SUETONIO

Vidas de los Césares

LIBRO I

Probablemente escrito unos setenta y cinco años más tarde.

Cuando se sentó, los conspiradores se arremolinaron en torno a él, y Tillio Cimber, que se había puesto en cabeza, se le acercó como si fuera a hacerle una pregunta. Cuando César, con un ademán, intentó mantenerle a distancia, Cimber le agarró la toga por los hombros. Como César exclamase: «¡Entonces, esto es violencia!», uno de los Cascas, que estaba en pie a su lado, le hundió una daga precisamente debajo de la garganta. César sujetó el brazo de Casca y lo atravesó con su pluma; pero al intentar ponerse en pie lo detuvo otra puñalada. Al ver que estaba rodeado por todas partes de dagas desnudas, se envolvió la cabeza con las vestiduras, recogiendo al mismo tiempo los pliegues con la mano izquierda alrededor de los pies para que la parte inferior de su cuerpo quedase decorosamente cubierta en su caída.

De este modo, fue apuñalado después veintitrés veces. No dijo una palabra, sino únicamente gruñó al recibir el primer golpe, aunque ciertos escritores han dicho que cuando Marco Bruto se precipitó sobre él, dijo en griego: «¡Tú también, hijo mío!».

Todos los conspiradores se marcharon y lo dejaron tendido, muerto, durante algún tiempo. Por fin, tres esclavos comunes lo colocaron en una litera y lo llevaron a su casa, con un brazo colgando a un lado.

Antistio, el médico, dijo que de todas aquellas heridas sólo la segunda en el pecho debió de haber sido mortal.