CARRERA DE ARMAMENTO

Como ya he señalado en alguna ocasión, nadie ha sido capaz de acorralar a Harry Purvis, el más brillante narrador de «El Ciervo Blanco», durante mucho tiempo. No puede dudarse de sus conocimientos científicos, pero ¿dónde los ha adquirido? ¿Y cómo justificar los términos familiares que utiliza al hablar de tantísimos miembros de la Royal Society? Debo admitir que hay muchos que no creen una palabra de lo que cuenta. Creo que eso es ir demasiado lejos, como hace poco le dije de forma un tanto violenta a Bill Temple. —Siempre te estás metiendo con Harry, pero habrás de reconocer que nos proporciona un buen entretenimiento —dije—, y eso es algo que la mayoría de nosotros somos incapaces de hacer.
—Si es una ofensa personal —replicó Bill, aún escocido porque un editor americano acababa de devolverle unos relatos totalmente serios alegando que no le habían hecho reír—, dímelo en la calle —miró a la ventana, comprobó que aún nevaba y añadió rápidamente—: Bueno, hoy no, pero quizá algún día durante el verano, si los dos coincidimos aquí un miércoles. ¿Quieres otra copa de tu bebida favorita, jugo de pina a secas? —Gracias —dije—. Un día lo mezclaré con ginebra, para sorprenderte. Creo que soy la única persona en «El Ciervo Blanco» capaz de elegir entre beber o no beber, y siempre escojo no hacerlo.
No pudimos continuar la conversación, porque el sujeto de la discusión llegó entonces. Normalmente, este hecho habría sido suficiente para aumentar los motivos de controversia, pero como Harry venía acompañado por un desconocido, decidimos portarnos como buenos chicos. —¡Hola, señores! —dijo Harry—. Os presento a mi amigo Solly Blumberg. El mejor técnico de efectos especiales que hay en Hollywood. —Seamos precisos, Harry —replicó el señor Blumberg tristemente, con voz de perro apaleado—. Que había en Hollywood. Harry hizo un gesto como de no darle importancia. —Mejor me lo pones. Solly ha venido aquí para ofrecer su talento a la industria cinematográfica británica.
—¿Existe realmente una industria cinematográfica británica? —preguntó Solly con ansiedad—. En el estudio nadie estaba muy seguro sobre el particular.
—Claro que sí. Y está en muy buenas condiciones. El Gobierno establece unos impuestos tales que la lleva constantemente a la bancarrota, y después la saca a flote con enormes subvenciones. Así hacemos las cosas en este país. —¡Eh, Drew! ¿Dónde está el libro de visitantes? Solly lo ha pasado muy mal últimamente y necesita animarse.
No me pareció que, aparte de su mirada perruna, el señor Blumberg tuviera aspecto de haber sufrido muchas penurias. Iba impecablemente vestido, con un traje de Hart Schaffner & Marx. Llevaba las puntas del cuello de la camisa abotonadas en alguna parte invisible del pecho y era de agradecerse porque