21 LAS ETIQUETAS

Aquel viernes por la tarde se había convocado una reunión para relanzar la marca, ante el acoso de los nuevos competidores. Al mismo tiempo, en el orden del día estaba cómo conseguir que los trabajadores se sintieran más implicados con la empresa.

Parecían dos objetivos muy distintos, pero el joven gerente inició su charla tratando de convencer a los reunidos de que en realidad se trataba de una misma cosa. Si lograban que cada empleado de Aquasprit sintiera que la empresa era su casa, entre todos lograrían remontar las ventas y ocupar el lugar que merecían en los puntos de distribución.

—El problema es que el presupuesto de publicidad ya se ha cubierto con los anuncios de la última campaña de televisión —dijo la jefa de márquetin.

—No necesitamos hacer más publicidad a precio de oro —replicó Ángel bajo la atenta mirada de su secretaria, que tomaba notas de la reunión—. De lo que se trata aquí es de humanizar la marca. El consumidor debe sentir Aquasprit como algo suyo, de toda la vida. Solo así nos será fiel.

—¿Y cómo se consigue eso? —preguntó el jefe de ventas, que no había visto con buenos ojos que un joven inexperto llevara las riendas de la empresa.

—Empezando por nosotros mismos. Si no nos creemos todos que nuestra agua es la mejor, y cuando digo todos incluyo desde los vendedores hasta los mozos de almacén, cualquier mensaje que demos será artificial. Por eso he pensado en un nuevo etiquetado que hará Aquasprit más cercano a los clientes..., pero sobre todo conseguirá hacerlo más cercano a nosotros.

—¡Por el amor de Dios! —exclamó la jefa de márquetin—. Cambiamos las etiquetas hace solo seis meses. La agencia de publicidad cobró una fortuna por el rediseño.

—Y curiosamente ha coincidido con nuestra mayor bajada de ventas. Señal de que no estamos transmitiendo el mensaje adecuado. Laura y yo hemos pensado en una solución mucho más sencilla y directa para que los nuestros se sientan orgullosos de Aquasprit y los clientes nos vean como parte de su familia. ¿Has traído la muestra?

Todas las miradas se posaron en la secretaria, que desenvolvió una botella de litro y medio con el prototipo de la nueva etiqueta. La hizo girar para que pudieran contemplarla. Por delante aparecía el logo habitual de la marca. La novedad estaba detrás, donde se veía a un hombre obeso apoyado en un palé de garrafas con un vaso de agua en la mano.

—Pero... ¿ese no es Gutiérrez? —dijo escandalizado el jefe de logística—. ¿No es el tipo al que estuvimos a punto de echar por quedarse dormido en el almacén?

—Es solo una muestra —apuntó Laura llevando la voz cantante—. La idea es imprimir sesenta modelos de etiqueta diferentes, una por cada empleado del almacén o de oficinas. Saldrán siempre tomando un vaso de agua. De Aquasprit, por supuesto.

—Me parece una estupidez —se atrevió a decir la de márquetin, como si aquello hubiera sido idea de la secretaria—. Imprimir sesenta etiquetas diferentes, aunque las mezclemos aleatoriamente en las máquinas, solo conseguirá encarecer costes y dará una imagen poco seria de la marca. ¿Quién comprará una garrafa con un gordo detrás tomando agua?

—Mucha gente que identificará a ese hombre humilde con su padre, su tío o su hermano —explicó el gerente sin perder la calma—. Después del duro trabajo, se está tomando un merecido vaso de agua. En cualquier caso, le resultará más familiar que una modelo con cintura de avispa. ¿Por qué no lo intentamos y vemos lo que pasa?

14.ª LEY DEL TRIUNFADOR HUMILDE

Solo quien se valora y respeta a sí mismo,

sin compararse con nadie,

logra el amor y el respeto de los demás.