Capítulo 5
—Bella me gusta, Jason.
Éste miró a su primo Zane. Era lunes por la mañana temprano y ambos estaban en el cercado con una de las yeguas, esperando a que Derringer llegara con el semental escogido para montarla.
—A mí también me gusta.
Zane rió entre dientes.
—Pues casi te quedas conmigo, porque no le hiciste mucho caso durante la cena del viernes. Nos esforzamos en hacer que se sintiera cómoda porque estabas ignorando a la pobre muchacha.
Jason puso los ojos en blanco.
—Y apuesto que para vosotros fue un fastidio.
—Pues no. Tu belleza sureña es una dama con mucha clase. De no ser porque te interesa, intentaría conquistarla.
—Pero me interesa.
—Lo sé —dijo Zane con una sonrisa—. Era algo obvio. Tus miradas asesinas fueron más que evidentes. En cualquier caso, espero que las cosas se arreglen entre vosotros.
—Yo también lo espero. En cinco días lo sabré.
Zane lo miró con curiosidad.
—¿Cinco días? ¿Qué se supone que va a suceder dentro de cinco días?
—Es una larga historia que prefiero no compartir en este momento —llevaba dos días sin ponerse en contacto con Bella para darle espacio y tiempo de pensar en su proposición. Él había estado reflexionando y todo le parecía razonable. Estaba empezando a anticipar su respuesta. Iba a ser un «sí», tenía que serlo.
Pero ¿y si decía que no? ¿Y si incluso después de lo ocurrido la otra noche ella pensaba que su proposición no merecía la pena un intento? Sería el primero en admitir que era una propuesta atrevida. Pero creía que los términos eran justos. Dios, le había ofrecido la oportunidad de ser la primera en pedir el divorcio pasado un año. Y él…
Zane chasqueó los dedos delante de su cara.
—Holaaaaa. ¿Andas por aquí? Derringer ha llegado con Fireball. ¿Estás listo o estás pensando en otro tipo de apareamientos?
Jason frunció el ceño al levantar la vista hacia Derringer y ver que éste también esbozaba una sonrisita.
—Sí, estoy en lo que estoy y no es asunto vuestro lo que esté pensando.
—Bien, pues sujeta a Prancer mientras Fireball la monta. Hace mucho que no está con una hembra y puede que se muestre fogoso de más —dijo Zane con una sonrisa elocuente.
«Igual que yo», pensó Jason, recordando con todo detalle a Bella sobre la mesa para su disfrute.
—Muy bien, vamos a poner esto en marcha, que tengo cosas que hacer.
Tanto Zane como Derringer le miraron intrigados, pero no dijeron nada.
Bella salió de la ducha y empezó a secarse con la toalla. Era ya mediodía, pero acababa de llegar de dar un paseo por el rancho y había llegado acalorada y sudorosa. Su intención era la de dejarse caer en un lugar cómodo, tomarse una taza de té, relajarse… y pensar en la proposición de Jason.
El paseo le había sentado bien y recorrer la finca le había convencido aún más de su deseo de conservar lo que era suyo. Pero ¿sería la solución la propuesta de Jason? Después del viernes por la noche y lo ocurrido en la cocina, no dudaba que Jason era el tipo de amante con el que sueña una mujer. Y debía de ser la persona menos egoísta que conocía.
Le había dado placer sin buscar el suyo propio. Ella había leído suficientes artículos sobre el tema como para saber que los hombres no solían ser tan generosos. Pero Jason lo había sido y el cuerpo de Bella había cambiado desde entonces. Cada vez que pensaba en él y en aquella noche en la cocina, tenía que detenerse para recuperar el aliento.
No había sabido nada de él desde esa noche, pero se imaginaba que le estaba dando tiempo para pensárselo bien antes de darle una respuesta. Había vuelto a hablar con su abogado y él no le había dicho nada que le indujese a pensar que tenía posibilidades de levantar el bloqueo impuesto a su fondo fiduciario.
Se había topado con su tío el día anterior en la ciudad y no se había mostrado amable con ella en absoluto. Y tampoco su hijo, su hija y sus dos nietos adolescentes. Todos le habían dedicado miradas cortantes, y ella no entendía el por qué. Jason también quería la finca y sin embargo había apoyado su decisión de conservarla, ofreciéndole su ayuda desde el principio.
Sabía que ella y sus parientes de Denver no mantenían el mismo vínculo que los Westmoreland, pero nunca pensó que la rechazarían del modo en que lo estaban haciendo por un pedazo de tierra.
Una vez vestida, bajaba las escaleras cuando una especie de misil atravesó la ventana del salón rompiendo el cristal en el trayecto. «¿Qué demonios es esto?». Casi perdió pie al subir corriendo las escaleras hacia su dormitorio para encerrarse.
Respirando con dificultad, agarró el teléfono y llamó a la policía.
—¿Dónde está, Marvin? —preguntó Jason, entrando en la casa de Bella seguido de Zane y Derringer.
—En la cocina —respondió el hombre, apartándose rápidamente para dejarle paso.
Jason había recibido una llamada de Pam para contarle lo ocurrido. Había saltado a la camioneta y salido inmediatamente del rancho seguido de Derringer y Zane.
Según Pam le había contado, alguien había lanzado una piedra a la ventana de Bella con una nota que decía: Vuelve por donde viniste. La idea de que alguien hiciera tal cosa le indignaba. ¿Quién demonios haría algo así?
Entró en la cocina y miró a su alrededor, desechando los recuerdos de la última vez que estuvo allí para centrar inmediatamente toda su atención en Bella. Estaba sentada en la mesa de la cocina hablando con Pete Higgins, que era uno de los ayudantes del sheriff y amigo de Derringer.
Todos alzaron la vista en cuanto entró, y la expresión del rostro de Bella fue para él como si le patearan el estómago. La encontró muy impresionada y a sus ojos asomaba un dolor que él no había visto nunca antes. Ardió de ira al pensar que alguien podía haberle hecho daño. La piedra no le había llegado a golpear, pero era como si le hubiese alcanzado. Quien fuese el que había lanzado la piedra por la ventana había logrado afectarle al ánimo y dejarla conmocionada.
—Jason, Zane y Derringer —dijo Pete al verlos—. ¿Por qué no me sorprende encontrarme aquí con los tres?
Jason no respondió, fue directamente hacia donde estaba Bella e, ignorando a los allí presentes, le acarició el cuello.
—¿Estás bien? —le susurró.
Ella le miró a los ojos y asintió lentamente.
—Sí, estoy bien. Bajaba por las escaleras cuando la piedra entró volando por la ventana. Más que nada ha sido el susto.
Miró la piedra que alguien había colocado sobre la mesa. Era grande, lo suficientemente grande como para herirla de haber estado en el salón cerca de la ventana. La idea de que alguien pudiese rozar un solo pelo de su cabeza lo puso furioso. Miró a Pete.
—¿Tienes idea de quién ha podido ser?
Pete negó con la cabeza.
—No, pero están buscando huellas en la piedra y en la nota. Espero que pronto sepamos algo. Le estaba preguntando a la señorita Bostwick si conocía a alguien que quisiera echarla de su propiedad. Las únicas personas que se le venían a la cabeza eran sus padres y posiblemente Kenneth Bostwick.
—No creo que mis padres estén detrás de esto —dijo Bella en voz baja—. Y tampoco quiero pensar que el tío Kenneth sea capaz de hacer algo así. Sin embargo, quiere que me vaya de la finca porque sabe de alguien que quiere adquirirla.
Pete asintió.
—¿Y qué me dice de Jason? Creo que todos sabemos que quiere la finca y también a Hercules —dijo el ayudante como si Jason no estuviese allí escuchando todo lo que decía.
—No, él quiere que me quede —dijo suspirando.
Pete cerró su libreta de notas, decidido a no preguntarle por qué estaba tan segura.
—Bueno, con suerte tendremos algo en una semana si logran identificar las huellas —dijo.
—¿Y qué se supone que debe hacer entre tanto, Pete? —preguntó Jason con frustración.
—Informar de cualquier cosa que le resulte sospechosa. Le pediré al sheriff que refuerce la seguridad en la zona.
—Gracias, ayudante Higgins —dijo Bella en voz baja—. Se lo agradezco enormemente. Marvin va a arreglar el cristal de la ventana y yo dejaré las luces del jardín encendidas toda la noche.
—No hace falta —dijo Jason—. Esta noche te quedas en mi casa.
Bella inclinó la cabeza hacia un lado y se encontró con la mirada intensa de Jason.
—No puedo hacerlo. No podemos estar bajo el mismo techo.
Jason se cruzó de brazos.
—¿Y por qué no?
Bella se ruborizó al darse cuenta de que Jason no era la única persona que esperaba su respuesta.
—Lo sabes muy bien —dijo finalmente.
Jason arrugó la frente. Luego, cuando recordó lo que podría suceder si pasaban la noche bajo el mismo techo, sonrió.
—Ah, eso.
—¿Ah, eso qué? —quiso saber Zane.
Jason lo miró enfurruñado.
—No es asunto tuyo.
Pete se aclaró la garganta.
—Tengo que irme, pero como le he dicho, señorita Bostwick, el departamento enviará más policías para que vigilen la zona —metió la piedra y la nota en una bolsa de plástico.
Zane y Derringer siguieron a Pete hacia la salida, cosa que Jason agradeció porque le permitió estar un rato a solas con Bella. Lo primero que hizo fue besarla. Necesitaba saborearla para comprobar si de verdad estaba bien.
—¿Por qué no me llamaste? ¿Por qué he tenido que enterarme por otra persona?
Ella le devolvió la mirada y también frunció el ceño.
—No me has dado tu número de teléfono.
Jason parpadeó sorprendido y se dio cuenta de que lo que decía era cierto. No le había dado su número de teléfono.
—Perdona el descuido —dijo—. De ahora en adelante lo tendrás. Y tenemos que discutir eso de que te mudes a mi casa por un tiempo.
Ella negó con la cabeza.
—No puedo irme contigo, Jason. Como te he dicho antes, ambos sabemos por qué.
—¿De verdad piensas que, si me dijeras que no te tocase, yo no apartaría mis manos de ti? —preguntó.
Ella se encogió de hombros.
—Sí, creo que harías lo que te pidiese, pero no estoy segura si, en esa situación y dado lo que pasó en esta cocina el viernes por la noche, yo sería capaz de apartar las mías de ti.
Él pestañeó. Bajó la vista hacia ella y volvió a pestañear. Esta vez, con una sonrisa en los labios.
—¡No me digas!
—Te lo digo, y que sé que es terrible admitirlo, pero en este momento no puedo prometerte nada —dijo, frotándose las manos como si la idea le incomodase.
Pero él no se sentía incómodo, en absoluto. De hecho, estaba eufórico. Durante un minuto fue incapaz de decir nada, pero luego reaccionó.
—¿Y crees que para mí es un problema que no puedas mantener las manos apartadas de mí?
Ella asintió.
—Si no lo tienes, deberías. No estamos casados. Ni siquiera prometidos.
—El viernes por la noche te pedí que te casaras conmigo.
Ella desechó el recordatorio con un gesto de la mano.
—Sí, pero sería un matrimonio de conveniencia al que no he accedido aún dado que el tema de cómo vamos a dormir sigue todavía en el aire. Hasta que me decida creo que será mejor que te quedes bajo tu propio techo y yo bajo el mío. Sí, es lo más adecuado.
Él alzó una ceja.
—¿Lo más adecuado?
—Sí, adecuado, apropiado, correcto, conveniente, ¿qué palabra prefieres que utilice?
—¿Qué tal ninguna de ellas?
—No importa, Jason. Bastante malo es ya que nos dejáramos llevar la otra noche en esta cocina. Pero no podemos repetirlo.
Él no entendía por qué no podían hacerlo y estaba a punto de decirlo cuando oyó unos pasos que se acercaban y vio que Derringer y Zane entraban en la cocina.
—Pete cree que ha encontrado una huella fuera, cerca de los arbustos, y la está comprobando —les contó Derringer.
Jason asintió. Luego se volvió hacia Bella y se dirigió a ella en un tono que no admitía discusión.
—Prepara ropa para una noche, Bella. Te vas a quedar en mi casa aunque tenga que dormir en el granero.