APÉNDICE 1
Preguntas y respuestas sobre el modo de vida obrero

En la introducción ya hemos señalado que el material principal de esta obra nos había sido proporcionado por una discusión con un grupo de agitadores y de propagandistas moscovitas[17]. Son ellos los que proporcionaron unas respuestas escritas a las preguntas que yo les había formulado. Para apoyar ciertas conclusiones de este folleto, considero útil ofrecer aquí los pasajes más significativos de las actas taquigráficas de la reunión, así como algunos extractos de encuestas. En mi opinión, este material posee un interés particular.

PREGUNTA 1

¿Qué tipo de libros y de folletos son solicitados preferentemente?

¿Qué clase de libros faltan más específicamente en las bibliotecas de las fábricas?

¿Leen literatura los obreros?

¿Cuáles son los autores más populares?

¿Se cuenta con una cantidad suficiente de obras literarias?

RESPUESTAS

Lissenko.- Existen pocos libros en las bibliotecas de las fábricas; además, están mal encuadernados, sin cubierta, y el papel y la impresión son de mala calidad.

Kazakov.- Se nota un gran interés por aquellas obras en las cuales los problemas están planteados de manera más simple y concisa, y que están impresos en caracteres grandes. Las bibliotecas están llenas de lo que se les ocurra, menos, por cierto, de obras adaptadas a los obreros.

Ivanov.- Existe mucha demanda de las obras de Rubakin, pero sólo se dispone de un número muy pequeño de ellas. En lo referente a la literatura antirreligiosa, las más solicitadas son las obras de Demián Bedny[18].

Osnas.- Respecto de la literatura revolucionaria, se lee lo que está escrito de modo más vivaz y cautivante (Svertchkov, Chapovalov). Algunas personas leen La revolución proletaria. La seriedad del periódico crea rechazo en el lector, al igual que la ausencia de índices, lo que implica dificultades para comprender los acontecimientos y torna incomprensibles las memorias.

Las obras literarias más solicitadas por los obreros adultos son las de Upton Sinclair. Sirviéndonos de la experiencia y la visión del mundo del obrero surgido de la revolución, es preciso editar obras de divulgación de la teoría marxista y materialista.

Markov.- Para habituar al obrero a la lectura, es importante describir, sin que resulte tedioso, los sufrimientos y las dificultades de los camaradas que lucharon por la causa obrera en la época de la clandestinidad, que fueron enviados al exilio, que huyeron de él; es menester relatar cuáles fueron sus aventuras en medio de todo eso[19], etcétera.

Antonov.- Se necesitan bibliotecas ambulantes para los talleres.

Kulkov.- Se solicitan obras de economía política, folletos sobre la nueva reglamentación de la explotación de las tierras, libros que versen sobre la vida cotidiana, sobre problemas de higiene, sobre cuestiones de adaptación al trabajo, sobre las relaciones entre padres e hijos, acerca del modo de disminuir los gastos diarios para un determinado salario, sobre la organización sindical y soviética. Todo esto debe ser explicado breve, claramente, por medio de esquemas. Para los comunistas políticamente poco formados, no existe literatura exhaustiva acerca del partido, del materialismo histórico, del movimiento sindical, etc. No hay documentación pertinente para esos temas.

Hay muy pocas ediciones completas de las obras de Bedny.

Lagutin y Kazanski.- El porcentaje de los obreros que leen es poco elevado. Entre los comunistas, ese porcentaje es aún menor (siempre están ocupados en asambleas, etcétera).

Existe una demanda muy fuerte de obras literarias de carácter épico, consagradas a la revolución.

La juventud no manifiesta ningún interés por Dostoievski.

La literatura política parece difícil de leer.

Por doquier se piden obras especializadas: sobre la técnica, sobre la economía, sobre el modo de vida obrero.

Se nota una gran atracción por la literatura científica (astronomía, origen de la Tierra, aparición del hombre).

La literatura antirreligiosa es muy bien aceptada.

Gordeev.- Me acuerdo cómo la literatura popular se difundió en el Ejército Rojo. Un día llegó un hombre del campo, que sabía que el patriarca Tijon había maldecido a los bolcheviques; por otra parte, los poemas antirreligiosos de Demián Bedny eran por entonces la forma de literatura más popular. Se leían sus obras hasta que éstas caían en jirones. El buró político y el comité central del partido pueden decirle a Bedny que vuelva de vacaciones para escribir obras antirreligiosas. Hasta el presente, los campesinos han leído sus obras de forma masiva. Existe sin duda otra literatura: consagrada a la creación del mundo y a la aparición de los mitos. Pero si esos mitos fuesen expuestos por Bedny en un bello poema, serían más accesibles al obrero y al campesino. Bedny posee el arte de trasformarlo todo, y es hora de que vuelva de licencia; de lo contrario, va a escribir a Cocodrilo[20] para decirle que ha sido jubilado por el RVSR[21].

Kulkov.- ¿Cuál es la situación del campesino? Nosotros hemos revisado las bibliotecas y no hemos encontrado ninguna obra referida a los problemas agrícolas, y sin embargo ésos son los problemas que ante todo le interesan. Antes, posiblemente no tuviese ninguna vaca, pero en la actualidad la escasez de víveres le ha llevado a adquirir una vaca y un caballo, y debe saber cómo ocuparse de ellos lo mejor posible. No tenemos necesidad de tratados de 200 ó 300 páginas; basta con que se expliquen los problemas en dos o tres páginas, pero de modo comprensible. Lo mismo puede decirse respecto de los obreros.

Ossipov.- Los obreros se remiten enormemente a los libros cuando la discusión versa sobre los problemas de la familia. Discusiones de ese tipo son muy frecuentes, y en el curso de las mismas es necesario remitirse a un folleto. Yo no conozco ninguno, y sin embargo ese tipo de folletos, aun sucintos y limitados pero que podrían ser leídos por un gran número de personas, es extremadamente necesario.

Lissenko.- Ahora hablemos de lo que ocurre en la calle. Rara vez nos interesamos en los niños que hacen allí barrabasadas, ni en los espectáculos —edificantes o perniciosos— que nos ofrece la calle. Por ejemplo, unos niños juegan «al ejército rojo»: aunque esto sea tachado de militarismo, está bien; pero otras veces es muy diferente, ellos tienen otros juegos, menos saludables, y nadie les dice nada. Hay que saber abordar este problema con el objeto de dirigirlos; es preciso saber qué se les puede dar para que lean —posiblemente obras consagradas a la cultura física o a otros temas más útiles—. Según mi opinión, es importante prestar atención a problemas insignificantes, ya que a menudo se nos repite que decimos sin cesar que hay que estar más cerca de la vida. Es necesario interesarse en las pequeñas naderías de la vida cotidiana.

Markov.- Debo confesar que he leído tantas obras parecidas entre sí que estoy harto de esta ración, aunque sea buena. A menudo se dice que «“demasiado” es enemigo de lo bueno». Aquí ocurre lo mismo. Miren nuestra literatura: no se encuentran más que artículos científicos que hacen desviar la vista. Si se echa un vistazo a los periódicos, es lo mismo. Sinceramente se recorre el periódico y, si se lo deja un momento, se olvida uno no sólo en qué párrafo o en qué frase se detuvo, sino también qué artículo se estaba leyendo. Hay una falta absoluta de diversidad. Hace poco descubrí un librito, de Svertchkov creo, titulado Cinco años de revolución. Yo no tenía tiempo de leer, estaba abarrotado de trabajo; en casa recorro rápidamente los principales artículos del periódico; pero me resultó imposible sustraerme a dicho libro. Leía el periódico en el trabajo, durante el descanso, y el libro en mi casa. Había resuelto leer solamente diez minutos antes de dormirme, pero cuando tomaba ese pequeño libro me olvidaba de dormir.

A menudo debo tomar la palabra en asambleas generales de obreros. Cuando hablo de la concentración, del mejoramiento de la industria, me dicen: ¿por qué no hay materias primas, qué se ha hecho de ellas?, ¿se las han robado? Nadie ha puesto el acento sobre algo tan evidente. Por cierto, se habrá intentado, pero incluso yo mismo no entiendo por qué faltan materias primas. Antes se incriminaba a la estación o a la guerra; pero entonces, ¿por qué hay escasez aún en 1923? Ya no hay guerra. ¿Cómo cultivar el algodón?, ¿qué es lo que se necesita para hacerlo? Este problema, tan importante para la provincia de Moscú, nadie ha tratado de exponerlo claramente, nadie se ha decidido a explicar cómo se sembraba el algodón, por qué no hay, y dónde hay que sembrarlo.

PREGUNTA 2

¿Qué periódicos leen los obreros con mayor gusto?

¿Qué leen sobre todo los obreros?

¿Qué temas hay que desarrollar?

Los despachos de la agencia ROSTA, ¿son accesibles a los lectores obreros?

En ese campo, ¿no es preciso trasformar radicalmente el carácter de nuestra información telegráfica?

¿Qué incremento conoce la prensa especializada?

¿Es leída por los obreros?

RESPUESTAS

Marinin.- Los obreros se quejan de la mala calidad de la prensa (de la impresión).

Kazakov.- La prensa profesional difícilmente se lee. Ocurre que debemos difundirla utilizando subterfugios, es decir, artificialmente.

Markov.- En los periódicos falta una sección donde se expliquen los hechos y las palabras incomprensibles; es por eso que los obreros se desinteresan de los periódicos.

Dorofeev.- Es necesario hablar más a menudo del nivel de la agricultura (horticultura, cultivo de los campos, etc.) en Europa, por ejemplo en Alemania, aunque no sea más que para compararla con nuestra agricultura primitiva.

Es importante describir el modo de vida de los obreros en Occidente, su cultura en general, sus condiciones de vivienda, el modo como utilizan su tiempo libre, su espíritu revolucionario. No hay que escribir artículos tan generales como los que habitualmente se leen.

Koltsov.- Sería deseable reservar una página para la vida íntima (el modo de vida cotidiano) del obrero medio, y es preciso editar un pequeño periódico, aunque sea semanal, de carácter científico, con una sección de educación política.

Antonov.- Cuando se lee La Sirena, se empieza ante todo por las misceláneas.

Hay pocos artículos científicos comprensibles para los obreros. Es menester limitar al máximo los despachos.

El desarrollo de los periódicos murales de interés local, en cuya redacción participan los obreros mismos, rápidamente va a mostrar los lados positivos y negativos del trabajo periodístico.

Finovski.- En los despachos de la agencia ROSTA, es importante sobre todo precisar claramente el origen del despacho y subrayar quién es su autor. Esto a menudo es un misterio para los obreros, que ignoran a veces quién les trasmite la información —si obreros como ellos u otras personas—. Al final o al comienzo del despacho habría que dar una breve apreciación, cosa que trasformaría en parte el carácter de la información cablegráfica.

Zajarov.- Los despachos de la agencia ROSTA no siempre son comprensibles. Están escritos por corresponsales que acostumbran utilizar palabras cuya explicación inclusive no se entiende en el diccionario. Resulta importante entonces trasformar los despachos teniendo en cuenta el hecho de que vocablos tales como «provincia», «plaza de armas», «piscina», no siempre son comprendidos por los obreros, quienes igualmente no siempre tienen grandes conocimientos de geografía.

Kulkov.- En general, los obreros no entienden los despachos porque ignoran en qué consiste una agencia de prensa extranjera. Es necesario brindar una mínima explicación acerca de qué son la agencia ROSTA y las demás agencias de prensa.

La prensa especializada está mal distribuida, de manera irregular, y los obreros no la leen, sólo la lee un pequeño número de personas.

Hay que trasformar radicalmente la exposición de los diferentes problemas. Las informaciones sobre las huelgas y sobre el movimiento revolucionario en el extranjero no satisfacen al obrero. Algunas veces se describe el inicio de los acontecimientos, sin decir cómo terminan, o incluso se dan informaciones extremadamente breves. Se habla de las ramas importantes de la industria, sin decir una sola palabra de la pequeña industria: industria del cuero, carpintería, confección…

Lagutin y Kazanski.- Los periódicos más difundidos son El Moscú obrero, La gaceta obrera y la Pravda de los jóvenes.

Su éxito se debe a su precio módico y a la simplicidad de los artículos. El periódico mural, cuando existe, es el tipo de periódico más apreciado.

Es preciso simplificar los despachos de la agencia ROSTA, exponerlos en un lenguaje simple y dar explicaciones que sean comprensibles y que no representen un enigma suplementario.

Antonov.- ¿Por qué la prensa no dice nada de los problemas del modo de vida? Pienso que es porque la descripción de la vida familiar de los obreros implica que se penetre la psicología del obrero de nuestra época. Seguramente, se trata de un problema complejo, difícil de abordar. Más adelante la situación cambiará, pero en el presente es más fácil hablar de los asuntos corrientes que captar la psicología del obrero. Es por ello que existen tan pocos artículos de este género en la prensa.

Kobozev.- Las noticias del extranjero tienen el defecto de que el obrero recuerda mal el nombre de las ciudades, y que a menudo confunde el lugar de la información con el del acontecimiento.

Marinin.- La gente se interesa en lo que se hace en América, en Inglaterra, en lo que allí se crea, y sin embargo se habla muy poco de ello en nuestros periódicos. Igualmente, se interesa en el modo de vida de los obreros norteamericanos, franceses, y nuestros periódicos sólo mencionan las huelgas. En general, se habla poco de la vida cotidiana de los obreros.

Koltsov.- Principalmente, es importante hablar del modo como hay que trabajar.

Borissov.- Se escribe, por ejemplo, que el Times da cuenta de tal o cual despacho. Esto no me dice en absoluto de qué tendencia es este periódico. O, incluso, se consagra un artículo al congreso de Amsterdam. ¿Creen ustedes que los camaradas lo han leído? No. Y, sin embargo, es preciso hacer lo indecible para que los obreros sean hostiles a los mencheviques.

Más aún: Se escriben muchos artículos sobre Inglaterra, pero en ninguna parte se explicó de manera clara lo que Curzon esperaba de Rusia.

Lissenko.- Quiero decir unas palabras acerca de lo que leen los obreros y de lo que les interesa en la prensa. Lo más importante para ellos seguramente es aprender a trabajar convenientemente.

Yo he sido corresponsal obrero, y quise explicar mi psicología: tengo una mujer, hijos, describí mi situación, pero después de haber distribuido una decena de artículos de ese tipo me di cuenta de que los retiraban. Entonces traté la cuestión al igual que los otros corresponsales; brindé una descripción general de la vida de nuestra fábrica y hablé de la influencia del partido comunista. Evidentemente, esto limita enormemente los artículos de los corresponsales. Sería mejor que la redacción recalque allí el carácter comunista, pero que no se deforme lo que escriben los corresponsales.

[Versión taquigráfica anónima].- Nadie lee la prensa especializada. Por un lado, allí se repite lo que se lee en otros periódicos, y por el otro no se da ninguna descripción de nuestro modo de vida: tarifas, aumento o disminución de los salarios, trabajo en la fábrica, etcétera.

[Versión taquigráfica anónima].- Los obreros se interesan en las misceláneas. ¿Por qué? Pues porque eso ocurre en Moscú, en su medio; podrían desarrollarse ciertos temas en relación con esto. Se ha escrito muy poco sobre Komarov, no se dijo qué tipo de hombre era, sino solamente que era alguien muy piadoso, y no se ha explicado en absoluto por qué súbitamente se tornó tan violento. Cuando un obrero plantea esta pregunta, no se sabe qué responderle ya que uno mismo no conoce nada, en tanto que los periódicos hubiesen podido ofrecer la información: hubiese sido posible pedir a los profesores que respondieran a estas interrogantes. Algunos camaradas han hablado de la «organización del trabajo». Existe una sección de este género en los periódicos. Los obreros la leen con interés, pero ocurre que se ríen al leer ciertas informaciones porque es raro que se pueda aplicar en la práctica lo que está escrito. Incluso a veces es posible. En nuestra fábrica, por ejemplo, un camarada había leído que se podía cortar con la sierra utilizando una sola mano en lugar de las dos; al principio se rió, pero luego ensayó y se puso manos a la obra. Algunas veces, entonces, se puede sacar provecho de estos artículos, y eso les interesa a los obreros.

PREGUNTA 3

¿Cómo reaccionan los obreros ante los fenómenos de la NEP?

¿Se habla mucho de la nueva burguesía?

¿Se expresan temores sobre un posible restablecimiento de la dominación burguesa?

RESPUESTAS

Marinin.- Los obreros tienen una actitud extremadamente crítica ante los nepmen («hombres de la NEP») y los fenómenos de la NEP.

Los viejos (de cincuenta a setenta años), generalmente más conservadores, son mucho más indiferentes al respecto, pero no todos lo son por igual.

Kazakov.- Se habla de la nueva burguesía únicamente cuando el obrero ve que se le usurpan sus derechos, es decir, los días feriados cuando los veraneantes se ven asediados por automóviles llenos de damas bien vestidas.

Koltsov.- Las juergas de los administradores, de los directores, de los especialistas de empresa, son una de las causas de descontento y a veces de irritación hacia las células del partido comunista; cosa que explica las dificultades de nuestra agitación en los lugares de producción, entre las masas.

Zajarov.- Los obreros parecen instintivamente ligados a las cooperativas, y solicitan insistentemente que ese tipo de organización sea mejorado. Si las cooperativas defraudan las esperanzas de los obreros y no se organizan sólidamente, se verá a los obreros comprarles a los nepmen y quedarse satisfechos con su transacción. Existe entonces el peligro de ver a los obreros aceptando la NEP.

Kulkov.- El peligro de un retorno de la burguesía surge sobre todo cuando el obrero escucha a los viejos y nuevos burgueses reírse de las difíciles condiciones de la vida obrera.

El obrero se interesa mucho en el sistema de las cooperativas, así como en su organización. No resultaría inútil prestar atención a este problema. Los obreros detestan a los nepmen que venden en el mercado y en los comercios, pero ¿qué pueden hacer si no encuentran productos de similar calidad en la cooperativa y son peor recibidos? Se les atiende como a detenidos que vienen a buscar su ración.

Lagutin y Kazanski.- El odio y la irritación hacia la nueva burguesía son extremadamente fuertes.

El obrero dice: yo soy quien manda. Cuando camino por la calle, cuando tomo el tranvía, siento que soy el amo. Cuando contemplo la marea de las banderolas luego de una manifestación, pienso: soy una fuerza, soy el amo. Basta con que yo lo quiera, y los nepmen no serán más que polvo.

Cuando sea necesario, arrancaremos esta mala hierba (los nuevos burgueses) de nuestro huerto.

Finovski.- Me parece que los problemas de la NEP, tal como lo visualizan los obreros, presentan dos aspectos: uno puramente político y otro cotidiano. Es así como yo mismo lo entiendo. Desde el punto de vista político, por lo que me parece, y vista la agitación que hemos desarrollado en las fábricas, los obreros son más o menos indiferentes hacia la NEP. Saben que los nepmen no podrán ahogarlos. Pero en lo referente al aspecto cotidiano del problema, resulta completamente justo que los obreros se inquieten, y que esto inquiete al partido. Los obreros tienen clara conciencia de que hábitos propios de los nepmen han aparecido en el seno del partido.

Zajarov.- El desarrollo de la NEP ha impulsado a los obreros a prestarles una mayor atención a las cooperativas. Se diría que se aferran a ellas, que buscan allí un medio de reaccionar contra la NEP y que allí depositan sus esperanzas. Si dejamos escapar esta ocasión, y si no llegamos a organizar bien a las cooperativas, es posible que la actitud de los obreros hacia los nepmen sea menos hostil, ya que son ellos los que aprovisionan al mercado. Es absolutamente necesario que nos interesemos por las cooperativas.

Osnas.- El respeto hacia la riqueza en cuanto fuerza, tal como existía antes de la revolución, actualmente ha desaparecido. Se observa, más bien, una actitud un tanto irónica. Los obreros ignoran lo que es un nepmen importante, y el nepmen medio suscita la siguiente reacción: ha robado a diestra y siniestra, y se ha enriquecido. Considero que es preciso que editemos una crónica judicial escrita en caracteres gruesos.

Borissov.- Las «delicias» de la NEP, el lujo, etc., suscitan y refuerzan entre ciertos obreros su odio hacia los «nuevos burgueses»; además, este sentimiento se refuerza con la conciencia de que esta «basura» estallará como una pompa de jabón cuando la clase obrera lo desee. El obrero tiene conciencia de que él ha dado la «libertad» a los nepmen y que, cuando las circunstancias lo permitan, trasformará esa libertad en servidumbre. Muchos obreros, ante las delicias de las tiendas y los mercados, se dicen: «haría mal en tocarlas», pero después de reflexionar deciden: «prefiramos por el momento a los nepmen». Es preciso señalar que el obrero se siente a veces ofendido, ya que es él, quien ha tomado el poder, el que no come de acuerdo con su hambre; mientras que aquel al que se ha desalojado del poder vive en la saciedad. Por consiguiente, este tipo de obrero alimenta estos sentimientos: 1) odio hacia los explotadores y los parásitos (este sentimiento es la garantía de la actividad proletaria); 2) conciencia de su fuerza; 3) conciencia de la necesidad de la NEP y de su carácter pasajero; 4) conciencia de su dignidad de hombre y de ciudadano libre.

Otro tipo de obrero teme que la oleada de la NEP sumerja a la Unión Soviética y que «se haya expulsado a una burguesía para crear otra».

PREGUNTA 4

¿Manifiestan las masas un vivo interés por los movimientos revolucionarios de Occidente?

¿No faltan en las masas los conocimientos geográficos elementales necesarios para comprender las informaciones del extranjero?

¿Existen en las fábricas cartas geográficas adaptadas a nuestro trabajo de educación política, tanto en lo que concierne a la política internacional como a los movimientos revolucionarios en otros países?

¿Los lectores están satisfechos con las informaciones que se les brindan sobre las huelgas y el movimiento revolucionario en el extranjero?

¿Se hace sentir la necesidad de ese tipo de cartas especializadas?

RESPUESTAS

Marinin.- Los obreros le acuerdan menos importancia a las informaciones periodísticas, sobre todo desde que han tomado conciencia de que los remolinos levantados por los periódicos dan pocos resultados.

Kazakov.- Lo más interesante sería tener cartas extremadamente simples y claras, por ejemplo, una carta de Rusia donde se indicara el lugar de las diversas actividades económicas.

Zajarov.- Los conocimientos geográficos en lo referente a Rusia son actualmente bastante satisfactorios, puesto que hay pocos obreros que, en el momento de la revolución, no hayan abandonado Moscú para encontrarse en diversos sitios: ya sea para marchar al frente, ya sea para procurarse alimentos, etc. Si bien aprendieron en la práctica el mapa de Rusia, no ocurre lo mismo en lo que respecta al resto del mundo. Hay inclusive numerosos comunistas que no saben dónde se encuentran los demás países, y por ello a veces una buena exposición sobre la situación internacional sólo es comprensible a medias. Existen mapas en algunas fábricas, pero son viejos. Habría que contar con un tipo de carta que muestre bien a los obreros la situación geográfica de los estados; luego de las exposiciones, sería bueno aclarar algunos puntos.

Sería preciso, al igual que en el momento de la guerra, colocar en los lugares públicos cartas del mundo extremadamente simples.

Lagutin y Kazanski.- Las masas tienden sin cesar a sobrestimar la significación de los acontecimientos; se escucha decir: «¡esto empieza bien!», «¡se nos pide ayuda!»

PREGUNTA 5

¿Cuáles son las razones fundamentales que impiden que el obrero sin partido se adhiera al partido comunista?

¿Cuáles son los principales argumentos que esgrimen los obreros?

Es posible, sobre la base de una serie de observaciones, deducir lo siguiente: hemos tenido éxito en hacer adherirse al partido a los obreros que, por gusto personal, se interesaban sobre todo en la acción política; pero existen aún numerosos obreros que sólo se interesan por su trabajo, por la técnica, por el modo de vida familiar o por problemas puramente científicos o filosóficos. En lo que se refiere a estos obreros, aún no hemos hallado el medio de abordarlos, o sea, que todavía no sabemos cómo ligar los intereses técnicos, económicos, familiares, científicos de esos obreros con el socialismo, con el comunismo. Esta deducción, ¿es justa o no lo es?

RESPUESTAS

Marinin.- El interés por la vida de las células del partido ha aumentado considerablemente. La actividad individual de algunos y algunas militantes rinde buenos resultados. Las dificultades que presenta la formación de militantes pueden resolverse confiando tal o cual obrero a uno o dos comunistas, primero para estudiar la teoría, luego para divulgarla.

Kobozev.- Los miembros del partido llaman a los obreros sin partido «camaradas» únicamente en las asambleas; pero, en su trabajo cotidiano, no tienen ningún contacto con ellos. Se señala a veces un formalismo burocrático que crea una barrera invisible y que le impide al obrero sin partido adherirse al partido. Apoyándome en mi experiencia personal, daré el siguiente ejemplo. Un día me encontré con un obrero honesto que yo conocía bien y que siempre había sostenido la posición soviética, y le dije:

«Vassia, pasa por mi casa después del trabajo». Yo sabía que le gustaba mucho pescar, y empecé hablándole de la pesca. Después de haber discutido lo suficiente sobre este aspecto, le dije: «¿Y por qué no te adhieres al partido? Eres joven, ya es tiempo para ti de ingresar; bastante has holgazaneado, ya es hora de hacer algo». «Pero no estoy en contra de ello; por el contrario, hace mucho tiempo que deseo adherirme al partido, pero cada vez dejo eso para más tarde. Hace mucho que ya no creo en Dios. De acuerdo, mañana haré mi solicitud». La barrera invisible había desaparecido; esto es lo que no llega a hacer tal o cual célula replegada sobre sí misma.

Mi conclusión es que si no existen relaciones fraternales con los sin partido, si las células permanecen cerradas y dan pruebas de formalismo burocrático, ninguna idea revolucionaria —ni en la literatura económica ni en la literatura científica— dará resultados reales. Esta barrera invisible continuará existiendo.

Koltsov.- Aún no hemos hallado el medio para llegar a los mejores obreros. Se trata de una reserva importante para el partido. Espero que pronto sepamos cómo abordarlos.

Antonov.- Si se organiza una enseñanza puramente técnica destinada a los obreros altamente cualificados y de especializaciones diversas, rápidamente podrán formarse especialistas rojos. Es la vía más segura para conducir hacia el comunismo al resto de la masa obrera.

Finovski.- El trabajo de educación política en las células del partido tendría que consistir en principio en reagrupar a los obreros de acuerdo con tal o cual aspecto de la vida: técnico, político, familiar, científico, etc. Me parece que pronto vamos a llegar a eso… El pensamiento obrero no puede aceptar las injusticias que actualmente conoce… El obrero no puede encontrar respuestas en libros que no ha escrito… Él mismo debe brindar la materia de esos nuevos libros, es decir, examinar todos los problemas dolorosos de su modo de vida, en el sentido amplio del término, en su ambiente y, mejor aún, en la célula del partido (allí nosotros debemos ir hacia él). Tal es, según mi opinión, el único modo de arrancar al obrero de su letargo en la célula y de impulsarlo a adherirse conscientemente al partido.

Zajarov.- La principal razón que le impide al obrero entrar en el partido comunista es la disciplina. Los obreros están listos para ayudar al partido de todo corazón, pero temen las obligaciones y las exigencias que ello implica. Siempre se escucha la misma respuesta: «En el fondo yo soy comunista, y por cierto que hago más que algunos que tienen el carné». La segunda razón reside en que, si es posible expresarse así, los obreros son intimidados; a menudo se oye decir: «Me gustaría mucho adherirme, pero me van a decir: te decides a entrar en el partido una vez que todo ha terminado, cuando ya no existe más el frente».

Creo que el partido debe encarar todos los problemas y poder resolver cualquier cuestión. Y no estoy de acuerdo con la idea de que no hemos hallado el medio adecuado para aproximarnos, es decir, que no hemos sabido establecer la vinculación entre los intereses económicos, técnicos, familiares, y el comunismo.

Kulkov.- Estos son los argumentos que dan los obreros para explicar su no adhesión al partido: por la noche, hacen trabajo extra; los días festivos, marchan al mercado para comprar y vender más caro lo que han hecho durante las noches en sus casas.

Los obreros se han tornado más exigentes para con ellos mismos: al volver del trabajo, se lavan y se cambian. La jornada de trabajo es de ocho horas, pero las condiciones de trabajo, el lugar de la empresa, las máquinas, siguen siendo los mismos que en la época del capitalismo; no han cambiado: hay poco aire, poca luz, y en verano los obreros tienen muchas ganas de salir a respirar el aire fresco.

Sería deseable que los más conscientes y los más reflexivos de los obreros sin partido fuesen asociados aunque sólo fuere a un pequeño trabajo económico, político, sindical. Hay que hacerlos cambiar y asociarlos más a menudo a las diferentes actividades.

Dorofeev.- Hoy un público sin partido llena las tabernas y los despachos de bebidas, en tanto que los comunistas no entran en esos sitios, o bien, cuando se encuentran allí, están sobre ascuas. Y sin embargo es allí donde deben estar sin que, por supuesto, se emborrachen. La Comisión de control no debe quedar perpleja, porque es allí donde el comunista debe militar, ya que es allí donde vivirá con los obreros y les impedirá beber. Y si no convivimos con las masas, nos divorciaremos de ellas. ¿Cómo agitábamos antes? Únicamente en las tabernas, cuando se producían discusiones apasionadas.

Kazakov.- Cuando los problemas se plantean correctamente, cuando cada célula fabril aborda a los obreros con un espíritu proletario, éstos se acercan insensiblemente al partido comunista, y cuando toman conocimiento de toda la estructura del partido, se adhieren a él sin ninguna resistencia. Allí donde ese trabajo no se realiza, allí donde el obrero no es informado por la célula o por la comisión cultural, se frenan las adhesiones al partido.

Finovski.- Los argumentos son los siguientes: la familia es lo que nos impide hacerlo. En particular, en el curso de los últimos años, ésa fue una razón imposible de disimular. El obrero dice lo siguiente: yo sé cómo viven sus camaradas comunistas y cómo viven los sin partido. Yo no estoy en el partido. Hacia el atardecer, vuelvo a mi casa, estoy libre y ayudo a mi mujer. En cambio, mi vecino sí está en el partido; su mujer trabaja desde la mañana hasta la noche, y él corre Dios sabe dónde, a la célula, a una asamblea… Y cuando su mujer le pide ayuda, él le responde: no puedo, tengo una reunión de célula. Vaciar el cubo de basura, eso sí que jamás lo hace. Ellos riñen sin cesar; su mujer grita, mientras que en mi casa eso nunca ocurre. Pienso que yo soy más útil a la revolución: todo marcha bien en mi familia, mi mujer no grita, yo la ayudo, y tengo tiempo para leer libros o periódicos políticos. En cambio, si un comunista abre un periódico, su mujer le grita: «No vas a venir a sembrar el desorden aquí también».

Koltsov.- Lo principal es la discreción, porque cuando un obrero adhiere al partido se le asedia generalmente con preguntas. Imagínense a un proletario de la ciudad que no conoce absolutamente nada de la vida campesina y al que se le dice: «Tú, que eres comunista, explícanos un poco por qué no se le ha dado a mi padre su parte de madera para cortar, mientras que el jefe del comité ejecutivo del volost[22] ha tenido con qué construirse una izba y además le ha dado madera a su yerno, etc.». Aquél responderá que eso no es legal, que se trata de un abuso de poder, pero, por ser novato, se encontrará en una situación embarazosa. También podrán entonces decirle: «¡Qué clase de comunista eres, tú no sabes de esta cuestión más que nosotros!». Por este motivo los obreros piensan que es preciso primero estudiarlo todo y sólo posteriormente adherirse al partido; de lo contrario, se burlarán de ellos.

Luego, lo más importante es el amor al trabajo. Los obreros más cualificados son la mejor reserva del partido. Se preocupan únicamente por su trabajo, y permanentemente están buscando mejorarlo. Son extremadamente concienzudos. Cuando se discute con ellos y se les pregunta por qué no se adhieren al partido, responden que no tienen tiempo: lo que les interesa, dicen, es encontrar el modo de producir un acero de mejor calidad o de colar mejor el hormigón, etc. Dan muestras de un espíritu creativo, elaboran nuevas máquinas, etc. Este tipo de obreros es el que no sabemos cómo abordar, y sin embargo se trata de los obreros más honestos y cultos. Siempre están reflexionando, buscando cómo mejorar su producción. Hay que encontrar la manera de llegar a este tipo de obreros cualificados, que indudablemente son los mejores elementos. Se encuentran únicamente preocupados por la producción, y entienden que la fuerza del partido depende del cómo profundicemos, cómo reforcemos dicha producción; y estos obreros son muy numerosos en cada fábrica.

Ossipov.- Cuando los obreros sin partido encuentran un trabajo donde pueden visualizar lo que es el partido comunista, entonces se adhieren al mismo. Los sin partido no ingresan en el partido porque a veces tienen temor del trabajo que tendrán que desarrollar en él, cuando ya están muy ocupados en sus casas. Éste es el pretexto alegado por los sin partido que no trabajan en ninguna parte. Pero donde se organizan algunos grupos, inmediatamente se ha presenciado la constitución de una célula de siete miembros; esto es lo que ocurre en una fábrica. Considero que ante todo es preciso ser activos. Los métodos pueden variar. Puede obtenerse la adhesión de algunos a través de su actividad profesional, y de los otros mediante su trabajo en el taller. Algunos comités de dirección objetarán que tienen mucho trabajo, pero que no forzarán a los delegados a trabajar. Seguramente, los miembros del partido no serán numerosos en tales empresas. Lo principal es despertar la actividad. Lo que diferencia a 1919 de 1923 es que en 1919 la tensión era extrema y por consiguiente se estaba muy fatigado; pero luego la gente se sosegó e inmediatamente recuperó su actividad.

Antonov.- El obrero sin partido trabaja o no trabaja según le apetece. Cuando un trabajo le gusta, entonces trabaja; cuando no le gusta, lo abandona y se busca otro; pero en nuestro ambiente la disciplina del partido lo obliga a veces a continuar en un trabajo que no le satisface. Le gustaría trabajar en otro sitio, pero la disciplina del partido lo obliga a permanecer allí. Esta es la principal razón de su reticencia a adherirse al partido. En la época en que Denikin estaba cerca de Tula, los camaradas se adherían en masa. Sabían que no había otra salida, que había que proteger el poder proletario, y entonces entraban en el partido. Pero la cuestión reside en saber cuántos obreros han sido capaces de llevar adelante un trabajo de largo aliento. Algunos camaradas fueron militantes activos durante la primera y la segunda revolución, pero luego muchos de ellos se revelaron ineptos para una lucha de larga duración porque para ello se necesitaba constancia. Ha habido malos entendidos, errores, y un gran número de camaradas no ha sabido enfrentarse a las dificultades y se revelaron incapaces de actuar.

Levitski.- Los sin partido temen tener obligaciones. Un obrero que estudia, por ejemplo, astronomía u otra ciencia a menudo dice: actualmente, leo mucho, pero si tuviese que asistir a las reuniones tendría menos tiempo y me sería más difícil estudiar.

El principal motivo por el cual no se adhieren al partido es por los impedimentos que pone la familia. En la fábrica militábamos con camaradas sin partido y organizábamos asambleas en casas comunes. Muchas veces, sobre todo en invierno, nos reuníamos en casas de obreros sin partido. Leíamos literatura, o bien el periódico e incluso El diario del ateo, y las mujeres también se manifestaban interesadas. Pero cuando se planteaba su adhesión al partido, la actitud de la familia y del mismo obrero hacia el militante cambiaba. La mujer empezaba a mirarnos con malos ojos, y ya no te hacía entrar en su casa cuando no había reunión. Un gran número de camaradas sin partido tomaron parte activa en la revolución y consideran que eran bolcheviques; luego fueron al ejército, y después no se adhirieron al partido por diversos motivos; cortaron sus contactos con el movimiento revolucionario y se convirtieron en sin partido. En la actualidad, cuando se les pregunta por qué no se adhieren al partido, contestan: debido a la familia. Y, efectivamente, su mujer empieza a estar celosa de su actividad. Ha podido notarse que cuando no estaban en el partido y leían el periódico, su mujer no les decía nada, pero que empezó a mirarlos leer con otros ojos a partir del momento en que empezaron a hablar de ingresar en el partido. Se teme que el comunista, en tanto hombre disciplinado, no sea muy solícito y que tenga menos tiempo libre.

Osnas.- Existen muchas familias donde la mujer no tiene militancia partidaria y el marido es comunista. Y no estamos habituados, en las células, a ver que la gente exprese sus dramas familiares. Inclusive entre nosotros no hemos tenido éxito en vincular la célula con el hogar, y nos resulta muy difícil encontrar aquello que pueda ligar el partido al modo de vida individual del obrero, sin abordar esto último únicamente desde el punto de vista del mejoramiento de sus condiciones materiales. Nos parece que esto estaría muy bien, pero yo soy bastante pesimista en cuanto al hecho de encarar todos los problemas de los obreros para atraerlos más rápidamente al partido.

Stankievitch.- Muchos obreros sienten que no tienen la talla suficiente para soportar las exigencias de la disciplina comunista. Temen el hecho de tener que adoptar un nuevo modo de vida, de tener que modificar su comportamiento. Se ven obligados a renunciar al bautismo de sus hijos y a abandonar ciertas prácticas religiosas. Dicen que por ellos estarían dispuestos a romper con todo eso, pero que no tienen la voluntad suficiente para oponerse abiertamente a su familia, y sin embargo estiman que serán comunistas de poco valor si continúan viviendo como hasta el presente. Y esto es lo que frena enormemente su adhesión al partido. Además, numerosos obreros vinculados con el campo dicen que no tienen absolutamente ningún momento libre.

Tseitlin.- Nadie puede decir que la masa obrera sea hostil al partido; ella quiere al partido, pero teme adherirse al mismo por múltiples razones, y principalmente porque es inculta.

Borissov.- ¿Cuáles son los puntos débiles del partido comunista? En primer lugar, no nos interesamos lo suficiente en el modo de vida de los obreros, no los ayudamos a abrazar progresivamente puntos de vista comunistas; en segunda instancia, militamos muy poco en el campo; en tercer lugar, no estamos al corriente de los problemas religiosos, que tratamos con ligereza o con desdén, «alzándonos de hombros», etc.; cuarto, nos acercamos a todos los obreros de la misma manera, los obligamos a escuchar lo que no les interesa por el momento, y no buscamos el modo de introducirlos en la política apoyándonos sobre sus propios intereses (oficio, literatura, ciencia, etc.).

PREGUNTA 6

¿Ha aportado la revolución trasformaciones en la vida familiar del obrero así como en su modo de considerar a la familia?

¿Estos problemas son objeto de discusiones? ¿Dónde y cómo?

¿Qué respuestas proponen los comunistas?

¿De dónde extraen éstos las respuestas para dichos problemas?

¿Por qué esos problemas no aparecen en los periódicos?

RESPUESTAS

Kazakov.- Aparentemente, se señala un cambio completo en la vida familiar, es decir, que se encara más simplemente la vida de familia. Pero nada ha cambiado fundamentalmente; la familia no ha sido aliviada de sus preocupaciones cotidianas, y siempre se ve que en ella una persona domina sobre las demás. La gente desea llevar una vida pública, pero cuando estos deseos no se cumplen debido a dificultades familiares, esta situación implica disputas, crisis de neurastenia, y si alguien no puede soportar esto, entonces abandona su familia o se tortura hasta tornarse él mismo neurasténico.

Kobozev.- Resulta indudable que la revolución ha introducido un gran cambio en la vida familiar y cotidiana del obrero. En particular, si el marido y la mujer trabajan, esta última considera que ella es materialmente independiente y que tiene los mismos derechos que su marido; por otra parte, ve desaparecer los prejuicios que hacen del marido el jefe de la familia, etc. La familia patriarcal se disloca. Desde el momento en que se han asegurado las bases materiales de la existencia, la revolución ha hecho nacer en la familia campesina un gran deseo de independencia. Me parece que estamos ante la ruina inevitable de la vieja estructura familiar.

Markov.- La revolución ha producido trasformaciones sumamente importantes en las condiciones de vida. La pobreza de la industria y de la república mantienen todavía un poco a la familia, que de otro modo estaría ya completamente dislocada. Pero esta descomposición anárquica y mal dirigida amenaza con hacer aparecer una serie de fenómenos anormales (prostitución, embriaguez, delincuencia, rufianería inútil, etc.) que hay que combatir decididamente, porque de lo contrario se hará más difícil volver al camino recto a quienes han abandonado su familia.

Korobitsin.- La revolución ha traído trasformaciones en la vida familiar, en el sentido de que los maridos beben menos y castigan menos a su mujer y a sus hijos.

Koltsov.- Estos problemas no son considerados en ninguna parte, como si se tratara de evitarlos. Hasta este momento, jamás había pensado en ellos… Hoy, son problemas nuevos para mí, y considero que tienen el más alto interés y es importante que se estudien. Parece que precisamente por esas razones, indeterminadas por cierto, no se tiene en cuenta a estos problemas en la prensa.

Finovski.- Es un hecho que la revolución ha aportado novedades en la vida familiar del obrero. La ruina, la escasez, el hambre, se abatieron sobre la familia y la obligaron a reagruparse, a economizar, a tener lo justo para vivir; y la mujer es quien especialmente ha padecido estas dificultades. Considero que su situación se ha deteriorado de tal modo que las discusiones y las disputas incesantes sobre este tema constituyen sin duda la razón por la que el obrero no se decide a entrar en el partido.

Rara vez se suscitan discusiones acerca de este punto, porque ellas tocan a todo el mundo demasiado de cerca… Según mi parecer, hasta el presente se las ha evitado para no hacerse mala sangre… Todo el mundo comprende que el único modo de salir de esta situación reside en que el gobierno tome totalmente a su cargo la educación de todos los hijos de obreros (sin separarlos de sus padres), que se libere a la mujer de la cocina, etc. Los comunistas aluden regularmente a este magnífico porvenir, cosa que les permite postergar para más adelante esta espinosa discusión.

Los obreros saben que en la familia de un comunista este problema es aún más doloroso que en sus propias casas.

Si el marido está en el partido, ello significa que él no hace el menor esfuerzo para ayudar a su familia (no tiene tiempo, está totalmente ocupado por su trabajo, por intereses superiores), y su mujer debe trabajar como una bestia de carga para ver encima criticada su conducta no comunista que deteriora el prestigio de su marido.

Zajarov.- El problema de la igualdad de la mujer y del hombre es un problema de actualidad. Sobre eso las opiniones son muy diversas. En principio, todo el mundo está de acuerdo en reconocer la igualdad de la mujer, y luego agregan: pero está la familia, los niños, los quehaceres domésticos, etcétera.

Kulkov.- La revolución sin duda ha introducido transformaciones en el modo de considerar a la familia, y aun a la liberación de la mujer. El hombre tiene la costumbre de considerarse como el jefe de familia. La mujer, por su parte, se ocupa de los niños, de la vajilla, del lavado. Él tiene tiempo para ir a las asambleas, a conferencias, para leer los periódicos; y entonces le explica a su mujer lo que hay que hacer, cómo hay que educar a los niños, lavar la ropa, preparar la comida, abrir la ventana, cómo comportarse ante la familia, ante los niños, ante los camaradas que vienen a verlos; después le habla de religión, se rehúsa a satisfacer sus exigencias pequeñoburguesas, y como sus medios no le permiten gran cosa, empiezan a reñir. Por su lado, la mujer manifiesta también el deseo de ser más libre, de poder dejar a los niños en alguna parte, de estar más a menudo en compañía de su marido, lo que desemboca en escenas conyugales y en múltiples escándalos. Como consecuencia, divorcio, nuevo matrimonio.

Los comunistas responden a este tipo de cuestiones diciendo que la familia, en particular las disputas entre marido y mujer, son asuntos personales.

Lagutin y Kazanski.- Cuando la mujer es suficientemente fuerte, o bien cuando la situación se lo permite, se revela como un militante activo y obstinado de las ideas y de las nuevas relaciones. El hombre, en cambio, como marido y padre, ocupa una situación completamente desventajosa. Se conocen casos en que algunas mujeres comunistas debieron abandonar el partido porque sus maridos les exigían que volvieran a trabajar al hogar, a la cocina, a ocuparse de su esposo. Para la mayoría de los obreros, la mujer es una papanatas. El padre a menudo razona de acuerdo con viejos criterios: si no se castiga a los niños, eso significa que se les aflojan las riendas. Entonces se castiga a los niños, considerando que se trata de un método educativo probado y eficaz.

Antonov.- El obrero tiene otro punto de vista sobre la vida familiar y sobre la familia. Las mujeres son más liberadas, y en este dominio se señalan algunas transformaciones importantes.

Muchas veces sucede que no son los padres los que educan a los niños, sino los niños quienes instruyen a sus padres.

¿Por qué este problema no es abordado en los periódicos? Pienso que si se describe en un periódico la vida familiar de los obreros, es preciso penetrar en la psicología de los obreros de la época actual. Por cierto, se trata de un problema complejo en extremo, difícil de encarar. Más adelante esta situación cambiará, pero en la actualidad a un periodista le resulta más fácil referirse a problemas contemporáneos que penetrar en la psicología del obrero. Por este motivo hay tan pocos artículos de este género en la prensa.

Markov.- Tengo el presentimiento de que nos aguardan catástrofes terribles debido a que hemos entendido mal el sentido del término «amor libre». Como resultado, el amor libre ha aumentado considerablemente la natalidad entre los comunistas. Cuando se movilizó a los comunistas, fue necesario que el comité de fábricas se hiciera cargo de cerca de dos mil niños.

Si la guerra nos ha legado un gran número de inválidos, el amor libre nos amenaza con dificultades aún mayores. Y debemos confesar que, en este terreno, no hemos hecho nada para que la masa obrera comprenda bien ese problema. Reconozco sinceramente que, si se nos plantea esta cuestión, no estamos en condiciones de responderla.

Lidak.- Se nos plantea un problema espinoso al que debemos dedicarle atención: el del proletariado femenino, que es particularmente importante para las mujeres que tienen una familia: entre ellas, la influencia religiosa predomina sobre todas las demás. Pienso que es necesario que militemos en esta capa de la población; hay que reemplazar a la iglesia por otra cosa, pero no tenemos nada con qué hacerlo. Si nos fijamos, aunque sólo sea en Moscú, en los clubes de barrio, vemos que es raro que alguien entre en ellos; allí no se propone ninguna actividad que satisfaga tanto al marido como a la mujer y a los niños. A veces se organizan reuniones oficiales y, posiblemente porque estamos demasiado fatigados, organizamos estas reuniones precipitadamente. Sin embargo, es imprescindible que encontremos alguna manera de sacar a la gente de la iglesia y de crear centros culturales donde no sólo el domingo, sino todas las tardes el marido pueda ir a distraerse con su mujer. Entonces, dejarán de ir a la iglesia. Algunos se distraen ya yendo al jardín público, cuando el precio de la entrada es accesible.

Dorofeev.- Ciertos obreros son muy poco apegados a su familia y consideran que su mujer debe ocuparse de todo, mientras ellos andan por otro lado. Lo mismo sucede el domingo. De aquí provienen las peleas matrimoniales. La mujer se queja de que el marido la abandone incluso los días de fiesta y de que ella se vea obligada a quedarse en casa con los niños. Aquí se nota un deseo de las mujeres por liberarse. A menudo les reprochan a sus maridos el hecho de que otras mujeres dejan a sus niños en la guardería o en el jardín de infancia, y así tienen más libertad, en tanto que ellas están obligadas a cuidar a los niños. En verdad, existe un gran deseo de libertad entre las mujeres.

Tseitlin.- En ningún lado se habla del problema de la familia y del matrimonio, de las relaciones entre el hombre y la mujer, y sin embargo ésos son los problemas que les interesan a los obreros y a las obreras. Cuando organizamos reuniones sobre este tema, los obreros se enteran y acuden masivamente. Además, la masa tiene la impresión de que nosotros eludimos el planteamiento de esas cuestiones, y de hecho es lo que parece suceder. Sé que algunos dicen que el partido comunista no tiene y no puede tener un punto de vista definido sobre este aspecto. Conozco agitadores que responden a estos problemas apoyándose en las tesis de la camarada Kollontai, pero dichas tesis no resuelven, por ejemplo, el problema de la responsabilidad del padre y de la madre ante los hijos, cosa que hace que los niños tiendan a quedar librados a sí mismos. Éste en Moscú es uno de los problemas más importantes en la actualidad. Estas dificultades no son esclarecidas, y los obreros y obreras que plantean estos problemas no reciben ninguna respuesta.

Borissov.- En lo referente al modo de vida obrero, debo decir que es extremadamente poco estudiado, y debido a una razón muy simple: los problemas que planteamos aquí son muy difíciles de describir. Por eso se prefiere un artículo formal.

Ossipov.- Hay que decir que el modo de vida no ha adoptado ninguna forma particular; nada ha cambiado y todo está como antes. Aquí se ha preguntado por qué estas cuestiones no eran abordadas por la prensa. Pero sucede que los comunistas más activos que escriben en los periódicos están demasiado ocupados, y posiblemente ni siquiera conozcan a su familia. Se van de la casa cuando todo el mundo duerme y vuelven cuando todos ya están acostados. Y bien, si no se conoce a la propia familia, es difícil conocer a la de los demás. Sólo se puede aprender algo en las discusiones de la fábrica o en el comité de fábrica, por ejemplo cuando alguien viene a quejarse, cuando una mujer viene a decir que su marido la golpeó, etc. Pero lo repito: no se habla de esto en la prensa porque nosotros, los comunistas, no conocemos ni a nuestra familia ni a la de los demás.

De hecho, no se recalca en absoluto el problema de la familia y de los niños. Yo mismo he olvidado todo lo que he podido ver, y sólo cuando se me plantean algunas preguntas me vienen a la memoria vagos recuerdos y comienzo a ligar las cosas entre sí.

Gordeev.- Si se examina la vida de los comunistas, se ve que, de hecho, la mujer permanece en la casa, mientras el marido, comunista, corre a las asambleas. Las mujeres de los comunistas están muy poco integradas a la actividad social. La situación es aproximadamente la misma entre los obreros. Cuando se plantea el problema del modo de vida, las obreras son las que más se interesan, y hablan mucho de las guarderías infantiles, de los restaurantes comunitarios, etc. Pero hay que decir que, estando dadas el conjunto de las condiciones objetivas y subjetivas, no hemos hecho gran cosa por trasformar el modo de vida. Entre los obreros comunistas, se considera a menudo que cuando el marido se va a una reunión, la mujer tiene que quedarse en la casa. Algunas veces esto desemboca en el divorcio. El marido no deja que su mujer vaya a la reunión, cuando ésta quiere firmemente ir; como consecuencia, se llega al divorcio. Conozco dos casos de este tipo. En una asamblea de obreros, se dijo que en nuestro sector de Orejov-Zuïev había habido dos casos en los que el marido había prohibido categóricamente a su mujer concurrir a una reunión, lo que había llevado al divorcio.

Dorofeev.- La revolución ha implicado una dislocación de la familia. Muchos obreros llevan una vida disipada y malinterpretan la libertad de poder separarse de sus mujeres; otros dicen que la revolución le ha asestado otro golpe a la familia. Incluso entre los obreros responsables, son numerosos los que han abandonado a su mujer, dejándola a veces con cinco hijos. Es una situación que se produce muy a menudo, y nadie lo oculta. También se abandona a una mujer comunista, incluso entre quienes ocupan lugares destacados. No se plantea el problema en las asambleas, pero se comenta en los círculos del partido y se tiene la impresión de que algo va a estallar.

En la actualidad, ¿por qué no se escribe ningún artículo, ningún folletín en la prensa?, ¿por qué no se pone el acento en los problemas de la vida familiar? Pues porque —y, por lo demás, un camarada lo dijo muy bien— son esencialmente viejos periodistas los que trabajan en nuestros periódicos, y ellos no conocen la psicología de los obreros.

En este terreno, las secciones femeninas son, sobre todo, las que deben manifestarse activas, porque son las mujeres las que sufren en mayor grado estas alteraciones, especialmente cuando se encuentran con los niños en los brazos. No hay ni guarderías ni jardines de infancia. Seguramente, la mujer comunista debe hacer por sí misma la lejía, porque es más económico; además, no enviará la lencería al lavadero, ya que muchas veces la arruinan con productos artificiales. En la medida en que estemos en un período de transición, en el que carezcamos de guarderías y de jardines de infancia, en la medida en que las mujeres comunistas deban hacer la lejía, lavar y planchar, porque es imposible evitar esas obligaciones domésticas, en la medida en que los hombres vayan a las asambleas y lean el periódico, las mujeres no evolucionarán. Pero cuando todo esté bien organizado, las mujeres ya no tendrán que hacer la lejía, y podrán concurrir a las reuniones.

En nuestro comité barrial se ha organizado una conferencia sobre el tema: «La familia y el matrimonio». Pedimos la colaboración de un conferenciante, y le preguntamos cómo iba a presentar el problema. Nos respondió que iba a exponer El origen de la familia y del matrimonio (sic), de Engels. «Y no hablaré de otra cosa», agregó. Sin duda, no diré que esto no está bien, pero habría sido necesario extraer de este artículo de Engels conclusiones aplicables a nuestra época, y esto es precisamente lo que no sabemos hacer. No obstante, se trata de un problema de una extrema actualidad.

En cuanto al matrimonio, sostengo que los comunistas se niegan por completo a casarse con muchachas miembros del komsomol porque —dicen— ellas van a correr de reunión en reunión y no tendrán tiempo de preparar la comida ni de lavar la ropa. Los comunistas dicen que prefieren casarse con mujeres sin partido, que se queden en la casa, se ocupen de los niños y del mantenimiento del hogar. Se trata de una opinión muy difundida. Los comunistas afirman que, si toman como mujer a una comunista, los niños se van a morir y todo funcionará mal en la familia.

Korobitsin.- Antes el marido consideraba a su mujer como una esclava. Es la marca de la historia. Pero hoy la mira, a pesar de todo, un poco de otro modo.

Antes, cuando el marido bebía, castigaba a su mujer una, dos, tres veces por semana; en la actualidad, el vodka está prohibido. Pero si se trata de saber por qué se lo ha remplazado, yo diría que absolutamente por nada. Hoy el marido trata de procurarse aguardiente casero, pero castiga menos a menudo a su mujer y la considera como una ciudadana; ésta a su vez se considera como tal y no permite que se la castigue.

Con relación al matrimonio: se cambia fácilmente de mujer, y esto también ocurre entre los comunistas. Es inadmisible que ciertas personas lleven una vida completamente disoluta. Y afirmo que hay que examinar seriamente este problema, tratarlo y encararlo más a menudo en la prensa.

Al fin de cuentas, es preciso saber qué actitud adoptar ante el matrimonio, ante la mujer, y jamás he leído nada por el estilo en los periódicos. Sea como fuere, debemos interesarnos en esos problemas, abordarlos más de cerca, y hacer progresar aunque sólo sea un grado el modo de vida del pueblo ruso.

Antonov.- Subrayemos aún una trasformación más en el modo de vida del obrero: bebe menos, está mucho más sobrio, y consiguientemente es mucho más perspicaz.

Borissov.- Sin ninguna duda, la revolución ha aportado trasformaciones en la vida familiar del obrero. Algunos camaradas se han referido a «la dislocación de la familia». Señalemos aquí los hechos más característicos. En primer lugar, en una familia donde el marido se ha hecho ateo, la mujer envía a escondidas a los niños a la iglesia o ante el pope [cura] ; el niño le cuenta inocentemente a su padre lo que hizo y… se sucede una enorme escena matrimonial: «¡Imbécil, bonito lugar has encontrado para meter al chiquillo, lo vas a arruinar por completo!» En segunda instancia, en algunas familias la mujer se siente mucho más independiente, y le plantea exigencias a su marido: «¿Por qué no compraste el periódico?», «no grites cuando le hablas a los niños», «si sigues así, te dejo y me voy a ganar la vida». En tercer lugar, algunas veces hay discusiones apasionadas sobre la religión en las que participa toda la familia: todo el mundo se injuria, las relaciones se envenenan, etc. Cuarto, muchas familias desean tener una vida llevadera, gozar del aire puro, de la limpieza, de un ambiente agradable, etc.). Quinto, el obrero se ha puesto a leer en su casa (hablo de los obreros menos cultivados). Sexto, de ello resulta una conciencia aguda en grado sumo de su incultura, de su ignorancia. Séptimo, los niños de los obreros que tienen la posibilidad de ir a la escuela (al liceo, etc.) llevan un aire nuevo a la vida de sus padres (que están orgullosos, que se interesan por su trabajo). Octavo; ha habido grandes cambios en aquellas familias donde los niños van a la guardería o al jardín de infancia; esto es algo aún completamente nuevo en el modo de vida del obrero. Noveno, los niños son la principal fuente de preocupaciones en la familia obrera (hay que vestirlos, calzarlos, etc.). Décimo, se encuentran komsomols aun en las familias más tradicionales; aquí la juventud entra en conflicto con los viejos prejuicios. Undécimo, hay que señalar que algunos obreros crían vacas, cabras, cerdos, que tienen una huertita, etc., lo que los ata más fuertemente a su hogar y los aburguesa. Hablando francamente, la posesión de una vaca trasforma el modo de vida del proletario y desarrolla en él un mezquino sentimiento de propiedad.

Estos problemas sólo se tratan en dos sitios precisos: entre los obreros y en sus familias.

No hace falta escribir artículos moralizantes y edificantes, del siguiente tipo: «Cómo una mujer llevó a su hijo de nueve años a confesarse ante el pope a escondidas de su marido», para decir luego que esta mujer es estúpida y para injuriar al pope, etc., sino que hay que escribir en un lenguaje seguro, en el lenguaje de la vida de todos los días. Y hacer observaciones insignificantes con el objeto de que aquella mujer (como ella hay millones) no tenga vergüenza, pero que reconozca la estupidez de sus actos. Es difícil (pero no imposible) hablar de la «vaca del obrero», y hacer nacer entre los obreros un interés no sólo por sí mismos, sino también por los demás. Esto es más fácil de decir que de escribir.

PREGUNTA 7

La vida se organizaba anteriormente en torno a tres momentos esenciales: el nacimiento, el casamiento y la muerte.

Los obreros que han roto con la iglesia, ¿por qué hábitos los han reemplazado?

¿Existen nuevas formas de ceremonial para celebrar un nacimiento, un casamiento o para rendirle un último homenaje a un difunto?

RESPUESTAS

Marinin.- El ritual no ha sido renovado en lo referente a los entierros. Son organizados por los sindicatos y han adquirido un carácter solemne.

Ivanov.- El obrero nos dice: «Ustedes, los comunistas, cuando entierran a uno de sus camaradas pueden hacer tocar una marcha fúnebre, pronunciar un discurso en el cual dan cuenta de los méritos del difunto ante la sociedad y el Estado, pero nosotros ¿qué podemos hacer en tales circunstancias? Nos molesta enterrar a alguien sin ceremonia, entonces recurrimos a un pope». Para el nacimiento y el casamiento rápidamente se encontrarán nuevos ritos; pero para el entierro, si el obrero suprime la ceremonia fúnebre, no hay nada con qué sustituirla.

Dorofeev.- Ningún nuevo ceremonial ha venido a reemplazar a los antiguos ritos religiosos, lo que a veces da lugar a penosos altercados matrimoniales cuando la mujer de un obrero quiere bautizar a su hijo o enterrarlo religiosamente y el marido se lo prohíbe y riñe con ella.

Zajarov.- Estos momentos están marcados por una fiesta familiar: el obrero invita a algunos amigos, les ofrece bebidas y les presenta «el acta de registro».

Hay obreros que quieren organizar entierros semejantes a los de los camaradas eméritos, con música, banderas, etc. Pero por el momento se trata de casos aislados.

Kulkov.- No se notan verdaderos cambios en los cortejos fúnebres y los entierros. Entre los comunistas, se llevan banderas, se canta, a veces hay una orquesta.

Antonov.- Si, por ejemplo, un comunista celebra un nacimiento y en su casa se juntan unos camaradas y algunos sin partido, ¿cómo va a señalar esta fecha? Antes se hacía una comilona, cosa que ya no es necesaria. Pero puede hacerse una colecta para crear una guardería. Tomemos por ejemplo los entierros. Hay que plantear el problema de modo diferente. Se puede hacer una colecta para construir un horno crematorio para incinerar a los muertos.

Marinin.- Me parece que durante un primer tiempo habrá que habituar a la masa a los entierros con música. Personalmente, sería partidario de que también se organicen bautismos solemnes; no es necesario hacerlos cada vez, pero si organizamos de vez en cuando bautismos de ese estilo, ello obligará sin duda a los obreros a preguntarse si los bautismos son verdaderamente necesarios. Seguramente, es menester que dichos bautismos se organicen con la ayuda del comité de fábrica y de la comisión cultural.

Zajarov.- Un obrero tuvo un hijo, y esto es lo que hizo: reunió a los representantes de la fábrica, no sé si pronunció un discurso pero sí que organizó una votación para darle un nombre al niño, luego se levantó el acta de nacimiento y se la firmó, para después tomar el té, etcétera.

Dorofeev.- Me acuerdo que cuando tenía catorce años y trabajaba por primera vez en una fábrica de Moscú, el contramaestre me retó. Y recuerdo que salí al patio, levanté los ojos al cielo y le pedí a Dios que castigara al capataz. Luego tuve terribles deseos de oír los cánticos de la iglesia. En el presente me he hecho ateo, ya que leí libros, asistí a conferencias y tomé conciencia de que ésas son tonterías. Por ello, en la medida en que no hayamos educado al proletariado, en la medida en que no le hayamos hecho tomar conciencia claramente de las cosas, no podremos hacer nada.

Koltsov.- ¿Por qué no celebrar el día del nacimiento como se celebra actualmente el del bautismo? Bebamos un poco de vino o de cerveza si eso parece necesario, pero festejemos y celebremos el aniversario y no la fecha del santo.

Hay que señalar de uno u otro modo el día del nacimiento o de la muerte. Con la ceremonia matrimonial es más fácil; los mismos obreros sin partido se conforman con el matrimonio civil, luego de lo cual organizan una comida. Pero las cosas son más complicadas en lo referente al bautismo y a la muerte. Hay que hallar algo con qué reemplazarlos. Sobre todo, son las mujeres quienes se lamentan cuando alguien muere sin haber sido bautizado o sin que se le haya dicho un oficio.

Nadie estimula a la gente a organizar entierros solemnes con orquesta, etc., pero es una costumbre que se impone poco a poco. Se ve a obreros sin partido que vienen a decirnos: «Mi mujer murió, quisiera una orquesta». Pero a veces no podemos conseguir una orquesta porque cuesta caro y no tenemos dinero. Si fuésemos un poco más ricos, hace tiempo que hubiésemos organizado ese tipo de ceremonias.

Osnas.- Hace alrededor de tres meses asistí a una nueva forma de ceremonial. Se trataba de festejar el ingreso del hijo de un obrero como aprendiz en un taller. Ese obrero me invitó a ir a su casa por la noche. Cuando llegué, todo estaba correctamente organizado: había cerveza y oporto. Actualmente, la cerveza y el oporto reemplazan al aguardiente casero. De algún modo, es un progreso. Se festejaba, entonces, la entrada del hijo como aprendiz, y en una familia obrera éste es un acontecimiento tan importante como el nacimiento, el casamiento o la muerte. Y entonces me puse a pensar que sería bueno que de alguna manera se oficializara esta forma de confirmación de la juventud. Para un muchacho, se trata de un momento muy importante de su vida, dado que se encuentra en una situación difícil: ha terminado la escuela, tiene diecisiete años y no se sabe dónde colocarlo. Y he aquí que se tiene la oportunidad de participar, por así decir, en una forma de ceremonia familiar. Seguramente, no se trata más que de un comienzo, pero nosotros no le prestamos atención. Nos es necesario, como partido, prestársela. Así, al lado del nacimiento, de la muerte y del matrimonio se celebra fácilmente dicho momento del aprendizaje, sobre todo ahora, cuando el ingreso del hijo o de la hija de un obrero en la escuela o en un taller representa un momento importante de la vida.

Lissenko.- En 1917, un día entré en el Monasterio de la Pasión y en la catedral del Cristo. Allí todo resplandece, todo es magnífico. Y ¿qué tenemos nosotros para proponer en su lugar? ¿Adónde ir el día de Pascua? Es un día de fiesta, se tienen deseos de ir a alguna parte, y no se sabe adónde; los obreros van a la iglesia únicamente porque allí Rozov canta mejor que Chaliapin, que puede hacer el número y negarse a cantar, o bien porque allí el coro es magnífico. Y nosotros no hacemos nada en ese terreno. Yo mismo tengo una niña, una hija de doce años; un día salió con una amiga, y a su regreso le pregunté: «¿Adónde fuiste?». Me contestó: «A la iglesia». «¿Por qué fuiste a la iglesia? ¡Si tú no eres creyente!». «Yo no soy creyente, pero allí se está bien». «¡Podrías haber ido a otra parte». «¿Adónde? En todos lados hay que tener una entrada». Y un billete de entrada cuesta dinero, y no se tiene ese dinero. Nosotros agitamos, pero eso no basta; hay que organizar algo artístico. Y, en ese dominio, no hemos hecho nada.

Markov.- Según mi opinión, lo mejor sería ante todo construir un horno crematorio donde se puedan incinerar los cadáveres. Habría que empezar por cremar a los grandes hombres. Cuando alguien muere, hay que incinerarlo, porque de lo contrario ocurre lo que pasa en el monasterio Danilovski, cerca de donde vivo. Allí hay un pozo de una profundidad de tres arquines[23], en el cual hay incluso unos ataúdes. Pero si se empezara por incinerar a los muertos y por explicar por qué eso es bueno, estaríamos ante una muy buena medida. Por ejemplo, se enterró al camarada Vorovski[24], mejor hubiera sido incinerarle, para después iniciar una campaña explicando que era un gran hombre pero que eso no es impedimento para que sea incinerado.

Lidak.- Una cosa más: si vemos pasar un cortejo fúnebre, observamos que solamente participan los parientes del difunto. No existe un grupo constituido; algunos acompañan al cortejo durante cierto tiempo, luego lo abandonan y otros se unen a él. El grupo, pues, varía sin cesar; nunca hay mucha gente (a veces treinta personas, a veces siete u ocho o aun una quincena), de modo que nadie presta ninguna atención. Aquí son necesarias algunas transformaciones, con el fin de que las cosas se desarrollen como es debido.

Kazakov.- Exteriormente, sin duda ha habido grandes cambios en la vida familiar desde el comienzo de la revolución de 1917. Yo viví esa época, y provengo de una familia de viejos creyentes apegados a las tradiciones. En 1917 me encontré cogido en el torbellino de la revolución, en la que participé. Inmediatamente mi familia me consideró como un ermitaño que ha abandonado a su familia, como un perdido, etc. Ingresé en el ejército, y de regreso del mismo, volví a la aldea. Me sentaba a la mesa, y no rezaba. Alguien le dijo entonces a mi padre: «¿Cómo es posible que el hijo de un viejo creyente se siente a la mesa sin hacer la señal de la cruz? El diablo se le va meter por la boca». Entonces comencé a manifestar mi conciencia comunista, y a agitar dentro de mi familia. Quise proceder de la misma manera para hacer desaparecer los viejos prejuicios. Así milité durante algunos años. La lucha se hizo más violenta. Imposible quebrar la psicología del campesino y hacerle aceptar el nuevo modo de vida a mi familia. Tuve que partir a la ciudad para no envenenar las relaciones y para no pelearme. En la ciudad me encontré con otro tipo de familia, con otra psicología. La familia obrera es más tratable. Aquí los cambios en la vida familiar son más nítidos. Pero siempre se nota, a pesar de esta ruptura, la dominación de uno de los miembros de la familia sobre los demás. Por ejemplo, el marido es comunista y la mujer, sin partido. La esposa se ocupa cotidianamente de los niños más pequeños. El marido desarrolla una actividad política, reflexiona, critica, se enriquece, etc. Se convierte en el elemento dominante de la familia; su hermano, su hermana, son atraídos por él, y se presencia el establecimiento de una especie de competencia. Ya ha habido referencias a este fenómeno. Esta competencia toma formas particulares: se arman peloteras, se injurian, alguien cae enfermo, o se torna histérico, etcétera.

En mi opinión, la revolución del modo de vida debe hacerse por etapas, y en ningún caso deben imponerse formas determinadas. Tomemos por ejemplo la educación de los niños. Por un lado, el marido tiene una actividad social, y cuando retorna a su hogar quiere imponer su punto de vista. Su mujer aún posee una psicología del pasado. Ella quiere hacer las cosas como las entiende, y los niños son tironeados por ambas puntas, cosa que es nefasta para ellos. En este aspecto, seguramente es preciso preguntarse si podemos, en un futuro muy próximo, darles a los niños una educación colectiva, etc. Evidentemente, será deseable que esto pudiera hacerse lo más rápidamente posible, porque si no la situación se va a complicar.

Ossipov.- Puedo decir que las bodas tienen este elemento notable: cuando alguien se casa, va a la caja de ayuda mutua para recibir de 800 a 900 rublos. Cuando se le pregunta: «¿Para qué te van a servir?», responde: «¡Y qué, hay que hacer una buena comida para ese día!».

También se plantea un problema respecto de los nacimientos. Sé que a veces se organizan bautismos comunistas. El primer problema consiste en saber cómo se va a llamar el niño. Un ejemplo: un día se propone el nombre de pila Ilich. Luego el padre vuelve y pregunta si se le puede agregar Lenin. Se le contesta que es posible. «Muy bien —dice—, entonces llamaremos a nuestro hijo: Ilich Lenin». Con motivo de un nacimiento, el problema entonces reside en elegir un nombre. La gente recurre a la célula del partido comunista o del komsomol. Conozco algunas niñas que han sido llamadas Octobrina.

El nacimiento está ligado sobre todo a la elección del nombre, mientras que el matrimonio… es una cuestión secundaria. Sólo importa una cosa: dirigirse a la caja de ayuda mutua.

Ahora hablemos de la muerte. Tengo algunas dificultades en hablar de la muerte de un niño. No veo qué es lo que puede hacerse en ese caso preciso. En lo referente a los adultos, el entierro se hace algunas veces con música, otras veces incluso, en la fábrica, se deja el trabajo una media hora antes. En las células importantes, el entierro siempre se realiza públicamente, pero en la mayoría de los casos todo se hace sin que nadie sepa nada.

Gordeev.- Esta semana murió un miembro del Komsomol; era ateo y un joven muy bueno. Actualmente los komsomoles viven en campamentos, y dicho joven tuvo un ataque y murió repentinamente. Su padre colocó cruces alrededor de su ataúd y quiso enterrarlo en la iglesia. La célula puso el grito en el cielo, unos komsomoles fueron a ver al padre, y éste les dijo: «El pope, con vestiduras sacerdotales, va a venir a incensarlo; y ustedes, ¿qué me proponen en su lugar?». Los komsomoles le respondieron: «Habrá música». «Bueno, si hay música, eso quiere decir que será un entierro civil. Estoy de acuerdo».

Hablemos ahora del bautismo y del matrimonio. Muy a menudo, los jóvenes, pertenezcan o no al partido, no se casan por la iglesia. Sin embargo, el resto de los festejos: bailes, bebidas, son indispensables. Algunos se hacen registrar, otros no, pero en todos los casos se organizan francachelas. Respecto de los bautismos, hay quienes no bautizan a su niño, pero de todos modos organizan una pequeña fiesta. Si el padre está en el partido, la mujer trata de hacer bautizar al niño, secretamente, cuando el marido está ausente o ha partido en una misión; luego, evidentemente, esto provoca un escándalo, y se llama al marido ante la célula porque es algo de lo que hay que explicarse. Esto es lo que ocurre muy a menudo en Moscú, como, por lo demás, en todas partes… Es un problema sumamente complejo, que hay que analizar más cuidadosamente. Tomemos un ejemplo: un miembro del partido que trabaja en una fábrica tiene un hijo. Su mujer quiere hacerlo bautizar, pero el marido se rehúsa categóricamente. Se termina finalmente en riñas e injurias, cuando habría que haberse alegrado. Lo mismo ocurre cuando hay que enterrar a un niño; la mujer llora porque su marido no le permite enterrar a su hijo, y maldice para siempre a su marido, al partido y a todo lo demás. Si un comunista le dice a su esposa: «¡Tienes que deshacerte de los iconos!», ella no los tira, sino que los oculta en un cajón y los contempla con amor, esperando que pronto podrá volver a colocarlos en su sitio.

Gordon.- Una obrera tuvo una hijita el primero de mayo, y la llamó Maia. El nombre Octobrina ya ha adquirido derecho de ciudadanía. Incluso se ha propuesto a Cocodrilo como nombre. Hace poco tiempo tuvimos una discusión al término de la cual concluimos que no necesitábamos nombres de santos para nuestros niños. Cada nombre tiene una significación particular. Hagamos también la revolución en este terreno, y pongamos a nuestros niños los nombres que consideramos adecuados. Miren un poco qué nombres se les han dado a los niños durante la revolución. Muchas niñas fueron bautizadas como Rosa, en recuerdo de Rosa Luxemburgo; en cuanto a los varones, numerosos llevan como nombre Vladímir, en homenaje a Vladímir Ilich. Pero también existe una tendencia a inventar cualquier nombre, y dicha tendencia ha tenido mucho éxito y por el momento sólo choca a los comunistas. Debemos dejar de ponerles a nuestros hijos nombres que no tienen ningún sentido o que tienen un sentido peyorativo.

Borissov.- Un komsomol me contó que un día unos jóvenes comunistas que se casaron organizaron, después de haberse registrado, una reunión bastante numerosa donde se escucharon exposiciones sobre el matrimonio, la familia, etc. A continuación hubo un concierto. Fue, por decirlo de algún modo, una reunión solemne. Le formulé la siguiente pregunta: «Y si dentro de uno o dos años esa pareja llegara a divorciarse, ¿qué tipo de reunión habría que organizar?». No me contestó nada.

PREGUNTA 8

¿Se nota entre los obreros un interés por los problemas menores del modo de vida que darían testimonio del deseo de elevar su nivel cultural, tales como una mayor educación, mayor limpieza, respeto por las reglas elementales de higiene, etcétera?

RESPUESTAS

Lissenko.- Sí, los obreros altamente cualificados tienen el sentido de la exactitud, de la precisión, de la economía, etc. Sobre estos elementos debemos apoyar nuestra agitación. Por cierto, aún se dicen groserías, pero para bromear. Se habla mucho de limpieza, de cómo nos comportamos y de la manera en que lo hace el proletariado de Occidente.

Antonov.- ¿Tratan los obreros de ser más corteses, menos desaliñados, más puntuales en un sentido amplio? Ni por asomo, con excepción de algunos casos aislados. Yo aprendí a trabajar con la dirección de un inglés, Coygod, y he visto trabajar a fundidores franceses, italianos, alemanes, finlandeses y letones. De todas estas naciones, personalmente prefiero a los ingleses. Es un pueblo que posee un inaudito dominio de sí mismo: los ingleses tienen una completa sangre fría, son cuidadosos, imparciales; conocen el valor de las cosas. Si nosotros, los obreros rusos, tuviésemos sólo un 10% del sentido de la exactitud y de la economía de los ingleses, podríamos dar la vuelta el mundo en un instante. Ser exactos y cuidadosos es precisamente lo que nos hace falta. En este campo, los hábitos llevarán un tiempo para ser trasformados.

Finovski.- A partir del momento en que nuestra economía mejoró, la limpieza y el orden aparecieron, en proporciones mínimas, es cierto, en los talleres y las fábricas.

Kulkov.- Se hace sentir un inmenso deseo de cultura, sobre todo entre los obreros cualificados, sin olvidar a los peones.

Lagutin y Kazanski.- Existe una extraordinaria necesidad de cultura.

Zajarov.- Cuando vivía en un barrio obrero y militaba en la célula del barrio, solía pasear junto con mis camaradas, y cantaba acompañándome con mi acordeón. O bien, cuando un grupo de obreros jugaba al «piojoso», me unía a ellos; pero ahora, me sentiría criticado por los comunistas y por los mismos obreros. Muchas veces me pongo a pensar: «¿Qué pasaría si me pusiera a jugar al piojoso?» Y ya no me paseo con mi acordeón.

Debemos sin duda revisar nuestra ética, sin pretender, no obstante, reorganizarlo todo. Miren lo que me sucedió: un día entré en una taberna y me senté cerca de la ventana. Y, ¿qué creen? Que estaba como sobre ascuas, pensando: «¿Y si me ven por la ventana?». Y sin embargo no estaba haciendo nada malo…

Dorofeev.- Quisiera decir una cosa acerca de la cultura, de la limpieza, de la cortesía, etc. Yo, pobre imbécil, en otro tiempo me jactaba de mi ignorancia, y todo Moscú la conocía. Cuando fui al extranjero y comparé al obrero alemán con el ruso, noté una enorme diferencia en todos los terrenos, aunque los obreros alemanes sean actualmente extremadamente pobres y reciban moneda en papel y no en oro. A pesar de ello, los obreros alemanes siguen siendo corteses, tanto hacia el exterior como entre ellos.

¿Desean los obreros rusos ser corteses, cultos? Sí, es evidente. Todo el mundo desea expresarse mejor, aunque a veces se llegue a atiborrar las frases con palabras extranjeras, inútiles e incomprensibles. Todos desean ser más cultos. Y agregaría que el obrero medio es a veces más limpio y decente que algunos de nuestros militantes.

He hablado con campesinos, y a menudo dicen: «¿Qué es pues este régimen, adónde quieren llevarnos ustedes que ni siquiera saben ni peinarse ni vestirse convenientemente?». Estos son los reproches que se nos dirigen. Los obreros y los campesinos, es verdad, empiezan a vestirse mejor, etcétera.

Kulkov.- Un trabajador del decimonoveno escalón puede sin duda ser cuidadoso, y no tiene necesidad de hacer castillos en el aire; pero también sabemos que si un obrero está en el sexto o en el séptimo escalón, que si no tiene más que tres camisas y una cuarta para los días de fiesta, puede igualmente ser sin embargo más o menos limpio: después del trabajo, se lava las manos, el cuello, se cambia, e incluso resulta imposible adivinar que se trata de un obrero.

Este invierno la tasa de asistencia al club ha sido muy elevada. Puede deberse en parte a que allí hace calor, a que se está bien y a que todo está ordenado. Los cursos de alfabetización han subido casi el 100%. Los obreros manifiestan un gran deseo por desarrollar sus conocimientos teóricos. En la actualidad, las conferencias son seguidas con interés. Aunque no tenemos más que un médico para dar las conferencias, la sala se llena todas las veces.

Antes los obreros no tenían necesidad de sábanas ni de fundas limpias para dormir. Hoy casi todo el mundo tiene lo que le hace falta; los obreros se han acostumbrado a la limpieza, y a menudo se los puede ver abriendo la ventana, pasando el trapo, etc. También observan las reglas de higiene. Este año, cuando hubo que vacunar contra la viruela, la campaña se desarrolló de modo satisfactorio.

Marinin.- También en este terreno los obreros realizan algunos progresos. El crédito que les otorga la cooperativa les da la posibilidad de vestirse, sobre todo a quienes están en los escalones inferiores (del séptimo al noveno); todo el mundo tiene qué ponerse, lleva abrigo de entretiempo, etc. Esto también forma parte de la cultura.

La lucha contra el alcoholismo se desarrolla poco a poco. A veces, en ciertas empresas, si un obrero se presenta al trabajo en estado de ebriedad, se lo rechaza; los komsomoles son quienes aplican generalmente estas medidas expeditivas. Sobre todo, se busca llevar adelante campañas contra la fabricación de aguardiente casero. No se permite a esos obreros volver al trabajo si no dicen dónde consiguieron el alcohol. Los obreros se interesan en el problema y nos ayudan. Incluso ha habido casos en los que se ha boicoteado a los sin partido. En nuestra fábrica había un obrero que bebía; se le puso en cuarentena hasta que dio su palabra de honor delante de toda la célula de no beber nada durante un año.

Según mi parecer, aún subsiste un mal contra el que hay que luchar, pero también aquí habría que empezar por los comunistas. Quiero hablar de la grosería. Los sin partido consideran que los comunistas son personas relevantes y que deben ser cultivadas. No hace mucho tiempo, por ejemplo, un anciano se dirigió a un futuro miembro del partido para recibir una pensión en especie, y le pidió que lo inscribiera. El otro le contestó, pero como el anciano era obstinado se puso a injuriarlo. El anciano se quejó diciendo que debía ser educado, de modo que se le pidió que se excusara. Se excusó, pero en principio con un tono colérico. Entonces le dijeron:

«Así no sirve, discúlpate como corresponde». De algún modo, lo obligaron a humillarse, y esto lo marcó de tal manera que no volverá a empezar una segunda vez.

Antonov.- Independientemente de que se sea comunista o un simple obrero, hay que ser cuidadoso. Hay que vestirse con limpieza, con gusto pero no chillonamente. Éste es el problema, que presenta dos aspectos: por una parte, no hay que estar desaliñados pero, por la otra, tampoco hay que usar ropas llamativas. La gente es extremadamente sensible a este tipo de cosas. Al final siempre se vuelve a lo mismo: «El hábito hace al monje…»

Gordeev.- Yo entré a un taller en 1905, cuando tenía catorce años, y lo primero que tuve que hacer fue comprar un cuarto litro de vodka para festejar mi ingreso. Aquel día escuché las peores groserías, sin hablar de que en mi familia mis padres se arrojaban las mismas palabras por la cabeza. Así es como se empezaba a trabajar. Era, evidentemente, un mal comienzo. Cuando uno se quedaba tranquilo, se le decía: eres una mujercita. Y entonces, por fanfarronería, uno se ponía a decir groserías y a acostumbrarse precisamente a lo que el camarada Trotsky denuncia en uno de sus artículos. Tales eran las condiciones en las que se trabajaba antes. Durante los primeros años de la revolución (1917, 1918, 1919) se consideraba como los comandantes más valiosos, primeramente, a los que eran valientes y, en segundo lugar, a quienes decían las peores groserías. No puedo nombrarlos, porque habría que citar a la mayoría. A veces, cuando algunos camaradas se reunían, se esforzaban únicamente en hablar lo mejor posible. Nuestro único refugio lo encontrábamos en las secciones, en las brigadas, cerca de nuestros instructores políticos. Y es inútil hablar de los comisarios de regimiento, ya que imitaban a los comandantes. A partir de estos últimos tiempos, se nota un cambio en ese terreno, tanto entre la juventud obrera como entre los obreros en general.

También es inútil hablar de la limpieza y del nivel cultural de los primeros años de la revolución. Aquellos fueron años negros. Lo poco que los obreros tenían entonces, principalmente los de la región de Moscú, lo transportaron a las provincias de Samarsk o de Saratov, y allí resulta imposible hablar de limpieza. La mejora de la situación económica implica cambios evidentes. Aunque aún no tengamos una gran práctica en el medio obrero, de todos modos notamos una mejoría neta en su vestimenta, en sus actividades culturales.

Gordon.- Hablemos de la cortesía y de la cultura. La requisa de los apartamentos ha sido un fenómeno importante. A partir del momento en que los obreros se instalaron en casas comunes con ducha y gas, han tratado de ocuparse de ellos.

Quisiera detenerme en un problema que nos preocupa en estos últimos tiempos. Se trata de la juventud, e incluso de sus elementos más avanzados, los komsomoles. Si escuchan su jerga, verán que hablan una especie de jerigonza; se los oye decir: «¡Qué cachas!», luego de lo cual agitan la mano derecha o la izquierda, según sus hábitos. Lo mismo ocurre con el vestido. Seguramente ellos son pobres y hambrientos, pero el komsomol se viste de un modo particular. Si se encuentra a uno por la calle, se lo reconoce inmediatamente. Basta con acercarse a él y decirle: «Camarada, ¿no será usted un komsomol y no tendría un cigarrillo?».

Koltsov.- Recuerdo que hace aproximadamente unos diez años, cuando una muchacha campesina o un campesino entraban a un lugar para vender patatas, se quitaban inmediatamente el sombrero y buscaban un icono para persignarse. Ahora esto ya no se hace más. Esto es la profilaxis. Nadie le ha explicado nada a nadie, pero se ha llegado espontáneamente a ese resultado. Nos hemos vuelto más cultivados. En nuestros días, ya no se acostumbra a pasearse tocando el acordeón, se considera fastidioso. La joven generación, los komsomoles, ya no deambulan al son del acordeón; tienen otras actividades más culturales, como el fútbol u otros juegos. Las cosas no llevan más que un tiempo. El camarada Dorofeev ha recordado las grescas que se armaban en las orillas del Moscova, donde se peleaba hasta que corría la sangre. Esto en la actualidad ya no existe, porque se ha comprendido que estaba mal. Posiblemente esos juegos se practiquen aún en alguna parte, pero en Moscú han desaparecido desde hace mucho tiempo.

PREGUNTA 9

¿Juegan los sindicatos un papel importante en lo referente al modo de vida?

¿A través de qué se manifiesta precisamente dicho papel?

RESPUESTAS

Markov.- Los sindicatos no pueden hacer gran cosa en las actuales condiciones, pero de todos modos, si algo se ha hecho es solamente gracias a ellos y por su intermedio. En primer lugar, la liquidación del analfabetismo mejora un tanto la situación. Las estancias en casas de reposo, en sanatorios, en lugares de curación, habitúan a los obreros a una mayor limpieza.

Borissov.- Considero que el papel educativo de los sindicatos (únicamente de los comités de fábrica) es fenomenal. El comité de fábrica es un padre colectivo. La gente se dirige a él por los más diversos motivos; para buscar consejo, incluso para preguntar «si hay que divorciarse o no». Se tiene muy en cuenta la opinión del comité de fábrica, y desempeña un papel muy importante en la familia, en el modo de vida del obrero. Ha penetrado, mucho más que el partido, en la vida cotidiana del obrero. ¿Con quién compartir esa pena, adónde ir, a quién contarle eso de lo que posiblemente se tiene vergüenza, lo que es un secreto de familia? Pues, al comité de fábrica, en la esperanza de hallar una ayuda en él. Y el consejo del comité de fábrica no se convierte en el patrimonio de un solo obrero, sino que servirá a los demás. De lo cual resulta claro que para ponerse en contacto con el modo de vida obrero, el partido debe utilizar a los comités de fábrica. Y de donde se infiere igualmente que un comité de fábrica malo puede tener una influencia extremadamente nefasta.

PREGUNTA 10

¿Cuál es la importancia de los prejuicios religiosos, nacionales o de otro tipo dentro del ambiente obrero?

¿Cómo se manifiestan esos prejuicios?

RESPUESTAS

Markov.- Los obreros aún tienen en su poder muchos iconos. Es raro que adquieran otros nuevos, pero no están especialmente dispuestos a deshacerse de los antiguos.

Kulkov.- Los prejuicios religiosos y nacionales son insignificantes, por no decir inexistentes. De la religión solamente se conservan algunas tradiciones: hay que bautizar a los niños para no ser el hazmerreír de los vecinos. Lo mismo ocurre respecto del casamiento y el entierro. Para Pascua se prepara generalmente un kulich y un pastel de Pascua porque es lo que se estila. A veces se pasa la noche esperando el momento de ir a la iglesia. El poder soviético no es hostil a todo esto: se aprovisionan las tiendas, se otorgan anticipos, se ordenan los talleres; en una palabra, todo se hace de acuerdo con la tradición. Sin embargo, sería útil introducir algunas modificaciones en este terreno.

Lissenko.- Los prejuicios nacionales son aún muy vivos entre los empleados de los ferrocarriles. Por ejemplo, dicen que, aparte de los rusos, nadie sabe trabajar, y que en las fábricas, en los organismos económicos, en las empresas concentradas, en los trenes de las grandes líneas, solamente se ven «no rusos», etcétera.

Marinin.- Aún persiste un cierto nacionalismo, especialmente el antisemitismo, y nuestro distrito en otro tiempo se distinguió particularmente en este terreno. Los miembros del partido no están exentos del mismo.

Dorofeev.- Algunos obreros retrógrados, e inclusive ciertos obreros medios, alimentan un odio secreto hacia los judíos; los judíos —dicen— ocupan puestos de responsabilidad y pueden hacer de todo. Incluso se escucha decir que en la fábrica un judío se las arregla para no trabajar físicamente, sino para ser secretario de la célula del partido, delegado, etcétera.

Antonov.- Todavía existe un cierto antisemitismo, pero es menos virulento que antes. Los obreros retrógrados a menudo critican en su conjunto a todas las demás nacionalidades, sin distingos.

Zajarov.- Los prejuicios religiosos desaparecen año tras año. En la actualidad hay muy pocos obreros verdaderamente creyentes; generalmente se cree maquinalmente: «Debemos tener fe porque nuestros padres la conservaban». La propaganda antirreligiosa ha desempeñado un gran papel, y en poco tiempo los obreros habrán olvidado la religión. Los prejuicios nacionales aún existen, y el antisemitismo todavía está presente.

Lagutin y Kazanski.- Un día algunos creyentes pensaron que podían iluminar a sus dioses utilizando la electricidad: entonces encendieron lámparas delante de los iconos. Pero un periódico se burló de ellos, y esta «mecanización» de la religión no pasó de allí.

Además, los obreros nunca se distinguieron por un sentimiento religioso particular. En nuestros días, no van a la iglesia, leen El diario del ateo, pero le piden al pope que bautice a sus niños («nunca se sabe»); no van a confesarse, pero cuando alguien se muere mandan a buscar al pope.

Los prejuicios nacionales son más profundos y más tenaces. Sobre todo, el antisemitismo, aún muy vivo incluso en los ambientes comunistas. Por lo demás, se trata de un sentimiento «abstracto», por así decir, ya que se mantienen relaciones cotidianas normales con los judíos que son obreros, empleados, dirigentes del partido. En todo caso, se nota una neta disminución del nacionalismo, y la revolución —que ha obligado a la gente a desplazarse y a entrar en contacto con otras naciones— ha desempeñado en este aspecto una función extremadamente beneficiosa. Sin embargo, estamos lejos de haber alcanzado una situación perfecta, y habrá aún que esperar mucho tiempo para que los prejuicios desaparezcan por completo.

Kazakov.- Los prejuicios religiosos se debilitan día tras día. Los prejuicios nacionales son más lentos en desaparecer.

Kobozev.- El setenta por ciento de los obreros y de los campesinos practicantes no se apoyan sobre datos puramente religiosos, sino que son practicantes formales, para mantener la fachada, por inercia, para que no se los critique.

Ivanov.- Entre los obreros, los prejuicios religiosos desaparecen en general más fácilmente que los prejuicios nacionales.

Korobitsin.- Respecto de la religión, puede decirse que el ruso jamás ha sido un hombre religioso, que en realidad este aspecto constituía en él una especie de hábito. Se decía que «había que rezar». Y aunque se consideraba al sacerdote como un intermediario entre Dios y los hombres, se le ponían todo tipo de sobrenombres. Esto muestra que el ruso no es religioso. En estos momentos, cuando unos sin partido se reúnen en la iglesia, lo hacen solamente porque no saben qué otra cosa hacer. Si el ruso antes no era religioso, en el presente lo es menos todavía. Pero nosotros no le hemos dado nada; hemos destrozado los prejuicios religiosos, pero no hemos ofrecido nada en su lugar. El ruso niega a Dios, pero al mismo tiempo va a la iglesia. ¿Por qué? Porque nosotros hemos aniquilado lo que existía antes pero no hemos construido nada sobre esos desechos. A nosotros, los comunistas, nos corresponde crear algo nuevo. Actualmente no tenemos la posibilidad de hacerlo; eso demanda decenas de años, en cuyo curso deberán aparecer nuevas formas. Pero no hemos tenido éxito en hacer lo que era necesario, y las masas andan a tientas, buscando por sí solas esas nuevas formas.

Lagutin.- Hasta 1914 yo era terriblemente creyente. Iba a la iglesia, oraba, quería a los popes, lloraba delante de cada icono, y pensaba que nadie podía ser más santo que yo. En 1914 estalló la guerra. Un día tuve que ir a la estación a acompañar a los soldados. Estaba allí, llorando, cuando un hombre se me aproximó y me preguntó: «¿Por qué lloras?». «Como para no llorar; tengo un hijo, y se lo llevan.» Entonces escuché que decía: «Seguro que se lo llevan; es el zar quien lo ordena, y entonces se lo llevan.» «Pero —le dije— Dios nos ayudará. Vamos a rezar.» Y él: «¿Tú crees que Dios está solamente con nosotros? También está con los alemanes, con todo el mundo. Tú lloras por tu hijo, y él va a matar a otro hijo, que también tiene una madre.» «Y bien, qué —le dije—, el zar lo ordena, y yo voy a rezar para que mi hijo siga viviendo.» Y entonces recé, encendí cirios, y dos semanas después mataron a mi hijo. Y cuando me llegó una carta donde se me anunciaba su muerte, maldije a San Nicolás, y a partir de ese momento renegué de Dios. A menudo les doy este ejemplo a los obreros. «Ustedes rezan —les digo—, pero yo también le recé, y Dios no nos otorgó nada.» Y ahora numerosos obreros tienen conciencia de que no es Dios quien les dará lo que necesitan, sino que son ellos mismos quienes tienen que conseguírselo.

Koltsov.- Quisiera citar un ejemplo. Un carpintero tuvo un día la idea de hacernos una torta de Pascuas. La pasja es algo delicioso, y todos comimos. Sobre la verdadera pasja se dibujan todo tipo de signos religiosos, pero él había dibujado en un costado una estrella roja y en el otro había escrito URSS. Este tipo de pasja causó furor en la fábrica, y le pidieron que preparara otras. Fue a ver al director de la fábrica y le preguntó si podía hacerlo, pero éste se lo prohibió. De todos modos, hizo unas cincuenta.

Kazakov.- Los prejuicios religiosos eran, indiscutiblemente, muy importantes hasta 1917. Pero en el curso de los últimos cinco años se produjo una enorme transformación, y estoy seguro de que dichos prejuicios habrán desaparecido de aquí a veinte años. Si atendemos debidamente a la joven generación, si le ofrecemos actividades en nuestros clubes y en nuestros organismos culturales y si la formamos como creemos que hay que hacerlo, ella será más culta y, en ese caso, los prejuicios religiosos desaparecerán rápidamente.

[Extracto de una nota de un camarada (anónimo)].- En una fábrica, un responsable de los jóvenes tomó un día la palabra para hablar contra la religión. Le reprocharon que en su casa tenía unos iconos. Al regresar a ella, el responsable, descontento, rompió todos los iconos. Su mujer, furiosa, se arrojó sobre los retratos de Marx y de Lenin y los hizo pedazos. Para hacer las paces, decidieron que la mujer renunciaría a los iconos y el marido a los retratos de Marx y de Lenin.

[Extracto de una nota de Osnas].- En nuestro taller, cuando alguien muere se acostumbra a hacer una colecta que generalmente reúne fuertes sumas. Hace algunos días murió un montador mecánico electricista. Se organizó una colecta, pero cuando se supo que la madre del difunto deseaba «un entierro religioso», la gente empezó a dar menos, y a veces nada, porque —decían— «no hay motivos para hacerles regalos a los popes».

Lidak.- Posiblemente el obrero lleve una cruz, pero no es creyente. Y cuando hemos preguntado: «¿En qué consiste la religión?», todos los obreros nos respondieron: «Cuando vienes a buscar trabajo, no se te pregunta si eres creyente, sino si sabes manejar el hacha y la sierra.» Por eso pienso que tenemos que interesarnos no por los cuadros de la base, que comparten nuestras ideas, sino por las mujeres, llamadas a educar a la nueva generación, porque ellas aún no están liberadas, y porque no podemos educar a los niños en establecimientos públicos. Hay que inculcarle nuevos conceptos a la mujer, de donde nacerá un modo nuevo de encarar la construcción comunista. Ésta es la experiencia que reitero cada día en la fábrica.

Gordeev.- La madre de un director cayó enferma, y en ese momento se llevó allí un icono de la Santa Virgen, que estuvo en todos los hogares, inclusive en los de los comunistas. El resto de la historia es interesante: al hallarse ya próxima a la muerte, la madre del director quiso tener este icono. El director aceptó, pero, luego de la plegaria, ató sobre el icono una cinta roja. Al día siguiente, su madre moría, y había que enterrarla. Cuando le pregunté cómo la habían enterrado, me contó que él había organizado un servicio civil, mientras sus hermanas habían preparado un servicio religioso. Él había invitado a unos comunistas, a la sección especial[25]; y cuando la ceremonia terminó, cantaron La Internacional. En el cementerio, el pope pronunció el oficio de muertos, arrojó un puñado de tierra sobre el ataúd, y luego la sección especial tomó la palabra. Todo esto por una madre, una mujer de sesenta años. Esta fábrica está un poco marginada debido al gran número de empresas más importantes que debemos atender, razón por la cual la hemos descuidado. En la actualidad, todo el mundo está descontento.

Marinin.- Cuando se trata la cuestión nacional en abstracto, todos los obreros son internacionalistas; pero cuando en una empresa hay, por ejemplo, uno o dos letones, estonianos o judíos, es otro cantar. Sin embargo, sucedió que el buró de nuestra célula se compuso con casi todas las nacionalidades, aunque los obreros decían: «Éste es de tal nacionalidad, y aquél de tal otra». Respecto del antisemitismo, el barrio de Rogojsko-Simonovski ya antes se distinguía por ello, y hay que decir que, como no organizamos ninguna conferencia ni ningún debate sobre el tema, el antisemitismo sigue existiendo aún en la actualidad, aun entre los miembros del partido. Es cierto que a los miembros del partido se los puede llamar al orden, pero de todos modos habría que considerar el problema más asiduamente y, por eso mismo, otorgarle un carácter un tanto más cultural, ya que podría ocurrir que la masa tuviese aún deseos de pogromos. Se trata, sin duda, de un pequeño número de personas, pero esas personas existen.

Antonov.- El obrero ruso tiene desde siempre la costumbre de considerar que si, en un país vecino, la gente no habla ruso, entonces son alemanes[26], cualquiera que sea su nacionalidad. Hoy los obreros tienen más claro este aspecto, y distinguen las nacionalidades conforme con las clases. Antes el obrero estaba extremadamente mal dispuesto hacia los judíos, pero también aquí se nota cierto progreso. Ya no mete más a todo el mundo en la misma bolsa. Por cierto, hay que esclarecer aún más este problema, pero ha experimentado grandes progresos.

PREGUNTA 11

¿A qué dedica el obrero el domingo y los días festivos en general?

RESPUESTAS

Kulkov.- Los días de fiesta el obrero con familia se organiza del siguiente modo: si tiene los medios para hacerlo, su mujer prepara pasteles y él se ocupa de los niños o bien va al mercado, sin olvidarse de comprar el periódico. Luego de lo cual se va a pasear al parque o a visitar a los amigos, llevando a los niños consigo. El obrero soltero también va al mercado, trata de comprar más barato, pasea y, luego de haber hecho todo esto suficientemente, entra en un café. Los viejos, en muy pequeño número, van a la iglesia. Si se organiza una salida o una verbena, y si todo está bien preparado, el obrero participa gustosamente. Los jóvenes, en su mayoría, se reúnen en el club, algunos van al campo y otros a la feria.

Finovski.- Para organizar bien las actividades de los días de fiesta es menester trabajar en coordinación con los organismos culturales (que proponen paseos en verano, reuniones durante el invierno, conferencias); luego, están el cine, el teatro, etc. Se trata de un problema muy importante, ¡y en este terreno podemos hacer las cosas de tal modo que los días festivos sean mil veces más divertidos que antes! Pero hasta el momento no se ha hecho nada. El Estado tiene que ayudarnos. Ya es hora de pensar en crear casas de reposo, centros infantiles, guarderías para las familias de miembros del partido, para quienes la familia es literalmente una carga no sólo durante la semana sino también, y más todavía, en los días de fiesta.

Zajarov.- Actualmente se nota entre los obreros una tendencia a ir a pasar «todos juntos» el domingo en el campo. Esto es lo que explica el éxito de algunas salidas al campo, donde se dan cita de mil a mil quinientas personas. Si se compara el modo en que se pasan actualmente las fiestas respecto de como se hacía antes de la revolución, hay que señalar un notable progreso. Se bebe y se juega mucho menos que antes. Las camorras y las riñas ahora son excepcionales, mientras que en otro tiempo eran moneda corriente.

Gordeev.- Una vez que los obreros se casan, se enclaustran en su familia, y resulta imposible reunirlos para discutir a no ser en las asambleas oficiales ya que, en general, nunca está libres. Pero en este momento, tomando la iniciativa de M. K., hemos organizado excursiones, cosa que goza de gran favor entre los obreros. Por ejemplo, el domingo pasado llevamos de paseo a casi siete mil obreros de las fábricas Nikolski, llevamos servicio de comida, invitamos a dos orquestas, montamos columpios y otros juegos, y todo transcurrió perfectamente. Por desgracia, no pudimos otorgarle a esta salida un carácter educativo, cosa que les hubiese permitido a los obreros, junto con descansar, adquirir algunos conocimientos suplementarios. Este tipo de excursiones hace aproximar enormemente a los obreros entre sí y rompe las barreras familiares, qué todavía son extremadamente resistentes. Las obreras arman rondas y cantan canciones revolucionarias, mientras los obreros organizan asambleas, juegos, etc. Se trata de algo muy importante, y si pudiésemos completar dichos juegos con algunos conocimientos de ciencias naturales, fáciles de asimilar en plena naturaleza, podríamos darles a esas salidas un carácter educativo.

Gordon.- En el curso del invierno, tuve oportunidad de participar frecuentemente en veladas en casas de los obreros. En el momento en que la gente debe despedirse, sienten súbitos deseos de bailar, y tienen toda la razón. Pero a menudo se produce algo interesante: la gente se siente incómoda. Durante una excursión, teníamos una orquesta. Me venían a ver y me preguntaban: «¿Puedo bailar?» Yo respondía que sí, por supuesto. Y mientras bailan danzas rusas o cosacas, la gente se siente bien, pero cuando se empiezan a bailar danzas de salón, la mazurca o el one-step, se siente molesta. Debe decirse, pues, que se está particularmente mal dispuesto hacia las danzas de salón.

Dorofeev.- Entren en una taberna o en una cervecería que, por lo demás, es un deber que tienen. Si miran bien, verán que está lleno de obreros. Allí es donde el obrero se libera, y allí donde puede llevarse a efecto la agitación. Su tiempo libre, lo pasan prácticamente como antes.

Kulkov.- ¿Qué hacen generalmente los obreros el domingo y los días festivos? Actualmente, y dado que nuestros clubes aún no están bien organizados, los obreros pasan los días de fiesta de la siguiente manera: si, por ejemplo, los sindicatos o el comité del barrio organizan una salida, se les pide treinta rublos por persona, se les da un billete, un vaso de té, un panecillo, se ejecuta música, etc., y los obreros participan gustosamente. Pero si no hay nada parecido, ordinariamente, cuando los obreros tienen posibilidades, cuando su familia es poco numerosa, su mujer prepara pasteles, mientras ellos van al mercado, compran el Moscú obrero (cuando trabajan, lo reciben en la fábrica, pero los días de fiesta el periódico no se distribuye a domicilio). Entonces, compran el periódico y se lo llevan a la casa. Toman el té con su mujer y sus hijos, luego van a pasear a los bulevares o al parque, o se reúnen en casas de los amigos.

Pero existe, especialmente en nuestros días, otro tipo de obrero, obreros que ganan muy poco y que por las noches hacen trabajos extras, ya sea como zapateros, como sastres, etc. Y el domingo van a vender todo eso al mercado, con el fin de comprar algo a cambio. Muchos obreros hacen eso, y así pasan su domingo. Pero existe otro tipo más antiguo: va a la iglesia (se trata de un pequeño número de personas), se dirige después a casa de los amigos, o bien vuelve a su casa para dormir. Los jóvenes, en su conjunto, van a jugar al fútbol, se reúnen donde pueden, en los campos de juego, en clubes, salen de excursión, etc.

Antonov.- ¿Qué hacen los obreros los días de fiesta? Puede decirse que los pasan como antes. Pero existe una enorme diferencia en el sentido de que antes el obrero reñía, dado que se emborrachaba, mientras que ahora la embriaguez es sumamente rara. Hoy el obrero se emborracha posiblemente una vez por mes. Antes el mismo obrero, que ganaba un poco más, estaba borracho todas las noches. Hay que reconocer que la embriaguez se torna poco a poco una leyenda.

Gordon.- Los obreros están entusiasmados con el cine. A mí también me gusta. Cuando se vive en un barrio, se puede observar al público. En estos últimos tiempos se han proyectado un gran número de filmes en favor de la política colonial, tales como La Atlántida, La amazona mexicana… Son tan apasionantes que, si uno va a ver uno, va a ver toda la serie. Esto causa un daño enorme al público. Y vosotros, camaradas, ¿vais al cine? Generalmente se considera que eso no está bien. Pero una opinión semejante no tiene fundamento; el cine es una gran conquista, es una escuela. Pero es preciso que el contenido de las películas sea distinto, que no se canten loas a la política colonial, etc. Hay que tener cuidado con esto. Nosotros abrimos una sala de cine en el club del barrio, donde organizamos debates y presentamos Cinco años de revolución.

PREGUNTA 12

¿No hay demasiadas fiestas oficiales?

¿No se ven demasiadas banderas?

¿No sería mejor remplazar las banderas por algo más práctico, más útil, como por ejemplo la creación de un fondo municipal para la ciudad de Moscú, que posibilitaría la construcción de una casa de reposo o bien un inmueble para los héroes del trabajo, etcétera?

RESPUESTAS

Lissenko.- La masa participa poco en la fabricación de banderolas.

Sería muy atinado crear un fondo para el Palacio del Trabajo, donde se exhibirían, en paneles, los nombres de los obreros que han hecho donativos. Se produciría una gran emulación.

Zajarov.- Respecto de las fiestas oficiales, hemos pasado la medida. Está de moda, y todo el mundo considera necesario celebrar jubileos, aunque no haya ninguna razón para ello. Por ejemplo, se festeja el sexto año del nacimiento del komsomol, el primero de la creación del banco estatal. Hay que saber medirse y hacer menos alboroto. En cuanto a las banderas, parece que en la actualidad se han dejado de fabricar totalmente.

Koltsov.- En lo concerniente a la fabricación de las banderolas, los obreros no se perjudican económicamente, ya que en la mayoría de los casos los materiales son provistos por las fábricas, por las comisiones culturales o por los comités de fábrica; pero se consagran sumas bastante importantes para eso.

Kartchevski.- Quisiera detenerme solamente en un punto, en un pequeño detalle de nuestro modo de vida, y hacerlos partícipes de algunas reflexiones.

Esta idea que enseguida voy a exponer se me ocurrió en ocasión de la lectura, en nuestra célula, de una exposición sobre el trabajo de nuestro club, el club de los empleados de la UMSC[27]. El informante lo elogiaba, haciendo resaltar que era un club ejemplar. Entonces yo señalé la falsedad de semejante punto de vista, alegando como fundamento el hecho de que al club sólo venía una juventud ociosa, especialmente muchachas, y que si no podía negarse la utilidad del trabajo del club, no obstante en su conjunto no ofrecía nada a los obreros ni a los trabajadores más ocupados. Por el contrario, el club era objeto de cierta irritación por parte de los obreros y de los empleados. El club se encuentra cerca de la empresa. Los empleados de oficina, que trabajan seis horas, tienen realmente tiempo libre para ir allí, para desayunar por un precio módico, para leer gratuitamente, para trabajar en los talleres o para jugar. Pero el empleado de los transportes, los trabajadores de las fábricas, los empleados de tiendas y de depósitos, que trabajan ocho horas por día y pasan de nueve a diez horas en la empresa, no están en condiciones de aprovechar el club. Conozco muchos obreros que no pueden vivir sin pasar un rato por el club para leer, para discutir de política. ¿Qué tienen que hacer? Tomemos por ejemplo un obrero que vive al final de Presnia[28] y cuyo lugar de trabajo se encuentre en Sokolniki[29]. Sale a las 8 ó 9 de la mañana y vuelve a las 8 ó 9 de la noche. Su mujer y sus niños se quedan en la casa. ¿Qué hacer? Cena rápidamente y enfila para el club, en Sokolniki. Y el club cierra a las 10. Esto es lo que le ocurre a la mayoría de los obreros y de los trabajadores soviéticos (salvo en el caso de que las casas comunes estén situadas cerca de la empresa).

Su salida después del trabajo implica una multitud de conflictos familiares que envenenan las horas de descanso. En el mejor de los casos, su mujer razona del siguiente modo: «Yo entiendo, tú trabajas para tu familia, tienes el derecho de usar tus horas libres como quieras; pero tampoco yo puedo llevar una vida de condenada. Durante todo el día me ocupo de la cocina, de la comida, de la ropa, de los niños. Hay algunos trabajos que están más allá de mis fuerzas (partir la leña, etc.). Yo también quiero descansar, distraerme, poder leer.» Ella tiene toda la razón, y en la mayoría de los casos esta situación desemboca en disputas maritales, en un divorcio, o entonces la pareja se sumerge en una vida puramente vegetativa y pierde todo deseo de cultivarse. Sobre todo, quise demostrar que el club no introducía ningún cambio en nuestro maldito modo de vida doméstico, y formulé la idea de que había que encarar la creación de clubes barriales, con el fin de que el obrero y el empleado tengan un club cerca de su domicilio, un club donde puedan ir a descansar, a leer, a distraerse, un club que se encuentre a pocos minutos de marcha de su casa, adonde también podría llevar a su mujer y a sus hijos. En suma, hay que acercar el club al obrero.

Zitronblatt.- Habéis escrito que la vieja familia está destruida. En ese terreno, se nota el siguiente fenómeno entre los jóvenes. Los lazos espirituales con la familia se han cortado. Padres e hijos viven cada uno su vida, sin comprenderse. A veces los padres tienen la tendencia a retener a sus hijos consigo, a ser nuevamente sus directores espirituales, pero esas tentativas fracasan. Esto nos parece extraño cuando se lee que antes los padres «metían» a sus niños en la escuela, en el servicio militar o inclusive en la universidad.

Ahora ya no es lo mismo. Los hijos se ocupan por sí solos de todo eso. Además, los padres se han habituado de tal modo a esta independencia que ellos mismos se asombran cuando su hijo o su hija les piden que los hagan entrar en una escuela superior o en otro sitio. La revolución nos ha acostumbrado a la independencia, a veces incluso a una independencia demasiado grande (como, por ejemplo, la venta de cigarrillos a los menores, etc.).

Esta independencia —más precisamente, la independencia respecto de los padres— es aún mayor en el terreno ideológico. El padre ya no sabe en absoluto quién es su hijo. Por ejemplo, no puede estar seguro de que su hijo sea honesto, puesto que no lo sabe. El universo del padre y el del hijo son extraños entre sí y prácticamente no tienen ningún punto en común (una excepción se plantea, sin duda, cuando el padre está en el partido y el hijo en el komsomol). El niño se libra demasiado pronto de la tutela paterna, y su personalidad se elabora bajo la influencia de otros factores.

Los padres ya no tienen el control espiritual de sus hijos, y actualmente se presencia el nacimiento de una nueva generación, con nuevas ideas, una generación más audaz, más cultivada, más libre, liberada de todos los prejuicios y de todo espíritu rutinario.

Para no hablar en el vacío, citaré un ejemplo y explicaré por qué me intereso tanto en la familia.

El verano pasado uno de mis amigos perdió a su madre, a quien nunca había dejado y que constituía su único objeto de cariño. Con gran asombro de mi parte (y también de la suya), resultó muy poco afectado.

Tratamos de comprender por qué, y descubrimos que su madre y él eran extraños entre sí, porque no se comprendían, y que en general —como ya dije— prácticamente no tenían ningún punto en común. Esto me interesó; entonces observé e interrogué a mis camaradas (yo no tengo ya familia), y llegué a las conclusiones que acabo de exponerles.