CAPÍTULO I

Estaba con la copa de brandi en la mano y con un humor de mil perros. La tarde había sido una de las más aburridas de su vida y para rematar, había tenido una nueva pelea con Amy, esta vez una de las más fuertes. Esa niña cada vez lo cansaba más. No soportaba que siempre estuviera pensando en lo correcto y llena de actividades de caridad. Parecía que lo único que la movía en la vida eran esos bastardos.

No podía creer que en poco menos de dos meses debía casarse y asumir las responsabilidades de su familia, ¿Por qué tenía que trabajar? Para eso estaba su padre, que si bien era una persona mayor, todavía tenía la fuerza para hacerse cargo de los negocios. ¡No, eso no era justo! Él había nacido para gozar la vida, para gastar dinero y para pasarla bien, no para tener una esposa y trabajar.

La rabia aumentó cuando recordó la discusión con su prometida. Después de horas escuchando detalles de la boda y ver a su madre emocionada con la lista de invitados. Aguantando la enorme charla de su padre y su futuro suegro de sus negocios en común, le había pedido a Amy ir a caminar por el jardín. No podía negar que era una mujer preciosa y las ganas de tocarla siempre estaban presentes, pero era tan mojigata la pobre que siempre se apegaba al protocolo. Estaba seguro que todo quedaba en su belleza, porque en la cama no iba a ser más que una santurrona frígida.

Iban caminando en absoluto silencio, últimamente siempre le pasaba. Reconocía que Amy era inteligente y con una personalidad agradable, pero los temas que siempre trataba no eran los que una mujer debía tocar, siempre hablando de caridad y de las mil ideas que tenía para ayudar a esos niños. ¡Que matrimonio más aburrido iban a tener! Menos mal que siempre tendría los burdeles.

Comenzó a mirarla mientras se acercaba a los rosales, su hermosura le generaba que todo su cuerpo reaccionará y que su miembro despertará, sabía que lo que conseguiría con ella no le generaría mucho, comparándolo con la gran cantidad de amantes que tenía, pero el saber que iba a ser el primero y el único, le sacaba lo más primitivo. Decidió hacer un nuevo intento, para ver si esta vez Amy le permitía ir más allá.

-¿Qué te parece si vamos al mirador y nos sentamos un rato?- El mirador estaba en una de las zonas más retiradas del jardín de la casa de los Acton. Era el lugar favorito de su madre, donde siempre se iba a pensar. Siempre a eso, sabía que lo quería, pero todo el tiempo sintió que ella tenía una pena.

Apartando esos pensamientos, tomó a Amy del brazo y se fueron al mirador. Si bien no iba a poder hacerle el amor, si podría a comenzar a tantear lo que iba a tener cuando se casaran. Su novia lo siguió, no muy convencida, como siempre estaría pensando en que eso no era lo adecuado.

El jardín de los Acton era uno de los más hermosos que existían, Samanta, la madre de David, se dedicaba a que tener un gran número de criados, junto con ella, para que se dedicaran a poner las flores más hermosas. El mirador estaba rodeado de hermosas margaritas y lavandas, las responsables de llenar el ambiente de un olor delicioso. Llegaron tomados del brazo e hizo que Amy se sentará. La miraba con ganas, ese cuerpo era muy bello.

-Me encantan las margaritas, pareciera que siempre están contentas-, dijo la muchacha, mirando con emoción las flores. David sólo se dedicaba a observarla, pero no seguía el hilo de lo que decía, prefería no escuchar, ya que los temas que su futura esposa tocaba, no le podían parecer más que insignificantes.

-David, quería conversar contigo de algo … ¿David?- En ese momento el joven se dio cuenta de la pregunta e intentó prestarle atención, haber si de esa manera conseguía que Amy le permitiera ir un poco más allá. –Tú me dirás, amor, ¿Qué es eso tan importante que tienes que decirme?-, terminó la frase tocándole suavemente la mejilla.

Amy se acomodó en el asiento, no quería, pero las caricias de David la incomodaban. No las sentía sinceras, pero aun así prosiguió. –El padre Simón está pensando poner una pequeña escuela para los niños de la capilla, tiene ganas que  aprendan a leer y a escribir y me pidió ayuda para montarla. El tema ya lo converse con mis padres y no tienen ningún problema, pero me sugirieron que también te lo comentara- Al momento que terminó de hablar, se dio cuenta que David estaba cada vez más cerca y le comenzaba a besar la mejilla.

-David, te estoy hablando de algo importante para mí-, pero David estaba tan concentrado en continuar con esos besos, que no la tomó en cuenta. Amy no se sentía a gusto, más allá que no fuera correcto antes del matrimonio, su prometido no mostraba una ternura autentica, ni tampoco un interés mayor en ella. El joven se daba cuenta de los sutiles movimientos de su novia para alejarlo, pero no los tomó en cuenta y empezó a bajar por su cuello, sus manos ahora también participaban, acomodándose en la estrecha cintura de la chica. Tenía ganas de más, así que subió su mano hasta el pecho de Amy.

En ese momento la chica se paró rápidamente, muy sonrojada, pero también muy molesta. –¿Cuántas veces te he dicho que no es correcto que intentes propasarte conmigo, David?. Ten en cuenta que con tus actitudes me ofendes profundamente- no gritaba, pero su tono sonaba muy fuerte.

David no se tomó bien el hecho de que Amy nuevamente lo alejará. ¿Qué se creía esa mujer para rechazarlo a él, cuando gran parte de sus amigas lo buscaban en los rincones más escondidos de los bailes a los cuales asistían? Las acariciaba y besaba a placer y a ellas ni siquiera les importaba que fuera incorrecto, incluso siendo él un hombre comprometido.

-Por Dios que eres una mujer aburrida Amy. Pareciera ser que no eres más que una monja sin el hábito. ¿Qué tiene de malo que te toque? Sólo te limitas a esos insípidos besos que no calientan a nadie-, le dijo con un tono despectivo y cruel que sorprendió por completo a Amy.

Sentía ganas de llorar por las palabras de David, sin embargo no le iba a dar ese gusto. Con lo dicho sólo le demostraba lo que ella en lo más fondo de su corazón sabía, él no sentía nada por ella y se limitaba a que todo fuera un simple arreglo familiar. Incluso no le hubiera parecido extraño que Lord Gastón aplicará cierta presión amenazándole con no cubrir sus gastos si no se casaban. En ese momento se dio cuenta de lo frio que sería su matrimonio, lo que le dio fuerzas para no quebrarse.

-Puedes decir y pensar lo que se te plazca David, cada una de tus actitudes me demuestran que este compromiso no es más que un horrible acuerdo económico- la pena era grande, sin embargo la rabia que sentía al verse transformada en un objeto de uso era mayor. Sin pensar en las repercusiones de sus dichos, continuó –Sólo ten siempre en cuenta, que seremos para todos la pareja perfecta, un matrimonio ideal, pero que nunca, escúchame bien, nunca sentiré ningún deseo por ti-, terminó mirándolo directamente, reflejando todo el rencor que sentía.

-No te preocupes querida, que mujeres que calienten mi cama me sobran y aunque no puedo negar que eres bella- dijo esto tomando entre sus dedos un mechón de su cabello, para luego continuar –pero mejor que tú hay miles, así que si no me deseas, es sólo problema tuyo, tu cuerpo igual lo gozare cuando seas mi mujer- soltó de manera brusca su cabello.

Amy estaba asombrada, siempre supo que no había amor por parte de David, pero se aferraba a la esperanza de que con el tiempo surgiera. No iba a llorar, ella tampoco lo amaba, pero la humillación frente a esas palabras, lograron calar fondo e insegurizarla. Miró hacia otro lado, sin pronunciar nada más. Al ver que ella no respondía, David se impacientó. –Volvamos-, no iba intentar disculparse, no le importaba tanto para retirar algo que a fin de cuentas era verdad.

Caminaron en silencio hasta la casa, donde estaban sus padres, muy contentos por la unión de sus retoños. Una unión perfecta que tendría muchos beneficios.

Ahora, con la tercera copa de brandi, David pensaba, la desesperación por las responsabilidades que se le venían lo ahogaban. Él no era un tipo para casarse, su vida era para gozarla. Pensando en esto se dio cuenta que venía su meretriz favorita. Era mejor dejar eso por un momento y pasarla bien.

Se paró, la tomó de la cintura y subieron a uno de los cuartos, donde tantas veces habían estado juntos. Esta vez la mujer que tenía en sus brazos no lo iba a rechazar, no era una maldita mojigata. A disfrutar.

 
La fuerza del amor
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