3
Todo sucedió en unos segundos. En un arranque inesperado, Nicole se lanzó hacia adelante, haciendo aspavientos con las manos en el aire como espadas a punto de clavársele. En un instante Thomas se las encontró estrangulándole el cuello, y su espina dorsal se inmovilizó, tenía los ojos fuera de sus órbitas por la sorpresa y la tensión.
-¡Asqueroso bastardo!-, le insultó cerca del oído. -Si vuelves a decir una cosa así, te rompo el cuello.
-¡Cristo!-, balbució él. Luego, con un violento golpe de cintura y aferrándola fuertemente con las manos, logró desequilibrarla, la agarró entre el cuello y los hombros y la hizo voltearse sobre él, hasta lograr tirarla al suelo con la espalda sobre la alfombra.
Nicole gritó salvajemente y lanzó una patada hacia adelante golpeándolo justo debajo de la ingle.
Thomas jadeó, maldiciendo entre dientes. Si no se hubiera apartado de golpe, le habría dado en los atributos. Se tiró sobre ella e intentó inmovilizarla doblándole un brazo tras la espalda, pero Nicole logró escabullirse con una contorsión y se le sentó encima, literalmente sobre los hombros. Acabaron los dos rodando sobre la alfombra, enlazados en una lucha feroz cuerpo a cuerpo. Nicole gritaba de vez en cuando de modo ensordecedor, Thomas jadeaba y blasfemaba. Tras unos minutos de violenta lucha, Thomas consiguió ponerse sobre ella e inmovilizarle muslos y piernas con sus rodillas, aferrándole las muñecas sobre la cabeza férreamente. Nicole dio una brusca sacudida con la cabeza, intentando golpearle en el mentón, pero él se apartó a tiempo. Al echarse hacia atrás, sin embargo, había aflojado un poco los músculos con los que inmovilizaba las rodillas de ella que, velocísima, dobló una de ellas contra su coxis, él sintió cómo le golpeaba en la ingle. Entonces, soltó una de las manos con las que apretaba sus muñecas y le agarró el cuello apretando en la carótida. Ella emitió un gemido, tenía los ojos rojos de ira. Ahora estaba en una situación de paridad: él podía estrangularla, y ella transformarlo en eunuco. Siendo un hombre, tal vez él lograra acabar antes de que ella pudiera rematar su intento de castración, pero no quería pasar por tan desagradable trance. Se miraron a los ojos durante un instante, que les pareció muy largo, pues ambas miradas cortaban como espadas.
-Así que, entre otras cosas, eres karateka-, dijo él para ganar tiempo. -¿Qué me dirías de una tregua para sentamos a charlar con alma?-, dijo después, aún jadeante.
Nicole consideró la situación. Si lo tiraba con suficiente fuerza, tal vez pudiera liberarse de su mano sobre el cuello, pero no estaba muy segura de lograrlo. Por otra parte, tampoco podía lanzar la pierna con todo el vigor, sólo podía contar con la fuerza bruta y era evidente que él tenía más.
-Muy bien-, convino, con la voz ronca por el estrangulamiento. -Pero no vuelvas a atreverte a insultarme.
Thomas casi se echó a reír. ¿Insultarla? ¿Pero qué es lo que había dicho de insultante? ¿Quién se había creído que era?
Apenas sintió que ella retraía la presión de su rodilla, le fue soltando el cuello, se alzó, poniendo una distancia de seguridad, le dejó libres las muñecas y se puso a masajearse el dolorido cuello.
-Entonces, vamos a ver, si no lo has hecho por él, ¿por qué diablos lo has hecho?-, preguntó al final, volviendo a sentarse en la butaca. Maldición, tenía que entrenarse y volver a ponerse en forma, no podía admitir que una mujer hubiera casi logrado bloquearle, aunque le quedara la excusa de que había sido porque le había cogido de sorpresa, se dijo.
Nicole se levantó y cogió los vasos vacíos. Fue hacia el mueble y los rellenó de whisky. Volvió hacia él y le tendió el suyo de mal talante, mirándolo con un brillo salvaje.
-Lo he hecho por trabajo. Sólo porque quiero trabajar.- Posó su vaso con furia sobre una mesita y añadió con desprecio: -Pero tú no puedes entenderlo, claro. Alguien que tiene tanto dinero como tú, qué va a saber de la angustia de quien está intentando abrirse paso. No tienes ni idea de lo que tiene que pasar una mujer para sobrevivir, para que le den al menos una oportunidad.- Su tono era amargo, y por un momento, él sintió la tentación de creerla. Pero no quiso ceder tan pronto. Sería un error, pensó. La miró a los ojos.
-¿Y qué te hace pensar que yo tenga tanto dinero?
-Tu coche, tu ropa y sobre todo... si puedes permitirte pagar a Cameron, es que te sobra el dinero-, argumentó ella volviendo al brazo del sillón. -Además, no hay más que verte.
Él sonrió.
-Pues te equivocas-, dijo. -La empresa no es mía.
Nicole casi se cayó.
-¿Cómo que no es tuya?
-Yo sólo soy un enviado.
-¿Un enviado?
-Exactamente. Y, como bien puedes deducir, no soy yo quien decide.
-¿No eres tú quien decide?-, dijo Niky empezando a sentirse como un papagayo.
-No-, confirmó él. -En realidad, yo sólo poseo una pequeña parte de la sociedad, sin gran poder decisorio. Trabajo en el sector marketing, por eso me han encargado que me ocupe de este asunto.- Sonrió. -De modo que tendré que referir a mis socios el resultado de la entrevista y esperar a ver qué deciden. Y yo... bueno, no es que tenga muy claras las ideas sobre cómo contarles la historia. ¿Quién eres? ¿Debo contar cómo te he conocido? ¿ Qué es exactamente lo que quieres y, sobre todo, en qué lío me estás metiendo?
Nicole se agitó nerviosamente.
-Mira, de momento, yo te he resuelto la situación, y eso no es más que la verdad. Si llegas a obtener alguna colaboración por parte de Cameron, me lo debes a mí.
-Fíjate por dónde-, empezó Thomas en tono provocador, -yo pienso exactamente lo contrario.
Nicole apretó los labios.
-Está bien, seamos honestos. Vamos a verlo así: tú me has echado una mano a mí y yo te he ayudado a ti. Estamos en paz.
-Hay algo que no me cuadra en esta historia.
-¿Qué?
-Según tú, en la situación en la que me encuentro, el éxito de mi misión depende exclusivamente de ti. ¿No es eso?
Ella consideró la cuestión desde aquel punto de vista.
-En cierto sentido, sí-, admitió. -Pero no tienes por qué preocuparte. Aunque no puedo decir que tenga muchísima experiencia, es cierto que se trata de mi trabajo y creo sinceramente que no soy mala.
-¿No será una nueva mentira?
-¡Claro que no! No sé qué obsesión tienes por tergiversar las cosas. Sólo porque haya provocado un poco las cosas y haya exagerado algún que otro pequeño detalle, no significa en absoluto que no haya nada de cierto.
-¿Trabajas por tu cuenta?-, quiso saber Thomas lanzando una hojeada a las fotografías que había por aquí y por allá.
Nicole suspiró. Cómo le habría gustado poder decir que sí.
-No exactamente. De momento trabajo para una agencia.- Hizo una mueca. -Pero se trata de un paréntesis en mi vida, algo provisional. Precisamente ahora estaba pensando en dejarlo. Y enseguida se imaginó la cara de Howard cuando le dijera que se fueran al diablo él y sus zanahorias, que ella se iba a trabajar con el gran Cameron. Aquel idiota jamás había apreciado su talento, mientras que Cameron lo había intuido en seguida, nada más verla. ¡Ah, él sí que era un genio!
-¿Se trata de una larga experiencia?-, indagó Thomas con aire receloso.
-Incluso demasiado larga-, cortó ella, que no quería entrar en detalles. Aquellos tres meses habían sido el periodo más largo de su vida. -Oye, te digo que no tienes que preocuparte por eso, tendrás una campaña publicitaria envidiable. Ya verás.- Le brillaban los ojos de entusiasmo. Esta vez Thomas habría apostado cualquier cosa a que hablaba en serio. O al menos, se la veía convencida.
-Mi empresa no querrá saber nada de contratar a una desconocida...
-No importa-, dijo ella excitada. -Cuando mi propuesta sea aceptada por Cameron, ya lo discutiremos.
-Si es que la acepta, claro-, rectificó él, escéptico.
Nicole parpadeó como sólo ella sabía.
-Lo hará-, declaró segura, aunque en voz baja, como para sí. -Tiene que hacerlo. Es mi única oportunidad para obtener lo que deseo de ese hombre.
Thomas la estudió en silencio durante unos momentos, conteniendo en los labios la pregunta que pujaba por salir. ¿Qué era lo que quería de Cameron? Misterio que pronto descubriría. La excusa del trabajo no acababa de convencerle. Ella había admitido que prácticamente hacía guardia a su puerta desde hacía semanas para verle. Campanas de alarma sonaron en su cabeza. Debía ser cauto. Aquella chica era peligrosa, no quería que le atacase de nuevo y acabar sobre la alfombra, física o metafóricamente.
-Escucha una cosa-, le dijo echándose ligeramente hacia adelante. -Tal y como están las cosas, nosotros dos estamos ligados el uno al otro por un doble hilo.
Ella lo miró de un modo extraño.
-¿Qué quiere decir eso del doble hilo?
Thomas batió los párpados. Estaba pensando con rapidez.
-Bueno, yo podría llamar a Cameron y explicarle que en realidad tú no eres más que una vil tramposa, que jamás has sido colega mía y que te aprovechaste de mí para conseguir de él sabe Dios qué.
-¡No lo harás!-, gritó Nicole escandalizada poniéndose en pie de un brinco, haciendo que casi se vertiera el whisky sin darse cuenta. -¡No puedes hacerlo!-, repitió. -Además, quedarías como un perfecto idiota.
-Tal vez no me importara.
-¿No?-, dijo Nicole, desafiándole abiertamente, las manos sobre las caderas y el mentón tendido hacia adelante en actitud provocadora. -No lo harás.
-¿Cómo puedes estar tan segura?
Ella se detuvo unos instantes, sin dejar de mirarle, luego se pasó la lengua por los labios superiores y preguntó.
-Está bien, suéltalo ya: ¿qué es lo que quieres a cambio?
Thomas se echó a reír de repente, se apoyó en el respaldo y el mechón rebelde de cabellos le cubrió un ojo. Se lo apartó con un gesto de la cabeza.
-No eres tonta, chiquilla.
Tal vez sí, se dijo Nicole. Si no lo fuera, no estaría aún aquí, escuchándote. Mirándolo, sintió que mermaba su propia seguridad. Quizá no habría debido desafiarlo de aquel modo. Thomas Barrow era peligroso, tanto como su mirada, que le estaba empezando a producir escalofríos a lo largo de todo el cuerpo. Recordó el beso del coche y se sintió de nuevo turbada.
-¿Qué quieres?-, repitió, rígida para no hacerle ver que temblaba.
-Quiero entrar en sociedad contigo-, dijo Thomas poniéndose serio de golpe. -No me importa qué es lo que quieres de ese hombre, pero no quiero que me tengas al margen, al menos en lo que se refiere al asunto de nuestra campaña. Cada vez que tengas una entrevista con él, quiero estar presente también yo. Quiero ser informado de todo lo que suceda, y seré yo quien decida si va bien o no. Quiero seguir paso a paso tu trabajo.
Nicole explotó.
-¿Y tú qué sabes de publicidad?
-Yo pago, recuérdalo.
-Tú tendrás tu maldita campaña, ¿qué más quieres? Con eso debería bastarte.
-No, querida-, dijo él. -Yo quiero algo más.
Nicole temblaba de ira.
-¡Tú...! ¡Tú lo que quieres, es...! ¡Yo sé muy bien lo que tú quieres!
El se rió, con una luz cargada de intención en los ojos.
-Te equivocas. No es mi estilo chantajear a las mujeres para acostarme con ellas.
-Entonces ¿por qué quieres estar todo el tiempo tras mis talones?
-Digamos que quiero ser... tu ángel de la guarda-, acabó por decir, no sin ironía.
-Yo no necesito ningún ángel de la guarda.
-En efecto, ya he visto que sabes defenderte bastante bien. Pero tal vez en el momento oportuno, no te resulte suficiente.
-¡Qué sabrás tú!
-Vamos, no seas tonta. Sabes de sobra que un tipo como Cameron, que ha cedido tan fácilmente a las propuestas de una principiante, sólo porque es una mujer guapa, tiene una sola idea en la mente.
-¡Eres un pervertido! ¡Ah, se cree el ladrón que todos son de su condición!, exclamó con el rostro enrojecido. -No todo el mundo es como tú.
-No, en efecto-, admitió Thomas con una mueca. -En cualquier caso, o lo tomas o lo dejas, ésas son mis condiciones.
-Eres un bastardo.
-A veces.
-Lo que suceda entre Cameron y yo no es de tu incumbencia.
Una expresión muy dura apareció en el rostro de él. No se había equivocado. Nunca se equivocaba en esas cosas.
-No pienso interferir en vuestra relación, si es eso lo que temes, pero quiero estar presente.
-¿Qué es lo que eres? ¿Un maldito voyeur?
-No quiero perder el control de lo que suceda con respecto a nuestra campaña. Recuerda que fuiste tú quien quiso venir conmigo, no al revés. ¿Qué contestas?- Se puso de pie y Nicole se dio cuenta de que incluso con tacones era más baja que él. Entonces alzó el mentón para compensar la diferencia.
-Según parece, no tengo elección.- ¿En qué lío se estaba metiendo? Dos hombres a los que vigilar simultáneamente. Era demasiado incluso para una karateka. -Pero te lo advierto: no te permitas entrometerte en mi vida privada. Tú serás en esta ocasión algo así como mi jefe, la persona que me contrata, y te comportarás como tal. Es todo lo que puedo concederte.
Thomas dio un paso hacia adelante. Nicole retrocedió. Él avanzó aún más, ella sintió el borde de la butaca contra las piernas.
-¿Te gusta jugar fuerte, peligrosamente, verdad?- le preguntó él adelantándose aún más hacia ella. Casi la rozaba.
Nicole sintió el corazón en la garganta.
-Hay veces en que no hay más remedio-, balbució como respuesta, con la impresión de que los ojos negros de aquel hombre se la estaban comiendo.
-Es cierto-, convino él. Y como para demostrar que aquella era una de esas veces, se inclinó hacia ella y se apoderó de su boca.
Todo desapareció como por arte de magia. Cameron se convirtió en un pálido recuerdo, Nicole olvidó hasta el trabajo al que se dedicaba, la publicidad era una palabra lejana y vacía. Sintió el calor de sus labios, la dulzura de su respiración, la decidida potencia de su lengua. Pequeñas hogueras se le fueron encendiendo por todo el cuerpo, llamas aisladas que poco a poco se unían formando un incendio mayor. Con un gemido se abandonó a él, entreabriendo los labios para acoger su lengua.
No sabía si él la estaba tocando. Estaba tan turbada por aquel contacto que todos sus nervios estaban a flor de piel, se estremecía, temblaba, ¿qué era lo que le producía tal efecto? Se echó hacia adelante; tenía la sensación de estar flotando en un mar de fuego. Sintió el contacto de su duro tórax. Sus pechos se habían excitado hasta el límite del dolor. Estaba perdiendo la razón.
La boca de él la capturó trepidante, cada vez más profundamente, como si quisiera devorarla, y luego se alejó, como si hubiera recuperado de repente un tardío reflejo de autocontrol. La expresión de él era algo indescifrable, vagamente amenazadora.
Thomas se echó hacia atrás y Nicole casi se cayó. La agarró para que no se cayera sobre el sillón.
Ahora sabía hasta qué punto podía llegar, pensó Thomas con una cierta sensación de disgusto mezclada con incontenible deseo.
-Tengo que hablar con mis socios-, dijo repentinamente con tono neutro. -No te cites con Cameron hasta que lo haya hecho, ¿de acuerdo?
Presa del desvarío más total, emergiendo a duras penas de la espesa nube de frenesí que la circundaba, ella alzó los ojos hacia los de él y le miró fascinada mientras se alejaba hacia la puerta.
-Te he hecho una pregunta-, dijo él desde el umbral. Por su tono de voz y el timbre ligeramente bronco, Nicole comprendió que también él estaba turbado.
Asintió lentamente.
-De acuerdo-, respondió, y le habría gustado preguntarle por qué de pronto tenía tanta prisa por marcharse. A medida que lo veía alejarse, sentía como si un frío inesperado se fuera apoderando de su cuerpo.
Él hizo un último gesto con la cabeza.
-Te llamaré-, dijo. Luego desapareció y ella le oyó atravesar el pasillo antes de escuchar cómo se cerraba la puerta de fuera. Definitivamente, se había marchado.
Con un lamento, Nicole echó la cabeza hacia atrás y cerró los ojos angustiada. ¿Qué estaba haciendo? Estaba apunto de conseguir lo que más deseaba en la vida ¡Dios mío, pero a qué precio!