–Quizás no puedas leerlo -dijo él en voz baja-. Puedo hacerlo de nuevo.
Ella negó con la cabeza.
–Puedo leerlo perfectamente. Es… hermoso…
–No espero nada a cambio. Quiero decir… sé que… ya no sientes eso por mí. Pero quería que lo supieras. Es importante que lo supieras. Y si hay alguna oportunidad de que podamos estar juntos… no puedo dejar mi trabajo con la Hermandad. Pero puedo prometer que seré mucho más cuidadoso conmigo mismo. – Él frunció el ceño y dejó de hablar-. Mierda. ¿Qué estoy diciendo? Me prometí a mí mismo que no te pondría en esta posición.
Arrugó el papel contra su corazón, entonces se lanzó contra él, golpeando su pecho con tanta fuerza que se tambaleó hacia atrás. Cuando sus brazos la rodearon con vacilación, como si no tuviese idea alguna de lo estaba haciendo o por qué, ella lloró abiertamente.
En todos sus preparativos para ese encuentro, la única cosa que nunca había considerado era que los dos quizás tuviesen algún tipo de futuro.
Cuando él inclinó su barbilla y bajó la mirada a la suya intentó sonreír, pero la loca esperanza que sentía era una carga demasiado pesada y gozosa.
–No se suponía que te hiciera llorar.
–Oh, Dios… Zsadist, te quiero.
Sus ojos se abrieron desmesuradamente, sus cejas casi impactaron con la línea del pelo.
–¿Qué…?.
–Te quiero.
–Di eso otra vez.
–Te quiero.
–Otra vez… por favor -susurró-. Necesito oírlo… otra vez.
–Te quiero…
Su respuesta fue empezar a rezar a la Virgen Escriba en el Antiguo Lenguaje.
Sosteniendo apretada a Bella, enterró la cara en su pelo, dio las gracias con tal elocuencia que ella empezó a llorar de nuevo.
Cuando murmuró el último elogio se pasó nuevamente al español.
–Estaba muerto hasta que me encontraste, aunque respiraba. Estaba ciego, aunque podía ver. Y entonces llegaste tú… y estaba despierto.
Ella tocó su cara. En un lento movimiento él cerró la distancia entre sus bocas, presionando el más suave de los besos sobre sus labios.
Cuan dulcemente venía a ella, pensó. Incluso con su tamaño y su poder, venía a ella… con dulzura.
Entonces él se echó atrás.
–Pero espera, ¿Por qué estás aquí? Quiero decir, me alegro de que tú…
–Llevo a tu hijo.
Frunció el ceño. Abrió la boca. La cerró y sacudió la cabeza.
–Lo siento…¿Qué has dicho?.
–Llevo a tu hijo. – Esta vez no hubo respuesta alguna de él-. Vas a ser padre. – Todavía nada-. Estoy embarazada.
De acuerdo, se estaba quedando sin maneras de decírselo. Dios… ¿Qué pasaba si no lo quería?
Zsadist empezó a tambalearse en sus botas de combate y la sangre huyó de su cara.
–¿Llevas a mi hijo en tu interior?
–Sí, lo llevo.
De repente agarró sus brazos con fuerza.
–¿Estás bien? ¿Ha dicho Havers que estás bien?
–Hasta ahora. Soy joven, pero quizás obre a mi favor cuando llegue el momento del parto. Havers dijo que el bebé está bien y yo no estoy bajo ninguna restricción… bueno, excepto que no se me permite desmaterializarme después del sexto mes. Y, ah…-Sonrojada… ella estaba realmente sonrojada ahora-. No podré tener sexo o ser alimentada después del decimocuarto hasta el nacimiento. Lo cual debe ser alrededor del octavo mes.
Cuando el doctor le había dado esas advertencias, ella había pensado que nunca tendría que preocuparse de cualquiera de esas cosas. Pero quizás ahora…
Zsadist estaba asintiendo, pero realmente no se veía bien.
–Yo puedo cuidar de ti.
–Sé que lo harás. Y vas a mantenerme a salvo -dijo ella.
Dijo eso por que sabía que él se preocuparía por eso.
–¿Te quedarás aquí conmigo?
Ella sonrió.
–Me encantaría.
–¿Te emparejarás conmigo?
–¿Lo estás preguntando?
–Sí.
Excepto que él todavía se veía verde. Estaba literalmente del color de un helado de menta. Y esas rutinarias palabras suyas empezaban a agitarla.
–Zsadist… ¿Estás de acuerdo acerca de esto? Um… no tienes que emparejarte conmigo, si no…
–¿Dónde está tu hermano?
La pregunta la asustó.
–¿Rehvenge? Ah… en casa, supongo.
–Iremos a verle. Ahora. – Zsadist tomó su mano y la arrastró sacándola al vestíbulo.
–Zsadist.
–Obtendremos su consentimiento y estaremos emparejados esta noche. E iremos en el coche de V. No quiero que te desmaterialices otra vez.
Zsadist tiraba de ella tan rápido hacia la puerta, que tenía que correr.
–Espera, Havers dijo que podría hacerlo hasta el mes…
–No quiero correr riesgos.
–Zsadist, esto no es necesario.
De repente se detuvo.
–¿Estás segura que quieres a mi pequeño?
–Oh, sí. Oh, querida Virgen, sí. Incluso más ahora… -Ella le sonrió. Tomó su mano. Poniéndola sobre su liso estómago.
–Vas a ser un maravilloso padre.
Y entonces fue cuando cayó él cayó desmayado.
Zsadist abrió los ojos para encontrar a Bella mirándole con el amor brillando en su cara.
Alrededor de su periferia estaban los miembros de la casa, pero ella era la única que él veía.
–Hola, ahí -dijo ella suavemente.
Extendió la mano y le acarició la cara. No iba a llorar. No lo haría.
Oh, al diablo con eso.
Le sonrió cuando las lágrimas empezaron a rodar.
–Espero… espero que sea una niña y que sea igual a ti.
Su voz se cortó. Y entonces, sí, igual que un completo descontrolado, se desmoronó totalmente y lloró igual que un idiota. Enfrente de todos los Hermanos. Y de Butch. Beth y Mary. No dudaba que estaría horrorizando a Bella con su debilidad, pero no podía hacer nada. Esta era la primera vez en toda su vida que había sido… bendecido. Afortunado. Con suerte. Este momento, este perfecto, deslumbrante momento en el tiempo, este único, sublime momento donde estaba tendido sobre su espalda en el vestíbulo, con su amada Bella, y el bebé en su interior, y la Hermandad a su alrededor… ese era su día más afortunado.
Cuando sus patéticos sollozos cesaron, Rhage se arrodilló, sonriendo de manera tan amplia que sus mejillas estaban a punto de agrietarse.
–Vinimos corriendo cuando tu cabeza se estrelló contra el suelo. Ponlo aquí, papaíto. ¿Puedo enseñarle al pequeño bribón como luchar?
Hollywood tendió su mano, y cuando Zsadist la tomó la sostuvo para estrechársela, Wrath se acuclilló.
–Enhorabuena, hermano mío. Que las bendiciones de la Virgen estén sobre ti, tu shellan y tu hijo.
Para el momento en que Vishous y Butch ofrecieron sus elogiosas palabras, Z estaba sentado. Enjugándose. Dios, era tan pánfilo llorando sobre sí mismo. Mierda. Buena cosa que ninguno de ellos parecía advertirlo. Tras respirar profundamente, miró a su alrededor buscando a Phury… y allí estaba su gemelo.
En los dos meses desde la noche en que Phury saliera con esa lesser, su pelo ya le había crecido hasta su línea de la mandíbula, y la cicatriz que él había puesto sobre su cara se había difuminado. Pero sus ojos eran opacos y tristes. Y estaban tristes también ahora.
Phury se adelantó y todo el mundo se quedó quieto.
–Me encantará ser tío -dijo él lentamente-. Estoy tan feliz por ti, Z. Por ti también… Bella.
Zsadist agarró la palma de Phury y la apretó tan fuerte que podía sentir los huesos de su gemelo-. Vas a ser un buen tío.
–¿Y quizás el Guardián? – sugirió Bella.
Phury arqueó la cabeza.
–Me honraría ser el Guardián del pequeño.
Fritz se apresuró a entrar con una bandeja de delgadas copas aflautadas. El doggen estaba entusiasmado y muy excitado de felicidad.
–Para brindar por la ocasión.
Las voces variaron y se mezclaron y las copas fueron pasadas y sonaron risas. Zsadist miraba a Bella cuando alguien le puso una copa en la mano.
–Te amo -murmuró él. Ella sonrió volviéndose hacia él y presionando algo en el interior de su mano. Su collar.
–Llévalo siempre encima -murmuró ella-. Para la buena suerte.
El besó su mano.
–Siempre.
Wrath se levantó precipitadamente en toda su altura, elevando su champaña, e inclinando hacia atrás la cabeza. Con una tremenda, estruendosa voz, gritó tan alto, que habrías podido jurar que las paredes de la mansión temblaron.
–¡Por el pequeño!
Todo el mundo se puso en pie, elevaron sus copas, y gritaron con toda la fuerza de sus pulmones.
–¡Por el pequeño!
Ah, sí… Seguramente su coro de voces era audaz y lo bastante ensordecedor para llegar a oídos de la Virgen Escriba. Lo cual era precisamente como mandaba la tradición.
Un apropiado y próspero brindis, pensó Z mientras tiraba de Bella hacia abajo para besarla en la boca.
–¡Por el pequeño! – gritó la casa una vez más.
–Por ti -dijo contra los labios de Bella-. Nalla.
CAPÍTULO 50 XE "CAPÍTULO 50"
–Si, bueno, podría haberlo hecho sin la parte del desfallecimiento -murmuró Z cuando tiró hacia la calzada de la segura casa en la que vivía la familia de Bella-. Y todo eso de vociferar la habitual rutina de -mis-ojos-rojos, también. Definitivamente podría haber pasado de eso. Cristo.
–Pensé que eras muy dulce.
Con un gemido paró el motor, palmeó su SIG Saber, y dio la vuelta para ayudarla desde el Escalade. Maldición. Ella ya tenía la puerta abierta y estaba caminando en la nieve.
–Espérame -cortó él, agarrándola del brazo.
Ella le disparó una mirada fija.
–Zsadist, si continúas tratándome como una copa de cristal, voy a volverme loca en los próximos dieciséis meses.
–Escucha, mujer, no quiero que resbales sobre este hielo. Llevas tacones altos.
–Oh, por amor el Amor de la Virgen…
Él cerró su puerta del coche, la besó rápidamente, entonces le puso el brazo alrededor de la cintura y la condujo al camino principal de una gran casa estilo Tudor. Exploro la yarda cubierta de nieve, el dedo del gatillo le picaba como el infierno.
–Zsadist, quiero que dejes la pistola a un lado antes de conocer a mi hermano.
–No hay problema. Estaremos en la casa para entonces.
–No vamos a aventurarnos allí. Estamos en medio de ninguna parte.
–Si piensas que voy a tomar incluso la más ligera oportunidad contigo y mi hijo, estás perdiendo la cabeza.
Sabía que estaba siendo sobre protector como el infierno, pero no podía evitarlo. Era un hombre emparejado. Con una mujer embarazada. Había algunas pocas cosas, sobre el planeta, más agresivas o peligrosas. Y esos bastardos se llamaban huracanes y tornados.
Bella no discutió con él. En vez de ello sonrió y cubrió la dura mano sobre su cintura con una de las suyas.
–Supongo que deberías ser cuidadoso con lo dices.
–¿Qué quieres decir? – La movió frente a él cuando llegaron a la puerta, bloqueándola con su cuerpo. Odiaba el porche iluminado. Los hacía demasiado llamativos. Cuando apagó la cosa con su mente, ella se rió-. Siempre te quise a ti para emparejarme.
El le besó el lado del cuello.
–Bueno, obtuviste tu deseo. Estoy profundamente emparejado. De manera profundamente emparejada. Profunda, profunda, ultra.
Cuando se inclinó hacia delante y golpeó con el llamador de cobre, su cuerpo entró en completo contacto con el de ella. Ella hizo un pequeño sonido de ronroneo desde lo profundo de su garganta y se restregó contra él. Él se congeló.
Oh, Dios. Oh… no, él estaba instantáneamente erecto. Todo lo que había hecho era captar un pequeño movimiento de ella y tenía una enorme erección.
La puerta se abrió de golpe. El esperaba ver un doggen al otro lado. En vez de eso allí estaba una alta, esbelta mujer con el pelo blanco, un largo vestido negro y un montón de diamantes.
Mierda. La madre de Bella, Z ocultó el arma en la pequeña pistolera de su espalda y se aseguró que su chaqueta de doble pecho estuviese abotonada hasta abajo. Entonces unió sus manos justo enfrente de su cremallera.
El se había vestido tan conservadoramente como era posible, con el primer traje que había usado nunca. E incluso calzaba un par de lujosos mocasines. Había querido llevar un cuello alto para cubrir la cinta esclava de su garganta, pero Bella había prohibido eso, y suponía que ella tenía razón. No había ocultado lo que había sido, y allí no lo haría. Además, no importaba que estuviese vestido igual, y aunque fuese un miembro de la Hermandad, la glymera nunca lo aceptaría -no sólo por que había sido usado como esclavo de sangre, sino por lo que parecía.
Aunque, la cosa era, que Bella no tenía ninguna utilidad para ellos, y él tampoco. Así que iba a intentar montar un espectáculo cortés para su familia.
Bella se adelantó.
–Mahmen.
Cuando ella y su madre se abrazaron formalmente, Z entró en la casa, cerró la puerta, y miró alrededor. La mansión era formal y rica, propia de la aristocracia, pero él no daba una mierda por las cortinas y el papel pintado. Lo que aprobó eran los contactos de seguridad de litio en todas las ventanas. Y los receptores laser en los umbrales. Y los detectores de movimiento sobre el techo. Enormes puntos por todo eso. Enormes.
Bella dio un paso atrás. Estaba rígida junto de su madre, y él podía ver el por qué. Era obvio por el vestido y todos esos diamantes que la mujer era una aristócrata de corazón duro. Y los aristócratas tendían a ser tan acogedores como un montón de nieve.
–Mahmen, este es Zsadist. Mi compañero.
Z se preparó cuando su madre le echó un vistazo de la cabeza a los pies. Una.
Dos… y si, una tercera vez.
Oh, tío… Esta iba a ser una tarde realmente larga.
Entonces se preguntó si la mujer sabía que él había dejado también embarazada a su hija.
La madre de Bella se adelantó y él esperó a que ella extendiese una mano. Ella no le ofreció nada. En vez de eso sus ojos se humedecieron.
Fantástico. ¿Ahora que iba a hacer?
La madre de ella cayó a sus pies, su vestido negro ahuecado alrededor de esos lujosos mocasines que llevaba.
–Guerrero, gracias. Gracias por traer a mi Bella a casa.
Zsadist se quedó mirando a la mujer durante un latido y medio de corazón.
Entonces se agachó y la levantó gentilmente del suelo. Mientras la sostenía torpemente, miró a Bella… quien estaba mostrando la clase de expresión que la gente reservaba generalmente para las proezas de magia. Una más grande que el infierno, mezclada con admiración.
Cuando su madre se separó y se limpió cuidadosamente los ojos, Bella se aclaró la garganta y preguntó:
–¿Dónde está Rehvenge?
–Estoy aquí mismo.
La profunda voz fluyó desde la oscura habitación, y Zsadist echó un vistazo a la izquierda hacia un enorme hombre con un bastón.
Mierda. Oh… mierda. Esto no estaba sucediendo.
El Reverendo. El hermano de Bella era ese encrestado, ojos violetas, duro trasero de traficante de drogas… quien, según Phury, era por lo menos medio symphath.
Que enloquecida pesadilla. Técnicamente la Hermandad debería echar su trasero de la ciudad. En vez de eso Z estaba mirando a la compañera dentro de la familia de ese tío. Dios, ¿Bella sabía siquiera lo que era su hermano? Y no sólo la parte del traficante de drogas…
Z la miró. Probablemente no, sus instintos se lo decían. Sobre ambos asuntos.
–Rehvenge, este es…Zsadist -dijo ella.
Z miró al hombre otra vez. El par de profundidades púrpuras le devolvieron la mirada sin parpadear, pero bajo la calma había un parpadeo de la misma clase de sagrado infierno que Z estaba sintiendo. Amigo… ¿Exactamente como iban a jugar a esto?
–¿Rehv? – murmuró Bella-. Um… ¿Zsadist?
Rehvenge sonrió con frialdad.
–Así que, ¿Vas a emparejarte con mi hermana ahora que la has preñado? ¿O sólo es una visita social?
Las dos mujeres dejaron escapar sendos gritos de asombro y Zsadist sintió destellos negros en sus ojos. Cuando indicó a Bella que se trasladase a su lado, descubrió a penas sus colmillos. Estaba haciendo todo lo que podía para no avergonzar a nadie, pero si el aviador dejaba escapar alguna línea más como esas de su boca, Z iba a arrastrar al hermano de Bella a fuera y sacarle a golpes una disculpa por molestar a las damas.
Estaba malditamente orgulloso de sí mismo cuando sólo siseó un poco.
–Sí, voy a emparejarla. Deja de hacerte el duro, civil, y puede que te invitemos a la ceremonia. De otra manera, estás fuera de la lista.
Los ojos de Rehvenge destellaron. Pero entonces se rió repentinamente.
–Tranquilo, aquí, hermano. Sólo quiero asegurarme que mi hermana estará cuidada.
El hombre tendió su mano. Zsadist encontró su gran palma a medio camino.
–Eso es cuñado, para ti. Y lo estará, no te preocupes por ello.
EPÍLOGO XE "EPÍLOGO"
Veinte meses después…
Oh… la agonía. Este entrenamiento iba a matarlo. Seguro, quería entrar en la Hermandad, o al menos ser uno de sus soldados, pero ¿Cómo podía alguien sobrevivir a esto?
Con el tiempo finalmente fue llamado, el nuevo candidato pre-transición cedió porque la clase sobre cuerpo a cuerpo había terminado finalmente. Pero él no se había atrevido a mostrar más debilidad que esa.
Al igual que todos los aprendices estaba aterrado y respetaba al profesor, un gran, guerrero con cicatrices, un completo miembro de la Hermandad de la Daga Negra. Abundaban los rumores acerca del hombre: aquel que se comía a los lessers después de asesinarlos; aquel que asesinaba mujeres por deporte; aquel que se hacía cicatrices sólo por que le gustaba el dolor…
Aquel que había matado a los reclutas que se habían equivocado.
–Ve a las duchas -dijo el guerrero, su profunda voz llenaba el gimnasio-. El bus está esperando por ti. Empezaremos mañana, a las cuatro en punto. Así que dormid bien esta noche.
El aprendiz salió corriendo con los otros y fue agradecido a las duchas. Dios… Al menos el resto de su clase estaban sólo aliviados y doloridos. Llegado a este punto todos eran como vacas, permaneciendo bajo la ducha, apenas parpadeando, estúpidos de agotamiento.
Gracias a la buena Virgen no tendría que volver a esas abandonadas colchonetas azules por otras dieciséis horas.
Excepto cuando fue a ponerse sus ropas de calle, se dio cuenta que había olvidado su sudadera. Con vergüenza bajó al hall y regresó furtivamente al gimnasio. El aprendiz se paró en seco.
El profesor estaba cruzando el pasillo, sin camiseta y entrenándose con un saco de boxeo, los anillos de sus pezones destellaban cuando bailaba alrededor de su objetivo. Querida Virgen del Fade… Llevaba las marcas de un esclavo de sangre, y las cicatrices le recorrían toda la espalda. Pero, hombre, podía moverse. Tenía una fuerza, agilidad y poder increíbles. Mortales. Muy mortales. Totalmente mortales.
El aprendiz sabía que debería irse, pero era incapaz de apartar la mirada. Nunca había visto nada moverse tan rápido o golpear tan fuerte como los puños masculinos. Obviamente, los rumores acerca del instructor eran todos ciertos. El era un asesino preciso.
Con un sonido metálico, se abrió la puerta al otro lado del gimnasio, y el sonido de los lloros de un recién nacido se alzaron hasta el techo. El guerrero se detuvo a medio golpe y se dio la vuelta cuando una adorable mujer llevando a un bebé en una sábana rosa se acercó a él. Su cara se suavizó, derritiéndose positivamente.
–Lamento molestarte -dijo la mujer por encima de los lloros-. Pero ella quiere a su papá.
El guerrero besó a la mujer mientras tomaba el pequeño bebé en sus enormes brazos, acunando al recién nacido contra su desnudo pecho. El bebé alzó sus diminutas manos y rodeó su cuello, entonces se acomodó contra su piel, calmándose instantáneamente.
El guerrero se volvió y miró a través de las colchonetas clavando al nuevo aprendiz con una estudiada mirada.
–El bus llegará pronto, hijo. Mejor date prisa.
Entonces le hizo un guiño, y se apartó, poniendo su mano sobre la cintura de la mujer, acercándola a él, besándola otra vez en la boca.
El recluta se quedó mirando la espalda del guerrero, viendo lo que había estado oculto por todos esos fieros movimientos. Sobre algunas de sus cicatrices había dos nombres en el Antiguo Lenguaje sobre su piel, uno sobre el otro.
Bella… Y Nalla.
AMANTE DESCUBIERTO XE "AMANTE DESCUBIERTO"
Butch O'Neal es un luchador por naturaleza. Un ex-policia de homicidios, él es el único humano que alguna vez fue admitido en el círculo de la Hermandad de la Daga Negra. Y quiere ir aún más lejos en el mundo de los vampiros, en la guerra contra los Lessers. Si no puede tener a la mujer vampiro que ama, entonces al menos puede luchar al lado de los Hermanos…
El destino lo maldijo mediante la unica cosa que él queria. Cuando Butch se sacrificó para salvar a un vampiro de los asesinos, cayó víctima de la fuerza más oscura de la guerra. Butch es dado por muerto, y la Hermandad acude a Marissa para devolverlo, pero incluso su amor puede no ser suficiente para salvarlo…
P.S. No se pierda los dos primeros libros de la serie, Amante Oscuro y Amante Eterno.
Ah, querida Virgen del fade, pensó Marissa.
Butch no habia aparecido al principio de la Comida. Y nadie lo había visto ni a él ni a Vishous. Dos horas… él se habia retrasado dos horas, para encontrarse con ella.
Cuando oyó que alguien se acercaba, se giró.
Era Vishous, no Butch, quién entró en el cuarto. El Hermano llevaba puestos unos pantalones de cuero y botas pesadas, sin embargo llevaba puesta una fina camisa blanca. Turnbull y Asser. Ella reconoció el corte. Algo le dijo que se la habia puesto sólo para verla.
–Díme que él está vivo- dijo ella. – Salva mi vida aquí y ahora, y díme que está vivo.
Vishous la saludó con la cabeza.
–Él está vivo.
Sus rodillas se doblaron de alivio.
–Pero no viene, ¿verdad?.
–No. Lo verás mañana por la noche.
Como tenían los ojos fijos el uno al otro, Vishous estaba de pie en la entrada, abrumandola, aunque estuviera al otro lado del cuarto. Era un hombre peligroso, pensó ella, y no debido a los tatuajes junto a su ojo y la perilla y aquel cuerpo de guerrero. Era frio hasta la médula, si alguien intentaba eliminarlo sería capaz de cualquier cosa. En el pesado silencio, ella temió tanto por él como por las noticias que traía.
–¿Dónde está? – preguntó ella.
–Él esta bien.
–¿Entonces por qué no está aquí? – Cruzó los brazos sobre el pecho-. Quiero que me digas lo que ha pasado.
–Sólo una lucha rápida.
Una Lucha rapida.
–Quiero verlo.
–Como te dije, no está aquí.
–¿Esta con mi hermano?
–No.
–Y no vas a decirme donde, verdad?
–Te llamará dentro de un rato.
–¿Estaba con los lessers? – Todo lo que Vishous hizo fue seguir contemplándola, y el pánico golpeó su corazón abrumandola. No podía soportar que Butch estuviera implicado en esta guerra. Mira lo que ya le había hecho a el-. Dímelo. Maldita sea, dimelo, bastardo presumido.
Sólo hubo silencio. El cual por supuesto contestó a la pregunta. Y también sugeria que a Vishous no le importaba la buena opinión que ella tuviera de él.
Marissa se recogió la falda y se lanzo sobre el Hermano. Tuvo que estirar el cuello para encontrarse con sus ojos. Dios, él era mas grande que Butch. Y aquellos ojos, aquellos ojos blancos como diamantes con líneas de un azul medianoche alrededor de los iris. Fríos. Tan fríos.
–No quiero a Butch luchando.
Una ceja negra se levantó.
–Ni siquiera por tu llamada.
–Es demasiado peligroso para él.
–Si es util, y quiere participar, será empleado.
–No me gusta la Hermandad en este momento- soltó ella.
Pasó por delante de él, y este extendio su mano, agarrandole el brazo, acercandola y sujetandola, aunque sin hacerle daño. Sus ojos brillantes le escudriñaron la cara y el cuello.
–Sabes, eres realmente la gran belleza de la especie, ¿verdad?.
–No… no, no lo soy.
–Sí, lo eres. – La voz de Vishous se hizo baja, muy baja, más suave, hasta que ella no estuvo segura si lo oía o él estaba en su mente-. Butch sería una sabia opción para ti, mujer. Él cuidaria bien de ti, si lo dejaras. ¿Lo harias, Marissa? ¿O sólo estas jugando con el?.
Aquellos ojos de diamante la hipnotizaron, y ella sintió que el pulgar de él acariciaba su muñeca. Mientras la acariciaba arriba y abajo, la velocidad de su corazón reducia la marcha gradulamente hasta un ritmo perezoso. Ella se balanceó.
–Contesta mi pregunta, Marissa.
–¿Qué… qué preguntaste?.
–¿Le dejarás ser tu compañero? – Vishous se inclinó, puso su boca en el oído de ella-. ¿Le dejararas tomarte?.
–Sí… -respiró, consciente de que estaban hablando de sexo, pero demasiado seducida en el momento como para no contestar-. Lo tomaré dentro de mí.
Aquella fuerte mano soltandose, luego acariciandole el brazo, moviendose sobre su piel cariñosamente, fuertemente. Él miro hacia abajo donde la estaba tocando, con una expresión de concentración profunda en su cara.
–Bueno. Eso está bien. Vosotros dos os veis bien juntos. Una inspiración de mierda. Pero quiero que recuerdes algo. Le haces daño otra vez, y te considerare mi enemiga. ¿Está claro?
El hombre giro sobre sus talónes y salió con paso majestuoso del cuarto.
Butch paseaba alrededor de la biblioteca de la masion, sintiendose enjaulado por las estanterias llenas de clásicos encuadernados. Le recordaban todo que no había leído, toda aquella cultura literaria de mierda de la que nunca habia sido parte, toda la enseñanza superior que él no había tenido.
La astucia de la calle fue su negocio, siempre habia pensado que eso seria suficiente.
Excepto ahora, él lamentaba no ser un correcto Erudito.
Con una maldición, se obligó a entibiarse en la chimenea. Examinando las llamas, jugaba nerviosamente con el cuello de su camisa de seda. Alisando la chaqueta de su traje de Prada. Comprobando los zapatos para asegurarse que no había rasguños en sus mocasines Gucci. Queria estar perfecto para su mujer. Después de todos los malentendidos y… la otra cosa, rezó para que finalmente tuvieran una oportunidad en un futuro.
Asi que queria al menos lucir como si fuera digno de ella.
El olor de una brisa del océano fue a la deriva en el cuarto, y Butch cerró sus ojos, arrastrando la fragancia profundamente en sus pulmones. Él tuvo que frenarse cuando giró.
Ah, Cristo, ella es hermosa.
Marissa apareció en la entrada como un ángel, y su mente momentáneamente se atascó, viéndola no como algo real,sino como un invento de su obsesión. Su vestido amarillo pálido y su pelo rubio largo hasta la cadera parecia un aura divina y su cuerpo transformandose en la aparición de belleza que él había visto en sus sueños… y sus pesadillas. Cuando ella lo miró a través del cuarto, su patético, rápido corazón la transformó en una visión salida directamente de su infancia Católica: la Virgen de la salvación y el amor. Y él, su criado indigno.
–Hola, Butch. – Su voz era suave, gentil. Devastadora.
–Marissa. – Esta mujer… esta vampiro… era todo que él había querido alguna vez y nunca se habia atrevido a reclamar. Demasiado bueno para él incluso en su mejor día.
Y que Dios le ayudara, él la queria.
Aun cuando ella entró en el cuarto, él desechó las cosas de corazones y flores. Jesús, mirala que frágil era.
Ella se movió despacio, como si no pudiera sentir sus piernas, estaba terriblemente pálida, casi transparente de la falta de energía.
Sus palabras, también, eran tan atenuadas como el aliento.
–… Butch tenemos que hablar.
Él inhaló mientra la saludaba con la cabeza.
–Sé lo que vas a decir.
–¿Lo sabes?
–Sí. – Él comenzó a cruzar el cuarto hacia ella, desarmado-. No sabes que yo haría lo que sea por…
–No te acerques más, – ella retrocedio, rebotando contra un panel de identicos volúmenes rojo sangre-, tienes que alejarte de mí.
Él dejó caer sus manos.
–Tienes que alimentarte, ¿verdad?.
Sus ojos se ensancharon.
–Sí. Como lo…
–Esta bien, cariño. – Él sonrió un poco, consciente de una ráfaga de calor que llamea en su cuerpo-. Todo esta muy bien.
–¿Entonces sabes qué tengo que hacer? ¿Y no te… importa?
Él sacudió su cabeza.
–Estoy bien con ello. Más que bien.
–Ah, gracias a Dios. – Ella dio tumbos hacia un sofá y se sentó como si sus rodillas hubieran cedido-. Tenia tanto miedo que te ofendieras. Será duro para mí también, pero este es el único camino seguro. Y no puedo esperar más tiempo. Tiene que ser esta noche.
Esta vez, cuando él se acerco ella le dejó. Él se arrodilló delante de ella, tomando sus manos con las suyas. Dios, estaban frías. Las frotó de arriba a abajo en sus palmas, calentándolas.
–Ven -dijo él, consciente de una profunda anticipación-. Vamos.
Una expresión curiosa cruzó su cara.
–¿Quieres mirar?
Él aquieto sus manos entrelazadas.
–¿Mirar?
–Yo, ah… no estoy segura que esto sea una idea buena. Te puedes poner un poco protector.
–Espera ¿mirar? – Él fue conciente de un encogimiento en su tripa. Como si alguien hubiera hecho reventar los frenos de varios de sus órganos internos-. ¿De que estas hablando. ¿Mirar?
–Cuando esté con el hombre que me dejara beber de su vena.
Repentinamente, Marissa retrocedió, dándole una buena idea de cómo debia ser la expresion de su cara. Sí, o tal vez ella reaccionó al hecho que él había comenzado a gruñir
Butch se puso de pie.
–Al infierno que usarás a otro hombre. Me tienes a mí.
–Butch, no puedo alimentarme de ti. Tomaré mucho, ¿a dónde vas?
Él camino con paso majestuoso a través del cuarto, cerró las puertas dobles, y las aseguro con llave. Cuando volvió con ella, arrojó su chaqueta al suelo y se rasgó la camisa de modo que los botones salieron volando. Cayéndo de rodillas delante de ella, inclinó hacia atrás su cabeza y le ofreció la garganta.
–Úsame.
Hubo un largo silencio cuando sus miradas se encontraron. Entonces su olor, esa magnifica y limpia fragancia, se intensificó hasta que inundó el cuarto. El cuerpo de ella comenzó a temblar, ella abrió la boca. Cuando sus colmillos se desenvainaron, él consiguió una erección inmediata.
–Ah… sí -dijo él con una voz oscura-. Bebe de mí. Necesito alimentarte.
–No -gimió, lagrimas brillando en sus palidos ojos azules.
Hizo un movimiento para levantarse, pero él se lanzó sobre ella, tomándola por los hombros, dominándola en el canapé. Se movió entre sus piernas, juntando sus cuerpos. Ella tembló contra él, empujandolo y la mantuvo cerca… hasta que de repente ella agarraba las dos mitades de su camisa, apretandolo.
–Así es, cariño, – gruñó él- Agarrate a mí. Déjame sentir que esos colmillos entran profundamente en mí. Los quiero.
Él la agarró por la parte de atrás de la cabeza y atrajo la boca de ella a su garganta. Un arco de puro poder sexual explotó entre ellos, y ambos comenzaron a jadear, el aliento de ella y las lagrimas calientes en su piel.
Pero entonces pareció recobrar el juicio. luchó con fuerza, y él hizo todo lo posible mantenerla en el lugar, aunque supiera que pronto iba a perder la lucha contra ella. Cuando era sólo un humano, era físicamente más fuerte que él, aunque pesara más que ella.
–Marissa, por favor, tomame -gimió él, su voz ronca por la lucha y ahora la suplica.
–No…
Su corazón se rompió cuando ella sollozó, pero no la dejó ir. No podría.
–Toma lo que hay dentro de mí. Sé que no soy suficientemente bueno, pero tomame de todos modos.
–No me hagas hacer esto.
–Tengo que hacerlo. – Dios, él tuvo ganas de gritar con ella.
–… Butch. – Su cuerpo se resistia contra el de él-. No puedo contenerme… por mucho mas… Dejame ir… antes de que te haga daño.
–Nunca.
Pasó tan rápido. Ella gritó su nombre y luego él sintió un resplandor de abrasador dolor en el costado de su garganta.
Los colmillos de ella hundiendose en su yugular.
–Ah… Dios… ¡Sí! – Él relajó su apretón, acunándola mientras ella se entretenia en su cuello. Gritó su nombre cuando sintió un poderosa, succión erótica en su vena. El placer lo inundo, chispas fluyendo atraves de todo su cuerpo como si tuviera un orgasmo.
Este era entonces el camino que tenia que ser. Élla lo necesitaba para beber de él y así poder vivir…
Marissa rompió el contacto repentinamente y se desmaterializó de sus brazos.
Cayó de cabeza en el aire donde ella había estado, aterrizando de cara en los cojines del sofá. Se empujó y giró alrededor.
–¡Marissa! ¡Marissa!
Se lanzó a la puerta y agarró la cerradura, pero no podía desplazarla. Y luego oyó su voz rota, desesperada al otro lado.
–Te mataré… Dios me ayude, te mataré… Te quiero demasiado.
Él golpeo la puerta.
–¡Dejame salir!
–Lo siento… -Su voz quebrada entonces se volvió fuerte, y él temió su resolución más que nada-. Lo siento tanto. vendré a ti después. Después de que todo esté hecho.
–Marissa, no hagas esto.
–Te amo.
Él golpeó la madera con sus puños.
–¡No me importa si muero!
La cerradura saltó libre, y él irrumpió en el pasillo delantero. La puerta del vestíbulo estaba sólo ligeramente cerrada. Se dirigió hacia el exterior.
Pero cuando salió al patio, ella se habia ido.