Cohetes

I

Aunque Dios no existiera, la religión seguiría siendo santa y divina.

Dios es el único ser que para reinar no tiene ni necesidad de existir.

Lo creado por el espíritu es más vivo que la materia.

El amor es el gusto de la prostitución, no existiendo placer elevado que no pueda conducir a ella.

En un espectáculo, en un baile, cada uno goza de los demás.

¿Qué es el arte? Prostitución.

El placer de estar entre las multitudes es una forma misteriosa del goce de la multiplicación del número.

Todo es número. El número está en todo. El número está en el individuo. La embriaguez es un número.

El gusto por la ganancia productiva debe reemplazar, en el hombre maduro, el gusto por la pérdida.

El amor puede derivar de un sentimiento generoso: el gusto de la prostitución; pero bien pronto lo corrompe el gusto de la propiedad.

El amor quiere salir de sí, confundirse con su víctima, como el vencedor con el vencido, y conservar, sin embargo, privilegios de conquistador.

Las voluptuosidades del chulo participan a la vez del ángel y del propietario. Caridad y ferocidad. Ambas son independientes del sexo, de la belleza y el género animal.

Las tinieblas verdes en las tardes húmedas del verano.

Profundidad inmensa de pensamiento en las locuciones vulgares, agujeros cavados por generaciones de hormigas.

Anécdota del Cazador, relativa a la unión íntima del amor y la ferocidad.

II

Cohetes. — Sobre la feminidad de la Iglesia, como razón de su omnipotencia.

Del color violeta (amor contenido, misterioso, velado, color de canonesa). El sacerdote es inmenso porque hace creer a una multitud cosas sorprendentes.

Que la Iglesia quiera hacerlo y serlo todo, es una ley del espíritu humano.

Los pueblos adoran la autoridad.

Los, sacerdotes son los servidores y los sectarios de la imaginación.

El trono y el altar, máxima revolucionaria.

E. G. o la Seductora Aventurera[1].

Embriaguez religiosa de las grandes ciudades.

Panteísmo. Yo soy todo; todo es yo.

Torbellino.

III

Cohetes. — Creo que ya escribí en mis notas que el amor se parecía mucho a una tortura o a una operación quirúrgica. Pero esta idea puede desarrollarse del modo más amargo. Aunque ambos amantes estuvieran muy enamorados y muy llenos de deseos recíprocos, uno de los dos estará siempre más tranquilo o menos poseído que el otro. Aquél o aquélla es el operador o el verdugo; el otro es el sujeto, la víctima. ¿No escucháis esos suspiros, preludios de una tragedia deshonrosa, esos lamentos, esos gritos, esos estertores? ¿Quién no los ha proferido, quién no los ha arrancado violentamente? ¿Y qué es lo que encontráis peor en estos cuidadosos torturadores? Esos ojos de sonámbulo convulso, esos miembros cuyos músculos saltan y se atirantan como bajo la acción de una pila eléctrica, la borrachera, el delirio, el opio en sus más furiosos efectos no os podrían ofrecer más horrible y curioso ejemplo. Y el rostro humano, que Ovidio creía modelado para reflejar los astros, he aquí que sólo tiene ya una expresión de ferocidad loca, o se distiende en una especie de muerte. Porque yo creería cometer un sacrilegio aplicando la palabra «éxtasis» a esta clase de descomposición.

—¡Espantoso juego, donde es necesario que uno de los jugadores pierda el gobierno de sí mismo!

Una vez preguntaron delante de mí en qué consistía el placer más grande del amor. Alguien respondió naturalmente: en recibir; y otro, en darse. —Aquél dijo: placer de orgullo; —y éste: voluptuosidad de humillación. Todos estos indecentes hablaban como la Imitación de Cristo. —AI fin, se encontró un impúdico utopista que afirmó que el placer más grande del amor era el de formar ciudadanos para la patria.

Pero yo digo: la voluptuosidad única y suprema del amor estriba en la certidumbre de hacer el mal. El hombre y la mujer saben, desde que nacen, que en el mal se halla toda voluptuosidad.

IV

Planes. Cohetes. Proyectos. — La comedia a lo Silvestre. Barbora y el cordero.

Chenevard[2] ha creado un tipo sobrehumano.

Mi voto para Levaillant.

Prefacio, mezcla de misticismo y jovialidad.

Sueños y teorías del Sueño a lo Swedenborg.

El pensamiento de, Campbell (The Conduct of life[3]).

Concentración.

Potencia de la idea fija.

La franqueza absoluta, medio de originalidad.

Contar altisonantemente cosas cómicas…

V

Cohetes. Sugestiones. — Cuando un nombre se mete en la cama, casi todos sus amigos sienten un deseo secreto de verle morir; unos, para comprobar que tenía una salud inferior a la suya; otros, con la esperanza de estudiar una agonía.

El dibujo arabesco es el más espiritual de todos los dibujos.

VI

Cohetes. Sugestiones. — El literato remueve riquezas, despertando el deseo de la gimnasia intelectual.

El dibujo arabesco es el más ideal de todos.

Amamos a las mujeres cuanto más extrañas nos son. Amar a las mujeres inteligentes es un placer de pederastas. Pero la bestialidad rechaza la pederastia.

El espíritu de burla puede no excluir la caridad, pero es raro.

Emplear el entusiasmo en cosa distinta a las abstracciones, es un signo de debilidad y enfermedad.

La delgadez es más desnuda, más indecente que la gordura.

VII

Cielo trágico. — Epíteto de un orden abstracto aplicado a un ser material. El hombre bebe la luz con la atmósfera. Por eso el pueblo tiene razón al decir que el aire de la noche es malsano para el trabajo.

El pueblo es adorador nato del fuego.

Fuegos artificiales, incendios, incendiarios.

Si imaginamos un adorador nato del fuego, un Parsis-né, podemos crear una novela.

VIII

El desprecio que nos causan los rostros, es el resultado del eclipse de la imagen real por la alucinación que comienza.

Conoce, pues, los goces de una áspera vida, y reza, reza sin cesar. La plegaria es el depósito de la fuerza. (Altar de la voluntad. — Dinámica moral. — La brujería de los Sacramentos — Higiene del alma).

La Música agujerea el cielo.

Juan Jacobo dice que no entraba en un café sin cierta emoción. Para una naturaleza tímida, la taquilla de un teatro se parece mucho al tribunal de los Infiernos.

La vida sólo tiene un encanto verdadero: el encanto del Juego. Pero ¿y si nos es indiferente ganar o perder?

IX

Sugestiones. Cohetes. — Las naciones tienen grandes hombres a pesar suyo —como las familias. También hacen todo lo posible para no tenerlos. Por eso el gran hombre necesita, para existir, poseer un poder de ataque superior a la fuerza de resistencia desarrollada por millones de individuos.

A propósito del sueño, aventura siniestra de todas las noches, puede decirse que los hombres se duermen diariamente con una audacia que parecería incomprensible si no supiéramos que es el resultado de la ignorancia del peligro.

X

Hay pieles endurecidas con las cuales el desprecio no es ya una venganza.

Muchos amigos, muchos guantes. Los que me han querido eran gentes despreciadas, yo diría que incluso despreciables, si buscase adular a los que presumen de decentes.

¡Girardin habla latín! Pecudesque Iocutce.

Le tocaba a una Sociedad incrédula enviar a Robert Houdin a los Árabes para desengañarlos de los milagros[4].

XI

Esos Bellos y grandes navíos, imperceptiblemente balanceados (pavoneándose) sobre las aguas tranquilas, esos robustos navíos, con aire perezoso y nostálgico, ¿no nos dicen en una lengua muda: Cuándo zarpamos para la felicidad?

No olvidar en el drama el lado maravilloso, la magia y lo novelesco.

El medio, la atmósfera en que toda narración debe estar bañada. (Ver Usher, y referirse a las sensaciones profundas del haschisch y el opio).

XII

¿Existen locuras matemáticas y locos que piensan que dos y dos son tres? En otros términos: ¿puede la alucinación, si estas palabras no protestan de estar juntas, invadir las cuestiones de puro raciocinio? Si cuando un hombre adquiere el hábito de la pereza, del ensueño y la holganza, hasta el punto de dejar para el día siguiente las cosas importantes, otro hombre le despertase una mañana a latigazos, golpeándole sin piedad hasta hacerle trabajar, si no por placer, por miedo, este hombre, el fustigador, ¿no sería, en verdad, su bienhechor, su amigo? Además, podemos afirmar que el placer vendría luego, por la misma razón que se dice que el amor viene después del matrimonio.

Así, en política, el verdaderamente santo es aquel que fustiga y mata al pueblo por el bien del pueblo.

Martes, 13 de mayo de 1856.

Retirar los ejemplares a Michel[5] Escribir a Moun,

A Urriés,

A María Clemm[6].

Preguntar en casa de la señora Dumay si Mirès[7]… Lo que es ligeramente deforme, parece insensible. De donde se deduce que la irregularidad, es decir, lo inesperado, la sorpresa, lo asombroso son una parte esencial y la característica de la belleza.

XIII

Notas. Cohetes. — Teodoro de Banville no es precisamente materialista; es luminoso.

Su poesía representa las horas dichosas.

Por cada carta de un acreedor, escribid cincuenta líneas sobre un asunto extraterrestre y os sentiréis salvados.

Amplia sonrisa en un hermoso rostro de gigante.

XIV

Del suicidio y de la locura-suicida considerados en sus relaciones con la estadística, la medicina y la filosofía.

Brierre de Boismont[8].

Buscar el pasaje: «Vivir con un ser que no siente por uno más que aversión…».

El retrato de Séréne, por Séneca. El de Stagire, por San Juan Crisóstomo. La acedía, enfermedad de frailes.

El Taedium vitae.

XV

Cohetes. — Traducción y paráfrasis de La Passion raporte tout á elle. Goces espirituales y físicos causados por la tormenta, la electricidad y el rayo, toque de alarma de los recuerdos amorosos, oscuros, de los años pasados.

XVI

Cohetes. — He encontrado la definición de lo Bello, de lo para mí Bello.

Es algo ardiente y triste, una cosa un poco vaga, que abre paso a la conjetura. Voy, si se quiere, a aplicar mis ideas a un objeto sensible, por ejemplo, al objeto más interesante en la sociedad: a un rostro de mujer. Una cabeza seductora y bella, una cabeza de mujer, digo, es una cabeza que hace soñar a la vez —pero de una manera confusa— en voluptuosidades y tristeza; que arrastra una idea de melancolía, de lasitud, hasta de saciedad —esto es, una idea contraria, o sea un ardor, un deseo de vivir, asociado a un reflejo amargo como procedente de privación o desesperanza. El misterio, el pesar son también características de lo Bello.

Una hermosa cabeza de hombre no necesita arrastrar, a los ojos de otro hombre, claro es, —pero quizás sí a los de una mujer—, esta idea de voluptuosidad, que en una cara femenina es una provocación tanto más atrayente cuanto más melancólico es el rostro. Pero esta cabeza contendrá, además, algo triste y ardiente: deseos espirituales, ambiciones oscuramente rechazadas, la idea de una potencia gruñidora y sin empleo; algunas veces, la idea de una insensibilidad vengativa (porque no debemos olvidar el tipo ideal del dandy al hablar de esto); algunas veces también, el misterio, siendo ésta una de las características de belleza más interesantes; y en fin (para tener el valor de declarar hasta qué punto me siento moderno en estética), la desgracia. Yo no pretendo que la Alegría no pueda asociarse con la Belleza, pero digo que la Alegría es uno de sus adornos más vulgares, mientras que la Melancolía es, por decirlo así, su ilustre compañera, llegando hasta el extremo de no concebir (¿será mi cerebro un espejo embrujado?). Un tipo de Belleza donde no haya Dolor.

Apoyado sobre —otros dirían obsesionado por— estas ideas, se piensa que me sería difícil no llegar a la conclusión de que el tipo más perfecto de Belleza viril es Satanás —a la manera de Milton.

XVII

Cohetes. — Auto-idolatría.

Armonía poética del carácter.

Euritmia del carácter y de las facultades.

Conservar todas las facultades.

Aumentar todas las facultades.

Un culto (magia, brujería evocatriz).

El sacrificio y el voto son las fórmulas supremas y los símbolos del intercambio.

Dos cualidades literarias fundamentales: supernaturalismo e ironía. Penetración individual: aspecto que toman las cosas ante el escritor: darle, luego, un giro satánico. Lo sobrenatural comprende el color total y el acento, es decir, intensidad, sonoridad, limpidez, vibración, profundidad y resonancia en el tiempo y en el espacio.

Hay momentos de la vida en que el tiempo y el espacio son más profundos y el sentimiento de la existencia infinitamente mayor.

Sobre la magia aplicada a la evocación de los muertos ilustres, al restablecimiento y perfección de la salud.

La inspiración viene siempre que el hombre lo quiere, pero no se marcha cuando él lo desea.

Sobre el lenguaje y la escritura considerados como operaciones mágicas, brujería evocatriz.

Sobre la seducción de la Mujer

Los aires encantadores que forman su belleza, son:

El aire cansado,

El aire aburrido,

El aire vaporoso,

El aire impúdico,

El aire frío.

El aire concentrado.

El aire dominador,

El aire voluntarioso,

El aire travieso,

El aire enfermizo,

El aire gatuno, infantil, de abandono y malicia mezclados.

En ciertos estados de ánimo casi sobrenaturales, la profundidad de la vida se manifiesta por entero en el espectáculo que miramos, por muy vulgar que éste sea. Se convierte en el Símbolo.

Como al atravesar el Bulevar lo luciera casi precipitadamente para evitar los coches, se me desprendió la aureola, cayéndose en el barro del asfalto. Afortunadamente, pude recogerla a tiempo. Pero la idea de que esto era un mal presagio, se me metió poco después en el espíritu; desde entonces, no ha querido abandonarme ni concederme un minuto de descansó en todo el día.

Del culto de sí mismo en el amor, desde el punto de vista de la salud, de la higiene, del aseo, de la nobleza espiritual y la elocuencia.

Self-purification and anti-humanity

La cópula se parece mucho a la tortura o a una operación quirúrgica.

En la plegaria hay una operación mágica. La plegaria es una de las grandes fuerzas de la dinámica intelectual. Hay en ella como una corriente eléctrica.

El rosario es un médium, un vehículo: la oración al alcance de todos.

El trabajo, fuerza progresiva y acumuladora, reporta intereses, como el capital, tanto en las facultades como en los resultados.

El juego, incluso dirigido por la ciencia, fuerza intermitente, será vencido, por muy fructífero que sea, por el trabajo pequeño, pero continuo.

Si un poeta pidiese al Estado el derecho de tener algunos burgueses en su cuadra, todos se asombrarían; mientras que si un burgués pidiese un poeta asado, lo encontrarían muy natural.

Esto no podrá escandalizar a mis mujeres, a mis hijas ni a mis hermanas[9].

De cuando en cuando, le pedía permiso para besarle la pierna, aprovechando esta circunstancia para hacerlo en una posición tal, que la pierna dibujaba netamente su contorno contra el sol poniente.

«Minino, mininillo, minitillo, gato mío, lobo mío, monito mío, serpentón, monito mío melancólico».

Semejantes caprichos de lenguaje, demasiado repetidos, estas frecuentes denominaciones atestiguan un lado satánico en el amor. ¿No tienen los diablos forma de animales? El camello de Cazotte —camello, diablo y mujer—.

Un hombre va al tiro al blanco, acompañado de su mujer. Apunta a un muñeco y la dice: Me imagino que eres tú. — Cierra los ojos y da en el blanco. — Luego, besando la mano de su compañera, añade: Ángel mío, ¡cuántas gracias te doy por mi puntería!

Cuando logre inspirar el asco y el horror universales, habré conquistado la soledad.

Este libro no está hecho para mis mujeres, mis hijas y mis hermanas. — Casi no las tengo.

Hay pieles endurecidas con las cuales el desprecio no es ya un placer.

—Muchos amigos, muchos guantes, por miedo de la sarna.

Los que me amaron eran gentes despreciadas, yo diría que hasta despreciables, si pretendiese halagar a los que se creen decentes.

Dios es un escándalo — un escándalo que produce.

XVIII

Cohetes. —No despreciéis la sensibilidad de nadie. La sensibilidad de cada uno es su genio.

Únicamente hay dos lugares donde se paga para tener derecho a gastar: las letrinas públicas y las mujeres.

Por un concubinato ardiente, pueden adivinarse los placeres de un matrimonio joven.

El gusto precoz por las mujeres. Yo confundía el olor de las pieles con el olor a mujer. Me acuerdo… En fin, quería a mi madre por su elegancia. Era, pues, un dandy precoz.

Mis antepasados, idiotas o maníacos, en viviendas solemnes, víctimas todos de terribles pasiones.

Los países protestantes carecen de los elementos indispensables para la felicidad de un hombre bien educado: la galantería y la devoción.

La mezcla de lo grotesco y lo trágico es agradable para el espíritu, como las discordancias para los oídos estragados.

Lo que hay de embriagador en el mal gusto, es el placer aristocrático de desagradar.

Alemania expresa la fantasía por la línea, como Inglaterra por la perspectiva.

Hay en la gestación de todo pensamiento sublime una sacudida nerviosa que se siente en el cerebelo.

España pone en la religión la ferocidad natural del amor.

ESTILO — La nota eterna, el estilo eterno y cosmopolita. Chateaubriand, Alph, Rabbe, Edgar Poe.

XIX

Cohetes. Sugestiones. — Por qué los demócratas no quieren a los gatos, es fácil de adivinar. El gato es hermoso: revela ideas de lujo, de limpieza, de voluptuosidad, etc…

XX

Cohetes, — Un poco de trabajo, repetido trescientas sesenta y cinco veces, da trescientas sesenta y cinco veces un poco de dinero, es decir, una enorme suma. Simultáneamente, se consigue la gloria.

Del mismo modo, una serie de pequeños goces forman la felicidad.

El genio es crear un «poncif[10]». Debo crear un poncit.

—La agudeza es una obra maestra.

—El tono Alphonse Rabbe.

—El tono manceba. (¡Mi hermosura! ¡sexo voluble!).

—El tono eterno.

Colorido crudo, dibujo profundamente trabajado.

La prima donna y el chico del carnicero.

Mi madre es fantástica: hay que temerla y agradarla.

El orgulloso Hildebrando.

Cesarismo de Napoleón III. (Carta a Edgard Ney). Papa y Emperador.

XXI

Cohetes. Sugestiones. — ¿Qué es entregarse a Satanás?

¿Hay algo más absurdo que el Progreso, puesto que el hombre, como lo demuestra la vida diaria, es siempre semejante e igual al hombre, es decir, siempre está en estado salvaje? ¡Qué son los peligros del bosque y del campo comparados a los choques y conflictos diarios de la civilización! Aun cuando el hombre arme su trampa en el bulevar o traspase su caza en los bosques desconocidos, ¿no sigue siendo acaso el hombre eterno, es decir, el más perfecto animal de presa?

—Se dice que tengo treinta años, pero si he vivido tres minutos en uno… ¿no tengo acaso noventa?

¿No es quizás el trabajo la sal que conserva las almas momificadas? Iniciación de una novela: comenzar un asunto por cualquier parte y, para desear concluirlo, comenzarlo con frases muy bellas.

XXII

Cohetes. — Creo que el encanto infinito y misterioso que yace en la contemplación de un navío, y sobre todo de un navío en movimiento, proviene, en el primer caso, de la regularidad y la simetría, que son, al par que la complicación y la armonía, una de las necesidades primordiales del espíritu humano; — y, en el segundo caso, de la multiplicación sucesiva y la generación de todas las curvas y figuras imaginarias operadas en el espacio por los elementos reales del objeto.

La idea poética que se desprende de esta operación del movimiento en las líneas, es la hipótesis de un ser vasto, inmenso, complicado, pero eurítmico, de un animal lleno de genio, dolido y angustiado por todos los suspiros y todas las ambiciones humanas.

Pueblos civilizados, que habláis siempre tontamente de Salvajes y Bárbaros, pronto, como dice d’Aurevilly, no valdréis ni siquiera para ser idólatras.

El estoicismo, religión que no posee más que un sacramento: ¡el suicidio!

Concebir una trama para una bufonada lírica o mágica, para una pantomima, y traducirla en una novela seria. Ahogar el todo en una atmósfera anormal y sonámbula, en la atmósfera de los grandes días. ¡Que tenga algo de arrullador! —y hasta de sereno en la pasión. — Regiones de la Poesía pura.

Conmovido al contacto de estas voluptuosidades parecidas a los recuerdos, enternecido por el pensamiento de un pasado sin provecho, por tantas faltas, tantas querellas, tantas cosas que ocultarse mutuamente, se puso a llorar; y sus cálidas lágrimas corrieron, en las tinieblas, sobre la espalda desnuda de su querida y siempre seductora amante. Ella se estremeció, sintiéndose también conmovida y tierna. Las tinieblas tranquilizaban su vanidad y su dandysmo de mujer fría. Estos dos seres perdidos, pero aún con un resto de nobleza, se enlazaron espontáneamente, confundiendo en la lluvia de sus besos y lágrimas las tristezas de su pasado con las esperanzas bien inciertas del porvenir. Se puede presumir que nunca la voluptuosidad fue para ellos tan dulce como en aquella noche de caridad y de melancolía; —voluptuosidad saturada de dolor y remordimientos.

A través de la negrura de la noche, miró hacia atrás, en los años profundos; luego, se arrojó en los brazos de su culpable amante para encontrar el perdón que él le otorgaba.

Con frecuencia, Hugo piensa en Prometeo, aplicándose un buitre imaginario sobre un pecho únicamente lancinado por el cauterio de la vanidad. Luego, complicada la alucinación, variando, pero siguiendo la marcha progresiva descrita por los médicos, cree que por un fiat de la Providencia, Santa Elena se ha convertido en Jersey.

Este hombre es tan poco elegiaco, tan poco etéreo, que incluso causaría horror a un notario.

Hugo, sacerdote, siempre tiene la frente inclinada, —demasiado inclinada para ver algo, excepto su ombligo.

… ¿Que no es hoy un sacerdocio? La misma juventud es un sacerdocio, — según dice ella.

¿Y qué no es hoy una plegaria? Cagar es una plegaria, según dicen los demócratas cuando cagan.

El señor de Pontmartm. —un hombre siempre con aire de llegar de provincia…

El hombre, es decir, cada hombre, está tan naturalmente depravado, que sufre menos con la bajeza universal que con el establecimiento de una jerarquía razonable.

El mundo va a terminar. La única razón que tendría para durar, es que ya existe. Qué débil es esta razón, comparada con todas aquellas que anuncian lo contrario, principalmente con ésta: ¿Qué tiene que hacer el mundo de aquí en adelante bajo el cielo? — Porque, suponiendo que continuara existiendo materialmente, ¿sería su existencia digna de tal hombre y del Diccionario histórico? Yo no digo que el mundo quedará reducido a las razones y al desorden grotesco de las repúblicas sudamericanas, ni que volveremos al estado salvaje, yendo, fusil en mano, a buscar el alimento, a través de las ruinas y malezas de nuestra civilización. No, porque estas aventuras supondrían aún cierta energía vital, eco, de las primeras edades. Nuevo ejemplo y nuevas víctimas de las inexorables leyes morales, pereceremos por lo que imaginamos ser la vida. La mecánica nos habrá americanizado de tal modo, el progreso habrá atrofiado tanto en nosotros toda la parte espiritual, que nada, entre las fantasías sanguinarias, sacrílegas o antinaturales de los utopistas, podrá compararse a sus resultados positivos. Pido a todo hombre que piensa me muestre lo que subsiste de la vida. Creo inútil hablar de la religión y la búsqueda de cosas distintas, puesto que tomarse la pena de negar a Dios es el único escándalo en tal materia. La propiedad ha desaparecido virtualmente con la supresión del derecho de mayorazgo; pero llegará el tiempo en que la humanidad, como un ogro vengador, arrancará su último pedazo a los que creen haber heredado legítimamente las revoluciones. Aun eso no sería el mal supremo.

La imaginación humana puede concebir, sin esfuerzo, repúblicas u otra clase de Estados comunales, dignos de alguna gloria, si están gobernados por hombres ungidos, por ciertos aristócratas. Pero la ruina o el progreso universales no se manifestarán por medio de las instituciones políticas, sino por el envilecimiento de los corazones. ¿Tengo, acaso, necesidad de decir que lo poco que quede de política se debatirá entre los brazos del embrutecimiento general, y que los gobernantes, para sostenerse y crear un fantasma de orden, se verán obligados a recurrir a procedimientos que harían estremecer a nuestra humanidad de hoy, ya tan endurecida? — Entonces, el hijo huirá la familia, no a los diez y ocho años, sino a los doce, emancipado por su precocidad ambiciosa; la huirá, no para ir al encuentro de aventuras heroicas, no para libertar una beldad prisionera en una torre, ni para inmortalizar con sus pensamientos sublimes una pobre bohardilla, sino para poner un comercio, para enriquecerse y hacer la competencia a su infame papá, fundador y accionista de un diario que derramará las «luces», haciendo que se considere a El Siglo de esa época como un soporte de la superstición. Entonces, los errabundos, los sin clase, los que tuvieron algunas amantes y a quienes a veces llamamos Ángeles, para agradecerles su alocamiento, luz de azar que brilla en su existencia lógica como el mal, —entonces, digo, estas gentes no serán más que despiadada sabiduría, sabiduría que condenará todo, excepto el dinero, todo, incluso los errores de los sentidos. Entonces, lo que se parezca a la virtud, ¿qué digo?, todo lo que no sea entusiasmo por Plutón será considerado como cosa ridícula. La justicia, si en esta afortunada época puede existir aún una justicia, sancionará a los ciudadanos que no sepan hacer fortuna. Tu esposa, ¡oh burgués!, tu casta mitad, cuya legitimidad es para ti la poesía, introduciendo en la legalidad matrimonial una irreprochable infamia, guardiana vigilante y amorosa de tu caja de caudales, no será más que el ideal perfecto de la concubina. Tu hija, con una inocente virginidad infantil, soñará desde su cuna que se vende por un millón, y hasta tú mismo, ¡oh Burgués!, — menos poeta aún que lo eres hoy, — no encontrarás nada que oponer, no te lamentarás de nada. Porque en el hombre hay cosas que se fortifican y prosperan a medida que otras se debilitan y empequeñecen; y, gracias al progreso de esos tiempos venideros, no quedarán de tus entrañas más que las vísceras. Esos tiempos puede que estén muy próximos; ¿quién sabe si incluso ya han llegado y si el sosiego de nuestra naturaleza no es el único obstáculo que nos impide apreciar el medio en que respiramos?

En cuanto a mí, que siento dentro algunas veces el ridículo de un profeta, sé que jamás encontraré la caridad de un médico. Perdido en este mezquino mundo, a codazos con las multitudes, soy como un hombre abrumado, cuyos ojos no ven, mirando hacia atrás, en los años profundos, más que cansancio y amargura, y ante sí más que una tempestad sin nada nuevo, sin dolor ni enseñanza. La tarde en que este nombre rotó al destino algunas horas de placer, mecido en su digestión, olvidado —en lo posible— del pasado, contento del presente y resignado del porvenir, borracho de su sangre fría y su dandysmo, orgulloso de no estar tan bajo como aquellos que pasan, se dijo, contemplando el humo de su cigarro: ¡Qué me puede importar adónde van estas conciencias!

Creo que he derivado a lo que la gente del oficio llama un hors d’oeuvre. Sin embargo, dejaré así estas páginas porque quiero fechar mi cólera.