú me buscaste.
No la dejó en paz hasta que llegó al clímax y la mojó con su semen, las bragas, la pollera… Si su madre o alguien más la veían así, no quería ni pensarlo…
En ocasiones se volvía déspota y ella se enojaba, no sabía por qué actuaba así. Tal vez porque aparte de su cuerpo y de sus gustos en la cama no lo conocía demasiado. ¡Qué extraño! Muchas mujeres esperaban a conocer a un hombre antes de irse a la cama, ella había actuado exactamente al revés.
A veces pensaba que no era correcto, luego en soledad se decía “no seas idiota Evelyn, te gusta ese hombre, estás loca por él y por su miembro inmenso y atrevido y por las cosas que te hace. Es solo sexo y tienes que aprender, no querrás irte a Londres sin saber lo que debes saber sobre los hombres y el sexo…”
A media tarde él la llamó para que fuera a su dormitorio, la echaba de menos y quería continuar lo que habían empezado a media mañana.
En ocasiones le decía cosas tiernas, y era tierno en la cama, a veces… pero solo quería sexo por supuesto, y ella debía aprovechar, porque estaba más caliente que invitada en una despedida de soltera, con strippers y demás…
Entró a tientas a la habitación y lo llamó.
Patrick no estaba mirando la tele ni hablando por celular con alguna antigua amiga (alguna vieja zorra que quería volver con él, sí, vivían llamándolo mujeres). En esta ocasión él aguardaba como lobo hambriento, temblando de deseo, se había excitado de solo imaginar que la tendría en poco rato.
—Hola preciosa, ¿qué hacías?
—Nada, solo miraba una película de orcos y monstruos—dijo ella sonriente.
Patrick pensó que le gustaba mucho esa sonrisa, era una sonrisa pícara.
Se acercó despacio y la besó. Estaba demasiado vestida para su gusto.
Él siempre quería buscar posiciones nuevas y ese día quería disfrutar un poco más antes de que llegaran sus padres. No le agradaba eso de esconderse pero imaginaba que si los pillaban en la cama sería una situación muy embarazosa para ambos.
Evie tomó la iniciativa entonces atrapó su miembro, era su dulce y él se resistía, no la dejaba demasiado allí pero disfrutaba mucho sus caricias desesperadas. Lo engullía casi por completo y lo empujaba llenarla con su placer…
Pero no lo haría en su boca, él tenía el control y de pronto quitó su miembro y la mojó en la cara, en sus pechos, su cuerpo…
Evie lo miró desconcertada y enojada por haberle quitado su dulce predilecto.
—A veces creo que eres un cretino Patrick— le dijo.
Quiso irse y no pudo hacerlo, él le cerró el paso y volvió a llenarla de caricias, de besos…
—¿Y a dónde ibas muñequita? Tenemos un asunto pendiente ¿no crees?—le dijo y abrió sus piernas pese a su resistencia hundió su boca en los pequeños pliegues de su sexo. Quería devorarla, estaba húmeda, tan dulce para deleitarle.
—Déjame, siempre haces lo que quieres, estoy cansada, a mí también me gusta hacerlo a mi manera, ¿sabes?—se quejó y quiso apartarlo pero él no la dejó, siempre la convencía, la empujaba a un abismo de deseo furioso y descontrolado. Sabía cómo hacerlo. Y cuando hundió su miembro en ella estaba más que lista para recibirlo, inmensa, profunda, la atrapó, era su cautiva y le pertenecía, allí estaba atrapado en una nube de placer sin límites.
Evie estalló y gimió desesperada.
Así fue durante días, sexo, y sexo sin parar, cuando sus padres respectivos dormían, cuando salían, era su secreto.
Un día sin embargo despertó sintiéndose mal, tenía la regla y no podía soportar los dolores ni quería ver a nadie.
Ni pensar tampoco que él la tocara.
Se quedó encerrada y hubo un distanciamiento entre ambos. Era inevitable por supuesto.
Ella tenía sus planes y pensó que había pasado las tres semanas más excitantes de su vida, lo había hecho todo, o casi todo… y había tenido un buen maestro.
Su amiga Sussan la llamó impaciente: ¿cuándo demonios iría a Londres?
—Vas a morirte de frío en esa mansión embrujada Evie, no sé cómo lo soportas. De veras. Aquí el tiempo es mucho más agradable ¿y sabes qué? Conocí a un chico nuevo. Es alto, guapo y tiene mucho dinero.
Sussan siempre conocía chicos nuevos. A ella le gustaría conocer chicos nuevos, y probar otros tamaños y formas de tener sexo. Estaba lista para despegarse y volar…
Solo debía esperar que se le fuera esa maldita regla, odiaba sufrir eso y no le encontraba ninguna utilidad, era una molestia, ella no quería tener hijos.
Patrick también debía marcharse, lo sabía, mejor seguir caminos separados, él tenía un trabajo complicado que le exigía viajar por el continente.
Sabía que había llegado el momento de marcharse.
No se llevaría toda su ropa, solo unas pocas cosas, las más modernas y compradas a su gusto… odiaba esos vestidos y ropa de niñita que le regalaba tía Alice. ¿Es que no podía entender esa mujer que tenía dieciocho años no diez? ¿Y dónde diablos conseguiría esa ropa tan horrible? Tal vez la mandara hacer, vamos ninguna chica moderna usaba esos vestidos con manga fruncida ni…
Cuando vio a Patrick durante la cena tembló. Hacía días que no lo veía y su mirada también fue algo extraña. Bueno, no era sencillo, se conocían más que bien, en la cama por supuesto y habían hecho muchas cosas y…
—Hola Evie, ¿cómo estás? ¿Pasó tu malestar?—preguntó galante.
Ella asintió con una sonrisa.
Su padrastro miró a su madre sorprendido. —¿Evie te sentías mal? ¿Qué tenías?
Ella enrojeció murmurando que le había dolido el estómago.
Comió poco, estaba nerviosa, excitada por su próximo viaje.
—Evie, ¿de veras te irás a Londres con tus amigas?
Su madre tenía cara de velorio u buscaba convencerla como fuera y hasta miró a su marido lobizón pidiéndole ayuda. El bueno de su padrastro se mostró francamente alarmado.
—No se preocupe Charles, iré a casa de unas amigas —debió decir para que la dejaran tranquila.
Y para echarle más leña al fuego Patrick intervino en la conversación.
—¿Esas amigas que tienen dos novios a la vez?
Evie le dirigió una mirada asesina y él sonrió. —Tú me contaste, ¿recuerdas?.
—¿Y qué harás allí? Trabajar de camarera, soportando a cretinos que te digan sandeces todo el día, ¿para eso te envié a los mejores colegios y recibiste tan buena educación?—Helena estaba tan alarmada como disgustada. Debía convencer a su hija, debía hacerlo. Londres era una ciudad inmensa, qué haría allí sola, miró a su hijastro desesperada.
—Tú trabajas allí Patrick, ¿crees que sea apropiado para una jovencita sin estudios terciarios…?
Vaya, de nuevo el sermón de siempre. Ya quería estar en Londres para que le ocurrieran todas las cosas malas que decía su madre; chicos guapos y pervertidos acosándolas, los dos novios de Anne siguiéndola a todos lados con la esperanza de que participara del trío…
Patrick sonrió levemente y miró a Evie, y un pensamiento frío y desagradable lo asaltó; imaginaba a la chiquilla que era la esencia de la lujuria en los brazos de otro hombre, en la cama con dos, y varios haciendo cola para besar su tesoro porque imaginaba que cuando llegara a Londres tendría un montón de hombres deseosos de llevarla a la cama. Y ella anhelando recibir sus dulces, volviendo loco a todo aquel que cayera en su cama. Maldita sea, él la había despertado, él le había enseñado, era suya, su propiedad ¿y acaso había sido tan imbécil de convertirla en una gata salvaje para que ahora otro lo disfrutara?
—Señora Helena, creo honestamente que no sería apropiado, su hija es muy joven y no tiene experiencia, temo que…
—Tú cállate, me iré de todas formas, es mi vida ¿entiendes? Necesito irme de aquí—estalló la jovencita fuera de sí.
Su padrastro palideció y ella se disculpó, no era educado discutir frente a extraños pero ese hombre lo sacaba de quicio.
—Evie, por favor, habla en otro tono, lo que dice Patrick es razonable, tú no estás preparada, ni siquiera imaginas los peligros que te aguardan en Londres.
Todo una larga perorata pero no lograron convencerla.
Al final, Evie estalló.
—Es que estoy harta mamá, no sé lo que es vivir sola, o estar con quién quiero estar, siempre compartiendo tus aventuras, tus locuras amorosas. Quiero vivir sola, tener un trabajo, una vida independiente.
Independiente, intensa… tal vez hasta pudiera conseguir un novio con el que irse a vivir. Cuando sus amigas se volvieran muy insoportables con sus orgías sería bueno tener un lugar seguro para escapar…
No. Seguro que le gustaría vivir con ellas, sería divertido…
—Evie, escucha, debemos hablar en privado, ven conmigo a la sala de música.
La voz de Patrick la despertó de sus reflexiones. Lo miró con fijeza.
—¿A la sala? ¿A conversar conmigo?
Él jamás la había invitado a conversar, sus invitaciones siempre eran eróticas. Y no tenía ganas de hacerlo ahora, y mucho menos en un comedor pequeño.
—Hablaremos ¿entiendes? Debo hablar contigo—aclaró él.
Aceptó. Ardía de ganas de saber qué le diría su amante en esa ocasión.
Entraron en el comedor y ella pensó que era bien extraño ponerse a conversar, a hablar en serio cuando lo único que habían hecho en profundidad todo ese tiempo había sido hacer el amor sin parar durante horas…
Él estaba muy serio y le ordenó que se sentara.
—Escucha Evie, creo que es tiempo de que hables y actúes como adulta. Tu madre ha quedado muy afectada por tu decisión y puedo entenderla, está preocupada por ti, tienes solo 17 años y tus amigas… tus amigas son unas zorras.
Esas palabras la sorprendieron.
—Hey no hables así de mis amigas por favor, ¿quiénes son tus amigos? Nadie los conoce. ¿Los tienes?
—¿Ves cómo respondes? Pareces una adolescente rebelde, la eterna adolescente rebelde y caprichosa. No puedes irte a Londres y vivir con tus amigas, son unas zorras y lo sabes. ¿Y tú no eres así, y además tienes idea de lo que es trabajar diez, doce horas por día, estar parada y soportar que tipos te digan obscenidades y quieran tocarte?
—OH por favor Patrick seré camarera no una nudista, ni bailarina. No exageres. No soy una adolescente, soy muy madura para mi edad. Y lo que dije es verdad, mi madre lo sabe y dijo que sí, que podía ir. Ella tiene a Charles y yo… Nunca tengo nada como siempre. Tal vez logre algo en esa ciudad, conseguiré trabajo, me buscaré un novio… o tendré varios, todavía no lo he decidido—rió divertida al ver su cara.
—¿Y no tienes más ambición que esa? ¿Crees que es muy divertido trabajar como esclavo para pagar la renta de un mísero piso? ¿Y esperas que eso sea emocionante, la gran experiencia de tu vida? Tú nunca has pasado mal ¿o me equivoco? Siempre has ido a buenos colegios, y tenido todo cuanto deseabas.
—Sí, es verdad… perdona que te interrumpa Patrick, pero sé lo que vas a decir, pero no puedo quedarme enterrada en el campo esperando a mi príncipe azul, quiero ir a buscarlo a la ciudad, quién sabe, si heredé el encanto de mi madre tendré un montón de maridos en poco tiempo—rió por su propia ocurrencia pero él no festejó su chiste, estaba serio.
—Bueno, como quieras, solo quería ayudar. Me siento algo responsable, sabes, por lo que vivimos estas semanas y no querría que… Te vieras sola en esa ciudad.
La miró con fijeza.
No, no era una declaración de amor, el amor nunca había sido mencionado. Había una atracción salvaje entre ambos, física, química, sexual. Le gustaba mucho hacerlo con él y lo había disfrutado pero…
—No tienes que preocuparte Patrick, sé defenderme. Y quiero trabajar, crecer, no puedo vivir como maleta, ya no soy una niñita. He viajado por todo el país, viví hasta en el sur de Francia con un poeta que estaba mal de la cabeza y tenía mucho dinero. Una vida de nómade, como de tribu viendo cómo nacía y moría el amor en un segundo. No espero gran cosa de la vida, creo que he vivido demasiado para mis años. Y no me quedaré aquí, este lugar no es para mí.
—Bueno, yo también me iré en unos días a la city, si aceptas mi ayuda… podría conseguirte un trabajo en la empresa donde estoy…
¿Trabajar sentada en sus piernas todo el día?
La idea la excitaba pero…
Él se acercó.
—Ven esta noche a mi cuarto y hablaremos, a las dos, cuando todos duerman… no lo olvides. Tengo una propuesta que hacerte—le susurró.
Ella sintió que temblaba de deseo, se moría porque la besara y sin embargo él se alejó dando por terminada la conversación.
Estuvo horas dando vuelta al asunto. ¿Qué propuesta tan misteriosa sería esa? No aceptaría, no haría tratos con él, iría a Londres. Bonito numerito había montado su madre esa noche llorando histérica, jamás creyó que se pondría así por decirle la verdad. Sí, estaba harta de vivir como gitana ¿y qué? Tampoco quería buscar un tipo para casarse. Solo comenzar despacio; un trabajo, salidas con sus amigas, y todas las diversiones que Londres era capaz de brindarle.
Se dio un baño rápido antes de acudir a la cita. La casa estaba fría y tiritó, esa calefacción funcionaba como el demonio a veces saltaban luces, llaves… un desastre. Vieja y mal hecha, esa era la verdad, y hasta su madre parecía harta de la pintoresca vida de campo. Seguramente se marcharía a Londres en poco tiempo.
Fue por su saco, no podía ir así, sin abrigo. Era una cita pero el camino para recorrer era largo y siempre llevaba una linterna por si acaso.
Tal vez fuera la última noche juntos. Pensar eso la hizo sentir extraña. Lo habían hecho tantas veces que de pronto sentía que…
Cinco días sin hacerlo y le parecía una eternidad. Lo extrañaba, lo necesitaba y se preguntó cómo se las apañaría en Londres sin él, sin esas noches de sexo sin control, sin hacerlos tantas veces.
Él la había despertado, y ahora le costaría esperar y…
Se preguntó cómo se sentiría cuando lo hiciera con otros hombres, con él había sido sencillo no sabía por qué, pero lo había sido.
Entró sigilosa en su habitación y de pronto la encontró vacía. Patrick no estaba y se inquietó.
—Patrick—llamó. No tuvo respuesta y de pronto sintió que alguien la atrapaba por detrás y la besaba.
—Evie, tranquila, soy yo… quise darte una sorpresa—le susurró.
—Tonto, me asustaste, casi grito—respondió ella nerviosa.
Él la atrapó entre sus brazos y la besó, sabía cómo besarla y lo hacía tan bien.
—¡Cálmate! ¿Qué tienes? Soy yo, no un fantasma.
Evie sonrió y dejó que la desnudara, y gimió al sentir que la penetraba sin demasiada ceremonia. —Espera…—susurró ella.
—No, no puedo esperar, estoy a punto de estallar preciosa, llevo días esperando que vinieras—le respondió él.
—No podía venir, estaba con la regla.
Él sonrió, sí, lo sabía.
—Te duró demasiado ¿no crees?—dijo hundiéndose en su cuerpo por completo follándola despacio pero de forma constante, acoplados, fundidos como dos amantes desesperados.
Empezaron por el final y ambos estallaron casi a la vez, luego él la retuvo.
—¿Y cuál será el trato que vas a proponerme Patrick?— preguntó ella.
Él acarició su cintura y su sexo con suavidad. Estaba húmeda y quería devorarla pero antes hablaría con ella. La convencería…
—Es un trabajo para ti, en mi apartamento… no podrás salir, vivirás allí. Todo el día…
Esas palabras la desconcertaron.
—¿Qué dices? ¿Todo el día? ¿No querrás que limpie tu casa y te cocine? Escucha no sé cocinar ni limpiar… lo más probable es que te quede todo quemado y desordenado. No, no iré a tu casa a ser tu camarera, prefiero ir a un bar y trabajar allí, será más divertido.
—No te estoy pidiendo que seas mi mucama preciosa, ¿crees que te haría limpiar y cocinar como una cenicienta? El edificio ya trae un servicio que cubre todo eso. Lo que iba a proponerte es que seas mi mujer. Como si fueras mi novia y yo te invitara a quedarte… Tú única labor será obedecerme y complacerme en la cama.
Sus ojos se agrandaron. ¡Una ramera! Le estaba pidiendo que fuera su ramera por… ¿Cuánto tiempo? Sonaba excitante, especial…
—¿Quieres que sea tu chica paga? ¿Y a cambio me darás dinero y protección? Ropa cara, perfumes y… no, olvídalo. Es una propuesta realmente indecente. No soy tan golfilla para aceptarla. Es decir, podemos vernos si quieres y hacerlo algunas veces pero dejarme encerrada como tu mujerzuela no… no me sentiría cómoda.
—NO me dejaste terminar, ¿por qué dices eso? No serás una mujerzuela paga.
—OH, claro que no, seré tu prometida o tu futura esposa.
—Bueno, pensé que no querías casarte y que soñabas con encontrar un novio para irte a vivir con él. Deja de lado el orgullo, sé que te gusta estar conmigo, que lo disfrutas tanto como yo, ¿por qué crees que no funcionaría? ¿No te agrada la idea?
—Me gusta la idea, me excita pensar que seré tu esclava sexual, me recuerda a una novela erótica que leí hace tiempo. No es por eso. Es que quiero hacer cosas, levantar vuelo y tú vas a sobreprotegerme, no quiero eso. Quiero probarme que puedo sola, que soy independiente. En ocasiones nos quedamos en situaciones que no significan un desafío. Por conveniencia o rutina. Sé bien de lo que hablo. Yo lo hago todo el tiempo, soy casi como un camaleón siempre adaptándome a nuevos maridos, nuevos lugares, familias nuevas que luego se convierten en extraños. No quiero eso, quiero vivir la vida y conocer gente, y demostrarme a mí misma que puedo. Porque sé que puedo hacerlo.
—¿Y si no resulta tu aventura me prometes que lo pensarás?
Él respetó su decisión y esa noche le hizo el amor como siempre sintiendo que tal vez no habría una próxima vez. Era una aventura y debía terminar, lo sabía, era mejor así. Ella comenzaba a vivir, y él cortaría sus alas, la protegería, la ataría a su cama porque no podía estar sin hacerle el amor. Sin entrar en su cuerpo y llenarla de besos.
Era química, atracción, era maravilloso pero debía dejarlo ir.