10
Cuando Camila se dio cuenta de aquel auto, por poco se desmaya.
-¿Qué te ocurre? –preguntó extrañado.
-Tu auto es …
-Sí, lo que pasa es que me lo proporciona la empresa… ya sabes.
No supo qué decir. Un empleado común y corriente nunca tendría uno así y del año.
Camila se conformó con la respuesta y abordó la nave negra.
Llegaron a una repostería muy vintage donde vendían todos los postres en Upper West Side, Momma Bakery. Había de todo y a Camila se le llenaron los ojos como a un niño. De hecho, nunca vio eso en su niñez, tampoco fue a un parque de diversiones. Todo lo que hacía era escuchar gritos, peleas, oír a los amigos de su padre divertirse en el cobertizo mientras apostaban a las cartas. Todo se lo bebía y fumaba. Casi nunca quedaba dinero para comer.
Lo único que disfrutaba era cuando una tía lejana le llevaba las sobras de los cumpleaños de los niños a los cuales cuidaba. Ella y su hermano devoraban los trozos de torta, las empanaditas rellenas de guayabas pero nunca fingía tener un cumpleaños. Los odiaba porque cada año en vez de festejos para ella, su padre seguía gastándose el dinero en mas bebidas y su madre iba por el mismo camino. Los malos ratos con él se lo descargaba con Camila por ser la mayor.
Siempre la descalificaba. Al parecer se veía reflejada en ella. Camila se preguntaba cada dia qué había sido de su madre y le hervían las entrañas.
De nuevo la tristeza se hizo presa de Camila mientras Bryan se quedaba observándola con sus lentes de sol puestos.
-Qué piensas con esa carita triste? –su dedo índice se deslizó por la mejilla de Camila. Ella no pudo contener sus lágrimas, fue inevitable y se odió por esto.
-Camila, mírame.
-No pasa nada. Lo siento. –dijo secándose las lágrimas.
-Camila, no me digas que no te pasa nada. Te veo triste y te he visto de vez en cuando así. ¿A quién debo matar?
Camila sonrió.
-Son cosas de mi pasado que no vienen al caso. Vamos a pedir algo.
Bryan la detuvo y la puso frente a él. Ella sintió esa fuerza emerger desde sus adentros y lo notaba por cómo apretaba sus hombros. Así que la tomó suavemente por detrás de la nuca y la embistió con un beso apasionado. En la repostería solo estaban unos señores muy entretenidos pero la cajera se quedó deleitándose con aquel beso.
Camila no quiso resistirse, se rindió a su lengua buscándola sedienta, sus manos con presión en sus caderas. No sintió el momento en que él se despegó, había quedado hechizada.
-Ahora si vamos a ordenar.
Bryan se adelantó hacia el mostrador de madera y color blanco con rosa donde descansaban unas galletas gigantes de blueberries y otras de cereales, también flanes, brownies, pastel de plátano con fresas…
Camila le siguió y se colocó a su lado. Embelesada, como si todo el tiempo se hubiese detenido con el beso.
-¿Qué se te antoja? –Bryan le secreteó esto y ella por poco se le baja la presión. No se había acabado de recuperar cuando sintió su mano fuerte encerrar la suya. ¿Le estaba dando la mano? ¿Ya eran novios o qué?
-Bryan yo… tengo…
-Shhh. No quiero saber nada si no estás preparada. Solo quiero que sepas que me gustas, que te pienso que eres especial y quiero seguir viéndote todos los días. ¿Aceptas salir conmigo? Aunque ya eso es algo obsoleto, somos adultos.
-Mi vida es algo complicada. Hay cosas de mi que no sabes y quiero ser honesta así que no sé si después de escucharlas quieras seguir.
-Mi amor, lo que me importa es este momento. Solo vamos a darnos tiempo para estar juntos, pasarla bien, conocernos y si te sientes lista después me dices ¿Si?
Camila asintió.
-Yo también tengo cosas que decir pero, en su momento.
Bryan le plantó un beso tibio y rápido.
-¿Qué desean ordenar?
Ya ni se acordaban en donde estaban.
-Yo una galleta de blueberries y un helado de chocolate con caramelos.
Bryan sonrió. Camila era como una niña inocente llena de ilusiones y él las complacería todas.
-Yo quiero… pues nada solo un té frio.
-¿O sea que de nuevo vas a verme comer? No se vale.
Camila fingió enojo mientras Bryan la tomaba por detrás y le besaba de a poquito la raíz del cuello.
-Comeré de lo que comas y ya. Tampoco me gustan tantos dulces, contrario a ti. –sonrió.
-Cuando pequeña nunca tuve nada de esto. Era una niña muy pobre. –se giró y le dio el frente. –Una parte de mi que no puedo ocultar, así que debes conocer mi historia, lo que soy.
-Lamento mucho escuchar algo así. ¿Tus padres viven?
-Si y no.
-No entiendo…
La chica de la repostería les sirvió en ese instante.
-Viven en términos reales pero para mi están muertos.
Bryan se acomodó en la silla y enarcó las cejas. Camila le contó todo lo que vivió y entre pausas pudo continuar. Aquello le sirvió para poder desahogarse ya que nunca había podido sacarse todo el dolor de adentro. Siempre sufrió en silencio y sola.
Bryan solo pudo tomarla de las manos y besarla dulcemente.
-Lo que quiere decir que no vivías con tu tía en el Bronx…
-No, todo eso es para apalear un poco las cosas. Tampoco es que ando haciéndome la víctima. Claro, hay otra cosa que no sabes de mi y que te diré en su momento.
-Yo perdí a mis padres. A mi padre porque se fue de casa sin decir nada y mi madre murió lamentablemente. Fui criado por mi tía… -estuvo a punto de decir lo de la empresa. –Camila, te confieso que te he mentido. Yo soy dueño de la empresa donde vas a trabajar. Perdona por no decirte antes pero Harry es mi primo y Lori mi tía.
Camila guardó silencio unos segundos.
-¿Y por qué razón mentiste?
-Porque no quería que pensaras que te daría el puesto solo porque me gustas. Yo quise que tomaras tu entrevista normal como cualquiera.
-No sé cómo sentirme… Ahora entiendo lo de tu auto entre otras cosas. Siendo así debimos tener cuidado en la forma de tutearnos en el edificio.
Bryan sintió alivio de que ella no se haya molestado y además que lo quiso sin saber su fortuna.
-Te pido perdón por ocultarte la verdad y no quiero que esto cambie nada. Y en cuanto a la oficina, trabajamos en departamentos distintos así que nuestra relación no debe interferir con nada.
-Todo esto parece una fantasía. No me creo nada de lo que me está pasando. –suspiró.
-Yo estoy aquí para ti y es lo único que debes saber. Ahora dame otro beso con sabor a chocolate.
Camila se resistió en broma pero él se comió un poco del helado y luego le plantó un beso. Ambos bromearon y se echaron a reír toda la tarde.
-Debo irme. –dijo Camila mientras miraba el reloj.
-Si, déjame llevarte.
-No, luego te explico. Ahora no puede ser y espero que entiendas.
Bryan aceptó dicha respuesta sin problemas. La despidió y luego tomó su móvil. Vio una llamada de Maya. Lo había olvidado, debía llamarle y terminar esa relación. Era lo mejor para ambos. Pero eso lo haría después de la llamada que debía hacer.
Camila llegó a la casa en una nube. Así le parecía estar, toda ilusionada con mariposas en el estómago, en las orejas y en todos lados. Saludó a Leila que se encontraba en la sala de estar con La Madame.
-Hola chicas. –dijo con mucho ánimo.
-Hola querida. Luces muy sonriente hoy…-comentó La Madame.
-Si, he estado en unos proyectos con mis bocetos. Ya sabe…
-Si… entiendo. Acaba de llamar Silver. Hoy te quiere de jeans y t-shirt. Muy bien por ti con ese cliente querida…
Leila sonreía porque le había vaticinado que se casaría con él.
-Gracias, ya me voy a mi habitación.
Subió rápidamente con el corazón en la boca. Ahora estaba saliendo con Bryan y no quería que se diera cuenta del trabajo indecente que hacía. Pero debía cumplir el tiempo restante o tendría que pagar un dinero que no poseía. Así que había que aguantarse.
¨¿Llegaste bien?¨ -preguntó Bryan por texto.
¨Si, justo ahora subí a mi habitación”.
A Camila se le revolvía el vientre al leerlo o verlo. No podía evitar sonreír y sentir una corriente de ternura y excitación por todas sus terminaciones nerviosas, como si fuese un mundo rosa donde por fin sus sueños comenzaran a tomar forma.
“Tengo ganas de besarte de nuevo.”
No dijo nada, solo quiso releer mil veces esa frase y revolotear en la habitación luego de echar un ligero chillido que salía desde sus cuerdas vocales.
A duras penas pudo comer algo, pues era algo tarde y debía salir hacia donde Silver. Como llevaría ropa cómoda, se permitió subirse el cabello en una cola, llevar un t-shirt negro y unos jeans azul claritos que marcaban toda su anatomía bastante bien. Su maquillaje como quiera era muy sencillo.
Le daba mucha curiosidad saber qué estaba inventando Silver si por fin se quitaría la máscara o si continuaría ocultando su identidad.
El chofer no demoró en llevarla al lugar acostumbrado. Ya era una costumbre recorrer el mismo camino hacia la mansión.
Al llegar, todo lucía como el primer dia. Se escuchaba música en el patio así que caminó por todo el jardín hasta llegar a su destino.
De frente notó una pantalla gigante con una especia de trípode sembrado en el césped. Un par de gente con unas franelas de equipos de básquet, al parecer esperaban que empezara el juego de la NBA.
Silver se veía de lejos destapar una cerveza y fue como si sintiera la presencia de su invitada de honor. Se giró y la saludó de lejos con una mano. En su rostro llevaba la jodida mascara aunque esta vez solo le tapaba los ojos y la nariz. Sin embargo, aquello no era suficiente.
Camila se fue acercando hasta que estuvo frente a él brindándole su mejor sonrisa.
-Hoy tendremos un juego para la historia. Juegan los Lakers con los 76ers. ¿Te gusta el básquet?
Camila hizo un ademan de que era algo obvio y él no sabía pero ella era fanática del deporte. Iba a los 76ers.
-Hoy ganarán los 76ers para que sepas.
Silver se quedó sorprendido. La chica era toda una caja de sorpresas. Se tomó un trago y sonrió sin mostrar sus dientes.
-Todo eso está por verse. Recuerda contra quienes juegan. Hablamos del gran Shaquille O’ Neal.
-Dame una cerveza que hoy si voy a tomarme una.
Ambos se rieron un poco y se unieron al grupo que aguardaba ansioso en sus sillas. Había alrededor de 10 personas las cuales Silver le presentó a Camila, pero se le había olvidado todos los nombres. Lo que sí recordaba era que todos fueron al colegio con Silver.
Ella no sabía por qué razón él la involucraba en algo tan personal de su vida.
Silver y Camila se sentaron en un diminuto mueble muy cómodo y los anunciantes no paraban, tampoco las discusiones sobre qué equipo ganaría. Ella vivió aquel instante como uno de esos que tampoco había vivido antes. Nunca tuvo amigos para ver un partido, pues todo el tiempo los veía en la tv de la bodega con sus compañeros de trabajo y su jefe.
Silver estaba electrizado, su misterio había mermado y le dio paso a la a lo espontaneo.
-Me dejaste en shock Camila. Mira a las otras chicas, aburridas y tu disfrutándote esto. Eres de otro planeta.
-Porque no me conoces te sorprende. De hecho, siempre he soñado con ir a la final de un partido de la NBA.
Silver pasó su brazo por encima del borde del asiento para acomodarse con su chica al lado, su dama de compañía, la mejor elección.
El primer cuarto había empezado y Alan Iverson quemó el aro con un solo tiro de tres. El público se puso de pie, las cosas comenzaron a ponerse color de hormiga cuando Shaq lanzó desde media cancha, varias faltas, nada pintaba bien para los Lakers, Camila y tres más se burlaban de Silver y el resto.
Unas salchichas Alemanas con papas fritas para acompañar las cervezas. Cada punto del equipo contrario traía más escándalo. Hubo uno que se lanzó a la piscina a refrescarse, pues perdían Los Lakers, Silver se puso algo serio y Camila lo pellizcaba en las mejillas para hacerle reír. Hizo el intento de quitarle la máscara pero él se dio cuenta a tiempo para frenarla.
-No es el tiempo. –besó sus manos.
A Camila le parecía de vez en cuando escuchar la voz de Bryan o sería que estaba enloqueciendo. Se acomodó de nuevo en el mueble muy relajada, o no tanto, considerando que estaba en trabajo.
No quiso seguir imaginando nada, solo se ubicó en un escenario donde ella salía con Bryan y unos amigos, así se le hacía más fácil.
Segundo cuarto, Los Lakers ganaban por un pelito, había tensión en los fanáticos, incluyéndolos a ellos que habían dejado de lado la bebida y comida. Los minutos avanzaban, nada podía ser peor para ambos bandos que lo que estaba por pasar.
Ambos empataron, quedaba apenas un minuto. Pase y pase y nadie encestaba hasta que O’ Neal se apresuró y metió sin piedad. Uno a uno la cosa se ponía color de hormiga. Entre anunciantes ellos aprovechaban para predecir lo que pasaría. Nadie daba su brazo a torcer, ya algunos habían caído a la piscina desesperados, Camila sudaba y Silver también.
-Hoy ganamos nosotros. Debe perder Los Lakers. –Camila se recostó de nuevo despertando la mirada de deseo de Silver.
-Si los Lakers pierden te juro que me quito la mascara.
-¿Hablas en serio? –se le dibujó una sonrisa en el rostro de triunfo. Ella estaba casi segura de esa victoria.
-Muy en serio. Hagamos esa apuesta.
-Trato hecho adversario. –se dieron las manos.
De nuevo empezó el juego, mas agresivo que nunca. Los sixers ganaron el tercer cuarto y Camila no aguantaba las ganas de que la victoria fuera de ella y desenmascarar a Silver. Es que si hubiese podido pagarle a los jugadores lo habría hecho para salir de dudas.
-No te preocupes, continuamos con el ultimo así que no cantes victoria. –dijo Silver muy tranquilo desde el trono.
-No lo lograran. ¿Verdad que no chicos?
Los tres que apoyaban su equipo hicieron una fanfarria.
-Si ganamos te juro que te tiro a la piscina con todo y ropa. –vociferó Silver y ella aceptó.
Todos de pie, nadie habló casi ni respiraron. Sus corazones iban latiendo acelerados y la adrenalina los envolvía. Cada segundo había un punto y cada punto una victoria. Cualquiera podía ser, cualquiera obtendría el título.
De nuevo empate, Shaquille, Alan…. Un momento de debilidad y un fallo por parte de Allan. Unos cinco segundos hasta que Robert Horry consiguió un triple al mismo momento de que la pantalla marcara cero. Los Ángeles Lakers habían vencido y Camila se apretó el cráneo.
Silver la tomó de la cintura y a pesar de sus gritos con una sola mano la dejó casi a punto de tocar el agua y de nuevo la levantó.
-No soy tan malo como crees. –susurró en su oído y luego besó sus pómulos.
Camila se compuso y cabizbaja escuchó la burla de los contrarios a su derrota.
Silver se mantuvo tranquilo pero muy enérgico. No se despegaba de Camila un segundo. De vez en cuando la abrazaba por el cuello o deslizaba sus manos por sus brazos y ella se zafaba poco a poco.
-Quiero decirte algo Silver.
-Si, adelante. –tomó cerveza.
-Dentro de poco renunciaré a este trabajo. Tengo otro empleo y tal vez ya no nos volvamos a ver. Quiero una vida normal y estoy empezando una relación. Ya sé que solo soy tu dama pero, yo deseo que consigas a la chica de tus sueños y pues me ha gustado mucho que hayas sido tú la persona que haya pagado todo por tenerme a mí. No sé qué tengo yo de especial y….
-Shh… Nunca digas que no me vas a ver. ¿Cuántos días te quedan?
-24 días.
-Podemos hacer mucho en ese tiempo. No te quiero con nadie más, solo conmigo. Así tenga que doblar el dinero.
Sus palabras le causaban un desasosiego grande algo inquietante y excitante. Silver la sabia seducir con un tono de voz tan bajo y grave que apenas podía articular y recomponerse.
-Bueno, si tú lo dices…
-Sí, yo lo digo Camila.