Capítulo 2

Carrie subió corriendo las escaleras para ir a atender a Franklin, un bebé de dieciocho meses. En cuanto entró en la habitación, el niño dejó de llorar y se puso a agacharse y a levantarse agarrado a las barras de la cuna con una beatífica sonrisa en los labios.

—Hola Frankie. —Carrie lo saludó con una sonrisa, lo levantó en brazos y lo tumbó en una mesa para cambiarlo. El niño empezó a reír y a lanzar gritos de alegría.

Estaba terminando de vestirlo, cuando apareció Alexa con un bebé en brazos y otro de la mano.

—Así que el señor Dormilón por fin ha decidido levantarse. Yo necesito un descanso después de todo lo que hemos jugado fuera —confesó, soltó al niño que llevaba de la mano y a la niña la dejó en el suelo.

Los dos niños entraron corriendo a la habitación, fueron directamente hasta las estanterías y empezaron a tirar juguetes al suelo.

Alexa se sentó en la mecedora y suspiró.

—Dylan ha intentado pasar a través del agujero que hay entre los arbustos que separan el jardín de la casa de al lado cuatro veces por lo menos. Y cada vez que iba corriendo a buscarlo, Emily iba directamente hacia las flores que plantaste ayer. Cuando nos hemos venido no tenían muy buen aspecto. Le he pedido a Ben que intentara revivirlas.

Carrie se sentó, en el suelo con las piernas cruzadas. Emily corrió hasta el regazo de su madre, le dio un beso y un abrazo y volvió con sus hermanos para terminar de vaciar las estanterías.

—No paran ni un minuto —se maravilló Alexa—. Cuando no están durmiendo siempre están haciendo alguna trastada.

—Mamá dice que nosotros éramos iguales —comentó Carrie—. Una triple amenaza, como solía decir papá.

Las dos hermanas observaron en silencio a Dylan, que estaba trepando a una sillita de plástico. Frankie y Emily intentaron subir con él y los tres acabaron en el suelo, uno encima de otro. Dylan empujó a los otros dos, se levantó y tiró la silla, haciendo que sus hermanos volvieran a perder el equilibrio.

Carrie y Alexa se levantaron a ayudarlos, pero el intrépido trío se levantó por sus propios medios y correteó hacia un enorme oso panda de peluche que descansaba bajo una ventana. Riendo bulliciosamente, se arrojaron sobre él.

—Ben está entusiasmado porque nos han invitado a cenar mañana a casa de los vecinos —comentó Alexa—. ¿Sabes algo más sobre eso?

Carrie asintió.

—El vecino de al lado, Tyler Tremaine, se ha acercado para invitarnos a cenar mañana en su casa. Debe de ser una reunión de vecinos o algo parecido, así que me gustaría ir para poder conocer a alguien. ¿Te apetece venir con nosotros, Lex? Voy a necesitar ayuda con los niños.

—No se te ocurrirá llevarte a los niños a esa cena —dijo Alexa, mirándola con incredulidad.

Carrie soltó una carcajada.

—Por supuesto que no. Asustaría a los vecinos y pondría a Tyler Tremaine al borde de la catatonía. Parece uno de esos tipos inmaculados y educados hasta el hartazgo. Estoy segura de que en su casa no hay una sola cosa fuera de lugar.

—Y dos minutos con los Wilcox bastarían para hacer desaparecer de su casa todo vestigio de orden —bromeó Alexa.

—Por eso he pensado que en vez de ir a la cena, podía acercarme con ellos después de cenar, quedarme en el jardín para que nos presenten a algunos de los vecinos y volver luego a casa.

—Supongo que podré soportarlo —contestó Alexa—. Además vas a necesitar ayuda con los niños. Por cierto, ¿por qué tiene Ben tantas ganas de ir? Un pícnic con los vecinos no es precisamente el colmo de la diversión.

—Ben está tan impresionado por el hecho de que lo haya invitado uno de los Tremaine que haría cualquier cosa que le pidiera —contestó Carrie secamente—. Sólo le ha faltado hacerle una reverencia a Tyler Tremaine cuando ha venido a invitarnos.

—Espera un minuto —gritó Alexa—. ¿Estás hablando de los mismos Tremaine que son dueños de una cadena de librerías y de otra de farmacias? ¿Los archimillonarios que siempre están dando donativos y haciendo todo tipo de gestos filantrópicos? ¿Te refieres a esos Tremaine?

—A los mismos. Por eso estaba Ben tan entusiasmado. Supongo que ya estaba multiplicando mentalmente su dinero pensando en cómo podría beneficiarse su agencia de publicidad de la amistad con los Tremaine.

—Si consiguiera que los Tremaine trabajaran con su agencia, por lo menos podría tener un despacho propio.

—A veces me preocupan las ambiciones de Benjamín —confesó Carrie—. Puede llegar a ser tan calculador… Hasta me han entrado ganas de advertirle a Tyler Tremaine que se pusiera en guardia. Al fin y al cabo, ha venido a invitarnos con toda su buena fe.

—Estoy segura de que puede cuidarse por sí mismo. Los hombres de su posición aprenden a tratar con ese tipo de situaciones desde muy jóvenes. Por cierto, ¿qué aspecto tiene?

Carrie permaneció con la mirada fija en el vacío, recordándolo.

—Debe andar cerca de los treinta años, y es algo más alto que Ben, así que debe de medir cerca de uno noventa. Es fuerte y musculoso, pero no excesivamente, no resulta desagradable. Humm, ¿qué más puedo decirte? Es muy guapo, tiene el rostro de un dios griego. Pero bueno, no me he fijado mucho en él, por supuesto.

—Por supuesto. —Alexa se echó a reír—. ¿Hay algún detalle que te hayas perdido?

Carrie sacudió la cabeza.

—También me he dado cuenta de que estaba deseando marcharse y de que ha pensado que Ben y yo éramos un par de estúpidos. Estoy segura de que sufre al pensar que somos sus vecinos.

—Quizás quiera comprar esta casa —dijo Alexa esperanzada—. Teniendo en cuenta su situación económica, puedes pedirle un buen precio y dejar esta ruina para irte a vivir a otro barrio en el que tengas un buen colegio y familias con niños con los que puedan jugar los trillizos.

—Aunque me hiciera una buena oferta, no vendería la casa. Al menos de momento. —Carne suspiró—. No puedo volver a cambiar a los niños de casa, Alexa. Quiero que tengan sensación de estabilidad, que puedan estar en un lugar tiempo suficiente para que se sientan seguros.

—Bueno, quizá vivir al lado del señor Maravillas reporte alguna recompensa —dijo Alexa con aire pensativo—. Eres muy guapa, Carrie. Y estoy segura de que Tremaine lo habrá notado. Quizá te pida que salgas con él y…

—Alexa, los hombres como Tremaine salen con modelos y estrellas de cine. ¿Cómo se va a fijar en una viuda con tres niños? En cualquier caso, ya sabes lo que pienso de las citas. No tengo tiempo para ellas y aunque lo tuviera, estoy demasiado cansada para considerar siquiera esa posibilidad. Además, jamás voy a poder amar a nadie como amé a Ian.

—Lo sé. —Alexa le acarició el hombro con cariño—. Ian era el hombre más maravilloso del mundo, Carrie. Para mí siempre fue el mejor de los cuñados y mi amigo más querido. Oh, Carrie, si al menos…

—Voy —farfulló Dylan, y buscó la puerta para salir de la habitación. Evidentemente, Emily y Frankie lo siguieron—. ¡Voy, voy!

—Ésa es la palabra favorita de Dylan —comentó Carrie y las dos hermanas se levantaron para seguir a los pequeños.

Carrie se alegró de aquel cambio de rumbo en la conversación. Hablar de Ian siempre le resultaba difícil, y si Alexa iba a empezar a llorar como hacía a menudo cuando hablaban de Ian y de aquella fatídica noche…

Carrie estaba decidida a apartar aquella tragedia de su mente. Tenía tres hijos a los que cuidar y por los que vivir. Siempre serían lo primero para ella, estarían por delante de sus necesidades y deseos, por encima de su propio dolor. Eran el legado viviente del amor que ella e Ian habían compartido.

Y teniendo que atender a aquella triple herencia, Carrie casi no tenía dinero ni fuerzas para fijarse en otro hombre.

* * *

—Eh, Tyler. ¡Tienes que ver esto!

Tyler estaba coqueteando con una pelirroja despampanante que se había presentado a sí misma como Rhandee cuando Luke lo llamó con los ojos abiertos como platos.

—Espérame aquí, querida —se llevó la mano de Rhandee a los labios y salió a reunirse con Luke en el porche.

—He pensado que no te lo podías perder, Tyler —le dijo Luke, riendo—. Mira quién viene por ahí.

Tyler entrecerró los ojos para protegerse del sol y observó la procesión que se acercaba por la puerta del jardín. Reconoció a Ben Shaw y a su hermana Carrie inmediatamente. La joven alta y rubia que los acompañaba debía de ser la tercera hermana. Y Carrie iba empujando un vagoncito de plástico rojo en el que llevaba…

Tyler gimió al verlos. Carrie llevaba a tres niños y, asombrosamente, los tres parecían tener la misma edad.

—Deben haberse confundido al volver del parque —se burló Luke.

—Cállate, Luke —lo silenció Tyler inmediatamente.

—¡Hola, Tyler! —lo saludó Ben al momento.

Carrie levantó la mano a modo de saludo.

—¿Estás segura de que estamos invitados? —susurró Alexa—. Nos están mirando como si fuéramos habitantes de otro planeta.

Tyler bajó los escalones del porche para acercarse al grupo. Luke lo siguió.

—¿Los conoces? —susurró con incredulidad—. Tyler, no los dejarás pasar, ¿verdad? Quiero decir… Bueno, definitivamente ésta no es una fiesta para niños.

Tyler tenía la mirada fija en Carrie, que tenía un aspecto increíblemente adorable con un vestido de tirantes rosa y blanco y unas sencillas sandalias. Después clavó los ojos en el los niños.

—No serán… —empezó a decir, y se aclaró la garganta— todos tuyos, ¿verdad?

—Sí, los tres son míos —contestó Carrie, y sonrió al ver su expresión—. Dylan, Emily y Franklin. Mañana cumplen dieciocho meses.

—¿También ellos son trillizos?

—Los nacimientos múltiples son bastante frecuentes en nuestra familia —le explicó Ben divertido—. Desde mi abuela, todas las mujeres de la familia han tenido mellizos o trillizos. Es algo genético. Comprenderás que me alegro de ser un hombre.

—Mellizos y trillizos —exclamó Luke, y se alejó de ellos como si tuvieran una enfermedad infecciosa.

Tyler descubrió sorprendido que no sentía la misma aversión que Luke.

—Es fascinante —dijo, dirigiéndose directamente a Alexa—. ¿Tenéis alguna documentación sobre el tema?

—Claro. Nuestra familia ha sido el tema de dos estudios universitarios diferentes —se jactó Ben—. ¿Te has fijado en nuestros nombres? Alexa, Ben y Carrie… A, B, y C. Ése es nuestro orden de nacimiento. Cuando nacieron los bebés de Carrie, pensó seguir el mismo orden, pero yo la convencí para que utilizara las letras D, E y F en los nombres.

—Y en un momento de debilidad, se me ocurrió hacerle caso —contestó Carry secamente.

—Debió ser por la falta de oxígeno y la pérdida de sangre después de haber dado a luz trillizos —sugirió Alexa.

—Dios mío —se lamentó Luke. Dio media vuelta y se dirigió hacia la casa sin mirar atrás.

Tyler se encogió de hombros.

—Supongo que el tema del nacimiento de los niños le ha puesto nervioso —sorprendentemente, él no sentía ninguna necesidad de alejarse de allí. Al contrario, le apetecía quedarse donde estaba, cerca de Carrie.

—Todavía no te hemos presentado a Alexa —comentó Ben—. Alexa, éste es Tyler Tremaine —pronunciaba su nombre casi de forma reverencial.

—Es un placer conocerte —comentó Tyler. Alexa era alta y delgada, y posiblemente tan atractiva como su hermana, pero a Tyler le interesaba tan poco como Ben. Era Carrie a la que quería mirar, la única con la que le apetecía hablar. Pero de pronto, se dio cuenta de que no debería intentar prolongar su visita.

—¿Metemos dentro a este circo ambulante? —sugirió Ben.

—¡No! —exclamaron Tyler y Carrie al mismo tiempo. Tyler se pasó la mano nervioso por el pelo. ¿Cómo diablos iba a explicar aquel exabrupto?—. Es sólo que —empezó a decir, pero se interrumpió de pronto. No podía permitir que entraran en la casa estando la fiesta en pleno apogeo. ¿Pero cómo podía explicárselo? Sorprendentemente, el rey de los negocios parecía haber perdido la lengua.

Carrie fue la primera en romper el silencio.

—No te preocupes, lo entiendo —en vez de sentirse ofendida, parecía divertida con lo ocurrido—. Estoy segura de que no tienes una casa a prueba de niños, y no quieres que éste comando ataque por sorpresa. Realmente, no podemos quedarnos. Sólo venimos a saludar y…

—Eres muy amable, Carrie, y yo soy un verdadero idiota —la interrumpió Tyler, sintiéndose como un torpe adolescente. En realidad era la primera vez que le ocurría, desde su más tierna infancia había superado todo tipo de situaciones embarazosas con el poderoso encanto de su sonrisa. Intentó hacer uso de ese poder, brindándole una sonrisa capaz de derretir el corazón más duro—. Ya ves, esto es una…

Pero no tuvo oportunidad de inventar ninguna excusa porque en ese momento, los trillizos, aburridos de tanta inactividad, emprendieron su propia aventura. Escaparon del vagoncito y salieron corriendo en distintas direcciones.

Alexa, Ben y Carrie se pusieron rápidamente en funcionamiento. Ben corrió detrás de Frankie, que se dirigía hacia la parte de atrás del jardín, Alexa siguió a Dylan, que corría hacia la puerta de la casa, y Carrie fue a por Emily que correteaba riendo hacia la calle.

Tyler siguió a Carrie, la adelantó rápidamente y atrapó a Emily antes de que saliera.

Emily fijó sus enormes ojos azules en él y al darse cuenta de que no conocía a su captor, adoptó una expresión recelosa y chapurreó:

—¡Abajo!

—No te voy a dar ninguna oportunidad —le contestó Tyler—. No pienso bajarte, monita.

Momita —repitió Emily, y exigió con más fuerza—: ¡Abajo! —Arqueó la espalda y empezó a retorcerse en los brazos de Tyler de tal manera que estuvo a punto de caérsele. Afortunadamente, consiguió controlarla.

—Déjamela a mí. —Carrie tomó a su hija en brazos. Estaba sonriendo de oreja a oreja. El pobre Tyler tenía un aspecto hilarante intentando hacer frente a las acrobacias de Emily—. Gracias por atraparla, has sido increíblemente rápido.

—Ella sí que es rápida. Bueno, en realidad los tres se mueven a la velocidad de la luz. ¿Cómo te las arreglas para controlarlos?

—Bueno, procuro no ir sola con ellos a ninguna parte. —Carrie soltó una carcajada—. No pienso intentarlo hasta que no tengan por lo menos tres años.

—Creo que yo esperaría a que cumplieran diez —contestó Tyler—. ¿Dónde están los otros dos? Ni siquiera los veo —se interrumpió bruscamente. Que no estuvieran a la vista sólo podía significar que uno se había metido en la casa y que el otro estaba por las proximidades de la piscina. Al pensar en ello, Tyler soltó un gemido de desmayo.

En ese momento, Alexa salió precipitadamente de la casa, cargando a Dylan con un brazo y tapándole los ojos con la otra mano.

—¡Me he asegurado de que el niño no viera nada! —dijo casi sin aliento—. ¡Pero yo lo he visto todo! Carrie, te vas a ir de este barrio lo antes posible, porque si éstos son tus vecinos…

—La gente que estaba dentro no vive en el barrio —la cortó Tyler. Recordaba vagamente que el propósito de invitar a Carrie a aquella fiesta era precisamente impresionarla para impulsarla a vender la casa. ¿Pero entonces por qué lo molestaba que pusieran en duda el prestigio del vecindario?—. Ninguno de los vecinos ha aparecido por aquí, excepto vosotros.

—¡Ya lo tengo! —gritó Ben. Se volvieron hacia él y lo vieron correteando alrededor de la casa, llevando a Franklin como un saco, agarrándolo con firmeza con una mano y tapándole los ojos con la otra. No apartó la mano hasta que alcanzó al grupo—. Franklin no ha visto nada, Carrie, te lo juro.

Sin soltar a su hija, Carrie se volvió hacia Tyler.

—¿Por qué nos has invitado a esta fiesta? —le preguntó tranquilamente.

Tyler sintió que una oleada de calor le subía desde el cuello hasta la cara. Su fría calma lo ponía más nervioso que cualquier enfado o acusación que pudiera haberle arrojado. Sus ojos le parecían insondables, su expresión, indescifrable.

Y eso lo molestaba mucho más, porque siempre había sido un experto en analizar las reacciones y la expresión de la gente. Era uno de sus mayores talentos y lo usaba con éxito en el implacable mundo de los negocios.

Y también empleaba sus armas en las situaciones personales. En aquel momento, por ejemplo, le bastaba mirar a Alexa para saber que estaba impresionada y saber lo que debía decirle; también le resultaba fácil analizar la expresión de Ben, que estaba más bien intrigado, lo que requeriría otro tipo de respuesta.

Pero no podía averiguar lo que pensaba Carrie Wilcox. Ni su rostro, ni sus ojos ni su cuerpo le decían nada. No sabía si estaba sorprendida, enfadada o herida; o si en el fondo se estaba riendo secretamente de él. Lo tenía completamente desconcertado.

¿Qué demonios le estaba pasando? ¡Había sido derrotado por aquella mujer!

—De todas formas no importa. Nos vamos —dijo Carrie sin perder la calma. El hecho de que Tyler no hubiera contestado su pregunta no parecía importarle. Permanecía con la misma expresión insondable, mostrándose como algo inalcanzable.

Y eso, descubrió Tyler de repente, era lo que lo confundía. Ni sus palabras ni todos sus encantos podían hacer nada contra la firme mirada de Carrie.

La joven metió a Emily en el vagoncito y Alexa y Ben hicieron lo mismo con sus hermanos. Tyler observó a Carrie alejarse por el camino de entrada de la casa tirando del carrito.

—Debería estar avergonzado, señor Tremaine —le dijo Alexa indignada—. Me importa un comino lo que haga usted con sus amigos, pero invitar a mi hermana y a los niños a esta fiesta ha sido una inconsciencia.

Su impresión inicial se había transformado en enfado. Tyler lo percibió claramente. Si tuviera algún interés, sabría cómo tranquilizarla, pero la verdad era que no lo tenía.

—Tienes que entender Tyler que mis hermanas no están acostumbradas a este tipo de cosas —intercedió Ben.

—¿Y tú sí? —le preguntó Tyler secamente. En su interior, Ben se estaba debatiendo entre la posibilidad de marcharse con su familia o quedarse en la fiesta. Tyler lo advirtió inmediatamente.

—Bueno, yo he vivido por todo el mundo —se vanaglorió Ben—. Nuestro padre es oficial del ejército del aire. Actualmente él y mi madre están viviendo en Alemania. También hemos vivido en Turquía, en Inglaterra… —añadió con orgullo.

—¿Y debo suponer que tus hermanas han tenido una educación tan cosmopolita como la tuya?

—Bueno, sí. Pero ellas no han adquirido tantas experiencias como yo —contestó Ben, rápidamente—. Las chicas son más recatadas. Bueno, al menos en nuestra familia —miró hacia la parte trasera de la casa, donde estaba la piscina.

Tyler se imaginó rápidamente lo que habría visto allí, y la idea de que un niño hubiera podido presenciar lo mismo lo mortificaba.

—Benjamín Shaw, ¿vienes conmigo? —le gritó Alexa. Por su tono de voz, estaba insinuando que sería mejor que la siguiera.

Ben suspiró.

—Supongo que será mejor que me vaya a ayudar a mis hermanas. Gracias por invitarme a la fiesta, Tyler.

—Lo dices como si realmente lo pensaras.

—¡Y lo pienso! Me gustaría… bueno… ampliar mi vida social. Pero éste no es lugar para mis hermanas —añadió inmediatamente.

—Bueno, si quieres puedes volver a la fiesta y ampliar tu vida social después de ayudar a tus hermanas con los trillizos —dijo Tyler, y empezó a caminar hacia el garaje en el que guardaba sus coches.

—¿Te vas? —le gritó Ben confundido—. ¿Vas a marcharte de tu propia fiesta?

—Mi vida social ya es suficientemente amplia —replicó Tyler.

Llegó hasta el garaje y se metió en un Mustang del 64. Cuando salió de la casa, vio a Carrie y a los niños, ya en su propio jardín. Los estuvo observando por el espejo retrovisor hasta que dobló la esquina.