CENTENARIO DE MIGUEL HERNÁNDEZ
A la muerte de Josefina Manresa, la esposa de Miguel Hernández, con la que tuve una relación personal intensa, mantuve mi afecto y comunicación con la familia del poeta, la nuera Lucía Izquierdo y los nietos María José y Miguel. Esta relación facilitó que coincidiéramos en la necesidad de preparar un homenaje importante al poeta al cumplirse el centenario de su nacimiento, es decir, durante el año 2010.
Varios años antes Lucía me manifestó el deseo de que, a través de la Fundación Pablo Iglesias, coordinase esa efeméride. Le agradecí su ofrecimiento, le expresé que suponía un gran honor para mí, pero le advertí de que la importancia de Hernández descartaba que el protagonismo recayera sobre una fundación. Hernández necesitaba de una Comisión Nacional en la que estuviesen implicadas las principales instituciones, el Gobierno de España, el de la Generalitat Valenciana, las universidades de la Comunidad Valenciana, los ayuntamientos de Elche y Orihuela…
Le anuncié que estaría muy honrado en colaborar con el centenario y me comprometí a actuaciones inmediatas. Así fue como hablé con la ministra de Cultura, Carmen Calvo, que nos convocó a una reunión en diciembre de 2005. Fuimos citados la familia (Lucía Izquierdo), el alcalde de Elche (acompañado de la concejal de Cultura) y yo mismo. Le explicamos lo que pretendíamos y lo acogió con entusiasmo. Sólo hubo un momento de duda cuando Lucía le comunicó que la familia deseaba que yo dirigiese la organización del acontecimiento. La ministra, como es natural, contestó que el ministerio contaría conmigo, pero que ya se estudiaría la estructura de la organización.
De seguida la ministra nos anunció que seríamos convocados el 26 de marzo de 2006 en la Residencia de Estudiantes para dar a conocer a la prensa la Comisión Nacional del Centenario. La fecha del emplazamiento pasó y no hubo noticias del ministerio. La titular cesó en su puesto, sustituida por César Antonio Molina, un poeta gallego que venía avalado por una política de extensión del Instituto Cervantes.
En diciembre de 2007 recibí una carta del nuevo ministro en la que me comunicaba:
Estamos preparando las disposiciones legales para crear la Comisión Nacional del Centenario de Miguel Hernández que se celebrará en 2010.
Me consta el excelente trabajo que has realizado ayudando al Gobierno y al Ministerio de Cultura en los pasos previos que se han venido dando y en las negociaciones que ha llevado a cabo la Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales, tanto con el Ayuntamiento de Elche como con la familia del poeta. Por esta razón, pero sobre todo por el aprecio personal e intelectual que sabes que te profeso desde hace ya muchos años, me gustaría que aceptaras formar parte de la Comisión Nacional, haciéndote cargo, además, de la Presidencia de la Comisión Ejecutiva.
Contesté agradeciendo la confianza y manifestando que para mí era un honor contribuir a difundir la obra de uno de los más grandes poetas de habla española. También sugería la posibilidad de una conversación acerca de los pormenores de lo que sería la concreta responsabilidad que se me ofrecía.
El ministro fue cesado y en su lugar nombrada Ángeles González-Sinde. La nueva ministra me solicitó una conversación; fue un almuerzo en la sede del ministerio, en la que ni mencionó el asunto. Poco después supe que se habían hecho los nombramientos de la Comisión Nacional y de la Comisión Técnica; con acierto, se eligió a un gran conocedor de la obra del poeta de Orihuela. Mi nombre desapareció de cualquier comisión. Me pareció bien aunque el método no fuese el más correcto. Seguí colaborando en el homenaje, abrí un ciclo de conferencias del centenario y preparé un documental sobre el poeta que, emitido por la televisión pública, tuvo un importante eco.
¿Cómo funciona la Administración pública? Una ministra cita a la proclamación de una Comisión Nacional con fecha y lugar, que probablemente olvida, el ministro sustituto ofrece la dirección de un acontecimiento, una nueva ministra que seguramente ni siquiera leyó el expediente elaborado antes de su llegada al ministerio, todo ello en un Gobierno del mismo partido. Es fácil deducir la atención que prestarán a los compromisos contraídos por la Administración cuando en ésta hay un relevo de partido.
La historia no suelta la presa de los pueblos. En realidad es la tradicional cesantía que marcó el devenir de la estructura administrativa de España. El gobernante que desembarca en la Administración hace tábula rasa de lo que hicieron los predecesores e inaugura una etapa adanita con la que reivindicar su condición de primer hombre, o mujer, que a los efectos lo mismo da.