EPILOGO
Ese día la pequeña Nicole de la Vega fue bautizada, los abuelos de la niña eran los hombres más orgullosos de toda la fiesta.
Niki al igual que Conny pasaban de unos brazos a otros y ellas eran muy feliz siendo el centro de atención de cada uno de los presentes.
Bruno tomo de la mano a su mujer y discretamente la saco del salón. Alex que los vio partir le giño un ojo a Bruno y sonrió muy satisfecha.
—Adonde me llevas de la Vega.
—Es un secreto.
—Te recuerdo que estamos en medio de una reunión, cariño.
—Lo sé, pero lo que quiero hacer contigo también es una especie de reunión.
—No cabe duda de que los abogados son buenos tergiversando las palabras.
—Oh, créeme que te encantara todo lo que te haga.
—Presumido.
Llegaron hasta el patio trasero y para sorpresa de Monique de la fuente brotaba agua de color azul, y el árbol estaba adornado con pequeñas luces blancas, todo se veía mágico.
—Bruno, es maravilloso nunca estuve en este lugar de noche.
—Alex lo adorno solo para nosotros mi cielo.
—Oh.
—Monique.
—Dime.
—Quiero preguntarte algo.
—Te escucho. Estaba nerviosa
—Desde hace tiempo quería decirte, pero no encontraba el momento y las palabras.
—No le des tanta vuelta y suelta lo que tengas que decir.
—¿Cuantos hijos quieres tener?
—Esa es tu pregunta.
—Sí.
—Bueno Bruno — estaba molesta creí que Bruno le pediría matrimonio — no lo he pensado y si para esa tontería me sacaste de la fiesta de mi hija — Monique se alejaba por el camino de regreso a la recepción.
—Espera, cariño.
—¿Qué quieres ahora? Que te de los nombres.
—Pues no sería mala idea ir pensando en un par de ellos.
—Estás loco De la Vega y suéltame, me quiero ir.
—Por qué, si estamos también aquí los dos, solitos. Anda cariño venga probemos darle un hermanito a Niki.
—No estoy de humor.
—Y si te pongo de humor — le dijo mientas la abrazaba y le besaba el cuello, haciéndola estremecer.
—Deja ya de ser un coqueto, sabes que me ganas con eso.
—Lo sé. Anda practiquemos lo de hacer bebes, nos quedan muy lindos.
—Presumido.
—Ven, quiero enseñarte otra cosa.
—Esa cosa que quieres enseñarme ya la conozco De la Vega.
—Malpensada. No es a mi amigo al que quiero que veas, pero con mucho gusto te lo muestro y hasta algo más.
—Brunoooo — Grito.
—Shhhh, que nos van a oír y saldrán a ver que hacemos.
—No lo puedo creer.
—Ven conmigo.
Monique lo siguió, Bruno la llevaba tomada de la mano rumbo a la casita de muñecas.
—No creerás que voy a meterme ahí contigo. Es donde juega Conny. Alex nos mata si se entera de que tuvimos sexo en la casa de juegos de su hija.
—Tu y yo no tenemos sexo, hacemos el amor — señalo — Si serás mal pensada cariño.
Rodearon la casita y justo detrás de esta una hermosa tienda de toldos blancos se erguía para recibirlos.
—Bruno… — suspiro.
Llegaron hasta la tienda, que estaba hermosamente decorada con mantas y cojines de muchos tamaños y colores. La tienda estaba bellamente iluminada, con luces reflejándose por todas partes.
—Es hermosa.
—No más que tú.
La pasión se apodero de ellos y un beso dio paso a otro y a otro más. Bruno la fue desvistiendo lentamente besando cada parte de su piel que dejaba al desnudo. Amaba tanto a su mujer, como nunca había creído y poseerla de esa manera lo hacía tocar el cielo.
Por su parte Monique estaba extasiada de felicidad. Finalmente el amor que por tanto tiempo busco estaba frente a ella, puro sin ataduras. Fortaleciéndose cada día. Bruno y Nicole eran su razón de vivir. Su complemento. Pensó que no se puede pedir más en la vida cuando estas en brazos del hombre que te hace tocar el paraíso con sus besos, que te hace volar con sus caricias y que te hace sentir tanto y tanto amor en tu corazón. Era simplemente feliz.
Hicieron el amor, muy despacio. Besos por todas partes, manos acariciando cada centímetro de piel. La ternura y el amor, fueron los protagonistas del momento, fundiéndose con cada respiración, con cada latido del corazón. Eternamente.
Bruno la besaba sin prisa, deleitándose en la sedosidad de su piel. El corazón henchido de felicidad por el momento que acababan de vivir. Despacio recorría cada parte de su cuerpo, desde los pies hasta sus labios y de vuelta.
—Monique — hablo la verla agitarse un poco.
—Umm.
—Estas despierta.
—Casi — bromeo. Bruno no podía verle el rostro por que Monique estaba acostada boca abajo contra los cojines.
La tomo de una pierna y la giro para poder mirarle el rostro.
—Cariño — estaba serio.
—¿Qué pasa? Monique le paso las manos por el cabello y lo miro a los ojos — Bruno me estas poniendo nerviosa.
—Monique te das cuenta que no usamos protección.
—Si
—Y sé que tampoco estas tomando la píldora.
—Aja — ella levanto una ceja y lo miro interrogativa, a que iba todo eso.
—Entonces sabrás que como hombre responsable que soy no puedo permitir que mi hija siga viviendo con unos padres que no están debidamente unidos y que tampoco puedo permitir que mi hijo no nacido venga a este mundo en esa misma situación.
—Bruno…
—Shhh cariño. Déjame hacer esto, necesito saber que eres mía en cuerpo y alma.
—Soy tuya. Siempre.
—Y yo también te pertenezco.
Se besaron lentamente uniendo sus labios con apenas un roce. Adorándose mutuamente. De pronto Bruno termino esa dulce caricia y se puso de rodillas frente a ella.
—Monique Caruso. Me harías el honor de casarte conmigo.
Ella se quedó un momento sin saber que decir. Luego se puso también de rodillas frente a él.
—Creo que necesitas de un anillo para hacer ese tipo de proposiciones.
—Crees que lo olvide.
—No veo ninguna cajita negra de terciopelo por ningún lugar.
—No se ve bien sino con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos — Bruno se puso en pie y tomo algo que colgaba del techo. Monique supo que era ese mismo objeto el que hacía que la tienda se iluminara intensamente, lanzando destellos de luz por todo el lugar.
Cuando Bruno se arrodillo nuevamente frente a ella, abrió la mano con la que había tomado el objeto colgante y la abrió. Era un hermoso anillo de compromiso.
—Monique, me harías el hombre más feliz de este mundo.
—Si… Siiiii
Bruno coloque el anillo en su dedo anular.
—Te amo — susurro.
—Te amo — respondió Monique.
Se besaron nuevamente, con una promesa hecha no solo desde su corazón, sino desde la profundidad de su alma.
FIN.