APÉNDICE 2
¿Cuál es la salida?[30]
(A propósito del modo de vida de los comunistas)

Actualmente se habla mucho del modo de vida de los miembros del partido. No hay humo sin fuego. Dentro del partido se producen deslizamientos imperceptibles que al fin de cuentas pueden restarle esta cohesión, esta unidad, este espíritu de disciplina gracias a los cuales, sin ninguna duda, vencerá. En la base de estos deslizamientos se encuentran:

1) Una reacción fisiológica ante la fatiga y el agotamiento;

2) Existencia, comparativamente con el pasado (en el período anterior a la NEP), de contactos más frecuentes (en la vida cotidiana) entre los miembros del partido y los elementos pequeñoburgueses, productos puros de la NEP;

3) Una desigualdad material dentro del partido (una holgura relativamente grande de algunos y una penuria relativa o total en otros).

Imaginemos un comunista «medio» —un obrero o un miembro de la intelectualidad—, trabajador obstinado y que las ha pasado negras.

Antes de la NEP, trabajaba en las siguientes condiciones: iba de ciudad en ciudad, estaba totalmente desconectado de su familia, recibía media libra de pan por día, tomaba su comida en la SCR[31] o en un hogar de trabajadores. La situación era tensa: había que trabajar en el frente, se organizaban campañas de choque, había levantamientos, etc. En esas condiciones, sus vínculos con su mujer y sus hijos —si alguna vez habían existido— se debilitaron. Como miembro del partido, vivía más de los intereses del partido que de los suyos propios. El partido, literalmente, se lo tragaba. En las condiciones de la NEP y de una vida «pacífica», debemos verificar en el comunista medio un predominio de los intereses personales y familiares sobre los del partido. Esta reacción fisiológica de personas que durante mucho tiempo no conocieron los «placeres» de la vida, que durante tres o cuatro años pasaron frío y no pudieron saciar su hambre en vajilla propia, ha desempeñado un papel enorme en el desplazamiento de los intereses. Es natural que en esta época de transición, representada por la NEP, los centros de interés se hayan desplazado hacia la organización de la vida personal.

El peligro que no habíamos afrontado en 1921 y en 1922 residía en que esta situación del comunista, resultante de una reacción fisiológica para muchos miembros del partido, se reforzara y en que, por inercia, ya que no había una verdadera militancia, la familia, el confort doméstico que quería conocer, lo acaparasen por completo. Los contactos con el partido disminuían, en tanto que en el seno de esta conquista del bienestar —tanto dentro como fuera de la familia— las relaciones con los pequeñoburgueses aumentaban. No seríamos marxistas si no reconociéramos la influencia de ese medio pequeñoburgués o burgués en el cual el comunista se mueve de doce a catorce horas por día. Los problemas de la vivienda, de la alimentación, del vestido, de la salud de la mujer y de los niños, todo esto va, progresivamente, situándose por encima de los problemas de la vida política del partido. Además, estos problemas colocan, a veces, al comunista en una situación contradictoria entre el partido y su familia. En un momento dado, podría notar con asombro que para resolver sus problemas cotidianos, para escoger un trabajo, para utilizar sus horas libres, no son los intereses del partido, sino de otro orden, los que le guían.

Esta degradación puede aún aumentar si el comunista se acostumbra a colocar sus propios intereses y los de su familia sobre los de la colectividad. La calidad aventaja a la cantidad, y cae fácilmente bajo la influencia de los especialistas y de los nepmen. La sed por adquirir cuantiosos bienes materiales, la necesidad de sensaciones «fuertes», se apoderan del individuo. Esto desembocó en diversos procesos, el affaire de Orejovo-Zuievski, en el asunto de Arjangelskóie, etc. Este es, en líneas generales, el mecanismo de la desmoralización parcial o total de un gran número de comunistas.

Para completar el panorama, hay que agregar que los miembros del partido más o menos desahogados tampoco están al abrigo de esta degradación. Ciento cincuenta rublos, un automóvil, una casa de campo pueden a largo plazo, con la influencia de un ambiente pequeñoburgués de «buena ley», trasformar a los miembros del partido de dos modos diferentes: 1) se convierten en burócratas aferrados a sus plazas (traten ahora de enviar esta capa de trabajadores a la fábrica, a un distrito, a una circunscripción donde el partido los necesite, y verán que sólo un 30 o un 40% de los mismos son motivados por los intereses del partido); 2) se tornan hombres de la NEP gracias a la acumulación de cierto número de bienes que harán fructificar, olvidando entonces sus lazos con el partido o bien, si dichos lazos existen, utilizarán su situación dentro del partido con un fin interesado.

Centenares de procesos intentados por los tribunales populares o por la corte suprema pueden servir aquí de ilustración (como por ejemplo el actual proceso del presidente del tribunal de Stavropol).

Además, ciertos miembros del partido (especialmente administradores) que trabajan en un ambiente ultraburgués, aparte de la degradación moral que los amenaza, no están asegurados contra una degeneración ideológica «en favor» del capitalismo.

En el partido existe una enorme masa de jóvenes, pletóricos de salud, que se encontraron en el fuego de la revolución en 1918-1920, que durante el período de las conmociones revolucionarias rompieron con su familia, que se batieron en el frente con entusiasmo, etc. «Jóvenes viejos», físicamente agotados (a los veinticinco años a menudo tienen los cabellos blancos), se agolparon ante las puertas de las escuelas superiores o se pusieron a trabajar. Entre ellos la desmoralización es menor. Pero hay que analizar las causas que pueden entrañar y que se esconden tras un fenómeno imperceptible de degeneración y de degradación entre estos elementos, los mejores del partido. Entre ellos el principal problema es el problema sexual. Estos camaradas tienen tantas más desventajas respecto del resto de los estudiantes no comunistas o de los estudiantes reclutados actualmente en el Komsomol en la medida en que recién ingresan en una escuela superior a los veinticinco o veintiocho años. No pueden resolver todos los problemas especulando sobre su naturaleza, como hacen los komsomoles de dieciocho años. La dificultad de conciliar un trabajo universitario con una vida familiar en condiciones materiales penosas los arrincona en un callejón sin salida. Para resolver su problema sexual, utilizan «medios» que pueden resultar fuente de degradación moral y física. Todo el mundo los conoce: 1) relaciones con prostitutas; 2) abortos, etc.; 3) continencia, represión del deseo sexual, lucha contra el «yo» fisiológico; 4) procreación. Pocos son quienes optan por la última solución. En vista de las condiciones materiales extremadamente difíciles, ésta no es menos penosa que las demás, y a menudo obliga a abandonar todo trabajo universitario.

No hay salida, y el estudiante comunista se debate como un pobre diablo, luchando contra sí mismo, reprimiendo sus deseos, abandonando su trabajo universitario para ganar un «pedazo» de pan para su familia. O bien, entonces, se mutila, pacta con la conciencia comunista (mantiene relaciones con prostitutas). Imaginen una situación de este tenor que dure cuatro o cinco años. Muchos se rompen los dientes contra «el granito de la ciencia».

Nos parece que la única salida consiste en una reorganización radical de la vida del comunista sobre bases colectivistas. Este problema ha sido planteado más de una vez en Pravda (véase el artículo de Preobazhenski, etc.). Y estamos obligados a volver sobre el mismo. Los comunistas podrían aprovechar mejor su salario, obtener mayores ventajas, si lo utilizaran colectivamente. Poniendo su salario en una caja común, los comunistas de las diferentes circunscripciones y de los diferentes barrios podrán por fin realizar el eslogan olvidado: «¡Al diablo las soperas y los pañales!». Algunas experiencias de ese tipo se han realizado aquí y allá, pero aún no han alcanzado a las más amplias capas del partido. Y, precisamente, es la masa de los estudiantes medios la peor provista. Estas colectividades son los embriones de la comunidad comunista. La masa de los sin partido pronto se incorporará a ellas, y así se abrirá el horizonte de un modo de vida comunista. De ese modo desaparecerán las causas de la degeneración:

1) Se verá desaparecer la desigualdad entre los miembros del partido, desigualdad cuyas consecuencias han sido analizadas más arriba (degeneración de algunos como consecuencia de un excesivo bienestar y de los otros por una estrechez relativa o total).

2) Los contactos entre los comunistas y la masa serán más estrechos, y el comunista se liberará del cuidado de la cocina, del lavado, etcétera.

3) En dichas colectividades será posible pasar al contraataque y realizar propaganda en la familia del comunista, junto a su mujer, etc., ya que la mentalidad reaccionaria de una mujer sin partido hunde sus raíces en la cocina y en el lavado.

4) El problema sexual, en gran parte, se resolverá. Al realizar gastos colectivos, será posible crear guarderías, jardines de infancia. En todo caso, la procreación será un medio más utilizado para resolver el problema sexual.

Es imposible decir que se trata de un problema nuevo, pero ésta es justamente la razón por la cual se tropieza con graves problemas de orden psicológico. Todos han conservado los hábitos de las sociedades de consumidores anteriores a la NEP. Cuando se habla de las colectividades de comunistas, muchos se acuerdan del ilustre shrapnel. Además, se alega que «el hábito os viene de arriba». Pero hay que esperar que las mujeres sin partido sean la principal fuente de resistencia a la organización de las colectividades. Y sin embargo, tarde o temprano, y a pesar de todos los obstáculos, la vida nos obligará a dar un paso en esa dirección.

Pero mientras tanto, es la juventud la más sensible y la que más sufre la situación actual, y es ella la que marcha a la vanguardia por la vía de la experimentación. Basta de palabras, pasemos a la acción. Comencemos por organizar colectividades voluntarias del modo de vida.

Sedij