CAPÍTULO 10

ME desperté sobresaltada y mi respiración era entrecortada. La pesadilla era tan vívida, tan real, que me daba pánico, algo había cambiado esta vez en el sueño.

Me oí claramente gritarle a un hombre Dan, no lo hagas...y la contestación de él fue es por el bien de ella y lo sabes.

Abrí los ojos aturdida y pude comprobar que estaba sola, me quedé pensando un tiempo con la voz de Dan resonando en mi cabeza. Ahora estaba segura de que no iba sola en el coche y que mi acompañante se llamaba Daniel. Un escalofrío recorrió mi columna y el miedo me invadió por completo, mi corazón se aceleró solo con pensar en él. ¿Quién era?

¿Y por qué sólo al pensar en su nombre me provocaba las ganas de salir huyendo de aquí?

Todo era tan extraño y perturbador, ojalá pudiera recordar todo cuanto antes.

Me levanté y fui a darme una ducha rápida, luego me vestí con algo sencillo y práctico. Unos shorts blancos de algodón y una blusa de manga corta azul pálido, rebusqué en el armario empotrado y encontré todo tipo de zapatos, sandalias y hasta unos con tacones vertiginosos. Dude que fueran míos, se veían tan incómodos y tan altos. Calcé un par de tenis blanco y listo, dejé el cabello caer libremente por mi espalda.

¿Dónde estaría Noah?, me pregunté. Hacía rato que no lo veía y lo echaba de menos. Me paré en seco en medio del pasillo ante mi afirmación y sin lugar a duda, sí, lo extrañaba.

Ahí es cuando escuché su voz que decía de lejos:

—Thomas, no seas entrometido, ¿quieres?

¿Pero con quién hablaba? Me acerqué a las escaleras, bajé unos pocos escalones y me quede ahí. Me arrodillé y miré con atención. Donde estaba podía ver a Noah acompañado de dos hombres y dos mujeres. Más allá de ellos, en el extremo opuesto del pasillo, reconocí a mis suegros. El hombre grande y fuerte y con los ojos abiertos como platos parecía sacado de una revista de culturismo, era enorme.

—¡Te pillé! Sabía que Alison había comprado algo.

Me sorprendió su afirmación, la mujer pequeña con pelo corto saltó entre Noah y el hombre, parecía echar humo por las orejas, pequeña pero matona.

—¡Ni te has acercado, Thomas el oso!

La cara que puso el nominado Thomas fue de total aprensión y siguió:

—Pues yo estoy seguro que sí compró algo, su cara de culpable al día siguiente era más que una confirmación de mis dudas.

¿Mi cara de qué?. Qué es lo que compré que tuviera a Thomas tan intrigado, me pregunté, frustrada. Esta vez la pequeñaja se plantó fieramente ante él con una sonrisa traviesa.

—Yo sé cosas de ti también, Ashley me lo cuenta todo.

Y sin esperar agarró el brazo de la hermosa mujer rubia, la empujó hacia la puerta y gritó:

—¡Sé que te chupas el dedo cuando duermes! Y que se te cae la baba como un bebé...

¡Oh Dios mío!, no podía creerme lo que escuchaba. Me llevé una mano a mi boca para ahogar la risa pero fue muy tarde, las dos mujeres se pararon en seco al pie de la escalera y miraron sobre su hombro. La rubia que parecía salida de una revista de alta costura, me sonrió, pero se veía molesta y le echaba miradas asesinas a la otra. Sin embargo la otra me ofrecido una sonrisa de oreja a oreja, no pude sino que devolvérsela, y como un tornado subió las escaleras y se colgó a mi cuello con una felicidad desbordante.

—¡Alison, cuanto me alegra verte!

Me sorprendió su familiaridad, pero no me molestó en absoluto. Se separó de mí y en su cara vi una expresión extraña, como de diablillo a punto de comerte una travesura, me miró a los ojos y me pidió:

—Alison, cuando hayan salido Jeffrey y Noah a la terraza, tu sales y preguntas en voz bien alta quién se chupa el dedo, ¿sí?

La miré dudando.

—No creo que sea buena idea.

Esta vez se puso seria, luego me echó una mirada de cordero degollado.

—Por favor, cuñadita, será divertido.

¿Era mi cuñada? Miré sus ojos negros y traviesos y su carita de puchero, me era muy familiar, no me cabía duda, de repente unas imágenes me vinieron a la mente.

Estábamos ella y yo en una habitación, sentadas en una gran cama y el eco de su voz resonó en mi cabeza. Decía:" Alison, te quiero como una hermana somos más que cuñadas...". Yo le replicaba a ella:" Claro, Ann, sin lugar a duda estamos hechas para ser hermanas... Yo también te quiero". Y ahí nos abrazamos llorando.

Volví a realidad de golpe y miré a Ann con lágrimas en los ojos.

—También te he echado de menos, Ann.

Ésta me sonrío, me dio un sonoro beso en la mejilla.

—Sabía que no podrías resistirte.

Y salió pitando escaleras abajo en dirección a la terraza, con la rubia pegada a sus talones. Mire atónica cuando vi a Noah y el otro hombre pasar casi corriendo en la misma dirección.

¿Cómo sabía ella que iban a salir ellos? No quise pensar en eso.

Me levanté, bajé las escaleras y me dirigí en la misma dirección también. Me detuve al lado del ventanal abierto de par en par y me quedé viendo a ese hombre tan sexy que tenía como marido.

Las mariposas de mi estómago se agitaron cuando me vio y mi pulso se volvió loco. Me aguanté la risa como pude por lo que estaba a punto de hacer y me acerqué a él, busqué su mano y él la entrelazó con dulzura, sus ojos me miraban con ternura y devoción.

—¿Quién se chupa el dedo? —pregunté en voz alta como me pidió Ann.

El estruendo que hizo Thomas, al salir corriendo, fuera parecido al de un oso cuando arranca un árbol con su descomunal fuerza, este llegó gritando y con los ojos exorbitados.

—¡Nooo! Que nadie le diga nada...

¡Oh, vaya, pero que miedo me tiene! descubrí y no pude resistir a preguntarle:

—¿Tú eres el que hace eso durmiendo? ¡Qué tierno!

—No —replicó con rapidez y desviando la mirada. Se giró hacia a su hermano con cara de "venganza" escrito en ella y dijo con un tono burlón—. Es Noah quien hace eso durmiendo, no yo.

La cara que puso Noah, creí que su mandíbula iba a caer al suelo, pero replicó muy sorprendido.

—¿Que yo qué?

"Oh, Dios, problemas" pensé y mi marido le advirtió con calma:

—Thomas... corre.

Este se dio media vuelta y con gestos muy exagerados exclamó:

—¡Uh, que miedo!

Miré a Noah aprensiva, no estaba muy segura de cómo iba a reaccionar ante eso, soltó mi mano y se alejó corriendo, cargo todo su peso contra la espalda de Thomas. Éste se cayó sin poder hacer nada al agua, esta vez todos nos echamos a reír, pero Ann, ella se echó al piso agarrando su vientre con las dos manos y llorando de tanto reír. Me acerqué a mi marido, pasé un brazo por su cintura y le dije a un Thomas sorprendido:

—¡Aun te pasó poco osito lindo!, la próxima vez que intentes hacerme creer una mentira, te empujaré yo misma al agua. Sé muy bien que mi maridono se chupa el dedo durmiendo.

Sí estaba segura de eso, incliné mi cabeza hacia a él. Su mirada era profunda y su rostro reflejaba sorpresa, antes de que pudiera preguntarle qué es lo que le sorprendió, se acercó a mí y depositó un suave beso en mis labios. Ese beso me revolvió por completo y si no fuera porque no estábamos solos le hubiera devuelto eso y más, pero el ruido de un coche acercándose me hizo salir de mis pensamientos. Me volví hacia el camino al lado de la casa, mi corazón se encogió. Y como si me hubiera leído el pensamiento, Noah respondió y mi pregunta silenciosa.

—Sí, es ella.

Lo miré muy emocionada y adivinando lo yo que quería me sonrío tiernamente y me acompañó hasta el camino.

El coche paró a escasos metros de nosotros, una mujer bajó y me hizo señas a modo de saludo con la mano, yo no pude ni levantar la mía de lo nerviosa que estaba.

Fue a abrir la puerta trasera del coche y ayudó a mi hija a bajar, ahí creí que mi corazón se iba a parar de tanto que se aceleraba.

Y la vi a ella, a mi hija, Ayleen. Con su pelo largo y oscuro con reflejos rojizos igual que los de su padre, su mirada clavada en mí. Los rasgos eran de su padre sin dudarlo solo el color de los ojos cambiaban. Sus mejillas estaban coloreadas y sus ojos me miraban con agitación.

Caí de rodillas sin previo aviso, mi cuerpo no me aguantaba, la tensión acumulada desde que supe de mi hija era demasiado para poder soportarlo. Todos acudieron a mí corriendo alarmados pero Noah les apartó de un gesto. Se inclinó hacia mí.

—¿Alison, estas bien?

Levanté la vista, se veía preocupado, asentí con la cabeza y con su ayuda me volví a poner en pie. Con un gesto inseguro me solté de sus brazos y avancé con el corazón en un puño hacia mi hija. Algo no iba bien, ¿por qué no venía a mí?. Estaba ahí de pie al lado de la que era supuse mi madre. A dos pasos de ella me detuve, su mirada era profunda y vi correr por sus mejillas unas gruesas lágrimas, me arrodillé hasta quedar a su altura. Para su edad era alta, me llegaba a la cintura. Y sin esperar más abrí mis brazos para recibirla, sonriéndole con amor y a ella se le iluminó la cara, saltó a mis brazos rodeando sus bracitos en mi cuello y gritó de alegría.

—¡Mami!

—¡Mi niña hermosa! Mamá te ha extrañado mucho ¿sabes? —le dije llorando también.

—Y yo a ti, no te vayas nunca más, te extrañé demasiado —me contestó ella.

—Te lo prometo.

Se separó un poco de mi sin soltarse de mis brazos y me miró a los ojos. Sus ojos de color chocolate fundido reflejaban alivio y me sonrío, depositó sus manos en cada lado de mi rostro con ternura, el sentir el calor que desprendían me hinchó el corazón de amor. Le di un cálido beso en su mejilla y eso me llevo recordar otro rostro muy parecido a ella pero más pequeño y más redondeado.

Y las imágenes vinieron a mi mente, cerré mis ojos para no perderme nada y recordé el día que nació mi hija. Su violento y difícil alumbramiento en la iglesia de Denver, era muy difuso pero lo vi todo claro y me sobresalté al descubrir que ella nació de parto natural. Me llevé una mano al vientre, a donde estaba la cicatriz y comprendí de inmediato, lo recordé. Me levanté de golpe, cogí a mi hija en brazos donde encajaba a la perfección con movimientos seguros, me giré donde se había quedado mi marido con una mirada interrogante.

—¿Dónde está nuestra hijo? ¿Dónde está Aaron?