Capítulo 6
Bella fulminó a Jason con la mirada. Era una mirada propia de una dama, pero fulminante al fin y al cabo. Abrió la boca para decir algo y luego recordó que allí había más personas y la cerró de inmediato. Dedicó una amable sonrisa a Zane y a Derringer.
—Si sois tan amables, me gustaría quedarme a solas con Jason unos minutos para discutir un asunto privado.
Ellos le devolvieron la sonrisa, asintieron y le dedicaron a Jason otra del tipo «ya la has liado» antes de salir de la cocina.
Fue entonces cuando ella volvió a centrar su atención en Jason.
—Venga, Jason, no seamos ridículos. No vas a dormir en el granero para que yo pueda pasar la noche en tu casa. Me voy a quedar aquí.
Bella notó que a él no le gustaba que no obedeciese su orden, porque su enfado con ella fue en aumento.
—¿Has olvidado que alguien ha lanzado una piedra a tu ventana con una nota en que se te pide que abandones la ciudad?
Ella se mordisqueó el labio inferior.
—No, no he olvidado ni la piedra ni la nota, pero no puedo dejarles creer que han ganado la partida huyendo de aquí. Admito que al principio estaba un poco asustada, pero ya estoy bien. Y no olvides que Marvin duerme en el barracón, así que técnicamente no voy a estar sola. Agradezco tu preocupación, pero estaré bien.
Jason la miró durante un rato sin decir nada.
—Vale. Tú te quedas aquí y yo dormiré en tu granero —dijo finalmente.
Ella se cruzó de brazos y negó con la cabeza.
—No vas a dormir en el granero de nadie. Vas a dormir en tu cama y yo tengo intención de dormir en la mía.
—Vale —cortó él, como si aceptase sus sugerencias cuando en realidad no tenía ninguna intención de hacerlo.
Pero si ella quería creerlo así, la dejaría hacerlo.
—Tengo que llevarte con Pam para que ella y los demás vean que estás bien.
Bella sonrió.
—¿Estaban preocupados por mí?
Parecía sorprendida.
—Sí, todos estaban preocupados.
—En ese caso, deja que recoja mi bolso.
—Te espero fuera —le dijo mientras Bella salía corriendo. Sacudió la cabeza, abandonó lentamente la cocina y atravesó el comedor hasta llegar al salón. Allí, Marvin y otros dos hombres estaban arreglando la ventana. Habían recogido los cristales rotos, pero había una rayadura en el suelo de madera justo donde la piedra había aterrizado al entrar en la casa.
Inspiró con fuerza al imaginar aquella piedra impactando en Bella. Si llega a pasarle algo, él…
En ese momento no estaba seguro de lo que hubiera hecho. La idea de que le ocurriera algo le aterrorizaba de una manera totalmente nueva para él. ¿Por qué? ¿Por qué sus sentimientos hacia ella eran tan intensos? ¿Por qué se mostraba tan posesivo cuando se trataba de ella?
Hizo caso omiso a las respuestas que se le pasaban por la cabeza, reacio a reflexionar sobre ellas. Salió de la casa por la puerta principal y allí le esperaban Zane y Derringer.
—¿No irás a permitir que se quede aquí sin protección? —preguntó Derringer, examinando su rostro.
Jason negó con la cabeza.
—No.
—¿Y por qué no podéis estar bajo un mismo techo? —preguntó Zane con curiosidad.
—No es asunto tuyo.
Zane rió entre dientes.
—Si no me respondes daré ciertas cosas por hecho.
La afirmación no afectó a Jason.
—Piensa lo que quieras —entonces miró su reloj—. Odio haceros esto, pero pasaré fuera el resto del día. Tengo que cuidar de Bella hasta que Pete averigüe quién arrojó esa piedra a la ventana.
—¿Crees que Kenneth Bostwick tiene algo que ver en este asunto? —preguntó Derringer.
—No estoy seguro, pero espero por su bien que sea que no —dijo Jason controlando su ira.
Se detuvo en cuanto Bella apareció en el porche. No sólo había recogido el bolso, sino que además se había cambiado de vestido. Al ver que la miraba con curiosidad, Bella dijo:
—El vestido que llevaba no era apropiado para ir de visita.
Él asintió y decidió que no le diría que estaba tan guapa con éste como con aquél. Sabía llevar con estilo y elegancia todo lo que se pusiera. Avanzó hasta la mitad del porche y la tomó de la mano.
—Estás muy guapa. Y he pensado que podríamos ir a cenar luego, antes de traerte de vuelta a tu casa.
A ella le brillaron los ojos de tal modo que a Jason se le encogió el estómago.
—Me encantaría, Jason.
Eran cerca de las diez de la noche cuando Bella regresó a casa. Jason inspeccionó el interior, encendiendo las luces conforme comprobaba habitación tras habitación. A ella le hizo sentirse aún más segura ver que había un coche de policía aparcado a la salida de la finca.
—Parece que todo está en orden —dijo Jason interrumpiendo sus pensamientos.
—Gracias. Te acompaño a la puerta —dijo ella rápidamente, dirigiéndose hacia las escaleras.
—¿Tienes prisa por echarme, Bella?
En ese momento a ella no le importaba lo que él pensara. Sólo necesitaba que se marchase para aclarar sus pensamientos, ya que las ocho horas que había pasado con él habían hecho mella tanto en su cuerpo como en su mente.
Cada vez que él la había tocado, incluso al hacer algo tan sencillo como colocarle la mano en la espalda para entrar en el cine, le había afectado de tal modo que había pasado el resto de la noche excitada y preocupada.
—No, no quiero apremiarte, pero es que es tarde —le dijo—. Si te proponías agotarme esta noche, te aseguro que lo has conseguido. Quiero darme una ducha y meterme en la cama.
Estaban uno frente al otro, y él la rodeó con sus brazos y la apretó contra su cuerpo. Ella pudo sentirlo desde el pecho hasta las rodillas, pero sobre todo sintió la erección que se alzaba a medio camino.
—Me encantaría ducharme contigo, mi vida —susurró él.
Ella no sabía qué era lo que pretendía, pero llevaba toda la noche susurrándole insinuaciones y cada una de ellas no habían hecho más que sumarse a su tormento.
—No estaría bien, y lo sabes.
Él rió entre dientes.
—Tampoco está bien que intentes enviarme a mi casa a dormir en una cama vacía. ¿Por qué no aceptas mi proposición? Podríamos casarnos de inmediato. Sin esperar más. Y entonces —dijo, inclinándose para mordisquearle los labios—… podríamos dormir bajo el mismo techo. Piénsalo.
Bella gimió ante aquella invasión de su boca. Lo estaba pensando e imaginándoselo. Oh, ¡menuda noche sería! Pero debía pensar además qué pasaría si él se cansaba de ella como su padre acabó cansándose de su madre. Y en la forma en que su madre se cansó de su padre. ¿Y si él deseaba una relación abierta? ¿Y si le decía después del primer año que quería el divorcio y ella estaba enamorada de él?
—¿Estás segura de que no quieres que me quede esta noche? Podría dormir en el sofá.
Ella negó con la cabeza. Incluso así estaría demasiado cerca como para que estuviese tranquila.
—No, Jason, estaré bien. Vete a casa.
—No sin hacer esto antes —dijo, atrapándole la boca con la suya. Ella no tuvo ningún reparo en ofrecerle lo que quería y él tampoco tuvo reparos a la hora de tomarlo. La besó apasionadamente, a conciencia y sin reservas en cuanto a hacerla sentirse querida, necesitada y deseada. Ella sintió el calor que irradiaba el cuerpo de Jason y aquello no le provocó rechazo, sino que encendió en ella una pasión tan acentuada que tuvo que luchar por mantener la cabeza fría y no arriesgarse a que aquel beso les llevara a un lugar al que no estaba preparada para ir.
Un rato después fue ella la que interrumpió el beso. Inspiró profundamente, desesperada por recuperar el aliento. Jason se limitó a quedarse allí mirándola y esperando, como si estuviese dispuesto para un segundo asalto.
Bella supo que le estaba decepcionando cuando dio un paso atrás.
—Buenas noches, Jason.
Él curvó los labios en una atractiva sonrisa.
—Dime un solo beneficio de los que obtendrás una vez haya salido por esa puerta.
No estaba segura de qué decir y en esos casos le habían enseñado que lo mejor era no decir nada en absoluto. En lugar de eso, repitió mientras giraba el pomo de la puerta para abrirla:
—Buenas noches, Jason.
Él se inclinó, la besó suavemente en los labios y susurró:
—Buenas noches, Bella.
Bella no sabía qué era lo que la había despertado a mitad de la noche. Miró el reloj y comprobó que eran las dos de la mañana. Estaba inquieta, acalorada. Y definitivamente seguía alterada. No sabía que el simple hecho de pasar el tiempo con un hombre podía poner a una mujer en semejante estado de excitación.
Salió de la cama y se puso la bata y las zapatillas. La luna llena brillaba en el cielo y su luz se internaba en la habitación. Se asomó a la ventana y vio la forma de las montañas iluminadas por la luna. Por la noche resultaban tan imponentes como a la luz del día.
Estaba a punto de apartarse de la ventana cuando bajó la vista casualmente y vio una camioneta aparcada en el jardín de entrada. Frunció el ceño y acercó aún más el rostro al cristal para intentar adivinar de quién era el vehículo, extrañándose al ver que se trataba del de Jason.
¿Qué hacía su camioneta en el jardín a las dos de la mañana? ¿Estaría él dentro?
Bajó rápidamente las escaleras. No podía estar en la camioneta frente a su casa a las dos de la mañana. ¿Qué pensaría Marvin? ¿Y qué pensarían los policías que recorrían la zona? ¿Y su familia?
Cuando llegó al salón, abrió lentamente la puerta y salió sigilosamente. Luego exhaló un suspiro de indignación al ver que Jason estaba sentado en la camioneta. Había reclinado el asiento, pero debía de estar muy incómodo.
En cuanto ella se acercó a la camioneta y dio unos golpecitos en el cristal, Jason se despertó como si estuviese durmiendo con un ojo abierto y otro cerrado. Lentamente, se echó el sombrero hacia atrás para descubrirse los ojos.
—¿Sí, Bella?
—¿Qué haces aquí? ¿Por qué has vuelto?
—No me he ido.
Ella parpadeó, desconcertada.
—¿Qué no te has ido? ¿Quieres decir que has estado en el coche desde que te acompañé a la puerta?
Él esbozó su encantadora sonrisa.
—Sí, llevo aquí desde que me acompañaste a la puerta.
—¿Pero, por qué?
—Para protegerte.
Aquella simple afirmación la desinfló por un instante. Pero sólo por un instante.
—No puedes quedarte aquí, Jason. No está bien. ¿Qué pensaría tu familia si viesen tu coche aparcado frente a mi puerta a estas horas? ¿Qué pensarían los policías? ¿Qué…?
—Sinceramente, Bella, me importa un pimiento lo que piensen los demás. Me niego a dejarte en tu casa si no estoy cerca para asegurarme de que estás bien. No has querido que duerma en el granero y aquí es donde estoy y no me pienso mover.
Ella frunció el ceño.
—Eres imposible.
—No, me estoy comportando como un hombre que cuida de la mujer que quiere. Ahora vuelve y cierra la puerta con llave. Has interrumpido mi sueño.
Ella lo miró fijamente durante un buen rato y luego dijo:
—Vale, tú ganas. Entra en la casa.
Él le devolvió la mirada.
—No se trata de eso, Bella. Asumo tanto como tú que no debemos estar solos bajo el mismo techo. No me importa pasar la noche aquí fuera.
—Pues a mí sí me importa.
—Pues lo siento, pero no puedes hacer nada al respecto.
Ella lo miró y se percató de que se proponía comportarse como un terco, así que alzó las manos, se metió en la casa y luego cerró la puerta con llave.
Jason oyó el sonido de la cerradura y pudo jurar que también la oía a ella bufando escaleras arriba. Podía bufar todo lo que quisiera, pero él no se iría. Llevaba cuatro horas allí sentado pensando, y cuanto más lo meditaba, más consciente era de algo de vital importancia para él. Y era algo que no podía negar ni ignorar: se había enamorado de Bella. Y la aceptación de esos sentimientos otorgaba mucho más sentido a la proposición que le había hecho.
Una hora más tarde, Bella estaba tumbada en la cama mirando al techo, todavía indignada. ¿Cómo se atrevía Jason a ponerle en aquella situación tan comprometida? Nadie pensaría que él estaba durmiendo dentro del vehículo. Todos asumirían que eran amantes y que estaba durmiendo en su cama, yaciendo con ella entre sábanas de seda con los brazos y las piernas entrelazados y las bocas fundidas mientras hacían el amor de forma ardiente y apasionada.
Empezaron a temblarle los muslos y a dolerle el nexo entre las piernas ante la idea de cómo sería compartir cama con él. Primero la acariciaría hasta dejarla sin sentido en su zona más íntima y se tomaría su tiempo para prepararla para la siguiente fase de lo que le iba a hacer.
Se tumbó de lado y apretó los muslos a la espera de que remitiese el dolor. Nunca había deseado antes a ningún hombre y deseaba a Jason con todas sus fuerzas, y más aún desde que él la disfrutara en aquella casa. Sólo tenía que cerrar los ojos para recordarse tumbada en la cocina con la cabeza de Jason entre las piernas y cómo la había lamido hasta hacerle perder la consciencia. El recuerdo provocaba en su cuerpo sacudidas de electricidad que hicieron que sus pezones se irguieran contra el camisón.
Y el hombre que le causaba tanto tormento y placer estaba allí abajo durmiendo en una camioneta para protegerla. No podía evitar que su actitud le conmoviese. Había renunciado a una cama confortable y dormía en una postura incómoda con el sombrero sobre los ojos para protegerse de las luces del jardín. ¿Por qué? ¿Es que protegerla era algo tan importante para él?
¿Y de ser así, cuál era la razón?
En el fondo, ella sabía el por qué: se debía a su deseo de conseguir la finca y a Hercules. Lo había dejado claro desde el principio. Y lo había respetado por ello y por aceptar que la decisión debía tomarla ella. Así que, en otras palabras, no la estaba protegiendo a ella de por sí, sino a sus intereses, o lo que esperaba fuesen sus intereses. Y aquello tenía sentido, pero…
¿Estaría ella protegiendo sus intereses si aceptaba la proposición que Jason había puesto sobre la mesa? ¿Tenía otras opciones para levantar el bloqueo a su fondo fiduciario? ¿Quería realmente unirse legalmente a Jason durante un periodo mínimo de un año? ¿Realmente lo mejor para ella era dormir bajo el mismo techo que Jason y compartir el lecho con él? ¿Era lo que deseaba hacer, aun sabiendo que al cabo de un año él se podría marchar sin mirar atrás, sabiendo que pasado ese tiempo él sería libre de casarse con otra o libre de hacer el amor a otra persona del mismo modo en que se lo habría hecho a ella?
Y luego estaba la cuestión de quién había arrojado la piedra. ¿Por qué intentaban asustarla? Aunque lo dudaba, se preguntaba si serían sus padres en un intento por hacerla regresar a casa.
Bostezó al sentir que el sueño la vencía. Aunque lamentaba que Jason estuviese durmiendo en la camioneta, sabía que podía dormir mucho más tranquila sabiendo que era él quien la estaba protegiendo.
Bella despertó al oír que alguien llamaba a la puerta y descubrió que ya era de día. Salió rápidamente de la cama y se puso la bata y las zapatillas.
—¡Ya voy! —gritó mientras corría hacia la puerta. Se asomó por la mirilla y vio que era Jason. El corazón empezó a latirle con fuerza al verle tan guapo y sin afeitar, con el sombrero calado hasta las cejas. ¡Dios mío!
Respiró hondo y abrió la puerta.
—Buenos días, Jason.
—Buenos días, Bella. Quería que supieras que me voy a casa a asearme, pero Riley se quedará aquí.
—¿Tu hermano Riley? —preguntó ella, y lo vio por encima del hombro de Jason sentado en otra camioneta aparcada junto a la de éste. Riley la saludó con la mano y ella le devolvió el saludo. Lo recordaba de la noche de la cena. Jason era dos años y medio mayor que él.
—Sí, mi hermano Riley.
Bella estaba desconcertada.
—¿Por qué ha venido?
—Porque voy a asearme —levantó la cabeza y le sonrió—. ¿Estás despierta?
—Sí, estoy despierta y sé que has dicho que vas a casa a cambiarte, pero ¿por qué tiene que quedarse Riley? No necesito un guardaespaldas ni nada por el estilo. Sólo han arrojado una piedra a mi ventana, Jason, no se trataba de un misil.
Él se limitó a apoyarse en el umbral conservando la sonrisa. Y entonces dijo:
—¿Te han dicho alguna vez lo bonita que estás por la mañana?
Ella se quedó inmóvil y lo miró fijamente. Le había pillado desprevenida su cambio de conversación, y más aún que le dijese algo tan agradable sobre su aspecto. Podía devolverle el favor y preguntarle si alguna vez le habían dicho lo guapo que estaba por la mañana, pero estaba segura de que muchas mujeres lo habían hecho ya.
Así que le respondió con sinceridad.
—Nunca me lo habían dicho.
Se preguntó qué pensaría al saber que había pasado la noche anterior recordándole. Seguramente había suspirado en sueños mientras evocaba la boca de él sobre su cuerpo.
—¿Es que Riley no tiene que trabajar hoy? —preguntó al recordar que él le había dicho que trabajaba en Blue Ridge Management.
—Sí, pero irá en cuanto yo vuelva.
Ella se cruzó de brazos.
—¿Y tú qué? ¿No tienes que ocuparte de tus caballos?
—Tu seguridad es más importante.
—Sí, claro.
Él alzó una ceja.
—¿Es que no me crees? ¿Después de haber pasado la noche entera en la camioneta?
—Estabas protegiendo tus intereses.
—Y éstos se centran en tu persona, mi amor.
«No entres al trapo». Bella pensó que era hora de acabar la conversación. Si seguía hablando más tiempo con él, acabaría convenciéndola de que decía la verdad.
—¿Me darás una respuesta dentro de cuatro días?
—Eso pretendo.
—Bien. Cuando vuelva ya estarás vestida y podremos desayunar con Dillon y Pam. Luego quisiera enseñarte cómo me gano la vida.
Antes de que ella pudiese responder, se inclinó y la besó en los labios.
—Te veré en una hora. Vístete para montar.
Ella inspiró con fuerza y lo vio atravesar el porche, meterse en la camioneta y partir. Aquel hombre era todo un personaje. Miró de reojo hacia donde Riley estaba sentado en su camioneta con una taza de café. Sin duda, Riley había visto cómo la besaba su hermano, así que se imaginó lo que estaría pensando.
Decidió que lo mínimo que podía hacer era invitarle, así que lo llamó.
—Puedes entrar en la casa, eres bienvenido, Riley —le dijo con una amplia sonrisa.
Él le sonrió de igual modo y se asomó levemente por la ventanilla del vehículo para decirle:
—Gracias, pero Jason me ha dicho que no entre. Estoy bien.
«¿Que Jason le ha dicho que no entre?». Sin duda se trataba de una broma, aunque parecía hablar muy en serio.
En lugar de preguntarle, asintió, cerró la puerta y subió por las escaleras. Al entrar en su dormitorio no pudo ignorar lo emocionada que estaba ante la idea de montar a caballo con Jason y conocer su trabajo.
Jason acababa de recoger el sombrero y estaba a punto de salir por la puerta cuando le sonó el teléfono móvil. Se lo sacó del cinturón y vio que era Dillon.
—Dime, Dil.
—Pam quería que te llamara para saber si Bella y tú vais a venir a desayunar.
Jason sonrió.
—Sí. De hecho estaba a punto de ensillar a una de las yeguas. He pensado que vamos a ir a caballo, así disfrutaremos de las vistas por el camino.
—Muy buena idea. ¿Todo bien por su casa?
—Sí, por el momento, sí. El sheriff ha aumentado las rondas alrededor de la zona, dale las gracias la próxima vez que juguéis juntos al billar.
Dillon rió entre dientes.
—Lo haré. No nos hagas esperar. No empezaremos a desayunar hasta que lleguéis —dijo Dillon.
—Llegaremos con tiempo, lo prometo —dijo él antes de colgar el teléfono.
Bella contempló su indumentaria para montar y sonrió. Quería estar lista cuando Jason regresara.
Descolgó el sombrero del perchero, se lo puso y abrió la puerta para salir al porche. Riley había salido de la camioneta y estaba reclinado sobre ella.
La miró y sonrió.
—Veo que ya estás lista para ir a montar —dijo.
—Sí, Jason me dijo que estuviera lista. Vamos a desayunar con Dillon y Pam.
—Sí, yo pensaba desayunar con ellos también, pero tengo una reunión en la oficina.
Bella asintió.
—¿Y qué es lo que haces exactamente en Blue Ridge?
—Pues… un poco de todo. Me gusta considerarme la mano derecha de Dillon. Pero me dedico sobre todo a las relaciones públicas. Tengo que asegurarme de que Blue Ridge conserva una imagen estelar.
Bella siguió hablando con Riley mientras pensaba que era otro tipo de Westmoreland. Al parecer, todos lo eran. Pero había escuchado a Bailey comentar más de una vez que Riley era también un rompecorazones, y no lo dudaba. Como Jason, era extremadamente guapo.
—Riley, ¿cuándo sentarás la cabeza y te casarás? —le preguntó, para ver qué le respondía.
—¿Casarme? ¿Yo? Jamás. Me gustan las cosas tal y como están. No soy del tipo de personas que se casan.
Bella sonrió, preguntándose si Jason tampoco era del tipo de personas que se casan a pesar de haberle pedido matrimonio. ¿Tanto deseaba apoderarse de la finca y de Hercules? Estaba claro que sí.
Jason sonreía de camino a casa de Bella llevando un caballo que sabía que le iba encantar montar. Fancy Free era una yegua tranquila. Podía ver a Bella a lo lejos esperándole en el porche, siempre y cuando obviase que parecía disfrutar de una agradable conversación con Riley, quien a su vez parecía flirtear con ella.
Apartó de su pensamiento los celos que le corroían. Riley era su hermano y, si no puedes confiar en tu hermano, ¿en quién podías confiar? Pero, de pronto, se le ocurrió preguntarse si Abel había asumido lo mismo sobre Caín.
Minutos después detuvo su caballo al borde del porche de Bella. Se echó el sombrero hacia atrás para descubrirse los ojos.
—Disculpad si interrumpo algo.
—No hay problema, pero llegas veinte minutos tarde. Da gracias a que estaba disfrutando de la compañía de Bella.
Jason miró muy serio a su hermano.
—No lo dudo.
Luego desvió la mirada hacia Bella. Estaba preciosa con sus ajustados pantalones de montar, la camisa blanca y las botas. No sólo estaba preciosa, sino terriblemente atractiva, y al mirar de reojo a su hermano se dio cuenta de que estaba disfrutando de las vistas tanto como él.
—¿No tenías que irte a trabajar, Riley?
—Supongo. Llámame si necesitas que vuelva a ejercer de guardaespaldas de Bella —luego se metió en la camioneta y se fue.
Jason contempló cómo se marchaba y luego centró su atención en Bella.
—¿Lista para montar, cariño?
Mientras Bella avanzaba con Jason intentó concentrarse en la belleza del campo y no en el atractivo del hombre que cabalgaba a su lado. Él montaba a Hercules y ella comprobó que era un jinete experto. Entendió por qué quería a aquel semental. Era como si él y el caballo mantuviesen una relación personal. Era obvio que Hercules se había alegrado de verle. Con Jason se mostraba dócil, mientras que a los demás les costaba grandes esfuerzos montarlo.
Lo primero que hicieron fue ir a desayunar con Dillon y Pam. Bella había quedado prendada de aquella casa desde la primera vez que la vio. La enorme construcción victoriana tenía una entrada circular y estaba enclavada en una finca de ciento veinte hectáreas. Jason le había contado por el camino que Dillon, al ser el primo de mayor edad, había heredado el hogar familiar. Allí era donde solía reunirse la mayor parte de la familia.
Bella había conocido en la cena a las tres hermanas menores de Pam y volvió a disfrutar de su compañía durante el desayuno. Todos preguntaron por el incidente de la piedra y Dillon, que conocía personalmente al sheriff, le dijo que éste acabaría por descubrir al responsable o responsables del ataque.
Después del desayuno, volvieron a subirse a los caballos y fueron a casa de Zane. Desde un asiento en primera fila vio cómo Zane, Derringer y Jason entrenaban a varios de los caballos. Lucia llegó a mediodía con fiambreras para todos y Bella no pudo evitar percatarse de lo enamorados que estaban los recién casados. Sabía que, si decidía casarse con Jason, su matrimonio sería distinto al de Derringer y Lucia porque su unión iba a ser más que nada un acuerdo de negocios.
Luego cenaron con Ramsey y Chloe y se lo pasaron muy bien con ellos. Después de la cena, Ramsey les estuvo contando anécdotas sobre la cría de ovejas y les contó cómo decidió dejar de ser un hombre de negocios y dedicarse a dirigir un rancho ovejero.
Anochecía cuando ella y Jason volvieron a subir a los caballos para regresar a casa. Había sido un día repleto de actividades y ella había aprendido muchísimo sobre la doma de caballos y la cría de ovejas.
Miró a Jason. No había abierto la boca desde que salieron del rancho de su hermano y no pudo evitar preguntarse en qué estaría pensando. Tampoco podía evitar preguntarse si tenía intenciones de volver a pasar la noche en la camioneta.
—Me siento una aprovechada —dijo para romper el silencio que se había hecho entre ambos—. Tu familia me ha invitado hoy a desayunar, comer y cenar.
Él sonrió.
—Les gustas.
—Y ellos a mí.
Acababan de abandonar los límites de la finca de Jason y cabalgaban por la de ella cuando divisaron a lo lejos lo que parecía ser una bola roja que despedía humo. Ambos se percataron al mismo tiempo de lo que se trataba.
Era fuego.
Y procedía del rancho de Bella.