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La clase de costura y diseño tendría un elemento distinto a los demás días y Camila no se enteraba aun, el transporte hacia el Palmer Institute ya estaba a su máxima capacidad de pasajeros y lo había perdido. Llegaría tarde y eso no le agradaba, deseaba tanto graduarse que no podía darse el lujo de perderse una sola clase.

 

Duró poco mas de 15 minutos en la parada del bus sosteniendo su bolso gigantesco sobre su hombro, éste contenía sus y en las manos llevaba un cuaderno de 1000 páginas donde dibujaba los modelos y sus patrones de diseño.

 

Camila era una chica con pocos senos, piernas fuertes, cintura estrecha, caderas pronunciadas, un poco jorobada por su altura y la postura que siempre llevaba. Su cabello muy largo y fino, hacía una ligera onda al final de las puntas. Una dentadura perfecta al igual que su sonrisa cuando solía hacerlo.

 

Sus pies se movían de un lado a otro muy preocupada, pues la directora había dicho la semana anterior que una sorpresa les aguardaría y que debían estar a tiempo en el instituto. La temperatura calurosa contribuía a que la franelilla blanca se pegara a su delgada espalda y eso lo odiaba.

 

-Vamos, vamos… - dijo mirando su reloj morado de pantalla grande colocado a mano izquierda. Casi podía escuchar el tic tac junto con los tacones de una secretaria que se asomaba para alcanzar también el bus. Camila hasta pensó que todos los elementos se habían compuesto para hacerle perder la paciencia, y era muy extraño porque a ella nada la exasperaba. Pero, cuando se trataba de la escuela, todo le llenaba de coraje.

 

- ¡Cami… ¡Oye Camila! -escuchó alguien llamarle. Giró el rostro y sus cejas inmediatamente se arquearon en un signo de sorpresa. Era uno de sus vecinos. El Boli, un chico de unos 19 años que solía jugar básquet y se dedicaba a la venta de celulares en la calle. Decía que pronto le firmarían en la NBA, por eso guardaba la esperanza de poner a su país y a su familia en alto.

 

Camila no lo pensó dos veces para abordar la chatarra del año 78. Un auto Chevrolet color verde oscuro que chirriaba como una cotorra .

 

-Gracias a Dios que te veo… –suspiró aliviada después de secarse un poco el sudor. Ya eran las tres de la tarde y se suponía que debía estar a esa misma hora tomando clases.

 

-Para que veas, soy ángel guardián a veces. –dijo el chico un poco presumido después de chasquear la lengua y brindarle una amable sonrisa a la vecina. El Boli era un mulato de cabello rizado, vestía todo el tiempo como un jugador de baloncesto con sus franelas con un número específico como si fuera jugador oficial asignado y su nombre detrás.

 

Al llegar al parqueo del instituto, Camila se mojó un poco con la lluvia  que de repente había comenzado a caer. Se despidió  rápidamente del joven y se apresuró a atravesar los dos largos pasillos a pasos agigantados.

 

Abrió la puerta del salón muy sigilosamente pero no pudo escapar de la mirada inquisitiva y escaneada de la directora cuando la vio entrar. Así que la directora suspiró y continuó su exposición, tratando de ignorar su tardanza.

 

Anunció que debían todas las estudiantes del curso, someterse a una prueba de talento si querían ser elegidas como costureras de la pasarela más importante de Nueva York.

 

-…Así que espero lo mejor de cada una de ustedes. Tendrán 24 horas para trabajar en su proyecto. Deberán elaborar la más exclusiva colección de verano, ya sea un vestido y pantalones o conjuntos… Además de un bikini. ¿Entendido señorita Camila Rogers? –ella asintió con la cabeza mientras anotaba todas las indicaciones escritas en la pizarra.

 

-Usarán telas frescas y sencillas. Lo que debe primar es lo elegante.

 

Se emocionó de veras. Era la oportunidad que estaba buscando hacía mucho tiempo. A sus 23, ya había pasado por situaciones extremas, desde meter preso a su padre, la desaparición de su madre, la separación de sus hermanos y las distintas casas de adopción a las que fue sometida hasta que por edad, fue a vivir sola.

 

Todo sin contar los días de hambre, las malas noches, los sueños rotos, propuestas indecorosas…

 

“Llegó tu momento Camila”. –se dijo para sí anotando en su cuaderno todo lo que necesitaba. Claro, tendría que gastarse el poco dinero que tenía en todos los materiales y hasta pedir prestado en su trabajo, aunque con lo que ganaría en la pasarela, con eso podría hasta empezar su propio atelier aun fuera pequeño.

 

Salió de allí con unas compañeras las cuales no dejaban de parlotear y ella, soñaba y flotaba en el aire. Iban dirigidas a una tienda de bisuterías y telas muy popular para comprar los materiales. Ya ella había pensado en un hermoso vestido aguamarina con una tela ligera pero suave y unos pequeños detalles elegantes. El tema era una fiesta de playa en verano. De esto trataba la pasarela.

 

Se tomó su tiempo para seleccionar sus elementos y componentes hasta que por fin encontró todo lo que quería.

 

Esa tarde, fue directamente al trabajo y pidió el día libre a Fernando. Éste se negó al principio pero luego accedió. Camila le prometió trabajarle horas extras si fuese necesario pero debía hacer esto.

 

Llegando a la habitación, más tarde que nunca, se dio cuenta que la habían llamado del orfanato donde estaba su hermana Lucy, ya de 12 años. Esta había presentado muchas fiebres y estaba ingresada en un hospital. Además de vómitos y diarrea, su estado era delicado y por lo pronto aunque quiso, no pudo verla ya  que las visitas a esas horas estaban prohibidas. Pasaba la media noche.

 

Se reprendió a si misma por no haber estado disponible.

 

-¿A qué hora comienza la visita? –preguntó preocupada.

 

-A las 10 am. –respondió la voz de la persona a cargo de su hermana.

 

-Por favor, manténgame informada señora Marie.

 

No podía concentrarse en nada. La creatividad había cerrado sus puertas dentro de ella y no le permitía avanzar en el proyecto. Solo tenía un día para finalizarlo.

 

Entre sus dedos portaba un lápiz de carbón y en su cuaderno solamente tenía puesto la fecha del día: 12 Junio 2001. Acostumbraba a ponerle fecha a todo lo que emprendía o creaba.

 

Sobre el papel no había podido hacer ni una silueta del vestido. A un lado colgaban las telas sobre la máquina de coser. Un silencio, unos gatos maullando, la luna creciente y su corazón sobre el pecho.

 

Camila no buscaba el amor actualmente. Solo tuvo un novio del cual recordaba una experiencia agridulce. Por un lado fue un chico amable y dulce, pero por otro lado no había madurado tanto como ella y por lo tanto vivían polos opuestos. Algún día tendría la posibilidad de hacer una familia aunque con el ejemplo que tuvo, no había mucha esperanza.

 

-Vamos Camila Roger Salas… debes ganar este concurso. –suspiró al final de la frase de supuesto ánimo.

 

Empezó a  trazar, cortar y coser. Lo hizo sin parar hasta las 5 am donde cayó rendida del sueño.