ACABÉ de escribir este libro en la cabaña de madera de El Enebral en los montes de Albalate de Zorita, una noche muy fría, en la que el fuego era más rojo y brillaban mucho las estrellas. El amanecer descolgó espesas nieblas que taparon el horizonte de la sierra de Altomira. Quien haya recorrido estas tierras, y sobre todo las de la Alcarria Aba (los «llanos en alto») de mi Bujalaro natal, reconocerá sus paisajes y el origen de algunos de sus topónimos. Me hubiera gustado acabar, como en otros, diciendo que Lord, mi buen perro, está a mi lado. Pero él ya no está. Se fue el pasado otoño, en el que perdí tantas cosas, antes de las grandes nevadas que cuajaron en invierno y regeneraron todos estos paisajes. Está enterrado bajo la más hermosa sabina de estos bosques y son muchos los atardeceres en que subo hasta allí para que me siga, él a mí, haciendo compañía.

           El joven Mowgli se pega a mi pierna presintiendo mi desconsuelo. Él continúa el viejo vínculo que recorre todas estas páginas. No somos apenas diferentes ni ellos ni nosotros de cuando nos encontramos y comenzamos a caminar juntos por la tierra.

            

           El Enebral, Albalate de Zorita, Guadalajara