X - LOS DÍAS NO IMPORTAN

 

Cuando salió de la tienda de comestibles, el Padre Matías abrió la palma de su mano y comprobó el cambio que le acababa de devolver el dependiente. Lo que faltaba —suspiró—. Era el octavo día que pasaban escondidos en la quesería. El combustible se acababa, la desesperación e impaciencia se apoderaba de sus ánimos, el escaso dinero que les quedaba se encontraba ante sus ojos y Carlos no mejoraba según lo esperado. No se trataba de arriesgarse a ser reconocido por un esbirro de Tomás o su gente, sino del hecho de que el tiempo de espera se les había acabado y pronto se verían obligados a moverse.
Comprobó que nadie le seguía, recorrió a pie la mitad del pueblo hasta el coche, que lo tenía aparcado muy cerca de la carretera que daba al bosque, y cuando se sentó en el asiento del conductor se echó las manos a la cabeza.
Poco después llegaba a la fábrica de queso abandonada y, desanimado, se encontró con Ana que en aquel momento preparaba un poco de sopa.
—Sólo tenemos provisiones para un par de días —dijo el Padre Matías—.
—Era de esperar.
Carlos, que desde hacía un par de días había empezado a pronunciar alguna que otra palabra y enlazaba frases cortas con un gran esfuerzo físico y mental, logró ponerse de pie y dijo:
—Os debo la vida. Decid... decidme lo que... he de hacer.
El Padre Matías le sujetó del antebrazo, ayudándole a sentarse.
—Tu cuerpo aún no está curado.
—Me rescatasteis de la muerte.
—No exactamente. Más bien te reparamos mientras impedíamos que tu alma se escapara.
—No lo entiendo —dijo Carlos tosiendo—.
—Verás, en el libro...
—¿Qué libro?
—... el manuscrito Voynich, ¿lo conoces?
—El libro indes... cifrable.
—El mismo. Pues yo conseguí descifrar gran parte de él, ni te imaginas las maravillas que he encontrado.
—Es extraordinario —tosió otra vez—.
—En realidad todo lo que hay escrito es tan sencillo, que ese es el motivo por el cual no nos dimos cuenta antes de todo lo que nos rodea. Tendemos a buscar soluciones complicadas a problemas sencillos, cuando en la mayoría de los casos sólo tenemos que alargar la mano, obtener los materiales necesarios, y aplicarlos de la forma correcta.
—Resu... resucitar a un muerto...
—No —le interrumpió el Padre Matías—, estimular el flujo sanguíneo a la vez que se aplican sustancias específicas para cada daño sufrido; lo único que resta es saber atrapar el alma para disponer de todo el tiempo necesario, sin tener que preocuparnos por la muerte. En realidad es tan sencillo que asusta.
—Atra... par el al... alma —repitió anonadado Carlos—.
—Aquellos quienes escribieron el manuscrito, descubrieron dónde moraba el alma de todo ser vivo. Y es en una de nuestras vértebras, ¡¿no te parece extraordinario?! Hasta le pusieron un nombre para diferenciarla de las demás.
—¿Cuál?
—La vertebra de Dios. En alusión a la importancia que tiene —dijo el Padre Matías entusiasmado, mientras le mostraba la página en el manuscrito—.Esa gente consiguió aunar la ciencia con lo espiritual, y encontraron soluciones hasta para lo impensable. Fíjate, todo aparece aquí, descrito y detallado a la perfección.
—¿Tam... también trata la in... mor... talidad?
—No Carlos, habla de reparar, de reconstruir, incluso de mejorar, pero nadie se puede escapar del destino. Todo lo que envejece ha de morir.
El joven agachó la cabeza y se quedó pensativo.
—¿Y qué es lo que necesitáis de mí?
—Tu algoritmo.
—No lo com... prendo. ¿Qué ti... tiene que ver mi tra... bajo con el man... manuscrito y sus secre... tos?
—Precisamente, lo necesitamos para desvelarlos.
—¿Y porque no lo copiáis? La distribución sería tarea fácil.
—No es cuestión sólo de copiarlo, sino de entregárselo al mundo, junto con todas las posibles interpretaciones que puede ofrecer. Es un texto tan simple, pero complejo a la vez, que en una misma página se describen remedios para varias enfermedades. Todo depende de la mente y la perspectiva de que se lea.
—Pe... pero mi algoritmo un... ifica las lenguas del pl... planeta, no tiene na... da que ver con esa es... escritura.
—Te equivocas, porque esta escritura esta creada mezclando todas las lenguas. Un conocimiento antiguo y universal.
—En tal caso de... debemos ir al mu... seo.
—Todavía no —intercedió Ana—, aún estás muy débil.
—Eso ya no im... porta. Si no nos da... damos prisa, aquellos que inte... ntaron matarme, o mejor di... dicho, que me ma... taron, intentarán des... deshacerse de mi trabajo.
—Seguro que en su momento se preocuparon de hacerlo —dijo el Padre Matías—.
—Puede, pe... pero no saben na... da de mi copia de se... seguridad.
Los ojos de los tres brillaron de alegría, las llamas del fuego se mezclaban con sus sombras que se deslizaban por las paredes de la abandonada quesería. La luz y la oscuridad, juntas e inseparables.