3 Unidad

Usted es al mismo tiempo un corazón que late y un latido de corazón perteneciente a un cuerpo llamado humanidad. Dedique unos momentos a estudiar la palabra «universo», el término que empleamos para describir este inmenso mundo de forma en el que nos encontramos pensando y respirando, día tras día. Si desglosamos esta palabra obtenemos «uni», que significa «uno», y «verso», que puede aludir entre otras cosas a una «canción».

Sí, sí, a una canción. De eso se trata. Ése es nuestro universo, amigos. Ni más ni menos que una canción. Y por mucho que nos empeñemos en separar las diferentes notas que la componen siempre seguiremos formando parte de dicha canción.

Éste es uno de los conceptos que resulta más difícil de comprender y aplicar a nuestra vida diaria, porque todavía creemos firmemente en nuestra capacidad de separación.

Llegamos a reconocernos como una unidad independiente de las miles de millones que existen. Nos identificamos exclusivamente con nuestra mente, como seres únicos y aislados del resto. Nos asomamos al exterior desde nuestro confinamiento y creemos que el único modo de influir sobre el mundo y nuestra realidad es desde ese mismo aislamiento. Debe producirse un gran cambio en nuestra conciencia para que podamos aceptar el principio universal de la unidad. Si lo logramos y comenzamos a reconocer que la humanidad es como una hermosa y armónica canción, nuestra vida experimentará una serie de grandes cambios. Pero para llegar a ello, usted necesitará dejar de creer en las ideas derivadas de la escasa perspectiva que le ofrece su propia trayectoria personal en la vida, y en su lugar empezar a pensar en usted como alguien relacionado con todas las personas que han habitado, habitan y habitarán el planeta.

UN NUEVO ENFOQUE SOBRE NUESTRO LUGAR DENTRO DE ESTA UNICA CANCIÓN

Albert Einstein, en mi opinión el genio más grande de nuestro siglo, escribió estas palabras con respecto al enfoque que ahora les solicito que examinen:

Un ser humano es una parte del todo llamado por nosotros «Universo», una parte limitada por el tiempo y el espacio. Él experimenta su propio ser, sus pensamientos y sentimientos, como si estuvieran separados del resto, lo cual es una ilusión óptica de su conciencia. Esta ilusión es una especie de prisión para nosotros, que nos obliga a ser fieles a nuestros deseos personales y a sentir afecto sólo por aquellos que nos rodean. Nuestra tarea debe consistir en escapar de esa cárcel, ampliando nuestro círculo de simpatía hacia los demás para acoger con los brazos abiertos la belleza que encierran todas las criaturas vivientes y la naturaleza.

Einstein fue mucho más que un científico, fue un profundo metafísico, al que poco o nada le importaron los patrones establecidos de los pensamientos o los actos. En las palabras de Einstein que he citado, se advierte que nos ofrece la posibilidad, el reto, de que escapemos de nuestra jaula y comprendamos que todos permanecemos unidos, no sólo en un sentido espiritual o astral, sino también en el mundo físico y real.

Yo tengo mis propios métodos para que este concepto adquiera forma en mi caso. Primero, para conseguir una perspectiva sobre cuestiones metafísicas, suelo hacerme esta pregunta: «¿Puedo distanciarme lo suficiente para contemplar todo el conjunto?». Me imagino de pie en un sitio, observando todo lo que incluye la creación. Puesto que esto es imposible de llevar a cabo en la forma, intento mirar en la otra dirección, es decir, hacia la partícula más diminuta, y me concentro en ella, ampliando su contenido y alcanzando a su través el infinito.

Víctor Hugo lo explicó en los siguientes términos: «El microscopio empieza allí donde el telescopio acaba. ¿Cuál de los dos nos ofrece una mayor visión?». Por tanto, sugiero que por un tiempo deje de mirar a esa única canción con el telescopio, y que se fije en su interior, el espacio que usted mejor conoce, su propio cuerpo. Y comprenderá que todos somos un «yo que es nosotros», citando un pequeño fragmento del maravilloso libro de Richard Moss del mismo título. Así pues, echemos una ojeada a través del microscopio metafísico.

Solemos asociarnos con formas de vida que nos son necesarias para mantenernos en este estado que corresponde a la vida. Nuestros párpados cuentan con microorganismos que funcionan acordes con el todo. El tejido que cubre nuestros intestinos contiene miles de bacterias diferentes, todas vivas y con características propias y únicas, y que sin embargo forman parte del todo. Nuestro cuero cabelludo existe gracias a una serie de microorganismos, cada uno de los cuales posee una identidad propia examinable con la ayuda de un potente microscopio. Lo mismo sucede a nuestro hígado, páncreas, piel, corazón, uñas, etc., que viven y funcionan en armonía con el todo que denominamos «yo». Sí, sin lugar a dudas, usted y yo formamos un «yo que es nosotros», y aunque esas microscópicas formas de vida que residen en nuestras uñas probablemente nunca entrarán en contacto con las formas de vida que existen en nuestros ojos, unas y otras son independientes, únicas y fundamentales para la supervivencia de la totalidad que llamamos nosotros mismos.

Este hecho lo vi muy claro en un documental sobre las formas de vida existentes en una gota de agua. Con la ayuda de un potentísimo microscopio varios científicos demostraron que cada gota de agua posee cientos de formas de vida, entre las cuales a veces ni siquiera se establece ningún tipo de contacto físico. Presentan colores, formas y orígenes distintos, y cada una manifiesta características físicas especiales. Eran tan diferentes entre sí como algunas tribus de Afganistán. Y sin embargo, todas componían la totalidad llamada «gota de agua».

En un universo infinito no es difícil concebir que nuestro tamaño físico sea proporcional al del microorganismo más pequeño que se encuentra en el microorganismo más diminuto que, a su vez, se halla en un microorganismo todavía más minúsculo, todos formando parte de una misma gota de agua. La forma de vida más pequeña que reside en una de mis uñas del pie nunca entrará en contacto con los diminutos microorganismos del tejido interno de la retina, de la órbita del ojo, o de la parte superior del tronco, etc. Y a la vez, es una parte única y separada de la totalidad que se conoce como «persona». Desde esta perspectiva podemos contemplarnos como seres relacionados con la totalidad que llamamos «universo».

Debido a nuestra estrechez de miras sólo alcanzamos a ver que estamos conectados a un nivel físico, y lo probamos con métodos de carácter físico. Pero tendemos a utilizar esos listones de medición que hemos inventado, para esclavizarnos ante nuestra propia interpretación del lugar que ocupamos en esta única canción. Procedemos así al creer que la realidad es sólo mensurable, en vez de pensar que también es algo inconmensurable. Los gérmenes y las bacterias existían en nuestras vidas y nuestros cuerpos mucho antes de que pudiéramos examinarlos al microscopio. ¡El microscopio no creó los gérmenes! Al igual que hemos inventado aparatos para medir lo que anteriormente ya estaba allí, también puede darse el caso de que cada uno de nosotros forme parte de un «nosotros» que no pueda medirse mediante la tecnología creada por los hombres.

Si concebimos la humanidad como un único ser, y nos consideramos las piezas individuales que lo componen y si de alguna manera pudiéramos distanciarnos lo suficiente para contemplar toda esa forma de vida, percibiríamos de inmediato la falta de una parte. Nuestros ojos se clavarían automáticamente en un espacio vacío, el que nos corresponde a nosotros. Ese espacio nos muestra la importancia de cada uno. Usted y yo completamos el cuerpo de la humanidad. Si no funcionamos en completa armonía con el todo, pierde equilibrio. Y si un gran número de nosotros no forma parte de él, muere. Esta es la perspectiva desde la que debemos comprender y comenzar a vivir el principio de la unidad.

Por supuesto, el hecho de ser al mismo tiempo único y parte del todo es una paradoja. Sin embargo, es nuestra realidad, y cuando aprendemos cómo funciona el principio de unidad en este universo infinito, empezamos a ver cómo puede llegar a funcionar no solamente para cada uno de nosotros sino también para toda la canción que componemos. Sentirá la armonía en su interior y la emitirá para que esa única canción se convierta en una melodía cautivadora, totalmente acorde con las notas individuales que componen este universo. Permítame que le cuente cómo este sentimiento de unidad ha influenciado mi vida.

MI PRIMER CONTACTO CON LA UNIDAD

Mi abuela, por parte de madre, ocupa un lugar muy especial en mi corazón. Cuando mi madre tuvo que enfrentar las muchas dificultades que surgieron cuando mi padre nos abandonó, mis abuelos se hicieron cargo de mi hermano mayor, que se mudó a su domicilio. Y precisamente es del papel de madre que tuvo que asumir mi abuela, del que yo obtuve mi primera noción del concepto de unión y unidad.

Mi abuela había educado a todos sus hijos y había procurado un cuidado especial para los más jóvenes, incluida mi madre. Se había pasado horas y horas meciéndoles, cantando, abrazándoles y mimándoles. Mi abuela tenía noventa y cuatro años cuando empezó a perder facultades. A medida que se acercaba a los noventa y cinco, necesitaba más atención y ayuda. Yo observaba a mi madre cuidándola en aquellos últimos años de su vida. Le cambiaba la ropa y se aseguraba de que nunca estuviera sucia. Una vez la vi sujetándola y dándole un plátano, tomando precauciones para que mi abuela lo masticara perfectamente antes de engullirlo. Cuando ya se lo estaba tragando, mi madre empezó a darle masajes en el cuello para que no se le atragantara. Después le cambió la ropa interior, la meció y comenzó a hablarle como si se tratara de un bebé. Mientras contemplaba la escena, una pregunta me daba vueltas en la cabeza: «¿Quién es la madre y quién es la hija? ¿No fue mi abuela, que ahora no podía valerse, la que cambiaba los pañales de mi madre, y le preparaba la comida? ¿Aquellos dos seres humanos no habían intercambiado los papeles en bien del otro?».

La unidad que existía en todo ello me impresionó considerablemente. Me di cuenta de que se trataba de un gran círculo, al igual que el formado por el universo. Mientras tendemos a identificarnos con nuestra separación, no podemos obtener la perspectiva desde la cual se ve que todo es una unidad, que en esa única canción existe un gran ser llamado Ser Humano y que cada uno de nosotros nace dentro de ese mismo ser.

Mi segundo encuentro con la idea de unidad se produjo cuando comencé a leer libros sobre conciencia colectiva. Había leído "El centésimo mono" de Ken Keyes, y estaba intentando aplicar su contenido a mi contexto personal. Muy brevemente, diré que el centésimo mono es una teoría sobre cómo todos nosotros, pertenecientes a una misma especie, nos influenciamos mutuamente. Se estudió a un grupo de monos en la costa japonesa. Uno de ellos comenzó a lavar unos boniatos, que les habían sido facilitados, en el mar. EI resto de los monos se pusieron a imitarle e hicieron lo mismo. Cuando el número de monos que actuaba de ese modo se incrementó considerablemente, se observó el mismo comportamiento en otros grupos de monos que se hallaban a miles de kilómetros del lugar y que nunca habían estado en contacto con los primeros. EI centésimo mono simbolizaba lo que los científicos denominan masa crítica en las especies. Según la teoría, cuando se alcanza un número de masa crítico, se produce el mismo comportamiento en los restantes miembros de la especie. Al parecer esto sucede en todas las especies. Cuando cierta masa crítica de miembros empieza a actuar o a pensar de cierta manera, el resto de la especie adopta el mismo comportamiento. Ken Keyes pone el ejemplo de una guerra nuclear: si un número suficiente de nosotros, miembros de la especie humana, actuamos como si fuera a ocurrir, entonces, cuando alcancemos la llamada masa crítica, crearemos nuestra realidad tendiendo hacia esa guerra nuclear. Por otro lado, si gran número de nosotros piensa y actúa como si dicha guerra nunca fuera a suceder, entonces nunca sucederá.

El invisible vínculo que une a todos los miembros de una especie es más fácil de verificar hoy en día que hace algunos años. Los físicos la describen como una «fase de transición».

Los científicos afirman que cuando los átomos de una molécula se alinean de cierta manera y alcanzan un número de masa crítico, el resto de los átomos también acaba alineándose por su propia cuenta. La realidad de los cuantos, de Nick Herbert; El tao de la física, de Fritjof Capra; Los maestros danzantes Wu Li, de Gary Zukab; Las vidas de una célula, de Lewis Thomas; y Una nueva ciencia de la vida, de Rupert Sheldrake, son algunos de los libros de esta nueva literatura que va en aumento y que describe la relación existente entre los principios de la física y la conciencia colectiva.

Piense por un momento en las fantásticas consecuencias que puede provocar una noción científica de este calibre, una base científica para la unidad de todo y la idea de que si un número suficiente de nosotros, es decir de los que compartimos esta forma de vida llamada ser humano, empieza a pensar y actuar con amor y en armonía, podemos llegar a afectar a todo el ser llamado Ser Humano.

La historia del Ser Humano está llena de guerras y desorden. ¿Cuántas madres habrán llorado a lo largo de los siglos al ver a sus hijos marchar a una u otra guerra? Una inmensa cascada de terror y discordia corre por este ser que llamamos Ser Humano, y usted forma parte de él. ¿Apoya estas discordias, o puede usted convertirse en una de las voces que influya junto a muchas otras hasta alcanzar esa masa crítica que permitirá a todo el ser alinearse según la armonía de esa única canción? El Ser Humano es el único que no ha estado en armonía con el resto de la totalidad que es Dios, la unidad, o lo que decidamos llamarlo.

Cuando los individuos de este ser total se alinean de una determinada manera, a semejanza de los átomos en una molécula, pueden ejercer una influencia en todos los seres que se encuentran en el único Ser Humano.

He escuchado a muchos científicos, pertenecientes a diferentes ramas de la ciencia, hablar sobre las fuerzas invisibles que unen a todos los miembros de una especie. Por ejemplo, explican que cuando un líquido se cristaliza en alguna parte del planeta, el mismo proceso de cristalización se repite casi simultáneamente en otro punto del planeta sin que haya ningún tipo de contacto transformacional o físico. Ciertos microbios en Europa se han comportado repentinamente de modo muy distinto al previsto, y ello ha sucedido al mismo tiempo en otros lugares del planeta con otros microbios similares. Toda la historia del Ser Humano parece guiarse por estas reglas no escritas referentes a la conciencia colectiva.

No intento sentar base para ningún tipo de verificación de este punto de vista, sólo pretendo demostrar que la noción de unidad goza de aceptación en los círculos científicos como medio de explicar lo que antes resultaba científicamente inexplicable.

En realidad, si un gran número de nosotros comenzara a pensar en maneras armoniosas y pacíficas de alcanzar el nivel de la masa crítica, se podría poner punto final a las guerras. Si cada ser reaccionara ante los que se encuentran a su alrededor con armonía en vez de con enemistad, no se tardaría mucho en que los soldados se negaran a cumplir las órdenes e sus superiores.

La armonía redundaría en beneficio de todos a través de los fabricantes de armas, los cuales dejarían de serlo. Luego, los gobernantes dejarían de comprarlas, y los efectos inmediatos de este círculo cerrado comenzarían a sentirse en todos los ámbitos humanos. Las personas que portan armas notarían que ello es incongruente con su propia armonía interna y sencillamente se negarían a portarlas. Los vendedores y traficantes de armas empezarían a sentir las presiones para que se alinearan del lado de la armonía y no del de los conflictos. El Ser Humano evolucionaría, al igual que evoluciona una molécula. Cuantos más se alinearan en la armonía, mayor sería la presión ejercida, y la unidad de la humanidad sería una realidad. ¿Y cómo empieza todo esto? Simbólicamente, con el mono que recoge aquel boniato y tiene el coraje suficiente para comportarse de manera distinta a la habitual, y luego con el de al lado, y así sucesivamente hasta llegar a la masa crítica. Una persona concienciada en realidad se convierte en una mayoría a través de este proceso de conciencia colectiva.

Un día me encontraba corriendo, como de costumbre, y pensando en esta cuestión de ser un «yo que es nosotros», cuando advertí la presencia de otro corredor a unos treinta metros de mí, y me pregunté algo que marcaría un hito en mi nueva vida: «¿Cómo puede ser que esté conectado a ese ser, al cual no he visto antes y no conozco, que sin embargo parece hacer lo mismo que yo?». Entonces recordé lo de la perspectiva.

Pensé en mis pies, los cuales se movían uno tras otro, y en todas las formas de vida que existen dentro y fuera de mí, que nunca llegarán a verse, pero que no por ello dejarán de estar unidas indisolublemente y de ser fundamentales para constituir el ser que yo llamo Wayne. Decidí contemplar con la mayor perspectiva posible lo que tenía delante, y por primera vez en mi vida me di cuenta de que treinta metros en una distancia física no significan nada comparados con una canción infinita, que medimos según las distancias que recorren los años luz. El otro corredor se hallaba tan cerca de mí como el microorganismo del ojo lo está con respecto al del páncreas.

Por primera vez en mi vida, me vi conectado a un ser que a simple vista parecía separado de mí. Era evidente que a pesar del punto que ocupemos en el globo y partiendo de la base de que la tierra es redonda, es imposible tomar partido por alguno de los lados. Vi que todos formamos parte de este ser en el que permanecemos, con un modo de comportamiento y una personalidad propias, y que cada uno de nosotros puede ejercer una importante influencia sobre la forma de proceder y existir de la totalidad. Una pequeña voz en esa única canción puede influir en todo el ser y llevarlo hacia la destrucción o la armonía.

Eso fue lo que me sucedió ese día. Luego llegué a casa y le comenté a mi mujer el sorprendente descubrimiento. Después abrí una carta que había recibido de una mujer iraní, que pondría todas las cosas en claro.

Una persona de habla inglesa en Irán había leído algunos de mis libros y había decidido traducirlos al farsi para que así estuvieran a disposición de las gentes de su país. Había traducido los libros, tenía unas cinco mil copias circulando por las librerías y había creído oportuno sacar una segunda edición. En ese momento el gobierno se dispuso a prohibírselo alegando que las ideas subversivas que yo presentaba en el libro eran totalmente contradictorias con respecto a la filosofía de la revolución que estaba teniendo lugar en Irán.

La sobrina de la traductora obtuvo mi dirección tras contactar con mi editor en los Estados Unidos, y me escribió para decirme que mis libros le habían impactado fuertemente. Su carta llegó el mismo día que comprendí que no solamente estaba unido al corredor que se hallaba a unos treinta metros delante de mí, sino también a toda la humanidad. La carta de Mariam Abdollahi me sirvió para comprender que todos los seres humanos estamos conectados, a pesar de las fronteras y las discordias que hemos creado convencidos de lo contrario. Mariam especificaba en la carta cuán importantes le resultaban mis palabras y decía que en Irán existía una mayor concienciación, que ciertamente iba en aumento, sobre la necesidad de que la gente dejara de odiarse y se uniera al resto del mundo. Empezó a escribirme con regularidad y a enviarme regalos para nuestros hijos: tapices que ahora cuelgan de las paredes de nuestra casa, libros sobre la paz y el amor. Aquella mujer nos mostró otro aspecto de la gente atrapada en ese círculo vicioso que supone la guerra.

Un viernes por la tarde Mariam me telefoneó desde Teherán.

Lloraba de alegría porque acababa de recibir unas cintas y unos pequeños regalos que yo le había enviado. Desde entonces nos hicimos grandes amigos y nos telefoneamos de vez en cuando. A veces me cuenta que las palabras que le escribí y las cintas que le grabé están teniendo un gran efecto en las personas que hablan el farsi. La unidad de todo lo que nos envolvía me seguía sorprendiendo. Entonces me llegó una hermosa carta que me confirmó la universalidad de los seres humanos. Lea lo que Mariam me escribe y advierta la imposibilidad de tomar partido por un lado de ese círculo.

Wayne: Ocurrió el 20 de noviembre, hace dos semanas. Estaba un poco cansada tras una semana de trabajo, y deseaba tomarme un descanso. Mi madre me dijo:

Prepárese. Los invitados acaban de llegar. ¡Oh! Estoy cansada. Dígales que no estoy en casa.

No, esta vez es diferente. Venga en cuanto pueda.

No sabía lo que estaba sucediendo. Sonó el timbre. Abrí la puerta. Era mi sobrina. En su mano llevaba, y yo no podía creerlo, mi paquete. ¡Lo había estado esperando durante tanto tiempo!

Tía Mariam, esto es para usted.

Mi hermano había ido a recoger el paquete y no me había dicho nada. Besé la caja un montón de veces. Al cabo de unos momentos, llegaron mis hermanas, mis amigos y otros miembros de la familia. ¿Qué está pasando aquí esta noche? pregunté.

Todos querían formar parte de aquella celebración. Mi madre los había invitado. Eran unos treinta. Le dije a mi hermana:

Oh, Layla, ¿qué le dije el martes?

El martes por la tarde mi hermana y yo fuimos a comprar carne y leche. Es bastante difícil encontrar carne y leche a las siete de la tarde, pero teníamos que hacerlo. De camino hacia la tienda iba pensando que si lográbamos encontrar carne, yo no tardaría demasiado en recibir mi paquete. Y si no, resignación. Esto es lo que conocemos por intención. Yo tenía miedo de tener esa intención pero entonces ¿qué representaban los riesgos de los que hablaba Wayne Dyer en sus libros?

Han tenido mucha suerte. Sólo nos queda este trozo. Ocho kilos y medio. ¡Qué suerte! Repitió el hombre.

Precisamente nosotras queríamos ocho kilos. ¡Oh, Layla! Conseguiré mi paquete. Estoy segura.

Cuando le dije a la gente que el doctor Dyer me había enviado una cinta de vídeo, todo el mundo respondió:

Esta vez ha tenido suerte. Pero el próximo envío no le llegará, porque le abrirán el paquete y no se lo entregarán.

Oh, Eykis debe venir para hacer una lista de todas nuestras preocupaciones. Por ejemplo, si arrestan a mi hijo en las calles y se lo llevan al frente, si hoy nos llega la hora de morir por el impacto de las bombas iraquíes, o si no consigo hacerme con el paquete.

Layla, lo conseguí. ¡Por fin! Le grité a mi hermana y empecé a dar besos a la caja.

Ábralo, me decía la gente.

No, primero el pastel les contesté.

[Mariam describe la emoción que le supuso el descubrir el contenido de la caja. Termina la carta con lo siguiente]:

Oíd todos. Oigamos su voz. ¿De acuerdo?

Imaginémonos que él se encuentra aquí con nosotros… Le escuchamos en esta cinta: «Salga, hágase cargo de su vida, sea una persona responsable y asegúrese de que ocurran cosas, o bien continúe encerrado en el orfanato… He descubierto que todo es posible en mi vida…, simplemente porque creo que puede ser así. Mi trabajo refleja esta noción consistente en que uno puede llegar a convertirse en sus esperanzas. Todo lo que uno desea que suceda…».

Era una noche magnífica. Nunca la olvidaré.

Eran las dos de la madrugada.

Bueno, chicos, es hora de irse. Yo me levanto a las cinco y media.

No -respondieron-. Hacía muchos años que no veíamos una cara tan feliz, una risa tan sincera, unos ojos tan brillantes.

Mi cuñado añadió:

Apuesto a que esta noche no duerme, se lee la carta y escucha las cintas una y otra vez.

Gracias por haber hecho inolvidables estos momentos de mi vida. Incluyo unas fotografías. Por favor, envíeme tantas fotografías como pueda.

Cuantas más, mejor. ¿Es esta la enfermedad de muchos? Descartes: «Pienso, luego existo».

Mariam: «Tengo una carta del doctor Dyer, luego existo». Estoy muy agradecida por el libro que me envió. Y aprovecho la ocasión para desearle unas Felices vacaciones.

Con cariño,

MARIAM

Podemos empezar a sondear la potencial magnificencia al descubrir la unidad en todo el conjunto, sin necesidad de que nuestra individualidad se vea amenazada. Nos podemos permitir el sentirnos genuinamente conectados, sabiendo que nuestros pensamientos, sentimientos, y comportamientos inciden en todas las personas, incluso en aquellas que jamás hemos visto. Cada uno de nosotros es un todo compuesto de un infinito número de partículas de vida, y el movimiento interior de las mismas es continuo. La otra cara de la moneda también es cierta y lo comprobamos al cambiar el microscopio por el telescopio y vernos cómo una parte de una forma de vida que se halla en un ser que cada vez es más y más grande, llamado unidad. La gran parábola sobre este tema nos la ofrece el libro Los viajes de Gulliver, en el que ser liliputiense o un gigante de Brobdingnag es una cuestión de perspectiva. Echemos otra ojeada a este tema referente a la unidad, y veamos cómo se aplica a nuestro cuerpo individual.

OBTENIENDO UNA CLARA REFERENCIA DEL TODO

Si ajusto mi microscopio metafórico y observo una de las células que componen mi totalidad, me encontraré con muchos componentes, con nombres tan caprichosos como núcleo, mitocondria, ácido desoxirribonucleico (ADN) o ribonucleico (ARN), centríolos, cuerpos basales y otros por el estilo. Una única célula es un todo, una totalidad en sí misma, y contiene lo necesario para reproducir el organismo que me constituye. Una de sus células lo sabe todo sobre usted. Partiendo de la base de que en teoría contamos con unos seis mil millones de células, hay que afirmar que una de ellas posee la capacidad de reproducir agámicamente a otra persona completa. Hay también algo más que compone una célula, algo que desafía cualquier tipo de explicación física y que requiere ir más allá de lo físico, hacia lo metafísico. Es algo que mantiene la célula unida. Lo solemos describir como origen, serenidad, armonía, paz, tranquilidad o amor, mi palabra favorita.

Pierre Teilhard de Chardin lo definió de la siguiente manera:

«El amor es la afinidad que conecta y une los elementos del mundo… De hecho, el amor es el agente de la síntesis universal». El amor o la armonía es el ingrediente invisible e inconmensurable que sintetiza y crea la forma que nosotros llamamos nuestros cuerpos y nuestra forma física.

Cuando una célula no goza de armonía o de tranquilidad interior a pesar de que sus partes componentes se encuentran en la debida proporción, esa célula en particular se comportará de una manera no armónica, lo cual finalmente afectará al todo que la contiene. Así pues, una célula que carezca de tranquilidad, es una célula enferma que ha perdido el punto de referencia sobre el todo y sobre sí misma. A una célula enferma le falta tranquilidad interna, armonía, amor, o como le llamemos. Esa célula no tiene ninguna referencia sobre el todo, sobre la persona individual. En consecuencia, destruye todo lo que encuentra en su camino y se niega a cooperar con las demás células, hasta que destruye el todo, y como resultado se elimina a sí misma.

Lo que acabo de describir es el modo de comportamiento de un cáncer en el cuerpo. Es un organismo que ha perdido toda referencia al conjunto, que no coopera con las otras células y que finalmente acaba por matar al todo y destruirse a sí mismo durante el proceso. Puesto que le falta el punto de referencia con respecto al todo, se sitúa erróneamente en una vía que lo conduce a la destrucción.

Ahora concéntrese en el telescopio y empiece a observar el entorno de esa única célula entre los seis mil millones de células que componen el gran cuerpo que denominamos humanidad. Su totalidad se asemeja mucho al funcionamiento de una célula.

Usted está formado por muchos componentes, que permanecen unidos por algo misterioso e invisible, lo descrito por Teilhard. El amor es su sintetizador universal. Cuando usted, en calidad de célula única, aparece formado por algo distinto a esa tranquilidad o armonía, es que está enfermo, y que reaccionará ante las células que le rodean de la misma manera que lo haría el cáncer.

No cooperará, intentará devorar, destruir con agresividad o juzgar pérfidamente a sus células vecinas. Un cáncer social es comparable a un cáncer individual.

Cuando un individuo actúa de forma destructiva hacia una persona es porque ha perdido el punto de referencia sobre el todo. Sin ese sentimiento de pertenecer al todo, se comportará violentamente con respecto a los demás y durante ese proceso acabará destruyéndose a sí mismo. De este modo, una falta de afinidad con la unión total o una falta de pensamiento en términos de la unidad puede producir el cáncer no sólo en una célula, sino también en una sociedad.

Ahora observemos con el telescopio un panorama más amplio. Piense en todo el planeta en que vivimos como una única célula. Creo que nunca he leído una descripción mejor que la ofrecida por Lewis Thomas en Las vidas de una célula:

He intentado pensar en la Tierra como si se tratara de una clase de organismo, pero no me sirve. No puedo imaginármela en este sentido. Es demasiado grande, demasiado compleja y cuenta con demasiadas partes operantes a las que les faltan conexiones visibles. La otra noche, cuando conducía por una zona forestal muy montañosa al sur de Nueva Inglaterra, este tema me daba vueltas en la cabeza. Si no es como un organismo, ¿a qué se parece? Entonces tuve una idea: es bastante parecida a una célula… Si se observa con la distancia que proporciona la Luna, lo que resulta sorprendente sobre la tierra, una vez recobras el aliento, es que está viva. Las fotografías nos muestran en primer término una superficie de la Luna seca y machacada, en una palabra, muerta. En lo alto, flotando en libertad por debajo de la luminosa y húmeda membrana del cielo, se ve la tierra naciente, la única cosa exuberante en esta parte del cosmos. Si usted pudiera permanecer observando durante un largo tiempo, notaría cómo se desplazan los torbellinos de nubes blancas y juegan a cubrir las grandes masas de tierra, medio ocultas, medio a la vista. Si hubiera estado observando durante una larga era geológica, habría notado cómo se movían los continentes, apartándose de sus plataformas y mantenidos a flote por el calor del interior del planeta. La tierra posee la mirada organizada y callada de una criatura viva, repleta de información y maravillosamente dotada para tratar al Sol. ¿Qué me dice de esto? ¿Es que todo el planeta es una célula? ¿Y por qué no cambia de enfoque y la sitúa ante la enormidad de aquella canción única? Todas las características de una célula, como la que usted es, y esa célula de la punta de su nariz, y la célula dentro de la célula de la punta de la nariz, del derecho y del revés y en el infinito. Todo es una única célula. ¿Y qué ocurre con las células cancerosas o discordantes del planeta? Echemos una ojeada a lo que conocemos como época nuclear. ¿Qué le hemos hecho al planeta? Hemos creado armas sin proporción alguna con respecto al todo, es decir con respecto a la única célula llamada Tierra. La época nuclear se comporta como una célula enferma, devorando todo lo que se interpone en su camino y en último término destruyendo no sólo al todo sino también a sí misma durante ese proceso. Si utilizáramos esas armas contra nuestros hermanos estaríamos destruyendo no sólo a nuestras células vecinas, sino también a nuestro propio planeta. Sin puntos de referencia con relación al todo, sin un sentido de unidad de todo el conjunto, sólo nos cabe reaccionar como una célula enferma, desprovista de tranquilidad. ¿Y qué le falta a una célula de esta clase sino armonía interna, serenidad o, tal como Teilhard lo definió, amor? El camino hacia la unidad parece encontrarse en la vía de la armonía interior. La vía de la armonía interior se halla a través del pensamiento. ¿Qué clase de pensamiento?. Los pensamientos sobre la unidad y la unión.

Los pensamientos que hablan sobre la conexión que existe entre todos nosotros. Aunque los vínculos de unión pueden resultar difíciles de observar a simple vista, lo cierto es que están ahí, al igual que lo están en cada célula individual que compone nuestro cuerpo.

En el momento en que usted deja de verse como una parte de ese conjunto y deja de relacionarse con todos a través de este ser que denominamos Ser Humano, entonces pierde armonía interna, es decir pierde tranquilidad, y en consecuencia se convierte en un enfermo. La enfermedad se manifiesta mediante un comportamiento agresivo y egoísta y una falta de cooperación con respecto a sus células vecinas. De esta forma, los problemas de la falta de unidad en nuestro mundo pueden remontarse a todas esas células individuales que componen el cuerpo llamado humanidad. Cuando intentamos eliminar el cáncer de nuestros cuerpos mediante la adquisición de un sentido de unidad y armonía y una visualización positiva, también contribuimos a eliminar los factores cancerígenos de nuestra sociedad. Cada uno de nosotros es una célula capaz de influir en todo el ser de manera armoniosa y generosa, o bien de modo desordenado o desapacible, es decir, enfermo.

Hasta ahora, la historia del Ser Humano ha contado con demasiadas células cancerosas, y con muy pocas plenas de armonía y tranquilidad. El cuerpo se tambalea y cada uno de nosotros debe hacer lo posible para que reinen la conciencia superior y la armonía y se logre la concordia en esa única canción. Este trabajo no va destinado a los demás, es para cada uno de nosotros y al realizarlo podemos contribuir a la curación y a la recuperación de la salud en todo el cuerpo. El Ser Humano ha permanecido dividido durante demasiado tiempo y ahora se nos presenta el reto de conseguir un punto de referencia sobre el todo, para vernos como una unidad, convertirnos en una única célula que forme parte de una célula mayor que funcione en armonía.

Desde esta nueva perspectiva parece evidente que todo aquel que actúa de modo agresivo o destructivo hacia los demás es, de hecho, una persona que carece de armonía interior.

Deberíamos examinar nuestro comportamiento si notamos indicios de agresividad y de odio hacia los demás, como si se tratara de un problema relacionado con la forma de darnos a los demás, en vez de basarnos solamente en nuestros vecinos. Una vez entramos en materia, puede resultar muy positivo que examinemos el modo en que tratamos a esas células de nuestro alrededor que son un poco diferentes de nosotros, que hablan otra lengua o que creen en un Dios distinto. Hemos creado una gran célula compuesta de muchas células enfermas, y todos sabemos que el todo no puede sobrevivir cuando está formado por células desapacibles. Einstein, cuando observó la división que se producía en el átomo, ya nos advirtió que estábamos abocados a la destrucción final, a menos que aprendiéramos a pensar de un modo nuevo, una alternativa para acabar con nuestras disputas sin tener que utilizar la agresividad ni la guerra.

BREVE REPASO DE LA HISTORIA DEL SER HUMANO

La nuestra es una historia llena de divisiones en vez de unidad. Estúdiese cualquier manual de historia y se percatará de la existencia de largas crónicas sobre lo mucho que nos encontramos divididos como especie. El aspecto más sorprendente de nuestra historia es que siempre hemos permanecido en guerra unos con otros. Podemos medir nuestros «avances» por la sofisticación de los artilugios creados con el paso de los siglos para matar a nuestros hermanos. Hemos evolucionado de las armas simples tales como puñales y tomahawks, a otras que pueden cumplir su función a distancia.

Son máquinas automáticas que pueden matar a muchos de nuestros hermanos en un momento. En el siglo XX hemos acuñado el término «megamuerte» para indicar la capacidad letal de nuestras armas.

Vuelva a considerar la analogía que existe entre nuestro propio cuerpo y los miles de millones de células que constituyen su totalidad física. Si proyectáramos que este único cuerpo viviera unos cinco mil años, veríamos que durante ese período de tiempo se crean microbios y bacterias dentro del mismo cuerpo con el propósito de destruirlo con más facilidad y rapidez.

Nos daríamos cuenta de que hemos matado al páncreas, el hígado, las arterias, de que hemos alterado algunos miembros, y de que estamos de nuevo dispuestos a que todas las partes integrantes se enfrenten de tal manera que destruyan todo el cuerpo.

La historia de este ser es también la de las divisiones y las diferencias. Echemos un vistazo a nuestros libros de historia y nos percataremos de cómo nos hemos comportado a nivel del ser total que formamos. EI este contra el oeste. La oscuridad contra la luz. Los viejos contra los jóvenes. Los alemanes contra los franceses. La civilización contra los salvajes. Un sinfín de crónicas sobre dicotomías, pueblos buscando la forma de conquistar a otros, de superarlos a cualquier precio, de vencerlos. Imagine que todas las formas de vida de su cuerpo se basan en el aspecto físico y toman partido por algún bando. Las células del hígado contra el blanco de los ojos. Las grandes células de su piel contra las diminutas células de su sangre. Las células líquidas contra las del talón de su pie. Las largas células de los intestinos contra las cortas de los tímpanos. División, división y más división, hasta que al final un grupo consigue vencer y acabar con todo el cuerpo. Usted ya puede hacerse una idea de lo absurdo que resultaría vivir con esta falta de armonía en su interior.

Usted ya es consciente, sin tener que ponerse a pensar sobre ello, de que todos los componentes de su cuerpo deben cooperar entre sí y no perder el punto de referencia sobre el todo, si es que usted desea vivir noventa años o más.

En fin, el ser que constituye nuestro Ser Humano goza sencillamente de una mayor expectativa de vida, porque es mucho más grande (una cuestión de perspectiva) y en consecuencia usted debe observar cómo se comportan los seres individuales que forman el Ser Humano, y luego preguntarse cómo es posible que dicho Ser logre sobrevivir a tanta división.

La respuesta es que debemos colaborar para que dicho comportamiento y las actitudes de los seres que componen el Ser Humano sean modificados, puesto que de no ser así se destruirá a sí mismo. Lea lo que Paramahansa Yogananda escribió en El romance divino:

Creo que siempre habrá guerras, hasta el día en que nos convirtamos en seres tan espirituales que transformemos nuestra naturaleza individual y consideremos innecesaria la guerra. A pesar de sus grandes diferencias, si Jesús, Krishna, Buda o Mahoma se sentaran juntos, jamás pensarían en utilizar la ciencia para destruirse. ¿Por qué motivo la gente considera la lucha necesaria? El poder de las armas no demuestra sabiduría alguna, ni jamás ha conseguido la paz.

Nuestra historia está repleta de referencias sobre cómo nos hemos dividido y hemos conducido a la raza humana al borde de la destrucción como resultado de ocuparnos demasiado de nuestros enemigos, y no prestar atención a nuestros aliados en este milagro que supone la vida. Algunas de las grandes mentes que nos han acompañado saben que la unidad constituye mucho más que vagos pensamientos de filósofos y metafísicos; es la misma esencia de nuestra realidad.

En la unidad que es la humanidad hemos practicado la división en detrimento del todo. Sí, en efecto, algunas veces hemos visto un poco de luz que nos ha hecho comprender la locura que reinaba en nuestro camino, pero en la mayoría de los casos no hemos sido capaces de superar nuestras formas físicas y notar que nuestra humanidad se halla en nuestra mente, y que la totalidad de nuestro pensamiento siempre ha insistido en la división y la separación. A usted todavía le queda mucho por hacer en calidad de célula única perteneciente a este cuerpo llamado humanidad, y también como un todo operativo compuesto por multitud de células individuales, por lo que respecta a la aplicación de este principio de unidad a su propio mundo personal. Uno de los mejores lugares en que puede comenzarse a aplicar este principio es en sus relaciones con los otros seres humanos que se encuentran junto a usted en esta única canción. Usted puede ser un instrumento de cohesión o bien un ser que inconscientemente acabe con su propia unidad.

CULTIVANDO UN PUNTO DE REFERENCIA SOBRE EL TODO

Hace algún tiempo estaba corriendo por el vecindario cuando observé que en una casa cercana habían contratado a unos podadores de árboles. Puesto que yo también necesitaba de sus servicios para uno de los árboles de delante de mi casa, me detuve y pregunté a unos de los trabajadores si podría darme alguna información sobre su empresa. Su respuesta fue muy explícita, pues me ofreció su visión sobre sí mismo y sobre su mundo: «Mire, señor, no puedo cruzarme de brazos y ponerme a hablar. Mi trabajo consiste en podar árboles. No tengo ni idea del funcionamiento de las oficinas de la empresa». Dio media vuelta, se dirigió a la sierra y se olvidó de mí. Estaba tan preocupado por cumplir sus propias obligaciones que no pudo ver que sus acciones, al dejar mucho que desear, afectaban a todo el negocio, y que si persistía actuando de ese modo, se alejaría del todo y contribuiría a su fracaso profesional y personal. Su contestación es equivalente a la de aquel camarero que tras ser preguntado por un cliente, responde: «Lo siento, pero ésa no es mi mesa».

En el mundo de los negocios, los líderes se distinguen de los seguidores por dos cualidades:

1. Todos los líderes que se precian de serlo tienen un punto de referencia sobre el todo. En un día cualquiera yo podría contabilizar centenares de personas que no tienen noción del todo, y que en realidad actúan como células cancerígenas en la totalidad que constituye su empresa. «No es mi departamento; deberá hablar con contabilidad.» «Yo sólo hago aquello por lo que me pagan.» «Lo siento, pero eso no es responsabilidad mía.» «No puedo responsabilizarme del trabajo de los demás, no puedo hacer mil cosas a la vez.» Todos estos comentarios se escuchan de labios de un empleado de banco, una cajera, una telefonista de un gran almacén, un oficinista de la jefatura de tráfico, etc. En ninguno se detecta ninguna referencia al todo. No existe ningún sentido de pertenencia a la unidad, ni la comprensión de que uno debe cooperar con quienes le rodean para que la unidad sobreviva. Diariamente todos ellos se embarcan en un viaje de autodestrucción cuando contactan con el público al cual tienen que servir. Acaban con la eficacia de toda la unidad porque sólo alcanzan a ver su propio y estrecho compartimiento. Un líder siempre ve el todo y es consciente de que cada individuo puede ejercer una influencia sobre el todo.

2. Todos los líderes que se precian de serlo tienen un punto de referencia sobre un todo aún superior. Sí, sé que he escrito un todo aún «superior». Teniendo en cuenta que el tiempo no significa nada para quienes están verdaderamente transformados, nos vemos en la obligación de considerar nuestra empresa de trabajo como una totalidad al margen del tiempo, que se mide por los instrumentos que hemos creado para no perder de vista al todo. Así pues, un verdadero líder es aquel que sabe que un cliente que ha sido ignorado por un empleado es también alguien que puede hacer que la empresa tenga los días, las semanas o los años contados. El líder se esfuerza pensando en el largo camino a recorrer y sabe que un cliente que no ha recibido el trato adecuado puede afectar al todo no solamente ese día sino también en todo momento. Además, el cliente descontento contará su experiencia a otras diez personas por lo menos y a la larga ellos también podrán llegar a afectar al todo.

En consecuencia, el líder que se precie de serlo debe ser consciente de que cada contacto entre un empleado y un cliente es de extrema importancia. La gran imagen la constituye el ahora y el siempre, el todo de ahora y el todo superior que abarca la extensión del tiempo. Al típico empleado que actúa de seguidor no le preocupa en lo más mínimo si usted vuelve otra vez. La actitud que adopta ya habla por sí sola: «únicamente me interesa mi trabajo cada día, irme a casa, y cobrar mi nómina a final de mes». No le importa que la próxima vez ese cliente se decida por la competencia y que repita esa operación tantas veces como le sea necesario, porque en una ocasión ese empleado negligente no le trató como debía. Los empleados que no tienen un punto de referencia sobre el todo superior están saboteando toda la unidad de la misma manera que una célula enferma cuando devora a sus vecinos.

Si su trabajo consiste en seleccionar personal, le sugiero que considere estas variables en los futuros empleados de su empresa. Si ellos se ven como partes de un todo y son conscientes de que sus comportamientos individuales pueden causar un profundo impacto en el todo, usted se encuentra ante un líder. Un líder está atento a los comportamientos humanos individuales, puesto que sabe que pueden afectar al todo y también es consciente de que el todo no puede sobrevivir si en él se encuentran células cancerígenas que van ganando terreno. El líder que se precia de serlo no puede olvidar que el futuro negocio viene determinado por el trato que recibe el cliente en el momento de la verdad, es decir, cuando establece contacto por primera vez. Cuando me encuentro con alguien que carece de referencia sobre el todo, advierto que ese negocio o esa unidad en particular se halla en verdadero peligro. El empleado que me hace sentir importante y que se molesta en acompañarme adonde solicito producirá buenos resultados y conseguirá que en una próxima ocasión vuelva a esa misma compañía. Ese empleado equivale a las células armoniosas que contribuyen a que todo el cuerpo funcione a la perfección y se mantenga de ese modo en el futuro.

Dentro de nuestra unidad familiar necesitamos que cada uno de sus miembros se comporte como un individuo único y funcione por sí solo, y que por otro lado también sea capaz de trabajar en armonía con el resto de los que comparten la misma unidad o casa. Esto se aplica a comunidades, ciudades, estados, países, e incluso, el mayor conjunto de todos, la humanidad.

Cuando nos enfrentamos al concepto de unidad e intentamos aplicarlo a nuestra vida diaria, comenzamos a notar que formamos parte de la raza humana y que debemos luchar por ella y no contra ella. En esta empresa común adquirimos un sentido de autenticidad y somos conscientes de que cada comportamiento puede causar un gran impacto en este cuerpo o ser que llamamos Ser Humano.

Si la imagen que percibimos es panorámica, entonces la unidad es obvia. Los grandes estadistas saben que es imposible permanecer divididos y sobrevivir. Son conocedores de un hecho: todas las divisiones que presenta la raza humana contribuyen de un modo u otro a la destrucción de la humanidad.

Pero, aunque resulte duro decirlo, es muy difícil que los estadistas que piensan de esta manera puedan alguna vez ser elegidos en una votación. Los votantes están predispuestos a votar a quienes apoyan sus propias divisiones, y no a aquellos líderes que trabajan para la consecución de un objetivo armonioso en favor de toda la raza humana. Ni el Jesucristo de su época ni la Madre Teresa de nuestros días responden al tipo de líder que los votantes desean. Sin embargo, algunos líderes que comprenden a toda la raza humana han surgido en nuestro mundo. De hecho, las Naciones Unidas constituyen un primer paso hacia la aplicación de la cooperación en lugar de la agresión para solucionar las disputas fronterizas y las divisiones que hemos creado. Abraham Lincoln surgió en los Estados Unidos cuando en el siglo pasado se hacía una llamada a la unidad. Tal vez aparezca un nuevo Lincoln en este siglo y la consecución de la armonía de la humanidad se haga realidad.

Desde la célula individual más diminuta hasta usted como célula, desde todas las unidades que vemos emerger en las estructuras sociales, en las unidades mayores que denominamos países, y por extensión en todo el universo, se transmite un mismo mensaje. Cuando percibimos la unidad que existe en todo este conjunto, y actuamos como individuos conscientes de esa totalidad, permitimos que el todo sobreviva y crezca. Cuando no mostramos ningún respeto por la totalidad, contribuimos no sólo a la destrucción del todo sino también de nosotros mismos.

Ver la unidad es mucho más que un ejercicio metafísico; es una forma de ser que transforma la vida. Cuando gozamos de armonía interior, el hecho de verla también en un contexto de mayor extensión se produce automáticamente. Siempre daremos a los demás aquello con lo que contamos. Cuando vemos la unidad en nuestro interior y nos comprometemos a conservarla, entonces nos convertimos en una célula más en búsqueda de unidad y de prosperidad individual.

LA UNIDAD Y EL SUEÑO

Me gustaría que ahora usted volviera a adoptar la perspectiva de su cuerpo soñador para recordarle que mientras sueña se encuentra en un mundo de pensamiento puro en el que crea todo lo necesario para su sueño. Los sentidos de la vista, oído, olfato, tacto o gusto no le son imprescindibles. Todo lo que usted experimenta al soñar produce una reacción en el cuerpo.

Los personajes que se le aparecen en sueños son mera ilusión; son producto de su creatividad e interpretan su papel en su sueño.

Todo ello nos lleva a una lección magistral, la más difícil de captar si usted permanece únicamente en su forma. ¡Sólo hay un sueño! Léalo de nuevo. Sólo hay un sueño.

Garantizado, aunque haya mil personajes en él. El soñador crea multitud de situaciones que no guardan ninguna relación con el tiempo. Pueden aparecer automóviles, aviones, barcos, cuchillos, bombas, camas, o cualquier objeto que el soñador desee, pero únicamente existen un soñador y un sueño, y ése es usted. En el estado que denominamos conciencia soñadora, sólo hay un soñador y un sueño.

Vayamos ahora a la parte más complicada. En el capítulo 2 he descrito las tres dimensiones de la conciencia, a las cuales llamé conciencia soñadora, conciencia despierta y conciencia superior. Los maestros de la conciencia superior se han disfrazado de personas normales y corrientes y se han paseado entre nosotros enseñándonos que lo que experimentamos en la conciencia soñadora también puede sucedernos en la conciencia despierta. Jesús dijo que incluso el ser más insignificante entre nosotros podría llevar a cabo sus acciones y más todavía.

Imagínese pues un nivel de conciencia superior real en el que toda forma es ilusión, tal como ocurre en su sueño. En este escenario sólo se puede representar un sueño. En efecto, la conciencia despierta puede ser vista como un gran sueño, desde la perspectiva de un nivel de conciencia superior a esta, si es que usted se considera uno de los personajes de ese sueño más largo que la vida. ¿Quién es, en último término, el soñador? Llámele como usted quiera: Dios, conciencia superior, Krishna, espíritu, etc.

Pero admita esta posibilidad. Desde la perspectiva de esta próxima dimensión, todo lo que existe es un nivel de conciencia, y nosotros sólo somos personajes de ese sueño. Nuestra forma nos resulta tan real como los personajes que inventamos para nuestros sueños, pero desde el punto de vista de un conocimiento superior vemos que todos son ilusiones en nuestro único sueño.

Un sueño, un soñador, miles de millones de personajes encarnando a alguien y representando ese sueño, y el espíritu incorpóreo abandonando el nivel de conciencia despierta y las ilusiones del sufrimiento a las que la forma está sujeta. Su esencia verdadera es usted, la parte fundamental de su sueño.

Ahora, desde esta perspectiva, intente ver su propia muerte.

En el nivel de conciencia despierta de nuestra existencia, contemplamos la muerte como algo que produce temor y sufrimiento. Pero, de hecho, es todo lo contrario. Usted no puede sufrir en el plano del pensamiento (o plano astral). El sufrimiento sólo tiene lugar en la forma. El dolor que experimentamos, el proceso del envejecimiento, las enfermedades y los problemas que plantean las relaciones son sufrimientos que experimentamos desde la forma. Con la muerte de la forma el sufrimiento ya no es posible.

Sabiendo esto me es imposible hacer de la muerte el gran melodrama que la mayoría de la gente hace. En verdad, la veo como un premio, no como un castigo. Sé que superar mi forma significa poner fin al sufrimiento, y también soy consciente de que soy capaz de hacer lo mismo mientras existo en la forma si consigo vivir en la dimensión de la conciencia en la que los límites no existen. Al considerar toda la dimensión superior como un sueño y un soñador, con muchos personajes en el nivel inferior, puedo creer en la muerte como una transformación en vez de un castigo, y darme cuenta de la gran unidad que existe en nuestra única canción.

Aquí se encuentra el mensaje sobre la quintaesencia que nos enseñan los maestros espirituales. La manera de verlo se halla en el mundo místico que usted es capaz de crear para sí mismo y de vivir en su cuerpo soñador. Usted, el soñador… Dios, el soñador. Usted crea todos los personajes y todas las situaciones que necesita. Dios hace lo mismo. Sus personajes le parecen reales mientras usted permanece en su sueño. Así de reales son también los personajes de Dios. En realidad usted es uno de ellos. En su sueño, toda forma no es más que ilusión aunque las reacciones sean reales. En el sueño de Dios, los personajes son también ilusiones. Su sueño dura noventa años y el nuestro noventa minutos, y las reacciones a nivel de pensamiento son reales. Cuando usted despierta de su sueño se percata de lo estúpido que ha sido el preocuparse por ilusiones, y se dispone a continuar su camino en el siguiente nivel que le toca vivir.

Cuando se despierta en el sueño de Dios, usted se da cuenta de la misma estupidez y prosigue hacia el nivel siguiente. Usted contempla desde una nueva perspectiva una panorámica más extensa y que lo abarca todo.

Sólo hay un sueño y un soñador. La forma de representar en la vida ese papel de personaje de un sueño depende por entero de usted, como personaje del sueño y como soñador. Es una paradoja de grandes dimensiones, que una vez se acepta nos permite verlo todo con nuevos ojos. Sin embargo, no constituye una paradoja que supere el saber que estamos formados por miles de millones de células y que al mismo tiempo todo nuestro ser se encuentre resumido y concentrado en una de ellas. Yo puedo asegurarle que desde el momento en que verdaderamente sabe que sólo existe un sueño y que está conectado a todo el mundo en ese sueño, usted empieza a pensar y actuar como si estuviera atado a todo en lugar de seguir atado a su separación.

Esta situación puede llevarle a la felicidad y al éxito. Nunca más se sentirá amenazado o acomplejado por nada ni nadie.

Hágase esta pregunta: «¿Qué les pasa a los personajes de mi sueño cuando me despierto?». Ahora intente ver que su sueño no es un lugar sino una nueva dimensión. No le están esperando en la habitación; le han demostrado que son multidimensionales. Usted también puede entrar en esta dimensión sin forma.

POR QUÉ SE RESISTE A ESTE PRINCIPIO DE UNIDAD

Este principio es tan fácil de aceptar que no merece la pena que se pase usted toda la vida resistiéndose a él. ¿Por qué?

Porque nos han enseñado que la separación es la esencia de nuestra humanidad. Creemos en las fronteras, los límites, las etiquetas y las tradiciones. Hemos aprendido a considerar a los «otros» distintos de nosotros, y en muchos casos a tener a media humanidad por enemiga. Nos han educado para que atesoremos nuestra etnicidad y para que veamos a los demás como individuos que «no» pertenecen a «nuestro clan».

Nuestras etiquetas se han convertido en nuestra propia definición. Desde luego, tras toda una vida sometidos a estos condicionantes nos identificamos con las etiquetas que corresponden a francés, masculino, femenino, protestante, alto, moreno, conservador, atlético, de clase media, entre otras tantas. Todas nos separan y clasifican, impidiéndonos pensar en esa única canción y encontrar la luz.

La unidad es un concepto abstracto que resulta difícil de comprender y de vivir. Para poder creer y ver este principio en acción se requiere una visión del mundo físico desde una perspectiva mayor, la que concebimos cuando nuestra imaginación se dispara. Debemos ser capaces de abandonar nuestra reducida visión, y esto no resulta nada fácil en un mundo que pone fronteras físicas a la vida. Para obtener una gran imagen es necesario abandonar nuestro modo de pensar condicionado. Sería algo similar a pedirle a una célula del hígado, que sólo conoce a ese órgano, que deje de pensar que el hígado es todo lo que existe, y que empiece a verlo como parte de un cuerpo del que desconoce su existencia. Todo lo que conoce es el hígado. Todo lo que ha visto o experimentado es el hígado. Sin embargo, se espera de ella que funcione en conjunción con un todo del cual sólo puede especular. Así es como usted se encuentra, pero con una diferencia: usted posee una mente capaz de percibir la manera en que el todo permanece unido.

Usted forma parte de esa mente universal. Y a pesar de ello le aguarda una ardua tarea si pretende conocer el funcionamiento del todo desde su estancia en la forma física o en los límites del mundo de la forma.

Resulta mucho más fácil escoger el mundo de los límites.

Aunque podemos entender a nuestro cuerpo como un todo, es difícil pasar del microscopio al telescopio. Tenemos tendencia a tomar la senda más estrecha, y a defender los límites y las fronteras. Es mucho más fácil, aunque menos gratificante, vivir en un mundo en el que todas las líneas ya han sido trazadas, con frecuencia por gentes que vivieron miles de años atrás. Desde la cuna se nos enseña dónde ir a adorar a cierto Dios, y no nos cuesta aprender la lección. Seguir la corriente es mucho más fácil; por ejemplo, pensar que nuestros enemigos son aquellos a los que todo el mundo apunta en vez de considerar los que nuestra visión nos indica. Puede parecer menos complicado continuar un negocio familiar o una tradición que aparejó el desorden, que causar la ira de nuestros predecesores. Es mucho más sencillo ser una célula que vive de esa forma y, en consecuencia, hacer caso omiso de lo que el tiempo puede deparar y de esa imagen de conjunto.

Si defendemos nuestra separación, practicaremos la acusación como una forma de vida. Pero si usted cree y vive según la unidad, entonces la acusación es imposible puesto que todos estamos conectados y la energía de la vida se dirige hacia la búsqueda de soluciones para uno mismo y para el todo.

Cuando la separación se convierte en el objetivo, tendemos a culpar a los demás de todo lo que nos falta en la vida. «Ellos» son el blanco perfecto para cargar con las culpas. Tal vez no esté dispuesto a dejar de echarles las culpas, sobre todo si ellos tararean un estribillo diferente al de la única canción, si no los llega a conocer personalmente y si presentan un aspecto bastante diferente al suyo. Depende de usted el decidir si le conviene más hacerse de enemigos y personas a las que odiar y acusar, o bien sentir que todos somos una misma unidad.

Mientras continuemos propugnando el que los demás sufran las consecuencias de nuestras acciones, nos resistiremos a aceptar el concepto de unidad.

A quienes a nivel personal se aprovechan de la separación no les supone ningún problema el reírse ante el concepto de unidad. Cualquiera que pertenezca al negocio de la fabricación o el mercado de armas, se burlará de esta «tontería» de la unidad y la unión. Cualquiera que necesite continuar atado a las formas de vida tradicionales y seguir separándonos en categorías superiores e inferiores, se resistirá a aceptar lo que propongo en este capítulo. Su negocio, religión o empresa le recordarán que debe juzgar a los demás, y le llevarán a pensar que el concepto de unidad es bastante desconcertante. En realidad, cualquiera que gaste su energía vital en este lado del desorden, aunque sea a pequeña escala, creerá que la unidad es un concepto problemático.

Un simple repaso a la historia nos da la clave. Muchos líderes que creyeron y predicaron la existencia del hombre como un ser único fueron asesinados. Quienes se esfuerzan por acabar con las guerras son calificados de estúpidos idealistas.

Aquellos que escriben canciones pidiéndonos que imaginemos que el mundo es uno solo, son asesinados a sangre fría. Resulta más práctico ignorar el todo en nombre del beneficio a obtener; el todo constituye una amenaza para quienes abogan por la separación.

Estas son algunas razones por las que nos resistimos a este principio universal. Sin embargo, nuestra misma supervivencia y evolución como especie dependen de que un número suficiente de nosotros acepte el concepto de unidad. Estoy convencido de que en realidad lo conseguiremos. Estoy tan seguro como que el universo es una única canción y que la humanidad finalmente escuchará el mensaje que pide a gritos la unidad. Cada día la necesidad se vuelve más imperiosa. A continuación ofrezco una serie de sugerencias que pueden acelerar su propia transformación hacia este maravilloso principio de la unidad.

ALGUNAS SUGERENCIAS SOBRE CÓMO APLICAR EL PRINCIPIO DE UNIDAD EN SU PROPIA VIDA

Abandone todo pensamiento de separación durante una hora.

Durante ese tiempo considere a las personas con las que se encuentre como seres con quienes se halla conectado de una manera invisible. Descubrirá que cuando piensa según este principio de unidad le resulta más difícil enfadarse o sentir rencor hacia los demás, porque eso sería como emprenderla con usted mismo. Considérese alguien conectado con los demás, con aquellos a los que se encuentra en su camino, o sobre los que oye hablar y comparta algo con ellos. Lo que usted pone en común es su humanidad y cuanto menos se sienta inclinado a separarse de los demás, menos riesgos correrá de padecer la enfermedad que produce la separación.

Examine todas las etiquetas que se cuelga usted mismo.

Cada una es una frontera o un límite de una u otra clase. Si usted es de origen inglés o africano y se cuelga esta etiqueta, se está limitando a no poder experimentar todo aquello que no sea inglés o africano. Considérese simplemente humano. No hay necesidad de ninguna otra etiqueta. Los pensamientos no pueden dividirse en pequeños compartimientos. Usted no es viejo ni joven en su pensamiento, sólo lo es en la etiqueta que atribuye a su forma. Lo mismo ocurre con la ideología política y los atributos físicos. En el pensamiento usted puede serlo todo.

Recuerde que la forma es su aspecto más insignificante y el envoltorio que contiene al usted real. Intente pensar de un modo global y actuar de una manera local. Considérese una célula entre miles de millones de células que forman parte de una gran célula llamada humanidad. Cuando finalmente se vea unido en vez de separado, empezará a cooperar automáticamente. De esto es lo que trata el proceso de curación.

Cuando yo era un joven adolescente, una niña me dijo que me amaba. Le pregunté qué quería decir con eso.

- Supongamos que de repente me convierto en un viejo, arrugado y débil de noventa años. ¿Me amarías entonces?

Ella se quedó muy sorprendida, pero respondió:

- No, ése ya no serías tú.

Recuerdo que le contesté: - Yo no soy este cuerpo, y si esto es lo que amas, entonces no me amas a mí en realidad. Yo también soy ese hombre viejo de noventa años.

Normalmente, cuando amamos algo o a alguien nos referimos sólo a la forma, descuidando lo que hay en el interior. Admita que las etiquetas forman parte de la vida externa de la forma.

Decídase a encontrar su vida interna.

Comprenda que el camino a seguir y el objetivo trazado son una misma cosa. Usted nunca estará del todo formado. Nunca alcanzará el último objetivo. La vida es cambio y crecimiento.

Paradójicamente, usted puede conseguir todos sus objetivos desde esta perspectiva de unidad. Cada paso a lo largo del camino y cada día en su vida es al mismo tiempo una experiencia singular y una parte del todo llamado vida. No existen los momentos porque sí. Este momento en el que se encuentra usted ahora es una totalidad y no algo separado de toda su vida.

Recuerde el viejo proverbio que reza así: «La vida es lo que le ocurre a uno mientras hace otros planes». Esta frase ayuda a centrar la unidad de todas las cosas y a dejarlas centradas, en lugar de confiar en centrarlas mediante las vías artificiales que nos hemos inventado.

Los miembros más allegados de su familia le recuerdan diariamente que usted comparte la humanidad con ellos. Usted forma parte de este gran cuerpo que llamamos Ser Humano.

Cuando se encuentre regañando a un ser amado, piense que esa persona está compartiendo la misma energía de vida que usted.

Nuestra incontrolable rabia viene propulsada por el temor de que seamos tal y como juzgamos y vemos a los demás. Sólo podemos ofrecer aquello que tenemos en nuestro interior. Si usted se respeta a sí mismo, seguro que tratará a sus seres queridos del mismo modo. Si por el contrario no es así, también su manera de ser se reflejará en el trato hacia los demás.

Cuando tengo algún problema con mis hijas sobre algo que han dicho o hecho, intento imaginarme la fuerza invisible que me conecta con ellas a través de la humanidad. Observo que su comportamiento también es el mío y viceversa, y que soy capaz de ser más comprensivo y afectuoso con ellas.

Piense en aquellos que usted considera sus enemigos. La misma lógica y razonamiento se puede aplicar en su caso. Esta es la lección de la espiritualidad. El hecho de que los seres humanos presenten aspectos diferentes o vivan en otras partes del mundo no significa que no formen parte del todo, de esa parte de la humanidad que es usted. No permita que nadie, y mucho menos la situación geográfica, le determine a tener enemigos.

Usted no tiene por qué aceptar ningún razonamiento que le obligue a pensar en términos de enemigos. Esto no le convierte en un mal patriota.

Puede amar tanto a su país que desee que sus hijos vivan en paz consigo mismos. Esto significa hacer todo lo posible para asegurarse de que todos veamos esa unidad. Recuerde que uno no puede elegir los lados en un planeta que es redondo. Es una cuestión de perspectiva y usted cuenta con las herramientas necesarias para captar esa vista infinita, la vista de la unidad.

Si usted ocupa un liderazgo en una organización, cree opciones para que quienes trabajan junto a usted noten ese punto de referencia o ese sentido de pertenencia al todo.

Alégrese de las distintas aportaciones y participaciones que puedan tener por el bien de toda la organización y prémielas con cosas tan tentadoras como la participación en los beneficios, el reconocimiento y el pago de incentivos. No especialice y divida su organización en muchos compartimientos, porque ello impedirá que sus miembros participen de una visión de conjunto. Esté atento a lo que cada persona pueda ofrecer al todo, y dirija sus programas de formación hacia un entendimiento del impacto que produce el conjunto en función de los diferentes comportamientos individuales. Al mismo tiempo, apoye el individualismo y la iniciativa personal. Cada célula de una unidad debe gozar de cierto grado de autonomía para que en calidad de individuo pueda llegar a sentirse importante. Una célula que no se encuentra a gusto en su puesto puede conducir al fracaso de toda la empresa. Una célula que respira armonía interior contribuye a la salud de toda la unidad. El individualismo y la visión de conjunto pueden excluirse si se entienden por separado. Aceptar esta paradoja y comprender que dos entidades que parecen opuestas siempre funcionan en un todo armonioso, es fundamental para descubrir la luz.

Dirija todos sus esfuerzos para enviar amor como respuesta al odio. Éste fue el mensaje de Cristo. Si usted goza de amor interior, esto es lo que ofrecerá a los demás. Todo odio, incluso el que pueda justificarse a consecuencia de una agresión, es parte de un cáncer que destruye la humanidad. Cuanta más armonía y amor enviamos a los demás, a pesar de su comportamiento, más vivimos en la unidad. Por supuesto que necesitamos cárceles y otros medios de protección ante los infractores de los derechos de los demás. Lo que no necesitamos es el odio como respuesta a su comportamiento antisocial.

Intente ver a cada una de las personas que entren en su vida como profesores. Contemple a esa nueva persona como si fuera esa parte de usted que está dispuesta a crecer. En las relaciones no es pura coincidencia que la vida en común sea el resultado de una combinación de contrarios. A menudo amamos a alguien que representa una parte poco desarrollada e nosotros mismos. En vez de juzgar a los otros como personas que deberían o no comportarse de cierta forma, véalos como un reflejo de una parte de usted mismo y pregúntese si hay algo que puede aprender de ellos. Ame a quienes parecen contrarios a su mundo, y ponga su manera de ser a buen recaudo, como si se tratara de un tesoro que le hubieran encomendado. Y recuerde que los que parecen causarle mayores quebraderos de cabeza, son los que le hacen sentir que el motivo de todo ello se encuentra en la carencia o el deseo de algo en usted mismo. Si no reaccionara en ningún sentido, ello significaría que usted es indiferente a todo. Pero si reacciona mediante la indiferencia, significa que en su interior existe algo que le sujeta cuando usted se enfrenta a un comportamiento que le provoca. Esta es su situación de aprendizaje y no el problema de los demás. Todo el planeta es una colección de diferencias. Usted es una unidad completa formada por diferencias, que vive a un tiempo en la forma y en la no-forma. Olvídese de pretender que los demás sean como usted, y empiece a disfrutar de su singularidad en la variedad que compone esta gloriosa y única canción.

Nadie puede explicarle «la manera» de conectarse más y estar menos atado. Usted controla sus pensamientos. Yo sólo puedo ayudarle a comenzar a desarrollar su capacidad de pensar en términos de unidad. Tal vez pueda ayudarle a abrir algunas puertas que ahora permanecen cerradas debido a los procesos condicionantes, pero usted es el único que puede tomar esa decisión. Y una vez se decida a llevar a cabo su papel en esta única canción, nadie podrá detenerle. Ése es el camino que se ha trazado y usted puede recorrerlo como le plazca.

Al adoptar este principio de unidad conseguirá finalmente un nuevo sentido de armonía personal que aparte todo conflicto de su vida. Sin lugar a dudas se trata de una recompensa gloriosa.

Usted deja de cuestionarse su papel en todas las cosas y en su lugar comienza a abrirse a la unidad de toda vida. Se convierte en una parte de la energía del amor, primero en su vida interior, luego en su vida familiar y sus relaciones personales, posteriormente en el trabajo y la comunidad y finalmente en toda la humanidad. Desarrolla un sentido de apreciación de todas las formas de vida. Ya no se identifica con las diferencias y sabe que ellas sólo existen en la forma.

Hay cuatro palabras que simbolizan nuestra invisible conexión con todos: «solos» y «todos en uno»,que se refieren por cierto a conceptos idénticos. En cada célula del universo existen la soledad y la unión, que coexisten al mismo tiempo.

Cuando a Paramahansa Yogananda le estaban instruyendo como maestro espiritual, se le dijo:

Es el espíritu de Dios el que sostiene toda la forma y la fuerza del universo, sin embargo él es trascendental y se mantiene apartado del maravilloso vacío que existe más allá de los mundos de los fenómenos vibratorios… Aquellos que alcanzan la realización de sí mismos en la Tierra viven una existencia parecida que se desdobla.

Aunque son conscientes del trabajo que ejecutan en el mundo, están sin embargo inmersos en una beatitud interior.

Espero que ustedes gocen de esa experiencia a medida que vayan aprendiendo sobre su conexión y participación en esta única canción: actuando en la forma, y con beatitud interior. La verdad es que usted está solo y es parte del todo a un tiempo.