II
—Sí —dijo Storm—, naturalmente que le engañé.
La hoguera de acampada se alzaba alta, chisporroteante, y la luz saltaba amortiguada entre el humo, resaltando las tracciones resueltas de ella con tintes rembrandtianos. Por detrás y en rededor, la noche se apelotonaba muy cerca. Lockridge sintió un escalofrío y acercó sus manos a la lumbre.
—No habría usted creído la verdad antes de verla —continuó Storm—. Por lo menos, hubiera perdido tiempo en explicaciones, y ya había estado demasiado tiempo en el siglo veinte. A cada hora aumentaba el peligro que corría, y si Brann hubiera pensado en guardar aquel portal danés… Debe creer que resulté muerta. Había otras mujeres en mi grupo y algunas fueron mutiladas hasta quedar irreconocibles en la lucha. Sin embargo, podía haber dado con mi rastro.
Exhausto por la emoción, Lockridge dijo simplemente:
—¿Entonces, viene usted del futuro?
Ella sonrió.
—Y usted también, ahora.
—Quiero decir de mi futuro. ¿De cuándo?
—Aproximadamente dos mil años después de su era —dijo ella. Cambió de humor, suspiró y se puso a mirar hacia la oscuridad a sus espaldas—. Aunque he estado en tantas edades —añadió—, estoy ligada a tanta historia, que a veces me pregunto si queda en mí algo de la época en que nací.
—Y… estamos todavía en el mismo lugar en que entramos en el corredor, ¿no es así? Pero, ¿cuánto tiempo en el pasado?
—Según su forma de contar, estamos a principios de verano del año 1827 antes de Cristo. Comprobé la fecha exacta en un reloj calendario en la antesala. La salida no puede ser precisa, puesto que el cuerpo humano tiene una anchura definida equivalente a un par de meses. Es por esto por lo que tuvimos que cogernos de la mano al atravesar la cortina para que no nos encontrásemos separados por un intervalo de semanas. Si pasase una cosa así alguna vez, vuelva al corredor y espere. Allí también pasa el tiempo, pero en un plano diferente, y nos sería posible encontrarnos.
Casi cuatro mil años, pensó Lockridge. En estos días el Faraón se sienta en el trono de Egipto, el Rey del Mar de Creta piensa comerciar en Babilonia, Mohenjo-Daro se alza orgullosa en el valle del Indo, el árbol General Grant no es más que el brote de una semilla. El bronce es conocido por el mundo mediterráneo pero la Europa del norte está todavía en el neolítico y el dolmen en la loma ha sido levantado, hace tan sólo unas pocas generaciones, por gentes cuya agricultura de cosecha y quemado ha acabado con la fertilidad del suelo, obligándoles a emigrar a otros campos.
Mil ochocientos años antes aún de Abraham… acampados en una Dinamarca en la que todavía tenía que entrar ese pueblo que se autodenominaba danés.
La extrañeza de la situación pasó por él casi en forma física. Notó un frío que le recorría todo el cuerpo, pero se repuso de la sensación y preguntó:
—Pero, ¿qué es en definitiva ese corredor? ¿Cómo funciona?
—Los principios físicos en los que se basa no tendrían ningún significado para usted —dijo Storm—. Considere que es un tubo de fuerza al cual se le ha dado una rotación, en su sentido longitudinal, sobre el eje de tiempo. La entropía sigue creciendo en su interior: hay una corriente temporal. Pero desde el punto de vista de alguien que se halle dentro, el tiempo cósmico, o sea el tiempo exterior, está paralizado. Así, escogiendo el portal adecuado, es posible salir en la correspondiente era deseada. El factor de conversión —arrugó la frente en intensa concentración— sería, en sus medidas, de un día por centímetro aproximadamente. Cada pocos siglos hay un portal, con una amplitud de veinticinco años. Los intervalos entre portales no pueden ser inferiores a doscientos años, o el campo de fuerza se debilitaría y podría venirse abajo.
—¿Llega éste hasta el siglo de usted?
—No. Este va desde el año 4000 a. de C. hasta el 2000 d. de C. No es posible construirlos mucho más largos. Existen numerosos corredores a través del espacio-tiempo del planeta, de distintas longitudes cada uno. Los portales están construidos de forma que se superpongan en el tiempo y así, yendo de uno a otro, un viajero puede llegar a cualquier año específico que desee. Por ejemplo —continuó— para ir más hacia atrás del año 4000 a. de C. podríamos tomar corredores en Inglaterra o en China, cuyos portales también cubren este año. Para ir más hacia el futuro de lo que llega éste, tendríamos que buscar otros, cuyos límites se extendiesen más, en otros lugares.
—¿Cuándo fueron construidos?
—Un siglo o dos antes de que yo naciese. La lucha entre los Batidores y los Guardianes ya era muy intensa por aquel entonces, y el propósito original de dedicarlos a la investigación científica fue rápidamente olvidado.
Los lobos daban voz a la noche. Un, cuerpo pesado atravesó corriendo los matorrales y un coro salvaje de aullidos lo siguió.
—Comprenderá —dijo Storm— que no podemos luchar en una guerra total en nuestro tiempo. Esto equivaldría al fin de la Tierra.
—Entonces, ¿conocen su propio futuro? —preguntó Lockridge asombrado.
La cabeza de ella se movió negativamente.
—No —dijo—. Cuando se pone en funcionamiento el Activador para crear un nuevo corredor, cava un túnel en ambas direcciones por igual. Nos atrevimos a ir una vez más allá de nuestra era, pero allí había centinelas que nos rechazaron, con unas armas que no logramos comprender. Ya no seguimos tratando; fue demasiado terrible.
El saber que había misterios más profundos que los que él no comprendía era algo que no podía soportar, así que Lockridge prefirió volver hacia temas prácticos.
—De acuerdo —dijo—; parece ser que estoy alistado en su bando en esta guerra. Pero, ¿le molestaría decirme por qué combatimos? ¿Quiénes son sus enemigos? ¿Quién es usted?
—¿Me permitirá que siga usando el nombre que tomé en su época? —contestó Storm—. Creo que es un nombre con suerte.
Permaneció sentada, reflexionando por un momento.
—No creo que se pudiese dar cuenta del motivo real tras el conflicto de mi tiempo —dijo—. Hay demasiada historia entre usted y yo. ¿Podría un hombre de su propio pasado tener una clara noción de cuál es la diferencia básica que divide en su tiempo al Este del Oeste?
—Tengo que reconocer que no sería posible —admitió Lockridge—. De hecho, muchos de los habitantes de mi propio tiempo tampoco son capaces de comprenderlo.
—De todas maneras —dijo Storm—, mi lucha es en el fondo la misma. Porque sólo ha habido una a lo largo de la existencia del Hombre: no importa cuán distorsionada estuviese, no importa cuán confusa fuese, siempre ha sido la lucha entre dos filosofías, en cualquier forma que se presentasen: planeamiento contra evolución orgánica, control contra libertad, racionalismo dominante contra un profundo respeto por el instinto. ¿Cuál es y cuál debe ser la naturaleza del hombre? ¡Este es el motivo de la batalla!
Su voz descendió de volumen. Miró al bosque que limitaba la pradera.
A menudo —dijo lentamente— pienso que el declive comenzó en este mismo milenario, cuando los dioses de la tierra y su Madre fueron apartados por aquellos que adoraban mirando a los cielos. —Se agitó, cono si quisiera librarse de algo, y continuó en ese tono distinto—: Bueno, Malcolm, acepte por el momento que los Guardianes son los defensores de la vida… de la vida en su totalidad, sin ataduras, en todo su esplendor y tragedia, mientras que los Batidores desearían convertir al mundo en una especie de máquina. Esto no es sino una forma muy elemental de exponer el problema, tal vez más tarde pueda explicárselo mejor. Pero, ¿cree que mi causa no merece la pena?
Lockridge la observó y le pareció ver un joven gato salvaje.
—No —dijo, en un impulso que hizo desaparecer todo el terror, todo el remordimiento y la soledad—. La seguiré.
—Gracias —murmuró ella—. Si supiera a lo que se compromete, no sólo con su palabra, sino con su propia sangre, comprendería por qué en este momento seria capaz de saltar por sobre el fuego hacia usted.
¿Qué quiere decir con eso?, habría deseado preguntar. Pensó soñadoramente que un hombre siempre podía alimentar esperanzas. Pero, antes de que pudiera hablar, Storm dijo:
—Los próximos meses van a ser muy interesantes para usted.
—¡Ciertamente que sí! —admitió él—. En realidad, cualquier antropólogo daría su brazo derecho por encontrarse aquí. Yo mismo no puedo creer todavía que esto sea real.
—Pero hay peligros —advirtió ella.
—En cualquier sitio los hay. ¿Cuál es la situación? ¿Qué tenemos que hacer?
—Déjeme comenzar por el principio —pidió Storm—. Como le dije, la lucha entre los Batidores y los Guardianes no puede ser llevada a cabo a gran escala en nuestro tiempo. En lugar de esto, se ha circunscrito principalmente al pasado. Se establecen bases en puntos estratégicos y… bueno, no importa eso ahora. Sabía que los Batidores tienen un punto fuerte en el reinado de Harald Bluetooth. Aunque la religión Asa ya era una con Padre del Cielo, la introducción del Cristianismo fue, sin embargo, un nuevo avance para ellos, formando el cimiento sobre el que asentar la idea de una monarquía centralizada y eventualmente del Estado racionalista. De allí venían los hombres que encontramos.
—¡Eh!, un momento…, ¿quiere decir que ustedes cambian el pasado?
—Oh, no. Nunca. Eso es imposible por naturaleza. Si alguien tratase de hacerlo, hallaría que siempre existían acontecimientos que frustrarían su propósito. Lo que ha sido, es. Nosotros, los viajeros del tiempo, somos parte del cuadro. Pero podríamos decir que encontramos aspectos de la trama que nos son favorables para nuestras causas respectivas, y así obtenemos reclutas y nos fortalecemos para cuando llegue la lucha final.
»Bueno, en mi tiempo los Batidores poseen el hemisferio occidental y los Guardianes el oriental. Yo guié un grupo al siglo veinte y una vez allí a América. No podíamos realizar nada de importancia por nosotros mismos sin ser vistos por los agentes enemigos, que son mucho más numerosos en su era que nosotros, pero nuestro plan era organizar una sociedad cuyo propósito fuera algo que no atrajese la atención, para representar el papel de ciudadanos ordinarios de la época.
»Escogimos la suya porque era la primera en que se podían encontrar los artículos que necesitábamos, transistores, por ejemplo, localmente, y por tanto sin despertar sospechas. Bajo el aspecto de una empresa minera de Colorado produjimos nuestras instalaciones subterráneas, fabricamos un Activador y perforamos un nuevo corredor. El plan era atacar a través de él, saliendo en el corazón del territorio Batidor en nuestro propio tiempo. Pero en el momento en que el corredor estuvo acabado, Brann llegó por él con una fuerza abrumadoramente superior. No sé como tuvo noticia. Sólo yo escapé.
»Durante más de un año erré por los Estados Unidos, buscando un camino para regresar. Todos y cada uno de los corredores que se dirigían hacia el futuro estarían guardados, lo sabía, pues los Batidores son fortísimos en la Civilización Industrial Primitiva. En ninguna parte pude hallar a ningún Guardián.
—¿Cómo vivía? —inquirió Lockridge.
—Usted diría que del robo —dijo Storm.
Lockridge se sobresaltó, y ella rió.
—Esta arma de energía que llevaba conmigo puede ser regulada para que nada más aturda. No hubo problemas en conseguir algunos millares de dólares, de poco en poco. Estaba desesperada. ¿Acaso puede recriminármelo?
—Debería hacerlo —Lockridge la observó a la luz de la hoguera—; pero no lo hago.
—No creí que lo hiciese —dijo ella suavemente—. Es usted una persona como apenas me atrevía a esperar encontrar. Vea. Necesitaba un ayudante, un guardaespaldas, alguien que me acompañase. Una mujer viajando sola es algo demasiado conspicuo en todas las épocas pasadas. Y yo tenía que ir al pasado. Comprobé que no había guardia en este corredor danés. Era el único que me atrevía a usar en aquellas décadas. Y aún así, ya se vio qué cerca estuvimos de ser destruidos.
Hizo una pausa.
—Pero ahora estamos aquí. Hay una base de Guardianes en Creta, donde la vieja fe todavía tiene fuerza. Desgraciadamente, no puedo simplemente llamarles para que vengan a recogernos. Los Batidores también actúan en este medio; como ya dije es un tiempo crucial, y posiblemente interceptarían el mensaje, con lo que tal vez nos encontrasen antes que nuestros amigos. Pero una vez hayamos llegado a Knossos podremos obtener una escolta armada para ir de corredor en corredor hasta que llegue a mi hogar. Usted será dejado en su propia era.
Se encogió de hombros.
—Dejé una buena cantidad de dólares escondidos en los Estados Unidos —dijo—. Podría usted tomarlos para compensarle por sus problemas.
—Olvide eso —contestó bruscamente Lockridge—. ¿Cómo llegaremos a Creta?
—Por mar. Durante largo tiempo ha habido comercio entre estas regiones y el Mediterráneo. El Limfjord no está muy lejos y un barco de Iberia, que está bajo la religión de los constructores de megalitos, llegara durante este verano. En Iberia podremos transbordar. No será más largo y será más seguro que seguir la ruta del ámbar por tierra firme.
—Hummm… bueno, parece razonable. Y supongo que llevamos el suficiente metal encima como para comprar nuestros pasajes, ¿no?
Storm alzó la cabeza.
—Si no —dijo altaneramente—, no se rehusarán a llevar a Aquella a la cual adoran.
—¿Cómo? —la boca de Lockridge se abrió desmesuradamente—. ¿Quiere decir que puede hacerse pasar por…?
—No —dijo ella—. Yo soy la Diosa.