Lección tercera
LA CREACIÓN HUMANA Y SIEMPRE HISTÓRICA DE LOS DIOSES NO PUEDE SUBSISTIR SIN LA CREACIÓN CONSECUENTE DE LAS RELIGIONES (IGLESIAS, ESCUELAS, INSTITUCIONES VARIAS)
Con muy pocas excepciones, si es que las hay, a toda creación de un dios, le sigue la creación de una organización que llamaremos para simplificar «religión».
Un dios, sea la que fuere su potencia y según se puede comprobar, no puede vivir solo, por sí mismo, necesita un soporte organizativo que se llama templo, culto, liturgias varias.
Para el hombre creador de dioses, es incomprensible la idea de un dios solitario, que sólo pensara en su divina esencia. Para el hombre creador de dioses, el dios creado ha de cuidarse de los hombres, no sólo ha de crearlos, también tiene que cuidarlos.
Por eso a la necesidad de la creación de un dios ha de seguir necesariamente la creación de una religión porque, y he aquí una pregunta que no se haría ningún creyente, ¿qué sería de dios si se quedara solo?
Estamos muy lejos de creer con Voltaire que «la religión existe desde que el primer hipócrita encontró al primer imbécil». Una vez más creemos al hombre por encima de la hipocresía e hijo de sus necesidades históricas.
Si históricamente y siempre con excepciones, no puede haber dios sin religión, en este punto entra la Historia, la grande y la compleja, en la Historia de las Religiones.
La Historia, la grande, la de todos, comienza a fluir junto a la historia de las religiones con nuevas sublimaciones, esperanzas, aspiraciones, justificaciones, etc. Y así una religión será o no conquistadora según el momento histórico de la sociedad en que vive.
Históricamente la sociedad que se ha dotado de una religión también ha creado lo que entendemos por estado, e inmediatamente surgirá la pugna entre las dos instituciones, la religiosa y la estatal, la religiosa y la laica.
La pugna entre las dos instituciones que ya son dos poderes sociales, se hará visible desde los primeros momentos históricos (lucha entre el templo y el palacio en Sumeria, entre el Faraón y el templo en Egipto, etc.).
Siempre históricamente hubo momentos en que venció el templo y otros, en los que venció el Estado. Únase a esta guerra, la creada entre los diferentes dioses con sus religiones respectivas, y tendremos una idea de lo que significó la Historia.
Puede haber y de hecho hubo momentos históricos en los que la religión se apodera y absorbe virtualmente al Estado creando lo que se ha llamado un Estado teocrático, y el mejor ejemplo lo tenemos con los judíos bíblicos y la creación de un templo-estado a partir de lo que los rabinos escribieron en su Levítico.
Puede ocurrir lo contrario, caso de las ciudades griegas, aquí la iglesia como institución estatal no existe, aunque existieran santuarios con personal fijo. El poder civil que lo era todo en la Grecia clásica, asignaba al gobernante elegido siempre temporalmente, el oficio de sacrificador, es decir, de sacerdote o de intermediario entre los hombres y los dioses.
Ni qué decir tiene que los efectos sociales de una teocracia son muy diferentes a los frutos conseguidos por el hombre que vive en una sociedad digamos civil. Dígalo la historia de Grecia y la historia del pueblo judío. La explicación consiste en el exclusivismo de toda sociedad teocrática, frente a la diversidad y la amplitud de miras de una sociedad civil.
Pero dejando de momento cualquier comparación histórica, convengamos de una manera general que a la creación de un dios se sigue la creación de una religión organizada en iglesia, sinagoga, mezquita, comendador de los creyentes, lama supremo, etcétera.
Nace así y también por necesidad (casi administrativa) el autoritarismo y el dogmatismo. Surge también una teología y por supuesto un cuerpo social encargado de defender esta teología.
La creación de un cuerpo sacerdotal pone en contacto siempre conflictivo, al dios creado y defendido por este cuerpo con la realidad histórica, con el devenir histórico. Ocurre sin embargo, que la sociedad, o la realidad, sigue su curso, evoluciona pero la religión creada en un momento histórico, no puede evolucionar ya que está basada en verdades inconmovibles.
O de otra manera: el devenir histórico de la realidad destemporaliza la religión creada en uno de los primeros momentos de este devenir. Entonces el trabajo del cuerpo sacerdotal consiste en salvaguardar ahistóricamente una creación que fue histórica. Surge así lo que se ha llamado alienación religiosa.
Los defensores de la religión cumplen con su cometido construyendo teologías inconmovibles, filosofías perennes, verdades eternas. Cumplen con una racionalidad que les impide razonar sobre las transformaciones del mundo. Dios ha hablado y lo que ha dicho dios, no puede ponerse en duda.
De una manera general, ninguna religión puede sobrevivir impunemente a lo largo de la historia, frente a la Historia. Sin embargo la religión sumeria duró cerca de cinco mil años, algo menos la egipcia, la judía dos mil o tres mil años, la cristiana dos mil, y algo más de dos mil, la hindú o quizás más, y dos mil quinientos años la budista.
Hay que suponer que la aceleración histórica que sufrimos o que gozamos en la actualidad (al multiplicarse la información y el saber científico) acelere también la caída de las religiones existentes, ¿o habría que decir sobrevivientes?
Los dioses cumplen con su tiempo, con el tiempo en que nacieron puesto que obedeció su existencia a la necesidad de ese tiempo, pero las religiones no pueden inmovilizarse en el tiempo de la creación de los dioses fundadores, han de sobrevivir, han de luchar por un poder que se les escapa.
Y el poder que se les escapa se llama tiempo. Este peligro es perfectamente presentido por los representantes de las religiones actuales, por eso nacen y están a punto de desarrollarse los llamados fundamentalismos o integrismos.
El fundamentalismo puede ser definido como la defensa irracional de una religión que no puede sobrevivir ante el empuje de la Historia. Hay fundamentalismos o integrismos en todas las religiones conocidas porque todas las religiones conocidas están en peligro.
Así pues, un dios puede sobrevivir en su historia, en el tiempo en que fue creado, pero la religión que segrega este dios se encuentra impotente ante el paso del tiempo. Surge el fundamentalismo y los creyentes hacen un esfuerzo sobrehumano para sobreponerse a la realidad que les circunda, atosiga, mata.
Si las religiones no se hubieran constituido como dogmáticas, como autoritarias, si no hubieran formulado su propia teología, el tiempo, es decir la Historia, las respetaría siempre hasta cierto punto. Pero es lo cierto que cuanto mejor construida esté una religión, cuanto más perfecta sea en sus formulaciones, más riesgo tiene de desaparecer. Lo mismo les ocurrió a los dinosaurios que fueron incapaces de adaptarse al paso del tiempo.
Pero por otra parte, también es cierto que ninguna religión puede sobrevivir sin definirse como divina, perfecta, revelada, etc.
En la actualidad, las religiones, las iglesias o las sinagogas o las mezquitas, no suelen luchar por su idea de dios sino por su propia sobrevivencia. Por eso no existen disputas teológicas, y sí conflictos de poder entre el Estado laico por definición, y la iglesia religiosa también por definición.
La defensa del poder de las religiones actuales se centra sobre todo, en las morales religiosas que pertenecen a cada creencia, pero estas morales merecen capítulo aparte.
TERCER EJERCICIO PRÁCTICO DE CONVERSACIÓN
—Puede que me equivoque, pero me da la triste impresión de que si desaparecieran las iglesias, nadie creería en dios.
—Bueno, por eso son necesarias las iglesias.
—¡Qué barbaridad!, es lo mismo que si usted me defendiera la necesidad de matar a alguien para que se conservara la idea del homicidio.
—Sin iglesia, sin religión, ¿cómo nos acercaríamos a dios?
—Pues lo mismo me da, porque sin seguir la soga, ¿cómo nos acercaríamos al ahorcado?
—Está usted desbarrando.
—Estoy razonando modestamente, la verdad es que sin iglesias que lo defiendan, su pobre dios se encuentra en la calle.
—No crea usted que yo voy a defender a la iglesia, sé que tiene muchos defectos.
—Perdone, ¿me permite usted que defienda la iglesia, la de usted?
—Me extraña mucho, pero adelante.
—Pues verá usted, creo que su iglesia y todas las demás, hacen lo que deben según su propia esencia. Han de defenderse porque son las intermediarias entre la idea de dios, o de dioses, y los hombres. Y si los hombres prescinden de la iglesia, incluso si se dirigieran directamente a su dios, los intermediarios eclesiásticos no servirían para nada. Es lo que está ocurriendo, por eso la iglesia, la suya, se defiende como puede, reforzando los dogmas, haciéndose la única defensora de una moral revelada en la que muy pocos creen…
—Luego tienen que defenderse.
—Ya le digo que sí, ningún organismo se deja morir o se suicida, incluso los bacilos se defienden de morir. Lo peor que le ha podido ocurrir a las religiones, es que la moral que dictan, sea practicada sin que se tome en cuenta a los que la dictan.
—Luego la moral que dictan según usted, es buena.
—Una buena parte lo es porque coincide con la moral de todos los hombres, es decir con las normas de convivencia civil y civilizada. Pero hay otra parte, no se haga usted ilusiones, que debe desaparecer, es la que predica el exclusivismo, el racismo religioso, esa parte que intenta legislar las conciencias además de las conductas.
—No me va a separar ahora la conciencia de la conducta, ¿no?
—Pues claro que sí, la religión se ha adueñado de las conciencias, es más, prefiere las conciencias a las conductas, a su iglesia, la de usted, le encanta perdonar los pecados, las conductas, pero no permite que la conciencia se escape de la santa madre iglesia, eso ni siquiera lo perdona.
—Sin conciencia moral no hay conducta moral.
—Magnífica declaración de principios, pero ¿qué ocurre cuando la conducta es buena y no coincide con una conciencia religiosa?
—Eso es difícil.
—Eso es tan fácil como su contrario, la misma dificultad existe para el hombre, en ajustar sus normas de conducta con una conciencia laica que con otra religiosa. Y de hecho así está ocurriendo.
—Pero eso sería como prescindir de dios.
—Usted lo ha dicho.