Capítulo XVIII

Bobby se despertó en un hospital militar estadounidense.

Había alguien sentado junto a su cama, agarrándole la mano, pero Bobby tardó unos instantes en fijar la vista...

Era Wes.

Bobby le apretó la mano porque tenía la garganta tan seca que no podía hablar.

—Eh —Wes se puso en pie casi inmediatamente—. Bienvenido al mundo de los vivos —tomó una taza y puso una pajita entre los labios de Bobby—. Tengo buenas noticias —le dijo—. Te pondrás bien. No te quedarán secuelas importantes.

—¿Y Colleen? —consiguió decir Bobby.

—Está aquí —Wes le dio otro sorbo de agua—. Ha ido a buscar un poco de café. ¿Recuerdas cuando te sacaron de Cuidados Intensivos?

Bobby sacudió la cabeza. Recordaba... a Colleen. Lágrimas en sus bellos ojos. «Te quiero...»

¿Lo habría dicho de verdad? Ojalá fuera cierto.

—Estábamos muy asustados, pero cuando te trasladaron a esta habitación recobraste el sentido un momento. Delirabas por culpa de los calmantes, pero Colleen se puso como loca cuando oyó tu voz. Después se quedó dormida por primera vez en setenta y dos horas. Realmente te quiere, muchacho —Bobby lo miró a los ojos, pero no dijo nada. No hacía falta. Wes siempre hablaba por los dos—. Y, ¿sabes?, yo también te quiero —dijo Wes—. Y sabes que lo digo en serio, así que nada de bromitas estúpidas. Me alegro de que Colleen no esté aquí ahora mismo, porque debo decirte que sé que estaba equivocado. Mi hermana no necesita ni un abogado ni un médico. Ni tampoco un oficial. Ni dinero. A Colleen el dinero le importa un bledo. Lo que necesita de verdad, hermano, es un hombre que la quiera más que a su vida. Te necesita a ti.

«Yo la quiero». Pero Bobby no dijo aquellas palabras en voz alta. Wes ya lo sabía.

—Lo más absurdo de todo es —continuó Wes— que seguramente lo supe desde el principio. Colleen y tú. Quiero decir que ella está hecha para ti, muchacho. Y tú vas a hacerla muy feliz. Siempre ha estado loca por ti. Verás, mi problema es que tengo miedo —admitió Wes—. Cuando me enteré de que habíais... —sacudió la cabeza—. Comprendí enseguida que ibas a casarte con ella, y que las cosas no volverían a ser como antes. Porque tú te convertirías en uno de esos tipos que han encontrado lo que andaban buscando, y yo seguiría aquí, a la intemperie, buscando. ¿Sabes?, En esa operación de entrenamiento que te perdiste por culpa del hombro, casi todos eran tíos casados. Cuando acabamos los entrenamientos nos dieron una noche de permiso, y todo el mundo se fue a la cama temprano. Hasta Spaceman, que tuvo que ponerse hielo en las rodillas porque lo estaban matando. Y Thomas King es peor que si estuviera casado. El tío fue y se encerró en su habitación. Y Mike Lee ligó con una chica de no sé dónde. Así que sólo quedaba Rio Rosetti. ¿Nos imaginas a Rosetti y a mí deambulando solos por la ciudad?

Sí, Bobby se lo imaginaba.

—Sí, bueno, créeme, fue horrible. Él se fue con una joven turista y a mí me dio por pensar que así era yo hace diez años, y que ahora busco algo diferente. Algo que tú ya has encontrado. El miedo y los celos son mala mezcla. Espero que algún día me perdones por las cosas que te dije.

—Ya sabes que te he perdonado.

—Pues cásate con ella —dijo Wes—. Si no lo haces, te daré una paliza.

—Vaya, muy bonito —dijo Colleen—. Amenazar con darle una paliza al hombre que acaba de salvarle la vida a tu hermana —entró en la habitación y, de pronto, todo pareció iluminarse. Colleen olía muy bien. Estaba guapísima.

—Sólo le estaba diciendo que se case contigo —dijo Wes.

Bobby levantó la mano con gran esfuerzo y señaló a Wes y luego hacia la puerta.

—Fuera —musitó.

—A sus órdenes —dijo Wes, y salió.

Colleen se sentó junto a Bobby. Le agarró la mano. Él tenía los dedos fríos y rígidos.

—Colleen...

—Sss. Tenemos mucho tiempo. No hace falta que...

—Pero quiero...

—Bobby Taylor, ¿quieres casarte conmigo? —preguntó ella—. ¿Me ayudarás a encontrar plaza en una universidad cerca de San Diego para que pueda trasladarme allí y pasar el resto de mi vida contigo? —Bobby sonrió. Siempre era más fácil dejar hablar a un Skelly—. Te quiero —añadió ella—. Y sé que tú también me quieres.

—Sí.

Colleen lo besó en la boca dulcemente.

—Cuando te encuentres mejor, ¿quieres que...? —se inclinó hacia delante y le susurró algo al oído.

Desde luego que Bobby quería. Todos los días, el resto de sus vidas.

—Sí —musitó él y, al comprender por su hermosa sonrisa que Colleen había adivinado lo que estaba pensando, se alegró de que Wes no fuera el único Skelly que podía leerle el pensamiento.