Capítulo 10
Jason no volvió a caballo a casa tras la conversación con Derringer. Tomó prestada la camioneta de Zane y regresó a toda velocidad. Cuando llegó, descubrió que Bella no estaba allí. Ella no le había mencionado en el desayuno que pensaba salir, así que ¿dónde estaba?
Inspiró hondo. ¿Y si las sospechas de las mujeres eran ciertas y Bella estaba embarazada? ¿Y si las sospechas de Derringer eran ciertas y ella le amaba? Dios, si ambas cosas eran ciertas, entre ambos había un gravísimo problema de comunicación. Y estaba dispuesto a ponerle remedio en cuanto ella regresara a casa.
Entró en la cocina y, de todas las cosas que podía prepararse, escogió una taza de té. ¡Caray!, Bella había acabado por aficionarle. ¿Y si era verdad que estaba embarazada? La idea de que su barriga creciese porque llevaba dentro un hijo suyo lo dejó casi sin aliento. Además, recordaba perfectamente cuándo había empezado todo.
Debió de ser durante la noche de bodas, en la suite del Four Seasons. Y así lo esperaba. La idea de que ella tuviese un hijo suyo era su deseo más ferviente. Y pensara lo que ella pensase, él le proporcionaría a Bella y a su hijo un verdadero hogar.
Oyó que se abría la puerta de la casa y se contuvo un momento para no salir corriendo a recibirla. Tenían que hablar y debía crear un ambiente cómodo para hacerlo. Tomada esa decisión, dejó la taza de té sobre la encimera y salió a recibir a su esposa.
—Bella. Has llegado.
Ella salió de sus pensamientos al oír la voz de Jason. Enseguida se le aceleró el pulso y se preguntó si siempre tendría ese efecto sobre ella. Tardó uno o dos segundos en recomponerse antes de contestar.
—Sí, ya estoy aquí. Veo que tienes compañía.
—¿Compañía?
—Sí. Está fuera la camioneta de Zane —respondió.
—La tomé prestada. Él no está.
—Oh —eso quería decir que estaban solos. Bajo el mismo techo. Y no habían hecho el amor casi en una semana.
Sus miradas se encontraron y algo parecido a una fuerte consciencia sexual se transmitió entre ambos, cargando el aire y electrificando el momento. Bella podía sentirla y estaba segura de que él la sentía también. Estudió su rostro y supo que quería que su hijo o su hija se pareciesen a él.
Tenía que romper la tensión sexual entre ambos y subir a las habitaciones, porque si no, se iba a sentir tentada de cometer una locura como la de arrojarse en sus brazos y rogarle que la deseara, que la amara, que aceptara al hijo que habían concebido juntos.
—Subiré arriba un momento y…
—¿Podemos hablar un segundo, Bella?
—Claro —dijo en voz baja. Entonces le siguió hasta la cocina. Viéndole la espalda, sólo podía pensar en lo atractivo que era el hombre con quien se había casado.
Jason no estaba seguro de por dónde empezar, pero sabía que debían empezar por algún sitio.
—Estaba a punto de tomar un té. ¿Te apetece?
Se preguntó si ella se daría cuenta de que eran las mismas palabras que había pronunciado la primera vez que lo invitó a entrar en su casa. Él no las había olvidado. Y a juzgar por la sonrisa divertida que esbozaron los labios de Bella, supo que ella tampoco.
—Sí, me encantaría. Gracias.
Ambos bebieron en silencio.
—¿Y de qué querías que habláramos, Jason?
—¿No quieres seguir casada conmigo?
Ella apartó la mirada de sus ojos y se puso a examinar la decoración de la taza.
—¿Qué te hace pensar así?
—¿Quieres que te haga un listado?
Ella volvió a mirarle de frente.
—Pensaba que no te darías cuenta.
—¿Se trata de eso, Bella, de que no te presto atención?
Bella negó rápidamente con la cabeza.
—No, no es eso —respondió ella mordiéndose nerviosa el labio inferior.
—¿Entonces qué es, cariño? ¿Qué es lo que necesitas que no te esté dando? ¿Qué puedo hacer para que seas feliz? Necesito saberlo porque que me abandones no es opción. Te quiero demasiado como para dejarte marchar.
La taza se detuvo a mitad de camino hacia los labios de Bella. Lo miró sorprendida.
—¿Qué es lo que has dicho?
—He dicho que te quiero demasiado como para dejarte marchar. Últimamente me has estado recordando el año que mencioné en mi proposición, pero no se trata de un esquema temporal fijo, Bella. Se me ocurrió como un periodo de adaptación para que no te asustases. Nunca tuve intención de poner fin a nuestra relación.
Jason vio que una lágrima escapaba de los ojos de Bella.
—¿De verdad?
—No. Te quiero demasiado como para dejarte ir. Mira, lo he vuelto a decir y lo seguiré diciendo hasta que me escuches. Créelo. Acéptalo.
—No sabía que me amabas, Jason. Yo también te amo. Creo que me enamoré de ti la primera vez que te vi en el baile de beneficencia.
—Es allí donde yo también creo que me enamoré de ti —dijo él, echando la silla hacia atrás para levantarse de la mesa—. Supe que algo pasaba porque cada vez que nos rozábamos mi alma se estremecía, mi corazón se derretía y te deseaba más y más.
—Creí que sólo se trataba de sexo.
—No. Creo que el sexo era tan bueno, tan excitante entre nosotros porque estaba impulsado por el amor más intenso que pueda existir. He querido decirte más de una vez que te quería, pero no estaba seguro de si estabas preparada para escucharlo. No quería que salieses corriendo.
—Cuando todo lo que necesitaba escuchar era que me amabas —dijo ella, poniéndose en pie—. Nunca pensé que nadie pudiese quererme y deseaba muchísimo que tú lo hicieses.
—Amor mío, te amo.
—Oh, Jason.
Se echó sobre él y Jason la rodeó con sus brazos para abrazarla con fuerza. Y cuando inclinó la cabeza para besarla, la boca de Bella estaba preparada, dispuesta y ansiosa. Se hizo evidente en la intensidad con que se unieron sus lenguas.
Un rato después, él la tomó en brazos y salieron de la cocina.
De algún modo consiguieron subir las escaleras que llevaban al dormitorio. Y allí, en medio de la habitación, él volvió a besar a Bella con un deseo al que ella correspondió con ansia. Finalmente, él liberó su boca para inspirar profundamente, pero antes de que ella pudiese hacer lo propio, él le estaba levantando el vestido hasta la cintura y bajándole las braguitas mojadas. Apenas tuvo tiempo de reaccionar cuando él bajó hasta sus caderas y enterró la cabeza entre sus piernas.
—¡Jason!
Ella se vino en el momento en que notó la lengua de Jason moviéndose dentro de ella y acariciando sus labios, pero enseguida se dio cuenta de que aquello a él no le iba a bastar. Utilizó la lengua como un cuchillo para apuñalar literalmente su interior y describir círculos alrededor de su clítoris, y luego lo succionó.
Los ojos de Bella empezaron a cerrarse porque él empezó a hacerle perder el sentido y, el deseo, el más poderoso que ella había sentido jamás, empezó a consumirla, a recorrer cada una de las partes de su cuerpo y a empujarla hacia el orgasmo.
—¡Jason!
Pero él no cejaba en su empeño. Ella intentó agarrarle, pero no lo consiguió porque él empezó a introducir de nuevo la lengua en su interior. Bella pensó que habría que patentar la lengua de Jason con un cartelito de advertencia: que cuando él falleciese, había que donarla al Smithsonian.
Y cuando ella volvió a correrse, él le abrió aún más los muslos para bebérsela a lengüetazos. Bella gimió mientras la lengua y los labios de Jason jugaban con su clítoris y la volvían loca de lujuria porque sensaciones cada vez más poderosas se extendían por su cuerpo.
De pronto, Jason se retiró y a través de los ojos empañados, Bella vio que se ponía de pie y se desvestía rápidamente, procediendo a desvestirla a ella a continuación. Bella fijó la vista en su erección.
Sin más preámbulos, la llevó a la cama, la tumbó boca arriba, se deslizó sobre ella hasta colocarse entre sus piernas y apuntó con su miembro hacia los pliegues húmedos de sus labios.
—¡Sí! —casi gritó ella, y entonces lo sintió, empujando dentro de ella, desesperado por unirse a ella.
Luego se detuvo. Dejó caer la cabeza junto a la de ella y dijo con un gruñido sensual:
—Esta noche no habrá preservativo.
Bella alzó la vista hacia él.
—Ni ésta ni ninguna otra durante un tiempo —susurró ella—. Luego te explicaré el por qué. De todas formas, pensaba decírtelo esta noche.
Y antes de que pudiese entretenerse demasiado pensando en lo que le tenía que decir, Jason empezó a moverse de nuevo dentro de ella.
Y cuando le hubo introducido toda la longitud de su miembro, ella jadeó sin aliento por la plenitud de tenerlo tan dentro. Sus músculos empezaron a aferrarse a él, lo sujetaba con fuerza y lo masajeaba, succionando su sexo por todo lo que estaba recibiendo y pensaba que podía obtener, mientras pensaba que una semana había sido demasiado tiempo.
Él le separó aún más las piernas con las manos y le alzó las caderas para penetrarla más profundamente. Bella casi gritó cuando empezó a embestirla de forma constante, con implacable precisión. Era el tipo de éxtasis que ella había echado de menos. No sabía que existía tal grado de placer hasta experimentarlo con él. Cuando Jason le agarró las piernas y se las colocó por encima de los hombros mientras entraba y salía de ella, sus miradas se encontraron.
—Córrete para mí, amor —susurró Jason—. Córrete para mí ahora.
El cuerpo de Bella obedeció y empezó a agitarse en un clímax tan gigantesco que le pareció que temblaba toda la casa. Gritó. No pudo contenerse de ninguna forma posible, y cuando él empezó a venirse dentro de ella, el calor de sus fluidos, denso por la intensidad del acto, hizo que sólo pudiese gritar y dejarse ir una vez más.
Entonces él se incorporó y la besó, no sin antes susurrarle que la amaba y que pensaba pasar con ella el resto de su vida, haciéndola feliz, haciendo que se sintiese amada. Y ella le creyó.
Con toda la fuerza que pudo reunir, se incorporó también para situarse junto a él.
—Yo también te quiero muchísimo.
Y lo decía en serio.
—¿Por qué no tendremos que usar preservativos durante un tiempo? —preguntó Jason un rato después sosteniéndola entre sus brazos y con las piernas enredadas en las de ella, mientras disfrutaban el uno del otro después de hacer el amor. Él sabía la razón, pero quería que ella se la confirmase.
Bella alzó un poco la cabeza, le miró a los ojos y susurró:
—Voy a tener un hijo tuyo.
La noticia provocó algo en él. El hecho de que Bella le confirmase que dentro de ella crecía una vida que habían creado juntos le hizo estremecer. Sabía que ella esperaba que dijese algo.
Jason quería demostrarle que lo asumía. Ella tenía que saber lo feliz que le hacía la noticia.
—Saber que estás embarazada de un hijo mío, Bella, es el mayor regalo que jamás pudiese desear recibir.
Dos días más tarde, los Westmoreland se reunieron para desayunar en casa de Dillon. Al parecer, todo el mundo tenía que anunciar algo y Dillon pensó que lo mejor sería escucharlos a todos a la vez para alegrarse y celebrarlo juntos.
En primer lugar, Dillon anunció que Bane le había dicho que en unos meses se licenciaría con honores en la academia naval. Dillon casi se emocionó al contarlo, lo que dio cuenta de la magnitud del logro de Bane a ojos de su familia. Sabían que su primer año en la Marina había sido duro porque desconocía el significado de la disciplina. Pero finalmente se había enderezado y soñaba con formar parte de los Comandos Especiales.
Zane anunció que Hercules había cumplido con su obligación y había preñado a Silver Fly, de modo que todos podían imaginar la belleza del potrillo que vendría.
Ramsey fue el siguiente. Dijo que había tenido noticias de Storm Westmoreland. Su esposa, Jayla estaba embarazada, al igual que Durango y su mujer, Savannah. Los gemelos de Reggie y Libby no paraban de gatear por todas partes. Y luego, con una enorme sonrisa, anunció que él y Chloe esperaban otro hijo. Aquello provocó gritos de alegría, el más fuerte el del padre de Chloe, el senador Jamison Burton de Florida, que junto con la madrastra de Chloe había llegado aquel día para visitar a su hija, a su yerno y a su nieta.
Cuando todos se calmaron, Jason se levantó para anunciar que Bella y él esperaban un hijo para primavera. Bella no apartó los ojos de Jason mientras éste hablaba y sintió el amor que irradiaba cada una de sus palabras.
—Bella y yo transformaremos el rancho de su padre en un pabellón de huéspedes y uniremos las fincas para que nuestros futuros hijos las puedan disfrutar algún día.
—¿Significa eso que queréis tener más de uno? —preguntó Zane, riendo entre dientes.
Jason miró a Bella.
—Sí, quiero tener tantos hijos como mi mujer quiera darme. Sabremos manejarnos, ¿verdad, cariño?
Bella sonrió.
—Sí, así es.
Él le tendió la mano y ella la tomó. El contacto la confortaba de tal manera que sólo podía sentirse agradecida.