AGIS Y CLEÓMENES Y TIBERIO Y GAYO GRACO

I.— No dejan de proceder con razón y tino los que aplican a los ansiosos de gloria la fábula de Ixión, que abrazó a una nube en lugar de Hera, y de aquel congreso nacieron los Centauros, porque también aquellos, abrazando la gloria como una imagen de la virtud, no hacen nada fijo y determinado, sino cosas bastardas y confusas, llevados ora a una parte y otra a otra, siguiendo los deseos y las pasiones ajenas, a manera de lo que los vaqueros de Sófocles dicen de sus manadas:

Siendo de éstos los amos, les servimos;

y aunque callan, es fuerza hacer su gusto;

que es lo que en realidad les sucede a los que gobiernan según los deseos y caprichos de la muchedumbre, sirviendo y complaciendo, para que los llamen demagogos y magistrados; porque a la manera que los que hacen la maniobra en la proa de la nave ven las cosas que se presentan delante antes que el piloto, y sin embargo vuelven la vista a él y hacen lo que les manda, de la misma suerte los que gobiernan y atienden a la gloria sólo son sirvientes y criados de la muchedumbre, aunque tengan el nombre de gobernantes.

II.— Porque el que es consumado y perfectamente bueno ha de saber pasarse sin la gloria, como no sea en cuanto sirve de apoyo para los hechos por la confianza que da. Al que empieza y siente los estímulos de la ambición se le ha de permitir el envanecerse y jactarse hasta cierto punto con la gloria que resulta de las acciones distinguidas, ya que las virtudes que nacen y empiezan a arrojar pimpollos en los que son de esta índole, y sus buenas disposiciones, se fortifican, como dice Teofrasto, con alabanzas, y crecen para en adelante a la par de su noble engreimiento; pero lo demasiado, si siempre es peligroso, en la ambición de mando es una absoluta perdición. Porque conduce a una manía y a un enajenamiento manifiesto a los que llegan a conseguir un gran poder cuando quieren, no que lo honesto sea glorioso, sino que lo glorioso sea precisamente honesto. A la manera, pues, que Foción a Antípatro, que quería de él una cosa menos honesta, le respondió que no podía Foción ser a un mismo tiempo su amigo y su adulador, esto mismo o cosa semejante se ha de decir a la muchedumbre; no puede ser que tengáis a uno mismo por gobernador y por sirviente. Porque sucede de este modo lo que al dragón, del que cuenta la fábula que la cola movió pleito a la cabeza, porque quería guiar alternativamente y a las veces, y no siempre seguir a ésta, y habiéndose puesto a guiar, ella misma se estropeó por no saber conducir, y lastimó a la cabeza, precisada a seguir contra el orden de la naturaleza a una parte ciega y sorda. Esto mismo es lo que hemos visto suceder a muchos que quisieron hacerlo todo en el gobierno a gusto de la muchedumbre; pues que habiéndose puesto en la dependencia de ésta, que se conduce a ciegas, no pudieron después corregir o contener el desorden.

Hanos dado ocasión para hablar así de la fama y gloria que nace de la muchedumbre, el haber inferido cuánto es su poder de lo que a Tiberio y Gayo Gracos les sucedió. Eran de excelente carácter, habían sido muy bien educados, se propusieron el mejor objeto al entrar en el gobierno, y sin embargo los perdió no tanto un deseo desmedido de gloria, como el miedo de caer de ella, nacido de una noble causa. Porque habiendo merecido grande amor a sus conciudadanos, tuvieron vergüenza de no continuar, como si hubieran contraído una deuda; y mientras se esfuerzan en sobrepujar siempre con disposiciones útiles los honores que se les dispensan, y son más honrados cuanto más gobiernan a gusto de la muchedumbre, inflamándose a sí mismos con igual pasión respecto del pueblo, y al pueblo respecto de sí, no echaron de ver que habían llegado a punto de no tener ya lugar lo que suele decirse: Si no es bueno, en dejarlo no hay vergüenza; lo que tú mismo comprenderás por la narración. Comparámosle una pareja espartana de demagogos, que son los dos reyes Agis y Cleómenes, pues también éstos, dando más poder al pueblo, como aquellos, y restableciendo un gobierno equitativo y bueno, pero desusado largo tiempo, de la misma manera ofendieron a los poderosos, que no querían perder punto de su codicia. No eran hermanos los dos Lacedemonios, pero siguieron un modo de gobernar muy pariente, y aun hermano, comenzando de este principio.