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La respiración consciente

Respira para cuidar de tu ira

Cuando la energía de la ira, la envidia o la desesperanza se manifiesta en nosotros, debemos saber manejarla, de lo contrario nos anegará y sufriremos enormemente. La respiración consciente es la práctica que nos ayuda a cuidar de nuestras emociones.

En primer lugar, para cuidar de nuestras emociones, hemos de aprender a cuidar de nuestro cuerpo. Al ser conscientes de la inspiración y la espiración, tomamos conciencia del cuerpo. «Inspirando, soy consciente de todo mi cuerpo; espirando, soy consciente de todo mi cuerpo». Vuelve a tu cuerpo. Abrázalo con la energía de ser consciente, generada con la práctica de respirar conscientemente.

En la vida cotidiana podemos estar muy atareados con muchas cosas y olvidar lo importante que el cuerpo es para nosotros. Nuestro cuerpo tal vez esté sufriendo o haya enfermado. Por eso hemos de aprender a volver a nuestro cuerpo, para abrazarlo tiernamente con la energía de ser consciente. Al igual que una madre sostiene tiernamente a su bebé entre sus brazos, nosotros hacemos lo mismo. Volvemos a nuestro cuerpo para abrazarlo con ternura, con la energía de ser consciente. Después de haberlo abrazado como un todo, empezamos a abrazar las distintas partes de nuestro cuerpo, una a una: los ojos, la nariz, los pulmones, el corazón, el estómago, los riñones y el resto.

Relájate profundamente para abrazar y curar la ira

La mejor postura para relajarte profundamente es con el cuerpo tendido. Centra ahora tu atención en una parte del cuerpo, como el corazón. Mientras inspiras, tomas conciencia del corazón y mientras espiras, le sonríes. Le envías tu amor, tu ternura.

La energía de ser consciente es como un rayo de luz que nos muestra con gran claridad cada parte de nuestro cuerpo. Los hospitales modernos tienen escáneres que pueden explorar nuestro cuerpo para ver cada zona con claridad. Pero el rayo de luz de un escáner es un rayo X y no el afectuoso rayo de ser consciente.

A esta práctica de explorar el cuerpo con el rayo de ser consciente la llamamos Relajación Profunda (para la Relajación Profunda véase el texto del apéndice D). Otro modo de respirar conscientemente es: «Inspirando, tranquilizo todo mi cuerpo; espirando, tranquilizo todo mi cuerpo». Tu cuerpo quizá esté agitado y tenso, y el hecho de abrazarlo con la energía de ser consciente puede ayudarlo a relajarse y a calmarse de nuevo. Cuando el cuerpo funciona plácidamente, se empieza a curar, lo cual ayuda a la mente a relajarse y a curarse también.

Según esta enseñanza, la respiración forma parte del cuerpo. Cuando tenemos miedo de algo o estamos enojados, nuestra respiración se vuelve superficial y de baja calidad. La respiración es entonces corta, ruidosa y en absoluto tranquila. Pero si sabes cómo empezar a inspirar y espirar conscientemente, calmando tu respiración, mejorará en pocos minutos. Se volverá más ligera, silenciosa y armoniosa, y tu mente empezará a calmarse.

La respiración, al igual que la meditación, constituye un arte. Para dirigir la inspiración y la espiración has de ser muy hábil, así podrás restablecer la armonía en tu cuerpo y tu mente. Si dominas la respiración con violencia, no podrás crear armonía y paz en tu cuerpo ni en tu conciencia. Una vez la respiración se haya vuelto más tranquila y profunda, sigue respirando de esta forma para abrazar las distintas partes del cuerpo.

Mientras estás tendido, practica la respiración consciente y genera la energía de ser consciente. Explora tu cuerpo con el afectuoso rayo de ser consciente, desde la coronilla hasta las plantas de los pies. Tardarás de media hora a una hora en hacerlo. Esta práctica es la mejor forma de demostrar tu interés, tu amor y tu atención hacia tu cuerpo.

Cada uno de nosotros debe hacer esta práctica al menos una vez al día. Organiza tu planificación diaria para que, quizá antes de acostarse, toda la familia pueda tenderse cómodamente en el suelo y practicar una total relajación durante veinte o treinta minutos. Apaga el televisor e invita a todos a venir y participar. Al principio, tal vez prefieras poner un casete para que guíe a toda la familia en la práctica de una total relajación. Y, más tarde, si lo prefieres, puedes dirigirla tú, ayudando a toda la familia a calmar y cuidar sus cuerpos.

¡Puedes vencer la tormenta!

Hay varios métodos sencillos para cuidar de tus emociones fuertes. Uno de ellos es «la respiración abdominal», que consiste en respirar con el abdomen. Cuando quedamos atrapados en una emoción fuerte, como el miedo o la ira, hacemos la práctica de dirigir la atención al abdomen, porque quedarse al nivel del intelecto es peligroso. Las emociones fuertes son como una tormenta, y permanecer en medio de ella es muy arriesgado. Sin embargo, la mayoría lo hacemos al quedarnos fijos en la mente dejando que los sentimientos nos aneguen. En lugar de ello, hemos de intentar enraizamos llevando la atención hacia abajo. Nos centramos en el abdomen y practicamos la respiración consciente, fijándonos sólo en cómo el estómago sube y baja. Podemos hacer esta práctica sentados o tendidos.

Cuando observas un árbol en medio de una tormenta, ves que la punta es muy inestable y vulnerable. El viento puede romper las ramas más pequeñas en cualquier momento. Pero cuando observas el tronco del árbol, te da una sensación completamente distinta. Ves que el árbol es muy sólido y no se mueve, y sabes que será capaz de soportar la tormenta. Nosotros también somos como un árbol. Nuestra cabeza es la copa del árbol durante la tempestad de una emoción fuerte, de modo que hemos de centrar la atención al nivel de nuestro ombligo. Después empezamos a practicar la respiración consciente. Nos concentramos sólo en la respiración y en cómo el estómago sube y baja. Es una práctica muy importante porque nos ayuda a ver que aunque una emoción sea muy fuerte, sólo permanecerá un determinado tiempo y después se irá; no durará siempre. Si aprendes a practicar de esta forma en tiempos difíciles, sobrevivirás a estas tempestades.

Has de saber que tus emociones no son más que emociones. Surgen, se quedan por algún tiempo y luego se van. ¿Por qué habría de morir alguien por culpa de una emoción? Tú eres algo más que tus emociones, y es importante recordarlo. Durante una crisis, cuando inspiras y espiras, ten presente que tus emociones se irán si sigues practicando. Después de haberlo logrado varias veces, confiarás en ti mismo y en la práctica. No te quedes atrapado en tus pensamientos y sentimientos. Centra tu atención en el estómago e inspira y espira. Esta tormenta desaparecerá, no temas.

Reconocer y abrazar las formaciones mentales

Abrazamos nuestro cuerpo con la energía de ser conscientes para calmarlo, y podemos hacer lo mismo con nuestras formaciones mentales: «Inspirando, soy consciente de mis formaciones mentales. Espirando, soy consciente de mis formaciones mentales». En la psicología budista existen cincuenta y una formaciones mentales. Hay formaciones negativas, como la ira, los vehementes deseos y la envidia, y otras positivas, como el ser consciente y la ecuanimidad.

Cuando experimentamos una formación mental positiva, como la alegría o la compasión, hemos de inspirar y espirar para ser conscientes de la alegría y la compasión que hay en nosotros. Cuando abrazamos nuestra alegría y nuestra compasión respirando conscientemente, ambas se multiplican diez o veinte veces. La respiración consciente nos ayuda a sustentarlas durante más tiempo y a experimentarlas con mayor profundidad. Por eso es tan importante abrazar las formaciones mentales positivas como la alegría, la felicidad y la compasión cuando surjan, porque son una especie de comida que nos ayuda a crecer. Hablamos de «la alegría de la meditación como alimento diario» porque el sentimiento de alegría que surge de la meditación, de ser conscientes, nos alimenta y sustenta.

De igual modo, cuando surjan formaciones mentales negativas como la ira o la envidia, hemos de volver a nosotros mismos y abrazarlas tiernamente, calmándolas al respirar conscientemente, como una madre tranquilizaría a su afiebrado hijo. «Inspirando, tranquilizo mis formaciones mentales; espirando, tranquilizo mis formaciones mentales».

Las semillas de la ira, las semillas de la compasión

A menudo hablamos de la conciencia como de un terreno. Las semillas de las formaciones mentales se entierran en nuestra conciencia-receptáculo. Estas formaciones mentales nacen y surgen de nuestra mente consciente, se quedan ahí durante un tiempo y después vuelven a la conciencia-receptáculo bajo la forma de una semilla.

Nuestra compasión también reposa en nuestra conciencia-receptáculo bajo la forma de una semilla. Cada vez que sentimos o regamos una semilla, brotará y se manifestará en nuestra mente consciente, el nivel superior de la conciencia. Si una semilla positiva, como la de la alegría o la compasión, se riega y se manifiesta, hará que nos sintamos felices. En cambio, si una semilla negativa, como la de la envidia, se riega y se manifiesta, hará que nos sintamos infelices. Mientras nuestra alegría o nuestra cólera están enterradas en la tierra y nadie las despierta, las llamamos semillas. Pero cuando se manifiestan en la mente consciente, las llamamos formaciones mentales. Hemos de reconocer la ira bajo sus dos formas: como una semilla en nuestra conciencia-receptáculo y como una formación mental, una zona activa de energía que aflora a nuestra mente consciente. Hemos de comprender que aunque la ira no se manifieste, sigue estando ahí.

Todo el mundo tiene una semilla de la ira en el fondo de su conciencia. Cuando esta semilla no se manifiesta, no te sientes en absoluto enojado. No estás furioso con nadie. Te sientes bien, te sientes fresco y tienes un aspecto fabuloso. Así que sonríes, ríes y conversas. Pero esto no significa que la ira no esté en ti. Puede que la ira no se esté manifestando en tu mente consciente, pero está siempre en tu conciencia-receptáculo. Si alguien hace o dice algo que despierta la semilla de la ira que hay en ti, se manifestará rápidamente en la sala de estar.

Un buen practicante no es alguien que ya no siente ira ni sufrimiento, porque esto es imposible, sino alguien que sabe cuidar bien de su ira y de su sufrimiento en cuanto surgen. El que no practica, no sabe manejar la energía de la ira cuando se manifiesta y puede ser fácilmente arrastrado por ella.

Pero si practicas el vivir conscientemente, no dejarás que la ira te arrastre de esta manera, porque invitarás a la semilla de ser consciente a manifestarse y a cuidar de tu ira. Respirar y caminar conscientemente te ayudarán a hacerlo.

La energía habitual y la respiración consciente

Todos tenemos una energía habitual en nosotros. Somos lo bastante inteligentes como para saber que si hacemos o decimos algo movidos por nuestra energía habitual, estropearemos nuestras relaciones. Sin embargo, a pesar de ser inteligentes, seguimos haciendo y diciendo cosas arrastrados por la ira. Por eso muchos de nosotros hemos causado tanto sufrimiento en las relaciones que mantenemos con los demás. Después de haber hecho daño a alguien, lo lamentas muchísimo y te prometes no volver a hacerlo nunca más. En ese momento eres muy sincero y estás lleno de buenos deseos. Pero la próxima vez que una situación parecida vuelva a presentarse, harás exactamente lo mismo, volverás a decir exactamente lo mismo y causarás el mismo daño una y otra vez.

La inteligencia y el conocimiento no te ayudarán a cambiar tu energía habitual, lo único que puede ayudarte es la práctica de reconocerla, abrazarla y transformarla. Por eso el Buda nos aconsejó practicar la respiración consciente, para reconocer nuestra energía habitual en cuanto se manifieste y cuidar de ella. Si logras abrazar tu energía habitual con la energía de ser consciente, estarás a salvo y no volverás a cometer el mismo error.

Un joven estadounidense amigo mío vino a Plum Village y disfrutó mucho con la práctica durante las tres semanas que estuvo con nosotros. Durante su estancia fue muy estable, compasivo y comprensivo. Un día unos monjes de Plum Village le pidieron que fuera a hacer las compras para la comunidad porque estaban preparando el Día de Acción de Gracias. Mientras las estaba haciendo, descubrió de pronto que estaba comprando apresuradamente y que deseaba terminar la tarea muy deprisa para volver a Plum Village.

Fue la primera vez en las tres semanas que tuvo este sentimiento: el de apresurarse y querer terminar algo muy deprisa. En Plum Village estaba rodeado de hermanos que practicaban con firmeza y aprovechó la energía que irradiaban para que la energía habitual de apresurarse, de estresarse, nunca tuviera la oportunidad de manifestarse. Pero cuando fue de compras a la ciudad estaba solo. Y como no tenía la misma clase de energía apoyándole, la semilla de su energía habitual se manifestó al instante. Rápidamente fue capaz de reconocer esta energía habitual y de comprender que su madre se la había transmitido. Ella siempre estaba corriendo de un lado a otro, deseando terminarlo todo rápido, rápido, rápido. Al descubrirlo, volvió a la práctica de respirar conscientemente y dijo: «Hola, mamá, sé que estás ahí». Después de hacerlo, la energía de apresurarse desapareció sin más. Aquel joven reconoció su energía habitual, la abrazó con la energía de ser consciente y logró transformarla. Recuperó la paz y la firmeza que había experimentado antes de separarse de la comunidad. Sabía que había podido hacerlo sólo porque había practicado en Plum Village.

Todos podemos lograrlo. Siempre que nuestra energía habitual se manifieste, lo único que necesitamos hacer es reconocerla y llamarla por su nombre. Respiramos conscientemente y decimos: «Hola, envidia; hola, miedo; hola, irritación y cólera. Sé que estás ahí, y estoy pendiente de ti. Cuidaré de ti y te abrazaré con la energía de ser consciente». Inspirando, damos la bienvenida a nuestra energía habitual; espirando, le sonreímos. Cuando lo hacemos, nuestra energía habitual deja de dominarnos. Estamos a salvo. Nos hemos liberado.