PRESENTACIÓN

SF y parapsicología

En qué medida el llamado progreso se traduce en una mejora efectiva de las condiciones de vida, es algo que no parece estar muy claro en los últimos tiempos, suponiendo que alguna vez lo estuviera.

Desde los que opinan que «cualquier tiempo pasado fue mejor» hasta los entusiastas acérrimos e incondicionales del avance tecnológico, existe al respecto una amplia gama de posturas y opiniones.

La SF[1], que nació —allá por los años veinte— precisamente como respuesta cultural a un progreso tecnológico cada vez más acelerado y de extraordinario poder transformador, no podía dejar de plantearse una cuestión que está en su misma base como género.

Así, autores que contemplan confiada y un tanto acríticamente nuestro futuro tecnológico, como Asimov, han imaginado un mundo donde la tecnología avanzada es la dócil servidora del hombre. Su famosa y optimista serie robótica —de la que en la presente antología se incluye la última muestra— da buena fe de ello.

Otras veces la SF aborda el tema de la ciencia como mejoradora de la calidad de la vida desde un punto de vista que podríamos llamar fáustico (al fin y al cabo, la ciencia tomó el relevo de la alquimia en la búsqueda de la panacea y la piedra filosofal). Es el caso del protagonista del relato de Ellison-Zelazny, que utiliza la ciencia para intentar vencer al tiempo y al destino.

Y la nostalgia no podía estar ausente en una literatura que se preocupa por las transformaciones sociológicas que la tecnología conlleva. En el relato de Bradbury, aquí incluido, se manifiesta el sentido elegíaco de casi toda su obra, melancólico homenaje a las cosas y los tiempos que el progreso condena a un irreversible olvido.

Pero tal vez la SF más interesante sea aquella que, más que regocijarse o lamentarse solapadamente por el avance tecnológico, intenta analizar críticamente sus repercusiones psico-sociológicas, como El suave dilema, o la trama de intereses creados que desvían el progreso lejos y a menudo en contra del bien común. Es el caso de la historia de aquel hippy genial que —vean cuán lejos puede llegar la fantasía de un autor de SF— para aprender a amar tuvo que colgar su guitarra (afinada como un laúd) y ponerse corbata.

CARLO FRABETTI