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JOHN Bird consultó también materiales de etnografía. Buscaba sobre todo saber algo del origen primero de aquellas gentes.
Y supo que eran celtas. Que hablaban gaélico y que no lo sabían escribir.
Acaso hubiera habido seres humanos antes, pero los actuales sankildanos descendían de las tribus celtas que se establecieron allí hacia el siglo noveno. Y apenas si cambió hasta nuestros días la composición.
Parece que algunas naves vikingas anclaron en Hirta. A veces, accidentalmente, el mar llevaba a sus orillas náufragos de las muchas guerras. Muy de cuando en cuando algún pesquero llegaba a dejar en las islas tripulantes enfermos… Pero nunca llegaron a alterar la primera sangre o a variar la peculiar idiosincrasia.
Como tampoco, más tarde, lo lograron los aventureros que llegaron a Hirta atraídos por las ventajas que el propietario de las islas ofrecía a quien se atreviera a venir a trabajar en San Kildán.
Porque desde tiempos remotos aquellas islas perdidas en el océano tenían dueño. Eran del clan MacLeod, señores de un imperio insular en el norte de Escocia.
En el alto medievo —refiere una leyenda— se creía que en Hirta estaba el paraíso. Durante mucho tiempo lucharon por su posesión diferentes clanes. Finalmente sólo dos sobrevivieron: los Harris y los Wist. Unidos por lazos de sangre, para evitar su derramamiento, acordaron fletar dos naves iguales con idéntico número de guerreros. El archipiélago sería del clan cuyo jefe pusiera primero su mano en Hirta.
La disputa fue de un increíble encarnizamiento. Y ya habían saltado al mar para desembarcar las gentes de Wist, cuando Colla MacLeod jefe del navío de los Harris, se cortó la mano izquierda con su propio machete y la arrojó a tierra.
Desde entonces la familia MacLeod ostentó la propiedad de aquel puñado de rocas en el mar.
Y durante siglos, una vez al año, por el verano, estuvo llegando puntual al archipiélago primero el arcediano, luego el recaudador, a percibir el tributo de lanas y plumas que el señor de turno, en su libre voluntad, había tenido a bien establecerles.