PRESENTACIÓN

Los escritores son el activo de una editorial. Es algo tan obvio que no debería hacer falta decirlo. Y sin embargo, es necesario. Un editor, no lo olvidemos, no es otra cosa que un intermediario y un filtro. Ambas tareas son importantes y los buenos editores se distinguen de los malos en que saben llevar las dos a cabo con eficacia. Pero, reconozcámoslo, en el fondo un editor existe única y exclusivamente para que los autores encuentren su público, para que los lectores puedan llegar a los libros que quieren leer.

Nuestra tarea es importante. Pero no somos imprescindibles. Aunque no existiéramos, los escritores y los lectores acabarían encontrándose. Si somos buenos, facilitamos esa tarea, pero ya está, eso es todo lo que hacemos. No somos una parte imprescindible del proceso literario; eso lo son los autores y los lectores, porque sin un autor que genere obras, los lectores no tienen nada y, del mismo modo, sin lectores que lo lean, un autor es una voz clamando en el desierto.

Conviene recordar eso, especialmente en esta época convulsa y cambiante que no tenemos muy claro adónde nos va a llevar. «Ojalá vivas tiempos interesantes», dice la vieja maldición china. Y estos lo son, sin duda.

Los escritores son el activo de una editorial, decía al principio de estas líneas. Sin ellos, la editorial no tiene razón de ser y su existencia se convierte en una broma pesada y de mal gusto.

Todo lo demás, digámoslo claro, son zarandajas; o, por usar un anglicismo peliculero: «bullshit».

Es algo que tuve claro desde que inicié la andadura de Sportula, hace algo más de cuatro años. Sin autores, no soy nada, así que más me vale mimarlos, hacer que estén contentos conmigo y conseguir que quieran publicar aquí, que esta sea su casa y que en ella se sientan cómodos y seguros.

Eso he intentado, durante estos años. Diría que lo he conseguido, visto el catálogo de Sportula y teniendo en cuenta que la mayoría de los autores que han publicado conmigo, acaban repitiendo, ya sean recién llegados o veteranos de toda la vida.

Pero, si los autores son mi activo, los lectores son mis clientes. No es cierto que el cliente tenga siempre razón, pero no cabe duda de que a un buen cliente hay que fidelizarlo, ofrecerle un producto que le interese y tratarlo con inteligencia y sin condescendencia.

Creo que la política de Sportula ha ido por ahí. Ediciones bien realizadas, precios ajustados, obras interesantes. Respeto por el cliente, en suma.

Eso ha ido generando una pequeña masa de lectores fieles que buscan en Sportula libros que saben que les pueden interesar y que son, sin duda, mis mejores publicistas. Si los lectores de Sportula van creciendo como lo han ido haciendo a lo largo de estos años es porque otros lectores satisfechos han hablado de nosotros, nos han recomendado y nos tienen, para bien, en el punto de mira de sus comentarios.

Lectores y escritores. Lo único que hacemos es ponerlos en contacto. Intentamos que esa tarea se realice de la mejor forma posible: somos un vehículo, al fin y al cabo, no un obstáculo.

Por tanto, quizá va siendo hora de que me retire. Después de todo, amable lector, no estás aquí para leerme a mí (o, al menos, para leer mis digresiones editoriales) sino a mis autores. No te has bajado este ebook promocional para que te cuente lo bien que Sportula hace las cosas, sino para que te lo demuestre con los relatos que lo componen.

Pasa la página, entonces. Encontrarás a trece autores, trece fabuladores que te llevarán a sus universos personales y te darán una vuelta por ellos. Si ya los conoces, sabes de qué hablo. Si no, estoy seguro de que volverás a por más.

RODOLFO MARTÍNEZ

Gijón, abril, 2014