Nota del autor

Quizá las obras de muy pocos escritores sean originales por lo que respecta a la trama. Shakespeare, por ejemplo, no inventó casi nada, y Chaucer tomó prestados muchos elementos de autores vivos y muertos. En cuanto al autor de esta obra, diré que tiene menor grado de originalidad que ellos, pues en sus libros ha incluido relatos de batallas reales y ha alimentado su fantasía con diarios de navegación, despachos, cartas, memorias y relatos de la época. Pero apropiarse de algunos elementos no es realmente un plagio, y a propósito de eso debo confesar que la descripción de la tormenta del capítulo 9 la copié de William Hickey porque creo que no es posible superarla.

Sin embargo, si este autor continúa escribiendo esta serie de libros, muy pronto aumentará su grado de originalidad, porque se le acabarán los datos históricos. Hace diez u once años, un respetable editor estadounidense le sugirió que escribiera un libro sobre la Armada real en los tiempos de Nelson y él aceptó porque le gustaban el tema y el período histórico, y rápidamente escribió el primer libro de esta serie. Esa novela estaba situada temporalmente a principios del período en que lord Cochrane estaba al mando del Speedy, del cual el autor tomó espectaculares batallas navales e innumerables detalles de la vida real, pero si hubiera sabido cuánto iba a disfrutar escribiendo este tipo de libros, habría empezado a escribir sobre una época muy anterior. El Speedy, un navío de catorce cañones, no capturó el Gamo, de treinta y dos cañones, hasta 1801, hecho que fue seguido por la desacertada paz de Amiens, la cual impidió que muchos marinos con empuje destacaran y que muchos escritores se quedaran sin material para sus obras. Aún no se ha agotado el tiempo histórico para estos libros, y este hará recordar a los historiadores especializados en asuntos marítimos la persecución de la Essex, una fragata de la Armada norteamericana, por la Phoebe, una fragata de la Armada real. Pero incluso en el siglo XIX los años tenían solo doce meses, y es posible que en un futuro no lejano el autor (si los lectores le soportan) escriba sobre años hipotéticos como las lunas que se tuvieron en cuenta para calcular la Pascua de Resurrección, o sea, un 1812a y quizás un 1812b.

Pero, si lo hace, eso solamente afectará a la cronología, porque continuará repitiendo los hechos históricos con exactitud y contando cómo era realmente la Armada real con ayuda de documentos de la época. El lector no encontrará ningún basilisco que mate con la mirada, ni a un Hortentot sin religión ni modales ni lenguaje articulado, ni a ningún chino que sea cortés y tenga profundos conocimientos de ciencia, ni a héroes llenos de virtudes, siempre victoriosos o inmortales, y en caso de que aparezcan cocodrilos, el autor tratará de que no le causen pena cuando devoren sus presas.