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Recuperar la Tierra Pura

Dar prioridad a la felicidad

De vez en cuando hemos de tomar una decisión y a veces resulta muy difícil. Nos vemos obligados a hacer una elección dolorosa. Pero si sabemos lo que para nosotros es más importante, lo que más deseamos en la vida, la decisión será más fácil de tomar y no tendremos que sufrir tanto.

Cuando una persona desea ser monje, por ejemplo, no es una decisión fácil. Si no estás cien por cien seguro de desear serlo, no lo hagas, porque has de desearlo más que nada en el mundo. Cuando sientes que la vida monástica es lo que más deseas, las otras cosas se vuelven menos importantes y te resulta mucho más fácil decidirte.

He escrito tres volúmenes sobre la historia del budismo en Vietnam. Los tres han recibido una gran acogida por parte de los lectores. Todavía me queda por escribir el cuarto, que es muy importante, ya que trata de la historia del budismo en Vietnam desde el año 1964 hasta la actualidad. Escribir este libro es un proyecto muy estimulante e interesante. Yo he vivido esa época y la conozco de primera mano. Si no escribo esta obra, puede que no haya nadie más que haya vivido ese periodo o que lo haya experimentado directamente, y esto sería una injusticia para la historia. Escribir este libro también podría ayudar a la gente a conocer más a fondo el desarrollo y la práctica del budismo.

Dentro de mí hay un historiador. Cuando desempeño este papel me siento muy feliz, me gusta hacer descubrimientos, revelar cosas que la gente ignoraba, y ofrecer a la generación más joven una dirección para seguir, ya que pueden aprender mucho de los errores y los aciertos de las generaciones pasadas. O sea que deseo mucho escribir este cuarto volumen, pero no he podido hacerlo porque hay muchas otras cosas más urgentes que llevar a cabo, como ayudar a aliviar el sufrimiento de la gente que está a mi lado, frente a mí y rodeándome. No puedo permitirme el lujo de ser un erudito ni un historiador, aunque sé que este libro es muy importante. Tengo todos los documentos necesarios para escribirlo, pero necesitaría un año para acabarlo, lo cual significa que no podría dirigir retiros, ni dar charlas sobre el Dharma, ni atender consultas, etcétera.

Todos tenemos muchas cosas que hacer en nuestra vida cotidiana, pero has de decidir lo que es más importante para ti. Licenciarte en la universidad puede tomarte seis o incluso ocho años, y es mucho tiempo. Quizá creas que es importante para tu felicidad y tal vez sea así, pero puede haber otros elementos más importantes para tu bienestar y tu felicidad. Como, por ejemplo, dedicarte a mejorar la relación con tu padre, tu madre o tu pareja. ¿Te queda tiempo para hacerlo? ¿Tienes suficiente tiempo para dedicarte a esta tarea? Es muy importante mejorar la relación que mantienes con tus seres queridos. Estás dispuesto a dedicar seis años a obtener un diploma, pero ¿tienes la sabiduría de dedicar la misma cantidad de tiempo a mejorar tu relación o afrontar tu ira? Este tiempo os ofrecerá a ti y a la otra persona la felicidad y la estabilidad que necesitáis para restablecer la comunicación.

Escribe un libro sobre ti

Hace poco vino a Plum Village un profesor universitario de Estados Unidos. Estaba muy ansioso por escribir un libro sobre Thomas Merton y sobre mí. Quería hablarme de ello y yo le dije inmediatamente: «¿Por qué no escribe un libro sobre usted? ¿Por qué no invierte el cien por cien de sí mismo en la práctica de hacer que usted y las personas que le rodean sean felices? Esto es más importante que escribir un libro sobre Thomas Merton y sobre mí. Ya se han escrito muchos libros sobre Thomas Merton». Nuestro amigo dijo con la mejor intención y con mucho amor: «Pero nadie ha escrito aún un libro sobre usted». Le respondí: «No me importa que publique un libro sobre mí, pero me interesa mucho que escriba un libro sobre usted. Escriba con todo su corazón para transformarse en un instrumento del Dharma, de la práctica, para convertirse en una persona libre y feliz. Así podrá ayudar a mucha gente que le rodea a ser también feliz».

Para mí lo más importante es establecer una buena relación entre mis estudiantes y yo. He de lograr que la gente practique y se transforme, lo cual es muy gratificante y positivo. Cada vez que un practicante es capaz de transformar su sufrimiento y establecer una buena relación con los demás, es toda una victoria. No sólo una victoria para él, sino para la comunidad entera y también para la misma práctica. Es algo muy positivo para todos nosotros. Conocemos la historia de la joven monja de Plum Village que logró que su madre y su hermana se reconciliaran. Fue una verdadera victoria. Fortaleció su fe en la practica y, al mismo tiempo, la nuestra.

Si tienes dificultades con otra persona y crees que sólo desea hacerte sufrir y que te resulta imposible hacer nada para ayudarla, significa que no estás poniendo en práctica las enseñanzas. Si te parece imposible mantener un diálogo con ella, es porque te falta experiencia en la práctica, ya que sí es posible. Muchas personas me preguntan: «¿Y si el otro no quiere colaborar, no quiere escuchar?». Si la otra persona no quiere escucharte, hablarte o solucionar ahora mismo el problema que tenéis, sigue practicando y transformándote para poder reconciliaros.

Escribir un libro sobre ti es una forma de observar profundamente para reconocer las raíces de tu sufrimiento y encontrar cómo transformarlo. Te ayudará a ser una persona más libre y feliz, capaz también de hacer más felices a los que te rodean.

El néctar de la compasión

Antes de acercarte a alguien para reconciliarte, debes alimentarte con el néctar de la compasión. La compasión nace de la comprensión, de comprender que la otra persona también sufre, algo que tendemos a olvidar. Sólo vemos nuestro sufrimiento y lo exageramos pensando: «Nadie sufre como yo; soy el único que sufre tanto». Pero con una comunidad que te apoye, podrás observar la situación con más profundidad y ver que la otra persona también sufre muchísimo.

Podría ser que al no haber tenido la otra persona suficiente apoyo, no pudiera progresar en el camino de la práctica, y que tú tampoco la hubieras ayudado. Acaso ni siquiera seas capaz de ayudarte a ti mismo. Pero las enseñanzas son precisamente para esto, para alimentarnos con el néctar de la compasión. Hemos de pedir al Dharma, a la sangha, que nos ayuden. El Dharma es eficaz aquí y ahora.

Abandonar la prisión de las nociones

No practiques como una máquina, hazlo con inteligencia, para que cada paso, cada respiración, te haga sentir mejor. Para que cada comida consciente, cada taza de té, te haga sentir mejor. Siente las maravillas de la vida que hay dentro de ti y a tu alrededor. Aliméntate dejando que los elementos bellos y curativos que te rodean penetren en ti. Esto es lo más importante.

Las ideas no alimentan. En realidad, las ideas y las nociones con mucha frecuencia se transforman en obstáculos. Pueden convertirse en una prisión. Hemos de dejar atrás esas ideas y nociones para sentir la vida, que está llena de maravillas. Aprende de tus compañeros que practican y son capaces de ser felices, de amar. Existe gente así. No tienen problemas con los otros miembros de su comunidad porque aceptan a todo el mundo, están satisfechos. Hemos de cultivar la capacidad de ser felices como ellos. Al vivir en el mismo entorno, compartimos las mismas condiciones para ser felices. Si ellos pueden serlo, ¿por qué no habríamos de serlo nosotros? ¿Qué clase de obstáculo nos impide ser felices?

Una carta decisiva

Si has estado practicando el hablar con afecto y el escuchar profundamente, podrás resolver cualquier conflicto que tengas con otra persona hablándole directamente. Pero si no estás seguro de poseer la suficiente paz, firmeza y compasión para conservar el frescor, el afecto y la serenidad mientras conversas con ella, quizá prefieras hacer la práctica de escribir una carta. Esta práctica es muy importante, porque aunque tengas las mejores intenciones, si tu práctica no es lo bastante sólida, te irritarás cuando hables con esa persona y reaccionarás con poco tacto, lo cual puede arruinar tu oportunidad de hacer las paces. Por eso a veces es más seguro y fácil escribir una carta.

En la carta sé totalmente sincero y dile que hay algunas cosas que ha hecho que te han causado sufrimiento y te han herido. Escribe todo lo que sientas. Mientras lo haces, practica el mantenerte sereno, para usar el lenguaje de la paz y del amor compasivo. Intenta entablar un diálogo. Puedes escribir cosas como: «Mi querido amigo, quizá sea víctima de percepciones erróneas y lo que te he escrito no refleje la verdad, sin embargo, así es cómo veo la situación y la siento en mi corazón. Si no estás de acuerdo con lo que te he escrito, sentémonos para observarlo juntos y aclarar el malentendido».

En nuestra tradición, cuando los monjes y las monjas orientan a alguien que se lo ha pedido, siempre se expresan con este tipo de lenguaje. Utilizan la visión de la comunidad, lo cual no significa que sea perfecta, pero es la mejor que pueden ofrecernos. Los hermanos y hermanas reconocen con su respuesta que: «Al orientarte, sabemos que puede haber algunas cosas que no hayamos comprendido. Tal vez haya en ti elementos positivos que no hayamos visto, o alguna percepción errónea por parte de la comunidad». Cuando escribas una carta a otra persona, haz lo mismo: «Si me equivoco, te ruego que me corrijas». Exprésate con afecto cuando escribas. Si una frase no es adecuada, siempre puedes volver a empezar y escribir otra más afectuosa. En la carta podemos demostrar que somos capaces de ver el sufrimiento de la otra persona: «Querido amigo, sé que has sufrido y que no eres totalmente responsable de tu sufrimiento». Como has estado practicando el observar profundamente, has descubierto una serie de distintas raíces y causas que producen el sufrimiento de la otra persona. Cuéntale lo que has descubierto de él. Dile que tú también sufres y muéstrale que comprendes por qué ha actuado o hablado de ese modo.

Tómate una, dos o incluso tres semanas para terminar la carta, porque es una carta muy importante, más importante que escribir el cuarto volumen de la historia del budismo en Vietnam, o un libro sobre Thich Nhat Hanh y Thomas Merton. Esta carta es decisiva para tu felicidad. El tiempo que dedicas a escribirla es incluso más importante que los años que has tardado en escribir tu tesis doctoral. La tesis no es tan decisiva como esta carta. Escribir este tipo de cartas es lo mejor que puedes hacer para dar un paso decisivo y restablecer la comunicación.

Y además no estás solo. Tienes hermanos y hermanas que pueden iluminarte y ayudarte a escribir la carta. La gente que necesitas está aquí mismo, en tu comunidad. Cuando nosotros escribimos un libro, damos el manuscrito a varios amigos, a especialistas, para pedirles consejo. Tus compañeros que practican son especialistas, porque hacen la práctica de escuchar y observar profundamente, y de hablar con afecto.

Tú eres el mejor doctor, el mejor terapeuta para tu ser amado. Enseña la carta a una hermana y pídele que te diga si te has expresado con suficiente afecto y serenidad, y si tu percepción es lo bastante profunda. Después de habérsela mostrado, enséñasela a otro hermano o hermana, hasta que sientas que la carta producirá una transformación en la otra persona y la sanará.

¿Cuánto tiempo, energía y amor invertirás en una carta como esta? ¿Y quién podría negarse a ayudarte en este importante intento? Es decisivo que restablezcas la comunicación con esa persona a la que tanto aprecias. Tal vez sea tu padre, tu madre, tu hija o tu pareja. Él o ella pueden estar sentados a tu lado.

Recuperar la Tierra Pura

Al principio de vuestra relación, tu pareja prometió amarte y cuidarte, pero ahora se muestra muy distante. No quiere verte más. Ya no quiere cogerte la mano ni pasear contigo, y esta actitud te hace sufrir. Al principio de vuestra relación te parecía que estabas en el paraíso. Él se enamoró de ti y tú eras dichosa. Ahora parece como si ya no te amara y te hubiera abandonado. Quizá esté buscando a otra persona para mantener una nueva relación. Tu paraíso se ha convertido en un infierno, y no puedes salir de él.

¿De dónde ha surgido este infierno? ¿Hay alguien que te obligue a caer y a permanecer en él? Quizá sea tu propia mente la que lo ha creado, con sus nociones y sus percepciones erróneas. Por tanto, es la única que puede destruirlo y liberarte.

La práctica de ser consciente, de reconocer y abrazar la ira es abrir la puerta de tu infierno y transformarlo, rescatándote a ti y a la otra persona para que volváis a la tierra de la paz. Puedes hacerlo, y tú eres quien va a conseguirlo. Tus amigos que practican te apoyarán con su visión y con la energía de ser conscientes y del amor compasivo.

Si logras salvar tu relación, hacer que tú y tu pareja volváis a ser felices, habrás hecho una gran contribución. La victoria beneficia a todos, porque con ella todo el mundo tiene más fe en la práctica. Con el apoyo de tus amigos puedes transformar tu infierno y recuperar la Tierra Pura, recuperar la paz en tu vida cotidiana. Empieza ahora mismo. Empieza a escribir la carta hoy. Descubrirás que con sólo un lápiz y una hoja de papel, puedes practicar y transformar tu relación.

Escribe la carta a lo largo del día

Mientras estás sentado, meditando al caminar, trabajando, limpiando o cocinando, no pienses en la carta. Pero todo cuanto hagas estará relacionado con ella.

El tiempo que pasas delante del escritorio escribiendo es sólo el espacio de tiempo que dedicas a expresar tus sentimientos sobre el papel, pero no es exactamente el momento en que creas la carta. La carta la estás creando mientras riegas las verduras, mientras practicas la meditación caminando y mientras cocinas para la comunidad. Todas estas prácticas te ayudan a volverte más firme y sereno. La consciencia y la concentración que generas ayudarán a que las semillas de la comprensión y la compasión que hay en ti crezcan. Cuando tu carta surja de la energía de ser consciente que has estado generando a lo largo del día, será una carta maravillosa.

Vive cada momento a la perfección

Hace unos cincuenta años, mientras yo estaba en Estados Unidos, vino a verme una especialista en budismo y me dijo: «Querido maestro, usted escribe unos poemas maravillosos, pero pasa demasiado tiempo cultivando lechugas y haciendo tareas similares. ¿Por qué no emplea su tiempo en escribir más poesía?». Ella había leído en alguna parte que a mí me encantaba cultivar verduras y cuidar los pepinos y las lechugas. Estaba pensando de manera pragmática y me sugirió que el tiempo que dedicaba al huerto debía aprovecharlo para escribir poemas.

Le contesté: «Querida amiga, si no cultivara lechugas, no podría escribir los poemas que compongo». Es la pura verdad. Si no vives concentrado, siendo consciente, si no vives con profundidad cada momento de tu vida cotidiana, no puedes escribir. No puedes producir nada valioso para ofrecer a los demás.

Un poema es una flor que ofreces a la gente. Una mirada compasiva, una sonrisa, un acto lleno de amor compasivo es también una flor que florece en el árbol de la plena consciencia y la concentración. Aunque no pienses en el poema mientras preparas el almuerzo para tu familia, el poema se estará escribiendo. Cuando escribo una historia corta, una novela o una obra de teatro, puedo tardar una o varias semanas en terminarla, pero la historia o la novela siempre están ahí. De igual modo, aunque no estés pensando en la carta que escribirás a tu ser amado, se está escribiendo en el fondo de tu conciencia.

No puedes sentarte sin más y escribir la historia o la novela, también tienes que hacer otras cosas. Beber té, preparar el desayuno, lavar la ropa y regar las verduras del huerto. El tiempo que dedicas a hacer estas cosas es importantísimo. Has de hacerlas bien. Has de poner el cien por cien de ti mismo en el acto de cocinar, regar las verduras del huerto y lavar los platos. Disfrutas con ello y lo haces con toda tu atención. Esto es muy importante para la historia, la carta o cualquier otra cosa que desees crear.

La iluminación no es distinta de lavar los platos o cultivar lechugas. La práctica consiste en aprender a vivir cada momento de nuestra vida cotidiana con plena consciencia y concentración. La concepción y la elaboración de una obra de arte tiene lugar precisamente en esos momentos de nuestra vida cotidiana. El tiempo que dedicas a escribir música o poemas sólo es el tiempo en el que das a luz al bebé, pues para alumbrarlo ya tenía que estar dentro de ti. Pero si no está dentro de ti, aunque te sientes horas y horas delante del escritorio, no alumbrarás ni crearás nada. Tu visión interior, tu compasión y tu capacidad para escribir conmoviendo el corazón de los lectores son flores que florecen en tu árbol de la práctica. Hemos de aprovechar bien cada momento de nuestra vida cotidiana para que esta visión y esta compasión puedan florecer.

El regalo de la transformación

Una mujer embarazada puede ser muy feliz cada vez que piensa en el hijo que lleva en su seno. El bebé, aunque aún no haya nacido, puede hacer muy dichosa a su madre. Como en cada momento de su vida cotidiana ella es consciente de la presencia del bebé, lo hace todo con amor. Come y bebe con amor, porque sabe que sin amor el bebé podría enfermar. Todo el tiempo tiene mucho cuidado. Sabe que si comete un error, si fuma mucho o si bebe mucho alcohol, perjudicará a su hijo. Por eso es tan consciente y vive con la mente de amor.

Los practicantes hemos de actuar como una madre. Sabemos que deseamos producir algo, ofrecer algo a la humanidad, al mundo. Cada uno de nosotros lleva en su interior a un bebé, el bebé del Buda, y aquello que podemos ofrecer es el bebé del Buda que hay en nosotros. Hemos de vivir siendo conscientes para cuidar bien de nuestro Buda bebé.

Aquello que nos permite escribir una verdadera carta de amor y reconciliarnos con otra persona es la energía del Buda que hay en nosotros. Una verdadera carta de amor está hecha de visión, comprensión y compasión, de lo contrario no es una carta de amor. Una verdadera carta de amor puede producir una transformación en la otra persona y, por tanto, en el mundo. Pero antes de producirla en esa otra persona, tiene que producirse una transformación en tu interior. Quizá tardes una vida entera en escribir la carta.