EDICIONES Y TRADUCCIONES DE

LOS MABINOGI

Desde principios del siglo hasta nuestros días, estudiosos ingleses y franceses en especial se han preocupado de ofrecer ediciones y traducciones de estos cuentos, haciendo posibles los numerosos estudios y análisis que se han dedicado a ellos. La primera traducción completa de los Mabinogi corrió a cargo de Lady Charlotte Guest, que la publicó en el año 1838, junto con el texto original basado en el manuscrito del Libro Rojo de Hergest48. Aun cuando se hayan observado muchas inexactitudes en la transcripción del texto que no fue precedido de un trabajo crítico preparatorio y varias lagunas voluntarias en la traducción, pues Lady Guest entendió los mabinogi como «cuentos infantiles» que no debían presentar pasajes escabrosos, no hay duda de que esta primera publicación fomentó el estudio de estos cuentos celtas. A partir de entonces se han venido realizando excelentes ediciones y hasta el momento los traductores no han dejado de consultar la obra de Lady Guest.

Ediciones

J. Rhys y J. G. Evans ofrecieron en el año 1887 una edición diplomática de los Mabinogi, extraída del manuscrito denominado Libro Rojo de Hergest (llyfr coch Hergest) y que actualmente se encuentra en la Bodleian Library de Oxford49. El Libro Rojo es un auténtico corpus de la literatura galesa y consta de 362 folios. El manuscrito está fechado entre 1375 y 1425. Algunos años más tarde, J. G. Evans realizó otra edición del manuscrito denominado Libro Blanco de Rhydderch (llyfr gwyn Rhydderch), actualmente en la National Library of Wales, fechado entre los años 1300-25. Según J. G. Evans, el Libro blanco fue utilizado posíblemente por el copista del Libro rojo, pues en el relato de Kulhwch y Olwen llenó una laguna originalmente en blanco en la columna 467 y 468 del manuscrito de Rhydderch. La edición de Evans posee un extraordinario interés, pues algunas páginas del mabinogi de Branwen (pp. 279-280) están extraídas de un manuscrito muy anterior, fechado en el año 1235. Asimismo, Evans introdujo otros fragmentos del manuscrito Peniarth50 .

47 Cf. J. Loth, cit., t. I, pp. 20-21 48 Ch. Guest, The Mabinogion from the llyfr Coch o Hergest and other welsch manuscripts with an english translation and notes, 3 vols., London, 1849 49 J. Rhys y J. G. Evans The Text of the Mabinogion and other Welsb Tales trom the Red Book of Hergest, Chdord, 1887 50 J. G. Evans, cit., p. VIII En 1930, Ifor Williams publicó una edición de las cuatro ramas de los mabinogi (Pedeir Keinc y Mabinogi), que sirvió de base para otras ediciones posteriores51. Las más recientes suelen ofrecer un solo cuento, pero el texto intenta recoger todas las posibles variantes. Así, en 1957,

R. L. Thomson realizó una edición de la primera rama de los Mabinogi según el Libro blanco de Rhydderch, pero introduciendo de modo sistemático todas las variantes del Libro rojo de Hergest52. En 1968 este mismo autor publicó la primera edición crítica completa de Owein o La dama de la fuente, acompañando el texto inglés de numerosas notas y de un extenso vocabulario53. La publicación corrió a cargo del Dublin Institute for advanced Studies, que también nos ofreció una edición de Branwen hija de Llyr debida a D. S. Thomson. Este autor presenta el texto del cuento a partir del Libro blanco de Rhydderch con variantes del Libro rojo de Hergest y del Peniarth54 .

Traducciones

Pocos años después de la traducción de Lady Guest, A. Schultz (San Marte) tradujo al alemán algunos cuentos de los mabinogi55; sin embargo, el conocimiento y la difusión de estos relatos se debió, sin duda, a la excelente traducción realizada por J. Loth. Basándose en la edición del Libro rojo, Loth llevó a cabo la primera traducción al francés de los once relatos, acompañándola de numerosas notas a pie de página y de notas críticas donde justificaba sus interpretaciones de distintos conceptos y expresiones, y las comparaba con los que había ofrecido Lady Guest. Son muy numerosas las discrepancias entre la traducción de Lady Guest y la de Loth, aunque a pesar de todo el propio Loth reconoce la gran utilidad de la obra de esta autora inglesa. En su libro, Loth incluyó un apéndice con las tríadas extraídas del Libro Rojo, que habían sido ya publicadas por J. Rhys, de la Myvirian Archaeology of Wales, y del segundo volumen de Skene56 . Por su parte, Gwyn Jones y Thomas Jones realizaron otra cuidadosísima traducción de los Mabinogi al inglés. Estos autores se basaron de modo especial en el Libro blanco de Rhydderch, y al igual que Loth ofrecieron la traducción de los once relatos añadiendo notas críticas en las que constaban algunas variantes comprobadas en los demás manuscritos (Libro rojo y Peniarth 6, 7, 14, 16). Los Jones supieron conceder un estilo ágil a estos relatos, intentando respetar, en la medida de lo posible, el original galés57 .

Recientemente ha aparecido en Los Angeles (California) una traducción de los Mabinogi y otros cuentos galeses realizada por P. K. Ford. El autor no incluye en su traducción «El sueño de Maxen Wledig» ni «El sueño de Rhonabwy», así como tampoco los tres relatos de posible origen francés. Según J. K. Bollard, Ford ha realizado una traducción cuidada, aunque en muchas ocasiones excesivamente literal, de modo que su inglés resulta casi incomprensibles58 .

51 I. Williams, cit 52 R. L. Thomson, Pwyll Pendeuic Dyuet, Dublin Inst. for Advanced Studies, 1957 53 R. L. Thomson, cit 54 D. S. Thomson, Branwen Uerch Lyr, Dublin Inst. for Advanced Studies, 1968 55 A. Schultz (San Marte), Die Arthur-Sage und die Marchen des Rotben Bucb von Hesgest, Quedlindburg und Leipzig, 1842 56 J. Loth, cit., p. II 57 G. y T. Jones, cit 58 P. K. Ford, ed. y trad., The «Mabinogi» and Other Medieval Welsh Tales, Berkeley, Los Angeles, London, Univ. of California Press, 1977

La presente traducción

La traducción de los Mabinogi que aquí presentamos se ha podido realizar gracias a las traducciones de J. Loth y G. y Th. Jones. Naturalmente, se han tenido en cuenta las ediciones existentes sobre los Mabinogi, en especial la de D. G. Rhys y G. Evans (The text of the Mabinogion and other Wersh rates from the Red Book of Hergest, 1887), la de G. Evans (The White Book Mabinogion, 1907) y las de R. L. Thomson (Owein, 1975) y D. S. Thomson (Branwen, 1976).

Las enormes dificultades que ofrece la lengua galesa se ponen de manifiesto cotejando las diversas traducciones que se han ofrecido a uno de los pasajes más bellos de los Mabinogi. Me refiero al cuento de Kulhwch y Olwen, cuando éste abandona la casa de su padre para dirigirse a la corte de su primo Arturo:

Mynet a oruc y mab ar orwyd penlluchlwyt pedwar gayaf gauylgygwng carngragen. A frwyn eur kymibiawc yny penn. Ac yftrodur eur anllawd y danaw. A deu par aryanhyeit Wueit yny law. Gleif penntirec yny law, kyuelin dogyn gwr yndy o drum hyt awch. Y gwaet yr ar y gwynt adygyrchei bydei kynt nor gwlithin kyntaf or konyn hyt y llawr pan uei uwyaf y gwlith mis meheuin. Cledíf eurdwrn ar y glun arac llauyn eur itaw. Ac hroys eurcrwydyr arnaó. A lliw luchet nef yndi. A llozing elifeint yndi. A deu uilgi uronwyn yon urchyon racdaw a gordtozch rudeur am uynwgy1 pob un o cnwch yfcwyd hyt yfkyuam yr hwn a uei or parth affeu auydei or parth deheu. Ar hwnn auei or parth deheu a uydei or parth affeu. Mal dwy mozwennaw1 yndarware yny gylch. Pedeir tywarchen a ladei pedwarcam y gorwyd mal pedeir gwennawl yn yr awyr uch y benn gweitheu uchtaw gveitheu iftaw. Llen borfor pedeir ael ymdanaw ac aual rudeur vrth pob ael iti. Canmu oed werth pob aual. Gwerth trychan mu o eur gwertuawr a oed yny archenat. Ae warthafleu sangnarwy o benn y glun hyt ymblayn y uys. Ny chwynei ulaen blewyn arnaw rac yfcawnhet tuth y gorwyd y danaw yn kyrchu porth llys arthur.

(Evans, WM, col. 454-455, pp. 227-228).

El pasaje fue traducido por J. Loth del siguiente modo:

Le jeune homme partit sur un coursier á la téte grispommelée, vieux de quatre hivers, aux cuisses puissamment articulées, au sabot brillant comete un coquillage, une bride aux chalnons d'or articulés á la bouche, avec une selle d'or d'un grand prix. Il portait deux javelots d'argent bien aiguisés, un glaive recourbé, d'une bonne coudée jusqu'á la pointe, en prenant pour mesure le coude d'un homme de forte corpulence, capable d'atteindre le vent et de lui tirer du sang: il était plus prompt que la chute de la premiére goutte de rosée de la pointe du roseau sur le sol au moment oú elle est le plus abondante, au mois de juin. A sa hanche pendan une épée á poignee d'or, á lame d'or, á la Barde formée d'une croix émaillée d'or et de la couleur de l'éclair du ciel; son cor de guerre était d'ivoire. Devant lui s'ebattaient deux levriers su poitrail blanc, á la peau tachetée, portant chacun su cou un collier de rubis allant de la jointure de l'épaule á l'oreille. Celui de gauche passait á droite, celui de droite á gauche, jouant ainsi autour de lui comete deux hirondelles de mer. Les quatre sabots de son coursier faissaient voler quatre mottes de gazon, comme quatre hirondelles en l'air, par dessus sa téte, tantôt plus haut, tantôt plus has. Il avait autour de lui un manteau de pourpre á quatre angles, une pomme d'or á chaque extremité de la valeur de cent vaches chacune. Sur ces chausses et ses étriers, depuis le haut de la cuisse jusqu'au bout de son orteil, il y avait de l'or pour une valeur de trois cent vaches. Par un brin d'herbe ne pliait sous lui, si léger était le trot du coursier qui le portait á la cour d'Arthur

(Mab. I, pp. 191-193).

A su vez, los Jones tradujeron:

Off went the hoy on a steed with light-grey head, four winters old, with well-knit fork, shell-hoofed, and a gold tubular brde-bit in its mouth. And under him a precous gold saddle, and in his hand two whetted spears oí silver. A battle-axe in his hand, the forearm's lenght of a full grown man from ridge to edge. It would draw blood from the wind; it would be swifter than the swiftest dewdrop from the stalk to the ground, when the dew would be heaviest in the month oí June. A gold-hilted sword on his thigh, and the blade of it gold, and a gold-chased buckler upon him, with the hue of heaven's lightning therein, and an ivory boss therein. And two greyhounda, whitebreasted, brindled, in front of him, with a rnllar of red gold about the neck of either, from shoulder-swell to ear. The one that was on the left side would be on the right and the one that was on the right side would be on the left, like two seaswallows sporting around him. Four clods the four hoofs of his steed would cut, like four swallows in the sir over his head, now before him, now behind him. A four-comered mantle of purple upon him, and an apple of red gold in each of its corners; a hundred kine was the worth of each apple. The worth of three hundred kine in precious gold was there in his foot gear and: his stirrups, from the top of his thigh to the tip Oí liis toe. Never a. hairtip stirred upon him, so exceeding light his stedd's canter under him on his way to the gate of Arthur's court

(Mab., p. 97).

En la presente traducción se puede leer:

El joven partió en un corcel de cabeza gris cenicienta de cuatro inviernos de edad, con los muslos poderosamente articulados, cascos brillantes como conchas y un freno tubular de oro en la boca. Montaba sobre una silla de oro de gran precio. Llevaba dos jabalinas de plata bien aguzadas, una lanza empendonada cuya longitud desde el asta hasta el extremo de la punta de hierro era de un codo, tomando por medida el codo de un hombre corpulento. Le habría sacado sangre al viento: era más veloz que la más veloz gota de rocío cayendo de la punta de la caña al suelo cuando más intenso es el rocío en el mes de junio. De su cintura colgaba una espada con empuñadura de oro y hoja de oro y se cubría con un escudo labrado en oro del color del relámpago del cielo, con brocal de marfil. Delante de él retozaban dos lebreles de pecho blanco y piel moteada, llevando cada uno en el cuello un collar de oro rojo desde la coyuntura de la espalda hasta las orejas. El de la izquierda pasaba a la derecha y el de la derecha a la izquierda, jugueteando así alrededor de él como golondrinas de mar. Los cuatro cascos de su corcel iban segando cuatro terrones de hierba, como cuatro golondrinas en el aire por encima de su cabeza, ora delante de él, ora detrás. Encima llevaba una capa púrpura cuadrangular; con cuatro manzanas de oro rojo en cada uno de sus ángulos por valor de cien vacas cada una. En las calzas, estribos y la espada noruega que colgaba de lo alto del muslo hasta la punta del pie, había precioso oro por valor de trescientas vacas. Ni un ápice de su pelo se le agitaba, tan ligero era el galope del corcel en su camino hasta la puerta de la corte de Arturo.

Si bien en líneas, generales las tres traducciones se asemejan bastante, hay que señalar que se han concedido interpretaciones distintas a muchos conceptos:

1. frwyn eur kymibiwc = une bride aux chanons d'or / a gold tubular bridle-bit / freno tubular de oro.

2. a deu par aryanhyeit lliueit yny law. Gleif penntirec = deux javelots / deu par)… glaive recourbé (gleif) / two spears, battle-axe / dos jabalinas, lanza empendonada, según la teoría acerca de la expresión gleif penntirec que ofrece M. Watkin.

3. o drum hyt awch: Loth no traduce drum, los Jones: from ridge to edge / desde el asta hasta el extremo de la punta de hierro, según los convincentes análisis que ofrece M. Watkin de estos términos.

4. Basándose en el Libro rojo y siguiendo a Lady Guest, Loth traduce a chroes (WM, ac ays) eurcrwydyr arnaw, a la garde f ormée d'une croix émaillé d'or; los Jones, basándose en el WM, entienden que ac ays se refiere a las planchas del escudo: a goldchased buckler upon him / escudo labrado en oro.

5. En lugar de lloring, Loth lee en el Libro rojo, llugorn, que traduce por cuerno. Por el contrario, lloring parece hacer referencia, según los Jones, al brocal del escudo.

6. Ni los Jones ni Loth traducen el concepto sangnarwy que, según M. Watkins, significa «espada noruega».

Todas las traducciones de estos conceptos que no corresponden a las interpretaciones de Loth

o de los Jones, se encuentran justificadas en las notas a este relato. Hemos discrepado con estos traductores en otros conceptos, por ejemplo, en el de aureu, que tanto Loth como los Jones traducen por armadura (armour, armure). En distintas ocasiones hemos intentado demostrar en las notas que tal concepto no puede hacer referencia a una protección corporal realizada a base de piezas de metal rígido (a tal tipo de protección se refiere de modo preciso el concepto armadura), sino al conjunto de armas defensivas, por lo que lo hemos traducido por el concepto genérico de armas.

En esta traducción se ha procurado mantener el estilo característico de estos cuentos galeses, que consiste de modo especial en el constante uso del pleonasmo. Así, por ejemplo, en el mabinogi de «Pwyll» se lee varias veces: am pzyt inheu am gosged (WM ansawd) arnat ti (RB 3, WM, 4), tendrás mi figura y mi aspecto. El estilo pleonástico aparece frecuentemente a lo largo de todos los mabinogion, así como la constante repetición de la conjunción ac / ar (y), que se ha procurado mantener siempre que ha resultado posible.

En lo que respecta a la transcripción de los nombres propios hemos seguido las normas establecidas por J. Loth, quien, según sus propias palabras, asumió un compromiso entre la ortografía de los Mabinogi y la moderna. Así la aspirante dental sonora (aproximadamente la th inglesa) se expresa en los Mabinogi por una d que Loth sustituye por una dd moderna para no confundirla con la d. Asimismo adoptó comúnmente la v para la f = v que aparecen al final de las palabras en los Mabinogi. Los demás signos ortográficos pertenecen al galés moderno59 . Por lo general, Loth no ha traducido en el texto aquellos nombres que poseen significado, dando a lo sumo una idea aproximativa de su sentido en las notas. Por el

59 J. Loth, cit., I, P. 25 contrario, los Jones han traducido los nombres galeses con significado en el texto. Por nuestra parte, hemos preferido mantener el nombre en galés añadiendo entre paréntesis las traducciones a los nombres que ofrecen los Jones.

Los once relatos han sido divididos en tres partes distintas. En una primera parte hemos incluido las cuatro ramas de los Mabinogi; en una segunda parte, los cuatro relatos de tradición galesa, para diferenciarlos en una tercera parte de los otros tres relatos de posible tradición francesa. Los once relatos siguen en esta traducción el orden que suelen seguir en otras traducciones, como la de J. Loth o los Jones, pero debe advertirse que en los manuscritos aparecen según otra ordenación. Por ejemplo, en el Libro rojo de Hergest, «Kulhwch y Olwen» aparece después que el «Gereint».

Las notas a pie de página poseen tres funciones principales: justificar algunas traducciones, ofrecer la mayor información posible acerca de los distintos personajes que aparecen en los cuentos y situar los lugares geográficos ofreciendo, cuando es posible, su nombre actual. Las Tríadas ofrecen un material inapreciable para reconocer a los personajes y siguiendo la afirmación de J. Loth, según la cual éstas constituyen el comentario natural de los Mabinogi, nos hemos permitido utilizarlas como la fuente primordial para el reconocimiento de los personajes, así como para desvelar el sentido de algunos sucesos60 .

60 J. Loth, cit., I, p. 22

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PARTE PRIMERA

Pwyll, Principe De Dyvet

Pwyll61, príncipe de Dyvet62 era señor de los siete cantrefs63 de Dyvet. Un día se encontraba en Arberth64, su corte principal, sintió deseos de ir de caza y fue Glynn Cuch65 el dominio que eligió para cazar. Aquella misma noche partió de Arberth y llegó a Llwyn Diarwya66, donde pasó la noche. Al día siguiente se levantó en la juventud del día67 y llegó a Glynn Cuch para soltar a sus perros en el bosque. Tocó el cuerno, empezó la caza con gran tumulto, se lanzó tras los perros y muy pronto perdió a sus compañeros. Prestando oídos a los ladridos de sus perros, oyó los de otra jauría; pero sus ladridos no eran los mismos y aquella jauría avanzaba al encuentro de la suya. Y pudo ver un claro en el bosque, y cuando su jauría apareció por el lindero del dato, vio un ciervo que huía perseguido por la otra jauría. Llegó al centro del dato cuando la jauría que lo perseguía, lo alcanzó y derribó. Pwyll contemplaba el color de aquellos perros sin acordarse más del ciervo, y de todos los perros que había visto en el mundo, jamás había visto perros de aquel color. Eran de color blanco reluciente y lustroso, y sus orejas eran rojas; y como resplandecía la extraordinaria blancura de los perros, así también resplandecía el extraordinario rojo de sus orejas. Pwyll avanzó hacia los perros, ahuyentó a la jauría que había matado al ciervo y azuzó a sus perros a la encarna. En aquel momento vio venir detrás de la jauría a un caballero montado en un gran caballo gris acero que llevaba una vestimenta de caza de lana gris y un cuerno de caza en torno al cuello.

El caballero se adelantó hacia él y le habló así:

–Príncipe, sé quién eres y no te saludaré.

61 En las Tríadas del Libro roio (Loth, Mab. t. II) Pwyll aparece como el padre de Pryderi, uno de los tres grandes porquerizos de la isla de Bretaña (p. 247) (ver la cuarta rama de los Mabinogi, «Math, hijo de Mathonwy») 62 El nombre de byvet procede del pueblo bretón de los demetae que ocupó el sur del País de Gales en la época de las invasiones romanas. Comprende los actuales condados de Carmarthen, Pembroke y Cardigea 63 El concepto galés cantref /v/ supone una limitación territorial y un tipo de organización similar al pagus de la Galia o al tuath irlandés. Literalmente significa cien comunidades (trefs)

a. o cien unidades de explotación y cultivo (H. Hubert, Los celtas desde la época de La Tene, p. 191) 64 Situada en el sudeste del condado de Pembroke 65 El Cuch es un río que atraviesa los condados de Pembroke y de Carmarthen y desemboca en el Teivi entre Cenarth y Llechryd. Glynn hace referencia a un valle boscoso (Loth, Mab., t. I,

b. 29) 66 Lluryn significa matorral (Loth, Mab., t. I, p. 29) 67 Expresión típicamente galesa que según Loth (Mab., t. I, p. 29) corresponde posiblemente a la hora prima de los romans franceses de la Tabla Redonda

–Posiblemente posees un rango que te dispensa hacerlo -respondió Pwyll. – Con toda seguridad no es la eminencia de mi rango lo que me lo impide. – Entonces, ¿qué es, señor? – Por Dios y por mí, tu ignorancia y carencia de cortesía68 -¿Qué descortesía has notado en mí, señor? – Jamás había visto a nadie cometer una mayor, cual es la de ahuyentar a una jauría que ha

matado un ciervo y azuzar a la suya para la encarna. Eso es descortesía y, a pesar de todo, no me tomaré venganza; por mí y por Dios, te causaré deshonor por el valor de más de cien ciervos.

–Si te he perjudicado, me ganaré tu amistad. – ¿De qué modo? – Según tu rango, pero no sé quién eres. – Yo he sido coronado rey en mi país de origen. – ¡Señor, seas bienvenido! ¿Y de qué país eres? – De Annwvyn69; soy Arawn70, rey de Annwvyn. – ¿De qué modo, señor, conquistaría tu amistad? – De éste: Hafgan, rey de Annwvyn, cuyos dominios se encuentran frente a los míos, me ha

declarado guerra continua71. Si me libras de esa calamidad, y tú podrás hacerlo fácilmente, conquistarás sin esfuerzo mi amistad.

–Lo haré con mucho gusto. Indícame cómo podré hacerlo. – Lo haré. Estableceremos un estrecho lazo de amístad72; te pondré en mi lugar en Annwvyn, y para dormir, te daré la mujer más bella que nunca hayas visto. Tendrás mi figura y mi

68 En realidad, annwybot (=ignorancia) (RB, 2; WM, 2) significa también falta de cortesía 69 Annwvyn o Annwn o Annwvn significa abismo o mundo inferior, por lo que tradicionalmente se ha considerado como el «Otro Mundo» o «Región de los Infiernos». En el relato, Pwyll se convierte en «señor de Annwvyn», lo que ha permitido interpretar a este personaje como un dios. Si se tiene en cuenta que su nombre significa «sabiduría», se justificaría la calificación de Pwyll como Dios de la Sabiduría del Otro Mundo (P. Mac Cana, Celtic Mithology, PP. 80-81). 70 El personaje figura en la batalla mitológica de Cat Goddeu (Loth, Mab., t. I, p. 31) 71 ryuelu (=declarar guerra continua) (RB, 2, WM, 3). Según M. Watkin, La civilisation française dans les Mabinogion, p. 183, el sustantivo ryuel, ryvel así como el verbo ryuelu o ryvelu parecen proceder del francés antiguo revel (=rebelión, revuelta) que entre los galos significaba guerrear, hacer la guerra aspecto73, de tal modo que no habrá criado de cámara, ni oficial, ni nadie de entre los que han estado conmigo que dude de que tú no seas yo mismo; así será desde mañana hasta el final de este año. Entonces nos volveremos a encontrar en este mismo lugar.

–Bien -respondió Pwyll-, pero después de haber pasado un año allí, ¿cómo deberé buscar y podré encontrar al hombre que tú dices?

–El encuentro entre él y yo está fijado esta misma noche dentro de un año en el vado. Y tú estarás allí con mi apariencia; y le darás un solo golpe y no sobrevivirá, y te pedirá un segundo golpe, pero no se lo des por mucho que te suplique. Yo, en, cambio, por más que-le he golpeado, no conseguí nada, porque al día siguiente combatía conmigo mejor que la vez anterior.

–Bien -dijo Pwyll-, pero ¿qué haré con mis tierras?

–Ya me ocuparé -respondió Arawn-de que en tus tierras no haya hombre o mujer que pueda sospechar que soy yo quien ha tomado tus rasgos-, ocuparé tu lugar.

–Conmucho gusto, ahora me marcho -dijo Pwyll.

–No habrá obstáculos en tu camino y nada te impedirá Regar a mis tierras: yo seré tu guía.

Acompañó a Pwyll hasta la corte y las casas.

–Pongo en tus manos mi corte y mis dominios -dijo-. Entra, no habrá nadie que vacile en reconocerte y a medida que veas el servicio de allí dentro, aprenderás las maneras de la corte.

Pwyll entró en la corte. Vio allí dormitorios y salas y habitaciones con las decoraciones más bellas que se hubieran podido ver en una casa. Y entró en la sala para quitarse las botas74. En seguida acudieron escuderos y criados de cámara a quitárselas y todos cuantos llegaban le saludaban. Dos caballeros le libraron del: traje de caza y le ataviaron con ropas de brocado75 de oro y dispusieron la sala. Vio entrar allí a la familia, al sequito y a la tropa más hermosa y mejor equipada que jamás se hubiera podido ver y, con ellos, a la reina, la mujer más bella del mundo, vestida con un traje de resplandeciente brocado de oro; en seguida fueron a lavarse, se acercaron a las mesas y se sentaron del siguiente modo: la reina a un lado de Pwyll, y el conde, según creía él, al otro lado. Comenzó a conversar con la reina y por su conversación estimó que era la mujer más prudente, con un carácter y forma de hablar más nobles que jamás hubiera visto. Y el tiempo transcurrió entre manjares, bebida, música y jolgorio.

72 Según Loth, Mab., t. I, p. 31, la expresión equivale al concepto francés compagnonnage 73 am pryt inheu am gosged (WM ansawd) arnat ti (RB 3; WM 4). El mismo pleonasmo se repite varias veces a lo largo de esta historia 74 He preferido traducir el concepto diarchenu en su sentido propio (=descalzarse, quitarse las botas) tal como entienden G. y Th. Jones, The Mabinogion, p. 5 y no como lo vierte J. Loth, Mab., t. I, p. 33 (=desarmar), al considerarlo expresión equivalente al désarmer de los romans de caballería (ver sus notas críticas, p. 316) 75 En galés ball o pali (RB, 4). Según M. Watkin, La civilisation française dans les Mabinogion, p. 87, el término deriva del francés antiguo pali o palie (=rica tela de brocado de seda).

Realmente, de todas las cortes que había visto en la tierra, aquélla era la mejor provista de alimentos, bebidas, vajilla de oro y joyas reales.

Llegó el momento de dormir y la reina y él se fueron a acostar. Cuando estuvieron en la cama, le dio la espalda y permaneció con el rostro fijo en el borde de la cama, sin decirle ni palabra hasta la mañana. Al día siguiente mantuvieron una amable y afectuosa conversación. Pero fuese cual fuese su afecto durante e día, ni una sola noche hasta al cabo del año se comportó de modo distinto a la primera. Pasó el año en cacerías, cantos, festines, relaciones cordiales y conversaciones con sus compañeros, hasta la noche fijada para el encuentro. No hubo ni un solo hombre, incluso en los parajes más alejados del reino, que no recordara aquel encuentro. Y se dirigió hacia allí con los nobles de sus tierras.

Cuando llegó al vado, un caballero se levantó y habló así:

–Nobles, escuchadme bien, este duelo es sólo entre dos reyes y entre sus dos cuerpos solamente. Ambos se reclaman tierra y dominios. Vosotros podéis permanecer aquí tranquilamente, si permitís que ellos dos libren la batalla.

En seguida, los dos reyes se acercan hasta el centro del vado. En el primer ataque, el hombre que ocupaba el lugar de Arawn, alcanza a Hafgan en medio del brocal76 del escudo de tal forma que lo partió en dos, y rompió todas las armas77 y Hafgan cayó al suelo, cuan largo era su brazo y su lanza, por encima de las grupas del caballo, mortalmente herido.

–Ay, señor -exclamó Hafgan-, ¿qué derecho tienes para matarme? Nada te reclamaba; que yo sepa, no hay motivo para darme muerte. En nombre de Dios, ya que has comenzado mi muerte, llévala a cabo.

–Señor -respondió él-, podría arrepentirme de lo que te hiciera; busca a quien te mate por mí, yo no lo pienso hacer.

–Mis nobles fieles -dijo Hafgan-, sacadme de aquí. Mi muerte ha sido consumada. No estoy en situación de asegurar por más tiempo vuestra suerte.

76 bogel (=brocal) (WM 7; RB 5). Del latín buccula derivan los conceptos franceses bacle, bucle, boucle, bougle, bloge; que en galés dieron lugar al término bogel, según M. Watkin, La civilisation française, p. 162. El concepto hace referencia a la parte central de los escudos en forma de almendra característicos de los siglos XI y XII y, realizado por lo general en hierro o acero, servía como refuerzo a este arma defensiva. Tal pieza desapareció hacia 1200 con la implantación definitiva del escudo triangular, cf. H. Nickel, Der mittelalterlicbe Reiterschild des Abendlandes, Berlín, 1958, pp. 26-40 77 arueu (RB 5) (=armas). J. Loth y los Jones traducen este concepto por armadura (armure, t. 1, p. 34; y armour, p. 6). La armadura hace referencia a una protección corporal realizada con piezas de metal rígido que apareció en Europa hacia mediados del siglo XIV, relegando a un segundo plano la cota de mallas, cf. C. Blair, European armour circa 1066 to circa 1700, London, 1958, p. 53. No creo que el concepto arueu galés haga referencia a tal tipo de protección corporal, sino que por el contrario debe indicar el conjunto de las armas defensivas, lo que en castellano se denomina arnés, término que también puede referirse únicamente a la loriga o haubert francés, véase M. de Riquer, Las armas en el «Amadís de Gaula», t. LX, Cuad. CC=, Boletín de la Real Academia Española, 1980, p. 376 -Mis nobles -dijo el hombre que estaba en lugar de Arawn-, quiero que os informéis y enteréis de quiénes deben ser mis vasallos.

–Señor -respondieron los nobles-, todos los que están aquí deben serlo; en Annwvyn ya no hay más rey que tú.

–Bien, justo es acoger a aquellos que vengan sumisos; a los que no acudan humildemente que se les obligue a fuerza de espadas.

Y en seguida recibió homenaje de los vasallos y empezó a tomar posesión del país, y al día siguiente, hacia mediodía, los dos reinos estaban en su poder y en seguida partió hacía el lugar de la cita y llegó a Glynn Cuch.

Y cuando llegó, encontró a Arawn que le estaba esperando; ambos se recibieron con alegría.

–Dios te recompense -dijo Arawn-, sé que te has comportado como compañero. Cuando estés de vuelta en tu país, verás lo que he hecho por ti.

–Dios te recompense lo que hayas hecho por mí -respondió Pwyll.

Entonces Arawn devolvió su propia forma y semblanza a Pwyll, príncipe de Dyvet, y él recobró su propia forma y semblanza; luego regresó a su corte en Annwvyn y mucho se alegró al volver a ver a sus gentes y a sus parientes, a los que no había visto desde hacía mucho tiempo. En cambio ellos no habían notado su ausencia y su llegada no pareció esta vez más extraordinaria que de costumbre. Dedicó el día a la distracción y al reposo, conversando con su mujer y sus nobles. Cuando le pareció que había llegado el momento de dormir más que de beber, se fueron a acostar.

El rey se metió en la cama y su mujer fue a reunirse con 6. Lo primero que hizo fue hablar con su mujer y abandonarse con ella a los placeres del amor y la ternura. Ella no estaba habituada desde hacía un año y en eso fue en lo que pensó.

–Dios -dijo ella-, ¿qué le habrá ocurrido para que esta noche tenga sentimientos tan distintos a todas las otras noches desde hace un año?

Permaneció largo rato pensativa y después de aquella meditación él se despertó y le dirigió la palabra una primera vez, luego una segunda, después una tercera, pero no obtuvo respuesta alguna.

–¿Por qué no me respondes? – le preguntó.

–Te diré más de lo que te he dicho en este lugar desde hace un año -respondió ella.

–¿Cómo? – dijo él-. Hemos estado hablando de muchas cosas.

–Que caiga sobre mí la vergüenza, si hemos tenido deleite y conversación hasta el momento en que nos hemos encontrado entre los pliegues de estas sábanas, pues ni siquiera me has dirigido la mirada ni la palabra desde hizo un año ayer tarde, sin duda, debido a asuntos más importantes.

Entonces él también se puso pensativo.

–En verdad, Señor Dios -exclamó-, no hay amistad más sólida y más segura que la del compañero con el que me he encontrado.

Luego dijo a su mujer:

–Señora, no me vituperes. Por mí y por Dios, no he dormido contigo, ni he yacido junto a ti desde hizo un año ayer tarde.

Y le contó su aventura.

–Pongo a Dios por testigo -dijo ella-, debes haber encontrado a un auténtico amigo, para que se haya guardado de la tentación de la carne y te haya mantenido fidelidad.

–Señora, en eso pensaba justamente cuando me he quedado silencioso.

–Nada me sorprende -respondió ella.

Pwyll, príncipe de Dyvet, había llegado también a sus tierras y a su país y comenzó por preguntar a los nobles del país lo que opinaban de su gobierno durante aquel año, en comparación con otros años.

–Señor -respondieron-, jamás habías mostrado tan buen sentido, jamás habías sido tan cortés, jamás habías dispendiado con tanta generosidad tus bienes, ni jamás habías ejercido tu poder y justicia mejor que este año.

–Por mí y por Dios -exclamó-, es realmente justo que testimoniéis vuestro reconocimiento al hombre que habéis tenido a vuestro lado. Esta es la aventura que ha ocurrido.

Y Pwyll les contó la aventura desde el principio hasta el final.

–En verdad, señor -dijeron ellos-, debes dar gracias a Dios, por haberte procurado semejante amistad. Esperamos que no quieras derogar el gobierno que hemos tenido durante este año.

–No, por Dios y por mí, en tanto esté en mi poder -respondió Pwyll-, y a partir de aquel momento se aplicaron en consolidar su amistad y se enviaron caballos, perros de caza, halcones y todos los objetos preciosos que cada uno de ellos creía adecuado. para agradar al otro, y debido a su estancia en Annwvyn durante aquel año y a que había gobernado tan prósperamente y reunido en uno solo los dos reinos por su valor y proeza, el nombre de Dyvet cayó en desuso y en lo sucesivo se le llamó Pwyll, señor de Annwvyn.

Un día se encontraba en Arberth, su corte principal, en un festín preparado para él, y allí se encontraba una gran hueste de vasallos. Después de la primera comida, Pwyll se levantó, fue a pasear y se dirigió a la cima de una colina en un lugar más elevado que la corte y que era llamada Gorsedd Arberth.

–Señor -dijo alguien de la corte-, el privilegio de esta colina consiste en que todo noble que se siente en ella no se va sin haber recibido golpes y heridas o haber visto un prodigio.

–No temo los golpes ni las heridas en medio de semejante hueste -respondió-. En cuanto al

prodigio, no me disgustará verlo. Me voy a sentar en la colina. Se sentó en la colina y cuando estaban sentados vieron venir por el camino principal que partía de la colina a una mujer montada en un caballo blanco, grueso y grande; llevaba una vestimenta de resplandeciente brocado de oro. El caballo avanzaba a paso lento y acompasado, según creían los que lo estaban viendo, y llegó a la altura de la colina.

–Hombres -dijo Pwyll-, ¿hay alguien de entre vosotros que conozca a esta mujer a caballo? – Nadie, señor -respondieron ellos. – Que alguien vaya a su encuentro, para saber quién es. Uno de ellos se levantó apresuradamente y fue a su encuentro; pero cuando llegó delante de

ella en el camino, ya había pasado de largo. La persiguió con la mayor rapidez posible, pero cuanta más prisa se daba, más se alejaba ella de él. Al ver que de nada le servía perseguirla, retornó junto a Pwyll y le dijo:

–Señor, a cualquier hombre del mundo le resultaría vano seguirla a pie. – Pues bien -respondió Pwyll-ve a la corte, coge el caballo más veloz que encuentres y parte en su persecución.

El criado fue a buscar el caballo y partió. Cuando llegó a una llanura hizo sentir las espuelas a su caballo; pero cuanto más le espoleaba, más lejos se encontraba ella de él y, no obstante, ella parecía mantener el mismo paso que al principio. En cambio, su caballo se debilitaba y cuando vio que disminuía velocidad, regresó junto a Pwyll.

–Señor -dijo-, a cualquiera le resultaría vano perseguir a esta dama. No conozco caballo más veloz que éste en todo el reino, y, sin embargo, no he podido perseguirla.

–Con toda seguridad -respondió Pwyll- debe haber aquí algo de magia. Regresemos a la corte. Llegaron a la corte y allí pasaron toda la jornada. Al día siguiente se levantaron y permanecieron allí hasta el momento de comer. Después de terminar la primera comida, Pwyll dijo

–Vamos a ir a lo alto de la colina, todos los que estuvimos allí ayer. Y tú -dijo a un criado-

trae el caballo más veloz que conozcas en el campo. El criado obedeció y se dirigieron a la colina con el caballo. Cuando estaban sentados, vieron a la mujer sobre el mismo caballo y con la misma vestimenta, que seguía el mismo camino.

–Ahí está la amazona de ayer -dijo Pwyll- Prepárate, criado, para saber quién es. – Lo haré con mucho gusto, señor -respondió.

El joven montó a caballo, pero antes de que estuviera bien sentado en la silla ella ya había pasado de largo, dejando entre ellos una cierta distancia. No parecía apresurarse más que el día anterior. Entonces el joven hizo trotar a su caballo y pensó que a pesar del holgado paso de su caballo, la alcanzaría. Pero no lo logró y lanzó su caballo a todo galope. Sin embargo, no por esto se acercó más a ella y cuanto más espoleaba su caballo más lejos se encontraba ella de él. No obstante, ella no parecía ir a un paso más rápido. Viendo que era vano perseguirla, regresó y volvió al lugar donde se encontraba Pwyll.

–Señor, el caballo no puede hacer más de lo que le has visto hacer -le dijo.

–Ya veo que nadie puede perseguirla -respondió Pwyll-. Por mí y por Dios, ella debe cumplir una misión para alguien en esta llanura, pero no se toma tiempo en exponerla. Regresemos ahora a la corte.

Llegaron a la corte y pasaron la noche, disfrutando a sus anchas de músicas y bebidas, de modo que todos estuvieron contentos.

Al día siguiente ocuparon su tiempo en distracciones hasta el momento de la comida. Al terminar la co:mida, Pwyll dijo:

–¿Dónde está la tropa con la que estuve ayer y antes de ayer en lo alto de la colina?

–Aquí estamos, señor -respondieron.

–Vamos a sentarnos allí. Y tú -dijo a su sirviente-ensilla bien mi caballo, condúcelo por el camino y lleva mis espuelas.

Así lo hizo el sirviente. Llegaron a la colina y se sentaron. Apenas hacía un momento que estaban allí, cuando vieron venir a la amazona por el mismo camino con la misma vestimenta, y avanzando al mis jao paso.

–Criado -dijo Pwyll- ya veo venir a la amazona; dame el caballo.

Pwyll montó, y tan pronto lo hubo montado, ella había pasado de largo. Volvió grupas y dejó que su caballo, brincando y caracoleando, fuera a su propia marcha. Y pensó que la alcanzaría en la segunda o tercera cabalgada. Pero no se encontró más cerca de ella antes. Lanzó el caballo al paso más veloz que pudo. Pero vio que era vano perseguirla. Entonces Pwyll exclamó:

–Doncella, por el amor del hombre a quien más ames, espérame.

–Con mucho gusto dijo ella-y más le habría valido al caballo, que eso me lo hubieras pedido hace ya tiempo.

La joven se detuvo, esperó y echó para atrás el velo que le cubría el rostro, fijó sus ojos en él y empezó a conversar.

–Princesa dijo Pwyll-, ¿de dónde vienes y por qué viajas?

–Por mis propios asuntos -respondió-, y me alegra verte.

–Seas bienvenida.

Y Pwyll pensó que el rostro de todas las doncellas o damas que había visto carecía de todo encanto comparado con su rostro.

–Princesa -añadió-, ¿querrás decirme algo acerca de tus asuntos?

–Sí, por mí y por Dios -respondió ella-, el asunto más importante era venir a verte.

–Ese es para mí el asunto más complaciente por el cual pudieras venir. ¿Me dirás quién eres?

–Te lo diré, señor -respondió-, soy Rhiannon78, hija de Eveidd Hen, y a pesar mío me quieren entregar a un hombre. No he querido nunca a nadie, y ello por amor a ti, y jamás querré a nadie a menos que tú me rechaces. He venido para oír tu respuesta a este respecto.

–Por mí y por Dios, ésta es: si me dieran a escoger entre todas las damas y las doncellas del mundo, te escogería a ti -dijo Pwyll.

–Si ésa es tu voluntad, fija una cita conmigo antes de que me entreguen a otro hombre -dijo Rhiannon.

–Lo más pronto posible -respondió Pwyll-, decide el lugar que tú quieras.

–Así sea, señor -dijo ella-; esta noche dentro de un año en la corte de Eveidd será preparado un festín a mi cuidado para esperar tu llegada.

–Con mucho gusto estaré allí ese. día -contestó Pwyll.

–Permanece en buena salud, señor, y recuerda tu promesa. Ahora me voy -respondió Rhiannon.

Se separaron y Pwyll regresó junto a su gente y su séquito. Después de algunas preguntas que le hicieron referentes a la joven, pasó a otros temas.

Permanecieron el año en Arberth hasta el momento fijado y se equipó, así como otros noventa y nueve caballeros, y fue a la corte de Eveidd Hen. Allí fue bien acogido. Había muchas gentes y alegría y grandes preparativos para su llegada y todo lo que había en la corte estaba a su disposición. Se preparó la sala y se sentaron a las mesas: Eveidd Hen se sentó a un lado de Pwyll y Rhíannon al otro; y después de ellos, cada uno según su rango.

Empezaron a comer, beber y conversar. Y después de comer, cuando empezaban a beber, vieron entrar a un joven alto de cabellos castaño-rojizos, aspecto regio, vestido con brocado de oro. Desde la entrada de la sala, dirigió su saludo a Pwyll y a sus compañeros.

–Dios te bendiga, amigo -dijo Pwyll-, ven a sentarte.

78 Se le atribuye un carácter divino (Rigantona= Grande, Divina, Reina), y se le ha identificado con Epona (diosa de los caballos) Y también con Modron (la Gran Madre), P. Mac Cana, Celtic Mythology, P. 83

–No -respondió él-, soy un solicitante y vengo a exponer mi solicitud.

–Con mucho gusto.

–Señor, mi solicitud tiene que ver contigo y he venido a hacerte una petición.

–Sea cual sea tu petición, si puedo te la concederé79 .

–¿Por qué das semejante respuesta? – dijo Rhiannon.

–Lo ha concedido, señora, en presencia de nobles -dijo el extranjero.

–¿Cuál es tu petición, amigo? – dijo Pwyll.

–Acostarme esta noche con la mujer que más amo y he venido para reclamártela, así como los regalos y los preparativos que hay aquí.

Pwyll permaneció silencioso, sin saber qué responder.

–Cállate tanto como quieras -exclamó Rhiannon-, jamás he visto a hombre hacer menos uso de su sentido que el que tú has hecho.

–Princesa -respondió-, no sabía quién era.

–Es el hombre al que me querían entregar contra mis deseos, Gwawl, hijo de Clut, hombre rico en huestes y dominios. Pero puesto que has hablado as¡, entrégame a él para evitarte el deshonor -dijo Rhiannon.

–Princesa, no sé qué tipo de respuesta es ésta; jamás podré hacer lo que dices -contestó Pwyll.

–Entrégame a él y haré que jamás me posea -le dijo ella.

–¿Y cómo podrás hacerlo? – preguntó Pwyll.

–Te daré un pequeño saco, guárdalo bien. Te reclamará el banquete, los regalos y todos los preparativos, pero nada de eso te concierne; yo misma lo distribuiré entre las tropas y mis parientes, y ésa será tu respuesta. En lo que a mí respecta, fijaré un plazo de un año a partir de esta noche para acostarme con él. Al cabo de un año, tú estarás con tu saco y tus noventa y nueve caballeros en el vergel de allá arriba. Cuando él esté en plena diversión y con la bebida, entrarás con ropas raídas y con el saco en la mano, y pedirás solamente que llene tu saco de alimentos. Aunque metiera todos los alimentos y bebidas que hay en los siete cantrefs, no dejaré que tu saco se llene. Cuando haya metido grandes cantidades, él te preguntará por qué tu saco no se llena jamás. Tú le responderás que no lo estará mientras un verdadero propietario de un gran dominio no se levante y pise la comida del saco con sus dos pies y diga: «Ya he metido suficiente.» Haré que vaya él y pise la comida del saco; una vez lo haya

79 Siguiendo las teorías de M. Mauss, H. Hubert, Los celtas desde la época de La Tene, pp. 185-186 considera este pasaje revelador del sistema de donaciones o potlatch, característico de ciertas sociedades

hecho, desenrollarás el saco hasta que lo tenga por encima de la cabeza y harás un nudo con las correas del saco. Lleva contigo un buen cuerno de caza alrededor del cuello y en cuanto él esté en el saco, tócalo y ésa será la señal convenida entre tú y tus caballeros. Cuando oigan el sonido de tu cuerno, deberán caer sobre la corte.

Gwawl dijo a Pwyll: -Ya es tiempo para que se me conceda una respuesta con respecto a mi petición. – De todo lo que me has pedido tendrás cuanto está en mi posesión -respondió. – Amigo -añadió Rhiannon-, el festín y todos los aprovisionamientos los dispuse para los

hombres de Dyvet, mis parientes y las tropas que están aquí. No permitiré que todo esto se dé a nadie. Esta noche dentro de un año, se encontrará preparado un festín para ti en esta sala, amigo mío, y será la noche en que te acostarás conmigo.

Gwawl regresó a sus tierras, Pwyll a Dyvet y allí pasaron el año hasta el momento fijado para

el festín en la corte de Eveidd Hen. Gwawl, hijo de Clut, acudió al festín preparado en su honor; llegó a la corte y allí fue bien recibido. Pwyll, jefe de Annwvyn, se dirigió al vergel con sus noventa y nueve caballeros, provisto de su saco tal y como Rhiannon le había pedido. En cuanto supo que habían acabado de comer y que empezaban a beber, se fue a la sala, y antes de haber traspasado la entrada, saludó a Gwawl y a sus compañeros, hombres y mujeres.

–Dios te bendiga -dijo Gwawl-, seas bienvenido en su nombre. – Señor -dijo él-, quiero hacerte una petición. – Sea bienvenida. Si me haces una petición razonable, te la concederé. – Es razonable, señor -respondió-, sólo pido por necesidad. Sólo quiero que llenes el pequeño

saco de comida que ves aquí. – Es ésta una petición bien modesta; te la concedo con gusto: traedle la comida -dijo. Un gran número de sirvientes se levantaron y comenzaron a llenar el saco, pero a pesar de

todo lo que metían, el saco no estaba más lleno que al principio. – Amigo -dijo Gwawl-, ¿jamás se llenará tu saco? – Por mí y por Dios, no lo estará jamás, a menos que un verdadero propietario de tierras,

dominios y vasallos no se levante y pise con sus pies la comida que hay en el saco y diga: «Ya se ha metido suficiente.» -Valeroso señor -dijo Rhiannon a Gwawl, hijo de Clut-, levántate en seguida. – Lo haré con mucho gusto -respondió.

Se levantó y metió sus pies en el saco. Pwyll desenrolló el saco de modo que cubrió a Gwawl hasta por encima de la cabeza y entonces lo cerró rápidamente, lo anudó con las correas y tocó el cuerno y las gentes de su casa invadieron la corte, apresaron a todos los que habían ido con Gwawl y los metieron en prisión, y Pwyll se quitó los harapos, las gruesas botas y todas aquellas ropas viejas. Y cada vez que entraba uno de su hueste daba un golpe en el saco y preguntaba: «¿Quién hay aquí dentro?» «Un tejón», respondían los otros. De este modo jugaron: cada uno de ellos daba un golpe en el saco, ya fuera con el pie, ya fuera con el garrote. Cuando entraban, todos preguntaban: «¿A qué estáis jugando?» «Al juego del tej6n», respondían. Y así fue como por vez primera se jugó al juego del tejón en el saco.

–Señor -dijo el hombre del saco a Pwyll-, si quisieras escucharme, éste no es tratamiento digno de mí, ser golpeado en un saco. – Señor -dijo también Eveidd Hen-, dice verdad. No es tratamiento digno de él.

–Bien -respondió Pwyll-, seguiré tu consejo. – Oye también mi consejo -dijo Rhiannon-. En tu situación, te corresponde satisfacer a los solicitantes y músicos. Deja que lo haga él en tu lugar y toma su palabra de que jamás se vengará, ni reclamará nada con respecto a esto, y eso será suficiente castigo.

–Consiento a ello con gusto -dijo el hombre del saco. – Aceptaré -dijo Pwyll-, si es el consejo de Eveidd y de Rhiannon. – Es nuestro consejo -respondieron ellos. – Acepto, pues. – Nosotros respondemos por él -dijo Eveidd-hasta que este hombre esté libre para responder

por si mismo. Le dejaron salir del saco y liberaron a sus nobles. – Pide ahora los gajes a Gwawl -dijo Eveídd a Pwyll-, conocemos todos los que podemos

aceptar de él. Eveidd enumeró los gajes. – Ahora -dijo Gwawl a Pwyll-, arregla tú mismo el convenio. – Me contento con lo que ha propuesto Rhiannon -respondió él. Aquel convenio fue confirmado por los gajes. – En verdad, señor, estoy molido y lleno de contusiones -dijo entonces Gwawl-. Necesito un

baño. Con tu permiso seguiré mi camino y dejaré a los nobles aquí en mi lugar para responder a todos los que acudan como solicitadores. – Lo permito con gusto -respondió Pwyll.

Gwawl regresó a sus tierras. Se preparó la sala para Pwyll, su gente y los de la corte. Luego todos se sentaron a la mesa y como se habían sentado la noche del año anterior, así se sentaron aquella noche. Comieron y bebieron, y llegó el momento de dormir, y Pwyll y Rhiannon se dirigieron a su habitación y la noche transcurrió entre placeres y deleites. Al día siguiente, en la juventud del día, Rhiannon dijo:

–Señor, levántate y empieza a satisfacer a los músicos; hoy no rehuses a nada que se te pida.

–Lo haré con gusto -dijo Pwyll-, hoy y los próximos días, mientras dure la fiesta.

Pwyll se levantó e hizo anunciar que invitaba a presentarse a solicitadores y músicos, indicándoles que se les satisfaría a cada uno de ellos según su voluntad Y deseos. Y así se hizo. Continuó la fiesta, y mientras duró, a nadie le fue denegado lo que había pedido. Cuando terminó, Pwyll dijo a Eveidd:

–Señor, con tu permiso, partiré para Dyvet mañana.

–Muy bien -respondió Eveidd-, que Dios allane el camino ante ti. Fija el plazo y el momento en que Rhiannon deba ir a reunirse contigo.

–Por mí y por Dios -respondió-, partiremos juntos de aquí.

–¿Es ése tu deseo, señor? – preguntó Eveidd.

–Sí, por mí y por Dios -contestó Pwyll.

Al día siguiente se pusieron en marcha hacia Dyvet, y llegaron a la corte de Arberth, donde había sido preparado un festín en su honor. Acudieron allí de todos los países y de todas las tierras, los hombres y mujeres más nobles. Rhiannon no dejó de regalar ni a un solo hombre ni a una sola mujer un presente notable, ya fuera un collar, un anillo o piedra preciosa.

Gobernaron el país de modo próspero aquel año y el siguiente. Al tercer año los hombres del país comenzaron a concebir sombríos pensamientos, al ver sin heredero al hombre que amaban como a su señor y hermano de leche80. Así le rogaron que acudiera junto a ellos, y la reunión tuvo lugar en Presseleu81, en Dyvet.

–Señor -le dijeron-, no sabemos si vivirás hasta tan viejo como ciertos hombres de este país, y tememos que no tengas heredero de la mujer con la que vives. Toma a otra mujer que te pueda dar un heredero. No vivirás eternamente y, aunque quisieras permanecer así, nosotros no lo permitiríamos.

80 La expresión hace referencia a la institución conocida por el concepto anglonormando de fosterage, según la cual los niños se confiaban a padres nodrizos adquiriendo así auténticas relaciones de parentesco en la familia donde se criaban, H. Hubert, Los celtas, P. 193. 81 Presselly, en la actualidad, y designa la cadena de colinas más elevada del condado de Pembroke -Todavía no ha transcurrido demasiado tiempo desde que vivimos juntos -respondió Pwyll-Pueden suceder aún muchas cosas. Aplacemos cualquier resolución hasta que pase un año. Dentro de un año nos volveremos a reunir y seguiré entonces vuestro consejo.

Fijaron el plazo. Antes de que se cumpliera el tiempo, nació un hijo de él, y nació en Arberth. La noche de su nacimiento enviaron mujeres para vigilar a la madre y al niño. Las mujeres se durmieron, al igual que Rhiannon, la madre del niño. Eran seis mujeres las que fueron a la habitación. Vigilaron buena parte de la noche, pero antes de medianoche, se durmieron y no se despertaron hasta el amanecer, y cuando se despertaron, sus miradas se dirigieron hacia el lugar donde habían colocado al niño; pero allí no había rastro de él.

–¡Ay! – exclamó una de ellas-, ¡el niño se ha perdido!

–¡Ay! – dijo otra-, débil venganza será quemarnos o matarnos a causa del niño.

–¿Existe en el mundo un consejo a seguir en esta situación? – exclamó otra.

–Sí -respondió una de ellas-, conozco un buen consejo.

–¿Cuál? – dijeron todas.

–Hay por aquí una perra de caza con sus cachorros. Matemos algunos de los cachorros, untemos con su sangre el rostro y las manos de Rhiannon y echemos los huesos delante de ella. juraremos que ella misma ha matado a su hijo, y la insistencia de nosotras seis pesará más que la palabra de ella sola.

Todas aceptaron el consejo.

Cuando Rhiannon se despertó, dijo:

–Mujeres, ¿dónde está mi hijo?

–Princesa, no nos preguntes por tu hijo; sólo somos heridas y contusiones después de nuestra lucha contra ti y en verdad que jamás habíamos visto tanta fuerza en una mujer. Nuestra lucha ha sido en vano, tú misma has despedazado a tu hijo. No nos lo reclames ahora.

–Desgraciadas -respondió ella-, por Dios Nuestro Señor que lo ve todo, no hagáis pesar sobre mí una falsa acusación. Dios, que todo lo sabe, sabe que es falso. Si tenéis miedo, pongo a Dios por testigo que os protegeré.

–Con toda seguridad -exclamaron-, por nadie en el mundo nos expondremos a ningún mal.

–Desgraciadas, ningún mal recibiréis por decir la verdad.

A pesar de todas las palabras bellas y tiernas que ella pudo decir, no obtuvo otra respuesta de las mujeres. En esto, Pwyll, jefe de Annwvyn, se levantó, así como toda su tropa y toda su casa. No le pudieron esconder la desgracia. La historia se expandió por todo el país y todos los nobles se enteraron; se reunieron y enviaron mensajeros a Pwyll para pedirle que se separara de su mujer, después de tan horrible asesinato. Pwyll les respondió de este modo:

–Me pedisteis que me separara de mi mujer por una sola razón y ésta era que no me daba heredero. Me dio heredero y no me separaré de ella. Si ha obrado mal, que haga penitencia.

Rhiannon hizo venir a doctores y sabios, y como le pareció más digno hacer penitencia que entrar en discusión con las mujeres, aceptó su penitencia. Y ésta fue la penitencia impuesta: permanecería durante siete años en la corte de Arberth, cada día se sentaría junto al montador de piedra que estaba a la entrada y contaría la historia al primero que llegara y pareciera ignorar la aventura, y se ofrecería a transportar sobre su espalda hasta la corte a huéspedes y extranjeros que se lo permitieran. Pero raramente sucedió que alguien consintiera en dejarse llevar por ella, y pasó así una parte del año.

En aquel tiempo, Teyrnon Twryv Vliant82 era señor de Gwent Iscoed83 y era el mejor hombre del mundo.

Tenía en su casa una yegua a la que ningún caballo o yegua de todo el reino superaba en hermosura. Todos los años, en la noche del primero de mayo84, paría, pero nadie sabía nunca nada del potro. Una noche Teyrnon dijo a su mujer:

–Mujer, somos muy descuidados: cada año tenemos un potro de nuestra yegua y no conservamos ninguno.

–¿Qué podemos hacer? – respondió ella.

–Esta noche es la de primero de mayo; que la venganza de Dios caiga sobre mí si no logro saber qué destino me quita de este modo mis potros.

Hizo entrar a la yegua en la casa, se puso sus armas y comenzó a montar guardia para la noche.

Al empezar la noche, la yegua parió un potro, grande y hermoso, que se enderezó en seguida sobre sus patas. Teyrnon se levantó y consideró las hermosas proporciones del caballo. Mientras estaba así ocupado, oyó un gran ruido y después del ruido vio a través de la ventana de la casa una gran garra que apresaba al potro por la crin. Teyrnon desenvainó su espada y cortó el brazo hasta el codo, de tal modo que aquella parte y el potro quedaron en el interior. En esto se oyó tumulto y ruido. Abrió la puerta y se lanzó en dirección del ruido. Nada pudo ver del tumulto, pues la noche era muy oscura. Se precipitó hacia allí, empezó una persecución y recordó que había dejado la puerta abierta y regresó, y en la misma puerta encontró a un niño fajado y envuelto en una capa de brocado. Lo levantó y el niño era fuerte

82 Deriva del antiguo Tigernos (señor, jefe de familia), P. Mac Cana, Celtic Mytbology, p. 83 83 Literalmente significa Gwent más bajo que el bosque. El Gwent, cuyo nombre procede de Venta Silurum, capital del pueblo bretón de los silures, es la parte sudeste del País de Gales y comprende el condado de Monmouth y una parte de los condados de Hereford y Gloucester. Gwent Is Coedd era uno de los tres cantrevs del Gwent 84 En la noche del primer día de mayo se celebraba una importante fiesta en Irlanda, dedicándose grandes fuegos a Beltenos, dios sol-que se asocia al Apolo griego. En el mabinogi de «Kulhwch Y Olwen» Arturo restablece la paz entre Gwynn y Gwythyr, haciéndoles luchar cada primero de mayo, lo que según Markale se encuentra estrechamente ligado al culto irlandés de Beltenos, J. Markale, Les celtes et la civilisation celtique, P. 53 y 260

para la edad que parecía tener. Cerró la puerta y se dirigió a la habitación donde estaba su mujer. – Señora, ¿duermes? – dijo. – No señor, dormía, pero me he despertado cuando has entrado. – Traigo un hijo para ti -dijo-, si quieres tener uno que no ha estado nunca dentro de ti. – Señor, ¿cuál es esta aventura? – Esta es la historia -y se la contó toda. – Y bien, señor, ¿qué vestimenta lleva el niño? – dijo ella.

–Una capa de brocado -le respondió. – Es hijo de gente noble, señor. Encontraremos en él distracción y consuelo. Si es tu deseo, haré que vengan mujeres con las que me pondré de acuerdo y diré que estoy encinta.

–Accedo con mucho gusto -respondió Teyrnon. Y así obraron. Hicieron bautizar al niño según el bautismo entonces en uso y le dieron el

nombre de Gwri Wallt Euryn (Cabellos de Oro), puesto que todos los cabellos de su cabeza eran tan amarillos como el oro. El niño fue criado en la corte hasta que tuvo un año, y antes de cumplir el año ya andaba con

paso firme y estaba más crecido que un niño de tres años, grande y grueso. Al cabo de un segundo año de crianza, era tan grande como un niño de seis años, y antes del final del cuarto año ya intentaba ganarse a los palafraneros para que le dejaran conducir los caballos al abrevadero.

–Señor -dijo entonces la dama a Teyrnon-, ¿dónde está el potro que salvaste la noche en que encontraste al niño?

–Lo confié a los palafreneros -respondió-, y les ordené que lo vigilaran bien. – ¿No harías bien, señor, haciéndolo domar y dándoselo al niño? El potro nació y lo salvaste la misma noche en que lo encontraste.

–No me opondré a ello. Autorizo a que se lo den. – Dios te lo pague. Se lo daré. Dieron el caballo al niño y la señora ordenó a los criados de cuadra y a los escuderos que

cuidaran al caballo y lo prepararan bien para el momento en que el niño fuera a montarlo. En medio de estas ocupaciones, oyeron sorprendentes noticias con respecto a Rhiannon y a su penitencia. A causa del hallazgo que había hecho, Teyrnon prestó oídos a las noticias y preguntó sin cesar, hasta que hubo oído muchas veces a las numerosas personas que

frecuentaban la corte compadecer a Rhiannon por su triste aventura y penitencia. Teyrnon reflexionó y examinó atentamente al niño. Llegó a la conclusión de que aquel niño se semejaba a Pwyll, señor de Annwvyn, como jamás había visto a hijo parecerse a su padre. El aspecto de Pwyll le era bien conocido, pues antaño había sido vasallo de él. Y con esto, se apoderó de él una gran tristeza al pensar el mal que estaba causando al retener al niño, cuando lo sabía hijo de otro hombre. Y en el primer momento que se encontró a solas con su mujer, le dijo que no hacían bien reteniendo al niño, haciendo pesar tanta pena sobre una dama como Rhiannon y siendo el niño, hijo de Pwyll, señor de Annwvyn. La mujer de Teyrnon accedió a enviar al niño junto a Pwyll.

–Obtendremos de ello tres ventajas -dijo-: primero, agradecimiento y regalos por terminar con la penitencia de Rhiannon; agradecimiento por parte de Pwyll por haber criado al niño y devolvérselo; en tercer lugar, si el niño es de noble naturaleza, será nuestro hijo adoptivo y nos hará el mayor bien que pueda.

Y adoptaron aquella resolución.

Al día siguiente, Teyrnon se equipó con otros dos caballeros y con su hijo, que montó el caballo que le había regalado. Se dirigieron a Arberth y no tardaron mucho en llegar. Vieron a Rhiannon sentada junto al montador de piedra. Cuando estuvieron junto a ella, Rhiannon les dijo:

–Señores, no vayáis más lejos; llevaré a cada uno de vosotros hasta la corte: ésta es mi penitencia por haber matado a mi hijo y por haberlo despedazado.

–Ay, señora -respondió Teyrnon-, no creo que ni uno solo de los que estamos aquí quiera ir sobre tus espaldas.

–Deja que vaya quien quiera -dijo el niño-, yo no iré.

–Ni nosotros tampoco, por cierto -dijo Teyrnon.

Entraron en la corte y hubo allí gran alegría por su llegada. En aquel momento empezaba un banquete, Pwyll acababa de hacer una expedición85 por Dyvet. Fueron a la sala y se lavaron y Pwyll acogió bien a Teyrnon y se sentaron: Teyrnon entre Pwyll y Rhiannon, y los dos compañeros de Teyrnon al lado de Pwyll, y el niño entre ellos. Cuando terminaron de comer, al empezar a beber, se pusieron a conversar. Teyrnon le contó toda la aventura de la yegua y del niño, cómo el niño había pasado por hijo suyo y de su mujer, y cómo lo habían criado.

–Este es tu hijo, princesa -añadió Teyrnon-; mucho se han equivocado los que te han acusado falsamente. Cuando me enteré de la pena que te abrumaba, sentí gran tristeza y compasión. Y no creo que haya aquí, entre todos los asistentes, alguien que no reconozca al niño como hijo de Pwyll.

–Nadie lo duda -respondieron todos.

–Por mí y por Dios -dijo Rhiannon-, si eso es cierto, mi espíritu se librará de su inquietud.

Se trata de cylchaw, expedición o recorrido circular que realizaban los señores y jefes para mantener el orden en sus dominios, J. Loth, Mab., I, p. 59.

–Princesa -exclamó Pendaran Dyvet86 -bien has nombrado a tu hijo, Pryderi87; es el mejor nombre que puede recibir: Pryderi, hijo de Pwyll, señor de Annwvyn.

–Ved si su propio nombre no le iría mejor -dijo Rhiannon.

–¿Qué nombre tiene? – preguntó Pendaran Dyvet.

–Le habíamos dado el nombre de Gwri Wallt Euryn.

–Pryderi será su nombre -dijo Pendaran.

–Nada más justo -dijo Pwyll-que el nombre del niño haya salido de las palabras de su madre cuando ha recibido alegres noticias de él.

Y así lo decidieron.

–Teyrnon -dijo Pwyll-, Dios te recompense haber criado al niño hasta este momento. También es justo que él te recompense, si es realmente noble.

–Señor -respondió Teyrnon-, no hay mujer en el mundo que tenga mayor pena por su hijo que la mujer que lo ha criado, no la tenga por él. Es justo que no nos olvide, ni a mí ni a ella, por lo que hemos hecho por él.

–Por mí y por Dios -respondió Pwyll-, mientras viva te mantendré a ti y tus bienes, tanto como pueda mantener los míos y a mí mismo. Y si él vive, mayores razones tendrá para hacerlo, y si es tu consejo y el de tus nobles, como tú lo has criado hasta el momento, se lo daremos en lo sucesivo a Pendaran Dyvet para que lo eduque. Seréis para él compañeros y padres putativos.

–Ese es consejo justo -dijeron los dos.

Y entonces se entregó el niño a Pendaran Dyvet y los nobles del país partieron con él y Teyrnon Twryv Vliant y sus compañeros se pusieron en marcha hacia sus tierras en medio de testimonios de afecto y alegría y no partió sin que le hubieran ofrecido las más bellas joyas, los mejores caballos y los más buscados perros; pero él no quiso aceptar nada.

Entonces permanecieron en sus dominios y Pryderi, hijo de Pwyll, señor de Annwvyn, fue educado con cuidados, tal como se debía, hasta que se convirtió en el joven más agradable,

86 En las Tríadas de la Myvyrian Archeology of Wales, la familia de Pendaran aparece como uno de los tres principales orígenes de la raza de los galeses o kymry, J. Loth, Mab., II, pp. 280-281 87 En galés significa inquietud. Pryderi es asociado en la mitología celta con Mabon o Maponos, dios irlandés, el Gran Hijo o el Joven Dios, P. Mac Cana, Celtic Mythology, pp. 33-34 y 83. Algunos autores justifican el concepto mabinogi a partir de esta asociación, pues además se ha considerado que Pryderi es el héroe de las cuatro ramas de los mabinogi (ver introducción). R. S. Loomis ve en este personaje el prototipo del Peredur/Perceval (ver el mabinogi de «Peredur, hijo de Evrawc»), R. S. Loomis, Arthurian Tradition and Chrétien de Troyes, p. 341 más hermoso y de mayores proezas que hubo en el reino. Pasaron así los años y los anos, hasta que la vida de Pwyll, señor de Annwvyn, llegó a su fin.

Y Pryderi gobernó los siete cantrevs de Dyvet de modo próspero, amado por sus vasallos y por todos los que le rodeaban. Más tarde añadió a sus tierras los tres cantrevs de Ystrat Tywi88 y cuatro cantrevs de Ceredigyawn: fueron denominados los siete cantrevs de Seisyllwch89. Y Pryderi, hijo de Pwyll, señor de Annwvyn, estuvo ocupado en estas conquistas hasta que decidió tomar mujer. Escogió por mujer a Kicva, hija de Gwynn Gohoyw, hijo de Gloyw Wal1t Lydan, hijo de Casnar Wledíc, del linaje de los príncipes de esta isla.

Y así termina esta rama90 de los Mabinogion.

88 Valle del río Tywi 89 En el siglo IX, Rhodri el Grande se casó con ~arad, hermana de Gwgon, rey de Ceredigion y fundaron el extenso reino de Seissyllwg, formado por Ceredigion en Ystrad Tywi y separando el reino de Dyvet y Pembroke del resto de Gales, M. Dillon, N. Chadwick, The Celtic Realms, p. 117 90 El concepto galés ceing o geing (WM, 19) significa propiamente rama de un árbol.

Branwen, Hija De Llyr

Bendigeit Vran91, hijo de Llyr92, había sido coronado rey de toda aquella isla, y enaltecido con la corona de Llundein (Londres). Y una tarde se encontraba en Harddlech93, una de sus cortes en Ardudwy94, y estaba sentado en la cima del peñasco de Harddlech mirando las olas del mar, en compañía de Manawyddan95, hijo de Llyr, su hermano, de otros dos hermanos por partede su madre, Nyssyen y Evnyssyen, y, además, de muchos otros nobles, como convenía a un rey. Aquellos dos hermanos por parte de su madre eran hijos de Eurosswydd, y su madre era Penardim, hija de Beli96, hijo de Mynogan. Uno de los jóvenes era bueno; sembraba la paz entre las dos huestes cuando la cólera alcanzaba el punto culminante: ése era Nyssyen. El otro enfrentaba a los hermanos cuando más se amaban.

Mientras estaban sentados allí, vieron trece navíos procedentes del sur de Iwerddon (Irlanda) que el viento, detrás de ellos, los acercaba ligera y velozmente.

–Veo navíos allá abajo, que vienen rápidamente a tierra; ordenad a los hombres de la corte que se equipen y vayan a ver sus intenciones -exclamó el rey.

Los hombres se equiparon y descendieron a la orilla. Cuando pudieron verlos de cerca, se convencieron de que jamás habían visto ningunos en mejores condiciones que aquéllos. Bellos estandartes de brocado ondeaban por encima de ellos. De pronto un navío se separó de

91 En las Tríadas de la Myvyrian Arcbeology ot Wales (Loth, Mab., II, p. 284285) aparece como uno de los tres reyes y consolidadores de la realeza en Prydein. En Les celtes et la civilisation celtique, p. 104 y ss. J. Markale reconstruye la historia y el mito de este personaje fundamental. El autor lo identifica con Brennus o Brennius hermano de Belinus (según Geoffroy de Monmouth), y en este término reconoce el término celta antiguo Brannos que en irlandés, galés y bretón dio Bran (=cuervo). La cristianización del héroe celta daría lugar a San Brandan 92 A la casa de Llyr pertenecen los dos hermanos Bran y Branwen, los personajes fundamentales de esta segunda rama y Manawyddan, aquí también citado, pero cuya historia se relatará en la tercera rama de los mabinogi. Llyr Lledyeith aparece mencionado en las Tríadas del Libro rojo como uno de los tres prisioneros eminentes de la isla de Prydein, junto con Mabon, hijo de Modron y Gweir, hijo de Gweíryoedd, J. Loth, Mab., II, p. 244 93 Actualmente Harlech, en Merionethshire 94 Forma parte del cantrev de Dinodic en Arvon 95 En las Tríadas del Libro rojo aparece citado como uno de los tres príncipes desinteresados (que evitaron serlo) de la isla de Prydein, lo cual se pondrá de manifiesto en la tercera rama (J. Loth, Mab., II, p. 74) 96 Beli, hijo de Mynogan, se casó con Don, hermana de Math (la casa de Don aparece en la cuarta rama de los mabinogi) y la hija de Beli y Don, Penardim se casó con Llyr y tuvo un hijo, Manawyddan, y con Euroswidd y tuvo dos hijos Nyssyen y Evynyssyen. De este modo se emparentó la casa de Llyr con la casa de Don, T. W. Rolleston, Myths and legends of the celtic race, pp. 350-351 los otros y vieron alzar un escudo por encima de la cubierta del barco con el brocal hacia arriba en signo de paz97. Los hombres de Bran avanzaron hacia ellos con el fin de conversar.

Los extranjeros echaron botes a la mar, se acercaron a la orilla y saludaron al rey. Este les escuchó desde lo alto del peñasco donde estaba sentado, por encima de sus cabezas.

–Dios os bendiga -dijo-, sed bienvenidos. ¿A quién pertenecen estos navíos y quién es el jefe?

–Señor -respondieron-, Matholwch, rey de Iwerddon, está aquí y sus navíos están con él.

–¿Qué desea? ¿Quiere desembarcar en tierra?

–Sólo lo hará si consigue el objeto de su viaje, pues viene como solicitador.

–¿Cuál es el objeto?

–Señor, quiere aliarse contigo; ha venido a pedir a Branwen98, hija de Llyr, y si esto te agrada, establecerá entre Iwerddon y la isla de Fuertes99 un lazo que aumentará su poder.

–Que venga a tierra y deliberaremos a este respecto.

Llevaron esta respuesta a Matholwch.

–Con mucho gusto -dijo él.

Y se dirigió a tierra y fue bien recibido y aquella noche hubo en la corte una gran concentración formada por sus tropas y las de la corte. Al día siguiente mantuvieron consejo y decidieron dar a Branwen a Matholwch, y ella era una de las tres matriarcas de la isla y la joven más bella del mundo. Convinieron que Matholwch se acostaría con ella en Abberfraw100. Se pusieron en marcha y todas las tropas se dirigieron a Abberfraw, Matholwch y los suyos por mar, Bendigeit Vran y sus gentes por tierra.

A su llegada a Abberffraw comenzó el banquete. Se sentaron, el rey de la isla de Fuertes con Manawydan a un lado y Matholwch al otro y Branwen junto a éste. No estaban en una casa, sino en tiendas; Bendigeit Vran jamás habría cabido dentro de una casa. Empezaron entonces a beber y así continuaron, conversando, hasta el momento en que fue más agradable dormir que beber y se fueron a acostar y aquella noche Matholwch durmió con Branwen. Al día siguiente, todas las gentes de la corte se levantaron y los administradores comenzaron a discutir la colocación de caballos y palafreneros; los distribuyeron por todas partes hasta el mar.

97 Según M. Watkin, La civilisation française, 'pp. 199-200, era ésta la forma usual de indicar la paz entre los distintos pueblos europeos durante toda la Edad Media 98 Según la interpretación de J. Markale, Les celtes, p. 106, Branwen significaría «cuervo blanco» 99 Ynys y Kedyrn (WM, 20). Este nombre aparece con frecuencia en los Mab. Después de ser conquistada por Prydein hijo de Aedd Mawr, la isla se llamó Ynys Prydein (J. Loth, Mab., I,

p. 70). 100 En el siglo X, Abberffraw al sur de Anglesey era la corte del reino del norte del País de Gales (Gwynedd), M. Dillon, N. Chadwick, The Celtic Realms, p. 104.

En esto, el irascible Evnyssyen, del que hemos hablado más arriba, tropezó con los puestos de los caballos de Matholwch y preguntó a quién pertenecían.

–Son los caballos de Matholwch, rey de Iwerddon -le respondieron.

–¿Qué hacen aquí? – dijo.

–El rey de Iwerddon está aquí, se ha acostado con tu hermana Branwen, y éstos son sus caballos.

–¡Y es así como han actuado con una joven como ella!, ¡con mi hermana! ¡Entregarla sin mi permiso! No podían haberme hecho mayor afrenta.

Y en seguida se sentó sobre los caballos y les cortó los labios hasta los dientes, las orejas hasta la cabeza, la cola hasta el dorso; y dondequiera que asiera sus párpados, los rasuraba hasta los huesos. Y mutiló los caballos hasta el punto, que era imposible hacer algo con ellos.

La noticia llegó a Matholwch; le relataron que los caballos estaban tan mutilados y estropeados que no se podía sacar ningún partido de ellos.

–Ay, señor -dijo uno de sus hombres-, te han insultado; ésa era su intención.

–Realmente -respondió él-, me parece extraño que si querían ultrajarme me hayan dado a semejante doncella, de tan alto rango y tan amada en sus tierras.

–Señor, así te lo han demostrado. Lo único que puedes hacer es volver a tus navíos -dijo otro.

Después de esta conversación, se creyó en el deber de partir con sus naves. Bendigeít Vran, al enterarse de que Matholwch dejaba la corte sin despedirse, envió mensajeros a preguntarle la causa. Los mensajeros eran Iddic, hijo de Anarawc, y Eveydd Hir. Aquellos hombres llegaron hasta él y le preguntaron cuál era su intención y por qué motivo partía.

–Con toda seguridad -respondió-, si lo hubiera sabido, no habría venido. He sufrido el mayor ultraje y a nadie le ha ocurrido nunca nada peor que lo que me ha ocurrido a mí aquí. Hay algo que me sorprende más que cualquier otra cosa.

–¿Cuál? – le preguntaron ellos.

–Que me haya sido entregada Branwen, hija de Llyr, una de las tres matriarcas de esta isla y la hija del rey de la isla de Fuertes, que me haya acostado con ella y que luego haya sido ultrajado. Me sorprende que no me hayan hecho el intencionado ultraje antes de entregarme a una doncella tan extraordinaria.

–Con toda seguridad, señor, no ha sido con el asentimiento del que posee esta corte, ni con el de nadie de los de su consejo, quien te ha hecho la afrenta. Y si tú, te sientes ultrajado, Bendigeit Vran deberá sentir aún más esta afrenta y este engaño.

–Lo creo, pero él no puede librarme del ultraje recibido.

Aquellos hombres regresaron con la respuesta al lugar donde estaba Bendigeít Vran y le transmitieron la respuesta de Matholwch.

–En nada nos favorece que se marche enemistado; no dejaremos que parta.

–Bien, señor, envía de nuevo unos mensajeros junto a él.

–Eso haré. Levantaos, Manawyddan, hijo de Llyr, y Eveidd Hir, Unic Glew Ysgwydd. Id a buscarle y decidle que recibirá un cabello sano por cada uno de los que le han mutilado. Además, le daré en compensación una vara de plata tan gruesa y larga como un dedo meñique y un plato de oro tan amplio como su cara, y hacedle saber qué especie de hombre le ha hecho esto y cuan lejos de mi voluntad estaba, y que el culpable es hermano de parte de mi madre y que no me es posible deshacerme de él ni matarle. Que venga a verme y haré la paz según las condiciones que él disponga.

Los mensajeros fueron en búsqueda de Matholwch y le transmitieron las palabras en forma amistosa. Después de haberles oído, dijo:

–Hombres, vamos a tomar consejo.

Fue a tomar consejo. Pensaron que si rechazaban aquellas proposiciones, resultaría para ellos mayor vergüenza que si aceptaban una reparación tan importante. Y resolvió aceptarlas y se dirigieron a la corte como amigos.

Les prepararon pabellones y tiendas, según la forma de arreglar las salas, y se sentaron a la mesa, y como empezaron a sentarse al inicio de la fiesta, así se sentaron entonces. Y Matholwch y Bendigeit Vran empezaron a conversar, y en la conversación, Bendigeit Vran lo encontró triste y abatido, mientras que antes de todo aquello, Matholwch había mostrado constante alegría. Y pensó que el príncipe estaba dolorido porque estimaba la reparación demasiado pobre para el daño que había recibido.

–Señor -le dijo-, esta noche no te muestras tan buen conversador como las anteriores. Si la reparación no te parece suficiente, añadiré a ella lo que tú quieras; y mañana mismo tendrás tus caballos.

–Señor -respondió él-, Dios te lo pague.

–Aumentaré la reparación. Te daré un caldero101 cuya virtud es la siguiente: si hoy te matan a un hombre, lo metes dentro y al día siguiente estará mejor que nunca, salvo que habrá perdido el poder de hablar.

Matholwch se lo agradeció y tuvo una gran alegría por ello. Al día siguiente le sustituyeron los caballos por otros que incluso estaban ya domados. Después viajaron a otro kymmwt102 y

101 peir (RB, 31, WM, 44-45). En el mundo celta el caldero posee un sentido sagrado y mágico, J. Markale, L'épopée celtique en Bretagne, p. 44 102 Subdivisión del cantrev (ver nota 3 de Pwyll) le dieron potros hasta que el número estuvo completo. Por esa razón el kymmwt llevó en lo sucesivo el nombre de Tal-ebolyon103 .

La noche siguiente, se sentaron juntos.

–Señor -dijo Matholwch a Bendigeit, ¿de dónde procede el caldero que me has dado?

–Me lo dio un hombre que había estado en tu país, pero no sé si fue allí donde lo encontró respondió Bendigeit.

–¿Quién era? – le preguntó Matholwch.

–Llasar Llaesgyvnewit. Vino aquí desde Iwerddon, con Kymideu Kymeinvoll, su mujer. Escaparon de la casa de hierro, en Iwerddon, cuando ésta había sido calentada al rojo blanco104. Mucho me extrañaría que no supieras nada de esto.

–En efecto, señor, lo sabía y te contaré todo lo que sé. Un día estaba de caza en Iwerddon, en lo alto de una colina que dominaba un lago llamado Llyn y Peir (el lago del Caldero), y vi salir a un gran hombre de cabellos pelirrojos con un caldero sobre la espalda. Era de una estatura desmesurada y parecía enloquecido.Le seguía una mujer, y si él era enorme, la mujer era dos veces más enorme que él. Se dirigieron hacia mí y me saludaron. «¿Cuál es vuestro viaje?», pregunté. «Este, señor -respondió-. Esta mujer concebirá dentro de un mes y quince días y el hijo que nazca de sus entrañas al cabo de un mes y quince días será un guerrero armado de todas las piezas.» Me encargué de procurarles mantenimiento y permanecieron conmigo un año sin que hubiera resentimientos. Pero a partir de entonces tuve dificultades por su causa y antes del final del cuarto mes ellos mismos se hicieron odiar al cometer sin moderación excesos en el país, molestando y enojando a hombres y mujeres nobles. A consecuencia de esto, mis vasallos se reunieron y vinieron a requerirme que me separara de ellos, dándome a escoger entre aquellas gentes y mis dominios. Dejé al consejo del país la decisión acerca de su suerte. Ciertamente, ellos no se habrían ido de buen grado y tampoco necesitaban marcharse contra su voluntad a causa de su poder guerrero. En aquel aprieto, mis vasallos decidieron construir una casa de hierro. Cuando estuvo dispuesta, hicieron venir a todos los herreros de Irlanda que tuvieran tenazas y martillos, e hicieron acumular carbón alrededor de toda la casa hasta la cúspide. Dieron abundante comida y bebida a la mujer, al hombre y al hijo y cuando los supieron ebrios, empezaron a poner fuego en el carbón alrededor de la casa y a soplar los fuelles hasta que todo estuvo calentado al rojo blanco. Los extranjeros mantuvieron consejo en la casa. El hombre permaneció allí y esperó a que la pared de hierro estuviera blanca y debido al insoportable calor, golpeó la pared con su hombro, la rompió y salió fuera, seguido de su mujer. No escapó nadie más que ellos dos. Supongo que atravesó el mar y llegó hasta aquí.

–Sin duda fue entonces cuando vino y me dio el caldero -dijo Bendigeit.

103 tal (=pago) y ebolyon (=potros). Dos Kymmwd del cantrev de Cemmais en Anglesey (D. S. Thomson, Branwen verch Llyr, The Dublin Institute for advanced Studies, 1976, p. 27) 104 El personaje y el episodio presentan grandes similitudes con otro pasaje de un relato irlandés («La destrucción de la casa de Da Derga»), ver J. Markale, L'épopée celtique d'Irlande, p. 179. Este, junto con otros elementos, han permitido a P. Mac Cana afirmar el origen irlandés de esta rama de los Mabinogi (Branwen, daugther of Llyr, Cardiff, 1958) -¿Cómo los acogiste? – preguntó Matholwch.

–Los distribuí por todos los lugares de mis dominios y son muy numerosos y prósperos en todos los lugares; y cualquier lugar donde se encuentren, está fortificado con hombre y armas, las mejores que se hayan visto nunca.

Aquella noche continuaron conversando tanto como quisieron, con música y bebidas. Cuando consideraron que valla más la pena ir a dormir que proseguir la reunión, se fueron a acostar. Así pasaron el tiempo de la fiesta en la alegría y cuando terminó, Matholwch partió con Branwen hacia Iwerddon. Salieron de Aber Menei105 trece navíos y llegaron a Iwerddon, donde fueron recibidos con grandes demostraciones de alegría. No acudía ni un solo hombre de rango ni una sola mujer noble de Iwerddon a visitar a Branwen a los que ésta no diera un collar, un anillo o una joya preciosa que les. concedía un aire principesco cuando salían; y con todo esto pasó el año y logró conquistar completamente gloria y amistad. Sucedió entonces que ella quedó encinta y al cabo del tiempo requerido nació de ella un hijo. Le dieron el nombre de Gwern, hijo de Matholwch y lo enviaron a criar junto a los mejores hombres de Iwerddon.

Al segundo año se oyeron en Iwerddon rumores acerca del ultraje que había sufrido Matholwch en Kymry (Gales) y del vergonzoso engaño a propósito de sus caballos. Sus hermanos de leche y sus parientes más próximos le hicieron abiertos reproches. Entonces se produjo en Iwerddon tal levantamiento que él no podía esperar la paz, si no tomaba venganza del ultraje. Decidieron la siguiente venganza: echaría a Branwen de su habitación, la enviaría a cocinar a la corte y ordenaría al carnicero que después de cortar la carne acudiera junto a ella y cada día le diera una bofetada en la oreja'106. Este fue el castigo que se le impuso a Branwen.

–Ahora, señor -dijeron sus hombres a Matholwch-, impide a los navíos y barquillas que vayan a Kymry y encierra en prisión a todos los que vengan de Kymry y no les dejes regresar para que no se sepa nada.

Y así lo dicidieron. No menos de tres años permanecieron así.

Durante aquel tiempo, Branwen crió un estornino en el borde de una artesa, le enseñó un lenguaje y le indicó qué tipo de hombre era su hermano, y le entregó una carta donde exponía sus sufrimientos y el injurioso tratamiento que estaba sufriendo. Colocó la carta en el nacimiento de las alas del pájaro y lo envió a Kymry y el pájaro llegó a aquella isla. Encontró a Bendigeit Vran en Caer Seint107, en Arvon, donde aquel día había convocado la corte. Descendió hasta posarse en su hombro y erizó sus plumas de modo que se pudo ver la carta, y reconocieron que se trataba de un pájaro educado en una casa.

Bendigeit Vran cogió la carta y la leyó. Su dolor fue grande al enterarse de los sufrimientos de Branwen y de inmediato envió mensajeros para reunir a toda la isla, y cuando hubo reclutado

105 Desembocadura del Meneai o del estrecho entre la isla Anglesey y el continente 106 Según las Tríadas del Libro rojo (Loth, Mab., II, p. 223) ésta fue una de las Tres Bofetadas de la isla de Prydein 107 Kaer antiguamente Cair (del latín castrum) hace referencia a una ciudad fortificada. Según Loth, Mab., I, p. 50, se trata de la antigua Segontium de época romana. Situada en Arvon (el actual Carnarvonshire), pertenecía a uno de los tres territorios de Gwynedd, norte de Gales las fuerzas de ciento cuarenta. y cuatro distritos, se lamentó ante ellos de los sufrimientos que hacían pasar a su hermana, y entonces,tuvieron consejo. Se decidió hacer una expedición a Iwerddon y dejar en aquella isla a siete hombres como gobernantes y a Cradawc108 , como su jefe. Eran siete caballeros y se establecerían en Edeirnon y por este motivo llamaron a la ciudad Seith Marchawc (Siete Caballeros). Los siete hombres eran: Cradawc, hijo de Bran; Eveidd Hir; Unic Glew Ysgwydd; Iddic, hijo de Anarawc Walltgrwn (de los cabellos redondos109); Ffodor, hijo de Ervyll; Wlch Minascwrn; Llashar, hijo de Llaesar Llaesgywydd y Pendaran Dyvet, que permaneció con ellos como joven criado. Aquellos siete hombres se quedaron como administradores para vigilar la isla; Cradawc, hijo de Bran, era su jefe supremo.

Bendigeit Vran y todas las huestes de las que hemos hablado izaron las velas hacia Iwerddon. En aquel tiempo la profundidad del agua no era muy grande y marcharon a lo largo de los bajíos. Había allí dos ríos, llamados Lli y Archan. Luego, las profundidades del agua se extendieron y el agua inundó los reinos110. Y Bendigeit avanzó, llevando sobre sus espaldas a todos los músicos111 y llegó a la tierra de Iwerddon.

Los porqueros de Matholwch estaban en las orillas de las aguas ocupados en sus cerdos. Y a causa de lo que vieron en el mar, acudieron a Matholwch.

–Señor, que disfrutes de salud -dijeron.

–Dios os bendiga -respondió-. ¿Traéis noticias?

–Sí, señor, noticias sorprendentes. Hemos visto un bosque sobre las aguas, en un lugar donde antes jamás habíamos visto un solo árbol.

–Esto es algo sorprendente -respondió-. ¿Habéis visto algo más?

–Además hemos visto, señor, una gran montaña junto al bosque y la montaña avanzaba, y una elevada cresta en la montaña, y a cada lado de la cresta, un lago. Y el bosque, la montaña y todo lo demás avanzaba.

–No hay nadie aquí que pueda reconocer eso, a excepción de Branwen. Interrogadla.

Los mensajeros acudieron junto a Branwen.

108 En las Tríadas de la Myvyrian Archeology of Wales (Loth, Mab., II, p. 281) Cradawc, hijo de Bran, aparece como uno de los tres reyes, por la ley (no era primogénito) de la isla de Prydein; los otros dos fueron Caswallawn, hijo de Lludd y Chvain, hijo de Macsen Wledig 109 Según M. Watkin, La civilisation française, esta expresión hace referencia a la moda masculina de llevar los cabellos cortos, p. 206 110 Según algunos autores se trata de una glosa por parte del copista. La mención de los dos ríos también parece una interpolación. En una tríada traducida del galés al latín, se habla de tres reinos destruidos por la inundación, uno de ellos, Irlanda (cf. P. Mac Cana, Branwen, cit. pp. 109-111) 111 La relación de Bran con la música aparece en un poema de Taliesin, donde Uthr Ben se jacta de ser bardo, arpista y flautista a un mismo tiempo, J. de Vries, La religion des celtes, p. 91 -Princesa -dijeron-, ¿qué es todo esto, según tu opinión?

–Aunque no sea princesa, sé de qué se trata -respondió ella-. Los hombres de la isla de Fuertes atraviesan el agua para venir aquí, pues han sabido de mis sufrimientos y deshonor.

–¿Qué es ese bosque que hemos visto sobre las olas? – le preguntaron.

–Son las vergas y los mástiles de los barcos -respondió.

–¡Oh! – dijeron ellos-. ¿Y la montaña que se ve junto a los navíos?

–Es Bendigeit Vran, mi hermano, atravesando el vado. No cabría en ningún barco.

–¿Y la elevada cresta y los lagos a ambos lados de la cresta?

–Es él, lanzando irritadas miradas sobre esta isla; los dos lagos a ambos lados de la cresta son sus ojos, uno a cada lado de su nariz.

Y entonces reunieron apresuradamente a todos los guerreros de Iwerddon y a todos los grandes jefes y se mantuvo consejo.

–Señor -dijeron los nobles a Matholwch-, el único consejo posible es retroceder allende Llinon (río de Irlanda) y dejar el Llinon entre tú y él, y destruir el puente que cruza el río. En el fondo del río hay una piedra imantada y ningún barco o navío puede atravesarlo.

Se retiraron al otro lado del río y destruyeron el puente. Bendigeit llegó a tierra y se dirigió con su flota hasta la orilla del río.

–Señor -le dijeron sus nobles-, tú conoces la peculiaridad de este río; nadie lo puede atravesar, y no tiene puente por encima de él. ¿Cuál es tu consejo con respecto al puente?

–No veo otro que éste: Aquél que es jefe, sea puente. Yo seré el puente -respondió.

Fue entonces por vez primera cuando se pronunciaron estas palabras y aún hoy sirven de proverbio. Bendigeit se tendió encima del río, enlazaron zarzos sobre él y las tropas pasaron por encima de su cuerpo. En el momento en que se levantaba, los mensajeros de Matholwch acudieron a saludarle de parte de Matholwch, su pariente por alianza, asegurándole que en nada había faltado por su propia voluntad.

–Matholwch -añadieron-cede el reino de Iwerddon a Gwern, tu sobrino, el hijo de tu hermana; se lo ofrece en tu presencia, como reparación al daño y las vejaciones que se han infligido a Branwen, y dondequiera que desees, aquí o en la isla de Fuertes, cuidarás del mantenimiento de Matholwch.

–Si yo mismo no consigo adueñarme del reino, puede que tome consejo con respecto a vuestro mensaje -respondió Bendigeit Vran-. No intentéis obtener de mí una respuesta, antes de haberme traído otras proposiciones.

–Te traeremos la respuesta más satisfactoria que recibamos. Espera nuestro mensaje.

–Esperaré, pero regresad pronto -respondió. Los mensajeros acudieron junto a Matholwch. – Señor -le dijeron-, prepara una respuesta mássatisfactoria para Bendigeit Vran. Nada quiere

oír acerca de la que le hemos llevado de tu parte. – Hombres -dijo Matholwch-, ¿cuál es vuestro consejo? – Señor -respondieron-, sólo hay un consejo para ti. Bendigeit jamás ha podido estar en una

casa. ¡Pues bien!, construye una casa en su honor lo suficientemente grande para que en una mitad entren él y sus hombres de la isla de Fuertes, y deja la otra mitad para ti y tu ejército. Confía tu reinó a su voluntad y préstale homenaje. A cambio del honor que le habremos hecho al construir una casa capaz de contenerle, cosa que jamás ha tenido, hará la paz contigo.

Los mensajeros regresaron con el mensaje junto a Bendigeit Vran. Tomó consejo y en la reunión decidió aceptar y todo se hizo por consejo de Branwen, que quería evitar la ruina de un país que también a ella pertenecía.

Comenzaron a ejecutar las condiciones del tratado y construyeron una casa alta y amplia. Pero los Gwyddyl (irlandeses) imaginaron una estratagema: fijarían clavos a ambos lados de cada columna de las cien columnas que había en la casa, colocarían en cada clavo un saco de piel y en cada saco un hombre armado.

Evnyssyen entró antes que la hueste de la isla de Fuertes, y escudriñó toda la casa con miradas furiosas y malvadas y vio los sacos de piel a lo largo de los pilares. – ¿Qué hay en este saco? preguntó a un Gwyddyl.

–Harina, amigo -respondió. Palpó todo el saco hasta que encontró la cabeza y la apretó hasta que sintió que sus dedos se encontraban en el tuétano a través de los huesos. Dejó a aquél y puso la mano en otro saco y preguntó:

–¿Qué hay en éste de aquí? – Harina -respondieron los Gwyddyl. Se entregó al mismo juego con cada uno de ellos, hasta que de los doscientos hombres sólo

quedó uno vivo. Se dirigió a este último y preguntó: -¿Qué hay aquí? – Harina -respondieron los Gwyddyl.

Lo palpó hasta que encontró la cabeza y la apretó como había hecho con las otras. Notó que un arma 112 protegía la cabeza de este último. No lo soltó antes de haberlo matado y entonces cantó este englyn113:

–Hay en estos sacos harina de la siguiente especie: ligeros combatientes, campeones, guerreros, agresores en batalla contra soldados, preparados para el combate, descendidos al combate; combate preparado antes de los combatientes.

Y en esto entraron las huestes en la casa. Los hombres de la isla de Iwerddon entraron por un lado y los hombres de la isla de Fuertes por otro. En cuanto estuvieron sentados, se hizo la paz entre ellos y el reino fue entregado al hijo de Matholwch. Concluida la paz, Bendigeit Vran hizo venir al niño. De Bendigeit acudió a Manawyddan. Todos los que le veían le tomaban afecto. Estaba con Manawyddan cuando Nyssyen, hijo de Eurosswydd, lo llamó junto a él. El niño se dirigió a él amistosamente.

–¿Por qué mi sobrino, el hijo de mi hermana, no viene, a mí? – exclamó Evnyssyen-. Mucho me agradaría, antes de que sea rey de Irlanda, mostrarte mi afecto.

–Dejadle ir -dijo Bendigeit Vran.

El niño fue hacia él muy contento.

–Pongo a Dios por testigo -se dijo Evnyssyen-, la familia no piensa que pueda cometerse la atrocidad que voy a cometer en este momento.

Se levantó, cogió al niño por los pies y, antes de que nadie pudiera detenerle, lanzó al niño de cabeza en el fuego ardiente.

Y cuando Branwen vio a su hijo en medio de las llamas, quiso lanzarse al fuego desde el lugar en que se encontraba entre sus dos hermanos. Pero Bendigeit Vran la cogió con una mano y asió su escudo con la otra y todos se levantaron por toda la casa y hubo allí el mayor tumulto jamás visto, producido por una hueste en una casa, cuando cada hombre cogió sus armas. Morddwyt Tyllyon114 exclamó entonces:

–Perros de Gwern, guardaos de Morddwyt Tyllyon.

Y mientras todos se lanzaban a sus armas, Bendigeit Vran mantuvo a Branwen entre su escudo y su hombro. Los Gwyddyl comenzaron a encender el fuego bajo el caldero de la

112 arueu (RB, 38, WM, 54 Thomson, cit. p. 13) sirve aquí para aludir al casco. Respecto a este concepto, ver nota 17 a Pwyll 113 Estancia o epigrama; una de las tres principales métricas galesas, Loth, Mab., I, p. 87 114 Esta traducción se basa en la transcripción que de este texto ofreciera I. Williams (Pedeir Keinc, Cardiff, 1930, p. 207); así también D. S. Thomson (Branwen, cit. p. 14), pero, sin embargo, este último editor admite la posibilidad, siguiendo la interpretación de Mac Cana (Branwen, cit., pp. 162 y ss.) de que Mordwyt Tyllyon no sea un nombre propio sino un epíteto referido a Bran, pues así aparece denominado este personaje en un poema de Taliesin. Tal epíteto significaría «herido en el muslo» (mordwyd=muslo y tyllion, derivado probablemente de twll=agujero), lo cual asimilaría este personaje al Rey Tullido o Rey Pescador que aparece en Chrétien resurrección y echaron los cadáveres en el caldero hasta que estuvo lleno. Al día siguiente se levantaron convertidos en guerreros más temibles que nunca, salvo que no podían hablar. Y entonces Evnyssyen, viendo los cadáveres y sin que hubiera posibilidad de vida para ningún hombre de la isla de Fuertes, se dijo a sí mismo: «Oh, Dios, que las desgracias por haber sido la causa de la destrucción de los hombres de la isla de Fuertes caigan sobre mí. Que la vergüenza caiga sobre mí, si no encuentro un medio de salvación.»

Se arrastró entre los cadáveres de los Gwyddyl y dos Gwyddyl con los pies desnudos acudieron junto a él y tomándolo por uno de ellos, lo echaron en el caldero. El se distendió en el caldero de tal modo, que el caldero estalló en cuatro pedazos y su pecho también estalló y a esto se debió la victoria que obtuvieron los hombres de la isla de Fuertes. En todo caso, no hubo victoria, salvo para los siete hombres que pudieron escapar; Bendigeit Vran fue herido en el pie con una lanza envenenada. Los siete hombres que escaparon fueron: Pryderi; Manawyddan; Gliuieri Eil Taran; Talyessin; Ynawc; Grudyeu, hijo de Muryel, y Heilyn, hijo de Gwyn Hen (el viejo). Y entonces Bendigeit Vran ordenó que le cortaran la cabeza115 .

–Tomad mi cabeza -les dijo-, llevadla a Gwynn Vryn (la Colina Blanca), en Llundein, y enterradla en ese lugar con el rostro vuelto hacia Francia. Transcurrirá mucho tiempo durante el camino. En Harddlech, el banquete durará siete años y los pájaros de Rhiannon116 cantarán para vosotros y mi cabeza os resultará una compañía tan grata como en los mejores momentos en que estuvo sobre mis hombros. En Gwales de Penvro pasaréis ochenta años y hasta el momento en que os abran la puerta que da sobre Abet Henvelen, hacia Kernyw (Cornualles), podréis permanecer allí y conservar intacta la cabeza. Pero eso resultará ya imposible, en cuanto os abran la puerta; id entonces a Llundein a enterrar la cabeza y pasad al otro lado.

Le cortaron la cabeza y los siete, sin contar a Branwen, partieron hacia el otro lado con la cabeza, y desembarcaron en Aber Alaw, en Talebolyon. Allí se sentaron y reposaron. Branwen dirigió su mirada hacia Iwerddon y hacia la isla de Fuertes; todo lo que la podía divisar:

–¡Qué desgracia, hijo de Dios! – exclamó-. ¡Maldito sea mi nacimiento! ¡Dos islas tan bellas devastadas por mi causa!

Exhaló un gran suspiro y su corazón se quebró. Le hicieron una tumba cuadrada y la.enterraron en aquel lugar a la orilla del Alaw.

Los siete hombres se pusieron en camino hacia Harddlech y la cabeza con ellos. Por el camino se encontraron con una tropa de hombres y mujeres.

–¿Qué nuevas traéis? – preguntó Manawyddan.

115 El culto a las cabezas cortadas se remonta a la cultura de La Téne y de este período se conservan impresionantes monumentos que hacen alusión a tal culto, como por ejemplo el Monstruo de Noves en Bouches-du-Rhône, M. Dillon, N. Chadwick, The Celtic Realms, p. 296 116 Ver nota 18 a Pwyll -Ninguna, salvo que Caswallawn117, hijo de Beli, ha tomado posesión de la isla de Fuertes y ha sido coronado rey en Llundein -respondieron ellos.

–¿Qué le ha sucedido a Caradawc, hijo de Vran, y a los siete hombres que dejamos con él en esta isla? – preguntaron los siete.

–Kaswallawn los atacó y mató a seis; el corazón de Caradawc se quebró de pena al ver cómo la espada mataba a sus hombres sin saber quién los mataba. Kaswallawn se había vestido con una capa mágica y nadie podía ver quién mataba a los hombres: sólo se podía ver la espada. Pero no quiso matar a Caradawc, porque era su sobrino, el hijo de su primo hermano, y éste fue uno de los Tres Hombres cuyo corazón se quebró de pena. Pendaran Dyvet, que estaba con los siete hombres como joven criado, se escapó por el bosque.

Se dirigieron a Harddlech y allí se instalaron. Se proveyeron en gran abundancia de alimentos y de bebida y cuando empezaron a comer y a beber llegaron tres pájaros y empezaron a cantarles una canción, y todas las que habían oído con anterioridad carecían de encanto comparadas con aquéllas. Los pájaros se mantenían a lo lejos por encima del oleaje y, sin embargo, ellos los veían con tanta nitidez como si hubieran estado junto a ellos, y aquel banquete duró siete años.

Al cabo del séptimo año, partieron hacia Gwales, en Penvro. Encontraron allí un lugar agradable y regio que dominaba el mar, y había también una gran sala. Se dirigieron a la sala y vieron abiertas dos de las puertas; la tercera estaba cerrada y era la que daba a Kernyw.

–Esta es la puerta que no debemos abrir dijo Manawyddan.

Pasaron allí la noche, en medio de la abundancia y la alegría, y a pesar de las desgracias que habían visto ante sus propios ojos y a pesar de las que ellos mismos habían sufrido, ninguna de ellas acudió a su memoria, así como ninguna otra desgracia del mundo. Permanecieron allí ochenta años de tal modo, que no recordaban haber pasado un tiempo mejor ni más agradable en toda su vida. No se sentían más fatigados que cuando habían llegado y ninguno de ellos podía apreciar en su compañero el largo tiempo que había transcurrido. Y la compañía de la cabeza no les resultaba más dolorosa que si Bendigeit hubiera estado con vida. A causa de estos ochenta años así transcurridos aquello fue designado con el nombre de Fiesta de la Cabeza Sagrada. El tiempo de la expedición en Iwerddon se denomina la Recepción de Branwen y de Matholwch. Pero he aquí lo que un día hizo Heilyn, hijo de Gwynn.

–Que la vergüenza caiga sobre mi barba -exclamó-si no abro esta puerta para saber si lo que de ella se dice es verdad.

Abrió la puerta y dirigió su mirada hacia Kernyw y Aber Henvelen. Y cuando miró, todas las pérdidas que habían sufrido, la muerte de sus parientes y de sus compañeros, todo el mal que les había ocurrido y por encima de todo, la pérdida de su señor, les vino a la memoria tan claramente como si todo hubiera acaecido en aquel mismo momento. A partir de entonces no tuvieron ya reposo y partieron hacia Llundein con la cabeza.

117 Ver más arriba nota 18. La resistencia bretona contra los ejércitos de César fue organizada por Casivellaunos, a quien los bardos galeses dieron siglos más tarde el nombre galés de Casswallawn, convirtiéndolo en héroe nacional, J. Markale, Les celtes, pp. 139-200

Fuera cual fuese la duración del viaje, llegaron allí y enterraron la cabeza en Gwynn Vrynn (Colina Blanca). Cuando la enterraron, fue el Tercer Buen Escondrijo, y cuando. la descubrieron, el Tercer Mal Descubrimiento118: en efecto, ninguna plaga podía atravesar el mar hasta aquella isla, mientras la cabeza estuviera escondida en aquel lugar. Eso es lo que dice el cuento. Esta es la aventura de los hombres que regresaron de Iwerddon.

En Iwerddon no quedaron con vida más que cinco mujeres encintas en una gruta de las tierras desiertas irlandesas. Y de aquellas cinco mujeres nacieron en la misma época cinco hijos. Los criaron hasta que fueron jóvenes y pensaron en las mujeres y desearon poseerlas. Entonces cada uno de ellos se acostó con la madre del otro. Gobernaron el país, lo poblaron y lo dividieron entre ellos cinco: de esta repartición entre cinco resultaron las cinco provincias actuales de Iwerddon119 . Examinaron el terreno donde habían tenido lugar las batallas y encontraron allí tanto oro y plata que se hicieron ricos.

Es así como termina esta rama del Mabinogi, que trata de la bofetada de Branwen, la Tercera Bofetada Infeliz de la Isla; de la asamblea de Bran cuando fue a Iwerddon con las huestes de ciento cincuenta y cuatro distritos para castigar la bofetada de Branwen; del banquete en Harddlech durante siete años; del canto de los pájaros de Rhiannon y del Festín de la Cabeza que duró ochenta años.

118 En las Tríadas del Libro Rojo (Loth, Mab., II, pp. 217-219) se:puede leer: «Tres cosas se hizo bien en ocultar: la cabeza de Bendigeit Vran, hijo de Llyr, que fue ocultada en Gwyn Vryn en Llundein con el rostro vuelto hacia Francia; mientras estuvo así los sajones no acudieron a oprimir la isla. La segunda fueron los dragones ocultados por Llud, hijo de Beli en Dimas Emreis (ver el mabinogi de "Lludd y Llevelys"). La tercera fueron los huesos de Gwerthevyr Vendight… «Estos fueron los tres malos descubrimientos: Gwrtheyrn Gwrtheneu descubrió los huesos de Gwerthevyr Vendigeit por el amor de una mujer, Ronnwen la pagana. También él descubrió los dragones. Fue Arturo quien desenterró la cabeza de Bendigeit Vran de la Colina Blanca, pues no quiso proteger aquella isla con más fuerza que la suya propia.» 119 En la saga de Tain Bó Cualnge Irlanda aparece dividida en cuatro provincias (cóiceda): Ulaid (Ulster), Connachta (Connacht), Laigin (Leinster) y Mumu (Munster); sin embargo, en la época a la que se refiere el Tain (edad del hierro) ya se había creado la quinta provincia: Meath. Cf. M. Dillon y N. Chadwick, The Celtic Realms, pp. 35 y 36

Manawyddan, Hijo De Llyr

Cuando los siete hombres de los que hemos hablado más arriba hubieron enterrado en Gwynvryn (Colina Blanca), en Llundein, la cabeza de Bendigeit Vran con el rostro vuelto hacia Francia, Manawyddan dirigió su mirada a la ciudad de Llundein y lanzó un gran suspiro y se apoderó de él un gran dolor y una gran nostalgia.

–¡Dios Todopoderoso, la desgracia caiga sobre mí! – exclamó-. No hay persona que no tenga esta noche un refugio, salvo yo.

–Señor -dijo Pryderi-, no te dejes abatir así. Tu primo hermano es rey de la isla de Fuertes y a pesar de que haya obrado mal contigo, tú jamás le has reclamado ni tierra ni posesión. Eres uno de los Tres Príncipes Sin Codicia120 .

–Aunque ese hombre sea mi primo -respondió Manawyddan-, me entristecerá siempre ver a quien sea en el lugar de mi hermano Bendigeit Vran, y jamás podré ser feliz en la misma casa que él.

–¿Quieres seguir un consejo? – le dijo Pryderi.

–Tengo gran necesidad de ello; ¿cuál es tu consejo?

–Me han dejado en herencia los siete cantrevs de Dyvet y mi madre, Rhiannon, se encuentra allí. Te la daré, y con ella la autoridad de los siete cantrevs, y aunque no poseas más que esos siete cantrevs, no hay en el mundo siete cantrevs mejores que ésos. Mi mujer es Kicva, la hija de Gwynn Gohoyw, y aunque los dominios son míos de nombre, tú y Rhiannon seréis los usufructuarios. Si alguna vez deseas dominios en propiedad, también podrán ser tuyos.

–No, señor, jamás; Dios te recompense tu amistad.

–Si tú quieres, tendrás toda la amistad de la que soy capaz.

–Acepto, amigo, Dios te lo recompense. Voy a ir contigo a ver a Rhiannon y tus dominios.

–Tienes razón; no creo que jamás hayas oído conversar a ninguna mujer mejor que ella. Cuando estaba en la flor de la juventud, no había ninguna más hermosa y aun ahora no te disgustará su rostro.

120 Ver nota 5 a «Branwen, hija de Llyrn. Se identifica con Manannan Mac Lir, dios irlandés del mar, que también aparece como un negociante en ciertos textos. Este último aspecto caracterizará a Manawyddan en este mabinogi, donde no resulta posible atribuirle un carácter divino, J. de Vries, La religion des celtes, p. 94 y ss

Partieron en seguida, y cualquiera que fuera la duración de su viaje llegaron a Dyvet. Encontraron un festín preparado en su honor al llegar a Arberth; Rhiannon y Kicva lo habían dispuesto todo. Se sentaron todos juntos a la mesa y Manawyddan y Rhiannon hablaron. Aquella conversación le inspiró tiernos sentimientos hacia ella y fue feliz al pensar que jamás había visto a mujer más bella ni más completa.

–Pryderi -dijo-, obraré según tus palabras.

–¿Qué palabras? – preguntó Rhiannon.

–Princesa -respondió Pryderi-, te he dado como mujer a Manawyddan, hijo de Llyr.

–Obedeceré con placer -dijo Rhiannon.

–Y yo también -dijo Manawyddan.

–Dios recompense al que me testimonia una amistad tan sólida.

Antes de que finalizara el banquete, él se acostó con ella.

–Continuad vosotros la fiesta -dijo Pryderi-. Yo voy a prestar homenaje a Kasswallawn, hijo de Beli, en Lloegyr121 .

–Señor -respondió Rhiannon, Kasswallawn está en Kent. Puedes continuar con la fiesta y esperar que esté más cerca.

–Le esperaremos -dijo él.

Acabaron el banquete y comenzaron a recorrer Dyvet, a cazar y a distraerse. Viajando por la región, comprobaron que jamás habían visto país más habitado, tierra con mejor caza ni país con mayor abundancia de miel y pescado. La amistad entre los cuatro creció tanto que no había día ni noche que pudieran estar los unos sin los otros.

Mientras tanto, Pryderi fue a prestar homenaje a Kasswallawn en Ryt-ychen (Oxford). Recibió una excelente acogida y se le reconoció su homenaje.

Cuando estuvo de regreso, Manawyddan y él volvieron a los festines y al reposo. El festín comenzó en Arberth; era la corte principal y toda ceremonia comenzaba siempre allí. Aquella noche, después de la primera comida y mientras los sirvientes estaban comiendo, salieron los cuatro y se dirigieron con su séquito a Gorsedd Arberth. Cuando estaban sentados, se oyó un gran trueno, seguido de una nube tan espesa de forma que no se podían ver unos a otros. La nube se disipó y todo se aclaró alrededor de ellos. Cuando miraron el campo donde antes se veían rebaños, ganados y casas, todo había desaparecido: casas, ganado, humo, hombres, viviendas; no quedaban más que las casas de la corte, vacías, desoladas, sin una criatura

121 Nombre que los galeses daban a Inglaterra propiamente dicha humana, sin un animal. Incluso sus compañeros habían desaparecido sin dejar rastro, sólo quedaban ellos cuatro122 .

–¡Oh! ¡Señor Dios! – exclamó Manawyddan-. ¿Dónde está la hueste de la corte? ¿Dónde están nuestros compañeros? Vayamos a ver.

Se dirigieron a la sala: no había nadie. Entraron en los dormitorios, pero tampoco allí encontraron a nadie. En la cava del aguamiel y en la cocina todo estaba desierto.

Los cuatro continuaron el festín, cazaron y se distrajeron. Cada uno de ellos recorrió el país y los dominios para ver si encontraban casas y lugares habitados, pero no vieron nada más que animales salvajes. Acabado el festín y agotadas las provisiones, comenzaron a alimentarse de caza, pescado y miel salvaje. Y de este modo pasaron alegremente un primer año, y un segundo. Pero al final se hastiaron.

–En verdad, no podemos vivir así -dijo Manawyddan-. Vamos a Lloegyr y busquemos un oficio que nos permita vivir.

Se dirigieron a Lloegyr y se detuvieron en Henffordd (Hereford). Se ofrecieron como guarnicioneros. Manawyddan empezó a hacer arzones y a colorearlos como se lo había visto hacer a Llagar Llaesgygwyd con azul esmaltado, y como él fabricó esmalte azul. Por esa razón se llama calch lasar, porque Llasar Llaesgygwyd lo hizo y en todo Henffordd nadie compraba a ningún guarnicionero ni arzón ni silla123 , en tanto la encontrara hecha por Manawyddan. Los guarnicioneros se dieron cuenta de que sus ganancias disminuían mucho, pues sólo les compraban cuando no se podían aprovisionar en casa de Manawyddan. Se reunieron todos y convinieron matar a Manawyddan y a su compañero. Pero éstos fueron advertidos y pensaron abandonar la ciudad.

–Por mí y por Dios -dijo Pryderi, mi consejo no es partir, sino matar a esos villanos.

–No -respondió Manawyddan-, si combatimos con ellos, nos crearemos mala reputación y nos encerrarían. Haremos mejor marchando a otra ciudad a buscar nuestra subsistencia.

Entonces los cuatro se dirigieron a otra ciudad.

–¿Qué oficio tendremos? – dijo Pryderi.

–Haremos escudos -respondió Manawyddan.

122 J. Markale, Les celtes, p. 74, reconoce en este pasaje un topos, el de la Gaste Cité, en la que penetra el caballero anónimo, héroe del Bel Inconnu del s. aan, o del sido irlandés, misterioso dominio, de los Tuatha Dé Danann, lugares deshabitados y sin defensa, donde se hace pillaje a causa de sus «profundas riquezas». 123 coryf y kyvrwy (=arzón y silla) son considerados por M. Watkin, La civilisation jranvaise,

p. 237, como sinónimos: kyvrwy parece derivar del francés antiguo covretoir y coryf, del francés antiguo corve (pieza de madera curva) que este autor interpreta como una parte inmóvil de la silla basándose en las descripciones de sillas de Viollet-le-Duc. Así, kyvrwy haría referencia a la antigua silla galesa y coryf al tipo de silla franconormanda. Las argumentaciones de Watkin no parecen demasiado sólidas, por lo que he preferido seguir las traducciones de J. Loth y los Jones que atribuyen dos significados a ambos conceptos

–¿Pero sabemos algo de eso? – le preguntó Pryderi.

–De todos modos, lo intentaremos -contestó Manawyddan.

Se pusieron a fabricar escudos; los hicieron según el modelo de los mejores que habían visto y les aplicaron el mismo color que habían aplicado a las sillas. Aquel trabajo les resultó tan próspero que nadie compraba un escudo en toda la ciudad más que cuando no habían encontrado en su casa. Trabajaban de prisa, hicieron una cantidad de escudos enorme; y continuaron así hasta que sus conciudadanos se cansaron y se pusieron de acuerdo para matarlos. Pero fueron advertidos y se enteraron de que aquella gente había decidido su muerte.

–Pryderi -dijo Manawyddan-, estos hombres quieren matarnos.

–No soportemos semejante cosa de estos villanos -respondió-; marchemos contra ellos y matémoslos.

–De ningún modo -respondió-, Kaswallawn y sus hombres se enterarían y estaríamos perdidos. Iremos a otra ciudad.

Llegaron a otra ciudad.

–¿A qué oficio nos dedicaremos ahora? – dijo Manawyddan.

–Al que quieras de todos los que sabemos -respondió Pryderi.

–De ningún modo; seremos zapateros. Los zapateros jamás tendrán suficiente valor para intentar matarnos o crearnos obstáculos.

–Pero yo no sé nada de eso -dijo Pryderi.

–Yo lo conozco, y te enseñaré a coser -le respondió-. No nos ocuparemos de preparar el cuero, lo compraremos todo preparado y con él trabajaremos.

Y entonces compró el mejor y más fino cordobán124 que encontró en la ciudad, y no compró otro tipo de cuero más que para las suelas. Se asoció con el mejor orfebre de la ciudad y le hizo hacer hebillas para los zapatos, dorar las hebillas y le observó mientras lo hacía, hasta que él mismo aprendió, y por esta razón le llamaron uno de los Tres Zapateros Orfebres125 . Mientras se encontrara en su casa zapato o bota, no se compraba a ningún otro zapatero en toda la ciudad. Los zapateros se dieron cuenta de que ya no ganaban nada. A medida que Manawyddan daba forma, Pryderi cosía. Los zapateros se reunieron y tuvieron consejo; y en su consejo decidieron matarlos.

–Pryderi -dijo Manawyddan-, estas gentes quieren matarnos.

124 cordwal (RB, 48, WM, 67) (=cuero de Córdoba o cordobán). Se trata de un cuero muy fino utilizado para los calzados de la nobleza, M. Watkin, La civilisation, p. 76 125 Los otros dos fueron Caswallawn, hijo de Beli, y Llew Llaw Gyffes (ver la cuarta rama de los mabinogi), cf., Tríadas del Libro rojo (Loth, Mab., II, p. 250).

–¿Por qué soportar semejante cosa de estos villanos? – dijo Pryderi-. Matémoslos a todos.

–De ningún modo -dijo Manawyddan-, no combatiremos con ellos y no nos quedaremos por más tiempo en Lloegyr. Nos dirigiremos a Dyvet e iremos a examinar el país.

Fuese cual fuese la duración de su viaje, llegaron a Dyvet y se dirigieron a Arberth. Encendieron el fuego y se alimentaron de la caza; así pasaron un mes. Reunieron a todos sus perros y cazaron, y así vivieron durante un año.

Una mañana, Pryderi y Manawyddan se levantaron para ir de caza; prepararon sus perros y salieron de la corte. Algunos de sus perros corrieron delante y llegaron a un pequeño matorral que se encontraba muy cerca. Pero apenas llegaron al matorral, retrocedieron apresuradamente, con el pelo erizado, y regresaron junto a sus amos.

–Acerquémonos al matorral -dijo Pryderi-, para ver lo que hay.

Se dirigieron hacia allí, pero cuando estuvieron cerca, un jabalí de un blanco resplandeciente se levantó repentinamente del matorral. Los perros, azuzados por los hombres, se lanzaron sobre él. Entonces abandonó el matorral y retrocedió a una cierta distancia de los hombres. Y hasta que los hombres se fueron acercando, estuvo acorralado por los perros sin retroceder ante ellos. Pero cuando los hombres lo cercaron un poco más, retrocedió por segunda vez y escapó. Persiguieron al jabalí hasta la vista de un castillo muy elevado, que parecía construido recientemente, en un lugar donde jamás habían visto ni piedra ni construcción alguna, y el jabalí se dirigió rápidamente hacia el castillo y los perros en su persecución. Cuando el jabalí y los perros hubieron desaparecido en el interior, se maravillaron al ver un castillo allí donde jamás habían visto rastro de construcción. Desde lo alto de la colina miraron y prestaron oídos a los perros, pero por más que esperaron no oyeron ni vieron a un solo perro.

–Señor -dijo Pryderi-, voy al castillo para ver qué ocurre con los perros.

–No es una buena idea ir a un castillo que jamás has visto -respondió Manawyddan-. Si quieres oír mi consejo, no irás. El mismo que encantó el país ha hecho aparecer este castillo en este lugar.

–Con toda seguridad no abandonaré a mis perros -dijo Pryderi.

A pesar de todos los consejos de Manawyddan, se dirigió al castillo. Cuando llegó al castillo no vio a ningún hombre, animal, ni jabalí, ni perros, ni casa, ni lugar habitado. En el centro de aquel lugar vio una fuente rodeada de mármol y en el borde de la fuente un recipiente de oro, sobre una losa de mármol, y el recipiente estaba sujeto por cuatro cadenas que ascendían hasta el cielo y cuyos extremos no se alcanzaban a ver. Se sintió completamente transportado por el resplandor del oro y la excelencia del trabajo de orfebrería del recipiente. Se acercó y lo tocó. En aquel mismo momento, sus dos manos se pegaron al recipiente y sus dos pies a la losa de mármol y perdió la voz y se encontró en la imposibilidad de pronunciar palabra y permaneció en esta situación126 .

126 S. Loomis, Arthurian Tradition, p. 343 y ss., establece una estrecha relación entre esta aventura de Pryderi y la de Peredur/ Perceval en el Castillo del Grial, lo que le permitió ver en este personaje el prototipo de Peredur (ver nota 27 a «Pwyll, príncipe de Dyvet»)

Manawyddan le esperó hasta que terminó el día y al anochecer, cuando se convenció de` que nada iba a saber de Pryderi ni de sus perros, regresó a la corte. Cuando entró, Rhiannon le miró:

–¿Dónde está tu compañero? – le dijo-. ¿Dónde están los perros?

–Esta es la aventura que me ha ocurrido -respondió. Y se lo contó todo.

–Verdaderamente -dijo Rhiannon-, has sido muy mal compañero, pero has perdido a un buen compañero.

Diciendo estas palabras salió y se dirigió hacia el lugar donde le había dicho que se encontraban Pryderi y el castillo. Vio la puerta del castillo y entró. Al entrar, vio a Pryderi con las manos pegadas en el recipiente. Fue hacia él y exclamó:

–¡Oh! Señor, ¿qué haces aquí?

Y puso sus manos en el recipiente, y en cuanto las puso, sus manos se pegaron al recipiente y sus pies a la losa y le fue imposible proferir fina palabra. Y con esto, tan pronto como anocheció, se oyó un fuerte trueno, seguido de una espesa nube, y el castillo desapareció y ellos con él.

Cuando Kicva, hija de Gwynn Gohoyw, la mujer de Pryderi, vio que en la corte no quedaba nadie más que Manawyddan y ella, se lamentó mucho y la muerte le pareció preferible a la vida. Al ver aquello, Manawyddan le dijo:

–Con toda seguridad estás en un error si te lamentas por miedo hacia mí; pongo a Dios por testigo que seré para ti el compañero mejor que jamás hayas tenido, tanto que a Dios complacerá prolongar tu situación. Por mí y por Dios, aunque estuviera en la flor de la juventud, guardaré fidelidad a Pryderi. También te la guardaré a ti. No tengas el menor temor. Tendrás de mí la amistad que quieras, en tanto que yo pueda y en tanto plazca a Dios dejarnos en esta miseria y calamidad.

–Dios te recompense -respondió ella-, es lo que suponía.

La joven se alegró y animó mucho por ello.

–Verdaderamente -dijo Manawyddan-, no es el momento de quedarnos aquí. Hemos perdido nuestros perros y nos es imposible ganar nuestra subsistencia. Vamos a Lloegyr, será más fácil vivir allí que aquí.

–Con mucho gusto, señor -respondió ella-, vayamos allá.

Partieron juntos a Lloegyr.

–¿Qué oficio tendrás, señor? – dijo ella-. Escoge uno apropiado.

–Seré zapatero, como fui antes -respondió él.

–Señor, no es un oficio apropiado para un hombre tan hábil y de tan alta condición como tú.

–Sin embargo, a ése me dedicaré.

Empezó su oficio y para su trabajo se sirvió del mejor cordobán que encontró en la ciudad. Luego, como habían hecho antes en otra ciudad, abrochó los zapatos con hebillas doradas de tal modo que el trabajo de todos los zapateros de la ciudad era en vano comparado con el suyo. A nadie más compraban, si en su casa encontraban calzados o botas. Al cabo de un año, los zapateros estaban llenos de envidias y malas intenciones contra él; pero fue advertido e informado de que los zapateros se habían puesto de acuerdo para matarle:

–Señor -dijo Kicva-, ¿por qué soportar semejante cosa de estos villanos?

–Dejémoslos y regresemos a Dyvet -respondió Manawyddan.

Se dirigieron a Dyvet. Al marchar, Manawyddan se llevó consigo un haz de trigo. Llegó a Arberth y allí se instaló. Y nada le complacía más que ver Arberth y los lugares donde había ido a cazar en compañía de Pryderi y Rhiannon. Se acostumbró a coger el pescado y las bestias salvajes en su guarida. A continuación se puso a trabajar, sembró un cercado, luego un segundo, después un tercero. Pronto vio brotar el mejor trigo del mundo y crecer en los tres cercados del mismo modo: era imposible ver trigo más bello. Pasaron las estaciones del año y llegó la época de la recolección. Fue a ver uno de sus cercados: estaba maduro. «Mañana segaré éste», dijo. Regresó a pasar la noche en Arberth y al despuntar el alba partió para recolectar su cercado. Al llegar, no encontró más que paja desnuda; todo había sido arrancado a partir de donde el tallo se convierte en espiga; la espiga estaba completamente vacía y sólo quedaba la caña. Se sorprendió mucho y fue a ver otro cercado: aquél también estaba maduro.

–Mañana vendré a segar éste -dijo.

Y a la mañana siguiente volvió con la intención de hacer allí la siega: al llegar, no encontró más que el cáñamo desnudo.

–Señor Dios -exclamó-, ¿quién ha decidido consumar así mi ruina? Y sé quién es: es el que empezó mi ruina quien ahora la termina, y quien arruinó todo el país..

Fue a ver el tercer cercado; era imposible ver trigo más hermoso y aquél estaba maduro.

–Que caiga la vergüenza sobre mí -dijo-si no velo esta noche. El que se ha llevado el otro trigo vendrá a buscar también éste; así sabré quién es.

Tomó sus armas y se puso a vigilar el cercado. Advirtió a Kicva.

–¿Qué piensas hacer? – dijo ella.

–Vigilar el cercado esta noche- respondió.

Y allí se fue. Y cuando estaba allí, hacia medianoche oyó el mayor ruido del mundo. Miró: era la tropa de ratones mayor del mundo y era imposible contarlos ni calcular el número. Antes de que pudiera darse cuenta, éstos se precipitaron en el cercado; cada uno trepó a lo largo de un tallo, lo inclinó, partió la espiga y se la llevó, dejando el cáñamo desnudo. No veía ni un solo tallo que no fuera atacado por un ratón y del que ellos no se llevasen la espiga consigo.

Arrastrado por el furor y el despecho, se precipitó en medio de los ratones, pero no conseguía alcanzar a ninguno, como si se tratara de moscas o pájaros en el aire. Divisó a uno de aspecto macizo, por lo que le creyó incapaz de moverse con agilidad. Empezó a perseguirlo, lo cogió, lo metió en su guante, lo ató con una cuerda y se dirigió con el guante a la corte.

Entró en la sala donde se encontraba Kicva, encendió el fuego y colgó el guante por la cuerda en un clavo.

–¿Qué hay ahí, señor? – preguntó Kicva.

–Un ladrón al que he sorprendido robándome -respondió.

–¿Qué tipo de ladrón podrías meter en tu guante, señor?

–Esta es toda la historia -respondió.

Y le contó cómo le habían estropeado y arruinado sus cercados y cómo los ratones habían invadido el último ante sus propios ojos.

–Y uno de ellos era muy macizo -añadió-. Ese fue el que atrapé en el guante. Lo colgaré mañana y pongo a Dios por testigo que los colgaría a todos si los tuviera.

–Señor, lo comprendo. Pero es impropio ver a un hombre de tu rango y dignidad colgando un vil animal como éste. Y si obraras como es debido, te olvidarías de ese animal y le dejarías ir.

–Que la vergüenza cayera sobre mí, si no los colgara a todos si los hubiera atrapado. No voy a dejar de colgar al único que he atrapado.

–Señor, ninguna razón tenía para acudir en ayuda de este animal; solamente quería evitarte una acción indigna de ti. Pero haz tu voluntad, señor.

–Si conociera la menor razón del mundo por la que quisieras ayudarle, señora, seguiría tu consejo -contestó Manawyddan-, pero como no la conozco estoy decidido a matarlo.

–Hazlo así entonces -dijo ella.

Entonces se dirigió a Gorsedd Arberth con el ratón y plantó dos horcas en el lugar más elevado del monte. Cuando lo estaba haciendo, vio venir hacia él a un clérigo vestido con viejos y pobres hábitos. Desde hacía siete años Manawyddan no había visto ni a hombre ni a bestia, a excepción de las tres personas con las que había vivido, hasta el momento en que dos de ellas desaparecieron.

–Buenos días, señor -dijo el clérigo.

–Dios te dé bien, seas bienvenido -respondió-. ¿De dónde vienes, clérigo?

–Vengo de Lloegyr, donde era cantor. ¿Por qué me lo preguntas? – Porque desde hace siete años no he visto más que a tres personas y ahora a ti. – Pues bien, señor, me dirijo ahora por esta región a mi propio país. ¿En qué estás ocupado,

señor? – En colgar a un ladrón al que cogí robándome. – ¿Qué tipo de ladrón, señor? Veo en tu mano un animal que parece un ratón y no es propio de

un hombre de tu rango tocar semejante animal; suéltalo.

–De ninguna manera lo soltaré, por mí y por Dios. Lo he sorprendido robándome y le aplicaré la ley de los ladrones: la horca. – Señor, antes de ver a un hombre de tu rango realizar semejante tarea te daré una libra que he

recibido como limosna; suelta al animal. – Ni lo soltaré, ni lo venderé. – Como quieras, señor, si no resultara impropio ver a un hombre de tu rango tocar a semejante

animal, nada me habría importado. Y el clérigo se alejó. En el momento en que colocaba la viga sobre las horcas, vio acercarse a un sacerdote

montado sobre un caballo enjaezado. – Buenos días, señor -dijo el sacerdote. – Dios te dé bien -respondió Manawyddan-. Dame tu bendición. – Dios te bendiga. ¿Y qué haces aquí, señor? – Cuelgo a un ladrón que he cogido robándome. – ¿Qué tipo de ladrón es, señor? – Una criatura con forma de ratón. Me ha robado y le daré la muerte de los ladrones. – Señor, antes de verte tocar a semejante animal, te lo compro; suéltalo. – Pongo a Dios por testigo que no lo venderé ni lo soltaré. – Justo es reconocer, señor, que carece de valor. Antes de ver cómo te deshonras con esa bestia

te daré tres libras; suéltalo. – Por mí y por Dios -dijo Manawyddan-, no pienso hacer con él otra cosa que lo que debo: colgarlo.

–Está bien, señor, haz lo que quieras. El sacerdote se marchó. Entonces Manawyddan hizo un nudo corredizo alrededor del cuello del ratón. Cuando se

disponía a tirarlo hacia arriba vio la comitiva de obispo con sus bagajes y su séquito y al propio obispo que se acercaba hacia él. Paró su trabajo: -Señor, ¿qué haces aquí? – le preguntó el obispo. – Cuelgo a un ladrón que he cogido robándome -respondió Manawyddan. – ¿No es un ratón lo que veo en tu mano?

–Sí, y me ha robado. – Puesto que llego en el momento en que va a morir, te lo compro; te daré por él siete libras. No quiero ver a un hombre de tu rango destruir a un animal tan insignificante como éste: suéltalo y quédate con el dinero.

–No lo soltaré, por mí y por Dios.

–Puesto que no lo quieres soltar a este precio, te ofrezco veinticuatro libras de plata contante.

–No lo soltaré ni por el doble, pongo a Dios por testigo.

–Ya que no lo quieres soltar a este precio, te ofrezco todos los caballos que hay en este campo,

las siete cargas y los siete caballos que las llevan. – Nada de todo eso quiero. – Ya que no lo quieres, pon tú mismo el precio. – Quiero la libertad de Rhiannon y Pryderi. – La tendrás. – Eso no es suficiente. – ¿Qué quieres entonces? – Que hagas desaparecer el hechizo y el encantamiento de los siete cantrevs de Dyvet. – Te lo concedo. Suelta al ratón. – No lo soltaré antes de saber quién es. – Es mi mujer; y si no lo fuera, no intentaría que lo soltaras. – ¿Por qué ha venido a mí?

–Para hacer pillaje. Soy Llwyd, hijo de Kilcoet, y fui yo quien echó el encantamiento sobre los siete cantrevs de Dyvet y lo hice por amistad a Gwawl, hijo de Clut, para castigar a Pryderi por el juego del Tejón en el saco que Pwyll, señor de Annwyn, hizo sufrir a Gwawl en la corte de Eveidd Hen por un mal consejo127. Habiéndose enterado que tú habías venido a vivir al país, las gentes de mi casa acudieron a mí y me pidieron que los transformara en ratones para destruir tu trigo. La primera noche sólo fueron las gentes de mi casa; la segunda noche también y destruyeron los dos cercados. La tercera noche, mi mujer y las damas de la corte me rogaron que también las transformara a ellas y así lo hice. Ella estaba encinta; de lo contrario, no habrías podido alcanzarla. Pero puesto que ha ocurrido así y está en tu poder, te devolveré a Pryderi y Rhiannon y libraré a Dyvet del hechizo y del encantamiento. Ya te he dicho quién es, suéltala ahora.

–No lo haré en modo alguno. – ¿Qué quieres entonces? – Esto es lo que quiero: que jamás haya encantamiento en los siete cantrevs de Dyvet y que

nadie pueda hechizarlos. – Te lo concedo. ¡Suéltale ahora! – A fe mía que no lo haré. – ¿Qué más quieres? – Que jamás nadie se tome venganza de esto con Pryderi, Rhiannon o conmigo. – Tendrás todo lo que quieras y realmente has demostrado mucho ingenio. Si no lo hubieras

indicado así todas las desgracias habrían caído sobre ti. – Sí, he hecho la petición para guardarme de ello. – Libera a mi mujer en mi presencia. – No la liberaré antes de haber visto a Pryderi y a Rhiannon aquí conmigo. – Míralos, aquí vienen. En ese momento aparecieron Pryderi y Rhiannon. Manawyddan fue a su encuentro, los saludó

y se sentaron juntos.

–Señor -dijo el obispo-, libera ahora a mi mujer; ¿no se te ha concedido todo lo que has indicado? – La liberaré con mucho gusto.

127 Ver la primera rama de los mabinogi «Pwyll, príncipe de Dyvet»

Y la puso en libertad. El obispo la tocó con su vara mágica y se convirtió en la joven más

bella que jamás hubieran visto. – Mira el país a tu alrededor y verás las casas y viviendas en tan buen estado como antes -dijo el obispo.

Se levantó y miró. Vio que todo el país estaba habitado, con todos sus ganados y sus casas. – ¿Qué servicio realizaban Pryderi y Rhiannon? – preguntó Manawyddan. – Pryderi llevaba alrededor del cuello los martillos de la puerta de mi casa y Rhiannon llevaba

alrededor del cuello las colleras de los asnos después de que habían llevado el heno. Este ha sido su cautiverio. Debido a este cautiverio, esta historia fue llamada Mabinogi de Mynnweir y de Mynnord128 . Así termina esta rama de los Mabinogi.

Mynweir=collar para las bestias de carga y Mynordd, de myn= cuello y ordd=martillo, J. Loth, Mab., I, p. 116.

Math, Hijo De Mathonwy

Math129, hijo de Mathonwy, era señor de Gwynedd y Pryderi, hijo de Pwyll, era señor de los veintiún cantrevs del Sur. Estos eran: los siete cantrevs de Dyvet, los siete cantrevs de Morganhwc (Glamorgan), los cuatro de Keredigyawn (Cardigan) y los tres de Ystrat Tywi (Carmarthen).

En aquella época, Math, hijo de Mathonwy, sólo podía vivir mientras sus dos pies reposaran en el regazo de una virgen, a menos que el tumulto de la guerra no se lo impidiera130. La doncella que estaba con él era Goewin, hija de Pebin, de Dol Pebin, en Arvon. Según las gentes del país, era la joven más bella de su tiempo. Y Math encontró reposo en Caer Dathyl131, en Arvon. No podía hacer el recorrido por el país, pero Gilvaethwy, hijo de Don y Gwydyon, hijo de Don, sus sobrinos, los hijos de su hermana132, y las gentes de su casa con ellos, lo hacían en su lugar. Y la doncella estaba siempre con Math. Gilvaethwy puso su corazón en la doncella y la amó tanto que no sabía lo que hacía a causa de ella. Y su color, rostro y figura quedaron devastados por amor a ella de modo que resultaba difícil reconocerle. Gwydyon, su hermano, le observó un día con atención.

–Joven -le dijo-, ¿qué te ha sucedido?

–¿Por qué? ¿Qué ves en mí? le preguntó.

–Veo que has perdido tu semblante y tu color: ¿qué te ocurre?

–Señor hermano, no me atrevería a confesar a nadie lo que me ha sucedido.

–¿Qué es, amigo?

129 En las Triadas del Libro Roio aparece como uno de los tres primeros magos de la isla de Prydein (Loth, Mab., II, p. 229) 130 Math aparece así como un rey enfermo, lo que según J. Markale (Les Celtes, p. 31) permite su asociación con el Rey Pescador, Pelles, guardián del Grial 131 Actualmente continúa siendo nombre de un lugar de Carnarvonshire 132 Don, hermana de Math, puede ser identificada con la diosa irlandesa Dana, antepasado de los Tuatha Dé Danann, con la Anna Parenna de los latinos y con Anna Pourna india (J. Markale, L'épopée celtique, p. 60). Los hijos de Don fueron Amaethon, Gilvaethwy, Govannon, Heveydd, Gwydyon y Aranrot. Gwydyon aprendió la magia de Math (Tríadas, Loth, Mab., II, p. 229). J. Rhys relaciona el nombre con los términos (gwedyd. decir y gwawd. poesía (más adelante, en este mabinogi Gwydyon aparecerá como bardo). Es uno de los personajes fundamentales de un oscuro poema titulado Kat Godeu, J. de Vries, La religion des celtes, p. 63 -Tú conoces el privilegio de Math, hijo de Mathonwy: si el viento se la lleva, se entera de cualquier conversación entre dos personas, aunque se hable lo más bajo posible133 .

–Está bien, no digas más, conozco tu pensamiento -dijo Gwydyon-. Amas a Goewin.

Al ver que su hermano conocía su pensamiento, Gilvaethwy exhaló el suspiro más profundo del mundo.

–Deja de suspirar, amigo -dijo Gwydyon-; no es ése el camino para lograr el éxito en una empresa. Puesto que no hay otro medio, haré que los reclutamientos de Gwynedd, Powys y Deheubarth'134 se subleven, de modo que puedas tener a la doncella. Alégrate; haré esto por ti.

Y en esto acudieron junto a Math, hijo de Mathonwy.

–Señor -dijo Gwydyon-, he oído que han llegado al Sur una especie de animales que jamás hemos visto en esta isla.

–¿Cómo les llaman? preguntó Math.

–Hob (cerdos), señor.

–¿Qué tipo de animales son?

–Son pequeñas bestias, pero con una carne mejor que la de los bueyes. Son pequeños y cambian de nombre. Ahora les llaman moch (puercos).

–¿A quién pertenecen?

–A Pryderi, hijo de Pwyll, y se los ha enviado desde Annwvyn Arawn, rey de Annwvyn, y en estos días allí siguen llamándose: Hannerhwch, Hannerhob'135 .

–¡Y bien! – replicó-, ¿de qué forma podríamos obtenerlos?

–Iré, señor, con otros once compañeros en guisa de bardos136, a pedir los cerdos. No me los negará, mi idea no es mala y no quiero volver sin los puercos.

133 Ver el mabinogi de «Lludd y Llevelys», donde la raza de los corianneit poseerá también este privilegio 134 Powys era una de las tres grandes divisiones del País de Gales; limitaba al oeste y noroeste con Gwynedd, al sur con Cardiganshire y al este con las marcas de Inglaterra. Deheubarth, al sur, comprendía el resto del País de Gales, es decir, el antiguo país de los demetae y los silures 135 banner=mitad y bwcb=cerdo (Loth, Mab., 1, p. 123). El pasaje parece una glosa del copista 136 Este nombre, utilizado para referirse a los poetas que habrían de sustituir a la antigua casta de los filid, aparece entre muchas ramas del mundo celta, y en especial, en galés, bretón armoricano y gaélico de Escocia; J. Marx, Las literaturas célticas, p. 22. Y en el siglo XII se crearon en Irlanda las escuelas de bardos que impusieron reglas métricas y convenciones de forma y dicción, M. Dillon, N. Chadwick, Tbe Celtic Realms, p. 273

–Con mucho gusto. Parte hacia allí. Partió con Gilvaethwy y otros diez compañeros hasta Keredígawn, en el lugar que ahora

llaman Ruddlan Teivi137. Allí se encontraba una corte de Pryderi y entraron allí en guisa de bardos. Les recibieron bien. Aquella noche, Gwydyon se sentó a un lado de Pryderi. – Mucho nos alegraría oír un relato a alguno de aquellos jóvenes -dijo Pryderi. – Señor -respondió Gwydyon-, es una costumbre entre nosotros que la primera noche en que

nos encontramos junto a un gran hombre, el Pennkerdd (jefe de bardos) tome la palabra. Te

relataré con mucho gusto un cuento. Gwydyon era el mejor narrador de cuentos del mundo. Y aquella noche distrajo a la corte con agradables cuentos y relatos y para Pryderi fue un placer conversar con él. Al terminar con aquello, Gwydyon dijo:

–Señor, ¿podría alguien decirte mi misión mejor que yo? – ¡Oh, no! – respondió-; tu lengua está llena de recursos. – Esta es mi misión, señor: vengo a pedirte los animales que te han enviado de Annwvyn. – Eso sería lo más fácil del mundo si no existiera un convenio respecto a ello entre mi país y

yo; se ha convenido que no me despojaré de ellos antes de que su número se haya doblado.

–Señor, puedo librarte de tu palabra. He aquí cómo: no me des los cerdos esta noche, pero no me los niegues. Mañana te propondré un cambio por ellos. Y aquella noche Gwydyon y sus compañeros se dirigieron a sus habitaciones para tomar

consejo. – Hombres -dijo-, por mucho que pidamos los puercos no nos los darán. – Con toda seguridad -respondieron-, ¿pero cómo podríamos conseguirlos? – Veré cómo conseguirlos -dijo Gwydyon. Recurrió entonces a sus artificios y comenzó a desplegar su magia. Y por magia hizo aparecer

doce sementales, doce lebreles negros, y de pecho blanco, con sus doce collares y sus doce correas que todo el mundo habría creído de oro. Sobre los doce caballos había doce sillas y todo lo que debía ser hierro era oro, y las bridas estaban hechas también del mismo modo. Se dirigió junto a Pryderi con los caballos y los perros.

–Buenos días, señor -dijo. – Dios te dé bien -respondió Pryderi-, seas bienvenido.

137 Rudddlan significa orilla roja; en este caso orilla del río Teivi (Loth, Mab., I, p. 123) -Señor, aquí tienes un medio de liberarte de la palabra que diste ayer noche con respecto a los puercos que no querías vender ni dar. Puedes cambiarlos por algo mejor. Te ofrezco estos doce caballos con todo su equipamiento, tal como lo ves, con sus sillas y sus bridas, estos doce lebreles, con sus collares y sus correas, así como estos doce escudos de oro.

Aquellos escudos eran champiñones transformados por su magia.

–Bien -dijo Pryderi-, vamos a tomar consejo.

Decidieron dar los puercos a Gwydyon a cambio de los caballos, los perros y los escudos. Las gentes del Norte se despidieron y se pusieron en camino con los puercos.

–Compañeros -dijo Gwydyon-, tenemos que marchar a toda prisa. El encantamiento durará sólo un día, hasta mañana.

Aquella misma noche marcharon hasta las tierras altas de Keredigyawn, lugar que aún se llama, por este motivo, Mochdref (la ciudad de los puercos). Al día siguiente se pusieron en marcha, atravesaron Elenit y a la noche se encontraban en Keri y Arwystli138, en la ciudad que desde entonces también se llamó Mochtref. Reanudaron su marcha y a la noche llegaron a un kymmwt139 de Powys, que por esta razón, se llama Mochnant. Luego alcanzaron el cantrev de Ros y pasaron la noche en la ciudad conocida aún con el nombre de Mochtref.

–Hombres -dijo Gwydyon-, refugiémonos con los animales en el corazón de Gwynedd; han salido ejércitos en nuestra persecución.

Se dirigieron a la ciudad más elevada de Arllechwedd140 y construyeron allí cuadras para los puercos, y por esta razón la ciudad fue llamada Creuwyryon141 . Hechas las cuadras, se dirigieron junto a Math, hijo de Mathonwy, en Kaer Dathyl. Cuando llegaron, estaban llamando a las gentes del país a las armas.

–¿Qué ocurre? – preguntó Gwydyon.

–Pryderi -le dijeron-está reclutando a las gentes de sus veintiún cantrem para perseguiros. Mucho nos ha sorprendido la lentitud de vuestra marcha. ¿Dónde están los animales que habíais ido a buscar? – preguntó Math.

–Construimos cuadras para ellos en el otro cantrev -dijo Gwydyon.

En esto oyeron las trompetas y el reclutamiento por todo el país. Ellos también se armaron y marcharon hasta Pennardd142 , en Arvon. Y aquella noche Gwydyon, hijo de Don, y Gilvaethwy, su hermano, volvieron a Kaer Dathyl; y Gilvuethwy se acostó con Goewin, hija de Pebin, en el lecho de Math, hijo de Mathonwy; y todas las doncellas fueron echadas violentamente de allí, y ella se acostó con él contra su voluntad. Al día siguiente, cuando

138 Keri era un kymmwd del cantrev de Melienydd. Arwysdi era un cantrev del Meirionydd. En la actualídad pertenecen al condado de Montgomery 139 Ver nota 12 a «Branwen, Hija de Llyr» 140 Kymmwd de Arvon 141 Según Loth, Mab., I, p. 127, de craw=tejado para puercos, o craou=establo, cuadra 142 Al oeste del rlo Seint, frente a Caernarvon

vieron despuntar el alba, se dirigieron junto a Math, hijo de Mathonwy, y sus tropas. Cuando llegaron, se disponían a decidir en qué lado esperarían a Pryderi y a los hombres del Sur. Ellos también tomaron parte en la deliberación. Se decidió que esperarían en el corazón de Gwynedd. En efecto, esperaron en el centro de dos distritos, Maenawr Pennard y Maenawr Coet Alun143. Pryderi fue allí a atacarles, y allí se entabló la batalla y fue grande la matanza por ambas partes, y los hombres del Sur fueron forzados a la retirada. Retrocedieron hasta el lugar que aún hoy se llama Nantcall144, perseguidos por sus adversarios. Allí la matanza fue indescriptible. Entonces se batieron en retirada hasta el lugar llamado Dol Penmaen145 , y entonces se concentraron y pidieron la paz. Pryderi entregó rehenes; los rehenes eran Gwrgi Gwastra y otros veintitrés hijos de nobles. Después de aquello avanzaron en paz hasta Traeth Macar146; pero cuando se encontraron reunidos en Melenryt147, nada pudo impedir que las gentes a pie se lanzaran flechas. Pryderi envió mensajeros para pedir a Math que detuviera a sus huestes y que permitieran que el asunto se arreglara entre él y Gwydyon, hijo de Don, que era el causante de todo aquello. Cuando Math, hijo de Mathonwy, hubo oído su mensaje, dijo:

–Por mí y por Dios, si a Gwydyon, hijo de Don, le parece bien, lo permito con gusto; no es mi deseo forzar a nadie a combatir mientras nosotros mismos podamos hacer algo.

–Pryderi considera que lo adecuado sería oponer su cuerpo al cuerpo del hombre que le ha causado semejante perjuicio y dejar aparte a las dos huestes.

–Pongo a Dios por testigo -dijo Gwydyon-, que no pido a los hombres de Gwynedd que combatan por mí, desde el momento en que puedo luchar solo con Pryderi. Opondré con mucho gusto mi cuerpo al suyo.

Llevaron la respuesta a Pryderi.

–No pido a nadie que busque compensación más que a mí mismo -dijo Pryderi.

Los dejaron solos y apartados; se armaron y combatieron. Y por su valor y fortaleza, su magia y sus encantamientos, Gwydyon venció y Pryderi murió. Fue enterrado en Maentyvyawc, encima de Melenryt, y allí está su tumba.

Las gentes del Sur se dirigieron a su país con amargas lamentaciones. No era nada extraño. Habían perdido a su señor, y a muchos de sus nobles, sus caballos y gran parte de sus armas.

Los hombres de Gwynedd regresaron llenos de alegría y entusiasmo.

–Señor -dijo Gwydyon a Math-, ¿no haríamos un acto de justicia devolviendo a las gentes del Sur los rehenes que nos entregaron por la paz? No tenemos derecho a tenerlos en cautiverio.

143 maenawr o maynawl es una subdivisión del Kymmwd (Loth, Mab., I, p. 128) 144 Según Lady Guest un río que atraviesa actualmente la carretera de Dolpenmaen y de Caernarvon, a nueve millas de esta ciudad (Loth, Mab., I, p. 129) 145 En el antiguo cantrev de Dunodig y actualmente en el distrito de Eivionydd 146 Traeth=superficie arenosa de la orilla cubierta por las olas de alta mar, macar=grande. Traeth macar es una especie de estuario en los confines de Arvon y de Merioneth, Loth, Mab., 1, 129 147 ryt=vado. Su situación es desconocida

–Que los dejen en libertad -respondió Math.

Permitieron a Gwrgi y a los otros rehenes que fueran a reunirse con los hombres del Sur. Math se dirigió a Kaer Dathyl, mientras que Gilvaethwy, hijo de Don, y todas las gentes de su casa que estaban con él, fueron a hacer el recorrido de Gwynedd, como de costumbre, y no acudieron a la corte. Cuando llegó a su habitación, Math hizo preparar un lugar donde pudiera reclinarse y reposar sus pies en el regazo de la doncella.

–Señor -dijo Goewin-, busca a una virgen que soporte tus pies: yo soy mujer.

–¿Qué quiere decir eso? – respondió él.

–Me han asaltado abiertamente, señor. No permanecí silenciosa; no hay persona en la corte que no lo sepa. Los que vinieron fueron tus sobrinos, los hijos de tu hermana, Gwydyon, hijo de Don y Gilvaethwy, hijo de Don. A mí me violaron y sobre ti echaron vergüenza. Se han acostado conmigo, en tu habitación y en tu propio lecho.

–Muy bien -respondió él-, haré lo que pueda: lo primero compensación para ti y después buscaré compensación para mí. Te tomaré como mujer y pondré en tus manos la posesión de mi reino.

Y, mientras tanto, los dos hijos de Don no se acercaban a la corte; continuaron haciendo el recorrido por el país hasta el momento en que se prohibió darles alimentos y bebidas. Al principio se mantuvieron alejados, pero luego acudieron junto a él.

–Buenos días, señor.

–Sí -dijo él-, ¿habéis venido para darme satisfacción?

–Señor, estamos dispuestos a hacer tu voluntad.

–Si siempre hubiera sido así, no habría perdido ni hombre ni caballos; no podéis reparar mi vergüenza después de la muerte de Pryderi. Pero ya que habéis venido hasta mí quiero castigaros.

Cogió su vara mágica y con ella tocó a Gilvaethwy, transformándolo en una cierva bien formada; el otro quiso huir, pero le alcanzó y le tocó con la misma vara y lo transformó en un ciervo.

–Como siempre habéis sido afines, haré que marchéis juntos -dijo Math-, os aparearéis del mismo modo que los animales cuya forma tenéis y procrearéis en la época acostumbrada para ello. Y dentro de un año desde este día, regresaréis junto a mí.

Aquel mismo día después de un año se oyó gran alboroto en las paredes de debajo de la habitación y los ladridos de los perros de la corte en respuesta al alboroto.

–Id a ver qué pasa fuera -dijo Math.

–Señor -dijo uno-, acabo de verlo: hay un ciervo, una cierva y un cervatillo.

Entonces Math se levantó y salió. Y cuando estuvo fuera vio tres animales: un ciervo, una cierva y un cervatillo. Levantó su vara mágica y dijo:

–Aquél que haya sido cierva el año pasado, será jabalí este año, y el que fue ciervo será jabalí hembra -y les tocó con su vara-. Me quedaré con el pequeño -añadió-; haré que lo críen y bauticen.

Le dieron el nombre de Hyddwn.

–En cuanto a vosotros -dijo-, seréis jabalí macho y jabalí hembra, y los instintos de los jabalís serán los vuestros. Dentro de un año desde este día, estaréis bajo los muros de esta casa con vuestro vástago.

Al cabo de un año oyeron los ladridos de los perros bajo los muros de la habitación y toda la corte acudió hacia allí. El mismo se levantó y salió. Fuera vio tres animales: un jabalí macho, un jabalí hembra y con ellos un pequeño muy crecido.

–Me quedaré con éste y lo haré bautizar -dijo.

Y le tocó con su vara mágica y lo convirtió en un hermoso adolescente de cabellos castaño rojizos. Le llamaron Hychtwn.

–En cuanto a vosotros, el que fue jabalí el año pasado será loba este año y el que fue jabalí hembra será lobo.

Diciendo estas palabras, los tocó con su vara mágica y se convirtieron en lobo y loba.

–Tendréis -dijo-los instintos de los animales de los que tenéis la forma. Estad aquí bajo estos muros dentro de un año desde este día.

El mismo día un año después, se oyó un gran tumulto y ladridos de perros bajo los muros de su habitación. Se levantó y salió. Fuera vio a un lobo y a una loba y con ellos a un fuerte lobezno.

–Me quedo con éste y lo haré bautizar -dijo-, ya sé cuál será su nombre: se llamará Bleiddwn. Tenéis tres hijos y sus nombres son: Bleiddwn, Hyddwn, Hychtwn148 Hir (el largo). Los tres hijos de Gilvaethwy el traidor, tres auténticos campeones.

Y entonces tocó sus cuerpos con la vara mágica y se encontraron en su propia carne.

–Hombres -dijo Math-, si me habéis causado perjuicio, ya habéis sido castigados bastante. Habéis sufrido la gran vergüenza de haber tenido hijos uno de otro. Preparad un baño para estos hombres, lavadles la cabeza y dadles vestimentas.

Ejecutaron sus órdenes. Cuando estuvieron dispuestos, volvieron junto a él.

–Hombres, habéis obtenido la paz -dijo Math-, también tendréis la amistad; aconsejadme: ¿a qué virgen podría recurrir?

148 Bleidd=lobo, Hydd=ciervo, bwcb=cerdo, Jones, Mab., p. 63 -Señor -respondió Gwydyon, hijo de Don-, fácil es tal consejo: a Aranrot, hija de Don, tu sobrina, la hija de tu hermana.

Fueron a buscarla: la joven entró.

–Doncella -dijo Math-, ¿eres virgen?

–Sí, señor, que yo sepa -respondió ella.

Entonces cogió su vara mágica y la dobló.

–Pasa por encima -dijo-, y si eres virgen, lo reconoceré.

Pasó por encima de la vara encantada y en aquel paso parió a un niño rubio y robusto y el niño lanzó un fuerte grito. Después del grito, ella se dirigió a la puerta y en el mismo momento parió un niño semejante; pero antes de que nadie pudiera darse cuenta de aquel segundo alumbramiento Gwydyon cogió al niño, lo envolvió en una capa de brocado y lo escondió en el fondo de un cofre, al pie de su lecho.

–Y bien -dijo Math, hijo de Mathonwy, dirigiéndose al niño rubio-, te voy a hacer bautizar aquí y haré llamarte Dylan.

Le bautizaron. Apenas fue bautizado, se dirigió al mar. En cuanto se metió, recibió la naturaleza del mar y nadó tan bien como el más rápido de los peces. Por esa razón le llamaron Dylan Eilton (Dylan, hijo de la ola). Jamás hubo ola que rompiera bajo él. El golpe que causó su muerte fue asestado por Govannon, su tío, y fue uno de los Tres Golpes Funestos.

Como Gwydyon estuviera despierto en la cama, oyó los gritos en el cofre al pie de su lecho. No eran muy fuertes, aunque lo suficiente para que él los oyera. Se levantó precipitadamente y abrió el cofre. Vio a un niño moviendo los brazos en medio de la capa y apartándola a un lado cogió al niño entre sus brazos y se dirigió con él a la ciudad, donde conocía a una mujer que le daría el pecho, y acordó que ella alimentaría al niño. Aquel año, el niño ya se ponía de pie y al cabo de un año parecía dos años mayor por su gran tamaño. Al cabo de un segundo año era un niño grande capaz de ir solo a la corte. Cuando fue a la corte, Gwydyon se ocupó de él; el niño se familiarizó con él y lo amó más que a nadie. Entonces fue educado en la corte hasta la edad de cuatro años; y ya habría resultado admirable que un niño de ocho años de edad fuera tan grande como él. Un día fue a pasear detrás de Gwydyon. Este se dirigió con él a Kaer Aranrot. Al verle entrar, Aranrot se levantó para ir a su encuentro, darle la bienvenida y saludarle.

–Dios te dé bien -dijo él.

–¿Quién es el niño que te sigue? – dijo ella.

–Este niño es tu hijo -respondió Gwydyon.

–Hombre -exclamó ella-, ¿por qué quieres ultrajarme así, buscar mi vergüenza y mantener durante tanto tiempo mi deshonor?

–A menos que sufras mayor vergüenza que la mía por educar a un niño tan hermoso como éste, poca cosa será tu vergüenza. – ¿Cuál es el nombre de tu hijo?149 -preguntó ella. – En realidad, todavía no tiene -le respondió.

–Pues bien, juro que su destino será carecer de nombre hasta que lo reciba de mí -dijo Aranrot. – Pongo a Dios por testigo; eres una mujer perversa, pero el niño tendrá un nombre aunque te resulte enojoso y tú jamás volverás a tener aquél que te enfurece haber perdido. ¡Nunca más serás llamada doncella!

Diciendo estas palabras, se marchó encolerizado, y regresó a Kaer Dathyl y allí pasó la noche. Al día siguiente se levantó, cogió a su hijo y se fue a pasear a la orilla del mar, que se prolongaba desde allí hasta Aber Menei. Y cuando vio algas y varec hizo aparecer por magia un navío en el lugar, y de las algas hizo gran cantidad de cordobán y le dio diversos colores, de modo que nadie habría visto nunca cuero más hermoso. Izó la vela del barco y se dirigió con el niño a la puerta de entrada de Kaer Aranrot. Y allí empezaron a hacer zapatos y a coserlos. Cuando se dio cuenta de que habían sido vistos desde el castillo, cambió su propio semblante y el del niño por otros para que no pudieran reconocerles.

–¿Quiénes son esos hombres que están en el barco? – preguntó Aranrot. – Son zapateros -le respondieron. – Id. a ver qué tipo de cuero tienen y cómo trabajan -les ordenó. Se dirigieron junto a ellos y encontraron a Gwydyon coloreando el cuero y lo hacía con oro.

Los mensajeros fueron a llevárselo a Aranrot. – Muy bien -dijo-, llevad la medida de mi pie a ese zapatero y decidle que me haga zapatos. El le hizo los zapatos, pero no a su medida, sino mayores. Le llevaron los zapatos, pero eran

demasiado grandes. – Son demasiado grandes -dijo-. Se los pagaré, pero que me haga un par más pequeños. Entonces le confeccionó un par mucho más pequeños para su pie y se los envió. – Decidle -dijo- que éstos tampoco me van bien. Le llevaron sus palabras. – Y bien -exclamó él-, no haré otros zapatos antes de haber visto su pie. Fueron a decírselo.

149 Se trata efectivamente de un hijo incestuoso

–De acuerdo -exclamó ella-, iré donde está él. Y se dirigió al barco. Y cuando llegó él estaba cortando y el niño cosiendo. – Buenos días, señora -Dios esté contigo -respondió-. Mucho me sorprende que no logres hacer unos zapatos a mi

medida. – Es verdad, pero ahora sí seré capaz. En aquel momento, un reyezuelo se posó en la borda del barco. El niño le apuntó y lo alcanzó

entre el tendón de la pata y el hueso. Ella se echó a reír. – En verdad -exclamó-, con mano diestra le ha alcanzado el hermoso. – Acaba de recibir un nombre, sin que tengamos que rogar a Dios para recompensarte, y el

nombre no es malo: de ahora en adelante se llamará Lleu Llaw Gyffes150 -exclamó Gwydyon.

Y entonces de inmediato, todo lo que había hecho se transformó en alga y varec y no continuó con aquel trabajo, que le valió el nombre de uno de los Tres Zapateros Orfebres151 . – En verdad -dijo ella-, nada te hace disfrutar tanto como hacerme daño. – Nada malo te he hecho ahora -respondió. Y entonces devolvió al niño su propio semblante y él también recobró su aspecto. – Bien -dijo Aranrot-, juro que el niño tendrá como destino carecer de armas152 hasta que yo

misma no se las haya dado.

–Por mí y por Dios -dijo Gwydyon-, puedes ser tan perversa como quieras, pero el niño tendrá armas. Entonces se dirigieron a Dinas Dinllev. Lleu Llaw Gyffes fue criado hasta que estuvo en

situación de montar cualquier caballo y hubo alcanzado un desarrollo completo en sus rasgos,

estatura y corpulencia. Gwydyon se dio cuenta de que se sentía humillado por carecer de caballo y de armas' y le llamó junto a él.

–Joven -le dijo-, mañana iremos de viaje tú y yo: alégrate.

150 Llew=según Loth, Mab., I, 139, león, interpretación que rectificó en su nueva edición de 1913, ver p. 195, nota 1, al considerar que no se debía leer Llew, sino Llev=brillante, resplandeciente; según los Jones, Mab., 66=hermoso; J. Markale, L'épopée celtique, traduce pequeño, p. 69 151 Ver nota 6 a «Manawyddan, hijo de Llyr» 152 También aquí se utiliza el concepto arueu para designar el conjunto de las armas; ver nota 17 a «Pwyll, prtncipe de Dyvet»

–Lo haré -respondió el joven. Al día siguiente, se levantaron al despuntar el alba y remontaron la costa hasta Brynn Aryen. Cuando llegaron a lo alto de Kevyn Clutno, equiparon sus caballos y se dirigieron a Kaer Aranrot. Entonces cambiaron sus semblantes y acudieron a la entrada con el aspecto de dos

jóvenes, aunque de todos modos Gwydyon adoptara un rostro más grave que el de su compañero. – Portero -dijo-, entra y di que hay aquí bardos de Morgannwc. El portero obedeció. – Que sean bienvenidos; en nombre de Dios, dejadles entrar -dijo ella. Hubo allí gran alegría por su llegada. La sala fue preparada y se sentaron a la mesa. Cuando

hubieron terminado de comer, ella conversó con Gwydyon de cuentos e historias. Gwydyon era buen narrador de cuentos. Cuando llegó el momento de dejar de beber, les prepararon una habitación y se fueron a acostar. Gwydyon se.levantó de madrugada y apeló a su magia y poder. Cuando empezaba a clarear se oyó gran agitación y un gran ruido de trompetas por todo el país. Cuando llegó el día, oyeron golpear en la puerta de la habitación y a Aranrot pidiendo que la abrieran. El joven se levantó y abrió. Ella entró seguida de una doncella.

–Ay, señores -dijo-, nos encontramos en una mala situación. – Sí -respondieron ellos-; hemos oído el sonido de las trompetas y gritos: ¿qué ocurre? – En verdad -dijo,-, es imposible ver el color de las olas, de tan apretados que están los barcos,

y se dirigen a tierra con toda la rapidez que pueden. ¿Qué podemos hacer?

–Señora -dijo Gwydyon-, no hay más consejo que el de encerrarnos en el castillo y defenderlo lo mejor que podamos. – Dios os lo recompense. Preparaos para defenderlo; encontraréis aquí muchas armas. Y en esto fue en búsqueda de armas. Regresó con dos doncellas que llevaban armas para los

hombres.

–Señora -dijo Gwydyon-, arma a este joven y que las dos doncellas me ayuden a mí. Ya oigo el tumulto de la gente que llega. – Lo haré con mucho gusto -respondió ella. Y gustosamente le armó de todas las armas. – ¿Has acabado de armar a este joven? – dijo Gwydyon a Aranrot. – Ya está completamente armado -respondió. – Yo también he terminado. Dejemos ahora las armas, ya no las necesitamos. – ¡Oh¡! ¿Por qué? La flota está rodeando la casa.

–No, señora, no hay aquí ninguna flota.

–¿Qué significa entonces todo este reclutamiento?

–Ha sido para romper el sortilegio que lanzaste sobre tu hijo y para procurarle armas y las ha obtenido sin que tú tengas derecho a agradecimientos.

–Por mí y por Dios, eres un hombre malvado. Muchos jóvenes podrían haber perdido sus vidas a causa del reclutamiento que has ocasionado hoy en este cantrev. Juro que este joven estará destinado a no tener jamás mujer de la raza que puebla esta tierra.

–En verdad -dijo él-, siempre has sido una mujer perversa y nadie debería apoyarte. A pesar de todo, tendrá mujer.

Acudieron junto a Math, hijo de Mathonwy, y le presentaron las mayores quejas del mundo contra Aranrot, y Gwydyon le contó cómo le había procurado las armas al joven.

–Bien -dijo Math-, intentemos por medio de nuestra magia y encantamientos que de las flores salga una mujer para él.

Y por entonces él tenía la estatura de un hombre y realmente era el joven más hermoso que jamás se hubiera visto.

Reunieron las flores del roble, las flores de la retama y flores de la reina de los prados y con sus encantos formaron la doncella más bella y más perfecta del mundo. La bautizaron según los ritos de entonces y la llamaron Blodeuwedd (aspecto, rostro de flores).

Después se acostaron juntos durante la fiesta.

–No es fácil para un hombre mantenerse sin dominios -dijo Gwydyon.

–Bien -respondió Math-, le daré el mejor cantrev que pueda tener un joven.

–¿Qué cantrev, señor? – le preguntó.

–El de Dinodig -respondió Math.

Ese cantrev lleva hoy los nombres de Eivynydd y Ardudwy153. El lugar en el cantrev donde se construyó una corte fue llamado Mur y Castell154 y estaba en los confines de Ardudwy. Fue allí donde habitó y gobernó y todos estuvieron contentos con él y su gobierno.

Un día se dirigió a Kaer Dathyl para visitar a Math, hijo de Mathonwy. Aquel día, Blodeuwedd se puso a pasear por el recinto de la corte. Se dejó oír el sonido de un cuerno, y

153 Según Loth, Mab., 1, 143, esta frase es una glosa introducida en el texto: el cantrev de Dinodig desapareció después de la conquista y reorganización del País de Gales por el rey Eduardo I 154 Muralla del Castillo. Según Lady Guest a dos millas del sur de Cynvael o río de Festiníog (Loth, Mab., 1, 143)

después del sonido del cuerno vio pasar a un ciervo fatigado perseguido por perros y cazadores, y detrás de los perros y los cazadores venía toda una tropa de hombres a pie. – Enviad un criado -dijo- para que se entere de qué tropa es ésta. Un criado salió y preguntó quiénes eran.

–Es la tropa de Gronw Pebyr, señor de Penllynn155 -respondieron. El criado volvió para decírselo. Gronw continuó persiguiendo al ciervo y lo alcanzó en las orillas del río Kynvael y lo mató. Estuvo ocupado en desollarlo y en dar la encarna a los perros hasta la caída de la noche.

Cuando declinó el día y se acercaba la noche, se dirigió a la entrada de la corte.

–No hay duda de que haremos hablar mal de nosotros a este señor, si a semejante hora le dejamos ir a otro lugar sin invitarle -dijo Blodeuwedd. – Con toda seguridad, señora -respondieron sus gentes-, justo es invitarle. Entonces unos mensajeros fueron a llevarle la invitación. El aceptó con placer y se dirigió a la

corte y ella acudió a recibirle, darle la bienvenida y saludarle. – Señora -dijo-, Dios recompense tu buen recibimiento. Se desarmó y se sentaron. Blodeuwedd le miró y, a partir de ese momento, no hubo lugar en

todo su ser que no estuviera penetrado de su amor. El dirigió su mirada hacia ella y se vio invadido por los mismos sentimientos. No pudo ocultarle que la amaba y se lo dijo. Ella se regocijó y el amor que habían concebido el uno para el otro fue el único tema de conversación aquella noche. No tardaron mucho en unirse: aquella misma noche se acostaron juntos. Al día siguiente, él quiso partir.

–No -dijo ella-, no te irás de mi lado esta noche. Pasaron la noche juntos y pensaron cómo podrían vivir unidos. – Sólo hay un medio -dijo él-. Tienes que intentar averiguar cómo se le puede dar muerte y lo

debes hacer aparentando inquietud y amor por él. Al día siguiente quiso partir. – Verdaderamente -dijo ella-, no te aconsejo que hoy te vayas de mi lado. – Puesto que ése es tu consejo, no me iré -respondió-, sólo diré que hay peligro de que el señor

de esta corte regrese. – Bien, mañana permitiré que te vayas.

155 Cantrev del Meirionydd Al día siguiente él quiso partir y ella no se opuso.

–Recuerda lo que te he dicho -dijo-, habla seriamente con él y hazlo pretendiendo que es por amor; consigue que te diga cómo podría sorprenderle la muerte.

Lleu Llaw Gyffes regresó aquella noche a su casa. Pasaron el tiempo en conversaciones, música y bebida. Por la noche fueron a acostarse juntos y él le dirigió la palabra una vez, luego una segunda, sin obtener respuesta.

–¿Qué te ha ocurrido? – le preguntó-. ¿No te encuentras bien?

–Estoy pensando en algo que tú jamás pensarías con respecto a mí: estoy preocupada por tu muerte, en el caso de que tú te fueras antes que yo -le respondió.

–Dios te recompense tu. inquietud; pero si el mismo Dios no interviene, no resultaría fácil matarme.

–¿Querrías tú decirme, por amor a Dios y a mí, de qué modo se te podría matar? Recordaré mejor que tú las precauciones a tomar.

–Con mucho gusto. No es fácil matarme de un golpe, y quien quisiera matarme tendría que fabricar una jabalina sin hacer ninguna otra cosa, menos cuando la gente estuviera en misa de domingo.

–¿Es eso cierto? – le preguntó ella.

–Completamente. No se me puede matar en una casa, ni tampoco fuera. No se me puede matar montado a caballo; ni tampoco si voy a pie.

–Entonces, ¿de qué modo se te puede matar?

–Voy a decírtelo: se me tendría que preparar un baño en la orilla de un río, colocar encima de la tina un entramado arqueado y después cubrirlo bien con paja, traer un macho cabrío y sentarlo junto a la tina; yo tendría que poner un pie sobre la espalda del macho cabrío y el otro en el borde de la tina: me daría muerte quien me alcanzara en estas condiciones.

–Doy gracias a Dios, es ésta una cosa fácil de evitar.

En cuanto obtuvo esta información, se la hizo llegar a Gronw Pebyr. Gronw se ocupó en la fabricación de la lanza y aquel mismo día después de un año estuvo dispuesta, y le hizo saber el día a Blodeuwedd.

–Señor -dijo ésta a Lleu-, me pregunto cómo podría ocurrir lo que me dijiste. ¿Querrías enseñarme cómo te mantendrías sobre el borde de la tina y sobre el macho cabrío, después de que yo misma hubiera preparado el baño?

–Lo haré -respondió.

Entonces envió un mensajero a Gronw y le advirtió que estuviera al abrigo de la colina que ahora llaman Brynn Kyvergyr, en las orillas del río Kynvael. Reunió todas las cabras que encontró en el cantrev y las llevó al otro lado del río, frente a Brynn Kyvergyr. Al día siguiente dijo a Lleu:

–Señor, he hecho preparar el entramado y el baño: y ya están dispuestos. – Iré con gusto a verlo -respondió. Fueron a ver el baño.

–¿Quieres bañarte, señor? – dijo ella. – Con mucho gusto -respondió. Y fue al baño y él mismo se bañó. – Señor -dijo ella-, aquí están los animales que dices, se llaman machos cabríos. – Bien -respondió-, haz coger uno y haz que me lo traigan. Le llevaron el macho cabrío. Lleu salió del baño, se puso sus calzones y colocó un pie en el

borde de la tina y el otro en la espalda del macho cabrío. Entonces Gronw salió de la colina a la que llaman Brynn Kyvergyr y apoyado sobre una rodilla le arrojó la lanza envenenada y lo alcanzó tan violentamente en el costado que el asta saltó y la punta quedó en el cuerpo. Lleu echó a volar bajo la forma de un águila y lanzó un espantoso grito. Después de esto no le volvieron a ver.

En cuanto hubo desaparecido, ellos se dirigieron a la corte y aquella misma noche se acostaron juntos. Al día siguiente, Gronw se levantó y tomó posesión de Ardudwy. Después de haber sometido el país, gobernó y se convirtió en señor de Ardudwy y de Pennllyn.

La historia llegó a oídos de Math, hijo de Mathonwy. Math concibió un profundo dolor y gran pena y Gwydyon una mucho mayor. – Señor -dijo Gwydyon-, no me tomaré reposo antes de tener noticias de mi sobrino.

–Bien -dijo Math-, Dios te ayude. Partió y empezó a recorrer el país; atravesó Gwynedd y Powys en toda su anchura y longitud. Luego se dirigió a Arvon y llegó a la casa de un villano que habitaba el maenawr de Pennardd. Se hospedó en su casa y allí pasó la noche. El dueño y las gentes de la casa entraron y el porquerizo entró el último. El dueño le dijo:

–Compañero, ¿ha vuelto la cerda esta noche? – Sí -respondió-; en este momento acaba de reunirse con los puercos.. – ¿Qué camino hace la cerda? – preguntó Gwydyon. – Todos los días, en cuanto se le abre la cuadra, sale y no se la vuelve a ver; no se sabe el

camino que toma, ¡igual como si fuera bajo tierra! – ¿Querrías hacerme el favor de no abrir la puerta de la cuadra antes de que yo esté allí contigo? – preguntó Gwydyon.

–Lo haré con gusto.

Y se fueron a acostar.

Y cuando el porquerizo vio la luz del día, se levantó y despertó a Gwydyon. Se levantó, se vistió, fue con el porquerizo y se colocó junto a la cuadra. El porquerizo abrió la puerta y en cuanto estuvo abierta, la cerda saltó fuera y con paso rápido se marchó. Gwydyon la siguió. Remontó un río, se dirigió al vallejo que ahora llaman Nant y Lleu (la hondonada de Lleu) y allí se detuvo y empezó a pastar. Gwydyon se situó bajo un árbol y miró lo que comía la cerda. Vio que era carne podrida y gusanos. Levantó los ojos a la copa del árbol y cuando miró, vio en la copa a un águila. Cada vez que el águila se sacudía, dejaba caer gusanos y carne podrida que la cerda comía. Gwydyon pensó que el águila no era otro que Lleu y cantó este englyn156

Crece un roble entre dos lagos,

oscuramente ensombrece cielo y valle,

si no me equivoco esta señal viene de

las flores de Lleu.

En esto, el águila se dejó caer hasta la mitad del árbol, Gwydyon cantó un segundo englyn:

Crece un roble en una llanura de tierras

altas, no hay lluvia que lo moje ni

calor que lo ablande, ha sufrido nueve

marcas de penalidades en su cima, Lleu

Llaw Gyffes.

El águila se dejó caer hasta la rama más baja del árbol. Gwydyon untó un tercer englyn:

Crece un roble en una pendiente

santuario de un hermoso señor, si no

me equivoco Lleu vendrá a mi regazo.

El águila se posó en las rodillas de Gwydyon. Y entonces Gwydyon le tocó con su vara encantada y recuperó su propia semblanza. Jamás nadie había visto a un hombre presentar más triste aspecto. Sólo era piel y huesos.

Gwydyon se dirigió con él a Kaer Dathyl e hicieron traer allí a los mejores médicos que se pudieron encontrar en Gwynedd. Antes de finalizar el año estaba completamente restablecido.

–Señor -dijo entonces a Math, hijo de Mathonwy-, ya es tiempo de que reciba, satisfacción del hombre que me ha producido tantos sufrimientos.

–Con toda seguridad -respondió Math-. No puede seguir sin darte satisfacción.

–Me gustaría obtenerla lo antes posible.

156 Ver nota 23 a «Branwen, hija de Llyr» Entonces reclutaron las tropas de Gwynedd y marcharon hacia Ardudwy. Gwydyon iba a la cabeza y se dirigió a Mur y Castell. Al enterarse de que se acercaban, Blodeuwedd cogió a sus doncellas y se dirigió a través del río de Kynvael hacia una corte situada en la montaña. Su terror era tal, que sólo podían marchar andando hacia atrás; así cayeron en el agua sin darse cuenta y se ahogaron todas, a excepción de Blodeuwedd. Entonces Gwydyon la alcanzó y le dijo:

–No te mataré, haré algo peor. Te dejaré ir con la forma de pájaro. Para castigarte por la vergüenza que has echado sobre Lleu Llaw Gyffes, jamás te atreverás a mostrar tu cara a la luz del día, pues temerás a todos los demás pájaros. Habrá enemistad entre ti y todos los pájaros y su instinto les conducirá a agolparse a tu alrededor y a tratarte con desprecio por todos los lugares donde te encuentren. No perderás tu nombre, sino que te seguirás llamando Blodeuwedd para siempre.

En efecto, en el lenguaje actual, Blodeuwedd es «búho». Por esta razón, los pájaros odiaron al búho. Y el búho se ha llamado hasta ahora Blodeuwedd.

Gronw Pebyr regresó a Penllyn y desde allí envió una embajada a Lleu Llaw Gyffes para preguntarle si quería tierra, dominios, oro o plata como precio a su ultraje.

–No acepto, pongo a Dios por testigo -respondió-. Sólo aceptaré que se dirija al lugar donde yo me encontraba cuando me arrojó la lanza y yo estaré en el mismo lugar que él, y permitirá que le arroje la lanza. Esa es la menor satisfacción que puedo aceptar.

Se lo dijeron a Gronw Pebyr.

–Bien -dijo-, tengo que hacerlo. Nobles fieles, gentes de mi casa, hermanos de leche, ¿hay alguien de entre vosotros que quiera recibir el golpe en mi lugar?

–Nadie -le respondieron.

Y debido a que se negaron a recibir el golpe en lugar de su señor, fueron llamados desde aquel día una de las Tres Familias Infieles157 .

–Bien -dijo él-, entonces seré yo quien lo reciba.

Ambos se dirigieron a las orillas del río Kynvael. Gronw se situó en el lugar donde estaba Lleu Llaw Gyffes cuando le arrojó la lanza, mientras que Lleu ocupó su sitio. Gronw Pebyr dijo entonces a Lleu:

–Señor, como fueron los perversos artificios de una mujer los que me indujeron a hacerlo, te ruego, en nombre de Dios, que me dejes colocar entre mí y el golpe esta piedra plana que veo en la orilla del río.

157 Así aparece escrito en las Tríadas del Libro Rojo (Loth, Mab., 11, 241): «Trece familias infieles en la isla de Prydein: la familia de Goronwy Pevyr de Penllyn que negó a su señor recibir en su lugar el golpe de la jabalina envenenada de Llew Llaw Gyffes; la familia de Gwrgi y de Peredur que abandonó a sus señores en Kaer Greu, cuando debían combatir con Eda Glingawr /…/ y la familia de Alan Fergan que abandonó a su señor en su marcha a Kamlan

–No te lo niego -respondió Lleu.

–Dios te lo pague.

Gronw cogió la piedra y la colocó entre él y el golpe. Entonces Lleu arrojó su lanza, atravesó la piedra de parte a parte y al propio Gronw de tal forma que le rompió la espalda y entonces Gronw Pebyr murió. En la orilla del río Kynvael todavía está la piedra agujereada. Y por esa razón se le ha llamado hasta ahora Llech Gronw.

Lleu Llaw Gyffes volvió a tomar posesión de su país y gobernó felizmente. Según lo que dice el cuento, después se convirtió en señor de Gwynedd.

Así se termina esta rama del Mabinogi.

PARTE SEGUNDA