13 - DE LA DOMINACIÓN A LA TOLERANCIA
Acusar a los demás de los propios infortunios es un signo de falta de educación.
Acusarse a uno mismo demuestra que la educación ha comenzado.
No acusarse uno mismo ni acusar a los demás demuestra que la educación ha sido completada
Soy consciente de que no necesito dominar a nadie con el fin de estar espiritualmente alerta Su yo superior quiere que esté en paz. Su ego quiere mantenerle en un estado de agitación con el fin de conservar su domino sobre su vida. Es probable que haya escuchado a su ego durante la mayor parte de su existencia.
El resultado de escuchar al ego es que la mayoría de nosotros permitimos que el ego nos persuada para escoger la dominación en lugar de la tolerancia como criterio en nuestras relaciones. Pasar de la dominación a la tolerancia requiere disciplinar el ego y escuchar al yo espiritual.
Estoy escribiendo según mi experiencia personal en este asunto, y se trata de una de las misiones más difíciles que me ha planteado mi yo espiritual. He pasado muchos años dominado por mi ego, y sin tener intención de hacerlo he convertido la dominación y el enjuiciamiento en las piedras angulares de mi relación con los demás.
Las sugerencias que encontrará en este capítulo provienen todas de mi propia experiencia al superar las inclinaciones dictadas por el ego. Realizar la transición de la dominación a la tolerancia reviste una especial dificultad debido a que el deseo de satisfacer el ego es muy poderoso. El ego se muestra en extremo persuasivo después de toda una vida de disfrutar de los beneficios de la dominación. No quiere renunciar a su control.
Su yo superior asumirá el mando fácilmente cuando usted deje de controlar a otras personas. Comenzará a sentir un amor incondicional, y empezará a encontrar la paz que ha deseado.
Para encaminarse hacia la tolerancia que fomenta su yo superior y apartarse de las necesidades de controlar y juzgar impuestas por el ego, necesita examinar las cualidades que alimentan una forma tolerante de abordar al vida.
Aquí encontrará las principales características de la tolerancia. Fíjese en que con la tolerancia entra en sintonía con su yo superior al renunciar a las constantes exigencias del ego. Dese cuenta de que lo que el ego le ha hechoa usted, usted se lo ha hecho a otras personas.
El aprendizaje de estos comportamientos para crear una actitud tolerante es una manera de educar al ego y de educarse a sí mismo. En el proceso, puede despojarse de las habituales reacciones del ego que le apartan de la verdadera realización.
Dejar que las cosas sean como son. Para volverse más tolerante y estar menos controlado por su falso yo, comience a sentirse satisfecho con tal como son las cosas. Su ego nunca está del todo contento. Si escoge algo, su ego le convencerá de que considere alguna otra cosa.
Si una persona a la que ama actúa y es muy considerada con todo lo que usted dice o hace, su ego quiere que esa persona sea más crítica; si esa persona es más crítica, su ego decide tenerle antipatía. Si come demasiado, usted comienza a pensar en lo agradable que sería estar más delgado; se pone a dieta, y todos sus pensamientos girarán en torno la comida. Si se queda en casa durante un largo período de tiempo, su ego se pone a contarle lo bonito que sería viajar; póngase en carretera y el ego empezará a hablarle de lo bonito que sería quedarse en casa. Se encuentra en una relación y comienza a imaginar que sería más agradable estar libre de ataduras; no disfruta de una relación y empieza a querer tener una. Sus hijos andan corriendo por la casa y empieza a pensar en escapar de ella; se ha ido de la casa y no piensa en nada más que en sus hijos.
Si se identifica con lo descrito, puede estar seguro de que el ego le ha separado temporalmente de su yo espiritual. Dada su voluntad de convencerle de que está separado de todo, necesita separarle del centro de su ser.
Entonces puede mantenerle en ese estado de tratar de dominar a otras personas como manera de intentar lograr el equilibrio y el contento. El problema radica en que usted no puede alcanzarlos si se halla separado de la conciencia de su yo superior.
Cuando comienza a escuchar a su yo superior en los momentos contemplativos y de quietud, empieza a relajarse y aflojar la presión.
Desaparece la falsa creencia de que todas las personas de su vida necesitan ser dominadas o controladas por usted o de que los demás tienen que estar a la altura de sus expectativas para ser felices.
Las personas son como soy, y su necesidad de dominarlas o cambiarlas en el sentido que sea es el dictado de su falso yo. Su ego está, tomo de costumbre, intentando convencerle de que está separado de los demás. Tampoco quiere que caiga en la cuenta de cómo hace para dominar su existencia, así que le convence de que si no domina a los demás ellos le vencerán.
El ego proyecta sus tendencias controladoras sobre los demás para evitar que lo vea operando dentro de usted. Al mismo tiempo, hace que vea a la gente tolerante como controlable. El inteligente ego le controla en un sentido y otro.
Le hace comportarse de modo dominante para ocultar cómo le controla a usted y al mismo tiempo le hace sentir desagrado por las personas tolerantes controlables. ¿Por qué iba usted a querer decidirse por la tolerancia cuando le ponen ese modelo delante?
Usted no escogerá la tolerancia si es incapaz de librarse de esas falsas creencias del ego. Pero cuando adquiere la conciencia de que todos estamos conectados en el universo con la misma divina inteligencia fluyen a través de cada uno de nosotros- y de que el yo superior es cognoscible y real, todas las satisfacciones superficiales hijas de la dominación, el control y el enjuiciamiento de los otros pierden su atractivo.
Su yo superior no tiene ninguna necesidad de dominar a nadie ni a nada. Éste es el pasaje hacia la libertad. Ahora mismo, sin embargo, en este preciso momento, su ego está trabajando para convencerle de que el yo superior y la tolerancia son ideas ridículas. El ego argumentará que la tolerancia significa permitir el comportamiento delictivo y los problemas sociales y de salud. Su ejemplo favorito es que significaría permitir que los Hitler del mundo cometieran atrocidades mientras nosotros las contemplamos con actitud tolerante. Su yo superior puede ver más allá de esta lógica, así que también usted puede hacerlo. Si está dispuesto a ello.
Su yo superior sabe que despojarse de la intolerancia no significa aprobar el mal. Los males que existen en el mundo son independientes de la opinión que usted tenga de ellos. Erradicaremos el mal y traeremos paz al mundo, no mediante el enjuiciamiento de los demás sino transmitiendo amor. Si se deshace del enjuiciamiento y de la tendencia a dominar y controlar a los otros, será capaz de reemplazar el odio y la intolerancia por el amor y la armonía.
Cuando a la madre Teresa de Calcuta se le preguntó si se manifestaba contra la guerra de Vietnam, ella contestó: "No, pero si celebráis una marcha por la paz, allí estaré". Cuando usted consigue la paz en su interior, eso es lo que tendrá para dar. Cuando uno está dominado por su ego, domina a otras personas. Si no existe armonía interior, no existe armonía exterior. El ego necesita la ilusión de los enemigos con el fin de controlarle. Cuando está controlando a otras personas, es porque ha permitido que el ego tenga el control.
La paradoja en este caso es que usted transformará el mundo de la forma que quiera cuando deje de intentar mejorar las condiciones mediante la intolerancia y el enjuiciamiento. Sólo cuando usted no está controlado por el ego puede decidir no controlar a otros. Lo que creía que era poder cuando dominaba a otros, era en realidad la actividad externa del ego, que esta controlándole.
Su impacto sobre el mundo comienza pro el más pequeño mundo de usted mismo. Fomentará la libertad y la paz cuando esté libre del control de su ego y conozca la paz de su yo espiritual mientras recorre la senda de la búsqueda espiritual. Uno de los primeros pasos por esa senda es aprender la tolerancia mediante la práctica de ver el mundo como es en lugar de cómo usted exige que sea.
Escuchar: el ego quiere que hable. Su yo superior quiere que escuche. El ego es intolerante. Su yo superior es muy tolerante. Ahí está una importante diferencia para la búsqueda espiritual.
Cuando usted medita y guarda profundo silencio, aprende el arte de escuchar.
Es como si Dios estuviera hablándole en vez de hablar usted con Dios.
Entonces comienza a saber qué se siente al confiar en su guía interior. Será incluso capaz de comprender el porqué de la charla del ego. Oirá al ego parlotear, y sabrá que es la expresión del miedo y su deseo de protegerle manteniéndole a salvo separado de los demás. En ese momento estará introduciendo la tolerancia en su vida.
El ego quiere que continúe hablando debido a la falsa creencia de que es más seguro y mejor demostrarles a los demás lo diferente que se es. Cuanto más hable y sea usted mismo el punto de referencia, más tendencia tendrá a jactarse y manifestar intolerancia, cosa que satisface al ego.
Pero proteger al ego de esta manera es un ejercicio que le impide alcanzar la verdadera libertad de conocer a su yo superior, lo cual comienza a suceder cuando se empieza a escuchar. Así que el ego intensifica su parloteo siempre que uno trata de meditar o de escuchar a su yo interior.
Mediante el proceso de escuchar, incluso a su intolerante ego, aprenderá a ser tolerante.
También escuchando abandonará su egocentrismo y la necesidad de dominar o ser dominado por el ego. Cuando con delicadeza hace que los demás se vuelquen al exterior al escuchar en verdad sus historias, está manifestando amor y respeto. Esto también va por el ego. Negarse a escuchar o manifestar desprecio son actitudes intolerantes.
La necesidad que el go tiene de parlotear y exponer su superioridad queda convincentemente demostrada por la siguiente historia de The Herat of the Enlightened (El corazón del iluminado), una edición a cargo de Anthony de Mello. Lo que dicha historia pone de manifiesto es el éxito que nos llega cuando escuchamos con actitud tolerante.
Érase una vez una posada llamada La Estrella Plateada. El dueño no conseguía ganar lo bastante a pesar de que hacía todo lo posible para atraer clientes haciendo que la posada resultase cómoda, el servicio cordial y los precios razonables. Así que, presa de la desesperación, consultó a un sabio.
Tras escuchar su relato de desconsuelo, el sabio dijo:
- Es muy sencillo. Tienes que cambiar el nombre de la posada. -¡Imposible! dijo el posadero-. Ha sido La Estrella Plateada durante generaciones y es bien conocida por todo el país.
- No replicó con firmeza el sabio-. Ahora debes llamarla Las Cinco Campanillas y poner una hilera de seis campanilla colgadas de la puerta. -¿Seis campanillas? ¡Pero eso es absurdo! ¿Qué bien haría eso?
- Ponlo a prueba y lo verás repuso el sabio con una sonrisa.
Bueno, pues el posadero lo puso a prueba. Y he aquí lo que vio. Cada viajero que pasaba ante la posada entraba para señalar el error, cada uno convencido de que nadie más había reparado en él. Una vez dentro, quedaban impresionados por la cordialidad del servicio y se quedaban para refrescarse, proporcionándole así al posadero la fortuna que había estado buscando en vano durante tanto tiempo.
Hay pocas cosas en las que el ego se deleite más que corrigiendo los errores de otras personas.
A medida que cultive la influencia de su yo superior en su existencia, más fácil le resultará liberarse de las exigencias del ego. Hallará placer en anular sus impulsos arrogantes y en escuchar a los otros. Comenzará a disfrutar de su esfuerzo consciente por ser tolerante.
Dar. Puede neutralizar el impacto de su ego con bastante prontitud mediante el acto de dar. Dar implica algo más que entregar unos objetos. El verdadero dar implica ser consciente de las necesidades y deseos de los demás.
Retroceda con la memoria hasta el momento en que estuvo más enamorado.
Esa experiencia de amor apasionado hizo que fuera consciente de las necesidades de su pareja. Esa conciencia también puede encontrarse en el caso de un padre y un hijo.
Con este amor en el corazón, uno está dispuesto a dar lo que sea necesario.
Los pensamientos de uno no tratan de dominar o controlar a la otra persona.
Sólo está la súplica amorosa de su yo superior que quiere que le dé todo lo que pueda al ser querido. Los matrimonios a menudo fracasan porque uno de los cónyuges deja de dar. Si ambos estuvieran dispuestos a dar el ciento por ciento en su relación, habría razones más que suficientes para un matrimonio feliz.
Cuando sólo un integrante de la pareja da el ciento por ciento, una persona se está sacrificando. Es importante distinguir entre dar y sacrificarse. Un sacrificio por lo general se hace por algo. Cuando usted se sacrifica, está dando para recibir, y funciona según los dictados del ego, que quiere que crea que usted es tan importante y especial que merece algo a cambio de lo que da.
El ego quiere que se ensoberbezca y piense que el acto de dar indica su superioridad: como si su generosidad le diferenciara de los demás que no son tan generosos.
Si usted da porque tiene la sensación de que de hacerlo, no está auténticamente motivado por su yo superior. También aquí se encuentra el ego en acción, diciéndole que es mucho mejor que los destinatarios de sus dádivas. El ego incluso acepta que se dé de mala gana, porque lo ve como prueba de superioridad.
Pero el dar como medio de fomentar la tolerancia y el amor es algo diferente.
Este dar se produce cuando uno contribuye a satisfacer las necesidades o deseos de otros sin ninguna expectativa de retribución o reconocimiento.
Como la madre con su bebé. Es el tipo de dádiva que la tolerancia promueve.
Es la clase de dar que aparece cuando usted aprende a ser tolerante consigo mismo y los demás.
A medida que cultive el dar, experimentará que dar es recibir y que recibir es dar. Uno de mis pasajes favoritos del Nuevo Testamento describe este acto de dar. En San Lucas, 6:35, Jesús dice: "Amad pues a vuestros enemigos y haced bien, y prestad, no esperando nada de ello; y será vuestro galardón grande y seréis los hijos del Altísimo; porque Él es benigno para con los ingratos y malos".
La consideración de las necesidades de los otros es la experiencia más gratificante que pueda conocer. Recuerde lo emocionante que era hacerles regalos a sus padres, abuelos y hermanos. Se equiparaba y puede que incluso superara, a la emoción de recibir regalos. Entonces, cuando dabas, estabas recibiendo.
Es su yo sagrado el que le alienta a dar de modo incondicional. Es su ego el que quiere recibir una recompensa. Pero esto sólo se debe a que eso es lo que su ego conoce, y lo que conocerá mientras usted continúe recompensándole por mantenerle separado de su amorosa esencia divina. Proporciónele a su ego la experiencia de conocer el amor y la tolerancia de su yo superior, y comenzará a obrar del mismo modo.
Relaciones placenteras. Cuando uno sigue los dictados de su ego, se encuentra con que es constantemente necesario ejercer un cierto grado de influencia sobre otras personas. Eso es lo que le exige el ego porque él cree que así es como obtiene el poder que necesita. Cuando esto sucede, toda posibilidad de mantener relaciones en verdad gratificantes se evapora.
El ámbito de la intimidad pertenece al yo superior. No nos estamos refiriendo a tener aventuras. Lograr intimidades con alguienes es una forma de comunicarse, lo cual envía un mensaje claro de amor y consideración incondicionales.
El ego teme todos los encuentros de ese tipo y se muestra activo en extremo cuando se presentan tales oportunidades. ¡El ego se muestra tan irresistible en este terreno, que el mero pensamiento de comunicarse con otra persona con amor incondicional puede infundir más temor que una operación a corazón abierto!
"Cuidado, intentarán poseerte si intimas demasiado ¡Perderás tu libertad!".
Éstas son el tipo de frases con las que el ego bombardea sus pensamientos. El ego lo sabe todo sobre la propiedad y la dominación porque es algo que está haciendo durante todo el tiempo. El ego le domina y tiene miedo de ser dominado, y equipara la intimidad con la dominación.
Intimar con alguien es ser tolerante y aceptar a otra persona de forma incondicional. Significa comportarse con bondad y respetar las necesidades y deseos de otra persona. Si teme este tipo de relación es porque el ego le dice que es un peligro.
Cuando uno aprende a transitar por la senda espiritual, descubre que el amor es la experiencia menos amenazadora que existe. El amor no pide nada ni nada exige. Requiere dar, compartir y ser vulnerable, con Diso como guía, un guía que comunica amor infinito.
Este tipo de relación es una forma de comunicarse en la que usted es capaz de ofrecerle amor a la otra persona sin necesidad de tener razón o de demostrarle que está equivocada. Cuando una persona con la que habla se siente aceptada, amada y escuchada, ese vínculo se creará. Si ha tenido que demostrarle que estaba equivocada para hacer valer su punto de vista, o si la ha juzgado en algún sentido, es que ha sucumbido a las exigencias del ego.
Si mantiene una relación de pareja con alguien y se encuentra con que evita la intimidad, puede tener la seguridad de que el ego está venciendo a su yo espiritual. El miedo de que conozca su yo superior significa que el ego hará lo que sea necesario con el fin de mantenerle apartado de tal relación.
Convencerse de que es superior es una manera de evitar que llegue al estado de vulnerabilidad que la intimidad requiere. Así pues, irá de una relación de dominación/sumisión a otra, evitando las relaciones basadas en el amor y la comunicación sincera.
Éstos son los fundamentos para hacerse más tolerante y permitir al yo superior superar los impulsos autoritarios y dominantes del ego. Estos comportamientos dictados por el ego se manifiestan de muchas formas, algunas de las cuales reconocerá en el apartado siguiente.
Hacer un uso excesivo de referencias a uno mismo, y llevar siempre la conversación hacia la propia persona. En lugar de hacer que otra persona se vuelque al exterior y conocer sus sentimientos, usted recurre a todas las excusas posibles para centrar la atención sobre sí mismo.
Adoptar una forma apresurada de abordar la vida, la cual no deja tiempo para la contemplación y los momentos de quietud. Necesitar siempre adelantar al conductor de delante, acelerar cuando el semáforo se pone en ámbar en lugar de reducir la marcha y pararse, usar de modo constante el teléfono, incluso en teatros y restaurantes… estos y muchos otros comportamientos que le hacen tener siempre el control y no le permiten participar cortés y adecuadamente en la vida de otras personas.
Dar órdenes y exigir perfección a los miembros de la familia y los compañeros de trabajo. Negarse a escuchar cualquier punto de vista contrario. Hacer cosas como ladrar exigencias en los restaurantes, una manera de dar a entender que los otros son inferiores.
Estar absorto en las propias preocupaciones, metas profesionales, éxitos y experiencias cotidianas. Insistir en que los demás escuchen siempre sus historias y raras veces interesarse por las de ellos.
Corregir en público los errores de otras personas y pavonearse de sus superiores conocimientos. Corrige cosas como los errores gramaticales, el uso impropio de las palabras, los errores en los hechos relatados, las faltas de la etiqueta, los lapsos de memoria y el paso de baile que está de moda (y lo hace delante de los demás para impresionarlos) Negarse a la auténtica proximidad y culpar a la otra persona por ello. Negarse a intimar y no mostrarse amoroso si alguien no está a la altura de las expectativas. Emplear cualquier error por parte del otro como razón para negarse a comunicarse de verdad, lo cual le produce un miedo cerval.
Necesidad de ganar en las conversaciones en lugar de comunicarse y compartir. Usar el tiempo que otra persona emplea en hablar para preparar las propias reacciones en lugar de escuchar lo que el otro está diciendo y responder a sus sentimientos y preocupaciones.
Ensalzarse a costa de otros. Recurrir a la jactancia, la fanfarronería y el egocentrismo como principales motivos conversacionales.
La incapacidad de dar sin recibir. Llevar la cuenta de quién responde a sus tarjetas de felicitación y negarse a enviárselas a los que no corresponden.
Hacer una obra de caridad o ayudar a otra persona, y luego molestarse si el agradecimiento no llega dentro del tiempo estipulado. Dar para recibir en lugar de dar incondicionalmente.
Usar los propios criterios para juzgar cómo tendrían que ser los demás. Tratar como personas menos importantes a aquellos que no han actuado de acuerdo con los propios criterios.
Dominar a los otros que son más pequeños, más jóvenes o tienen una educación inferior. Someter a otros mediante la amenaza de repreariasl, por la prepotencia o retirando el apoyo económico.
Éstos, junto con una lista potencialmente infinita de otros, son algunos de los ejemplos más comunes de cómo la necesidad de ser dominante y superior se presenta en la vida. Estos comportamientos del ego los utiliza la práctica totalidad de la gente en uno u otro momento.
Con el fin de dejar atrás estos pensamientos y comportamientos dirigidos por ego, resulta útil conocer el sistema de recompensas que su ego ha establecido.
Cuando uno sbe qué está obteniendo mediante estos comportamientos, cambiarlos se convierte en una meta mucho más accesible.
Su ego es un viejo compañero y no quiere que lo abandone. Su falso yo sabe que no necesitará que desempeñe un papel dominante en su existencia si se vuelve tolerante y hace hincapié en servir a los demás. En consecuencia, su ego le dice, una y otra vez: "Estás separado de quienes te rodean y eres mejor que ellos. Con el fin de demostrarlo, tienes que ejercer algún control sobre su comportamiento. Sé dominante y ganarás el respeto de los otros. El respeto de los demás es la forma en que te haces valer".
El ego quiere ser cada vez más soberbio para que sólo lo escuche a él y crea sus falsos mensajes.
El ego crece con su sensación de estar incompleto y su miedo a no ser digno de aprecio. Por lo tanto, le convencerá de que evite las relaciones íntimas por miedo a que revele quién es. Usted se protege a sí mismo de dichas revelaciones por el sistema de escuchar a su ego y evitar las relaciones íntimas.
Al mirar al exterior, a todas las cosas y personas que quiere controlar, usted llena su vida con la tarea que tiene entre manos. Así que llena su tiempo dominando y controlando el mundo externo, y no le queda nada de tiempo para mirar al interior. El ego gana cuando usted necesitad ominar, y ganar es muy importante para él.
Al ser reticente a dar algo de sí y al ser consciente de las necesidades y deseos de los otros, puede centrar la atención en sí mismo. Su ego se siente amenazado cuando se desprende del egocentrismo y mira al exterior para ver cómo puede servir a otras personas. En consecuencia, su ego le alienta a que continúe siendo egocéntrico.
Si da, el ego hace que se centre en su propia persona exigiendo que se le reconozca y aprecie por su generoso comportamiento. En cualquiera de los dos casos, el ego y no su yo espiritual- vuelve a ganar la partida y su búsqueda espiritual queda relegada.
Cuando domina a otras personas, garantiza la existencia de conflictos. El conflicto es el medio natural del ego.
Nadie, y quiero decir nadie, quiere que le digan cómo debe vivir, qué debe ser, cómo debe pensar. En pocas palabras, nadie quiere ser dominado. Cuando se asume este papel, se crean conflictos de inmediato. Entonces el falso yo se pone a trabajar para convencernos de que necesitamos ganar y demostrar nuestra superioridad.
Su yo superior evita los conflictos y fomenta la tolerancia y el amor. Al ego le encantan los conflictos y los fomentará.
Hay pocas cosas en las que el ego se deleite más que corrigiendo errores de otras personas. El ego aprovecha esta doble oportunidad para señalar errores, y de modo simultáneo, sentirse más importante que otros.
Esto es lo que obtiene a causad e su ego. Ahora que entiende por qué ha escuchado las exigencias de control y dominación de su ego, puede comenzar a cambiar algunas de esas actitudes.
Ser un apersona autoritaria puede proporcionale esas apariencias gratificadoras, pero no le conduce a una experiencia más satisfactoria y profunda de su existencia cotidiana. Sus relaciones siempre sufrirán y usted tendrá una sensación de vacío y de ausencia de propósito mientras acepte esas exigencias del ego.
Al desplazar su atención hacia el yo superior, descubrirá un sendero más satisfactorio.
Refrene su necesidad de tener razón. Puede conseguirlo conteniéndose justo cuando está a punto de hablar, y preguntándose si quiere ser guiado por su ego o por su yo superior. Si de verdad quiere limitar la acción de su ego, limítese a responder a lo que la persona acaba de decir sin ponerse a discutir ni aconsejar. A medida que practique esta técnica, su ego se desvanecerá y sus relaciones mejorarán.
Escuche a los demás. Intente oír las emociones que haya en la conversación de alguien. Libérese de su actitud defensiva y de la necesidad de corregir o explicar. Limítese a escuchar y parafrasee lo que el otro ha dicho. Escuche lo que la otra persona está sintiendo y reaccione en función de ello. Comenzará a eliminar la intolerancia.
Demuestre tolerancia y amor haciendo caso omiso de lo que pueda haber sucedido en el pasado. Evite la inclinación a demostrar que alguien está equivocado señalando sus falacias con ejemplos de su pasado. Despójese del deseo de ganar y cultive el deseo de comunicarse.
Concédase tiempo para hablar con Dios y para buscar la ayuda de guías espirituales. Hacer esto a diario le llevará a ser más pacífico y calmado.
Descubrirá que la energía que antes usaba para dominar a la gente pasará a servir a los demás.
Deténgase justo cuando esté a punto de intervenir en una disputa de negocios o familiar. Cuente hasta veinticinco y escuche. La pausa por lo general permitirá que la disputa se resuelva sin su interferencia. Si le resulta difícil reprimirse, aléjese un poco.
Aprenda a permitir que los demás solucionen sus dificultades sin sentir que usted es el único que puede arreglar las cosas. Su ego le insiste para que intervenga y demuestre lo bueno que es, mientras que su yo superior quiere que experimente paz y armonía. Escoja esto último.
Suprima todas y cada una de las tendencias a corregir. Establezca como regla que nunca corregirá a alguien delante de terceros. A nadie le gusta lo corrijan en público.
Si siente la necesidad de enseñarle a alguien los errores de su manera de hablar o actuar, guarde silencio y pregúntese cómo manejaría Dios la situación.
Si la persona es un adulto, en privado y con delicadeza pregúntele si quiere que la corrijan. Se sorprenderá descubrir lo carente de importancia que es para algunas personas saber la manera apropiada o correcta de decir o hacer las cosas. Suele ser la persona que hae las correcciones la que le confiere una gran importancia a la forma correcta.
Intente dar a los necesitados de forma anónima. Si insiste en ser reconocido por sus actos de generosidad, entonces quien le impulsa a dar no es su yo superior. ¡Abandone el dar y reciba!
Sea generoso y siéntase contento de saber que sus contribuciones están ayudando a otros. Celebre el dar que no está basado en el ego.
Cuando se sienta tentado a juzgar a otros, recuerde que ellos forman parte de la misma divina creación que usted. Despójese de algunos de esos enjuiciamientos originados en el ego y basados en las apariencias y adquisiciones.
Ha de ver la plenitud de Dios en todas las personas con las que se encuentre y recordar que el mundo de lo manifiesto no es lo único que hay. También existe Dios en el interior de cada persona. Si puede verlo de esta manera, se sentirá menos tentado a juzgarlos por sus posesiones o apariencia.
Si tiene dificultades en sus relaciones íntimas, sienta el miedo y hágalo de todas formas. Reconozca que está pasando un momento difícil al ofrecer su amor., pero resístase a las exigencias que el ego le impone. Por el contrario, ábrase a la persona a la que ama y dígale cuánto significa para usted. Hágalo aunque tenga la impresión de que no lo merece o de que no responderá de la forma apropiada. Corra el riesgo y luche contra el impulso de retraerse. Se sentirá más lleno y realizado por el hecho de haber corrido ese riesgo.
Su yo superior le implora que entregue su amor y no tenga miedo a ser vulnerable. El amor tiene que ver con el dar. Si es correspondido, bien; pero si no, de todas formas usted se merece el amor.
Recuerde que nadie de este planeta quiere compartir sus conflictos. La gente quiere la paz, que es el camino del yo superior.
Al ego le encanta la agitación y los conflictos, razón de que haya tantos confictos en el mundo. Son el ego luchando contra el ego.
Si sabe en su corazón que está siendo guiado por su falso yo cuando fomenta conflictos, entonces quizá pueda guardar un poco de silencio y dirigirse a su interior justo cuando esté a punto de implicar a alguien en una disputa. Yo he descubierto que cuando medito aunque sólo sea durante treinta segundos antes de estar a punto de trabarme en un conflicto, consigo ponerme en contacto con mi yo superior… y la necesidad de tener razón sencillamente desaparece.
En la obra The Man's Eternal Quest (La eterna búsqueda del hombre), Paramahansa Yogananda escribió: "Dios es el depositario de toda felicidad; y tú puedes contactar con Él en la vida cotidiana. Sin embargo, el hombre se ocupa principalmente en seguir lo que conduce a la infelicidad".
La actividad que más conduce a esa infelicidad es la necesidad de demostrar que los otros están equivocados y la tendencia a dominar. Consulte con Dios y tenga presente que esa presencia amante está a su disposición. Abandone la costumbre de confiar en el ego y en toda su falsa lógica, y viva la tolerancia, el amor y la paz de su yo sagrado.