Lección quinta

HISTÓRICAMENTE LA CREACIÓN, PRIMERO DE LOS DIOSES, Y DESPUÉS DE SUS RELIGIONES CORRESPONDIENTES, PERMITIÓ EL AVANCE CULTURAL Y DE CIVILIZACIÓN EN LA SOCIEDAD HUMANA

De la misma manera que los ateos han de creer en la historia de todos los dioses, han de creer también en la acción civilizadora de los mismos. Porque siempre históricamente, sin los dioses, sin su creación, la civilización no existiría.

Crear un dios es crear una síntesis, una explicación de la realidad desconocida. Es también un primer grado de racionalización: el hombre no se detiene ante lo desconocido, lo intenta captar, lo reconoce, lo delimita.

Aún hay más, el hombre que crea la primera síntesis también intenta relacionarse con ella. Dios no puede estar solo como sabemos, y la religión, o la institución religiosa aparece para que el dios creado se comunique, esté en relación con el hombre.

Si la concepción del universo está siempre dividida entre lo conocido y lo desconocido, la síntesis divina permite siempre en un primer momento y siempre efímeramente, unir lo real con lo irreal, lo conocido con lo desconocido, lo que se entiende y lo incomprensible.

De aquí que no haya existido dios ni religión sin cosmogonía, sin una primera explicación o intento de explicación, del origen del universo y del origen del hombre. Desgraciadamente para los dioses y para sus cosmogonías, el conocimiento de lo real o del universo se ha ido desprendiendo a lo largo de los siglos de esta primera base o inspiración divinas.

Pero hasta que el hombre pudo prescindir de razonar religiosamente, las sociedades se organizaron, avanzaron, se civilizaron gracias a la creación de los dioses y de sus religiones correspondientes.

La necesidad de representar la síntesis divina engendra el mito, la leyenda, una buena parte de la literatura y desde luego el arte de una manera general.

La materialización artística de la idea divina, de la síntesis, del dios, crea los templos, la estatuaria y desde luego los primeros balbuceos literarios: himnos, poemas, épica en general.

De la misma manera, la construcción de templos engendró el estudio de la astronomía entre los sumero-babilonios, la geometría entre los egipcios, la proporción entre los griegos, etc., y etc.

De una manera general, la institucionalización de las religiones va unida a lo que entendemos por civilización y cultura, porque no hay civilización ni cultura que no estén creadas sobre ideas religiosas, aunque no exclusivamente.

No ha habido instituciones civilizadas o culturales que fueran únicamente económicas, porque aun ante las necesidades económicas, el hombre respondía de una manera religiosa. Claro que se intentó desde los primeros momentos, sumerios y egipcios, dividir de alguna manera las dos esferas que ya eran esferas de poder (templo y palacio) pero aún así, ninguna historia de nuestra civilización puede prescindir del acto religioso, del dios, de la religión.

Los orígenes casi siempre religiosos de las artes y de algunas ciencias, demuestran la necesidad por parte del hombre de materializar, de explicar, de racionalizar, lo sublime; es decir, de lo irracional no explicado ni reductible, a términos racionales.

El empuje de las primeras religiones, de las primeras sublimaciones, fue un auténtico motor de la historia social, pero una vez más el devenir histórico fue poniendo fuera de juego a estos primeros motores, llegó así la desacralización o la primera modernidad.

Digamos cuanto antes, que toda desacralización es tan necesaria como necesario fue la sacralización a la hora de explicarse el mundo.

La desacralización o como se dice hoy, la modernidad, consiste en el pensamiento que para continuar pensando ha de secularizar (desacralizar) todo lo divino. Este intento de seguir pensando según la razón crítica, apareció por primera vez con los griegos, después con el Renacimiento y la Ilustración, y quizás últimamente el intento continúa amparándose en las últimas conquistas o conocimientos de la ciencia.

La modernidad, hasta ahora, ha fracaso socialmente, ya que poner en duda primero y negar después todo fundamento divino a la sociedad y al pensamiento en general no podía ser aceptado por sociedades que precisamente estaban fundadas en lo divino o admitían lo religioso como fundamento del saber.

El movimiento sofista griego fue aplastado por los defensores del orden con Platón a la cabeza, el pensar libre y hasta científico de la segunda sofística, siglo II, acabó siendo derrotado por el cristianismo triunfante. De nuevo asoma la modernidad en el Renacimiento y aquí ya de la mano de la ciencia, y del Renacimiento vino la Ilustración… a partir de este momento las fuerzas religiosas no pueden ya negar el intento y mucho menos destruirlo.

Ante la racionalidad que avanza, ante la modernidad para simplificar, la resistencia creyente ha de caer en los fundamentalismos e integrismos. Al no poder oponer razones ante la razón, ha de echar mano de la irracionalidad, de la fe.

Si pudiéramos resumir este largo camino histórico, tendríamos que afirmar que el que las religiones con sus dioses a la cabeza, sirvieran para culturizar y civilizar al hombre, no debe hacernos olvidar que estos motores culturales y civilizadores, con toda su gloria, pertenecen ya a un tiempo pasado.

La nueva sociedad será civil o no será sociedad.

QUINTO EJERCICIO PRÁCTICO DE CONVERSACIÓN

—Mire usted, usted dirá lo que quiera, pero sin la idea de dios no tendríamos ni escultura, ni pintura, ni música siquiera.

—Sin los dioses efectivamente, no tendríamos la herencia cultural y artística que tenemos, pero sin los dioses, quizás también hubiéramos tenido otras artes y otras culturas.

—Lo que demuestra que dios está presente en el mundo.

—¡Un momento!, no me estará usted hablando de la providencia, ¿no?

—Sí, de la Providencia hablo, de la presencia de dios en nuestro mundo que es obra suya como nosotros somos sus criaturas.

—Bueno, en cuanto a la providencia y si me lo permite, yo le citaría al mismo Epicuro.

—¡Siempre con citas!

—Epicuro es también nuestra herencia cultural y hasta artística. Bueno, pues Epicuro venía a decir que si los dioses se ocuparan de nosotros, no serían dioses perfectos puesto que tendrían preocupaciones y un dios no debe tenerlas. En segundo lugar, venía a decir también que si los dioses se ocuparan de nosotros, el mundo iría un poco mejor, ¿no lo ve usted razonable?

—Los designios de dios son inescrutables.

—Efectivamente, los designios divinos son tan inescrutables como inescrutable es la idea de dios. Si usted no me puede demostrar la existencia de dios, ¿cómo me va a demostrar su providencia?

—Me basta creer.

—A mí me basta pensar.

—No se puede negar la Providencia divina.

—Bien, ya que no le han convencido a usted las razones de Epicuro, permítame contarle una bonita parábola.

—Si no es muy larga…

—Intentaré abreviar. Pues verá usted, un día entre los días, aunque eterno, estaba el supremo hacedor contemplando el universo: miríadas de estrellas en el espacio sideral, aparición de novas, formación de constelaciones, chorros de nuevas energías que se apresuraban a formar millones de galaxias, nuevos mundos, nuevos planetas y lunas, la energía se transformaba en materia, la materia en energía… y he aquí, que de repente, apareció un ángel junto al supremo hacedor y le dijo: «Señor, señor, en una galaxia perdida hay un sol y el sol tiene un planeta que se llama Tierra, bueno pues en esa tierra, hay una ciudad que se llama Castrocóntrigo, y allí vive Marujita y Marujita está con su novio en un portal de la plaza mayor del pueblo y ¡oh, señor!, está a punto de perder la virginidad. ¿Qué hacemos, señor?». Y el supremo hacedor respondió: «¡Que hagan algo!…». Qué, ¿qué le parece?

—No le veo la gracia.

—Me lo temía, la fe les hace perder el sentido del humor a los creyentes.