No podría decir que había sido tiempo perdido. Había pensando mucho.
Y había hecho una llamada telefónica que aunque había sido lo correcto, se sintió miserable al hacerlo: hizo de tripas corazón y llamo a su hermana Joyce.
Nada había cambiado en casa. Evidentemente su familia allá en el sur de Boston aún no tenía interés en tener nada que ver con él. Realmente eso no le molestaba porque ese era el status quo. Pero le hacía sentirse mal por Marissa. Ella y su hermano habían estado muy unidos, así que ser rechazada por el debió de haber sido una sorpresa verdaderamente desagradable.
–¿Amo?
Butch miró hacía arriba. – Eh, Fritz.
–Tengo lo que me pidió. – El doggen se inclinó y le ofreció una bolsa de terciopelo negro-. Creo que concuerda con sus especificaciones, pero si no es así, puedo buscar otra.
–Estoy seguro de que es perfecta. – Butch tomó la pesada bolsita, la abrió y vertió el contenido en su mano. La cruz de sólido oro era de tres pulgadas de largo y dos pulgadas de ancho, gruesa como un dedo. Suspendida al final de una larga cadena de oro, era exactamente lo que estaba buscando y se la puso alrededor del cuello con satisfacción.
El sustancial peso era justo lo que había esperado, una protección tangible.
–Amo, ¿que tal esta?
Butch le sonrió a la cara arrugada del doggen mientras desabotonaba su camisa y dejaba caer la cadena dentro. Sintió la cruz deslizarse hacía abajo en su piel hasta que descanso justo sobre el corazón. – Como te dije, es perfecta.
Fritz sonrió radiantemente, hizo una reverencia y se fue, justo cuando el antiguo reloj empezó a tañer al final del corredor. Una vez, dos veces… seis veces.
La puerta de la alcoba frente a él se abrió.
Marissa se mostró ante él como una aparición. Después de tantas horas de pensar en ella, sus ojos se velaron momentáneamente, viéndola como si no fuera real, sino como un invento de su desesperación, el etéreo vestido, el cabello como una gloriosa aura dorada, su rostro de inolvidable belleza. Cuando la miró fijamente, su corazón la transformó en un icono de su niñez católica, la Madonna de la Salvación y del Amor… y él su indigno sirviente.
Se arrastró para levantarse del suelo, su columna crujió al verse obligada a soportar su peso.
–Marissa.
Ah, mierda, sus emociones estaban justo allí en su oxidada voz, el dolor, la tristeza, el pesar.
Ella alzo la mano. – Sentí cada palabra de lo que te mandé decir anoche en ese mensaje. Me encantó estar contigo. Cada momento. Esa no fue la razón por la que tenías que marcharte y desearía haber sido capaz de explicarme mejor en ese momento. Butch, necesitamos hablar.
–Sí, lo sé. ¿Pero te importa si bajamos a la sala? – Porque no tenía ninguna intención de tener público, y sin importar lo que dijera, se daba cuenta que prefería no estar en una alcoba a solas con él. Estaba tan tensa como el infierno.
Cuando asintió, se dirigieron a la sala de estar al final del corredor, y en el camino, se quedó atónito por lo débil que estaba ella. Se movía despacio, como si no pudiera sentir las piernas, estaba muy pálida, casi transparente por su falta de energía.
Una vez dentro de la habitación melocotón y amarillo, se dirigió hacia las ventanas, lejos de él.
Sus palabras fueron tan débiles como su respiración cuando habló. – Butch, no sé como decirte esto…
–Sé lo que está sucediendo.
–¿Lo sabes?
–Sí. – Se dirigió hacia ella, con los brazos extendidos.
–¿No sabes que yo haría cualquier cosa…
–No te acerques más. – dio un paso atrás-. Tienes que apartarte de mí.
Dejó caer las manos. – Necesitas alimentarte, ¿no es así?
Sus ojos se ensancharon. – ¿Cómo supiste…
–Esta bien, cariño -sonrió un poco-. Todo está muy bien. Hablé con V.
–¿Pero sabes lo que tengo que hacer? ¿Y no te… importa?
Él asintió. – Lo veo bien. Más que bien.
–Oh, gracias a la Virgen Escriba. – Se tambaleó sobre el sofá y se sentó como si sus rodillas hubieran fallado-. Tuve tanto miedo que te ofendieras. También será duro para mí, pero es la única forma segura. Y yo ya no puedo esperar. Tiene que ser esta noche.
Cuando dio golpecitos en el sillón, fue a su lado con alivio y se sentó con ella, mientras tomaba sus manos. ¡Dios, estaba tan fría!
–Estoy realmente listo para esto -dijo con gran anticipación.
Hombre, repentinamente se estaba muriendo por llevarla de vuelta a su alcoba. – Vamos.
Una expresión curiosa cruzó su cara. – ¿Quieres mirar?
Dejo de respirar. – ¿Mirar?
–Yo, ah… no estoy segura de que sea una idea buena.
Cuando sus palabras lo golpearon, Butch fue consciente de sentir un hundimiento en sus tripas. Como si alguien hubiera echo estallar sus órganos internos. – ¿De qué estás hablando… mirar?
–Cuando esté con el hombre que me permite beber de su vena.
Abruptamente, Marissa retrocedió, dándole una buena idea de la expresión que debería tener.
Sí, o quizá estaba reaccionando al hecho que había empezado a gruñir.
–El otro hombre -dijo lentamente, mientras entendía todo-. El que me dijiste que has estado viendo. Te has estado alimentado de él.
Ella asintió despacio. – Sí.
Butch se alzó sobre sus pies. – ¿A menudo?
–Ah… cuatro o cinco veces.
–Y es un aristócrata, claro.
–Bueno, sí.
–Y sería un compañero socialmente aceptable para ti, ¿no? – No como un pedazo de mierda humano-. ¿No es así?
–Butch, no es romántico. Lo juro.
Sí, quizá de su lado no lo era. Pero era malditamente difícil imaginarse a cualquier hombre sin desear tener sexo con ella. El bastardo tendría que ser impotente o alguna mierda así. – Esta interesado en ti, ¿verdad? Contesta la pregunta, Marissa. El chico volador con el plasma de un superhéroe… te desea, ¿no? ¿No es así?
Dios ¿de dónde infiernos venían estos celos salvajes?
–Pero él sabe que no siento lo mismo.
–¿Te ha besado?
Cuando no contestó, Butch se alegraba mucho de no saber el nombre del tipo y su dirección. – No lo usarás más. Me tienes a mí.
–Butch, no puedo alimentarme de ti. Tomaría demasiado… ¿a dónde vas?
Cruzó a zancadas la habitación, cerró las puertas dobles, y los encerró a los dos bajo llave. Mientras regresaba junto a ella, lanzó la chaqueta de su traje negro al suelo y rasgó su camisa, haciendo estallar los botones que volaron por todas partes. Arrodillándose delante de ella, echó la cabeza hacía atrás y le ofreció la garganta, se ofreció a si mismo, a ella.
–Me usarás a mí.
Hubo un largo silencio. Entonces su esencia, esa fragancia limpia vistosa, se intensificó hasta inundar la habitación. Su cuerpo empezó a temblar, empezó a abrir la boca.
Cuando desnudó los colmillos, tuvo una erección al instante.
–Oh… sí -dijo con voz oscura-. Tómame. Necesito alimentarte.
–No -gimió, lágrimas brillando en sus ojos azul aciano.
Hizo un movimiento para levantarse, pero saltó sobre ella, tomándola por los hombros, sujetándola contra el sillón. Se movió colocándose entre sus piernas, uniendo sus cuerpos, levantándose sobre ella. Aún cuando se estremecía contra él y lo empujaba, la mantuvo cerca, acariciándola suavemente con la nariz, mordiendo su oreja, lamiendo su mandíbula. Después de un rato, dejó de luchar para escaparse. Y lo tomó por los bordes de la camisa para acercarlo más a ella.
–Así, cariño -gruñó-. Aférrate a mí. Déjame sentir esos colmillos entrar en mí profundamente. Lo deseo.
Colocó la palma de la mano tras su cabeza y le acercó la boca a su garganta. Un arco de puro poder sexual explotó entre ambos, empezaron a jadear, sentía el aliento y las lágrimas de ella calientes sobre su piel.
Pero entonces pareció recuperar el sentido. Luchó firmemente y él hizo lo que pudo para mantenerla en su lugar, aunque los dos iban a terminar con cardenales. Aunque al final perdería la lucha contra ella. Ya que como era simplemente un humano, ella era más fuerte, aunque la sobrepasar en peso por más de cien libras.
Pero con suerte cedería y lo usaría antes de que su energía se debilitara.
–Marissa, por favor, tómame -gimió, su voz ronca por el forcejeo y ahora suplicando.
–No…
Su corazón se rompió cuando ella sollozó, pero no la dejó ir. No podía. – Toma todo lo que hay dentro de mí. Sé que no soy suficientemente bueno, pero tómame de todas formas…
–No me hagas hacer esto…
–Tengo que… -Dios, sentía las mismas ganas de llorar que ella.
–Butch… -Su cuerpo se resistió y retorció contra el suyo, sus ropas se volaron cuando forcejeaban-. No puedo detenerme… por más tiempo… déjame ir… antes de que te haga daño…
–Nunca.
Sucedió tan rápido. Su nombre se disparó fuera de ella en un grito y entonces sintió una llamarada de dolor a un lado de la garganta.
Los colmillos se hundieron en su yugular.
–¡Oh…Joder… sí…! – Relajó los puños y la acunó cuando se trabó en su cuello. Ladró su nombre al primer tirón erótico, la primera dura succión en su vena, su primer trago. Cuando se reposicionó en un mejor ángulo, el placer lo inundó, las chispas fluyeron a través de todo su cuerpo como si tuviera un orgasmo. Esta era la forma en que tenía que ser. Necesitaba que tomara de él para vivir…
Marissa rompió el contacto y se desmaterializó, fuera de sus brazos.
Butch cayó de cabeza en el vacío donde ella había estado, su cara plantándose en los cojines del sofá. Habiendo caído totalmente enredado, se impulsó a si mismo para ponerse de pie y se dio la vuelta. – ¡Marissa! ¡Marissa!
Se lanzó hacía las puertas y arañó la cerradura, pero no consiguió liberarse.
Entonces escuchó su voz rota, desesperada al otro lado. – Te mataría… Dios me ayude, pero te mataría… te deseo tanto.
Golpeó la puerta. – ¡Déjame salir!
–Lo siento -Su voz se quebró, luego se hizo más firme. Temió su decisión más que nada-. Lo siento mucho. Vendré después por ti. Después de hacerlo.
–Marissa, no hagas esto…
–Te amo.
Golpeó la madera con sus puños. – ¡No me importa si muero! ¡No vayas con él!
Cuando la cerradura cedió finalmente, irrumpió en el vestíbulo y corrió hacia la escalera.
Pero para el momento en que abrió la puerta principal de la mansión, ella se había ido.
Al otro lado de la ciudad, en un aparcamiento subterráneo donde tenían lugar las luchas, Van saltaba dentro del enrejado de la jaula, rebotando sobre la planta de sus pies. El sonido de sus ejercicios de calentamiento sonaba como el retumbar de un tambor sobre los niveles de hormigón, cortando a través del silencio reinante.
Esta noche no había una muchedumbre, sólo tres personas. Pero era vigorizante estar de pie solo en la habitación.
Van era el que le había sugerido el local al Sr. X, y le había mostrado como irrumpir en el mismo. Como conocía el cronograma de las luchas, estaba seguro que esa tarde no habría nadie por allí y una gran parte de él quería tener su momento de gloria, su resurrección aquí en esta arena, no en algún anónimo sótano en alguna parte.
Probó algunos patadas, muy satisfecho con su fuerza, entonces miró a su oponente. El otro lesser se veía tan motivado como él por la lucha cuerpo a cuerpo.
Del otro lado de la jaula, Xavier ladró. – No te detengas hasta que haya terminado. Y Sr. D, que este el en suelo inmóvil no quiere decir “terminado”, ¿esta claro?
Van asintió, acostumbrado ya a ser llamado por su última inicial.
–Bien. – Las palmas de Xavier aplaudieron y comenzó la lucha.
Van y el otro lesser caminaron en círculos uno sobre el otro, pero Van no tenía intención de permitir que la lenta danza durara por mucho tiempo más. Se movió primero, lanzando puñetazos, forzando a su oponente a retroceder contra la jaula. El tipo recibió los golpes desafiantes de sus nudillos como si fuera nada más que lluvia de primavera en sus mejillas y entonces el imbécil lanzó un demoledor gancho de derecha. La maldita cosa cogió a Van en ángulo, abriendo su labio igual que un sobre.
Dolió, pero el dolor era bueno, un refuerzo, algo más en que enfocarse. Van giró y envió una patada voladora, una bomba en el extremo de una cadena de acero. Seguro como la mierda de que lo tumbaría, dejando al tipo despatarrado. Van saltó sobre su oponente y lo dominó en un agarre de sumisión, torciendo su brazo por la espalda de manera que las articulaciones forzaran su hombro y codo. Solo un poco más de tensión y haría estallar a este idiota perfectamente.
El lesser le dio un golpe bajo, de alguna forma clavándole a Van la rodilla en las pelotas. Un rápido cambio de posiciones y Van estaba debajo. Entonces con otro giro estuvieron en pie.
La lucha continuaba sin parar, sin tiempos fuera, sin descanso, los dos batiéndose para sacarse el infierno de su interior. Lo que era un jodido milagro. Van sentía que podría seguir por horas, sin importar cuan golpeado fuera su cuerpo. Era como si tuviera un motor dentro, una fuerza impulsándolo, una que no estuviera embotada por el agotamiento o el dolor como lo estaba su viejo ser.
Cuando la acción finalmente se rompió, el factor decisivo era la especialidad de Van… cualquiera cosa que fuera eso. Aunque los dos estaban igualados en fuerza, Van era el amo en esto, y vio la oportunidad para ganar. Hizo estallar los intestinos del otro asesino, clavándole un golpe en el hígado que podría lograr que un oponente humano se cagara en los calzoncillos. Entonces alzó a su oponente y lo golpeó lanzándolo al suelo de la arena. Cuando se elevó sobre el cuerpo y miró hacia abajo, la sangre de Van manaba de los cortes alrededor de sus ojos y caían sobre la cara del tipo como lágrimas… lágrimas negras.
Momentáneamente los colores bailaron frente a Van, y el otro lesser tomo ventaja de su falta de concentración girando sobre su espalda.
Sí, no pasaría, no esta vez. Van cerró su puño y lo chocó con la sien del lesser, exactamente con la fuerza correcta y en el lugar correcto, noqueando al estúpido lesser. Con un rápido arranque, Van pateó a su oponente, se montó sobre el pecho del asesino y lo golpeó una y otra vez, rompiéndole el cráneo hasta que los huesos protectores se ablandaron. Y siguió haciéndolo, golpeándolo, dándose a la tarea de eliminar la estructura facial del tipo, la cabeza se volvió una bolsa floja, su oponente muerto y solo entonces.
–¡Acábalo! – exigió Xavier desde los laterales.
Van miró hacía arriba, jadeando con dificultad. – Acabo de hacerlo.
–No… ¡Acábalo!
–¿Cómo?
–Deberías saber lo que tienes que hacer. – La descolorida mirada de Xavier brillaba con una luz misteriosa-. ¡Tienes que hacerlo!
Van no tenía claro exactamente cuanto de muerto tenía que estar el tipo, pero agarró al lesser por las orejas y le torció el cuello hasta que se rompió. Entonces soltó el cuerpo. Aunque ya no tenía corazón para que latiera, sus pulmones quemaban y su cuerpo estaba deliciosamente sin energía por el ejercicio… excepto que el cansancio no duraba.
Empezó a reírse. Ya que la fuerza regresaba a él, vertiéndose en alguna parte como si hubiera comido, dormido y hubiera tenido días para recuperarse.
Las botas de Xavier aterrizaron con fuerza en la arena y el Fore-lesser camino a grandes pasos hacía él, furioso. – Te dije que acabaras con él, maldita sea.
–Uh-huh. Está bien. – Cristo. Xavier tenía que quitarle el triunfo del momento-. ¿Piensas que saldrá caminando de esto?
Xavier tembló con rabia mientras tomaba una navaja. – Te dije que lo acabaras.
Van se tensó y se puso de pie de un salto. Pero Xavier simplemente saltó encima de esa suciedad, esa bolsa desecha de lesser y lo apuñalo en el pecho. Hubo una llamarada de luz y luego… se había ido. Nada más que manchas negras en la pista de la arena.
Van retrocedió hasta chocar con la valla. – Que demonios…
Desde el otro lado, Xavier apuntó la navaja justo hacia el pecho de Van. – Tengo expectativas para ti.
–¿Cómo… que?
–Debes poder hacer esto… -apuntó hacia la marca de la desintegración con la navaja-. Tu solo.
–Entonces dame un cuchillo la próxima vez.
Xavier agitó su cabeza, una extraña clase de pánico flameó en su cara. – ¡Joder! – dio unos pasos a su alrededor, y entonces murmuró-. Esto simplemente tomará tiempo. Vamos.
–¿Que hay acerca de la sangre? – Hombre, esa aceitosa materia negra repentinamente lo hizo marearse.
–¿Tiene que importarme una mierda? – Xavier recogió la bolsa de ropa que había quedado del lesser y se fue.
Mientras Van lo seguía fuera hacia el aparcamiento, encontró realmente molesto que el Sr. X jugara con algo así. Había sido una buena lucha y Van había ganado. Quería disfrutar del sentimiento.
En un silencio forzado, los dos se dirigieron hacia el monovolumen que estaba estacionado unas manzanas más allá. Mientras caminaban, Van se restregó la cara con una toalla tratando de no maldecir. Cuando llegaron al automóvil, Xavier se deslizó detrás del volante.
–¿Hacía dónde vamos? – pregunto Van mientras subía.
Xavier no contestó, sólo empezó a conducir. Van miró fijamente el limpiaparabrisas, preguntándose como podría deshacerse del tipo. No fácilmente, sospechaba.
Cuando pasaron frente a un nuevo rascacielos en construcción, observó a los hombres del turno de la noche. Bajo las luces eléctricas, las cuadrillas del sindicato estaban todos sobre el edificio igual que hormigas, y los envidió aunque había odiado todo lo que hacían.
Hombre, si todavía fuera uno de ellos, no tendría que estar lidiando con la mala actitud del Sr. X.
En un capricho, Van alzó la mano derecha y observó el dedo meñique perdido, recordando cómo se lo había hecho. Jodido estúpido. Había estado en una construcción, cortando tablas sobre una mesa de aserrar, y decidió quitarle las guardas a la maquina para hacer el proceso más rápido. Después en un momento de distracción su dedo había terminado volando por el aire con gran facilidad. La pérdida de sangre le había parecido tremenda, la sustancia goteando sobre él, cubriendo el suelo bajo la sierra, empapando la tierra. Roja, no negra.
Van se puso la mano sobre el pecho y no sintió latidos bajo el esternón.
Un estremecimiento de ansiedad le recorrió la nuca, como arañas resbalando dentro del cuello de su camisa. Echó un vistazo a Xavier, el único recurso que tenía.
–¿Estamos vivos?
–No.
–Pero ese tipo fue asesinado, ¿no? Así que debemos estar vivos.
Los ojos de Xavier se dispararon hacia el otro lado del asiento. – No estamos vivos. Confía en mí.
–¿Que le sucedió, entonces?
El agotamiento se reflejó en la palidez de Xavier, en la mirada fija sin vida, los párpados caídos lo hacían verse como si tuviera millones de años de edad.
–¿Que le pasó, Sr. X?
El Fore-lesser no le contestó, solo siguió conduciendo.
–¡Marissa, buen Dios! – la aferró entre sus brazos y la condujo adentro.
Dominada por la sed de sangre, se aferró a los músculos de sus brazos, la sed era tan fuerte que era probable que lo mordiera estando allí de pie. Para impedirse rasgarle la garganta, tiró de su asimiento, pero él la agarró y la hizo girar para enfrentarlo.
–¡Ven aquí ahora mismo! – La lanzó al canapé-. Estás a punto de sufrir una conmoción frente a mí.
Cuando cayó sobre un montón de cojines, sabía que tenía razón. Su cuerpo estaba desequilibrado, su cabeza daba vueltas, sentía las manos y los pies entumecidos. Su estómago era como un hoyo profundo y vacío, los colmillos temblaban, su garganta estaba seca como el invierno y caliente como agosto.
Pero cuando se desabrochó la corbata e hizo reventar los botones de su camisa, ella masculló:
–¡No en tu garganta! No puedo aguantar esto… no tu…
–Estás demasiado débil para alimentarte de la muñeca. No tendras suficiente y no tenemos tiempo.
Como si eso fuera una señal, su visión comenzó a volverse borrosa y a perder la conciencia. Marissa oyó que Rehvenge maldecía y luego la tiró sobre él, empujó su cara en su cuello y…
La biología asumió el control. Lo mordió tan fuerte que sintió temblar su poderoso cuerpo y succionó con desinhibido instinto. Con un gran rugido, su fuerza se vertió al estómago y se extendió a los miembros e hizo volver su cuerpo a la vida.
Mientras tragaba con desesperación, las lágrimas fluían tan espesas como su sangre.
Rehvenge sostuvo a Marissa suavemente, odiando el hambre que la consumía. Era tan frágil, tan delicada… nunca debería estar en este estado tan desesperado, le acarició la espigada espalda, tratando de calmarla. Mientras lloraba silenciosamente, él se enfadó. ¿Cristo, qué le ocurría a aquel tipo que ella estaba así? ¿Cómo podía obligarla a venir a otro?
Diez minutos más tarde, levantó la cabeza. Había una pequeño hilo de sangre en su labio inferior y Rehv tuvo que agarrarse al brazo del sofá para no inclinarse y lamerlo.
Saciada pero con la cara surcada por las lágrimas, Marissa se volvió y se recostó contra los cojines de cuero al otro extremo del sofá y se abrazó a si misma con los delgados brazos. Cerró los ojos y él vio regresar el color a las humedas mejillas.
Dios, mira aquel cabello suyo. Tan fino. Tan exuberante. Tan perfecto. Quería estar desnudo y no estar medicado y duro como una piedra, con aquellos rizados cabellos rubios ondeando por sobre todo su cuerpo. Y si no podía tenerlo todo, quería besarla. Ahora mismo.
En cambio, alcanzó el abrigo, tomó un pañuelo, y se inclinó hacia ella. Ella saltó cuando le secó las lágrimas, y tomó el pañuelo de lino rápidamente.
Revh volvió a su esquina del sofá.
–Marissa, quédate conmigo. Quiero cuidarte.
En el silencio que siguió, pensó en qué situación se encontraba ella, y calculó que el tipo del que estaba enamorada tenía que vivir en el complejo de la Hermandad.
–Estás todavía enamorada de Wrath,¿cierto?
Sus ojos se abrieron.
–¿Qué?
–Dijiste que no podías alimentarte del macho que querías. Wrath está emparejado ahora…
–No es él -dijo.
–¿Phury, entonces? Como es célibe…
–No… y no quiero hablar de ello, si no te importa -bajo la mirada hacia el pañuelo-. Rehvenge, realmente me gustaría estar un rato a solas ¿Puedo sentarme aquí durante un rato? Sola.
Aunque no estaba acostumbrado a ser despedido, sobre todo de su propia casa, estaba dispusto darle espacio.
–Quédate tanto tiempo como quieras, tahlly. Sólo cierra la puerta cuando te marches. Encenderé la alarma con el control remoto después de que te vayas.
Cuando se puso el abrigo, dejó la corbata suelta y el cuello de la camisa abierto porque lo había mordido rudamente y las marcas estaban demasiado sensibles para ser cubiertas. No es que le preocupara en lo más mínimo.
–Eres tan amable conmigo -dijo, contemplando sus mocasines.
–Realmente, no lo soy.
–¿Cómo puedes decir esto? Nunca pides nada a cambio.
–Marissa, mírame. Mírame -querida Virgen en el Fade, era hermosa. Sobre todo con su sangre en ella-. No te engañes. Todavía te quiero como mi shellan, te quiero desnuda en mi cama, te quiero hinchada con mi bebe en tu cuerpo. Quiero… sí, lo quiero todo contigo. No hago esto por ser agradable, lo hago para meterme bajo tu piel. Lo hago porque tengo esperanzas de que algún día, de alguna forma pueda tenerte donde quiero que estés.
Mientras sus ojos se agrandaban, él mantuvo el resto para sí mismo. No había razón para dar a conocer el hecho de que el Symphath que había en él quería arrastrarse por su mente y adueñarse de cada emoción que hubiera sentido alguna vez. O compartir la realidad de que el sexo con él sería… complicado.
Ah, las satisfacciones de su naturaleza. Y su anomalía.
–Pero quiero que confíes en algo, Marissa. Nunca cruzaré la línea si tu no quieres.
Además, Xhex estaba probablemente en lo cierto. Los mestizos como él estaban mejor solos. Incluso si los Symphath no fueran discriminados y pudiesen aparearse y vivir como los Normales, nunca deberían estar con alguien que estuviese indefenso contra su lado oscuro.
Se puso el abrigo largo de marta cibellina.
–Ese macho tuyo… mejor que se una al programa. Imbecil de mierda desperdiciando una hembra tan valiosa como tu. – Rehv agarró su bastón y se dirigió hacia la puerta-. Si me necesitas, llámame.
Cuando la camarera llegó con un whisky escocés, dijo:
–¿Hay alguna posibilidad de que puedas traerme la botella?
–Lo siento, no puedo.
–Ok, ven aquí -la llamó con el dedo. Cuando se inclinó, puso un billete de cien dólares sobre la bandeja-. Esto es para ti. Quiero que me mantengas contento y servido.
–Claro.
Solo en la mesa, Butch se acarició el cuello tocando con las yemas de los dedos las punzantes heridas. Cuando sintió donde había sido mordido, trató de no imaginar lo que Marissa le estaba haciendo ahora mismo a alguien más. A un aristócrata. A un bastardo bien educado que era mejor que él, el platino frente a las simples moneditas que el representaba. ¡Oh, Dios!
Como un mantra, repitió lo que V había dicho. Que no tenía que ser sexual. Que esto era un mandato biológico. Que no había ninguna opción. Que… no tenía que ser sexual. Esperaba que si escuchaba la letanía lo suficientemente a menudo en su cabeza, calmaría el infierno de sus emociones, entonces podría aceptar la necesidad que ella tenía de hacer esto. Después de todo, Marissa no era cruel. Había estado tan afligida como él…
En un vivo pantallazo, vio su cuerpo desnudo y no pudo menos que imaginar las manos de otro hombre acariciando sus pechos. Los labios de otro hombre viajando a través de su piel. Otro hombre que tomaba su virginidad mientras la alimentaba, su cuerpo duro moviéndose encima de ella, dentro de ella.
Y todo el rato ella bebía… bebiendo hasta que se llenara, hasta que estuviera saciada, repleta.
Siendo cuidada. Por alguien más.
Butch martilló su doble Lag.
Mierda Santa. Iba a quebrarse por la mitad. Iba a deshacerse, aquí mismo, ahora mismo, su interior se derramaría en carne viva sobre el piso, los órganos vitales serían molidos bajo los pies de varios extraños junto a las servilletas de cóctel caídas y los recibos de tarjetas de crédito.
La camarera, bendito su corazón, vino con más whisky escocés.
Cuando recogió el segundo vaso, se sermoneó: O’Neal, compórtate y ten un poco de orgullo. Ten un poco de fe en ella, también. Nunca dormiría con otro hombre. Sencillamente no lo haría.
Pero el sexo era sólo una parte.
Cuando terminó el whisky, se dio cuenta que había otra dimensión en la pesadilla. Ella iba a tener que alimentarse con regularidad, cierto. Iban a tener que hacer esto una y otra vez.
Joder. Le gustaría pensar que era un hombre lo suficientemente grande, un hombre bastante seguro que podría manejar todo esto, pero era posesivo y egoísta. Y la próxima vez que se alimentara, estarían de vuelta donde estaban ahora, ella en los brazos de otro hombre, él bebiendo en un club solo, al punto de colgarse a si mismo. Sólo que sería peor. Y la siguiente vez aún peor. La amaba tanto, tan profundamente, que los destruiría a ambos y esto no tomaría mucho tiempo.
Además, ¿qué tipo de futuro podrían tener? Con el vicio de whisky que había cogido ultimamente, probablemente sólo le quedaran otros diez años de tener hígado y la raza de Marissa vivía durante siglos. Él sería sólo una nota al pie de página en su larga vida, un bache en el camino para finalmente descubrir un compañero que fuera el correcto, quien podría darle lo que necesitara.
Cuando la camarera le trajo un tercer whisky doble, Butch sostuvo su índice para mantenerla a su lado. Vació el vaso mientras esperaba, se lo dio, y ella volvió a la barra.
Cuando regresaba con el cuarto, dos mesas más allá, ese rubio huesudo, dilapidador de pasta con un trío de guardaespaldas de anchos cuellos, empezó a hacerle señas para llamar su atención.
Cristo, parecía como si el chico se pasara cada maldita noche en este lugar. O tal vez era simplemente que con ser un poco idiota alcanzaba.
–¡Hey! – Llamó el chico-. Necesitamos servicio. Saca a ese pesado de aquí.
–Enseguida voy -dijo la camarera.
–Ahora -dijo bruscamente el imbécil-. No más tarde.
–No tardaré mucho -le murmuró a Butch.
Cuando ella se acercó al punk, Butch observó mientras la acosaban. Malditos fanfarrones habladores, todos ellos. Y no iban a mejorar aunque la noche continuara.
Por otra parte, Butch tampoco lo haría.
–Pareces un poco agresivo, Butch O’Neal.
Cerró los ojos con fuerza. Cuando los abrió otra vez, la mujer con cabello de hombre y cuerpo masculino todavía estaba delante de él.
–¿Vamos a tener un problema contigo esta noche, Butch O’Neal?
Deseó que dejara de decir su nombre.
–Nah, soy bueno.
Sus ojos destellaron con una luz erótica.
–Ah, eso yo lo se. Pero en serio esta vez. ¿Vas ser un problema esta noche?
–No.
Ella lo contempló fijamente durante largo tiempo. Entonces sonrió un poco.
–Bien… te estaré observando. Ten eso en mente.
–Hoy tuve una llamada telefónica de mi hermano. Butch. Le hablaste sobre el bautizo, ¿no?
Su marido besó a Sean, pero no lo intentó con ella.
–Vamos, cariño…
–¡Esto no es asunto tuyo!
Mike cerró la puerta.
–¿Por qué lo odias tanto?
–No voy a discutirlo contigo.
Mientras ella giraba marchándose, él dijo:
–Él no mató a su hermana, Jo. Tenía doce años. ¿Qué podría haber hecho?
Cambió a su hijo de brazo y no se volvió.
–Esto no es sobre Janie. Hace años que Butch le volvió la espalda a la familia. Su decisión no tuvo nada que ver con lo que sucedió.
–Tal vez todos le volvisteis la espalda a él.
Le fulminó con la mirada sobre su hombro.
–¿Por qué le defiendes?
–Era mi amigo. Antes de conocerte y casarme contigo, era mi amigo.
–Vaya amigo. ¿Cuándo fue la última vez que tuviste noticias suyas?
–No importa. Fue bueno conmigo cuando le conocí.
–Eres un alma tan generosa. – Se dirigió hacia la escalera-. Voy a dar de comer a Sean. Te dejé algo de cena en la nevera.
Joyce se dirigió hacia el primer piso, y cuando llegó al descansillo superior, fulminó con la mirada al crucifijo que colgaba en la pared. Pasando de largo la cruz, entró en la habitación de Sean y se sentó en la mecedora que estaba cerca de la cuna. Dejó al descubierto un pecho, atrajo a su hijo que se prendió de él, su mano apretando la piel al lado de su cara. Mientras se alimentaba, el pequeño cuerpo saludable se sentía cálido y regordete, las pestañas bajas sobre las mejillas sonrosadas.
Joyce tomó varios alientos profundos.
Mierda. Ahora se sentía mal por los gritos. Y por dar la espalda a la cruz del Salvador. Dijo una oración a María y luego trató de calmarse contando los perfectos dedos del pie de Sean.
Dios… si algo le pasara, moriría, su corazón literalmente nunca latiría del mismo modo, otra vez. ¿Cómo lo había hecho su madre? ¿Cómo había sobrevivido a la pérdida de un hijo?
Y Odell había perdido dos, ¿no es cierto? Primero Janie. Después Butch. Gracias a Dios la mente de la mujer estaba débil. La liberación de los malos recuerdos debía ser una bendición.
Joyce acarició el fino cabello oscuro de Sean y se dio cuenta de que su madre ni siquiera había tenido la oportunidad de decir adiós a Janie. El cuerpo había estado demasiado maltratado como para colocarlo en un ataúd abierto, y fue Eddie O'Neal, su padre, quien había hecho la identificación en el depósito de cadáveres.
Dios, durante aquella horrible tarde de otoño, si Butch solamente hubiera seguido adelante y entrado corriendo en la casa y le hubiera dicho a un adulto que Janie acababa de marcharse… tal vez podrían haberla salvado. A Janie no le permitían meterse en coches con muchachos y todos conocían las reglas. Butch sabía las reglas. Si sólo…
Ah, ¡Maldición! Su marido tenía razón. La familia entera odió a Butch. No le extrañaba que se hubiera ido y hubiera tratado de desaparecer.
Con una exhalación, la boca de Sean se quedó floja y su pequeña mano la soltó. Pero enseguida se sacudió despertándose otra vez, retomando el programa.
Hablando de desapariciones… ¡Dios Mío!, su madre tampoco iba a tener la oportunidad de despedirse de Butch, ¿verdad? Sus momentos lucidos eran tan pocos y tan espaciados. Incluso si Butch apareciera en la iglesia este domingo, bien podría no reconocerlo.
Joyce oyó a su marido subir las escaleras, con pasos lentos.
–¿Mike? – llamó.
El hombre al que amaba y con el cual se había casado apareció en la entrada. Estaba desarrollando la barriga típica de la mediana edad, y perdiendo el cabello en la coronilla aunque sólo tenía treinta y siete años. Pero cuando lo contempló ahora, vio al muchacho que había sido: al atleta de la escuela secundaria. Al amigo de su hermano mayor Butch. Al excelente futbolista por el cuál había estado loca durante años.
–¿Síp? – dijo.
–Lo siento. Por enfadarme tanto.
Sonrió un poco.
–Este es un tema difícil. Lo entiendo.
–Y tienes razón. Probablemente debería haber invitado Butch. Es sólo que… quiero que el día del bautismo sea puro, ¿Sabes? Sólo puro. Son los inicios de Sean y no quiero que haya ninguna sombra. Butch… carga con esa sombra alrededor suyo y todos se pondrían tensos, y con mama estando tan enferma, no quiero tener que soportar todo eso.
–¿Dijo si vendría?
–No. Él…- Pensó en la conversación. Gracioso, había parecido el mismo. Su hermano siempre había tenido una voz de lo más extraña, tan ronca y gutural. Como si tuviese la garganta deforme o se guardara demasiadas cosas para si mismo-. Dijo que se alegraba por nosotros. Que agradecía la llamada. Dijo que esperaba que mamá y papá estuvieran bien.
Su marido bajó la mirada a Sean, que se había hundido en el sueño otra vez.
–Butch no sabe de la enfermedad de tu madre, ¿verdad?
–No. – Al principio, cuando Odell se había vuelto olvidadiza, Joyce y su hermana habían decidido esperar, hasta saber cuál era el daño, para avisar Butch. Pero en realidad, eso había sido hacía dos años. Y verdaderamente sabían lo que estaba mal. Alzheimer.
Dios sólo sabía cuanto tiempo más su madre iba a estar por aquí. La enfermedad progresaba despiadadamente.
–Soy una ladrona por no contárselo a Butch -dijo suavemente-. Es lo que soy
–Te amo -murmuró Mike.
Tenía los ojos anegados cuando alzó la mirada desde la cara de su hijo hacia la de su padre. Michael Rafferty era un buen hombre. Un hombre sólido. Nunca sería hermoso como Hugh Jackman o rico como Bill Gates o poderoso como el Rey de Inglaterra. Pero era suyo y era de Sean y eso era más que suficiente. Sobre todo durante noches como esta, durante conversaciones como esta.
–Yo también te amo -dijo.
V entró en el club y se dirigió directamente hacia la sección VIP. Pero no logró llegar.
Aquella jefa de seguridad se cruzó delante de él, bloqueándole el camino con su poderoso cuerpo. Mientras le echaba un rápido vistazo de arriba a bajo, se preguntó como sería atarla. Probablemente le dejaría cicatrices en el proceso, y no sería esa una manera divertida de matar una o dos horas.
–Tu muchacho tiene que marcharse -dijo.
–¿Está en nuestra mesa?
–Sí, y mejor te lo llevas de aquí. Ahora.
–¿Cuál es el daño?
–Ninguno aún. – Ambos partieron hacia el área VIP-. Pero no quiero que las cosas lleguen tan lejos, y estamos exactamente en el borde.
Mientras se abrían paso entre la muchedumbre, V le echó un vistazo a aquellos brazos musculosos suyos y pensó en el trabajo que tenía en el club. Duro para cualquiera, pero sobre todo para una hembra. Tuvo que preguntarse por qué lo hacía.
–¿Te quitas de encima a los machos reventándoles? – dijo.
–A veces, pero con O'Neal prefiero el sexo.
V se detuvo repentinamente.
La hembra echó un vistazo sobre su hombro.
–¿Algún problema?
–¿Cuándo lo hiciste con él? – Aunque de algún modo sabía que había sido recientemente.
–La pregunta es cuando estaré con él otra vez. – Señaló con la cabeza hacia el punto de control del VIP-. Pero no será esta noche. Ahora ve a cogerle y arrástrale fuera de aquí.
V estrechó sus ojos.
–Ah, ¿de veras? ¿Es por eso qué está aquí afrontando casi cada noche? Su compañera debe ser un autentico primor.
–No te acerques a él otra vez.
La expresión de la hembra se endureció.
–Hermano o no, tú no me dices lo que hacer.
V se inclinó acercándose y le enseñó los colmillos.
–Como dije, te alejas de él.
Por una fracción de segundo, pensó que irían a por ello, realmente lo hizo. Nunca antes se había trabado en una lucha mano a mano con una hembra, pero ésta… bien, realmente no parecía una hembra. Especialmente cuando miró su mandíbula como si midiera el alcance de su gancho.
–¿Vosotros dos queréis una habitación o un cuadrilátero?
Vishous se dio vuelta para ver a Rehvenge erguido a no más de tres pies de distancia, los ojos de amatista del macho brillaban en la penumbra. Bajo los focos, el mohawk era tan oscuro como el abrigo de cibelina largo hasta el suelo que llevaba puesto.
–¿Tenemos un problema? – Rehvenge paseó la mirada a uno y a otro mientras se quitaba el abrigo de piel y se lo daba a un gorila.
–En absoluto -dijo V. Echó un vistazo a la hembra-. No pasa nada, ¿verdad?
–Sí -dijo arrastrando las palabras, cruzando los brazos sobre el pecho-.Nada.
V pasó frente a los gorilas que estaban delante del cordón de terciopelo y fue directamente hacia la mesa de la Hermandad-. Oh… hombre.
Butch parecía totalmente destruido y no sólo porque estuviera bebido. Su cara estaba trazada con líneas sombrías, los ojos entreabiertos. La corbata fuera de lugar, la camisa parcialmente desabotonada… y había una señal de mordedura en su garganta que había dejado algunas manchas de sangre sobre el cuello de la camisa.
Y sí, estaba buscando pelea, fulminando con la mirada a los alborotadores de alto vuelo que estaban en una mesa dos bancos más allá. Mierda, el poli estaba a un pelo de saltar sobre ellos, todo preparado y listo para saltar.
–Hey, amigo. – V se sentó realmente despacio, pensando que los movimientos bruscos no eran un buen plan. – ¿Qué hay de nuevo?
Butch se bebió de un trago el whisky escocés sin apartar la mirada de los imbéciles de primera clase de al lado.
–¿Qué tal, V?
–Bien, bien. ¿Cuántos de estos Lags llevas?
–No los suficientes. Todavía estoy vertical.
–¿Quieres decirme qué está pasando?
–No especialmente.
–Recibiste un mordisco, compañero.
Mientras la camarera vino y recogió el vaso vacío del poli. Butch se tocó las heridas de mordedura en su garganta.
–Sólo porque la obligué. Y se detuvo. No me tomará, no realmente. Así que está con otro. Ahora mismo.
–Mierda.
–Esa es más o menos la raíz del problema. Mientras estamos sentados aquí, mi mujer está con otro hombre. Él es un aristócrata, por cierto. ¿Mencioné esto? Un macho ‘culo de lujo’ está tocando… Sí, de todos modos… Quienquiera que sea, es más fuerte que yo. Le da lo que necesita. La alimenta. Es… -Butch corta la caída en barrena-. ¿Y cómo está yendo tu noche?
–Te dije que beber no tiene que ser por algo sexual.
–Ah, eso lo sé. – El poli se recostó hacía atrás cuando llegó la siguiente bebida-. Quieres un Goose? ¿No? Bien… lo soportaré por los dos-. Se metió la mitad del escocés antes de que la camarera se diera la vuelta-. Esto no es sólo por el sexo. No puedo soportar la idea de la sangre de alguien más en ella. Quiero se yo quien la alimente. Quiero ser yo quien la mantiene con vida.
–Esto no es lógico, amigo.
–Qué se joda la lógica. – Bajó la mirada al escocés. – ¿Jesús… no hicimos esto mismo?
–¿Perdona?
–Quiero decir… Que estábamos justo aquí anoche. Misma bebida. Misma mesa. Mismo… todo. Es como estar encerrado en este patrón y estoy harto de ello. Estoy harto de mí.
–¿Qué te parece si te llevo a casa?
–No quiero volver a… -la voz de Butch se interrumpió y se puso rígido en el asiento, el vaso con su trago descendió despacio hasta la mesa.
V se puso en alerta roja. La última vez que el poli había lucido esa expresión obsesiva allí había habido lessers entre los jodidos arbustos.
Salvo que cuando Vishous miró alrededor, no vio a nadie especial, solamente al Reverendo caminando por el área VIP y dirigiéndose hacia su oficina.
–¿Butch? ¿Amigo?
Butch se levantó de la mesa.
Entonces se movió tan rápido que a V no le dio tiempo a agarrarlo.
Derribó al Reverendo, el factor sorpresa trabajó a su favor. Cuando chocaron contra el suelo, se le oyó al macho. – ¡Qué coño! – Y los gorilas comenzaron a llegar desde todas las direcciones. Justo antes de que lograran apartar a Butch, tiró con fuerza y logró abrir el cuello de la camisa de Rehvenge.
Allí estaban. Las marcas de punciones directamente en la garganta del tipo.
–No… Mierda, no. – Butch luchó contra las duras manos que le agarraron, peleó y pateó hasta que alguien se puso frente a él, levantó un puño y le atizó un derechazo en la cara. Cuando una bomba de dolor estalló en su ojo izquierdo, se dio cuenta de que era el guarda de seguridad femenino quien lo había golpeado.
Rehvenge clavó su bastón en el suelo y se levantó, sus ojos eran de un violento púrpura.
–A mi oficina. Ahora.
Hubo alguna conversación sobre ese tema, no es que Butch estuviera siguiéndola demasiado. La única cosa en la que podía concentrarse era en el macho que tenía delante y las evidencias de la alimentación. Imaginó el macizo cuerpo del tipo debajo de Marissa, la cara de ella descendiendo sobre su cuello, los colmillos perforando la piel.
Sin duda Rehvenge la había satisfecho. Ninguna. Duda.
–¿Por qué tenías que ser tú? – gritó Butch en la refriega -. Maldición me caes bien. ¿Por qué tuviste que ser tú?
–Momento de irse. – V dobló a Butch en una llave de lucha de cabeza-. Te llevo a casa.
–No, en este momento no lo harás -gruñó Rehvenge-. Me derribó en mi casa. Quiero saber que coño pasaba por su cabeza. Y luego vas a querer darme una razón malditamente buena por la cual yo no debería machacar sus rodillas.
Butch habló alto y claro:
–La alimentaste.
Rehvenge parpadeó. Levantó la mano a su cuello.
–¿Perdona?
Butch gruñó a las señales de mordedura, su cuerpo tratando de liberarse otra vez. Dios, era como si hubiera dos mitades de él. Una ponía un poco de sentido común. Y la otra estaba completamente desmadrada. Adivina que mitad estaba ganando.
–Marissa -escupió-. La alimentaste.
Los ojos de Rehv se abrieron completamente.
–¿Tú eres él? ¿Eres del que está enamorada?
–Sí.
Rehv inspiró horrorizado. Después se frotó la cara y se cerró el cuello de la camisa, escondiendo las heridas.
–Oh… Demonios. Oh… Qué putada. – Se alejó -. Vishous, llévatelo y procura que esté sobrio. Jesucristo, el mundo parece condenadamente pequeño esta noche, realmente lo es.
A estas alturas, Butch sentía las rodillas de goma y el club comenzaba a girar como una peonza. Hombre, estaba mucho más borracho de lo que pensaba, y aquel leñazo a la jeta no había ayudado.
Justo antes de desmayarse, gimió:
–Debería haber sido yo. Debería haberme usado…
El Sr. X aparcó el monovolumen en un callejón de Trade Street y salió. La ciudad se aprestaba ansiosa para la noche, los bares pinchaban música y comenzaban a llenarse con los que pronto estarían borrachos y drogados.
Momento de cazar Hermanos.
Hombre, todavía estaba decepcionado como el infierno por la actuación del tipo en el cuadrilátero. Y también asustado. Pero por otro lado, iba a llevar un tiempo hasta que el poder se fundiera con él. Ningún lesser había salido de una iniciación reciente con la fuerza al máximo, y no había ninguna razón para pensar que Van tuviera que ser diferente sólo por ser el que aparecía en la profecía.
Aun así, que mierda.
–¿Cómo distinguiré a los vampiros? – preguntó Van.
Ah, sí. El trabajo que tenemos entre manos. X aclaró su garganta.
–Los civiles te reconocerán porque pueden olerte, y tú los percibirás cuando ellos se asusten. En cuanto a los Hermanos, no hay confusión con ellos. Son más grandes y más agresivos que cualquier cosa que hayas visto alguna vez y son los primeros en atacar. Si te ven, vendrán detrás de ti.
Marcharon por Trade. La noche era cortante como una bofetada, esa combinación de frío y humedad que siempre revitalizaba a X antes de luchar. Ahora, sin embargo, su enfoque era diferente. Tenía que estar en el campo porque era el Fore-lesser, pero todo lo que le importaba era mantenerse a si mismo y a Van en este lado de la realidad hasta que el tipo madurara en cuanto a lo que habría de convertirse.
Estaban a punto de meterse en un callejón cuando el Sr. X se detuvo. Girando la cabeza, miró hacia atrás. Después a través de la calle.
–Qué es…
–Cállate. – El Sr. X cerró los ojos y dejó trabajar a sus instintos. Calmándose, dividiendo en zonas, extendió sus sondeos mentales a través de la noche.
El Omega estaba cerca.
Abrió de golpe los parpados, aunque razonándolo eso era una tontería. El maestro no podía venir a este lado sin el Fore-lesser.
Y con todo el Mal estaba cercano.
El Sr. X giró sobre sus botas de combate. Mientras un coche circulaba por Trade, miró fijamente por encima de su techo hacia el ZeroSum, este era un club techno. El maestro estaba allí. Sin duda alguna.
Ah, mierda, ¿Había habido un cambio de Fore-lesser?
No. En ese caso, habrían llamado al Sr. X para que regresara a casa. ¿Entonces tal vez El Omega había empleado a alguien más para cruzar? ¿Podría suceder esto?
El Sr. X corrió a través de la calle hasta el club y Van iba justo detrás de él, ignorante pero listo para cualquier cosa.
La cola de espera del ZeroSum estaba llena de humanos con ropa llamativa, palpitando, fumando y hablando por teléfonos móviles. Hizo una pausa. En la parte de atrás… el maestro estaba en la parte trasera.
Vishous empujó la puerta antiincendios del ZeroSum abriéndola con su cadera y metió a la fuerza a Butch en el Escalade. Mientras embutía al poli en el asiento trasero como una pesada alfombra enrollada, rezaba para que el bastardo no se despertara dando puñetazos.
V se estaba poniendo detrás del volante cuando sintió la llegada de algo, sus instintos llamearon, con un ding-ding se encendió la glándula que liberaba la adrenalina. Aunque la Hermandad no huía de los conflictos ya fuera por naturaleza o por entrenamiento, su sexto sentido le dijo que se llevara a Butch jodidamente lejos del club. Ahora.
Encendió el motor y aceleró rápidamente. Justo cuando llegaba a la boca del callejón, vio a un par de hombres que venían hacia el SUV, uno de los cuales tenía el cabello blanco. Lessers. Salvo que ¿Qué sabían aquellos dos que los había hecho dirigirse aquí atrás?
V pisó a fondo el acelerador. Logró que él y Butch desaparecieran como un buen fantasma. Tan pronto como estuvo satisfecho de que no les estaban siguiendo, echó un vistazo atrás al poli. Fuera de combate. Impasible. Hombre, aquella jefa de seguridad le empaquetó un demonio de puñetazo. Por otra parte, también se lo habían asestado todos esos Lagavulin.
Butch no se movió durante el viaje al complejo. De hecho, no lo hizo hasta que V llevó al tipo al Pit y lo acostó en su cama, y el poli abrió los ojos.
–La habitación está girando.
–Ya me lo imagino.
–La cara duele.
–Espera a verte y sabrás por qué.
Butch cerró los parpados.
–Gracias por traerme a casa.
Vishous estaba a punto de ayudar al tipo a quitarse el traje cuando sonó el timbre.
Con una maldición, fue a la parte delantera de la casa del guarda y comprobó los monitores de seguridad en su escritorio. No le sorprendió ver quién era, pero ¡Demonios!, en ese momento Butch no estaba listo para que le vieran en el programa de máxima audiencia.
V entró en el vestíbulo y cerró la puerta detrás de si antes de abrir la del exterior. Cuando Marissa alzó la vista, podía oler la tristeza y la preocupación procedente de ella, el olor como a rosas secas.
Su voz fue grave.
–Vi el Escalade aparcado, así que sé que está ahora en casa. Tengo que verle.
–Esta noche no lo harás. Vuelve mañana.
Su cara se endureció hasta parecer una representación en mármol de su belleza.
–No me marcharé hasta que él me diga que me vaya.
–Marissa…
Sus ojos destellaron.
–No hasta que me lo diga él mismo, guerrero.
V midió su resolución y encontró que ella no tenía nada que envidiarle a la resolución demostrada por aquella musculosa jefa de seguridad del club, sólo que desprovista de los nudillos.
Bien, ¿no era esta la noche de las hembras temerarias?
V sacudió la cabeza.
–Al menos déjame limpiarle, ¿Ok?
El pánico brilló en sus ojos.
–¿Por qué tendrías que hacerlo?
–Por Dios, Marissa. ¿Qué pensabas que iba a pasar cuándo te alimentaste de Rehvenge?
Se quedó con la boca abierta.
–¿Cómo sabes…?
–Butch fue a por él en el club.
-¿Qué? Él… ah, Dios. – Repentinamente, sus ojos se estrecharon-. Mejor déjame entrar. En este mismo instante.
V levantó las manos y refunfuñó:
–Joder -mientras abría la puerta.
Cuando llegó a la entrada de la habitación de Butch, se detuvo. Con el brillo de la luz del pasillo, lo vio echado en la cama sobre la espalda. Tenía todo el traje desencajado y había sangre en la camisa. También tenía sangre sobre la cara.
Avanzó y tuvo que cubrirse la boca con la mano. – Querida Virgen del Fade…
Uno de los ojos estaba hinchado y se estaba amoratando otra vez, y tenía un corte sobre el puente de la nariz, lo que explicaba la sangre. Y olía a fresco whisky escocés.
Desde la entrada, la voz de Vishous fue inusualmente suave. – Realmente deberías volver mañana. Se va a cabrear como el demonio por que lo has visto así.
–¿Exactamente quien le hizo esto? Y Dios me ayude, pero si me dices que sólo fue una pelea rápida, voy a gritar.
–Como te dije, fue tras Rehvenge. Y sucede que Rehv tiene muchos guardaespaldas.
–Deben de ser hombres grandes -dijo ella entumecidamente.
–En realidad, quien lo pilló fue una mujer.
–¿Una mujer? – Oh, pero que demonios importaban los detalles-. ¿Puedes traerme un par de toallas y algo de agua jabonosa caliente? – Fue hasta los pies de Butch y le quitó los zapatos. – Quiero lavarlo.
Después de que V se fue por el pasillo, desnudó a Butch dejándole los boxers, luego se sentó a su lado. La pesada cruz de oro que había sobre su pecho fue una sorpresa. En el anterior frenesí en la sala de estar, no le había prestado mucha atención a la cosa, pero ahora se preguntaba dónde la había obtenido.
Miró más abajo, hacia la negra cicatriz sobre el vientre. No parecía mejor, ni peor.
Cuando V regresó con un bol lleno de espuma de jabón y un montón de pequeñas toallitas, dijo. – Pon todo sobre esta mesa donde pueda cogerlo, después déjanos, por favor. Y cierra la puerta detrás de ti.
Hubo un silencio. Tenía sentido. Tú no le ordenabas nada a un miembro de la Hermandad de la Daga Negra, mucho menos en su propia casa. Pero tenía los nervios de punta y el corazón roto y la verdad, no le preocupaba lo que nadie pensara de ella.
Era su regla número uno cuando entraba en acción.
Después un largo momento de silencio, las cosas fueron colocadas donde las quería y luego se cerró la puerta.
Tomó aliento profundamente y mojó una toallita. Cuando tocó la cara de Butch con ella, él se estremeció y murmuró algo.
–Lo siento tanto, Butch… pero ahora ya ha terminado. – Devolvió la toallita al bol, sumergiéndola, después exprimió el exceso de agua. El goteo pareció muy ruidoso-. Y no ocurrió nada más que la alimentación, te lo juro.
Le limpió la sangre de la cara, y luego le acarició el cabello, las gruesas ondas húmedas tras el lavado. En respuesta, él se removió y giró la cara hacia su mano, pero era obvio que estaba perdidamente borracho y no se dio la vuelta.
–¿Vas a creerme? – susurró ella.
Por lo menos, tenía la prueba. Cuando fuera hacia él siendo una newling, sabría que ningún otro hombre la había tenido.
–Puedo olerlo sobre ti.
Se echó hacia atrás por el áspero sonido de su voz.
Los ojos de Butch se abrieron despacio y parecían negros, no color avellana. – Puedo olértelo por todas partes. Por que no fue de la muñeca.
No supo que responderle. Sobre todo cuando él se concentró en su boca y dijo. – Vi las señales sobre la garganta de el. Y tu olor también estaba por todas partes sobre él.
Cuando Butch extendió la mano, ella se estremeció. Pero todo lo que hizo fue acariciarle la mejilla con el dedo índice, suave como un suspiro.
–¿Cuánto tiempo te tomó? – preguntó él.
Se quedó silenciosa, el instinto le decía que cuanto menos supiera mejor.
Cuando retiró la mano, su cara se veía dura y agotada. Impasible. – Te creo. Sobre el sexo.
–No te ves como si lo hicieras.
–Lo siento, estoy un poco distraído. Intento convencerme de que me siento bien respecto de lo que ocurrió esta noche.
Ella dirigió la mirada hacia abajo, hacia sus manos. – Lo sentí todo equivocado, también. Lloré todo el tiempo.
Butch inhaló bruscamente, entonces toda la tensión se evaporó del ambiente entre ellos. Se sentó y le puso las manos sobre los hombros. – Oh, Dios… cariño, siento ser un dolor en el culo…
–No, siento tener que…
–Shh, esto no es culpa tuya. Marissa, esto no es culpa tuya…
–Se siente de esa forma…
–Es culpa mía, no tuya. – Sus brazos, aquellos maravillosos brazos, pesados, deslizándose a su alrededor y acercándola a su pecho desnudo. A cambio, se aferró a él como a la propia vida.
Cuando le besó la sien, murmuró. – No es culpa tuya. Para nada. Y desearía poder manejarlo mejor, de verdad. No se por qué es tan duro todo esto.
Ella se apartó bruscamente, arrastrada por una urgencia que no se cuestionó. – Butch, acuéstate conmigo. Se mi compañero. Ahora.
–Oh… Marissa… me encantaría, realmente lo haría. – Le alisó el cabello con cuidado-. Pero no así. Estoy bebido y tu primera vez debería ser…
Ella lo interrumpió con la boca, probando el whisky escocés y al hombre mientras lo empujaba sobre el colchón. Cuando deslizó las manos entre sus piernas, él gimió y se endureció directamente sobre su palma.
–Te necesito dentro de mí -le dijo violentamente-. Si no es tu sangre, entonces tu sexo. Dentro de mí. Ahora.
Lo besó otra vez y cuando él introdujo su lengua violentamente dentro su boca supo que lo tenía. Y ¡oh, era tan bueno! La arrolló y barrió con su mano desde el cuello hasta los senos, luego siguió el camino con los labios. Cuando llegó al corpiño del vestido, se detuvo y su cara se endureció nuevamente. Con un movimiento salvaje, agarró la seda y le rasgó limpiamente el frente del vestido. Y no se detuvo en la cintura. Continuó, trabajando con las grandes manos y los antebrazos donde sobresalían las venas mientras rasgaba el satén directamente por el medio del vestido, todo el camino hasta el dobladillo de la falda.
–Quítatelo -le exigió.
Se quitó los restos de los hombros y cuando levantó las caderas, él dio un tirón del vestido bajándoselo, sacándoselo y lanzándolo a través de la habitación.
Con ojos feroces, se giró hacia ella, empujó la combinación hacia arriba y le abrió los muslos. Mirándola por sobre su cuerpo, le dijo, con la voz áspera, – Nunca te pongas esa cosa otra vez.
Cuando ella asintió, le apartó las bragas y colocó la boca directamente sobre su centro. El orgasmo que le dio fue un reclamo en si mismo, la marca del compañero y la hizo remontarlo hasta que se sintió débil y conmocionada.
Entonces tiernamente le soltó las piernas juntándolas. Aunque era ella la que había tenido la liberación, él se veía mucho más relajado cuando se alzó sobre su cuerpo. Aun deslumbrada por lo que le había hecho, se sentía débil y no opuso resistencia cuando la desnudó completamente, luego se levantó y se quitó los boxers.
Cuando ella le midió el tamaño y comprendió lo que vendría después, el miedo cosquilleó los bordes de su conciencia. Pero estaba demasiado extasiada para que le importara mucho.
Era todo animal masculino cuando regresó a la cama, su sexo duro y grueso, listo para penetrar. Ella separó las piernas, pero él se puso a su lado, no encima.
Ahora fue despacio. La besó larga y dulcemente, la amplia mano viajando hacia sus pechos, tocándola con cuidado. Sin aliento, ella apretó las manos sobre los hombros de él y sintió los músculos tensándose bajo la cálida y flexible piel, mientras le acariciaba las caderas, los muslos.
Cuando la tocó entre las piernas, fue tierno y lento y un momento después uno de sus dedos se introdujo en su interior. Se detuvo justo cuando ella sentía como si un extraño en su interior tirara frunciendo el ceño y moviendo sus caderas hacia atrás.
–¿Sabes lo que esperar? – Le preguntó contra el pecho, su voz suave, baja.
–Um…sí. Supongo. – Pero entonces pensó en el tamaño de su erección. ¿Cómo en el nombre de Dios iba a caber?
–Seré tan gentil como pueda, pero esto… va a doler. Había esperado que tal vez…
–Sé que esto es una parte de ello. – Había oído que había involucrada una leve punzada, pero después un éxtasis maravilloso-. Estoy lista.
Retiró la mano y rodó sobre ella, bajando el cuerpo entre sus piernas.
Bruscamente, todo entró en una aguda concentración: sentir la piel caliente, la compresión de su peso, el poder de sus músculos… la almohada bajo la cabeza, el colchón donde estaba y exactamente como estaban extendidos sus muslos. Ella alzó la vista hacia el techo. Una oscilación de luces se movía alrededor de ellos, como si un coche acabara de aparcar en el patio.
Estaba tensa; no podía evitarlo. Incluso aunque era Butch y lo amaba, el miedo a la experiencia, su abrumadora naturaleza, la hundían. Trescientos años y de pronto había llegado aquí y ahora.
Por alguna estúpida razón, le brotaron lágrimas.
–Cariño, realmente no tenemos que hacerlo. – Sus pulgares le limpiaron las mejillas y retiró las caderas como si fuera a bajarse.
–No quiero parar. – Lo aferró por la parte baja de la espalda-. No… Butch. Espera. Quiero esto. De verdad que lo quiero.
Él cerró los ojos. Entonces bajó la cabeza hacia su cuello y colocó los brazos de manera que la envolvieran completamente. Girándose de lado, la abrazó contra su duro cuerpo y se quedaron así durante largo rato, su peso colocado de manera que ella pudiera respirar, su caliente sexo, marcando la longitud sobre su muslo. Ella comenzó a preguntarse si iba a hacer algo.
Justo cuando estaba a punto de preguntar, él se movió y las caderas cayeron firmemente entre sus piernas otra vez.
La besó profundamente, drogándola con una seducción que consiguió que se quemara, hasta que se onduló debajo de él, rozándose contra sus caderas, intentando acercarse más a él.
Y entonces sucedió. Se movió un poco hacia la izquierda y ella sintió la erección en su centro, dura y lisa. Sintió una profunda caricia satinada y después algo de presión. Se quedó inmóvil, pensando exactamente en que la empujaba y a dónde quería ir.
Butch tragó con suficiente fuerza para que ella lo pudiera oír y el sudor estalló a través de sus hombros hasta que se deslizó por su espalda. Cuando la presión entre sus piernas se intensificó, su respiración se hizo más profunda hasta que gimió en cada exhalación. Cuando ella se estremeció seriamente, él bruscamente se echó hacia atrás.
–¿Qué pasa? – preguntó.
–Estás muy apretada.
–Bueno, eres muy grande.
Él se rió en una explosión. – Cosas agradables… dices las cosas más agradables.
–¿Vas a parar?
–No, a no ser que tú quieras.
Cuando no hubo ningún “no” de parte de ella, el cuerpo se tensó y la cabeza encontró la entrada otra vez. Le pasó la mano por el lado de la cara y le retiró el cabello colocándolo detrás de la oreja.
–Si puedes, trata de relajarte, Marissa. Será más fácil para ti. – Comenzó un movimiento de balanceo, descargando las caderas entre las suyas y retirándose, un suave movimiento de vaivén. Pero cada vez que trataba de empujar una fracción, su cuerpo se resistía.
–¿Estás bien? – Dijo con los dientes apretados.
Ella asintió aún cuando estaba temblando. Todo era tan extraño, sobre todo cuando ellos no hacían ningún progreso real…
Con un repentino deslizamiento él estaba dentro, pasando algún músculo externo hasta que encontró la barrera que su dedo había encontrado. Cuando se puso tensa, Butch gimió y dejó caer la cara sobre la almohada al lado de su cabeza.
Ella sonrió inquietamente, la plenitud inesperada. – Yo… ah, parece que debería preguntarte si estás bien.
–¿Estás de broma? Creo que estoy a punto de explotar. – Tragó otra vez, desesperado por coger aire-. Pero odio la idea de hacerte daño.
–Entonces dejemos rápidamente esa parte atrás.
Ella sintió más que vio su asentimiento con la cabeza. – Te amo.
Con un rápido tirón, retiró las caderas y se deslizó hacia delante.
El dolor fue crudo y nuevo, provocando que jadeara y le empujara por los hombros para impedirle que se moviera más adentro. El instinto hacia que su cuerpo luchara, intentando encontrar una salida o al menos distanciarse.
Butch elevó el torso y los vientres se acariciaron mientras ambos respiraban con fuerza. Con la pesada cruz balanceándose entre ellos, ella soltó una dura maldición. La presión de antes había sido una mera incomodidad. Esto no lo era. Esto era dolor.
Y se sintió muy invadida por él, llena. Dios, aquella charla femenina que había oído por casualidad, como que todo esto era un maravilloso tesoro encerrado bajo llave, como que la primera vez era mágica, todo tan fácil, nada de eso había sido cierto para ella.
El pánico creció. ¿Y si estaba realmente rota interiormente? ¿Este era el defecto que los hombres de la glymera habían percibido? ¿Y si…
–¿Marissa?
…no podía pasar por ello en absoluto? ¿Y si siempre le hacía daño de esta manera? Oh, Jesús… Butch era muy masculino y muy sexual. Y si iba a buscar a otra…
–Marissa, mírame.
Ella arrastró los ojos hacia su cara, pero sólo podía prestar atención a la voz de su cabeza. Oh, Jesús, no se suponía que esto le hiciera tanto daño ¿verdad? Oh, Jesús… era defectuosa…
–¿Cómo estás? – Dijo bruscamente-. Háblame. No te lo guardes dentro.
–¿Y si no puedo soportarlo? – Le soltó.
Su expresión se volvió completamente suave, poniendo una máscara deliberada de tranquilidad. – No imagino que a muchas mujeres les haya gustado su primera vez. Esa versión romántica de perder la virginidad es una mentira.
O tal vez no lo era. Tal vez ella era el problema.
La palabra defecto corría aun más rápidamente alrededor de su cabeza, aún más fuerte.
–¿Marissa?
–Quería que fuera hermoso -dijo con desesperación.
Hubo un horrible silencio, durante el cual fue consciente de la tensión, de la erección en su interior. Entonces Butch dijo. – Lo siento si estás decepcionada. Pero no me sorprende para nada.
Comenzó a retirarse y al hacerlo hizo que algo cambiara. Cuando se movió, la sensación de arrastre hizo que un hormigueo la atravesara.
–Espera. – Se agarró a sus caderas-. Esto no es todo lo que hay, ¿verdad?
–Bastante. Aunque, sólo se hace más invasivo.
–Oh… pero tú no has terminado…
–Ya no lo necesito.
Cuando su erección se deslizó fuera, se sintió curiosamente vacía. Entonces se retiró de su cuerpo y ella al instante se enfrió. Cuando tiró un edredón sobre ella, pudo, durante un instante, apreciar la caricia de su excitación contra el muslo. El eje estaba mojado y se había ablandado.
Se colocó de espaldas al lado de ella, descansando ambos antebrazos sobre la cara.
Dios… que lío. Y ahora que había recuperado el aliento, ella quería que continuara, pero sabía lo que le iba a decir. El “no” estaba implícito en la rigidez de su cuerpo.
Mientras se colocaban uno al lado del otro, a ella le pareció que debía decir algo. – Butch…
–Estoy realmente cansado y para nada coherente. Vamos sólo a dormir, ¿ok? – Rodó alejándose, esponjó una almohada y exhaló una larga y entrecortada respiración.
En la oscuridad, comprobó el brillo rojo de la alarma del despertador. Cuatro horas para la aurora y tenía tantas cosas por hacer, como para toda una noche.
Miro sobre su hombro. Butch estaba de espaldas con una mano sobre el pecho desnudo, los ojos se movían rápidamente bajo los parpados, señal de que estaba profundamente dormido. La barba le había crecido y tenía vello por todas partes, también parecía mas joven y hermoso mientras dormía.
¿Por qué no podía funcionar para ellos? Se pregunto, si solo hubiera aguantado un poco mas, darle una oportunidad, y ahora tenía que irse.
Dejo la comodidad de un salto y sintió el aire frío sobre su piel. Moviéndose cuidadosamente, busco el sujetador, la combinación, las bragas… ¿donde estaban sus bragas?
Se detuvo en seco y miro hacia abajo con sorpresa. En el interior de uno de sus muslos había un reguero de sangre, de cuando la había tomado.
–Ven aquí -dijo Butch.
Casi dejó caer la ropa. – Yo… ¡ah! No sabía que estuvieras despierto.
Extendió la mano y ella fue hacia él. Cuando se acerco a la cama, deslizo el brazo por detrás de su pierna y la acercó hacia el colchón, dejando que su peso descansara sobre la rodilla.
Entonces se inclino hacia ella, pasándole la lengua por el interior del muslo en un cálido toque, subió a su núcleo y beso los remanentes de su virginidad, provocando que jadeara.
Se pregunto donde había aprendido la tradición, no podía imaginar a los machos humanos practicarlo en las hembras que tomaban por primera vez. Mientras que para su clase, este era un momento sagrado entre los compañeros.
Diablos, quería llorar de nuevo.
Butch la liberó y se retiró mirándola con ojos que no decían nada. Por alguna razón, se sintió muy desnuda delante de él.
–Toma mi bata -dijo-, úsala.
–¿Donde esta?
–En el armario, colgada de la puerta.
Se dio la vuelta, la bata era de un rojo profundo y estaba impregnada con su olor. Se la puso torpemente. La espesa seda colgaba hasta el piso, cubriendo sus pies, el lazo era tan largo que podía darle cuatro veces la vuelta a la cintura.
Sus ojos fueron al vestido arruinado en el piso.
–Déjalo -dijo el – yo lo tirare.
Ella asintió, camino hacia la puerta y agarro el pomo. Que podía decir para hacer esto mejor, se sentía como si todo lo que hiciera fuese un desastre. Primero su realidad biológica que abría un abismo entre ellos, después su expuesta deficiencia sexual.
–Esta bien Marissa, puedes irte simplemente, no necesitas decir nada.
Dejo caer la cabeza. – ¿Te veré en el almuerzo?
–Si… seguro.
En un estado de aturdimiento, caminó desde la casa del guarda hasta la mansión. Un doggen le abrió la puerta interior del vestíbulo, recogió la parte baja de la bata de Butch para no tropezarse… y se detuvo recordando que no tenía nada para cambiarse.
Hora de llamar a Fritz.
Después de que encontrara al mayordomo en la cocina, le pregunto por el camino al garaje.
–¿Esta buscando sus ropas ama? ¿Por que no le traigo algo?
–Preferiría ir y elegir alguna cosa yo misma.
Cuando él dirigió una inquieta mirada a una puerta a la derecha, se encaminó en aquella dirección.
–Prometo llamarle si le necesito.
El doggen asintió, totalmente agitado.
Cuando dio un paso al interior del garaje, se detuvo en seco y se pregunto donde diablos se había metido. No había ningún coche dentro de aquel espacio para seis plazas. Ningún lugar para guardarlos. Buen Dios… cajas y cajas y cajas. No… no cajas. ¿Ataúdes? ¿Qué era esto?
–Ama, sus cosas están por aquí. – Detrás de ella la voz de Fritz fue respetuosa pero firme, como si todas esas cajas de pino no fueran de su incumbencia-. Por favor, sígame.
La condujo a cuatro grandes armarios rústicos, donde estaba su equipaje y sus cajas. – ¿Esta segura de que no desea que le traiga ningún vestido?
–Si. – Toco la cerradura de cobre de uno de sus Vuittons-. ¿Podría… dejarme?
¾Por supuesto señorita
Espero hasta escuchar la puerta cerrarse y entonces abrió el baúl frente a ella. Al separar las dos mitades, las faldas volaron libres, multicolores, frescas, bellas. Recordó haber usado esos trajes en bailes y principescas reuniones del Consejo, en las cenas de su hermano y…
Se le erizó la piel.
Fue al siguiente armario, y al siguiente y luego al último, después regreso al primero y volvió a recorrer cada uno de ellos nuevamente y luego una vez más.
Era ridículo, ¿que importaba que usara? – Solo escoge algo.
Tomo un traje y lo sacó. No, había usado ese aquella primera vez que se alimentara de Rehvenge. ¿Y éste? No, ese era el vestido que uso en la fiesta de cumpleaños de su hermano. Y este otro…
Marissa sintió como se llenaba de ira, era como si le prendiera fuego. La furia que corrió en ella, la hizo burbujear, ardió en su sangre. Alcanzo vestidos al azar y los arrancó de sus perchas acolchadas, buscando uno que no le recordara que era una sometida, una cautiva, un ser frágil en finas vestiduras, caminó a otro armario y más vestidos volaron, sus manos tirando, la tela desgarrándose.
Las lágrimas comenzaron a fluir y las borró con impaciencia, hasta que no pudo ver nada y tuvo que detenerse. Se frotó el rostro con las manos, para después dejar caer los brazos y simplemente se quedo ahí, de pie, en medio de un colorido desastre.
Fue entonces que observó una puerta en una esquina lejana, y más allá, a través de los paneles de cristal, vio el patio trasero.
Marissa miró hacia fuera, a la nieve desigual. A la izquierda, la podadora de césped aparcada al lado de la puerta y la lata roja asentada en el suelo al lado de esta. Sus ojos continuaron avanzando, moviéndose entre herbicidas y recipientes de lo que parecía ser fertilizante, hasta que se detuvieron sobre una parrilla, con una pequeña caja que descansaba sobre su tapa.
Echo un vistazo a los cientos y cientos de miles de dólares en alta costura.
Le tomo unos buenos veinte minutos arrastrar todos y cada uno de los trajes al patio trasero, tuvo mucho cuidado de incluir los corsés y los chales. Cuando hubo terminado, sus ropas lucían fantasmales bajo la luz de la luna, trasformadas en sombras de una vida a la que nunca regresaría, una vida de privilegios… restricciones… y doradas degradaciones.
Sacó una faja del montón y regresó al garaje, con la tira de satén rosa pálido en la mano. Recogió el contenedor de gasolina y tomó la caja de cerillas sin vacilar, caminó hacia aquel remolino inapreciable de satén y seda y lo empapó con el claro y dulce combustible y mientras sacaba la cerilla se colocó contra el viento.
Prendió fuego a la faja y la arrojo allí.
La explosión fue más fuerte de lo que esperaba, lanzándola de espaldas, chamuscándole la cara, envolviéndola en una gran bola de fuego.
Mientras las llamas naranjas y el humo negro se alzaban, le grito al infierno.
Butch yacía sobre su espalda mirando al techo, cuando las alarmas se encendieron, Salio disparado de la cama, se coloco unos boxers y chocó contra Vishous, cuando el hermano salía corriendo como un rayo de su recamara hacia el pasillo, juntos se apresuraron hasta las computadoras.
–Jesucristo -exclamó V-, hay fuego en el patio trasero.
Algún sexto sentido hizo salir a Butch por la puerta inmediatamente. Corriendo con los pies desnudos a través del patio, sin sentir el aire frío o los guijarros bajo sus pies, cortó alrededor del frente de la casa principal y entró corriendo en el garaje. – ¡Oh, mierda! – A través de las ventanas de la pared del otro lado, podía ver una gran furia anaranjada en el patio trasero.
Y entonces escucho los gritos.
Cuando se lanzó por la puerta, Butch fue vencido por el calor y los olores mezclados de gasolina y ropa quemada y eso que no estaba ni la mitad de cerca, que la figura justo enfrente de aquel infierno.
–¡Marissa!
Tenía el cuerpo inclinado hacia el fuego, con la boca abierta, su agudo grito cortaba la noche tan indudablemente como las llamas lo hacían. Vagaba enloquecida por la periferia… ahora corría.
¡No! ¡La bata! Iba a tropezarse…
Con horror observo los acontecimientos. Su larga bata roja se enredaba alrededor de una de sus piernas, mientras que el largo lazo le impedía mover los pies. Con un traspié comenzó a caerse de cara al fuego.
Mientras el pánico se apoderaba de la expresión de Marissa y sus manos se extendían en el aire, pareció que todo ocurría en cámara lenta: Butch corrió a toda velocidad, aun así parecía no moverse.
–¡No! – grito Butch.
Justo antes de que cayera entre las llamas, Wrath se materializó detrás de ella y la cogió en sus brazos, salvándola.
Butch patinó hasta detenerse, mientras una debilidad aplastante le convertía las piernas en gelatina. Sin aire en los pulmones, cayo a la tierra… sencillamente colapsó.
Apoyado sobra las rodillas, vio a Wrath sostener a una desmayada Marissa entre los brazos.
–Gracias a Dios mi hermano llegó a tiempo -murmuró V desde algún lugar cercano.
Butch se puso de pie balanceándose como si estuviera parado sobre terreno rocoso.
–¿Estas bien? – Pregunto V extendiendo la mano.
–Si, bien. – Butch se tropezó en su camino hacia el garaje y continuo avanzando rápidamente atravesando puertas inconscientemente, rebotando contra las paredes ¿Dónde estaba? ¡Oh!, dentro de la cocina, ciegamente miro a su alrededor… y vio la despensa del mayordomo. Lanzándose hacia la pequeña habitación se recostó contra los estantes y se encerró dentro entre las mercancías enlatadas, la harina y el azúcar.
El cuerpo entero comenzó a temblarle hasta que sus dientes castañetearon y los brazos se le sacudían como las alas de un ave. Dios, todo lo que podía pensar era en Marissa quemándose. Entre el fuego. Desvalida. Agonizando.
Si hubiera estado solo para ayudarla. Si Wrath no hubiera visto de alguna manera lo que ocurría y no se hubiera desmaterializado justo al lado de ella. Estaría muerta ahora.
Butch no hubiera sido capaz de salvarla.
El pensamiento naturalmente lo lanzo hacia atrás, al pasado. Con horrible precisión los fogonazos de imágenes de su hermana subiendo al coche dos décadas y media atrás giraban dentro de su cráneo. Mierda, tampoco había sido capaz de salvar a Janie. No fue capaz de sacarla de aquel Chevy Chevette a tiempo.
Demonios, quizá si Wrath hubiera estado detrás de ella. El Rey podría haber rescatado a su hermana también.
Butch se froto los ojos, diciéndose que estaban nublados solo por los efectos secundarios causados por todo ese humo.
Una media hora más tarde, Marissa estaba sentada en la cama de la habitación azul, envuelta por una nube de mortificación. ¡Diablos! había llevado su primera regla demasiado lejos.
–Estoy tan avergonzada.
Wrath, que estaba de pie apoyado contra el marco de la puerta, sacudió la cabeza. – No deberías estarlo.
–Bueno lo estoy. – Trato de sonreírle y fallo por mucho. Dios, sentía la cara tiesa, la piel tirante por haber estado tan cerca del calor y su cabello… Su cabello olía a gasolina y a humo. Al igual que la bata.
Desvió los ojos hacia Butch, que se encontraba fuera en el pasillo con la espalda apoyada contra la pared. No había dicho una sola palabra desde que se asomó ahí algunos minutos antes. Tampoco parecía desear entrar a la habitación. Probablemente pensaría que estaba loca. Demonios. Ella pensaba que estaba loca.
–No se por que hice algo así.
–Has estado bajo mucha presión. – Contestó Wrath, aun cuando no era a él a quien miraba.
–Esa no es excusa.
–Marissa no me entiendas mal, pero no nos importa, solo queremos que estés a salvo y bien. Nos importa una mierda el césped.
Como se limito a mantener la mirada más alla de Wrath y fija en Butch, el Rey miró sobre su hombro. – Creo que os dejare a los dos solos. Trata de dormir un poco, ¿ok?
Cuando Wrath se dio la vuelta, Butch dijo algo que no capto. En respuesta, el Rey le palmeo la parte trasera del cuello, hubo otro intercambio de palabras en voz baja.
Después de que Wrath se hubiera marchado, Butch se adelantó pero solo hasta el marco de la puerta.
–¿Estarás bien?
–Oh, si, después de que me de una ducha. ¾Y una lobotomía.
–Ok, entonces regreso al pit.
–Butch… lo siento, hice lo que hice solo por que… no pude encontrar ningún vestido que no estuviera contaminado con recuerdos.
–Puedo entenderlo. – Excepto que, claramente, no lo hacia. La miró completamente entumecido, como si se hubiera desentendido de todo. Sobre todo de ella-. Así que… cuídate, Marissa.
Se levantó de un salto cuando él retrocedió. – ¿Butch?
–No te preocupes por nada.
¿Qué diablos significaba eso?
Fue tras él, pero Beth apareció en la entrada con un bulto en sus manos. – Um… hola chicos… Marissa, ¿tienes un minuto?
–Butch, no te vayas.
Él cabeceó un saludo a Beth, para mirar hacia el pasillo después. – Necesito ponerme sobrio.
–Butch -dijo ásperamente Marissa-. ¿Me estas diciendo adiós?
Le lanzo una sonrisa atormentada. – Siempre estarás conmigo cariño.
Y se alejó despacio, como si el piso estuviera resbaladizo bajo sus pies.
¡Oh! Jesús.
Beth se aclaró la garganta. – Bueno… Wrath sugirió que ¿necesitarías ropa?, traje algunas cosas, si quisieras probártelas.
Marissa estaba desesperada por ir tras Butch, pero ya había dado un espectáculo esa noche y él parecía como si necesitara un serio descanso del drama. ¡Hombre!… sabía exactamente como se sentía, excepto que ella no tenía ningún lugar a donde escapar. En cualquier sitio ella siempre sería ella.
Miró a Beth, sintiendo que probablemente esas fueran las peores veinticuatro horas de su vida. – ¿Mencionó Wrath que quemé mi guardarropa entero?
–Um… de hecho si.
–También dejé un cráter en el césped. Parece el aterrizaje de un ovni. No puedo creer que no esté enojado conmigo.
La sonrisa de la Reina fue gentil. – Lo único que no le emociona es que le dieses a Fritz el brazalete para vender.
–No puedo dejaros pagarme la renta.
–De hecho, desearíamos que te quedaras aquí.
–Oh… No, ya han sido muy gentiles, de hecho esta noche había planeado… Bueno, antes de que me desviara por gasolina y cerillas, pensaba ir a mi nuevo hogar y echar una mirada. Ver que tipo de muebles necesito comprar.
Que serian todos.
Beth frunció el ceño. – Sobre esa casa que alquilaste, Wrath quiere que Vishous compruebe el sistema de seguridad antes de que te mudes y existen grandes probabilidades de que V desee mejorar lo que sea que encuentre allí.
–No creo que sea necesario.
–No es negociable, ni siquiera lo intentes, Wrath quiere que te quedes aquí, al menos hasta que lo hagan, ¿estas de acuerdo Marissa?
Pensó en el secuestro de Bella. La independencia era algo muy bueno, pero no existían razones para ser estúpida. – Si… Yo… De acuerdo, gracias.
–Así que, ¿te gustaría ver algunas ropas? – Beth señalo con la cabeza a las que tenía en los brazos-. No tengo muchos vestidos pero Fritz puede traerte algunos.
–¿Sabes que? – Marissa miro los vaqueros que usaba la reina-. Nunca he usado pantalones antes.
–Tengo dos pares aquí, si quieres probártelos.
Bien, no era una mala noche para probar cosas nuevas, sexo, incendios intencionales, pantalones. – Creo que me gustaría…
Solo que Marissa estallo en lágrimas, perdiendo completamente el control y el bajón fue tan grande, que lo único que pudo hacer fue sentarse en la cama y llorar.
Cuando Beth cerró la puerta y se arrodillo frente a ella, Marissa se seco las lágrimas rápidamente. Que pesadilla. – Eres la Reina, no deberías estar delante de mí así.
–Soy la Reina, así que puedo hacer lo que quiera. – Beth dejo la ropa a un lado-. ¿Que esta mal?
Si, bueno tenía una lista.
–¿Marissa?
–Creo… creo que necesitaría a alguien para hablar de esto.
–Bien, tienes a alguien justo aquí, ¿Quieres intentarlo conmigo?
Dios, habían tantas cosas, pero había una cosa que era más importante que el resto -Una advertencia mi Reina, es sobre un tema impropio. Sexo. De hecho es sobre… sexo.
Beth se acomodó y colocó sus largas piernas al estilo del yoga. – Dispara.
Marissa abrió la boca, la cerró y volvió a abrirla. – Me enseñaron a no hablar de esta clase de cosas.
Beth sonrió. – Solo estamos tú y yo en esta habitación, nadie tiene que saberlo.
Ok… era el momento de realizar una profunda inspiración. – Ah… yo era virgen hasta esta noche.
–Oh -después de una larga pausa la Reina dijo-. ¿Y?
–A mi no me…
–¿Gustó? – Como no respondía, Beth dijo-. A mí tampoco me gustó la primera vez.
Marissa la miró. – ¿De verdad?.
–Fue doloroso.
–¿Te dolió también? – Cuando la mujer afirmó con la cabeza, Marissa se sintió azorada y un poco aliviada-. No todo fue doloroso, quiero decir que lo que llevó a ello fue… fue asombroso. Butch me hace sentir… él es tan… la forma en que me toca, me pongo…Oh Dios, no puedo creer que este hablando de esto. Y no puedo explicar como se siente estar con él.
Beth rió. – Esta bien, se lo que tratas de decir.
–¿En serio?
–¡Oh! si. – Los ojos azul oscuro de la Reina brillaron-. Se exactamente lo que quieres decir.
Marissa sonrió y continuó hablando. – Cuando llegó el momento de… ya sabes, cuando ocurrió, Butch fue realmente gentil y todo, y yo quería disfrutarlo, realmente quería. Es solo, que me sentí tan abrumada y era tan doloroso, creo que hay algo malo en mí. Por dentro.
–No hay nada malo en ti Marissa.
–Pero yo… realmente dolió. – Se cubrió el estomago con los brazos-. Butch dijo que algunas hembras tienen dificultades al principio, pero yo no… Eso ciertamente, no es lo que diría la glymera.
–No te ofendas, se que eres parte de la aristocracia, pero yo no creería ni una palabra de lo que dice la glymera acerca de nada.
La Reina probablemente tenía un punto. – Como pasaste por eso con Wrath cuando tú… ah…
–Mi primera vez no fue con él.
–Oh -Marissa se sonrojó-. Discúlpame, no quería…
–No hay problema, de hecho no me gustaba el sexo hasta Wrath, había estado con dos tipos antes de él y solo… de cualquier manera, quiero decir que no comprendía por que tanto alboroto. Francamente, incluso si Wrath hubiera sido el primero, tampoco hubiera sido fácil dado el tamaño de su… -ahora la Reina era la sonrojada-. De cualquier manera… sabes, el sexo es una invasión para la mujer. Erótico y maravilloso, pero una invasión, toma un poco acostumbrarse y para algunas la primera vez es muy dolorosa, Butch deberá tener paciencia contigo. Tendrá…
–No terminó, tuve la impresión de que… no pudo.
–Si te lastimó, puedo entender por que se detuvo.
Marissa levantó los brazos. – Dios me siento tan condenadamente avergonzada, cuando ocurrió, mi cabeza estaba toda enredada… tenía todo eso rondando por mi cerebro. Antes de dejarlo, quise hablarle, pero no pude encontrar las palabras. Sabes, lo amo.
–Bien, eso es bueno. – Beth tomó una mano de Marissa-. Todo estará bien, te lo prometo. Ustedes dos deberían intentarlo nuevamente. Ahora que el dolor ha desaparecido para ti, no deberías tener problemas.
Marissa busco en los ojos azul media noche de la Reina, y pensó que en toda su vida, nadie le había hablado tan francamente de ningún problema que tuviera. De hecho… nunca antes tuvo una amiga y así sentía a la Reina. Como una… amiga.
–¿Sabes algo? – murmuro Marissa.
–¿Que?
–Eres muy gentil, puedo ver por que Wrath esta loco por ti.
–Como dije antes, haría cualquier cosa por ayudarte.
–Ya lo has hecho. Esta noche… lo has hecho por completo -Marissa se aclaro la garganta-. ¿Podría…? ah, ¿podría probarme los pantalones?
–Por supuesto.
Marissa recogió la ropa, saco un juego de ropa interior de la cómoda y fue al baño.
Cuando salió, usaba un par de delgados pantalones negros y un jersey con cuello de tortuga. No podía dejar de mirarse, su cuerpo parecía más pequeño sin todas esas vestiduras.
–¿Como te sientes?
–Extraña, ligera, confortable -Marissa camino alrededor con los pies desnudos-, un poco como si estuviera desnuda.
–Eres más pequeña que yo, por eso te quedan un poco flojos, pero te quedan muy bien.
Marissa regresó al baño y se miró en el espejo. – Creo que me gustan.
Cuando Butch regreso al pit, se metió en el baño y abrió la ducha. Mantuvo las luces apagadas, no tenía interés en ver cuan borracho y loco estaba todavía. Se metió bajo el chorro cuando estaba helado aun, con la esperanza de que un baño antártico le ayudara a recuperar la sobriedad.
Con manos ásperas, se paso la pastilla de jabón y cuando llego a sus partes privadas, no las miro, no podía hacerlo. Sabía lo que estaba lavando de su cuerpo y el pecho le quemaba al pensar en la sangre que había estado en el interior de los muslos de Marissa.
Hombre… haber visto eso había sido matador. Luego se asusto como la mierda de si mismo, por haber hecho lo que hizo. No tenía idea de por que había puesto la boca en ella o de donde había venido esa idea. Simplemente parecía como algo que tenía que hacer.
¡Oh! demonios no podía pensar en ello.
Champú rápido, enjuague rápido y salió, no se molestó en secarse, se fue goteando hasta su cama donde se dejo caer. El aire se sentía frío sobre la piel mojada, congelándole, lo sentía como un castigo apropiado, así que descanso la barbilla en su puño. Miro a través de la habitación, con la luz que entraba por la rendija de debajo de la puerta, vio la pila de ropa que Marissa le había quitado antes. Y luego el vestido de ella sobre el suelo.
Volvió a mirar lo que había llevado puesto. El traje no era realmente de el. Ni tampoco la camisa… ni los calcetines o los mocasines, nada de lo que usaba era suyo.
Le lanzó una mirada penetrante al reloj en su muñeca, se lo quito y lo dejo caer sobre la alfombra.
No vivía en su propia casa. No gastaba su propio dinero. No tenía trabajo, ni futuro. Era una bien cuidada mascota, no un hombre. Y por mucho que amara a Marissa, después de lo ocurrido en el patio trasero, estaba claro que las cosas no podrían funcionar entre ellos. Sería una relación completamente destructiva, especialmente para ella: Estaba confusa, cargándose por alguna mierda que no era culpa suya. Sufriendo, y era por su culpa. Demonios, ella merecía a alguien mejor. Merecía… Oh, mierda, merecía a Rehvenge, ese aristócrata de sangre antigua. Rehv sería capaz de cuidarla, darle lo que necesitara. Ser aceptada socialmente, ser su compañero por siglos.
Butch se levantó, caminó hacia el armario y tomo un bolso Gucci… luego comprendió que no quería llevarse nada de esta vida cuando se marchara.
Dejó de lado el bolso y se puso un par de vaqueros y una sudadera, se calzó unos zapatos deportivos, busco su vieja billetera y un juego de llaves que trajo con él cuando se mudo con Vishous, miró el enredo de metal en una simple argolla plateada. Recordó que desde septiembre no se había molestado en hacer algo con su apartamento, así que después de todo ese tiempo, su casero ya debía haberse desecho de sus cosas y limpiado, lo cual estaba bien. De cualquier forma no era como si quisiera regresar ahí.
Dejando las llaves, salió de la habitación, y se dio cuenta de que para marcharse no tenía ningún vehículo. Miro sus pies, parecía que tendría que caminar por la ruta 22, después desde ahí haría auto-stop.
No había hecho ningún plan coherente, sobre lo que haría o a donde iría, lo único que sabía era que dejaba a los hermanos y a Marissa y eso era todo. Bien, también tenía claro que para que fuera permanente, tendría que salir de Caldwell. Tal vez se encaminaría hacia el oeste, o algo así.
Cuando paso por la sala, se sintió aliviado de que V no estuviera cerca, Decir adiós a su compañero de habitación era casi tan difícil como dejar a su mujer. Así que no existía ninguna razón para mantener esa conversación de Bon voyage compañero.
Mierda, ¿que es lo que la Hermandad iba a hacer con su deserción? Sabía demasiado sobre ellos… Lo que fuera. No podía quedarse y si eso significaba que tenían que entrar en acción, era seguro como el infierno que lograrían sacarlo de su miseria.
¿Y acerca de lo que El Omega le había hecho? No sabía mucho acerca de todo el asunto lesser. Pero al menos no tendría que preocuparse por herir a los Hermanos o a Marissa. Por que no planeaba verlos nuevamente.
Su mano estaba en el pomo de la puerta del vestíbulo cuando V dijo. – ¿A dónde vas poli?
Butch giro la cabeza hacia V. Estaba de pie, saliendo de las sombras de la cocina.
–V… me marcho -antes de que hubiera una respuesta, Butch sacudió la cabeza-, si eso significa que debes matarme, hazlo rápido y entiérrame enseguida, y no dejes que Marissa se entere.
–¿Por que te marchas?
–Es mejor así, aunque eso signifique que debo morir. Infiernos, solo me harías un favor si te encargaras. Estoy enamorado de una mujer que no puedo tener, tú y la Hermandad sois los únicos amigos que he tenido, igualmente os dejo y… ¿que mierda me espera en el mundo real? Nada, no tengo empleo. Mi familia piensa que estoy loco, la única cosa buena es que estaría con los de mi propia clase.
V se acerco, una alta y amenazante sombra.
Mierda quizás todo se terminaría esta noche, justo aquí, justo ahora.
–Butch, hombre, no te puedes salir, te lo dije desde el principio, no hay salida.
–Como dije… mátame, toma una daga y hazlo, pero escúchame claramente. No me quedare ni un minuto más en este mundo siendo un forastero.
Cuando sus ojos se encontraron, Butch no se acobardó, no pelearía, se iría suavemente hacia el olvido, llevado por la mano de su mejor amigo hacia una buena y limpia muerte.
Existían peores maneras de irse, pensó, mucho, mucho peores.
Los ojos de V se estrecharon. – Podría haber otra forma.
–Otra forma… V, amigo, un juego de colmillos de plástico no mejorará esto.
–¿Confías en mi? – como permaneció en silencio, V repitió-. ¿Butch, ¿confías en mí?
–Si.
–Entonces dame una hora, poli. Déjame ver que puedo hacer.
Rodeado por una densa tranquilidad, pensó en su hermana Joyce y en ese nuevo bebé suyo. Sabía donde había tenido lugar hoy el bautismo: En el mismo lugar donde a él lo habían bautizado. El mismo lugar en donde todos los O'Neal habían sido bautizados.
El Pecado original estaba lavado.
Puso su mano sobre el estómago, sobre aquella cicatriz negra, y pensó que el mal había vuelto seguramente a por él. Terminando justo dentro de él.
Palpando la cruz, empuñó el oro hasta que corto la piel, y decidió que tenía que regresar a la iglesia. Regularmente.
Todavía estaba agarrando el crucifijo cuando el agotamiento lo tomó sigilosamente, llevando sus pensamientos lejos, sustituyéndolos por una nada que habría estado aliviado de tener si hubiera estado consciente.
Algún tiempo más tarde, se despertó y echó un vistazo al reloj. Había dormido durante dos horas seguidas, y ahora estaba en la fase de la resaca, su cabeza era un enorme y embotado dolor, sus ojos hipersensibles a la claridad que entraba por debajo de la puerta. Dio una vuelta y se estiró, su columna crujió
Un gemido misterioso flotó por el pasillo.
–¿V? – dijo.
Otro gemido.
–¿Estas bien, V?
De alguna parte, hubo un ruido estrepitoso, como si algo pesado hubiera caído. Luego sonidos ahogados, de la clase que haces cuando estas demasiado herido para gritar y estas asustado de morir. Butch saltó de su cama y corrió a la sala de estar.
–¡Jesucristo!
Vishous se había caído del sofá y había aterrizado de cara en la mesa de centro, dispersando botellas y cristales. Mientras tiraba todo a su alrededor, los ojos estaban apretados y la boca se movía con gritos no expresados.
–¡Vishous! ¡Despiértate! – Butch agarró aquellos pesados brazos, sólo para darse cuenta que V se había quitado el guante. Aquella terrible mano suya brillaba como el sol, quemando agujeros en la madera de la mesa y el cuero del sofá.
–¡Joder! – Butch saltó fuera de su radio de alcance cuando casi lo golpeó.
Todo lo que pudo hacer fue gritar el nombre de Vishous, mientras el Hermano luchaba contra el apretón del monstruo, cualquiera que fuera el que lo sostenía. Finalmente, algo paso. Tal vez el sonido de la voz de Butch. Tal vez V se golpeó a si mismo con fuerza suficiente para despertarse.
Cuando Vishous abrió los ojos, estaba jadeando y temblando, cubierto por el sudor del miedo.
–¿Colega? – Cuando Butch se arrodilló y tocó a su amigo en el hombro, V se encogió de miedo. Lo que fue la parte más escalofriante. – ¡Hey…! tranquilo, estas en casa. Estas a salvo.
La mirada de V, por lo general tan fría y calma, era vidriosa. – Butch, ¡Oh, mi Dios…! Butch… la muerte. La muerte… La sangre bajaba por el frente de mi camisa. Mi camisa…
–Ok, tranquilízate. Vamos a enfriarnos aquí fuera, muchachote. – Butch le sujetó pasándole una mano bajo la axila derecha a V y levantó al Hermano llevándole de regreso al sofá. El pobre bastardo cayó sobre los cojines de cuero como una muñeca de trapo-. Vamos a conseguirte una bebida.
Butch se dirigió hacia la cocina, recogió un vaso bastante limpio del armario, y lo aclaró. Lo llenó con agua fría, aunque V sin dudarlo preferiría un Goose.
Cuando volvió, Vishous encendía un cigarrillo con manos que eran como banderas en el viento.
Cuando V tomó el vaso, Butch dijo: -¿Quieres algo más fuerte?
–Nah. Esto está bien. Gracias, tío.
Butch se sentó al otro lado del sofá. – V, pienso que va siendo hora de que hagamos algo al respecto a esto de las pesadillas.
–No iremos por ahí. – V inhaló profundamente y soltó una corriente estable de humo entre los labios-. Además, tengo buenas noticias. Más o menos.
Butch preferiría haberse quedado en el país de los sueños de mierda de V, pero eso claramente no iba a pasar. – Entonces habla. Y deberías haberme despertado tan pronto como…
–Lo intente. Estabas muerto para el mundo. De todos modos… -el otro exhaló. Ésta vez más normalmente.
–¿Sabes que he mirado tu pasado, verdad?
–Me lo figuré.
–Tenías que saber lo que hacía, si ibas a vivir conmigo… con nosotros. Rastreé tu sangre hacia atrás, a Irlanda. Montones de blancos pálidos del pantano en tus venas, poli.
Butch se quedó realmente inmóvil. – ¿Encontraste… algo más?
–No cuando busqué hace nueve meses. Y no cuando te rastreé hace una hora.
¡Ah! Conversación muerta. Aunque… Cristo ¿qué pensaba? No era un vampiro. – ¿Entonces, por qué hablamos de esto?
–¿Estas seguro de no tener alguna historia rara en tu familia? ¿Sobre todo atrás en Europa? ¿Sabes de alguna hembra en tu línea, mordida por la noche? ¿Tal vez un embarazo que salió de la nada? ¿Como la hija de alguien que desapareció y tal vez volvió con un niño?
Realmente, no. No había muchas tradiciones O’Neal atrás en el tiempo. Durante sus primeros doce años, su madre había estado ocupada criando seis niños y trabajando como enfermera. Entonces después del asesinato de Janie, Odell había estado demasiado quebrada para contar historias. ¿Y su padre? Sí, claro. Trabajando de nueve a cinco para la compañía telefónica y luego llevando el turno de noche como guarda de seguridad, no tuvo mucho tiempo para charlas de calidad con los chicos. Cuando Eddie O’Neal había estado en casa, había estado bebiendo o durmiendo.
–No sé de nada.
–Bien, aquí está el trato, Butch. – V inhaló, luego habló a través del humo mientras espiraba-. Quiero ver si tienes algo de nosotros en ti.
–¡Whoa! Pero tú conoces mi árbol genealógico, ¿cierto? ¿Y no pudo mi análisis de sangre en la clínica, o incluso a lo largo de toda mi vida, haber mostrado algo?
–No necesariamente y tengo un modo muy preciso de averiguarlo. Y es llevándote en una regresión ancestral. – V movió su encendida mano y la apretó en un puño-. Maldita sea, odio esta cosa. Pero así es como lo hacemos.
Butch observó la mesa de centro chamuscada. – Vas a encenderme como si fuera leña seca.
–Seré capaz de canalizarlo. No digo que será divertido para ti, pero no debería matarte tampoco. ¿Punto fundamental? ¿Aquella mierda con Marissa y la alimentación y el modo en que reaccionaste a ello? ¿El hecho que me has dicho que emanabas tu esencia cuando estabas a su alrededor? Y bien sabe Dios que eres lo suficientemente agresivo. Quién sabe que encontraremos.
Algo cálido aleteó en el pecho de Butch. Algo, como esperanza. – ¿Y que si yo tuviera a un vampiro como pariente?
–Entonces podríamos… -V tomó una muy profunda y prolongada calada. – Podríamos ser capaces de convertirte.
¡Santa Mierda! – Pensé que no podíais hacer eso.
V cabeceo hacia una pila alta de volúmenes encuadernados en cuero, de unos informes hechos por los ordenadores. – Hay algo en las Crónicas. Si tienes un poco de nuestra sangre en ti, podemos intentarlo. Es muy arriesgado, pero podríamos tratar de hacerlo.
Hombre, Butch estaba de acuerdo con aquel plan. – Hagamos la regresión. Ahora.
–No puedo. Incluso si tienes el ADN, tenemos que conseguir la autorización de la Virgen Escriba, antes incluso de pensar en dar comienzo al salto a cualquier clase de cambio Esa clase de mierda no puede ser hecha a la ligera, y esta la complicación añadida de lo que los lessers te hicieron. Si no permite que nosotros procedamos, no importará si tienes parientes con colmillos, y no quiero hacerte pasar por una regresión ancestral si no hay nada que podamos hacer al respecto.
–¿Cuánto tiempo hasta que lo sepamos?
–Wrath dijo que hablaría con ella esta noche.
–¡Jesús, V! Espero…
–Quiero que te tomes algún tiempo y pienses en esto. Es una mierda pasar por una regresión. Tu cerebro va a quebrarse y entiendo que el dolor no es ninguna fiesta. Y podrías también querer hablar con Marissa sobre ello.
Butch pensó en ella. – Ah, pasare por esto. No te preocupes acerca de eso.
–No te sientas tan seguro…
–No lo estoy. Esto tiene que funcionar.
–Sin embargo, podría ser que no muy bien. – V contempló la punta iluminada de su mano enguantada-. Asumiendo que salgas del otro lado de la regresión bien, y podamos encontrar un pariente directo tuyo para poder utilizarlo en el salto del cambio, podrías morir en medio de la transición. Hay sólo una pequeña posibilidad de que sobrevivas.
–Lo haré.
V se rió en un estallido corto. – No puedo decidirme si tienes muchas pelotas o deseos de morir.
–Nunca subestimes el poder del auto-odio, V. Este infierno es un gran motivador. Además, ambos sabemos cual es la única otra opción.
Cuando sus miradas se encontraron, Butch supo que V estaba pensando en lo mismo que él. No importaban los riesgos que hubiera. Cualquier cosa era mejor que Vishous tuviera que matarlo, porque tenía que marcharse.
–Voy con Marissa ahora.
Butch hizo una pausa en su camino hacia la puerta al túnel. – ¿Estás seguro que no hay nada que podamos hacer sobre esos sueños tuyos?
–Tienes suficiente en tu plato.
–Soy un excelente multiusos, compañero.
–Vete con tu hembra, poli. No te preocupes por mí.
–Eres un grano en el culo.
–Le dijo la SIG a la Glock.
Butch maldijo y golpeó el túnel, tratando de no dejarse llevar totalmente por la excitación. Cuando llegó a la casa grande, fue hacia el segundo piso y pasó por el estudio de Wrath. En un impulso, llamó a la puerta. Después que el Rey contestó, Butch estuvo con él tal vez unos diez minutos, antes de que ir hacia la habitación de Marissa.
Estaba a punto de llamar cuando alguien le dijo: -No está aquí.
Giró en redondo y vio a Beth saliendo de la sala al final de pasillo, con un jarrón de flores en sus manos.
–¿Dónde está Marissa? – preguntó.
–Se fue con Rhage a comprobar la casa nueva.
–¿Qué casa nueva?
–Ha alquilado una casa para ella. Aproximadamente a siete millas de aquí.
¡Mierda! Se mudaba. Y ni siquiera se lo había dicho. – ¿Exactamente dónde está la casa?
Después de que Beth le dio la dirección y le aseguró que el lugar era seguro, su primer instinto fue correr hacia allí, pero descartó esa idea. Wrath estaba yendo hacia la Virgen Escriba en ese mismo instante. Tal vez podrían terminar con la regresión y habría buenas noticias para compartir.
–Regresará esta noche, ¿no? – Hombre, deseaba que le hubiera comentado algo acerca de la mudanza.
–Definitivamente. Y Wrath va a pedirle a Vishous que trabaje en el sistema de seguridad, así que se quedará aquí hasta que eso esté hecho. – Beth frunció el ceño-. ¡Hey…! no te ves muy bien. ¿Por qué no bajas conmigo y consigues algo de comida?
Asintió con la cabeza, aunque no tuviera ni idea de lo que le había dicho. – Tú sabes que la amo, ¿verdad? – Habló sin pensar, no muy seguro del porqué lo había dicho.
–Sí, lo sé. Y ella te ama.
¿Entonces por qué no habló con él?
Sí, y realmente ¿cuan fácil lo había hecho para ella últimamente? Había alucinado sobre la alimentación. Tomado su virginidad mientras estaba ebrio. Hiriéndola en el proceso. ¡Cristo!
–No tengo hambre, – dijo-. Pero miraré mientras comes.
Mientras en el Pit, Vishous salió de la ducha y gritó como una niña, golpeándose contra la pared de mármol.
Wrath estaba de pie en el cuarto de baño, un gran macho vestido de cuero del tamaño de un maldito Escalade.
–¡Cristo, mi señor! ¿Por qué asustas a un hermano?.
–Un poquito nervioso ¿eh, V?-Wrath le pasó una toalla-. Acabo de regresar de ver a la Virgen Escriba.
V hizo una pausa con la toalla bajo el brazo. – ¿Qué dijo?
–Que no me vería.
–Maldita sea, ¿por qué? – Se envolvió las caderas.
–Alguna mierda como “las ruedas del destino están girando”. Quién sabe. Una de las Elegidas me encontró. – La mandíbula de Wrath estaba tan apretada que era una maravilla que pudiera hablar en absoluto-. De todos modos, vuelvo mañana por la noche. Directamente, no lo veo claro.
Con la frustración aguijoneándole, V sintió que su párpado empezar a temblar. – ¡Mierda!
–Sí. – Hubo una pausa-. Y mientras estamos con esto de la mierda, hablemos sobre ti.
–¿Yo?
–Estás más tenso que un cable y tu ojo se mueve nerviosamente.
Cuando se puso el guante en la mano, Wrath se apoyó contra la puerta. – Mira, Vishous…
Oh, no iban a hacer esto. – Estoy bien.
–Seguro que lo estas. Así que este es el trato. Te doy hasta el fin de la semana. Si no te has enderezado para entonces, te sacaré de circulación.
–¿Qué?
–¿Estas loco? Te das cuenta que sólo somos cuatro ahora con Tohr fuera, ¿verdad? No puedes permitirte…
–Perderte. Sí, lo sé. Y desde luego no vas a ser asesinado debido a lo que sea que esta pasando en esa cabeza tuya. O no pasando, como sea.
–Mira, estamos todos en el borde,
–Hace un rato Butch se detuvo a verme un momento. Me contó acerca de tu repetida pesadilla.
–Ese cabrón. – Hombre, iba a clavar a su compañero de habitación en el suelo con una estaca, por soplón.
–Tenía sus razones para decírmelo. Tú deberías habérmelo dicho.
V se acercó a su oficina, donde estaban los papeles y el tabaco. Giró rápidamente buscando uno, necesitando algo en la boca. Era eso o seguir jurando.
–Tienes que ser examinado, V.
–¿Por quién? ¿Havers? Ningún TAC, o prueba de laboratorio va a decirme lo que está mal, porque no es físico. Mira, lo diré claro. – Echó un vistazo sobre su hombro y exhaló-. Soy el listo, ¿recuerdas? Resolveré esto.
Wrath bajó sus gafas, los pálidos ojos verdes quemando como luces de neón. – Tienes una semana para arreglar esto, o iré a la Virgen Escriba por ti. Ahora mueve el culo. Necesito hablar contigo acerca de algo mas relacionado con el poli.
Cuando el Rey salió dirigiéndose a la sala de estar, V aspiró con fuerza el cigarrillo y luego miró alrededor buscando un cenicero. ¡Maldita sea! lo había dejado fuera.
Estaba a punto de dirigirse a la sala de estar cuando miró su mano. Llevando la pesadilla enguantada hacia la boca, quitó el cuero del guante con los dientes y contempló su radiante maldición.
¡Mierda! La iluminación se estaba volviendo más y más brillante cada día.
Conteniendo el aliento, presionó el cigarrillo encendido en la palma. Cuando la punta ardiente tocó su piel, el brillo blanco debajo destelló aún más fuerte, iluminando las advertencias tatuadas, hasta que parecieron estar en tres dimensiones.
El cigarrillo fue consumido en un estallido de luz, el escozor chasqueó sus terminaciones nerviosas. Cuando sólo quedo polvo, lo sopló, mirando la pequeña nube precipitarse y desintegrarse en nada.
Marissa paseó por la casa vacía y terminó en la sala de estar, donde había comenzado. La casa era mucho más grande de lo que había pensado, especialmente dadas las seis recámaras subterráneas. Dios, había tomado el contrato de arrendamiento porque le había parecido mucho más pequeña que la de su hermano Havers, pero el tamaño era muy parecido. Esta casa colonial se sentía enorme. Y muy vacía.
Cuando se vio a si misma mudándose, se dio cuenta que nunca realmente había vivido antes en una casa sola. En su antigua casa, siempre había habido sirvientes y Havers y pacientes y personal médico. Y la mansión de la Hermandad estaba igualmente llena de gente.
–¿Marissa? – Las pesadas botas de Rhage subieron detrás de ella-. Tiempo de irse.
–No he tomado la medida de las habitaciones todavía.
–Haz que Fritz vuelva y lo haga.
Sacudió la cabeza. – Esta es mi casa. Quiero hacerlo.
–Entonces siempre podrás venir mañana por la noche. Pero tenemos que irnos ahora.
Echó un último vistazo alrededor, luego se dirigió hacia la puerta. – Bien. Mañana.
Se desmaterializaron detrás de la mansión, y cuando entraron por el vestíbulo, pudo oler el rosbif y oír la conversación que iba a la deriva por el comedor. Rhage le sonrió y comenzó a desarmarse, quitándose la pistolera y las dagas de sus hombros mientras gritaba llamando a Mary.
–¡Hey!
Marissa giró. Butch estaba en las sombras de la sala de billar, inclinado sobre la mesa del fondo, un ancho vaso de cristal en la mano. Estaba vestido con un traje fino y una corbata azul claro… pero mientras lo miraba, todo lo que veía era a él desnudo y apoyado en sus brazos sobre ella.
Justo cuando el calor se arremolinó, apartó los ojos.
–Te ves diferente en pantalones.
–¿Qué? ¡Oh! Estos son de Beth.
Tomó un trago de su vaso. – Oí que estas alquilando una casa.
–Sí, acabo de venir de allí.
–Beth me lo dijo. ¿Así que cuánto tiempo más te vas a quedar por aquí? ¿Una semana? ¿Menos? Probablemente menos, de hecho.
–Probablemente. Iba a decírtelo, pero apenas la alquilé, y con todo lo ocurrido, no he tenido el tiempo de hacerlo. No lo estaba escondiendo de ti ni nada parecido. – Cuándo él no contestó, dijo- ¿Butch? ¿Estas… estamos… bien?
–Sí. – Miró el whisky-. O al menos vamos a estarlo.
–Butch… mira, sobre lo que pasó…
–Sabes que no me importa lo del fuego.
–No, quiero decir… en el dormitorio.
–¿El sexo?
Se ruborizó y bajó los ojos. – Quiero intentarlo otra vez.
Cuando él no dijo nada, echó un vistazo.
Su mirada avellana era intensa. – ¿Sabes que es lo que quiero? Sólo una vez, quiero ser lo suficiente bueno para ti. Sólo… una vez.
–Lo eres.
Él extendió los brazos y echó un vistazo a su cuerpo. – No como soy ahora. Pero voy a hacer algo para poder serlo. Voy a ocuparme de este problema mío.
–¿De qué estas hablando?
–¿Me dejarás acompañarte a la cena? – Como para distraerla, avanzó y le ofreció su brazo. Cuando no lo tomó, dijo-. Confía en mí, Marissa.
Después de un largo momento, aceptó su cortesía, pensando que al menos no se había apartado de ella. Que era lo que podría haber jurado que había estado haciendo justo después del fuego.
–¡Hey, Butch! Detente un momento, hombre.
Tanto ella como Butch miraron alrededor. Wrath estaba saliendo de la puerta oculta debajo de la escalera y Vishous estaba con él.
–Buenas tardes, Marissa -dijo el Rey-. Poli, te necesito un segundo.
Butch asintió. – ¿Que pasa?
–¿Nos disculpas, Marissa?
Las expresiones en las caras de los Hermanos eran suaves, sus cuerpos relajados. Y ni por un instante ella se creyó esa actitud de “no pasa nada especial”. Pero ¿Que iba a hacer, quedarse allí?
–Te esperaré en la mesa -le dijo a Butch.
Se dirigió al comedor, luego hizo una pausa y miró hacia atrás. Los tres machos estaban de pie juntos, Vishous y Wrath altísimos sobre Butch, mientras conversaban. Una mirada sorprendida golpeó la cara de Butch, las cejas levantándose en su frente. Luego asintió y cruzó los brazos sobre el pecho, como si se hubiera preparado y estuviera listo para irse.
El temor cayó sobre ella. Negocios de la Hermandad. Lo sabía.
Cuándo Butch llego a la mesa diez minutos más tarde, le dijo. – ¿Sobre qué hablaron Wrath y V contigo?
–¡Ah! Eso es… bueno.
–Es lo que he hecho para vivir durante muchos años.
–¿Es eso todo lo que harás?
Cuando un plato con comida fue puesto delante de él, terminó el whisky. – Sí. Bien… los Hermanos van a comenzar a patrullar áreas rurales, así que me han pedido que trabaje en una ruta para ellos. Voy a ir con V y hacer eso después del ocaso esta noche.
Ella asintió con la cabeza, diciéndose que eso iba a estar bien. Mientras no luchara. Mientras no lo hiciera.
–Marissa, ¿qué pasa?
–Yo… ¡Oh! es sólo que no quiero verte herido. Quiero decir, eres humano y todo eso y…
–Así que hoy tengo que hacer un poco de investigación.
Bien… si eso no era una puerta cerrada para ella. Y si presionaba sobre la cuestión, sólo iba a hacerlo sonar como si pensara que él era totalmente débil. – ¿Investigación sobre qué?
Él recogió el tenedor. – Lo que me pasó. V ya ha estudiado las Crónicas, pero dijo que podía intentarlo, también.
Asintió y comprendió que no pasarían el día durmiendo juntos, lado a lado, en su cama. O en la de él.
Tomó un sorbo del vaso de agua y se maravilló de como podías sentarte así de cerca de alguien y todavía sentir que esa persona estaba totalmente alejada.
Mientras repasaba sus notas de explosivos plasticos, los otros aprendices entraron parloteando y se fueron colocando, el habitual alboroto alrededor del trabajo… hasta que todo el mundo se quedó en silencio.
John levantó la vista. Había un hombre en la entrada, un hombre que parecia un poco inestable, o tal vez borracho. Que demonios…
John se quedó con la boca abierta cuando contemplo la cara y el cabello rojo. Blaylock. Era… Blaylock, sólo que mejor.
El tipo miró hacia abajo y torpemente caminó hacia el fondo del salón. Realmente, iba arrastrando los pies más que andado, como si realmente no pudiera coordinar los brazos y las piernas. Después de sentarse, movió sus rodillas bajo la mesa hasta que cupieron, entonces se encorvó como si tratara de hacerse más pequeño.
Sí, buena suerte en eso. ¡Jesús! era… enorme.
Mierda santa. Había pasado por la transición.
Zsadist apareció en el aula, cerró la puerta y echó un vistazo a Blaylock. Después de cabecear rapidamente, Z fue directamente a la enseñanza.
–Hoy vamos a hacer una introducción a la guerra química. Hablaremos del gas lacrimógeno, el gas mostaza… ¾El Hermano hizo una pausa. Entonces blasfemó cuando vió obviamente que nadie le prestaba atención, porque todos contemplaban a Blay.
–Bien, mierda. Blaylock ¿quieres decirles como fue? No vamos a hacer nada hasta que lo hagas.
Blaylock giró el rostro colorado y nego con la cabeza, abrazándose a sí mismo.
–Bien, aprendices, sus ojos aquí. – Todos miraron a Z- Quereis saber lo que es, os lo diré.
John se sento bien y presto atención. Z hablo en general sin revelar nada acerca de si mismo, pero de cualquier forma dio información valiosa. Y cuanto más hablaba el Hermano, más le vibraba el cuerpo a John.
Así es, le dijo a su sangre y a sus huesos. Tomen nota y hagamos esto pronto.
Ya estaba tan preparado para ser un hombre.
Van salió de la Town Country, cerró la puerta del pasajero silenciosamente y se quedó en las sombras. Lo que veía aproximadamente a cien yardas de distancia le recordó donde había crecido: la casa destartalada, con techos de cartón alquitranado y un coche que se pudre en el patio de al lado. La única diferencia era que ésta, estaba en medio de la nada, y su vecindad, estaba más cerca de la ciudad. Pero estaban a los mismos dos pasos de la pobreza.
Cuando exploró el área, lo primero que notó fue un sonido raro que cortaba la noche. Golpeaba rítmicamente… ¿como si alguien cortara troncos? No… era más parecido a un golpeteo. Alguien estaba golpeando probablemente en lo que era la puerta trasera de la casa que tenía delante de él.
–Este es su objetivo para esta noche -dijo el Sr. X. mientras otros dos lessers bajaban del monovolumen-. El destacamento diurno ha estado vigilando este lugar toda la semana pasada. Ninguna actividad hasta después del anochecer. Barras de hierro sobre las ventanas. Las cortinas siempre están corridas. El objetivo es la captura, pero puede haber matanza si piensa que van a escaparse…
El Sr. X se detuvo y frunció el ceño. Entonces miró alrededor.
Van hizo lo mismo sin notar nada fuera de lo común.
Hasta que un Cadillac Escalade negro apareció en la calzada. Con los cristales tintados y todo el cromado, el coche parecía valer más que la casa. ¿Qué demonios hacía ese coche en este bario?
–Vamos, armaos – siseo el Sr. X¾. ¡Ahora!
Van tomo su nueva Smith Wesson 40, sintiendo el peso en su palma. Notó como su cuerpo se preparaba para la lucha que tenia por delante, estaba preparado para encontrarse con su rival.
Excepto que el Sr. X lo miraba contrariado.
–Manténgase apartado. No quiero que se comprometa. Sólo observe.
Hijo de puta, pensó Van, pasándose la mano por el cabello oscuro. Miserable hijo de puta .
–¿Está claro? – La cara del Sr. X era terriblemente fría¾. Usted no entra en acción.
La mejor respuesta que consiguió dar Van fue hacer un gesto afirmativo inlcinando un poco la barbilla y mirar hacia lo lejos para impedirse blasfemar en voz alta. Con los ojos fijos en el SUV, vio cuando éste consiguió llegar al final del callejón y se detuvo.
Claramente, era una especie de patrulla. No de policias, sin embargo. Al menos, no humanos.
El motor del Escalade se apagó y dos hombres salieron. Uno era de un tamaño relativamente normal, asumiendo que hablabas de defensas de futbol. El otro tipo era enorme.
¡Jesucristo!… un Hermano. Tenia que ser. Y Xavier tenía razón. Aquel vampiro era más grande que todo lo que Van había visto alguna vez y eso que él había entrado al cuadrilátero con tipos de tamaños monstruosos en su día.
Justo entonces, el Hermano desapareció, haciendo ¡poof!, en el aire. Antes de que Van pudiera preguntar de que mierda se trataba todo esto, el copañero del vampiro giró su cabeza y miró fijamente al Sr. X. Incluso aunque todos estaban en las sombras.
–Oh, mi Dios… – Xavier suspiró¾. Él está vivo. Y el maestro… está con…
El Fore-lesser avanzó tambaleándose y siguió avanzando. Directamente a la luz de la luna. Directamente en medio del camino.
¿En que demonios estaba pensando?
El cuerpo de Butch tembló cuando miró al lesser de cabello pálido, que surgió de la oscuridad. Ninguna duda, éste era el que había trabajado en él, incluso aunque Butch no tuviera ningún recuerdo consciente de la tortura, su cuerpo parecía saber quién le había hecho daño, su recuerdo enquistado en la misma carne que había sido rasgada y magullada por el bastardo.
Butch estaba empeñado en tener al Fore-lesser.
Excepto que la mierda golpeó el abanico antes de que tuviera la oportunidad.
En algún sitio por detrás de la casa, una sierra mecanica arrancó con un rugido, gimiendo a todo volúmen. Y en aquel momento exacto, un segundo lesser de cabello pálido salió de los bosques con el arma apuntado a Butch.
Cuando la semiautomática se descargó y las balas zumbaron sobre su cabeza, Butch tomo su propia Glock y se atrinchero en la parte de atrás del Escalade. Una vez que tuvo un escudo, devolvió el saludo, manteniéndose inclinado, su Glock le golpeaba en la palma de la mano y mantenía los órganos vitales fuera de la línea del fuego. Cuando se dio un respiro al recargar, miró detenidamente por el cristal a prueba de balas. El pistolero que estaba detrás del coche oxidado que parecía una res muerta, estaba sin duda recargando. Como Butch.
Y sin embargo el primer asesino, el torturador de Butch, todavía no se había armado. El tipo estaba de pie sólo en medio del camino, contemplando a Butch.
Casi como si tragar plomo lo hiciera feliz.
Realmente listo para complacerlo jodidamente bien. Butch se asomó por un costado del SUV, tiró del gatillo y le metió una bala al tipo en el medio del pecho. Con un gruñido, el Fore-lesser se tambaleó hacia atrás pero no cayó. Parecia simplemente molesto, soportando el impacto de la bala como si no fuera nada más que una picadura de abeja.
Butch no tenía ni idea de qué hacer, pero no había tiempo de preguntarse por qué sus balas no frenaban a aquel asesino en particular. Doblando el brazo ligeramente, comenzo a tirotear al tipo otra vez, los disparos saliendo de la boca del cañón en rapida sucesión. Finalmente, el lesser, cayó hacia atrás en toda su extensión…
A Butch le llegó un ruido de tableteo, tan fuerte que pensó que otra arma se descargaba.
Se dio la vuelta, agarrando la Glock con las dos manos apuntando firmemente al frente. ¡Ah, que cagada!
Una hembra con un niño en brazos salían disparados de la casa, cegados de pánico. Y ella tenía buenas razónes para salir corriendo. Sobre sus talones habia un macho grande y pesado, con el ansia de castigo pintada en el rostro y una sierra mecanica levantada por encima del hombro. El lunático estaba a punto de caer sobre ellos con aquella cuchilla que giraba, lista, deseosa, y capaz de matar.
Butch levantó dos pulgadas el cañon del arma, apuntando a la cabeza del hombre, y apretó el gatillo…
Justo cuando Vishous aparecia detrás del tipo intentando sacarle la sierra.
–¡Joder! ¾Butch trató de evitar que el índice apretara, pero el arma corcoveó y la bala salió disparada…
Alguien lo agarró por la garganta: el segundo lesser con el arma se había movido rápido.
Butch, se vio alzado en el aire y tirado sobre la capota del Escalade como si fuera un bate de béisbol. Con el impacto, perdió la Glock, el arma saltó lejos, rebotando metal contra metal.
A la mierda con ella, pensó. Metió la mano en el bolsillo de la chaqueta y tanteó en busca de la navaja que llevaba. Bendito fuera el corazón de la cosa, encontró su palma como si estuviera entrenada para ello entonces arrastró el brazo para liberarlo. Mientras soltaba la hoja de la navaja, movió el torso hacia la izquierda y apuñaló el costado del asesino que lo sujetaba.
Hubo un alarido de dolor. Se liberó del agarre…
Butch empujó con fuerza el pecho del lesser, alejándolo. Cuando el bastardo se mantuvo en el aire durante una fracciòn de segundo, balanceó el cuchillo en un arco. La navaja pasó como un rayo a traves de la garganta del lesser, abriendo una fuente de sangre negra.
Butch dió una patada al asesino para que cayera en la tierra y se volvió hacia la casa.
Vishous sostenía su propia lucha contra el tipo de la sierra, evitando los crujientes eslabones y lanzándole tiros al cuerpo. Mientras tanto, la hembra con el niño corría como el demonio a través del patio de al lado, mientras otro lesser de cabello palido se le acercaba por la derecha.
–Llama a Rhage -V tuvo la presencia de ánimo para gritar.
–Voy por Vic -grito Butch cuando salió.
Salió corriendo, sus pies haciendo un surco en la tierra, elevando las rodillas hasta el pecho. Rezó para poder llegar a tiempo, rezó para ser lo suficientemente rápido… Por favor, sólo esta vez…
Interceptó al lesser con una voltereta espectacular. Cuando cayeron, le gritó a la hembra para que se fuera.
Se escucharon balazos provenientes de algún sitio, pero estaba demasiado ocupado en la confusa pelea como para preocuparse. El lesser y el rodaron por la tierra con parches de nieve, dándose puñetazos y estrángulandose el uno al otro. Sabía que si seguian así, perdería, entonces con la desesperación y una especie de instinto de conservación, dejó de luchar, dejó que el asesino lo dominara… y luego trabó la mirada en la del no muerto.
Ese vínculo, esa horrible comunion, el riguroso lazo entre ellos echó raíces en un instante, dejándolos a ambos inmóviles. Y con el vinculo llegó el impulso de consumir.
Abrió la boca y comenzó a inhalar.
Excepto que entonces se congelaron, y la dinámica cambio, las reglas de fuerza y debilidad habían cambiado. El asesino podría estar encima, pero el humano era el que mandaba.
El Sr. X se quedo sin aliento. Algo estaba pasando allí… algo…
Pero entonces un Hermano de cabello rubio se materializó en el aire, directamente al lado de los dos. El guerrero se precipitó y arrancó al lesser del humano, rompiendo cualquier eslabón que hubiese sido forjado…
Van salió de entre las sombras, bloqueándole la vista del Sr. X.
–¿No le gustaría salir de aquí?
Probablemente fuera el curso de acción más seguro. Estaba a punto de desmayarse.
–Sí… y movámonos rápido.
Cuando recogieron al Sr. X y corrieron con él hacia el monovolumen, su cabeza oscilaba como una muñeca de trapo medio rellena, pero alcanzó a ver como el Hermano rubio desintegraba al otro lesser, y luego se arrodillaba para comprobar al humano.
Estos héroes de mierda.
El Sr. X dejo que sus ojos se cerraran. Y agradeció al Dios, en el que no creía, que Van Dean fuera un recluta demasiado nuevo para saber que los lesser no llevaban a los heridos a casa
Por lo general, abandonaban a un asesino dañado donde caía, tanto para que los Hermanos lo apuñalaran mandándolo de vuelta hacia El Omega o para que se pudriese lentamente.
El Sr. X se sintió empujado dentro del monovolumen, luego el motor se encendió y se alejaron. Descansando de espaldas, se palpó alrededor del pecho, evaluando las heridas. Iba a recuperarse, llevaría tiempo, pero no le habían hecho tanto daño a su cuerpo para no poder regenerarse.
Cuando Van tomó una curva cerrada a la derecha, X fue lanzado contra la puerta.
Al oír su gruñido de dolor, Van miró hacia atrás.
–Lo lamento.
–A la mierda con eso. Sácanos de aquí.
Cuando el motor acelero otra vez, el Sr. X cerró los ojos. Hombre, ¿aquél humano que se revelaba vivo y respirando? Un serio problema. Un problema muy serio. ¿Qué había pasado? ¿Y por qué no sabía El Omega que el humano todavía vivía? ¿Especialmente porque el tipo apestaba a la presencia del maestro?
Mierda, quién sabía el por qué. Lo más importante, ahora que X era consciente de que el hombre vivía, ¿se lo decía al Omega? ¿O sería una noticia de última hora que provocaría otro cambio de mando y X conseguiría ser condenado para siempre? Había jurado al maestro que los Hermanos habían eliminado a aquel tipo. Iba a parecer un idiota cuando resultara no ser cierto.
El caso era, que él estaba vivo y en este lado por ahora, y tenía que mantenerse aquí hasta que Van Dean entrara en su poder. Así que no… no habría ningún informe acerca del Troyano humano.
Pero el hombre era un riesgo peligroso. Uno que tenía que ser eliminado cuanto antes.
Butch estaba tieso sobre la nieve, tratando de recuperar el aliento, todavía atrapado en lo que demonios fuera que había pasado cuando él y uno de aquellos lesser se habían encontrado.
Con el estómago revuelto, se preguntó donde estaba Rhage. Después de que Hollywood hubiera cortado el vínculo con el lesser y matado al bastardo, se había dirigido a los bosques para asegurarse de que no había ninguno más en los alrededor.
Entonces, probablemente era una buena idea ponerse en pie y rearmarse por si venían más.
Cuando Butch se alzó sobre los brazos, vio a la madre y a la niña al otro lado del césped. Se encogían detrás de un cobertizo, juntas y tan apretadas como uvas. Mierda… las reconoció, las había visto en lo de Havers. Estas dos eran las que habían estado sentadas con Marissa el día que había dejado finalmente la habitación de cuarentena.
Sí, definitivamente este era el par. La joven tenía enyesada la pierna.
Pobrecitas, pensó. Acurrucadas como estaban, se parecían a las victimas humanas que había visto alguna vez en el trabajo, las características de trauma sobresalían claramente, trascendiendo las características de las especies: los ojos bien abiertos de la madre, la piel pálida y las ilusiones de la vida rotas, eran exactamente iguales que las que había tratado antes.
Se puso de pie y se acercó despacio a ellas.
–Soy un… – casi dijo detective de policía-. Soy un amigo. Sé lo que son y voy a cuidar de ustedes.
Los ojos dilatados de la madre se levantaron del cabello sucio de su hija.
Manteniendo la voz serena y no acercándose más, señaló el Escalade.
–Me gustaría que ambas se sentaran en aquel coche. Le daré las llaves, tendrá el control y puede cerrarlo por dentro. Luego voy a hacer un registro rápido con mi compañero, ¿está bien? Después, podrá ir con Havers.
Esperó mientras la hembra le lanzaba una mirada calculadora que le era totalmente familiar: ¿Le haría daño a ella o a su niña?, se preguntaba. ¿Se atrevería a confiar en alguien del sexo opuesto? ¿Cuáles eran sus otras opciones?
Manteniendo a su hija apretada entre los brazos, luchó para ponerse de pie, luego extendió la mano. Se acercó y depositó las llaves en su palma, sabiendo que V tenía otro juego y podrían entrar en el Escalade si tuvieran necesidad.
De un salto, la hembra se dio la vuelta y corrió, con su hija, una pesada y balbuceante carga.
Cuando Butch las vio irse, sabía que la cara de la niña iba a perseguirlo toda la noche. A diferencia de su madre, estaba totalmente tranquila. Como si esta clase de violencia fuera habitual.
Con una maldición, corrió hacia la casa y gritó:
–V, voy a entrar.
La voz de Vishous descendió desde el segundo piso.
–No hay nadie más aquí. Y no conseguí la matrícula de aquel monovolumen que salía.
Butch comprobó el cuerpo de la entrada. Vampiro macho, parecía tener treinta y cuatro años más o menos. Por otra parte todos se veían igual hasta que comenzaban a envejecer.
Con el pie, Butch dio un toque a la cabeza del tipo. Estaba suelta como un arco sin tensar.
-¿Todavía sigue muerto?
–Síp. Le diste duro… Mierda. Sangras por el cuello. ¿Te pegué un tiro?
V subió la mano hacia la garganta, luego miró la sangre en su palma.
–No sé. Luchamos en la parte de atrás de la casa y me dio con la sierra, así que esto podría haber sido causado por cualquiera de las dos cosas. ¿Dónde está Rhage?
–Aquí mismo. ¾Hollywood caminó hacia ellos¾. Atravesé el bosque. Todo esta despejado. ¿Qué pasó con la madre y la niña?
Butch señaló con la cabeza la puerta principal. – En el Escalade. Deberían ir a la clínica. La madre tiene contusiones recientes.
–Bien, tú y yo las llevaremos -dijo V-. Rhage, ¿por qué no regresas con los gemelos?
–Bien. Ellos se dirigen ahora hacia el centro de la ciudad para cazar. Tengan cuidado, ustedes dos.
Cuándo Rhage se desmaterializó, Butch preguntó.
–¿Qué quieres hacer con el cuerpo?
–Pongámoslo en la parte de atrás. El sol aparecerá en un par de horas y se encargara de él.
Entre los dos recogieron al macho, caminaron con el por la sucia casa y lo dejaron al lado del armazón podrido de un sofá.
Butch hizo una pausa y miró la puerta trasera destrozada.
–Entonces… este tipo aparece y se comporta a lo Jack Nicholson con su esposa y su pequeña. Mientras tanto, los lessers han estado vigilando el lugar y por suerte, por suerte ellos escogieron esta noche para atacar.
–Bingo.
–¿Hay muchos problemas domésticos como esté?
–En el Viejo País, seguro, pero aquí no he oído de muchos.
–Tal vez no han sido reportados.
V frotó su ojo derecho, que se movía nerviosamente.
–Tal vez. Sí… tal vez.
Pasaron por lo que quedaba de la puerta trasera y la cerraron lo mejor que pudieron. En el camino hacia la puerta delantera, Butch vio un animal de peluche en la esquina de la sala de estar, como si lo hubieran dejado caer allí. Recogió el tigre y frunció el ceño, el maldito pesaba una tonelada.
Se lo puso debajo del brazo, sacó el teléfono móvil e hizo dos llamadas rápidas, mientras V trabajaba en la puerta principal para conseguir cerrarla. Después caminaron hacia el Escalade.
Butch se acercó con cautela al lado del conductor, con las manos levantadas, el animal pendía de una de sus palmas. Y Vishous fue alrededor del capó con el mismo ademán agradable y simple, deteniéndose aproximadamente a tres pasos de distancia de la puerta de pasajeros. Ninguno de los dos se movió.
El viento llegó del norte, una brisa fría, húmeda, que hizo que Butch se percatara de los dolores causados por la pelea.
Después de un momento, las cerraduras del coche fueron liberadas con un sonido penetrante.
John no podía dejar de contemplar a Blaylock. Sobre todo en la ducha. El cuerpo del tipo era enorme ahora, músculos que brotaban de sitios diferentes, que abrazaban su espina dorsal, llenando piernas y hombros, alzando sus brazos, era fácilmente seis pulgadas más alto. Cristo, debía medir seis pies con cuatro de alto ahora.
Pero la cosa era, que no parecía feliz. Se movía torpemente, mirando la pared de azulejos la mayor parte del tiempo, mientras se lavaba. Se estremecía, el jabón que usaba parecía irritarlo, o tal vez era la piel el problema. Pero seguía tratando de meterse bajo la ducha, solo para retroceder y volver a ajustar la temperatura.
–¿Ahora te vas a enamorar de él? Los hermanos se podrían poner celosos.
John fulminó con la mirada a Lash. El tipo sonreía mientras lavaba su pequeño pecho, una gruesa cadena de diamantes agarraba las burbujas de jabón.
–Hey, Blay, no dejes caer ese jabón. El joven John te observa como si fueras comida, quiere aprender.
Blaylock no hizo caso del comentario.
–Hey, Blay. ¿Me oíste? ¿O estas fantaseando con poner al joven John sobre sus rodillas?
John camino delante de Lash, bloqueando la vista del otro tipo.
–Ah, por favor, ¿cómo si fueras a protegerlo? ¾Lash observó a Blaylock¾. Blay no necesita la protección de nadie. Es un hombre graaaande ahora, ¿no es cierto, Blay? Dime, si John aquí quiere hacerte acabar, ¿vas a dejarlo? Apuesto que si. Apuesto que no puedes esperar. Ustedes dos formarían una…
John embistió, tiró a Lash sobre el azulejo mojado, y… lo golpeó insensiblemente.
Era como si estuviera en piloto automático. Golpeó al tipo en la cara una y otra vez, sus puños montaban en una onda de cólera hasta que el suelo de la ducha se cubrió de un rojo brillante que corría hacia el desagüe. Y no importó cuantas manos agarraran los hombros de John, no hizo caso de ellas y siguió golpeando.
Hasta que de repente fue alzado en el aire y alejado de Lash.
Luchó con quienquiera que lo sostenía, peleando y arañando hasta que fue débilmente consciente de que el resto de la clase se había echado hacia atrás por miedo.
Y John siguió luchando y gritando sin hacer ningún sonido mientras era arrastrado fuera de la ducha. Del vestuario. Bajando por el pasillo. Arañó y dio puñetazos hasta que fue lanzado contra las colchonetas azules del suelo del gimnasio y se quedó sin aliento.
Durante un momento, todo lo que pudo hacer fue mirar las rejas de las luces del techo, pero cuando sintió que estaba siendo contenido contra el suelo, volvió a luchar. Enseñando los dientes, mordió la gruesa muñeca que estaba cerca de su boca.
Repentinamente, fue lanzado sobre su estomago y un enorme peso cayo en su espalda.
–¡Wrath! ¡No!
Registró el nombre sólo nominalmente. Y la voz de la Reina, menos. John estaba mas allá de la ira, quemándose sin control, sacudiéndose alrededor.
–¡Le haces daño!
–¡Permanece al margen, Beth!
La dura voz del Rey sonó en el oído de John.
–¿Terminaste hijo? ¿O quieres otra ronda con esos dientes tuyos?
John luchó aunque no podía moverse y su fuerza decaía.
–Wrath, por favor déjalo levantarse…
–Esto es entre él y yo, leelan. Quiero que vayas al vestuario y trates con la otra mitad de este lío. Aquel muchacho de la ducha va tener que ser llevado a Havers.
Se escuchó una maldición y luego el sonido de una puerta al cerrarse.
Volvió a escuchar la voz de Wrath al lado de su cabeza. ¾¿Crees que reventar a uno de esos chicos te hará un hombre?
John se rebeló contra la carga de su espalda, no preocupándose de que fuera el Rey. Todo lo que importaba, todo lo que sentía, era la furia que corría por sus venas.
–¿Piensas que hacer sangrar a ese idiota de boca suelta va a hacerte entrar en la Hermandad? ¿Lo crees?
John luchó más duro. Al menos hasta que una mano pesada se posó sobre la parte trasera de su cuello y logró que su cara entrara en comunión con las colchonetas del suelo.
–No necesito matones. Necesito soldados. ¿Quieres saber la diferencia? Los soldados piensan. ¾Presionó más el cuello hasta que John no pudo parpadear, debido a que los ojos le sobresalían como los de un insecto-. Los soldados piensan.
De repente el peso desapareció y John jadeó, tomó aliento, el aire se deslizó a través de los dientes delanteros y raspó al bajar por su garganta.
Más respiración. Más respiración.
–Levántate.
Vete a la mierda, pensó John. Pero empujó contra la colchoneta. Lamentablemente, su estúpido y débil cuerpo de asno parecía estar encadenado al suelo. Literalmente no podía levantarse.
-Levántate.
Vete a la mierda.
–¿Qué me has dicho? ¾John fue levantado de un tirón por las axilas y se vio cara a cara con el Rey. Quién estaba ferozmente enfadado.
El miedo golpeó a John con fuerza, dándose cuenta en ese momento de cómo había perdido completamente el control.
Wrath le enseñó unos colmillos tan largos como las piernas de John.
–¿Crees que no puedo oírte sólo porque no puedes hablar?
Los pies de John pendieron durante un momento y luego lo dejo caer. Cuando las rodillas le fallaron, se derrumbó sobre las colchonetas.
Wrath bajó la vista y lo miró con desprecio.
–Es jodidamente mejor que Tohr no esté aquí en este momento.
No es justo, quiso gritar John. No es justo.
–¿Crees que Tohr habría estado impresionado con esto?
John se forzó a levantarse del suelo y se tambaleó sobre sus pies, fulminando con la mirada a Wrath.
No diga ese nombre -articuló-. No diga su nombre.
De ninguna parte, sintió que un dolor le atravesaba las sienes. Después, en su mente, oyó la voz de Wrath que decía la palabra Tohrment una y otra vez. Sujetando las manos sobre sus oídos, tropezó, retrocediendo.
Wrath lo siguió, avanzando, el nombre se hizo más fuerte, hasta que se convirtió en un alto, implacable, machacante cántico. Entonces John vio el rostro, el rostro de Tohr, nítidamente como si estuviera ante él. Los ojos azul marino. El oscuro cabello corto, estilo militar. Los rasgos duros.
Abrió la boca y comenzó a gritar. Ningún sonido salió, pero siguió gritando hasta que llego el llanto. Hundido por la angustia, echando de menos al único padre que había tenido, cubrió sus ojos y encorvó los hombros, encerrándose en si mismo mientras comenzaba a llorar.
En el instante en que cedió, todo lo demás se esfumó. La mente quedó en silencio. La visión desapareció.
Fuertes brazos lo alzaron.
John comenzó a gritar otra vez, pero ahora de agonía, no de furia. Sin otro lugar adonde ir, se aferró a los enormes hombros de Wrath. Todo lo que quería era que dejara de doler… Quería que el dolor que había dentro de él, las cosas que trataba de enterrar profundamente en su interior, se fueran. Sentía en carne viva las emociones, que le habían dejado las pérdidas en su vida y las trágicas circunstancias, no había nada más que heridas en su interior.
–Mierda… -Wrath lo meció suavemente-. Esta bien, hijo. Dios… maldición.
–¿Podrías esperarme, Fritz? Me gustaría ir a la casa de alquiler después de esto.
–por supuesto, señora.
Se dio la vuelta y miró la entrada trasera de la clínica de Havers, preguntándose si la dejaría pasar.
–Marissa.
Ella se dio la vuelta.
–Oh, Dios… Butch. – Echó a correr hacia el Escalade-. Me alegro tanto de que me llamases. ¿Estás bien? ¿Y ellas?
–sí. Les están haciendo una revisión.
–¿Y tú?
–Bien. Simplemente bien. Aunque me pareció mejor esperar afuera, porque… ya sabes.
Sí, Havers no estaría muy feliz de verlo. Probablemente tampoco le gustaría cruzarse con ella.
Marissa echó un vistazo hacia la entrada trasera de la clínica.
–la madre y la niña… ¿no pueden irse a casa después de esto, verdad?
–De ninguna manera. Los lessers conocen la situación de la casa, así que no es seguro. Y francamente, de todos modos no había demasiado allí.
–¿Y qué pasó con el hellren de la madre?
–Ya se han… encargado de él.
Dios, no se debería sentir aliviada de que hubiese habido una muerte, pero lo estaba. Al menos hasta que pensó en Butch en el campo de batalla.
–Te amo -soltó-. Es por eso que no quiero que vayas a luchar. Si te perdiese por cualquier razón, mi vida se acabaría.
Los ojos de Butch se abrieron enormes, y ella se dio cuenta de que no habían hablado de amor durante lo que parecía una eternidad. Pero estaba poniendo esto como regla número uno. Odiaba pasar las horas del día lejos de él, odiaba la distancia entre ellos, y por su parte no iba a dejar que la situación continuase así.
Butch se acercó, poniendo las manos en la cara de Marissa.
–Cristo, Marissa… no sabes lo que significa oírte decir eso. Necesito saberlo. Necesito sentirlo.
La besó suavemente, susurrando cosas cariñosas contra su boca, y cuando tembló, la sostuvo con cuidado. Todavía había cosas incómodas sin solucionar entre ellos, pero ninguna importaba en ese momento. Simplemente necesitaba volver a conectar con él.
Cuando Butch se separó un poco, ella dijo: -Voy a ir adentro pero, ¿esperarás? Me gustaría enseñarte mi nueva casa.
Él recorrió su mejilla ligeramente con la yema del dedo. Aunque sus ojos se volvieron tristes, dijo: -sí, esperaré. Y me encantaría ver dónde vas a vivir.
–No tardaré mucho.
Lo besó otra vez y después se marchó hacia la clínica. Como se sentía como una intrusa, fue una sorpresa ser admitida al interior sin una queja, pero supo que no quería decir que las cosas fuesen a ir sobre ruedas. Mientras bajaba por el ascensor, jugueteó con el cabello. Estaba nerviosa por ver a Havers. ¿Habría un escándalo?
Cuando entró a la sala de espera, el personal de enfermería sabía exactamente a lo que había venido, y la llevaron abajo, a la habitación de un paciente. Llamó a la puerta y se puso rígida.
Havers levantó la vista de la conversación que mantenía con la joven en la sala y su cara se congeló. Cuando pareció perder el hilo de las palabras que estaba diciendo, empujó hacia arriba las gafas y después se aclaró la garganta con una tos.
–¡Viniste! – le dijo la joven en voz alta a Marissa.
–Hola -dijo ella, levantando la mano.
–Si me perdona -murmuró Havers a la madre-, iré a poner los papeles del alta en orden. Pero como le dije, no hay prisa para que se vaya.
Marissa miró fijamente a su hermano cuando avanzó hacia ella, preguntándose si se daría por enterado de su presencia. Y lo hizo, por decirlo de alguna forma. Su mirada pasó por los pantalones que llevaba puestos e hizo un gesto de disgusto.
–Marissa.
–Havers.
–Pareces estar… bien.
Palabras bastante agradables. Pero lo que quería decir es que parecía diferente. Y que no lo aprobaba.
–Estoy bien.
–Si me disculpas.
Cuando se fue sin esperar respuesta, la cólera hirvió en la garganta de Marissa, pero no dejó salir las palabras desagradables que tenía en la punta de la lengua. En vez de eso, fue hacia la cabecera de la cama y se sentó. Cuando le tomó la mano a la pequeña hembra, intentó pensar qué decir, pero la voz cantarina de la joven llegó primero.
–Mi padre está muerto -dijo la niña basándose en los hechos-. mi mahmen está asustada. Y no tenemos ningún sitio donde dormir si nos vamos de aquí.
Marissa cerró los ojos brevemente, agradeciendo a la querida Virgen Escriba que por lo menos tenía respuesta para uno de esos problemas.
Miró a la madre.
–sé exactamente dónde debería ir. Y voy a llevarla allí pronto.
La madre comenzó a negar con la cabeza.
–No tenemos dinero…
–Pero yo puedo pagar el alquiler -dijo la joven, levantando su tigre hecho andrajos. Aflojó la costura en la parte de atrás, metió la mano en el interior y sacó la placa de los deseos-. ¿Es de oro, verdad? Así que es dinero… ¿no?
Marissa respiró profundamente y se dijo que no debía llorar.
–no, eso es un regalo que te hice. Y no hay alquiler que pagar. Tengo un hogar vacío que necesita gente que lo llene. – Volvió a mirar a la madre-. Me encantaría que las dos viniesen allí conmigo tan pronto como mi nueva casa esté lista.
Cuando finalmente John volvió al vestuario tras el desastre, estaba totalmente solo. Wrath había vuelto a la casa principal, se habían llevado a Lash a la clínica, y los otros chicos se habían ido a casa.
Lo que era bueno. En la rotunda tranquilidad, se tomó la ducha más larga de su vida, simplemente quedándose parado bajo el chorro caliente, dejando que el agua lo recorriese. Su cuerpo se sentía dolorido. Enfermo.
Jesucristo. ¿De verdad había mordido al Rey? ¿Pegado una paliza a un compañero de clase?
John se dejó caer contra los azulejos. A pesar de toda el agua que le lavó y el jabón que había utilizado, nada lo limpió. Todavía parecía curiosamente… sucio. Por otra parte, la deshonra y vergüenza te hacían sentir como si estuvieses cubierto de mierda de cerdo.
Maldijo, bajando la mirada a los escasos músculos de su torso, el hundido hueco de su estómago y las puntiagudas protuberancias de sus caderas, pasando por su sexo nada impresionante hasta sus pequeños pies. Entonces siguió los azulejos hasta el desagüe por donde la sangre de Lash se había drenado.
Se dio cuenta de que habría podido matar al chico. Había estado fuera de control.
–¿John?
Levantó la cabeza de golpe. Zsadist estaba parado en la entrada de la ducha, su cara completamente impasible.
–Cuando acabes, ven hasta la casa principal. Estaremos en el estudio de Wrath.
John asintió y cerró el agua. Había bastantes posibilidades de que lo echasen del programa de entrenamiento. Quizás fuera de la casa. Y no podía culparlos. Pero dios, ¿a dónde iría?
Después de que Z lo dejase, John se secó, se vistió y avanzó por el pasillo hacia la oficina de Tohr. Tuvo que mantener la mirada baja mientras la pasaba de camino al túnel. Ahora mismo no podía soportar ninguno de sus recuerdos sobre Tohrment. Ni uno solo.
Un par de minutos después estaba en el vestíbulo de la mansión, mirando fijamente la magnífica escalera. Subió los escalones alfombrados de rojo lentamente, sintiéndose insoportablemente cansado, y el agotamiento se volvió peor cuando llegó arriba: las puertas dobles del estudio de Wrath estaban abiertas y se derramaban voces hacia fuera, la del Rey y otros. Cómo las echaría de menos, pensó.
La primera cosa que notó cuando entró en la habitación fue la silla de Tohr. Habían movido el feo monstruo verde y ahora estaba detrás y a la izquierda del trono. Raro.
John avanzó y esperó a ser reconocido.
Wrath estaba doblado sobre un pequeño escritorio elegante lleno de papeles, con una lupa en la mano que al parecer le ayudaba a leer. Z y Phury flanqueaban al Rey, uno a cada lado, ambos inclinados sobre el mapa que miraba Wrath.
–Aquí es donde encontramos el primer campo de tortura -dijo Phury, señalando una gran extensión verde-. Aquí es donde Butch fue encontrado. Aquí es donde me llevaron.
–Una gran extensión entre ellos -refunfuñó Wrath-. Bastantes kilómetros.
–Lo que necesitamos es un aeroplano -dijo Z-. Una revisión aérea sería mucho más eficiente.
John se acercó un poco más al escritorio. Estiró el cuello.
Con un movimiento fluido, Wrath empujó la gran hoja de papel hacia adelante, como si hubiese acabado de revisarla. O quizás… animaba a John a que echara un vistazo. Salvo que en vez de mirar fijamente el mapa topográfico, John miró el antebrazo del Rey. La marca de la mordedura en esa gruesa muñeca lo mortificó, por lo que retrocedió.
En ese momento Beth entró con una caja de cuero con rollos de papel atados con cintas rojas.
–Bien, Wrath, que te parece si te tomas un tiempo para leer informes. Les he dado prioridad a todos estos.
Wrath se inclinó hacia atrás cuando Beth depositó la caja. Entonces el Rey capturó su cara, besándola en la boca así como a ambos lados de la garganta.
–gracias, leelan. Si este es un buen momento, aunque V y Butch van a venir con Marissa. Oh mierda, ¿te dije que el Consejo de Princeps ha tenido una idea brillante? Sehclusion obligatorio para todas las hembras sin pareja.
–Me estás tomando el pelo.
–Los idiotas todavía no la han aprobado, pero según Rehvenge, la votación será pronto. – El Rey miró a Z y Phury-. Vosotros dos comprobad el tema del aeroplano. ¿Tenemos a alguien que sepa volar?
Phury se encogió de hombros.
–Yo solía hacerlo. Y también podríamos meter a V en esto…
–¿Meterme en qué? – dijo V mientras entraba en el estudio.
Wrath giró la cabeza pasando a los gemelos.
–¿Puedes decir Cessna, mi hermano?
–Genial. ¿Nos vamos a poner en el aire ahora?
Butch y Marissa pasaron detrás de V. Iban cogidos de la mano.
John se hizo a un lado y simplemente lo observó todo: Wrath sumergiéndose profundamente en la conversación con Beth mientras V, Butch y Marissa empezaban a hablar entre ellos, y Phury y Z se dirigían hacia fuera.
Caos. Movimiento. Propósito. Esto era la monarquía, la Hermandad trabajando. Y John se sintió privilegiado por estar en esa habitación… durante el poco tiempo que le quedase antes de que sacasen su lastimoso trasero a la acera.
Creyendo que quizá olvidaron que estaba allí, buscó un lugar para sentarse y ojeó la silla de Tohr. Manteniéndose al margen, caminó hacia ella y se sentó en el cuero gastado y rasgado. Desde ahí podía ver todo: la parte superior del escritorio de Wrath y lo que estaba sobre él, la puerta por donde la gente iba y venía, cada esquina de la habitación.
John encogió las piernas bajo el cuerpo y se inclinó hacia adelante, escuchando a Beth y Wrath hablar del Consejo de Princeps. Vaya. Realmente trabajaban muy bien juntos. Ella le daba un consejo excelente y el Rey lo tomaba.
Cuando Wrath negó algo que ella dijo, su largo cabello negro se deslizó sobre un hombro y cayó sobre el escritorio. Lo empujó hacia atrás, se movió hacia un lado y abrió un cajón, sacando un cuaderno de notas en espiral y una pluma. Sin mirar, los sostuvo hacia atrás, justo delante de John.
John tomó el regalo con manos temblorosas.
–Bueno, leelan, eso es lo se consigue cuando se trata con la glymera. Un buen pedazo de mierda. – Wrath sacudió la cabeza y después levantó la mirada hacia V, Butch y Marissa-. ¿Bueno, qué pasa, vosotros tres?
John débilmente oyó las palabras intercambiadas, pero se sentía demasiado humilde para prestar atención. Dios, quizá los Hermanos no lo iban a echar fuera… quizá.
Volvió a prestar atención para oír la opinión de Marissa.
–No tienen a donde ir, así que se quedarán en la casa que acabo de alquilar. Pero Wrath, necesitan ayuda a largo plazo y temo que haya otros ahí fuera en la misma situación… hembras sin nadie para ayudarlas, bien porque sus compañeros fueron tomados por los lessers o murieron de causas naturales o, Dios no lo quiera, porque sean maltratadores. Ojala hubiese algún tipo de programa…
–sí, definitivamente necesitamos uno. Junto con cerca de ocho mil otras cosas. – Wrath se frotó los ojos bajo las gafas de sol, después volvió a mirar a Marissa-. Bien, te pongo a cargo de esto. Descubre lo que hacen los humanos para su especie. Calcula lo que necesitamos para la raza. Dime lo que necesites de dinero, personal e instalaciones. Después sal y hazlo.
Marissa se quedó con la boca abierta.
–¿Mi señor?
Beth asintió.
–Es una idea fabulosa. Y ¿sabes?, Mary solía trabajar con los servicios sociales cuando era una voluntaria en la Línea Directa de Prevención contra el Suicidio. Puedes empezar con ella. Creo que realmente está familiarizada con el Departamento de Servicios Sociales.
–Yo… sí… Haré eso. – Marissa miró a Butch y en respuesta, el hombre sonrió, con una expresión lenta y muy masculina de respeto-. Sí, yo… Lo haré. Yo… -La hembra cruzó la habitación aturdida, sólo para detenerse en la puerta-. Espera, ¿mi señor? Nunca antes he hecho algo similar. Quiero decir, he trabajado en la clínica, pero…
–Lo vas a hacer perfectamente, Marissa. Y, como me dijo una vez un amigo, vas a pedir ayuda cuándo la necesites. ¿Lo entiendes?
–Uh… sí, gracias.
–Tienes mucho trabajo por delante.
–sí… -Hizo una reverencia, aunque llevaba pantalones.
Wrath sonrió un poco y después miró a Butch, que estaba saliendo tras su hembra.
–Eh, poli, tú, V y yo nos reunimos esta noche. Es un intento. Vuelve aquí en una hora.
Butch pareció palidecer. Pero después asintió y salió con Vishous a remolque.
Cuando Wrath volvió a centrar su atención en su shellan, John garabateó algo en el cuaderno y se lo alargó a Beth. Después de que lo leyese en voz alta para el Rey, Wrath inclinó la cabeza.
–Ya te puedes marchar, hijo. Y sí, sé que lo sientes. Disculpa aceptada. Pero a partir de ahora duermes aquí. No me importa si es en esa silla o en una cama en el pasillo, pero duermes aquí. – Cuando John asintió, el Rey dijo-: Y una cosa más. Cada noche a las cuatro de la madrugada, irás a dar una caminata con Zsadist.
John soltó un silbido en una nota ascendente.
–¿por qué? Porque lo digo yo. Cada noche. Si no, estás fuera del programa de entrenamiento y fuera de aquí. ¿Entendido? Silba dos veces si me entendiste y estás de acuerdo con esto.
John hizo como le pidió.
Después con incomodidad señaló Gracias. Y se fue.
Jesús, el chico no lo había tenido fácil. Nacido en el cuarto de baño de una estación de autobuses. Cogido por un portero y llevado a un orfanato católico. Después mandado a casa de padres adoptivos a los que no les importaba una mierda, después de que Nuestra Señora redujese el área de su programa. Y se puso peor: dejar la escuela a los dieciséis. Escapar del sistema. Vivir en la mugre mientras se mantenía trabajando como ayudante de camarero en el centro de la ciudad. Tenía suerte de estar vivo.
Y Marissa claramente iba a ayudar a chicos como él.
A medida que la discusión continuó, Butch notó que la voz de la vampira cambió. Se hizo más profunda. Se volvió más directa. Sus ojos se agudizaron y sus preguntas se volvieron incluso más agudas. Se dio cuenta de que era increíblemente lista, y de que iba a ser buena en esto.
Dios, la amaba. Y deseaba desesperadamente ser lo que necesitaba. Lo que se merecía.
Como si hubiese dado una señal, oyó pasos y olió el tabaco turco de V.
–Wrath está esperando, poli.
Butch miró fijamente a su mujer durante un rato más.
–hagámoslo.
Marissa levantó la cabeza.
–¿Butch? Me encantaría escuchar tus ideas sobre una fuerza policial -le dio golpecitos al diagrama-. puedo ver muchas situaciones en las que vamos a necesitar la aplicación de la ley. Wrath va a tener que considerar comenzar algún tipo de policía civil.
–Cualquier cosa que desees, cariño. – Los ojos de Butch memorizaron su cara-. Sólo dame unos minutos, ¿Ok?
Marissa asintió, sonrió de manera distraída, y volvió de nuevo al trabajo.
Incapaz de resistirse, Butch se acercó y le tocó el hombro. Cuando levantó la vista un momento, la besó en la boca y susurró: -Te amo.
Cuando sus ojos llamearon, la besó otra vez y se marchó. Dios, esperaba como el infierno que de esta regresión de antepasados saliese algo distinto a una gran cantidad de irlandeses pijos de clase media.
Él y Vishous subieron al estudio y encontraron la adornada habitación francesa vacía a excepción de Wrath… que estaba parado delante del fuego, con un grueso brazo apoyado en la repisa de la chimenea. El Rey parecía padecer de cansancio cerebral mientras miraba fijamente las llamas.
–¿Mi señor? – Dijo V-. ¿Sigue siendo un buen momento?
–sí. – Wrath les indicó que pasasen, su anillo de diamante negro destellando en el dedo corazón-. Cerrad las puertas.
–¿Te importa si traigo un poco de músculo? – V indicó hacia el pasillo-. Me gustaría tener a Rhage aquí para sostener al poli.
–Muy bien. – Cuando Vishous se marchó, Wrath miró fijamente a Butch con gran intensidad, sus ojos eran como antorchas ardiendo tras sus gafas de sol-. No contaba con que la Virgen Escriba nos dejase hacer esto.
–Me alegro de que lo hiciese. – Mucho.
–¿Entiendes a lo que te estás apuntando aquí? Va a dolerte como la mierda y podrías acabar como un vegetal al otro lado.
–v me ha dado la información completa. Estoy bien.
–Estaba comprobando -murmuró Wrath con aprobación-. Estás tan firme acerca de esto.
–¿Cuáles son mis opciones si deseo saber? Ninguna. Así que dejarlo todo en la cabeza no va a ayudar.
Las puertas dobles se cerraron y Butch miró a través del estudio. Rhage tenía el cabello húmedo y llevaba vaqueros azules desgastados, una chaqueta de lana negra, y nada de zapatos o calcetines. Ridículamente, Butch notó que incluso los pies del tío eran magníficos. Sí, nada de nudillos peludos o uñas estropeadas para Hollywood. El bastardo era perfecto, de pies a cabeza.
–Dios, poli -dijo el hermano-. ¿De verdad vas a hacer esto?
Cuando Butch asintió, Vishous se puso delante de él y empezó a sacarse el guante.
–Necesito que te quites la camisa, compañero.