Para Anita Chávez Montoya, estos tientos y quebrantos, y éste mi amor; y para sus hijas Daniela, Manuela y Alejandra, con todo el cariño del «Geladito Dedo Tronchado».
También a Fabiola y Tavo de la Puente, o cómo los afectos de la infancia y adolescencia se recuperan conversando con buen vino y hermoso jardín, excelentes memoria e intención, y agudo sentido del humor y de la amistad.
Y mil gracias, queridos Julia Roca y Carlos Álvarez, pues bien saben que sin su generosa ayuda y paciencia no habrían sido posibles, este año, como tantos ya, en nuestra Gran Isla, ni el autor, ni su computadora, ni mucho menos su libro. Y gracias también por los refugios, Irene y Yovanka Vaccari, refugiadas esmeradas, Luis Serra Majem, tan hermoso y valioso reencuentro isleño, desde aquella adolescencia menorquina, y Cecilia y Humberto Palma, por la casa de Punta Corrientes y los recuerdos de toda una vida…