Capítulo cinco

Sabrina se sentó al lado de Michael a la pequeña mesa de la cocina de él, tomando café y tratando de entender cómo ese hombre había sido capaz de meterse en su vida y hacerse cargo de ella completamente.

—No estamos seguros de lo que causó que te atacaran —le explicó él honestamente—. No quiero arriesgarme a que haya alguien buscándote personalmente. Antes de levantar sospechas de alguien, decidí hacerte desaparecer por algunos días, si no te importa.

—¿Crees que es necesario el secreto?

—Sí. Me gustaría que estuvieras tan segura como sea posible —le dedicó su más agradable sonrisa, y ella se preguntó si él sabría lo susceptible que era ella a eso—. No será tan malo, ¿no?

Estaré en el trabajo mucho tiempo, y tú tendrás una gran oportunidad de descansar y relajarte —le tocó la mano—. Eso también nos dará la oportunidad de conocernos mejor.

«De eso es exactamente de lo que tengo miedo», pensó Sabrina. «¡Cenar ocasionalmente o ver una película contigo es muy diferente a vivir juntos!»

—¿Por qué no me permites enseñarte la casa? Quiero que te sientas cómoda aquí.

Él se levantó y le dio la mano, y Sabrina se encontró respondiendo. Quizá ella estaba sobreactuando. Probablemente era el dolor de cabeza que le impedía reaccionar con lógica a las sugerencias de él.

Procuró no ser inflexible cuando él colocó su mano en su cintura. Tenía un hermoso hogar con una vista panorámica del lago.

—La habitación principal está arriba. Tiene su propio baño. Pensé que podrías estar a gusto al á arriba, aunque puedes quedarte donde quieras. Hay otra habitación en este piso que uso como estudio, y otras dos más abajo que están separadas por un baño.

Ella miró hacia arriba.

—¿No es ésa tu habitación?

—Sí, pero no paso mucho tiempo ahí.

La guió escaleras abajo, donde ella descubrió un gran salón de juegos. Una mesa de billar dominaba el salón.

—Cuando estoy demasiado agitado para dormir, bajo aquí y juego al billar durante horas. Me temo que podría molestarte si estuvieras aquí abajo, pero por supuesto eso depende de ti. Yo quiero que estés a gusto.

Ella frunció el ceño.

—¿Estás seguro de que quieres hacer esto?

Él la miró fijamente.

—Muy seguro.

—¿Pero qué pasa con mi ropa? Sólo tengo los camisones que Pam me llevó al hospital.

Él la condujo de regreso escaleras arriba.

—¿Por qué no te tomas tu medicamento para el dolor y te recuestas un rato? Cuando despiertes te llevaré a tu casa para que cojas algunas cosas.

Recostarse sonaba como una idea espantosa. Ella pensaría acerca de todo eso más tarde.

—De acuerdo.

—Estupendo.

Michael la condujo hacia la terraza. La vista era espectacular. Cuando él se acercó a quitar la colcha, ella se sentó en la cama y se quitó los zapatos. Él se inclinó y la besó, la acomodó y, con una sonrisa que ella encontró extrañamente tranquilizadora, dijo:

—Descansa. Le prometí al doctor que me ocuparía de que te lo tomaras con calma.

Se alejó y desapareció por las escaleras.

Sabrina se recostó sobre la cama y suspiró. No estaba segura de lo que estaba pasando en su vida por el momento. Tendría que pensarlo más tarde.

Michael inspiró profundamente y soltó el aire despacio. Hasta ahora todo iba bien: no podía recordar la última vez que trabajó tanto para que ocurriera algo. Quizá fue un poco arbitrario llevarla a su casa sin darle elección. Quizá se estaba aprovechando un poco de las circunstancias. Quizás. . demonios, él sabía qué pasaba, pero no tenía ningún sentimiento de culpa.

Nada de lo que le dijo a ella era mentira. Él estaba preocupado por ella, y quería asegurarse de que estaba segura. Si el pago por tenerla segura era hacerla parte de su vida diaria, él ciertamente no podía quejarse de ello. Sólo esperaba que ella no insistiera en regresar a casa.

Sabrina despertó tres mañanas después y se sintió aliviada al notar que ya no le dolía la cabeza. Se recostó en la cama y pensó acerca de todo lo que había sucedido en los pocos días que había estado con Michael.

Lo realmente sorprendente era que habían encontrado una rutina agradable, a pesar del hecho de que él estaba acostumbrado a vivir solo y ella no había vivido al lado de un hombre desde hacía años.

Michael salía temprano, mucho antes de que Sabrina despertara. Algunas veces él no régresaba hasta la noche. Cuando llegaba a casa, ella lo oía, aunque ya se hubiera ido a la cama.

Entonces lo acompañaba, calentaba la comida que había preparado y hablaban de cualquier tema.

Algunas veces ella se sentaba y lo observaba jugar al billar mientras él le relataba los sucesos del día. Qué sorprendida estaba Sabrina de cuánto compartían en las pocas horas que él estaba allí. Otra sorpresa fue descubrir que ella no estaba tan ansiosa de ir a la tienda como pensó que lo estaría. Era un descanso saber que Pam se ocuparía de las cosas hasta que estuviera lista para regresar.

Sabrina hacía llamadas periódicas a Jessica, quien parecía disfrutar de la universidad.

Durante aquel tiempo Sabrina sentía como si hubiera escapado de sus responsabilidades y que podía hacer lo que deseara.

Michael tenía una estupenda colección de libros y ella disfrutaba leyéndolos y comentándolos con él. También descubrió que ambos tenían gustos similares en música. Después de estar en su casa durante algunos días, ella sentía que lo conocía mejor que a algunos amigos que conocía desde hacía años.

Sabrina se preguntaba si él dormía alguna vez. Ella se despertaba algunas noches y escuchaba el suave golpeteo de las bolas en la mesa de billar. Se sentía tranquila al saber que él estaba allí si lo necesitaba, y volvía a dormirse.

Lo que más apreciaba Sabrina era el hecho de que él había empezado a comunicarle sus pensamientos, sus sentimientos y algo de su pasado. Le comentó el dolor que experimentó cuando comprendió que su hijo se había convertido en un hombre lejos de él.

Sabrina compartió con él el horror de perder a su hermano en Vietnam cuando ella tenía dieciséis años. Él era tres años mayor. Habían estado muy unidos y ella se sintió destrozada por la pérdida. Mirando hacia atrás, se preguntaba algunas veces si la pérdida de su hermano antes de que tuviera una oportunidad en la vida fue la razón de que ella insistiera en casarse con Danny. Sus padres le habían advertido que esperara, pero ella tenía miedo de perderlo si lo hacía. Al final descubrió que él nunca había sido suyo para perderlo. Pero hubiera tenido que ser muy madura para entenderlo.

Le habló a Michael de muchas cosas que nunca había compartido con nadie. Las charlas de las noches se desarrollaban en una atmósfera de intimidad creada por las luces suaves, el cansancio de Michael, la sensación somnolienta de ella de que eran las dos únicas personas en el mundo que estaban despiertas, compartiendo partes secretas de ellos mismos, descubriendo cómo habían resuelto ellos solos lo que les había ocurrido.

De alguna forma, hablando del pasado, Sabrina se encontró liberándose de mucho dolor de las viejas heridas, reconociendo que ya no formaban parte de la persona que era ahora. Se sentía más ligera, como si se hubiera liberado de cargas que había llevado durante años.

Si hubo revelaciones importantes durante los últimos días, lo más importante era descubrir que crecían sus sentimientos por Michael.

Sabrina oyó un ligero ruido escaleras abajo y recordó que Michael le había dicho que ése era su día libre. ¡Él estaba en casa! Retiró la colcha y se apresuró a bañarse, complacida de saber que él estaría esperando cuando ella bajara.

Él estaba sentado a la barra de la cocina, tomando una taza de café y mirando al lago a través del amplio ventanal, cuando ella entró en la cocina.

—Buenos días —dijo Sabrina con una sonrisa, disfrutando del aspecto de la cara recién afeitada de él, la forma como su pelo brillaba a la luz del sol y la calidez de su mirada cuando él la observó.

—De hecho, yo estaba pensando lo mismo —respondió él.

Ella lo miró, confundida.

—Que es una bella mañana, poco común para esta época del año —le explicó—. Me preguntaba si te sentirías con fuerzas para dar un paseo en el coche. Creo que podrías disfrutar saliendo de la casa por algunas horas.

Ella se sirvió una taza de café y se reunió con él en la barra.

—Suena divertido. ¿Tienes algún lugar particular en mente?

—Pienso que podríamos ir a Ha Ha Tonka —el parque del estado era uno de los lugares más pintorescos de los alrededores del lago de los Ozarks.

Esperaba que ella estuviera de acuerdo, porque él no estaba seguro de cuánto tiempo podría soportar el estar allí solo con ella sin hacerle el amor.

No se había dado cuenta de que teniéndola en casa iba a querer hacerlo. No podía recordar la última vez que tuvo un sueño decente. Tan pronto como se sentía adormilado; soñaba con ella, y esos sueños lo estaban volviendo loco.

Durante el día sus pensamientos regresaban a ella; recordaba qué aspecto tenía, qué llevaba puesto, una expresión de su cara. Ella siempre parecía tan condenadamente contenta de verlo cuando llegaba a casa con hambre y cansado. Sin preguntar, ella le llevaba la cena y se sentaba calladamente con él, como si estuviera contenta de estar a su lado.

No estaba acostumbrado a alguien que no le hiciera preguntas, que pareciera aceptarlo a él y a su estilo de vida. Encontraba más y más dificil no aprovecharse de la situación. Quizá huyendo hoy ayudaría a suavizar su tensión.

—No he estado en el parque desde hace un par de años. Pienso que será divertido —dijo ella, con los ojos brillantes.

Michael luchó contra el impulso de inclinarse y besarla. Ella era una tentación, y él supo que no podría resistir por mucho tiempo.

—Pienso que podríamos aparcar cerca de la isla y navegar por los rápidos —él hizo una pausa, estudiándola—. Si te sientes bien para ello, por supuesto.

Ella se rió.

—En realidad me siento como una farsante. Ya estoy bien. No hay razón para que no vuelva a trabajar.

—Ahora no, por favor. Estamos cotejando unas huellas dactilares que encontramos en la tienda. Recibiremos un informe dentro de uno o dos días.

Sabrina sintió que Michael ya había hecho demasiado por lo que había ocurrido, y descubrió que no quería que él se preocupara por ella. Hoy no pensaría en nada, sino en el hecho de que iban a pasar unas horas juntos.

Más tarde ella decidió que el día quedaría en su memoria como uno de los más maravillosos de su vida. Exploraron algunos de los caminos cerca de los riscos que coronaban la isla, disfrutando de la vista y de ellos mismos. Michael pareció estar más relajado que nunca cuando recorrieron el distrito indio.

Cuando alcanzaron los rápidos en la isla, ambos estaban listos para sentarse y descansar un rato.

—No creo que alguna vez haya visto agua así de azul —comentó Michael después de un rato.

La fuente del agua era un río subterráneo situado a unos cientos de metros de donde ellos se sentaron.

—Tengo una amiga que creció cerca de aquí ——comentó ella en tono risueño—. Me dijo que de pequeña estaba convencida de que había enanitos mágicos que vivían aquí en el parque. Ella los llamaba Tonkans. Aseguraba que salían por las noches, después de que todos se habían ido a casa, y teñían de azul el agua para mantenerla así.

Michael estaba tumbado junto a ella, recostado en sus codos.

—¿Crees en los tonkans? —preguntó él con una sonrisa.

Ella se encogió de hombros.

—Es una explicación tan buena como cualquiera. El color en realidad no parece real, tienes que admitirlo. Pienso que siempre que vengo me entero de más cosas de los indios que vivían en la zona y alrededor de ella. Algunas veces siento que, si fuera lo suficientemente rápida, vería uno o más de ellos mirándonos desde los riscos —señaló los majestuosos riscos, encontrando fascinante su inmensidad—. ¿Tú vienes aquí a menudo? —preguntó después de un rato.

—Siempre que puedo.

—Yo solía traer a Jessica aquí, pero luego empezó a estar ocupada y se nos quitó la costumbre de venir.

Él se sentó de forma que sus hombros se tocaban.

—La echas de menos, ¿verdad?

—Sí, la echo de menos, pero estoy contenta de que sea tan independiente como es. Yo quería que fuera fuerte, segura de sí misma, deseosa de aceptar retos, dispuesta a crecer y aprender acerca de la vida.

—¿Y qué hay de ti? ¿Estás dispuesta a aceptar retos?.

A Sabrina se le detuvo la respiración ante la repentina intensidad de la voz de él.

—Supongo que eso depende de lo que yo tome como un reto.

Él la tomó por la nuca. Antes de que sus labios tocaran los de ella, murmuró:

—Nosotros.

Aunque tiernamente, el beso contenía un toque de pasión que luchaba contra el poder de los sentidos de ella. Le mordisqueó el labio inferior antes de introducir suavemente la lengua en su boca. Cuando ella le respondió, la caricia de él fue más íntima y exploratoria.

Sabrina no se había dado cuenta hasta ese momento de cuánto deseaba que él la besara.

Sintió como si se hubiera transformado en llamas.

Él deslizó la mano por debajo de su suéter y rozó el tirante del sujetador. Buscó el broche y lo giró lentamente hasta que lo sintió abierto. Luego acarició suavemente uno de sus senos hasta que ella pudo sentir la tensión de su cuerpo como respuesta.

Su caricia la hizo estremecerse y apretarse a él. Michael levantó el suéter y puso la boca sobre el erecto pezón; su lengua se movió suavemente a través de la sensible redondez de su seno.

Sabrina olvidó que estaba en un parque público, sin preocuparse de que alguien desde los riscos pudiera verlos. Tan atrapada estaba en la maravilla de lo que experimentaba a través de esa caricia.

Él lentamente movió su boca al otro pezón, mientras su mano todavía acariciaba suavemente el primero. Sabrina pudo sentir el aliento caliente de él en su sensitiva piel y no pudo reprimir un suave gemido.