Subo corriendo por el camino adoquinado a todo lo que me dan las piernas y siento que se me va a salir el corazón por la boca. Hace más de 13 horas y media que salimos de Madrid y aún me parece un sueño que estemos a punto de alcanzar la meta. Miro a mi derecha y balbuceo “Luqui, creo que soy séptima” casi sin aliento. Lucas me mira sonriente y me coge la mano justo en el momento en que empezamos a ver el acueducto al final de la calle. Llevamos corriendo más de 13 horas y estamos agotados, pero hemos mejorado todos los ritmos que nos habíamos marcado y la felicidad de alcanzar la meta nos da alas durante los últimos metros. Entramos con Javi en meta en 13 horas y 39 minutos, tras recorrer los 100 kilómetros que separan Madrid de Segovia. Y entonces lloro de felicidad, porque no hay nada más grande que esto. Nada.