9 - DEL ENGAÑO A LA VERDAD
La verdad os hará libres
Sé que me hago más fuerte al intentar convertir en verdad mi propia realidad Las palabras de San Juan son enormemente significativas para mí. Cada día me esfuerzo por que mi yo espiritual se haga con el timón de la nave que mi ego ha piloteado durante años. Cuando lo consigo, no sólo soy capaz de decir la verdad, sino de pensar al verdad y ser la verdad. Entonces siento júbilo y la plenitud de hallarme en mi camino espiritual.
La intención de este capítulo es ayudarle a llevar la verdad a su vida mediante la identificación de comportamientos y razonamientos que le mantienen apartado de la divina verdad. Un compromiso con la verdad es un paso gigantesco para dominar el ego, el cual se crece en el engaño y la falsedad.
En esencia, abrazar la verdad es darle la bienvenida a su yo espiritual y llegar a conocer a Dios. Todo lo que no sea auténtico le alejará.
Su ego trabaja con ahínco para convencerle de que está solo y de que es mejor que los demás, y ya sabe que no le agrada que usted amenace su existencia.
Pero recuerde que se trata de su falso yo, carente de autenticidad. El engaño va a representar un importante papel en su vida cuando acepte a su ego como guía.
Por lo tanto, con el fin de abandonar su confianza en ese falso yo, tendrá que establecer una nueva relación con la verdad. Le insto a que defina ese nuevo marco en el que incluya la verdad como compañera de sus pensamientos, de sus conversaciones y de su vida.
Esto supone un gran reto y tal vez le resulte difícil. Pero está garantizado que le conducirá a su yo espiritual. Comience por mirar con honradez y sin miedo su verdadero ser, ese que esconde bajo la superficie de oropeles con los que se ha revestido.
Su vida tiene un argumento, como lo tienen todos los que han vivido en este planeta.
El argumento empieza con su concepción, continúa a lo largo de su infancia y sigue con todos sus éxitos y tribulaciones, hasta este preciso momento.
Su ego le dice que éste es su reino, su verdadera identidad y que por lo tanto debe hacer todo lo necesario para conseguir que sea un buen argumento. Pero usted ya sabe, por haber leído hasta este punto, que eso no es así.
Existe una voz divina en su interior que le susurra que ésta no es su morada definitiva y que las cosas que aquí se ofrecen son insatisfactorias para una parte de usted. Siente que su yo verdadero no valora la apariencia, ni las posesiones, ni los éxitos, ni la fuerza, ni el talento, porque llega un momento en que todas estas cosas se atrofian y desaparecen. Sabe que bajo esta superficie hay una faceta eterna y que para ella sólo la verdad bastará.
Es algo similar a lo que sabía Miguel Ángel cuando esculpió el David. Dijo que la estatua ya estaba dentro del bloque de mármol. Una parte de su vida artística la pasó apartando lo superfluo para revelar la creación de Dios.
Intente imaginar su vida interior de esta manera.
Lo que existe en su interior no es una monstruosidad sobre la que hace falta mentir. No hay nada imperfecto en usted que requiera que cree todo un mundo de engaño con el fin de hacerse valioso a ojos de los demás. Hay una presencia amante que reside dentro de usted. Es tan perfecta como el David de Miguel Ángel, y sólo quiere que usted le permita emerger.
He trabajado con mucho ahínco en esta cuestión de la verdad a lo largo de mi vida. Durante una gran parte de ella, he mantenido sólo una relación muy casual con la verdad. Nunca tuve la intención de ser malicioso ni herir a nadie, pero adopté el amplio repertorio de engaños de mi ego. Esta relación casual con la verdad me impidió conocer mi yo superior.
Había aprendido a escuchar a mi ego siempre que resultaba conveniente para explicar mis propias debilidades e incapacidades. Si quería tener una aventura amorosa, me era más fácil explicarla como mi derecho a los placeres del momento. Mentir para proteger ese placer era sencillamente lo que mi ego dictaba. Y el ego era muy fuerte.
Un amigo me contó que una vez había llegado a casa a las cinco de la madrugada, todavía borracho después de una noche de juerga.
Su esposa había echado la llave, así que volvió a marcharse de juerga, y por fin volvió a su casa a las ocho de la mañana. Le dijo a su esposa que se había quedado dormido en la hamaca del jardín durante toda la noche. Cuando su esposa le dijo que habían quitado la hamaca hacía tres días, él, siguiendo los dictados de su ego, contestó: "Ésa es mi historia, y la mantengo".
Ése es el ego en acción, fomentando una identidad falsa con mentiras y engaños si es necesario para mantener la imagen.
Yo me encontré en la senda espiritual como resultado de una vocación más que como una elección consciente. Cuando esto sucedió, me di cuenta de que en lo profundo de mí mismo no me aceptaba como una criatura divina. Estaba a merced de mi falso yo, que me decía que protegiera una imagen ante el mundo y no quería que yo conociera a Dios ni la verdad encarnada en ese conocimiento. Consecuentemente, yo me engañaba a mí mismo para mantener ese falso yo, De modo gradual, se volvió intolerable vivir con las mentiras, incluso con las pequeñas tergiversaciones. Al principio, la verdad aterrorizaba a mi ego.
Luego, a medida que dominé mi ego, al verdad se transformó en una placentera sensación de libertad. La verdad nos hace libres, como nos dice san Juan en el Nuevo Testamento.
La verdad le hace libre porque ya no está centrado en sí mismo ni preocupado por el tipo de imagen que está proyectando o protegiendo. De hecho, usted ya no es de este mundo a pesar de hallarse en él. Usted se identifica con el mundo que hay más allá, con lo que es eterno.
He tenido muchas conversaciones sobre este tema con mi buen amigo Sutart Wilde. Me ha dicho que le hicieron falta ocho años de esfuerzos para apartarse de las mentiras y vivir la verdad absoluta. Ocho años de esfuerzos y aprender a ser independiente de la opinión de otros. Su ego no dejaba de decirle lo que otras personas creían más importante. Esto significaba que él tenía que representar una obra, pues sentía que "ellos" lo querían así.
Yo hacía lo mismo. Las mentiras que yo creía pequeñas y veniales o exageraciones insignificantes eran obra del ego, que me recordaba de manera constante que necesitaba protegerme dándole al mundo lo que el ego decía que ese mundo quería. ¿Por qué? Porque en el fondo, según el ego, yo era monstruoso. Todo eso ha cambiado de forma espectacular desde que prometí a Dios que la verdad sería mi camino.
Mi experiencia de este cambio queda recogida por las palabras de Stuart en Whispering Winds of Change (Los susurrantes vientos del cambio) A lo largo de los años, al aumentar tu energía espiritual, las mentiras pasan de constituir una parte de tu vida cotidiana a ser tristes necesidades, luego experiencias desagradables, cargas en extremo dolorosas para librarte de las cuales harás lo que sea. Si has emprendido la senda espiritual sabrás a qué me refiero… La trascendencia es en parte el proceso de pasar de la falsedad a lo real.
Confío en que al recorrer la senda de su búsqueda espiritual tendrá una experiencia similar. La transformación se producirá en usted al tiempo que será testigo de ella y hará balance de sus experiencias personales. Comenzará a encontrar demasiado pesada incluso la más pequeña mentira. Entonces sabrá que su yo superior está venciendo al ego.
Vemos y oímos mentiras en todo momento. Los medios de comunicación están llenos de anuncios que muestran toda clase de hechos y objetos que nada tienen que ver con la realidad. Según los anuncios, usted puede recobrar la juventud si conduce un determinado coche, encontrar amor si lleva la fragancia anunciada, cobrar nuevas energías si come ciertos cereales y seducir si usa un desodorante en concreto. Nuestro gobierno defiende su política con mentiras y gasta dinero que no tiene. Distorsiona las cifras del paro mediante declaraciones tergiversadas. Los senadores estadounidenses nos dicen que no podemos tener asistencia social porque el Estado no puede permitírselo, y sin embargo han aprobado para sí mismos atención médica total. Se supone que tenemos que creer que no hay dinero disponible para ayudar a los pobres y enfermos, y sin embargo financiamos guerras en lugares remotos.
Todos nos hemos habituado a las mentiras. Puede que incluso se haya convencido de que contar mentiras merece la pena. Cuando se acoger a las mentiras, a la falsedad, el problema reside en que siempre necesitará más de lo mismo para mantener cubiertas las espaldas. Lo mismo es cierto en el caso de nuestra sociedad. Pero a medida que avancemos hacia unas bases más espirituales, las mentiras disminuirán, tanto en nuestro entorno como en nuestra vida.
Al principio, cuando uno deja de mentira, escuece. Es como un remedio sobre una herida abierta. Su voluntad de pensar, sentir y actuar de modo veraz dejará al descubierto algunas verrugas. Las verrugas son usted mismo. Los errores son usted mismo. No son únicos y no dicen nada desagradable de usted. El escozor se aliviará a medida que abandone la necesidad de engañar.
El ego sufrirá todas las ansiedades que quiera, pero usted se bañará en la cálida luz de la verdad.
Quiero compartir con usted una carta que recibí hace poco. Ilustra cómo la verdad puede entrar en su vida de maneras que no podría imaginar si consulta con su yo superior.
Querido doctor Dyer:
Apenas creo que esté escribiéndole esta carta. Acabo de comenzar por segunda vez a leer su libro Tus zonas mágicas. Muchas de las ideas que hay en él ya las conocía, pero su obra ha despertado en mí de hecho me empujó- el deseo de salir de mí misma y comenzar a hacer realidad algunos sueños. Le agradezco el trabajo que ha invertido en ese libro en beneficio de todos.
Le escribo con un propósito determinado. Tengo una pregunta. Ahora bien, la verdad es que no creo que pueda prestar atención a todas las cartas que le llegan, pero si tiene una respuesta para mí estoy segura de que la obtendré.
Tras un par de semanas de poner en práctica algunos de los consejos de su libro afirmarme a mí misma, afirmar mi vida, afirmar incluso mi propósito, e imaginar, imaginar con amor-, una noche, justo antes de dormirme, me llegó la idea de que la respuesta a mi anhelo, de uqe mi milagro llegaría en el correo del día siguiente. Este conocimiento era absoluto, y me dormí con una sensación de gran placidez. Ahora bien, soy una madre soltera con dos hijos; es un puro milagro que lleguemos a fin de mes, pero tenemos el sueño de ver un mundo en paz y yo tengo intención de cambiarlo.
A la mañana siguiente mi milagro llegó en el correo, un crédito por valor de 7.500 dólares. Imagínese, mis preocupaciones económicas temporalmente solucionadas y la posibilidad de comprar lo necesario para comenzar un apequeña industria familiar. (Queremos fabricar ropa de niños y juguetes, todo con productos naturales y sólo de la región) Y allí estaba: el crédito necesario para hacer un catálogo. Sólo existía un problema: el crédito no era para mí.
Había abierto por error una carta dirigida a un ocupante anterior del dúplex. Lo único que tenía que hacer era firmar con su nombre y enviarlo de vuelta.
Eso hice. Eché una firma falsa y cerré el sobre antes de tener tiempo para pensarlo. Me encaminé a la oficina de correos. No puedo expresar cómo me sentía al pensar en que nuestros sueños iban a hacerse realidad. Y no creía que mi engaño fuera muy inmoral: después de todo, el anterior ocupante nunca se enteraría y por supuesto, yo pagaría los vencimientos.
Durante el viaje en autobús hacia correos, sin embargo, algo comenzó a bullir en mi mente. Mi conciencia, por supuesto, pero algo más. De alguna forma se me hizo muy claro que negarme a llevar a cabo este acto contrario a la honradez significaba que no sólo estaba haciendo lo correcto sino algo más profundo: enviarle un mensaje de confianza a mi subconsciente. Que yo no necesitaba realizar ese acto para llevar a cabo mi milagro, que podía confiar en mí misma para hacer lo que era necesario. Ahora bien, puede que esto no le parezca nada del otro mundo, doctor Dyer, ¡pero darme cuenta de que podía confiar en mí misma es para mí una victoria tan grande como lo fue llegar a la Luna! Rompí aquella venenosa carta y me marché a casa. Pasé el resto del día con una embriagadora sensación de victoria.
Pero ahora han pasado los días y comienzo a sentir una vaga duda. Continúo imaginando cosas e intentando confiar, pero en ocasiones pienso que quizá aquel crédito era un regalo de Dios, y que debería haberlo aceptado. Doctor Dyer ¿cree usted que hice lo correcto? De ser así ¿puede ver en qué estoy equivocándome ahora?
Gracias por el tiempo, energía y esperanza que aporta para transformar el mundo.
Paz,
Rebecca ROBERTS
Saint Paul, Minnesota Muchas veces, lo que creemos necesitar no es lo que Dios está intentando enseñarnos. Rebecca necesitaba conocer el valor de la verdad en su vida, y recibió ese mensaje al escuchar a su yo superior. En este caso, al guiarse por su yo espiritual, permitió que la verdad reinara en su vida.
Me sentí tan conmovido por su honradez y por las estrategias de su ego (sentimiento de culpa por haber sido tan estúpida, presentar la falta de honradez como voluntad de Dios) que hice las gestiones necesarias para que Rebecca obtuviera una línea de crédito libre de intereses.
Como ya sabemos, Dios sigue caminos misteriosos, pero el yo superior sabe cuándo no está siendo sincero. La revelación que Rebecca había tenido la noche anterior que sus sueños recibirían respuesta en el correo del día siguiente- resultó ser cierta.
Pero tuvo que pasar la prueba e la verdad antes de que su sueño fuera realidad.
E movimiento de pasar de la falsedad a la autenticidad comienza por uno mismo. Usted la presencia invisible que ha estudiado las cuatro claves de acceso a la memoria superior-, en el silencio de su ser, establece una nueva relación con la realidad.
Usted escucha la presencia amante que le dice que es una criatura divina y que no necesita ocultarse presentándose como algo diferente de lo que es. Se vuelve capaz de amar a cualquier persona incluso las que obran ocultándose, y no tiene que cambiar porque sabe que en lo profundo de usted está ese espacio unificado abierto a todas las posibilidades. Reconoce su espiritualidad.
Por otra parte, al adquirir esta visión de usted mismos también adquiere conciencia de que usted no es su cuerpo físico. Ya no necesita mostrar nada más que su plácida divinidad ante los amigos, la familia, incluso ante los desconocidos. Ha realizado la transición de lo falso a lo cierto. Ha reconocido su espiritualidad y está dispuesto a perdonarse por todos y cada uno de los errores que ahora considera lecciones. Se ha instalado en la verdad.
Saber que ya no tiene que mentir para obtener la aprobación de otros o para elevarse a ojos de los demás es la libertad que la verdad aporta. A Stuart le hicieron falta ochos años para llegar a ese punto. A mí me ha hecho falta más tiempo para entender el valor de la verdad en todas las circunstancias, pero ha llegado a mí gracias al satori.
Imagino que si Saulo de Tarso, un ladrón, un asesino, puede transformarse en un momento de revelación y convertirse en el apóstol san Pablo al dejar que entrara en él la verdad y vivirla, también Wayne Dyer puede admitir sus errores y vivir la verdad, y también puede hacerlo usted. Como dice Thomas Merton:
"Tenemos que obrar con verdad dentro de nosotros mismos, antes de poder conocer una verdad que está fuera de nosotros".
Pasar de la falsedad a la verdad comienza por la verdad interior y sigue con la vivencia diaria de la verdad. Al comenzar a vivir estas verdades, no sólo le da la vuelta a su propio mundo, sino que también aborda la transformación del mundo que le rodea. La verdad no sólo le hace libre a usted, también hará libre al mundo.
El ego del mundo no puede resistir la luz celestial de la verdad más de lo que puede resistirla su ego personal.
Los engaños, las mentiras, el robo y los asesinatos que vea a su alrededor comenzarán a desaparecer cuando nos volvamos hacia el interior de nuestros yos y superemos el ego.
Las acciones contrarias a la paz y la vedad que crea el ego son numerosas. En los párrafos siguientes encontrará algunas de sus manifestaciones más comunes.
Este apartado no está dirigido a los creativos publicitarios ni a los que mienten en su propio provecho, cometen delitos de perjurio o practican infames engaños. Lo que aquí expongo es cómo el ego nos convence de que consultemos a nuestro falso yo en la vida cotidiana.
No estamos ante un caso en que nos engañamos a nosotros mismos, sino más bien de comportamientos e ideas heredadas que hemos adoptado. He aquí algunas de las formas más comunes de evitar la verdad.
Jactancia o fanfarronería. Una inclinación a atraer la atención sobre usted y a exagerar su éxitos para que los demás le vean de una forma positiva, como alguien especial y distinto de los demás.
Tergiversación de los hechos. Contar los hechos como le gustaría que hubiesen ocurrido en lugar de cómo sucedieron en realidad. Estas mentirijillas veniales o exageraciones insignificantes, cuando uno se obstina en mantenerlas, se convierten en un estilo de vida.
Engaño para salvar la fachada o evitar la vergüenza. Argumentar con el propósito de convencer a alguien de que usted es inocente de alguna mala acción. Este tipo de engaño obliga a llevar al cuenta de lo que se dijo, a quién y cuándo. Se van sumando más tergiversaciones para que la línea argumental se sostenga.
Creación de un futuro imaginario. Mentir sobre las perspectivas de su futuro para ocultar la verdad. Uno vive su porvenir basándose en una idea falsa. Su vida es una mentira en el presente y en el futuro.
Exageración de los hechos para atraer atención. Un ejemplo de lo difícil que resulta abandonar estas tergiversaciones lo es esta breve historia del libro Illustrations Unlimited (Ilustraciones ilimitadas), editado por James S. Hewitt:
Una niña desarrolló un mal hábito. Siempre estaba mintiendo. En una ocasión, cuando le regalaron un San Bernardo para su cumpleaños, salió a la calle y les contó a todos sus vecinos que le habían regalado un león. La madre se la llevó aparte y le dijo:
- Te pedí que no mintieras. Vete arriba y dile a Dios que lo lamentas. Prométele que no volverás a mentir.
La niña subió al piso superior, rezó sus oraciones y volvió a bajar.
La madre le preguntó: -¿Le dijiste a Dios que lo lamentas?
La niña respondió:
- Sí, lo hice. Y Dios me ha contestado que a veces también a él le resulta difícil distinguir entre mi perro y un león.
La práctica de cambiar los hechos con el propósito de impresionar a otros puede ser encantadora cuando lo hace un niño. Para los adultos, es una manera de dejarse llevar por el ego para que mantenga viva las ilusiones. Este proceder le impedirá conocer su yo superior, el cual no necesita exageraciones para sentirse importante a ojos de los demás.
Pasar algo por alto en beneficio propio. Este historia ilustra cómo puede funcionar esto:
A un hombre le dieron el cheque de su sueldo y advirtió que le habían pagado veinticinco dólares de más, y no le dijo nada al cajero. El cajero se dio cuenta de su error, y al siguiente día de pago dedujo los veinticinco dólares del cheque del sueldo del hombre. El hombre acudió de inmediato a ver al cajero y le dijo que en la cifra del cheque faltaba dinero. El cajero replicó:
- No dijo ni una palabra la semana pasada, cuando recibió dinero de más.
El hombre contestó:
- No me importa pasar por alto un error, pero cuando sucede dos veces es el momento de decir algo.
Ser honrado requiere que uno diga algo con independencia de si uno se beneficia o no del error.
Hacer trampas deliberadas en beneficio propio. La práctica de cobrarles de más a los otros o alterar los costes y luego incluir cargos falsos parece ser una práctica normal para los que permiten que su ego les gobierne la vida.
Se ha estimado que los hospitales de Estados unidos añaden cargos excesivos y cantidades erróneas en el 99 por ciento de sus facturas. Imagínese: ¡noventa y nueve de cada cien facturas contienen errores que favorecen al hospital!
Esta práctica es demasiado corriente en muchos negocios, así como también en la vida de muchos ciudadanos. La idea de que está bien engañar a los demás conforma una manera de ser que le mantendrá apartado de la senda de su búsqueda espiritual. Lo que se encontrará es que también los otros le engañarán a usted.
Comportamiento machista y bravucón. La necesidad del ego de aparecer como mejor o más importante crea un comportamiento que manipula a otras personas, cuando no las asusta. La prepotencia, la fanfarronería, el pavoneo, las argucias y cosas por el estilo, son actos de engaño que el ego cree que convencerán a los demás de que usted es único y especial.
Diálogos internos sobre lo peligroso que es el mundo. El ego se sirve de los diálogos internos para convencerle de lo peligroso que es el mundo. Cuanto más se convenza de que el mundo es peligroso, menos capaz será de conocer a su yo espiritual. Al evitar el contacto con este yo, usted no sabrá que no corre ningún peligro y que es una criatura divina.
Autoengaño. El ego le convence de que otros son especiales y de que usted no tiene apenas valor porque e un ser inferior. Cuando se deprime con frases en que se desprecia a sí mismo y se acobarda ante los riesgos, usted está haciendo propias las afirmaciones del ego de que es débil y carece de importancia. Esta valoración negativa e irreal le aleja de la verdad y es una estrategia del ego destinada a mantenerle apartado de su búsqueda espiritual.
Para abandonar la tendencia al engaño tiene que entender por qué permite que este argumento rija su vida. Y siempre hay consecuencias derivadas del comportamiento y los pensamientos, incluso de los basados en la falsedad.
Su ego se siente atraído por aquello que lo convierte en especial. Cuando usted crea una ilusión que cumple con ese objetivo, falsa o no, su ego obtiene un beneficio. Cuanto más atractiva hace esa ilusión mediante tergiversaciones, más recompensando se ve su ego. Recuerde que su ego es una falsa imagen de sí mismo. No es su verdadero yo.
El falso yo se crece en la falsedad. Cuanto más se entregue a este pensamiento y conducta sustitutivos de la realidad, menos probabilidades tendrá de llegar a su yo superior y de hallarse en su búsqueda espiritual.
El fraude y el engaño son formas de asegurar la supervivencia del ego. La presencia de su yo auténtico hará que el ego haga mutis porque no tendrá propósito ninguno de ser. Cuando uno está en sintonía con Dios, viviendo su existencia espiritual, no se tiene necesidad de nada que no sea auténtico. Su ego necesita el engaño para asegurarse la supervivencia.
Cuando usted se entrega al engaño, es víctima de la búsqueda de aprobación externa. Su falso yo es lo que usted quiere que otros vena, así que proyecta una imagen que no se basa en la realidad. Es lo mismo que decir: lo que vosotros pensáis de mí es más importante que lo que yo pienso de mí mismo.
Con esta actitud, su ego evita todo riesgo, incluyendo el de realizar un cambio espiritual en su vida. Cuanto más permanezca con las mismas máscaras, más éxito tendrá el ego en mantenerle apartado de su yo superior.
"La verdad le hará libre" es una idea que atemoriza al ego. Al mantenerle esclavizado por todas esas tergiversaciones, la verdad resulta inalcanzable.
Cuando la verdad es inalcanzable, también lo es la libertad. A ningún esclavista le gusta la idea de libertad a sus esclavos. El ego le esclaviza y esas tergiversaciones son sus cadenas.
El ego puede convencerle de su carencia de valor. Usted es una criatura divina y eterna que crece a partir del amor y la paz. Pero el ego le persuade de lo contrario.
Esa falsa idea de sí mismo le convence de que no vale nada, así que oculta ese yo carente de valor tras la fachada del ego. De no hacerlo, su carencia de valor quedaría al descubierto ante el mundo.
El ego se mantiene como tendencia dominante por el sistema de convencerle de que no es una amorosa criatura, pacífica y perfecta de Dios. Y le alentará a decir o hacer cualquier cosa que refuerce esa falsa creencia.
Al ego le encanta verle dudando de sí mismo. Usted puede apartar al ego de su vida cotidiana si tiene certidumbre, respecto de su auténtico valor y no permite que la duda se infiltre en su mundo interior. La certidumbre acerca de usted y de su conexión con Dios socava los principios del ego.
La permanencia en la incertidumbre y la inseguridad es lo que su falso yo le insta a hacer. Continuará enviándole mensajes tergiversadores con el fin de garantizar su existencia.
Éstos son los beneficios que usted recibe cuando permite que el ego maneje su vida y le convenza de aceptar su falso yo. Una vez que usted tiene una idea de lo que recibe a cambio de este comportamiento, puede comenzar a adoptar nuevos métodos para abrazar la verdad y librarse del engaño.
Adopte el compromiso de establecer una nueva relación con la verdad. La manera de hacer esto es interrumpirse cuando está exagerando o engañando a alguien, incluido a usted mismo. Luego reconocer ante uno mismo que estaba a punto de vanagloriarse. Tome la decisión de contar con exactitud lo sucedido ni más ni menos- y fíjese en la sensación que ello le produce.
Descubrirá, al detenerse justo antes de la mentira, que ya está recurriendo a su yo superior, que florece con la vedad, en lugar de ceder a las exigencias del ego. Y entonces, disfrutará e una vida más profunda y rica, que le proporcionará una refrescante sensación comparada con la falsa imagen de da de sí mismo al buscar aprobación.
Repare en el diálogo interno que le convence de que el mundo es un lugar peligroso. Use alguna técnica para trabar diálogo con la parte temerosa de su persona.
O busque a un amigo o familiar, o un grupo de apoyo en el que pueda ser sincero acerca de su miedos. Ese diálogo interno temeroso es un aspecto de usted mismo que también necesita ser amado y oído.
Al permitirle expresar su vedad a ese temeroso diálogo interior, tendrá la posibilidad de reemplazar esos pensamientos por la divina esencia que es su yo superior. En lugar de formular pensamientos que insisten en el miedo, su diálogo interior le recordará que Dios está con usted y que se encuentra en un universo divino, extensión de la divina verdad, Con menos pensamientos que alertan sobre el peligro y producen miedo, menos necesidad tendrá de recurrir a la tergiversación o el engaño.
Permanezca alerta ante los diálogos interiores que hacen hincapié en sus éxitos y no en su misión. Hace poco di una conferencia a un grupo de locutores de radio, y me sentí muy complacido con mi actuación. Después, mientras corría para hacer ejercicio, reviví la experiencia.
En el mismo momento en que estaba viendo con la mente al grupo que se ponía de pie y me aplaudía, doblé en una esquina y me golpeé el codo contra una pared con tal fuerza que me produjo un agudo dolor en el brazo que tardó varias semanas en desaparecer. Cada vez que sentía el dolor me recordaba que apartara al ego del camino y dejara de centrarme en mí mismo. Se me recordaba cuál era mi propósito y mi misión y que no me dejara seducir por los aplausos.
Casi siempre el diálogo interior que le halaga es la cháchara del ego, la cual puede hacerle perder el rumbo. El diálogo interno sobre su misión le mantendrá en la senda.
Fórjese una disciplina mental. Pegue esta cita de Stuart Wilde en un espejo:
Al controlar al ego tiendes a disolverlo. Se siente muy amenazado por su pérdida de poder. Pero tienes que perderte a ti mismo con el fin de redescubrirte. Una vez que la seguridad de espíritu te imbuye, ver cómo la disciplina mental mejora tu vida. Llega un momento en que el ego se relaja al ver que el nuevo rector de tu existencia es tan firme como una roca.
La disciplina mental es lo que usted está buscando. Supere la tendencia del ego a empujarle hacia el engaño. O no diga nada o deje que brote la verdad.
Pronto se convertirá en un hábito y habrá destronado al ego.
Guarde silencio. Cuando esté inseguro respecto de si decir la verdad o tergiversarla porque tiene la impresión de que la verdad será en exceso dolorosa, entones no diga nada. No está obligado a revelar cada aspecto de su vida. Tiene derecho a guardar silencio y aprender, en silencio, su lección.
De esta manera se esfuerza por hacer tornar la verdad que quiere abrazar. No hacer nada es más gratificante para el espíritu que mentir. Si nadie está obligado a declarar contra sí miso según la legislación vigente, también esto rige para lo espiritual.
Establezca una verdad personal que sea inexpugnable para las fuerzas exteriores. Sencillamente, comprométase a practicar la verdad y a no tener en cuenta la buena opinión de las otras personas.
Una manera de no temer al rechazo es saber que siempre se encontrará con alguna desaprobación, con independencia de cuál sea su posición; entonces uno es libre para ser quien es en realidad, según Dios le creó.
No deje de recurrir a la santa naturaleza de su amorosa esencia divina siempre que se sienta tentado de recurrir al fingimiento. No necesita aprobación exterior. Lo que necesita es la verdad para estar en armonía con su yo superior.
Resista la necesidad de jactarse. Esfuércese por tener un propósito en lugar de ser interesante. Ésa es la manera de actuar del yo superior. Conviértase en el que escucha el que se interesa por los éxitos y las actividades de otros- y no necesitará jactarse ni tergiversar la realidad.
Si se sorprende exagerando, deténgase. Sólo deténgase y corríjase. NO tiene que explicar que está corrigiendo su tendencia a la exageración. Limítese a corregir lo que estaba diciendo. Si destierra la tergiversaciones más insignificantes, traerá la verdad a sus conversaciones. Al obrar así le hace saber a su ego lo innecesarias que son sus tergiversaciones.
Escriba un código de honor. Con sus propias palabras, describa sus intenciones de hacer de la vedad el camino de sus pensamientos y acciones y cesar de engañarse a sí mismo y engañar a los demás.
Luego asuma su código de honor por el sistema de leerlo regularmente.
Llegará a irradiar su espiritualidad y habrá descubierto una forma gozosa de vivir.
Tenga la seguridad de que carece de importancia que le concedan mérito. Por último, recuérdese que cuando está cumpliendo con la misión de su vida, los méritos y los halagos no tienen importancia.
La paradoja de esto es que cuanto más busca aprobación, menos recibe.
Nadie aprueba a quien busca aprobación. El hecho de abandonar la necesidad de la aprobación externa le deja en libertad para abrazar la verdad.
El viaje de la búsqueda espiritual implica abandonar al ego. Su ego estaba presente en muchos de los comportamientos descritos en este capítulo. E incluso el admitir que le son propios a usted, supone un paso en dirección a su yo superior.
Las palabras de Rumi lo resumen:
Cuando por f in veáis a través de los velos cómo son las cosas en realidad, no dejaréis de decir una y otra vez: "Desde luego, esto no es como pensábamos que era".
Los velos son las tergiversaciones. Use su código de honor para desprenderse de ellas. Entonces estará de acuerdo con Rumi: "Esto no es como pensaba que era". Será más de lo que jamás hubiera podido imaginar cuando el ego le apartaba del camino de la búsqueda espiritual.