AGRADECIMIENTOS

Quiero dar las gracias por su apoyo, su amistad y su pericia de redactores a: Marie Sanford, Amy Hempel, Katherine Greenberg, Amy Gross, Elliott Holt, Lisa Randall, Laurie Simmons y Syd Sidner, que estuvo sentado a mi lado durante días y semanas y me traía demasiado café, y a Claudia Slacik, que casi literalmente me ofreció un lugar para escribir.

A Zadie Smith, que hizo la pregunta que puso en marcha todo; a William Boyd, que eligió el primer capítulo para el número 100 de Granta; a Salman Rushdie, que más tarde seleccionó el fragmento para The Best American Short Stories 2008; y a Heidi Pilator de Best American Short Stories.

A los agentes Andrew Wylie, Sarah Chalfant, Charles Buchan, Jin Auh y Peter Benedek en la Costa Oeste. Y a los abogados Marc H. Glick y Stephen F. Breimer.

A Paul Slovak, mi editor de Viking, con quien almorcé muchas veces a lo largo del proceso, y a Sarah Holloway de Granta, Reino Unido, que ha sido una amiga y una editora maravillosa durante los últimos diez años.

A Françoise Nyssen y Marie-Catherine Vacher en Francia; a Carlo Feltrinelli, Fabio Muzi Falconi y Maria Baiocchi en Italia; a Robert Ammerlaan en Holanda; y a Helge Malchow y Kerstin Gleba en Alemania.

A Elaina Richardson, Candace Wait, y el personal de Yaddo, sin los cuales no habría escrito nada. Mi especial agradecimiento a Catherine Clarke, que se jubiló en 2011 al cabo de veinticinco años en el mostrador de recepción diciendo: «Buenas tardes, Yaddo al habla», con su prodigiosa voz serena a cualquiera que llamase.

A Andre Balaz, Philip Pavel, y al personal del Chateau Marmont: mi Yaddo de la Costa Oeste.

A mis colegas del Pen American Center, poetas y escritores, y al Writer’s Room de Nueva York

Y a mi hermano y mis familiares: qué largo y extraño viaje ha sido.