CAPÍTULO XXVII

La boda ya estaba encima, quedaban sólo dos semanas para que todo estuviera a la perfección. El evento era esperado por toda la sociedad londinense, dos de las mejores familias se casaban, lo que prometía ser el evento del año. Los novios, cada día que pasaba, se veían más enamorados. Eran la envidia de muchos, ella una mujer sensata, educada y muy hermosa, mientras que él era la perdición de todas las mujeres, que felices hubieran cambiado de lugar con Amelia.

-Me he probado el traje más de seis veces, ¿es necesario nuevamente?-, Gastón miraba a su esposa con cara de falso fastidio, ya que al igual que ella, estaba dichoso con el enlace. En los últimos dos meses su hijo había cambiado mucho, mostrándose como un ser responsable e interesado en sentar cabeza y ahora con el matrimonio, todo se iba a consolidar.

-Si, es necesario y si tienes que probártelo ocho, lo harás. ¿Está claro? Todo tiene que estar perfecto para el casamiento de nuestro hijo-, Samanta se quedó unos segundos en silencio, hundida en sus pensamientos. -¿Qué pasa amor?-, el Lord le acarició la cara, intrigado.

-Nada, es que se me hace increíble vivir este momento y saber que no soy yo quien debería estar en esta posición-, Samanta se sentó en una silla de la sala e intentó contener las lágrimas.

-Mi amor ese es tu lugar, tú eres la madre de David, lo has sido siempre-. Gastón se arrodilló frente a ella y le acarició las temblorosas manos que tenía sobre su regazo. Toda la vida intentó verla feliz, pero sabía que esa pena, que ahora resurgía, nunca podría irse.

-Sabes que no es así, lo quiero con toda mi alma, daría mi vida por él sin pensarlo, pero yo no lo traje a este mundo, simplemente no pude. Viví todos estos años la vida de una mujer que sufrió como nadie y eso Gastón, eso me mata por dentro-, Samanta lloraba suavemente.

-Cariño, tú sabes que no pudimos hacer nada-, Gastón la abrazó fuertemente. Hubiera dado su vida por borrar lo que pasó esa noche, pero sabía que era imposible borrar esa atrocidad, de la cual no eran más que cómplices. Sin embargo, todos esos años habían luchado por David, dándole todo lo que pudieron y más, y ahora que su boda estaba tan cerca, harían lo mismo nuevamente.

-Disculpen los señores, pero la señora Rose Abbott está esperando a la condesa en el jardín-, Bruce se sintió incómodo en interrumpir ese momento, pero era parte de su obligaciones, siempre servir y obedecer a sus patrones, sin importar cuanto debía ceder de su propia vida.

-Muchas gracias, Bruce, avísele que voy en seguida-, besó a su marido y se fue a arreglar la cara, Tenían muchas cosas que ver con Rose, sobretodo que ese fin de semana celebrarían el último baile antes de la boda. -¡Dios, sólo tenemos dos semanas!-, se dijo a si misma para darse ánimos.

En el momento que su mujer salió por la puerta de la sala, Gastón detuvo a Bruce. Ese hombre significaba para él muchas cosas sobre todo un temor muy grande, las circunstancias de la vida los unieron en una realidad que para todos fue dolorosa. Ahora, años después, esa realidad seguía dañando a su mujer y él necesitaba hacer algo.

-En dos semanas David se casará y comenzará una nueva vida. Quiero que en esa vida, tú y tu esposa no formen parte. Se lo mucho que quieres a mi hijo, pero necesito alguna vez sentirlo mío-, Gastón sabía la gravedad de sus palabras, pero ver a su mujer tan dañada sólo lo cegaba.

-Señor, usted no puede hacer esto. Nosotros tenemos un acuerdo, el cual siempre hemos cumplido. No nos puede sacar de la vida de David, eso mataría a Sofía, Finalmente su familia lo lograría-, Bruce estaba muy nervioso frente al tema, en lo más profundo de su ser sintió que  en algún momento pasaría.

-Bruce, pasan los años y nada cambia en la vida de mi esposa. El dolor, la pena y el miedo siguen ahí, matándola poco a poco. Ya nada podemos hacer, sino lo hicimos en ese momento, ahora ya es demasiado tarde. Ninguno de los dos pudo hacer nada en ese entonces-, el Lord volvió a sentirse como un monstruo.

-Yo no pude hacer nada porque su familia me ató de brazos, me dejó indefenso y me puso contra la espada y la pared. Nunca hubiera permitido lo que paso, pero no me dejaron más alternativa. Nos despojaron de todo. Usted piensa en su mujer y yo pienso en la mía-, la voz de Bruce subía en intensidad.

.Sólo te pido que lo pienses, yo no te sacaré de esta casa, hace veintisiete años lo prometí, pero todos podríamos tener un descanso. David no se alejaría del todo de ustedes, yo sé que los visitaría y a la vez ustedes dejarían la tortura que pasan a diario-.

Bruce hizo una reverencia y salió del lugar, no podía seguir escuchando al Lord. Sí, era verdad, a diario vivía una tortura, en la cual se le recordaba lo cobarde e inútil que había sido. Sofía pasaba por lo mismo, a diario servía en la casa donde todos sus sueños y anhelos fueron pisoteados, donde fue humillada y le arrebataron de la manera más cruel su dignidad.

Irse significaría no ver a diario a David, pero de alguna manera un descanso, poder recuperar el orgullo. Dejar de servir a aquellos, que aunque de manera indirecta, se quedaron con todo lo que amaban. Después de tantos años, tal vez era necesario un descanso. Comenzar solos en una casa, donde podían sentir y hablar libremente.

Esa propiedad nunca la pidió, nunca pidieron nada aunque sabían que tenían a esa familia en sus manos, pero aun así no lo hicieron. Se limitaron a ser espectadores y recoger las migajas que quedaban, con eso aprendieron a sobrevivir y en momentos a ser felices. Tal vez la propuesta del Lord Gastón Acton no era del todo cruel, sino una posibilidad de recuperar en parte sus vidas.

La fuerza del amor
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