8

 

-Estate quieto así. ¡Dios, qué guapo eres!

-Eh... ¿Qué pasa...?

-¡No te muevas, por amor de Dios!- Rápida como un felino, Niky se levantó de la cama y, desnuda, corrió al armario y se puso a revolverlo como buscando algo. Era el alba, la luz clara y delicada del amanecer se filtraba por las persianas medio cerradas, encendiendo el azul eléctrico de las sábanas, donde el cuerpo de Tom yacía lánguidamente abandonado, con la placidez voluptuosa de la extenuación causada por el amor.

Toda la noche había sido un continuo buscarse, un perderse y reencontrarse, una y otra vez, con ímpetus de pasión y dulzura que se alternaban en breves, rápidos interludios de sueño profundo.

-Aquí está-, dijo Niky volviendo a la cama con una máquina de fotos. -Quieto, quédate inmóvil tal como estás... Así. Eres el modelo más sexy que he visto jamás.

Hizo un clic, luego otro. Aún desnuda, sus senos oscilaban levemente, pero eran del todo firmes y recios, sus largas piernas se movían veloces como las de una pantera, Niky se giró en la cama de una parte a la otra, agachándose, inclinándose, alargándose para encontrar el encuadre perfecto con el que inmortalizar el escultural cuerpo de Tom a la luz opaca de las primeras horas del día.

-¿Soy un buen modelo, Niky?-, dijo él moviéndose perezosamente, alargando las piernas y cruzándolas. -¿Y soy también el mejor modelo en la cama?

-Ponte un poco más de costado, por favor,- le instaba ella sin dejar de disparar. -Así... eso es. Ahora, de espaldas.- Una ráfaga de clics seguía a cada posición. En un momento determinado, Niky se paró, apartó la máquina de sus ojos y, mirándole a los ojos, contestó a su pregunta. -No lo sé, nunca me he ido a la cama con ningún modelo.- No le dijo que en realidad, nunca había hecho fotos a hombres desnudos, ni que era una experiencia chocante.

-¿No? ¿Y cómo es eso?

Nicole intentó otro encuadre desde otro ángulo.

-Porque ninguno era... tan atractivo como tú.

Tom alzó una ceja.

-¿Es sólo por eso por lo que has hecho el amor conmigo? ¿Porque me encuentras atractivo?- En cierto modo, le parecía haber sido usado. Por primera vez en su vida le parecía que satisfacer los sentidos no fuera la única cosa importante.

Nicole se afanaba con los dispositivos de la máquina. Sus cabellos bermejos le caían sobre el rostro celando en parte su intensa mirada. Después de haber agotado todas las posiciones y angulaciones posibles, se decidió a alzar la mirada y observarle.

-Te deseaba-, dijo con sinceridad: -Nuestros cuerpos despedían un extraño magnetismo al que fue imposible resistirse.

Con un movimiento repentino, él se volteó sobre la cama y se fue hacia ella aferrándola por la muñeca. La atrajo hacia sí.

-Yo lo siento todavía, ese magnetismo-, le dijo acercando mucho los labios a su oído. Lo mordisqueó apenas, muy tenuemente. -¿Y tú?

No era posible, y sin embargo así era: también ella lo sentía aún.

-Tom... tengo mucho que hacer, y probablemente tú también...

-Aún es temprano.- Lentamente, le pasó la lengua por el lóbulo, y alrededor del pabellón auricular, cosa que le produjo un millar de pequeños escalofríos en la nuca, y cambió el brillo de sus ojos.

Las piernas se le aflojaron y de repente le resultó completamente imposible pensar siquiera en oponer la menor resistencia, deslizándose hacia los brazos de Tom con la máquina de fotos aún en las manos y colgada del cuello. Él se la quitó delicadamente y la puso sobre la mesilla de noche, luego la agarró por las caderas y, besándole los labios, la puso sobre él. Tomó su cabeza entre sus manos con un gesto posesivo y cariñoso a la vez.

Los cabellos coralinos de Niky creaban un violento contraste, bajo aquella luz como irreal del alba, con las sábanas azules, con el negro pelo de él y con el candor de su piel. Se miraron durante mucho rato, como queriendo registrar en sus memorias aquellos momentos para siempre. La luz se iba haciendo paulatinamente más intensa, y diminutas motitas de polvo fluctuaban en el haz dorado de luz que iba invadiendo la estancia.

Besándolo, Niky se restregó a él cuan larga era. Le encantaba sentir en todo su cuerpo los músculos sólidos de aquel hombre, sus piernas tan fuertes que la sostenían. Sentía también la presión dura de su sexo, y un calor conocido empezó a expandirse por su cuerpo. Era un mecanismo ineluctable e infalible. Parecía que sus cuerpos se conocieran desde siempre y que nada les hiciera tan felices como volver a encontrarse.

Tom recorrió con sus manos la espalda de Niky. Arriba y abajo, presionando para transmitirle las inexplicables ganas de amarla que sentía, deteniéndose en los puntos más sensibles, en la curva de las caderas, bajo las nalgas. Cuando la sintió estremecerse, aferró sus glúteos pellizcándola con fuertes dedos y la contuvo sobre su vientre, sintiendo la humedad de su deseo, alzándola a su gusto, hasta que decidió penetrarla con un gemido de gozo.

Niky también gimió, y su cuerpo se tensó inmediatamente. Poco a poco, lo envolvió en su interior con una sensación de estupenda plenitud.

Durante un tiempo interminable permanecieron así, inmóviles, tendidos ella sobre él con las bocas en un beso lánguido y estático. Los pies de ella, que a él le llegaban por los tobillos, se movían en pequeños espasmos. Los dedos de Tom la acariciaban suavemente, casi sin obedecer a su voluntad, como si tuvieran vida propia. La abrazó, estrechándola, ella sentía sus palmas en la espalda y se decía a sí misma que no podía haber mayor gloria que aquellas manos fuertes transmitiéndole calor. Los dos querían gozar al máximo de aquel momento, de aquella atmósfera de dulzura y de complicidad, de aquella intimidad perfecta que se había creado entre ellos.

Tom le susurró palabras especiales, tiernos piropos que inventó en aquel momento para ella, y por primera vez en su vida, Niky se sintió guapa de verdad, no sólo físicamente, sino toda ella, cuerpo y alma, y entonces sintió algo que hacía mucho tiempo que intentaba reprimir: el deseo de ser completamente de alguien, de pertenecer a aquel hombre. ¿Por qué Tomas le inspiraba aquellos sentimientos tan insólitos y peligrosos? En el fondo, nada sabía de él, o casi nada, aparte de que era un amante generoso y apasionado, que sabía cómo hacerla enloquecer y darle todo, para después volver a matarla de placer. Tales pensamientos atravesaban fugazmente su cerebro, antes de que se diluyeran en el maremágnum de instintos que se despertaban en ella a cada instante.

Dejó su estático estado de beatitud y empezó a animarse, se movió suavemente sobre él, también ella quería demostrarle cuánto podía dar. Su respiración se fue haciendo más presurosa, enseguida él se acopló a su ritmo. Cada vez con mayor fogosidad, aunque sin el ímpetu devastador de las primeras veces. La extenuación física les permitió controlarse más y sus movimientos fueron más sabios y confortantes para prolongar hasta el agotamiento el placer que les quemaba por dentro.

Se adormecieron así, ella sobre él, durante un breve sueño intenso como una pequeña muerte, y cuando sonó el teléfono los despertó aún en aquella posición.

Nicole alzó la cabeza, abrió los ojos e inmediatamente tuvo que cerrarlos, cegada por los rayos de sol.

-¡Oh, no!-, maulló, escondiendo su rostro en el pecho de Tom.

Él se movió indolente, y ella se dio cuenta de dónde se encontraba.

-Dios mío, te habré sofocado así.

Él musitó algo y se movió de forma que hizo precipitar a Nicole sobre el colchón, pero sin dejar de abrazarla, con las manos sobre las caderas.

-Ha sido un dulce peso-, le dijo. -Me gusta sentirte sobre mí.

El teléfono sonaba aún.

-Déjame, voy a ver quién es-, barbotó Niky somnolienta.

-No.

-¡Pero si es tardísimo!-, protestó ella sin demasiada convicción.

-¿Esperas alguna llamada importante?-, preguntó él. Alzó levemente la cabeza. -¿Un novio tal vez?

Ella hizo una mueca.

-Ningún novio.- En aquel momento el teléfono dejó de sonar. Niky se encogió de hombros. -¿Y tú, tienes novia?

-No, que yo sepa.

Ella le dio un puñetazo en las costillas.

-¡Vaya una contestación! ¡O la tienes o no la tienes!

-No la tengo.

El teléfono volvió a sonar. Niky se deshizo del abrazo de Tom, bajó de la cama, cogió una bata a su paso y entró en el estudio donde estaba el teléfono. La oyó responder con monosílabas y en un tono más bien seco, luego oyó que colgaba. Tom se dejó caer de nuevo sobre las almohadas.

Cuando volvió, Nicole tenía el ceño fruncido.

-¿Algún problema?-, preguntó Tom.

-Era la agencia para la que trabajaba antes-, dijo ella con una mueca de fastidio.

-¿Ya no trabajas allí?

-Me han despedido. Pero parece ser que mi exjefe quiere hablar conmigo.

-¿Ah, sí? ¿Y qué le has contestado?

-Que me lo pensaría.

-¿Por qué te ha despedido?

Nicole amagó una media sonrisa mientras recogía la máquina de fotos de la mesilla.

-Por una cuestión alimenticia-, respondió. -Tenemos ideas  muy diferentes acerca de la verdura.

-¿Cómo dices?

-¡Bah! Déjalo, no importa. Voy a darme una ducha.

Tom aprobó la idea.

-Bien, voy contigo.- Hizo la tentativa de levantarse, pero ella lo paró con la mano.

-No, Tom, estoy agotada. Espera tu turno.

-¿No puedo ducharme contigo?

En pie, Niky lo miraba y aún sintió una punzada de deseo.

-Creo sinceramente que es mejor que no. Temo adivinar cómo terminaríamos.- Había casi un deje de arrepentimiento en sus palabras.

-¡Eh! Tú pretendes demasiado de mí. También yo estoy agotado-, rió él.

-Por si acaso, es mejor que te quedes tranquilamente en la cama hasta que yo termine-, le dio un beso liviano. No tardaré más de cinco minutos-, añadió y se fue para el baño, pero Tom la siguió, tomándola por el brazo antes de que pudiese entrar en la ducha la hizo girarse.

-Quiero decirte una cosa-, murmuró cogiéndole el mentón con dos dedos. -Esta ha sido una de las noches más bonitas de mi vida.

Niky sintió que la emoción hacía que se le acelerara el pulso y le fluyera la sangre a la cabeza.

-También para mí-, respondió. Se dieron un beso que amenazó convertirse en algo más comprometido. Pero Niky se separó y lo empujó entre risas. -Déjame darme esa ducha, luego prepararé un buen desayuno-, dijo. -Ayer sólo comí un par de canapés y siento un agujero en el estómago.

Tom se miró a sí mismo el vientre plano y asintió.

-También yo estoy hambriento.

Salió del baño cuando el agua ya empezaba a crepitar y cerró la puerta a sus espaldas. Un momento después estaba en el estudio de Nicole, fisgoneando entre ficheros, carpetas, clasificadores y todo cuanto le iba cayendo entre las manos.

Bajo el chorro de agua templada, Niky empezó a despertarse y a razonar con lucidez después de tantas horas de marasmo mental. Le parecía estar saliendo de un sueño maravilloso que nada tenía que ver con la realidad. Thomas Barrow no era el príncipe azul, y tampoco ella era la bella durmiente del bosque. Había sido un encuentro completamente fortuito, y en realidad, la relación que ellos tenían era fundamentalmente de trabajo. El objetivo que ambos perseguían era completamente ajeno a complicaciones sentimentales o pasionales.

Gradualmente, fue girando el monomando de la ducha para ponerla menos templada y luego fría para acabar tonificándose. La respiración se le entrecortó y resistió apenas unos segundos antes de cerrar el agua definitivamente.

Aún no has aprendido la lección, se decía envolviéndose en el albornoz. Antes o después siempre llega la desilusión, sucede siempre, y duele mucho. Lo había sufrido en sus propias carnes, y no quería volver a tener que pasar por ello.

Salió del baño con la sensación de haber perdido algo bonito. Por muy hermoso que hubiera sido el sueño, había durado sólo una noche. El dormitorio estaba vacío, las sábanas completamente arrugadas hablaban de lo que allí había sucedido. Niky sonrió con amargura. Una cosa sí era cierta: no lo olvidaría jamás. Eso no.

Se preguntó dónde estaría Thomas. Su ropa no estaba... Ah, claro. La noche anterior se habían desnudado en el salón, sobre el sofá, sólo después, cuando estuvieron desnudos, él la había llevado en brazos a su cama. Probablemente estaba buscando alguna de sus cosas. Frotándose aún en el albornoz, Niky salió hacia el salón cuando de repente vio una sombra en el estudio. Tom estaba inclinado sobre el escritorio leyendo algo, que debía de haber cogido de un cajón abierto.

-¿Qué haces ahí?-, preguntó ella entrando.

Tom se sobrecogió dando un respingo.

-¡Eh! Eres la mujer más rápida en la ducha que conozco.

Niky le lanzó una ojeada recelosa.

-¿Qué estás haciendo en mi estudio?

-Oh, nada. Curioseando un poco. Espero que no te moleste. Encuentro tus trabajos tan... fascinantes.

Niky se acercó, vio que tenía una carta en la mano.

-Eso no es mi trabajo. Es una carta personal. Al primer vistazo se dio cuenta de qué carta se trataba. Era de una vieja amiga suya, y Niky captó al vuelo un nombre escrito que nadie debía haber visto jamás. Paul. -¿Quién te ha dado permiso para fisgonear en mis cosas?-, preguntó, dejando ver toda su tremenda irritación.

Tom se encogió de hombros.

-Perdona. Soy curioso por naturaleza, no lo puedo evitar. No creía que escondieras secretos...

-¡Qué secreto ni qué narices!-, se apresuró a decir Niky. -No veo por qué tienes que hurgar en mis cosas.- Le miró muy enfadada. Era más bien anómalo discutir con un hombre desnudo, sobre todo si era tan guapo. -Creo que harías mejor en ir a darte una ducha que en meter las narices donde no te interesa-, le dijo señalándole la puerta.

-Siento mucho que te hayas enfadado.

Niky se dio cuenta de que estaba haciendo una tormenta de un vaso de agua, tal vez no era tan grave.

-No estoy enfadada.

Tom se acercó, con paso suave.

-Entonces, dame un beso-, le dijo, un tanto provocador.

Niky se echó hacia atrás, pero él le pasó las manos en torno a la nuca y la atrajo hacia sí. Antes de que pudiera oponerse la besó en los labios, forzándola dulcemente con la lengua.

Un segundo después, Nicole cedía, aferrándose a él.

-Así está mejor-, comentó Tom cuando aflojó la tensión. Niky tenía los ojos brillantes como si fuera echarse a llorar. –Voy a la ducha...

-¿Qué quieres desayunar?-, le preguntó ella recomponiéndose pero con la voz un tacto rota.

-Lo que haya. Mi estómago podría engullir un búfalo entero en estos momentos, pero cualquier otra cosa irá bien. Le guiñó un ojo antes de salir de la habitación.

Una vez sola, Niky miró a su alrededor con el ceño fruncido. Una primera ojeada superficial le hizo pensar que todo estaba en su sitio, pero no podía saber lo que Tom hubiera conseguido ver. Rápidamente, con el automatismo de la costumbre, se preguntó qué había en el estudio que hubiera podido descubrirle lo que no quería que nadie supiera.

Después de un veloz examen de sus cosas, se tranquilizó. Estaba segura de haber hecho desaparecer toda huella del pasado, un pasado que ya no existía para ella.

Volvió a colocar la carta en su sitio y cerró el cajón antes de irse a la cocina a preparar el desayuno. El gato maullaba junto al tazón vacío, con la petulancia de los animales hambrientos. Niky puso la mesa. Pensó que probablemente Tom comía huevos por la mañana. ¿Le gustarían poco o muy cocidos? se preguntó. Estúpida, se contestó. Aquel hombre le estaba haciendo perder la cabeza. Se había enfadado de verdad con él, y había sido suficiente un simple beso para derretir su cólera como nieve al sol y hacer que estuviera preocupándose por el menú cual resignada ama de casa y amantísima esposa. Y eso que se había jurado a sí misma que no bajaría la guardia.

 

Niky se movió a disgusto en el sillón, mirando a su alrededor en aquel despacho impoluto. La moqueta era blanca y parecía recién puesta; la tapicería de seda clara, el escritorio y las butacas también eran de color blanco. Cuando estuvo en aquel despacho por primera vez tuvo la sensación de un candor cegador, pero la presencia imponente y magnética de Kurt Cameron, que vestía siempre de oscuro, contrastaba aquella claridad de refinada elegancia. Ahora que se encontraba allí sola esperando al jefe, se sentía bastante intimidada. Se aclaró la garganta carraspeando repetidamente, intentó concentrarse en el proyecto que estaba a punto de presentarle. Pero no conseguía quitarse de la cabeza la preocupación de que Cameron estuviera, de alguna manera, enfadado con ella.

Cuando le llamó para concertar una cita, ni siquiera respondió él personalmente. Había delegado en Alexandra Moore, su colaboradora, la chica que Niky conoció en la recepción del Majestic, ésta misma le había dado hora y la había recibido acompañándola a aquel despacho minutos antes. ¿Minutos? Niky miró el reloj y se dio cuenta de que ya había pasado un cuarto de hora. ¿Cameron se estaba vengando de ella haciéndola esperar?

Un ruido repentino cerca de ella la hizo sobrecogerse. Se giró de golpe y se encontró a Kurt Cameron que estaba ya prácticamente encima de ella. Había entrado en silencio y ella no lo había oído. Se levantó de golpe, demasiado impulsivamente, tanto que la butaca se cayó hacia atrás, y con los nervios se le resbaló la carpeta y ella misma por poco no acaba con los pies por alto.

Kurt dio un salto hacia atrás para no recibir la butaca y luego la carpeta en los pies.

-¿Qué pretendes, tesoro? ¿Quieres dejarme cojo o tuerto de algún otro ojo?-, preguntó hosco.

-Yo... no... lo siento...-, balbució Niky inclinándose para alzar la butaca caída.

Cameron hizo por ayudarla pero Niky había puesto toda su fuerza, que no era poca, en el empeño, de modo que la butaca acabó por golpear a Cameron en el momento que éste se plegaba hacia adelante.

Hubo un grito. Cameron se doblaba de dolor,  cogiéndose con las manos el vientre.

-¡Maldición!

-¡Oh, Dios mío! Lo siento muchísimo.- Esta vez Niky olvidó la butaca y se acercó a Cameron. -¿Te he hecho daño? ¿Dónde... te ha dado?

-En el sitio justo-, gruñó Kurt con los dientes apretados, asiéndose por sálvese la parte con evidentes muestras de dolor.

-¡Qué torpe soy...!-, murmuró Niky preocupada. -Ven, siéntate en el sofá. Tienes que... respirar profundamente.

-¡No me toques!-, prorrumpió él, oscilando hacia el sofá. Se dejó caer en él, cerró los ojos y profirió un profundo suspiro. "Maldita sea. Eres un peligro público, Niky. ¿Quieres explicarme por qué quieres matarme?

-No... yo... no lo he hecho aposta, de verdad. Ha sido sin querer. Lo siento.

Tras varios gruñidos e imprecaciones a media voz, el color tornó a sus mejillas y también su voz recuperó el tono normal.

-Es la primera vez que provoco este tipo de reacciones en una mujer. ¿Acaso me encuentras tan repugnante como a un insecto al que intentar aplastar nada más verlo?- Cuando se hubo recuperado del todo, la miró de arriba a abajo y pareció apreciar lo que vio, Nicole llevaba un traje de chaqueta negro, con la falda sobre las rodillas y la chaqueta ajustada a la cintura. Le sentaba muy bien.

-¡Para nada!-, se apresuró a contestar ella, agrandando por el estupor sus bonitos ojos verdes. -¡No te encuentro absolutamente nada repugnante!

Lo dijo con tal énfasis que Cameron no tuvo más remedio que creerla. Suspiró de nuevo y sonrió.

-Algo es algo. Aunque me parece que, de todos modos, tampoco es que estés loca por mí.

Niky se preguntó qué quería decir.

-Yo... te admiro muchísimo-, declaró con toda su sinceridad.

Kurt hizo un gesto grave con la cabeza.

-¿Nada más?-, preguntó. -¿Nada... personal?

Niky se lamió los labios. Si él lo hacía para tantear el terreno, tal vez lo mejor fuera ponerlo todo en claro desde el principio.

-Yo considero que tú eres un hombre dotado de... mucho encanto, o más bien mucha fascinación-, declaró. -Sin embargo, a mí no me gusta mezclar el trabajo con los sentimientos. Considero que no conduce a nada bueno.- Y mientras lo decía pensó que eso era exactamente lo que había hecho, pero no con Kurt.

Cameron pareció reflexionar un momento sobre ello, luego añadió.

-Admito que es una regla de oro. En general, yo también lo considero así, pero tú has logrado crear en mí una nueva disponibilidad.- Separó no obstante los brazos en señal de resignación. -En cualquier caso, si así es para ti... ¿Quieres mostrarme lo que me has traído para ver cuál de los dos aspecto, es más conveniente para mí?

Había algo de irónico en su voz, y Niky enrojeció de trepidación. Si Kurt no aprobaba su proyecto, no le iban a quedar muchas alternativas. ¿Acabaría teniendo que ceder a sus lisonjas? Para ganar tiempo, fue a por la carpeta que estaba aún en el suelo. Cuando se la estaba pasando a Cameron sus manos temblaban imperceptiblemente.

Él la abrió y empezó a observar el contenido. Niky, todavía de pie, se sentía como una hoja a merced del viento.

Kurt estudió atentamente y durante largo rato las imágenes que tenía bajo los ojos. Eran tres: la primera era una especie de puzzle cuyas piezas estaban dispuestas sin orden ni concierto de modo que no se entendía muy bien lo que representarían una vez unidas. En ella había también la imagen de una mano femenina, con las uñas perfectamente pintadas de laca muy roja y brillante, que comenzaba a componer el puzzle. En la segunda imagen se veía que el puzzle que la mujer hacía era el tórax de Thomas. Cada vez que lo veía, Niky se estremecía. En esa imagen también se veían los ojos de la mujer: unos preciosos ojos azules muy bien maquillados. En la tercera imagen el puzzle estaba casi completo, sólo faltaban dos piezas: la del rostro y la del sexo... ausencia completamente alusiva. El hombre en cuestión se estaba echando encima el líquido de un frasco de perfume, cuyo nombre era perfectamente legible. De la mujer se veía, sobre todo, una boca de labios sensuales con mucho carmín y pícara expresión, y las manos, cuyas impecables uñas escondían la parte más escabrosa de las imágenes de las dos piezas del rompecabezas que faltaban, que ella se estaba acercando a la boca.

Hubo un largo silencio. Kurt miraba la sucesión de imágenes una y otra vez, sin decir nada. Cuando por fin levantó la cabeza, Niky era un completo manojo de nervios.

-¿Qué haces ahí de pie?-, le preguntó como si hasta entonces no se hubiera dado cuenta de dónde estaba. -Siéntate, mujer.

Niky intentó calmarse. Tomó asiento en el sillón. Se sentía rígida como si fuera de madera. Cameron tenía una expresión indescifrable.

-Una idea audaz-, dijo. -Muy audaz.

Niky se lamió los labios.

-Bueno, también las tuyas suelen serio.

-Cierto-, asintió él. Luego cerró la carpeta, la apoyó sobre el sofá y se enderezó contra el respaldo.

Niky temblaba como una colegiala. Se habría puesto a gritar, pero logró contenerse.

-Entonces... ¿te gusta?-, era peor que un examen ante toda una comisión.

Kurt se tomó su tiempo para responder, finalmente, muy serio, dijo: -Sí, me gusta. Caray, es una excelente idea. Dará que hablar.

Niky por poco no se desmaya.

-¿Quieres decir que... la realizarás?

-Sí-, asintió Cameron. -Naturalmente, habrá algún que otro detalle que tendremos que discutir juntos...

-¡Sí, claro, claro!- Nicole no cabía en sí de gozo. Que cambiara lo que quisiera. Estaba eufórica. Si Cameron la hubiera besado en aquel momento, no habría tenido nada que objetar. -De momento, no es más que un esbozo.

Kurt se puso de pie, ya con la mente llena de los detalles prácticos de la realización. No sería el hombre que era si se hubiese dejado condicionar por la atracción. Como justamente había dicho Nicole, los negocios son los negocios. Y para Cameron estaban por delante de cualquier cuestión sentimental.

-Bien-, dijo yendo hacia el escritorio. Apretó un botón de su teléfono y dijo algo a su secretaria. Luego se dirigió a Niky. -Hay sólo un problema-, dijo preocupado.

Niky se ensombreció.

-¿Cuál?-¿Se estaría arrepintiendo?

-Mi equipo y yo estamos a punto de marcharnos para Miami. Dentro de dos días empieza la International Marketing & Publicity.

Niky batió las pestañas. La más grande manifestación del sector, donde se veían los mejores del mundo en el sector.

-Estaré fuera al menos una semana-, prosiguió Cameron.- No quiero postergar demasiado este asunto.

Nicole estaba a punto de decir algo, cuando la puerta se abrió y Alexandra Moore apareció por ella.

-¿Me llamabas?-, preguntó a Kurt. Luego miró a Nicole con una ojeada neutra.

-Sí-, respondió Cameron. -Sé que os conocisteis el otro día. La señorita Benford colabora con nosotros de ahora en adelante. Una sombra pasó de repente por su rostro, miró a Nicole. -¿Tú ya trabajas con... cómo se llamaba... Barrow?-, preguntó.

-No, no, se apresuró a decir Nicole. -Se trata de una colaboración ocasional. Y en aquel momento, aunque estuviera diciendo la verdad, se sintió bastante Judas.

-Bien. Entonces, ¿no tienes ningún problema en firmar un contrato con nosotros, verdad?

Nicole hizo un gesto con la cabeza, esperaba que la emoción no le jugara la mala pasada de ponerse a llorar o algo así.

-Absolutamente ninguno.

Cameron hizo un gesto con la cabeza.

-Estupendo. Alexandra, ¿puedes prepararlo todo?

La mujer asintió y miró a Nicole sin sonreír.

-Claro. Si quieres acompañarme.

-Ah, y fíjame una cita con el señor Barrow, Alex. Si quiere esta campaña tendrá que pagarla cuanto vale- y guiñó el ojo a Niky con aire de complicidad.

Trastornada, ella fue a recoger la carpeta para llevársela, pero Kurt la alcanzó y puso una mano sobre su brazo.

-Eso déjamelo aquí. Quiero tenerla a mano para empezar a pensar en las modificaciones oportunas.

-Muy bien-. En aquel momento, a Nicole le pareció descortés llevársela. Le entregó todo y se fue tras Alexandra. Estaban ya en el umbral, cuando Kurt habló de nuevo, haciendo que ambas mujeres se giraran.

-Alex, reserva también una plaza en el avión para Nicole. Viene con nosotros a Miami.

Con un gesto de asentimiento, Alexandra dio el último paso, salió cerrando la puerta.

Niky estaba sin aliento. En menos de cinco minutos se acababa de decidir su futuro a corto y largo plazo, había sido contratada por la agencia Cameron y acababa de invitarla a irse a Miami con él.

Alexandra Moore, en cambio, no parecía excesivamente impresionada. Escrutándola, con una sonrisa muy poco amable, le dijo entre dientes: -De modo que tú eres el nuevo juguete de Kurt Cameron.