INTRODUCCIÓN

No hace mucho tiempo, un artículo de una revista científica describía algunos de los más sensibles y complicados ingenios de control remoto empleados en las plantas de energía atómica. En aquella descripción de los instrumentos, a éstos se les denominaba waldos. Éste, naturalmente, no es más que un cariñoso apelativo, de carácter familiar, que no conserva ninguna relación con los nombres específicos, mucho más etimológicos. Sin embargo, creo que este apelativo es muy usado por los científicos y técnicos que se ocupan de los aparatos de control remoto. No tratan de definir el término; no es necesario. La mayoría de ellos sabe que fue inventado en un relato de ciencia ficción de Robert A. Heinlein, en 1942, cuando creó, literalmente, un aparato similar, aunque no radiactivo.

En la novelita de Heinlein, Waldo, el protagonista, es un hombre que padece de distrofia muscular, o sea un fallo casi completo de los músculos de su cuerpo. Para sobreponerse a los efectos de su dolencia, Waldo, un hombre acaudalado e inventor de solera, crea y construye una estación espacial para un solo hombre, donde existen todos los lujos… pero no la gravedad. Sin la condición de la gravedad, la distrofia muscular resulta prácticamente de poca importancia, ya que los objetos no pesan y Waldo puede moverse sin esfuerzo. Sin embargo, tiene que controlar a aquellos: empezar a moverlos cuando los necesita, guiarlos y detenerlos; ya que incluso los objetos situados en los espacios faltos de gravedad conservan su inercia y se necesita cierto esfuerzo para ponerlos en movimiento y detenerlos. A este fin, Waldo inventa unas máquinas de control muy complicadas: las waldos; que le posibilitan la vida en su luna particular.

De aquí nació el nombre de waldo aplicado a las instalaciones de energía atómica que realizan operaciones similares.

Existen otros muchos términos empleados en la ciencia ficción, que han sido asimilados por la técnica espacial y que están en la memoria de todos los aficionados al género. Gran parte de los mismos aparecerán ante los ojos del lector en las siguientes páginas. Que en las mismas halle el buen aficionado a los relatos de ciencia ficción motivo de esparcimiento e interés es lo que sencillamente desea.

Groff Conklin