4. El ESTADO ISLÁMICO, LOS KURDOS Y TURQUÍA

CAMBRIDGE, MASSACHUSETTS (6 DE SEPTIEMBRE DE 2014)

Oriente Medio está en llamas, desde Libia hasta Irak. Surgen constantemente nuevos grupos yihadistas. En la actualidad la atención se centra en el Estado Islámico (EI), ¿qué puede decir de él y sus orígenes?

Mencionaría una interesante entrevista con Graham Fuller, un antiguo agente de la CIA que es un gran conocedor y uno de los principales analistas de Oriente Medio[1]. Se titula, en esencia, «Estados Unidos creó el Estado Islámico». Fuller se apresura a señalar que no se refiere a que Estados Unidos decidiera crear deliberadamente el Estado Islámico y lo financiara. Lo que él dice, acertadamente en mi opinión, es que Estados Unidos creó las condiciones que permitieron el desarrollo del Estado Islámico.

En parte se trató del habitual «método apisonadora»: destruye lo que no te gusta. En 2003, Estados Unidos y el Reino Unido invadieron Irak, un crimen gravísimo. Irak ya estaba prácticamente destruido, primero por toda una década de guerra con Irán (en la que, por cierto, EE.UU. apoyó a Irak) y luego por una década de sanciones. Tales sanciones fueron descritas como «genocidas» por dos respetados diplomáticos internacionales que las administraban, y que dimitieron como protesta[2]. Las sanciones destruyeron a la sociedad civil y reforzaron al dictador, pues la población se vio obligada a depender de él para sobrevivir. Finalmente, en 2003, Estados Unidos decidió atacar directamente el país, un ataque que muchos iraquíes han comparado con la invasión mogola que tuvo lugar casi mil años antes. Murieron cientos de miles de personas, hubo millones de refugiados y desplazados, y se destruyó la riqueza arqueológica del país.

Uno de los efectos de la invasión fue instituir divisiones sectarias. Un mapa de Bagdad en, digamos, 2002, nos muestra una ciudad mestiza: los suníes y los chiíes vivían en los mismos barrios y se casaban entre sí. En realidad, en ocasiones los iraquíes ni siquiera sabían quién era suní y quién chií. Era como saber a qué tipo de denominación protestante pertenecían tus amigos. Había diferencias, pero no hostilidad. Ambos bandos decían: «Nunca habrá conflictos entre suníes y chiíes; nuestras formas de vida y los lugares donde vivimos están demasiado entreverados». Sin embargo, en 2006 tenía lugar una violenta guerra sectaria en toda la región entre suníes, chiíes y kurdos.

La dinámica natural de este tipo de conflicto es que los elementos más extremos van haciéndose con el poder. Las raíces de tales elementos se encuentran en Arabia Saudita, un gran aliado de EE.UU. y el estado islámico más extremista y radical del mundo. Comparado con Arabia Saudita, Irán parece un país tolerante y moderno. No sólo la gobierna una versión extremista del islam, la wahabí/salafista, sino que también es un Estado misionero. Utiliza sus inmensos recursos petrolíferos para difundir sus doctrinas por toda la región; financia a religiosos, escuelas y mezquitas desde Pakistán hasta el norte de África.

El Estado Islámico procede ideológicamente de la forma más fanática del islam, la versión saudí, y también está financiado por Arabia Saudita; no por el gobierno, sino por saudíes acaudalados, kuwaitíes ricos y otros que proporcionan dinero y apoyo ideológico a los grupos yihadistas que surgen en toda la zona. Sin embargo, políticamente el Estado Islámico procede de los conflictos generados por Estados Unidos al destrozar Irak, que ahora se han extendido por todas partes. A eso se refería Fuller al afirmar que Estados Unidos ha creado el EI.

Lo más probable es que a medida que el conflicto se extienda los miembros del Estado Islámico se vuelvan más radicales. Si Estados Unidos consigue destruir el EI, tendremos algo más extremo, si cabe, entre manos.

En Los guardianes de la libertad observa: «Un sistema de propaganda siempre representará como víctimas valiosas a personas maltratadas en Estados enemigos, mientras que las que el propio Gobierno o sus Estados satélite tratan con igual o mayor severidad se considerarán no valiosas»[3]. A continuación, pone como ejemplo a los kurdos de Irak y los kurdos de Turquía.

Los kurdos de Irak se convirtieron por primera vez en víctimas del poder de Estados Unidos en la década de 1970, cuando Estados Unidos prácticamente los vendió a Sadam Husein. En 1970, como un favor a Irán, Washington apoyó una rebelión kurda contra Irak. Sin embargo, un año después Irak e Irán sellaron un acuerdo y Estados Unidos se retiró, permitiendo que Irak masacrara libremente a los kurdos. Cuando se preguntó a Henry Kissinger por los motivos, respondió con su famosa declaración: «La acción encubierta no debe confundirse con una obra misionera[4]».

Durante la década de 1980 Sadam fue uno de los principales aliados de EE.UU., y Estados Unidos lo apoyó en su guerra contra Irán. En 1982 lo eliminaron de la lista terrorista, lo que permitió que pudieran enviarle ayuda. Todos sabemos que entonces lanzó un espantoso ataque contra los kurdos iraquíes. La administración Reagan, el propio Reagan incluido, bloqueó cualquier iniciativa crítica con el ataque. El Pentágono salió con el cuento de que Irán era el responsable de la masacre de Halabja, la campaña de al-Anfal y otras atrocidades[5].

El apoyo a Sadam continuó con George Bush I, ése al que llaman «estadista»; George H. W. Bush, no el loco de George W. El primer Bush adoraba a Sadam Husein. Desoyó las objeciones del Departamento del Tesoro en lo referente al envío de más ayuda agrícola que Sadam necesitaba con urgencia, en parte porque había arrasado amplias zonas agrícolas kurdas[6].

En agosto de 1990 Sadam cometió su primer error. Desobedeció las órdenes de Estados Unidos —o probablemente las malinterpretó— e invadió Kuwait. La reacción fue muy intensa. Reconoció de inmediato su error e intentó encontrar la forma de retirarse, pero Estados Unidos no quería que se retirase. Washington deseaba expulsarlo. Lo que condujo a la primera guerra de Irak[7].

Después de aquella guerra, Estados Unidos pasó a tener el control absoluto de la región. Aunque Sadam apenas existía, lanzó un gran ataque contra los chiíes del sur y Estados Unidos se negó a bloquearlo. Se produjo una gran masacre de chiíes y el Gobierno estadounidense no levantó ni un dedo, ni siquiera para bloquear los helicópteros militares[8].

A continuación Sadam se volvió contra los kurdos del norte. Pero esta vez EE.UU. decidió protegerlos. De pronto se oyó un discurso muy distinto. Los periodistas se desplazaron al norte. Si recordamos el tratamiento televisivo de la época, todos se horrorizaron por las atrocidades infligidas a un pueblo cuyos niños eran rubios y de ojos azules como los nuestros. Resultaba intolerable. Se produjeron protestas y finalmente Bush estableció una zona de exclusión aérea. Eso es lo que ocurrió con los kurdos de Irak.

Al mismo tiempo, en la década de 1990, los kurdos sufrieron una represión extrema por parte de Turquía. Murieron decenas de miles de personas, se destruyeron unos 3500 pueblos y aldeas, y se contabilizaron millones de refugiados[9]. Se produjo toda forma imaginable de tortura. Fue un ataque horrendo, apoyado por Washington. El 80% de las armas turcas procedían de Estados Unidos[10]. De hecho, el flujo de armas se incrementó a la par que la brutalidad. Las atrocidades aumentaron de nuevo en 1997, y ese mismo año Clinton envió más armas a Turquía que durante todo el período de la Guerra Fría[11].

La prensa se negó a publicar nada al respecto. No era un secreto. Hay extensos informes del Observatorio de Derechos Humanos (que tenía a un excelente investigador allí) y de Amnistía Internacional. Era posible averiguar lo que sucedía, aunque no leyendo The New York Times. El Times tenía oficinas en Ankara, desde luego, pero no le interesaba cubrir esta noticia, y mucho menos el papel que desempeñaba Estados Unidos. No era la historia adecuada.

Los kurdos iraquíes pasaron de no ser valiosos a serlo. Puede que vuelvan a cambiarse las tornas. Pero todo esto nos enseña una lección. Los kurdos dicen: «Nuestros únicos amigos son las montañas». Muy sabio. Los kurdos no se engañan. Saben que aunque hoy Washington esté de su parte, mañana puede apoyar otra masacre en Halabja.

Por cierto, tendría que haber mencionado que esta distinción entre víctimas valiosas y prescindibles procede de George Orwell, que distinguía lo que él llamaba personas y nopersonas[12]. Las personas cuentan; las «nopersonas», no. Se puede hacer con ellas lo que nos plazca.

Es un concepto que presencié con suma claridad durante una videoconferencia en Londres. El moderador mencionó la consternación que las decapitaciones de periodistas habían causado en Occidente. «Estamos horrorizados —dijo—. Es espantoso, tenemos que hacer algo al respecto». Se dirigía a un grupo bastante liberal. «Reconocemos que las atrocidades perpetradas por Estados Unidos, los británicos e Israel son horrendas, pero ni siquiera durante el ataque israelí a Gaza se vieron decapitaciones».

¿Ah, no? Consideremos el más reciente ataque israelí en Gaza. En Shuja’iyya, la gente recogía pedazos de cuerpos para intentar identificar a sus muertos[13]. No era un secreto, pero el moderador de Londres estaba en lo cierto: eso no horrorizaba a Occidente. Cuando cometemos atrocidades como bombardear a la población dejando los pedazos corporales tan esparcidos que los cadáveres son irreconocibles, eso no es un crimen. Quizá sea un «error». Como los «errores» que suceden durante la campaña de asesinatos con drones, cuyas acciones son mucho peores que decapitar a las víctimas. Quizá se trate de un «error», pero no es un «crimen». Sin embargo, que el Estado Islámico decapite a personas nos ofende de forma indescriptible. Esos asesinatos son espantosos, por supuesto, pero representan una pequeña fracción de lo que nosotros y nuestros satélites llegamos a cometer.

Los kurdos iraquíes han tomado Kirkuk, un valioso enclave petrolífero, lo que incrementa la posibilidad de un Estado independiente kurdo económicamente viable. Algunos comentaristas israelíes y turcos han dicho que es inevitable. ¿Qué opina de dicha posibilidad?

Depende de lo que decidan los amos del mundo. Por ahora Estados Unidos se opone, lo que significa que los kurdos, por mucho petróleo que tengan, no podrán venderlo en el mercado internacional porque Estados Unidos no se lo permitirá. Sin duda venden algo de petróleo, y una parte se filtra a Turquía. Al parecer, Israel también ha adquirido. Pero los petroleros kurdos surcan el Mediterráneo intentando no dejarse ver cuando descargan el petróleo que transportan[14]. En la actualidad, el cuasi Estado kurdo apenas puede pagar a sus funcionarios[15]. No consigue suficientes ingresos, pero entretanto en la capital, Erbil, se construyen rascacielos por todas partes y se observa una enorme riqueza, las típicas características de un Estado petrolífero.

Los kurdos están en apuros. Sin litoral, no tienen acceso al exterior. Como Irak se niega a proporcionarles medios para que puedan vender su petróleo a través del territorio iraquí, los kurdos deben recurrir a Turquía y eso requerirá el apoyo estadounidense, que no parece inminente. Por lo que no creo que el Estado kurdo sea una certeza incuestionable.

Basta consultar un mapa para observar que toda la región kurda forma una especie de unidad. La zona más extensa se encuentra en el sudeste de Turquía y otra parte está en Siria. Asad los ha dejado más o menos en paz, de modo que los kurdos disfrutaron de una suerte de semiautonomía durante el desastre sirio, pero ahora los atacan los yihadistas suníes, el Estado Islámico, Al Nusra y otros. La cuestión es: ¿pueden los kurdos sirios unirse al Kurdistán iraquí y quizá, en última instancia, a las zonas kurdas turcas? Se están produciendo negociaciones muy complicadas entre los líderes kurdos iraquíes y el Gobierno turco. Pero las zonas kurdas de Siria se encuentran controladas por grupos afines al Partido Obrero de Kurdistán (PKK), el movimiento de la guerrilla kurda enemiga acérrima de Turquía y de Estados Unidos.

¿Supone el auge del Estado Islámico y de la teología y la ideología salafistas en la región una oportunidad de acercamiento con Irán?

Eso es lo que prevé el Gobierno iraquí. En este aspecto, Irán y Estados Unidos están del mismo lado. No es la primera vez. Irán se oponía intensamente a los talibanes y fue muy útil al gobierno estadounidense durante la invasión de Afganistán. De hecho, en 2003 el presidente Sayed Mohamad Jatamí ofreció a la administración Bush poner todos los temas conflictivos sobre la mesa: Israel, armas nucleares, todo. Hablemos de todo. La administración Bush lo rechazó[16]. Hemos decidido que Irán es un enemigo. Son demasiado independientes. No lo toleraremos.

Por cierto, lo mismo puede afirmarse de Asad en Siria. Resulta que llegados a este punto la única fuerza militar de envergadura que se enfrenta al Estado Islámico es el semigobierno de Asad, que es aliado de Irán. Al parecer Irán también envía armas, asesores y probablemente tropas a Irak para apoyar al Gobierno iraquí contra el ataque del EI. Pero Estados Unidos insiste en que la «coalición internacional» debe excluir a Asad e Irán. De modo que el principal componente de la coalición es Arabia Saudita, que a su vez es el principal financiador del Estado Islámico y también su principal centro ideológico. No tiene ningún sentido.

El papel de Turquía es esencial. Vijay Prasad, escritor y profesor del Trinity College de Connecticut, ha afirmado recientemente en una entrevista: «Todos los indicios sugieren que Turquía ha permitido que los combatientes del EI heridos vuelvan a Turquía y reciban tratamiento en hospitales turcos»[17]. La frontera es porosa.

Sí. Se trata de la frontera con Siria, y los combatientes del EI la cruzan sin más. Consiguen apoyo militar y médico. Obama presionó enormemente a Turquía para que formase parte de la gran coalición, pero es evidente que no van a unirse. Turquía tiene una gran fuerza militar. Si entrasen en la contienda, barrerían al Estado Islámico, como también podría hacerlo Irán. Pero a Turquía no le interesa, y a Irán no se lo permiten.

Turquía es un país aliado de la OTAN que recibe desde hace tiempo ayuda militar estadounidense. Cabría suponer que Washington tiene suficiente influencia para conseguir lo que quiere, en términos de cerrar la frontera.

Así es, sobre todo considerando el apoyo estadounidense a la atroz operación de contrainsurgencia turca contra los kurdos. Pero los turcos no siguen órdenes sin más.

En 2003, cuando Estados Unidos invadió Irak, ocurrió algo sumamente interesante. Basta consultar un mapa para ver que EE.UU. quería invadir Irak desde Turquía. Esas grandes bases militares del este de Turquía, ubicadas en la frontera con Irak, habrían sido perfectas para lanzar el ataque, pero la población turca rechazaba claramente la idea. Las encuestas mostraban que el 90% de los turcos se oponían al ataque estadounidense[18], no porque adorasen Irak, sino simplemente porque no querían participar en una agresión de Estados Unidos. Para sorpresa de todos, los militares turcos, que tienen un inmenso poder, permitieron que el Gobierno respetara la voluntad del 90% de la población. Eso enfureció a EE.UU. ¿Cómo se atrevía Turquía a rechazar las órdenes estadounidenses para escuchar al 90% de su población? Se vilipendió al país en nuestros periódicos, que por primera vez empezaron a informar sobre las violaciones turcas de los derechos humanos. En la década de 1990 apenas se hablaba de ellas, pero de pronto nos importaban. Teníamos que hablar de lo horribles que eran los turcos.

El caso más llamativo fue el del subsecretario de Defensa Paul Wolfowitz. Los medios lo llamaban «el idealista» de la administración Bush[19]. Era una persona profundamente moral, de un idealismo exagerado. Condenó amargamente a los militares turcos por no obligar al Gobierno turco a aceptar las exigencias estadounidenses. Hasta insistió en que los militares debían disculparse ante Estados Unidos y dejar bien claro que nunca volverían a cometer semejante crimen[20].

Todo esto ocurría mientras el Gobierno, los medios y la comunidad intelectual alababan la dedicación de EE.UU. a la «promoción de la democracia». Por lo visto, para ser un intelectual o periodista de prestigio hay que mantener ideas completamente contradictorias a un tiempo, sin percatarse de ello.

El «doblepensar» de Orwell.

Sí, ésa es la definición de Orwell del doble discurso: la capacidad de albergar ideas contradictoras y aceptarlas sin percatarse de dicha contradicción. Es prácticamente un requisito en el intelectual de este mundo.

Desde la fundación de la república turca en 1923, los militares han sido la institución dominante del país. ¿Cómo es posible que Erdogän haya conseguido marginarlos?

Consiguió realizar una gran purga entre altos cargos del Ejército. El poder militar se ha ido reduciendo a favor del Gobierno. Se desconoce hasta qué punto, pero se trata de una reducción sustancial. Ése ha sido uno de los mayores logros de Erdogän en la primera media década del milenio.

Las minorías de Oriente Medio, como los yazidíes de Irak, los armenios del norte de Siria y otros grupos, están siendo brutalmente atacadas. ¿Qué se puede hacer para protegerlas?

Existe un marco de ley internacional que, en principio, todos aceptan. Se detalla en la Carta de las Naciones Unidas, un tratado internacional ratificado por Estados Unidos que, según la constitución estadounidense, la convierte en la ley suprema del territorio.

La Carta, específicamente el artículo 39, afirma que el Consejo de Seguridad tiene que determinar si existe una amenaza para la paz; por ejemplo, la masacre de los yazidíes. Asimismo, el Consejo de Seguridad —y sólo él— puede autorizar el uso de la fuerza si se determina la existencia de dicha amenaza. Aparte de eso, la prohibición de amenazar con el uso de la fuerza es absoluta, salvo en caso de defensa directa contra un ataque armado, algo que es irrelevante aquí. Ése es el fundamento de la protección.

Sin embargo, Estados Unidos, el Reino Unido, Israel y otros países satélite se comportan como Estados al margen de la ley, Estados que no acatan las leyes internacionales. La Carta de las Naciones Unidas no les atañe. Tienen el monopolio de la fuerza o quieren tenerlo, y lo usan a su antojo. Eso restringe las opciones para abordar el problema.

En un mundo que respetara la ley, el Gobierno estadounidense solicitaría al Consejo de Seguridad una resolución que declarase la existencia de un grave riesgo para los derechos humanos y una amenaza a la paz en las zonas controladas por el Estado Islámico, y luego pediría a las Naciones Unidas que autorizase el uso de la fuerza para tratar la situación. Tal uso de la fuerza involucraría principalmente a los actores de la región, entre ellos, por supuesto, Irán.

Pero eso no es lo que ocurre. Ni la prensa menciona que podría haber un camino legal para tratar este asunto, se trata de algo que supera la cultura intelectual occidental. El concepto de que es posible actuar como un Estado que acata la ley es inimaginable. Si lo comentas, la gente no sabe a qué te refieres. No es una opción. De modo que ni siquiera se menciona. Se hace lo que el amo decide que debe hacerse.

El 18 de septiembre de 2014 se celebró el referéndum escocés. El resultado de las votaciones fue de un 55% a favor de permanecer en el Reino Unido frente a un 45% en contra. ¿Cuáles son las implicaciones para Cachemira, los armenios de Nagorno-Karabaj y los kurdos de Irak?

En Europa se observan tendencias contrapuestas. Durante estos últimos siglos ha sido el lugar más salvaje del mundo: los europeos no tenían un objetivo más elevado que masacrarse entre sí. En el siglo XVII murió un tercio de la población alemana en la guerra de los Treinta Años; luego se sucedieron las dos guerras monstruosas del siglo XX. En 1945 los europeos habían comprendido que a la próxima todo habría acabado, porque el nivel destructivo de la tecnología había alcanzado un punto en que ya no podían seguir con el juego. Y eso modificó su conducta. Francia y Alemania, que llevaban siglos matándose, avanzaron hacia una reconciliación pacífica. Luego empezó a conformarse la Unión Europea. La libertad de movimiento en los países europeos suele ser algo positivo, pues reduce la importancia de las fronteras nacionales y conduce a una mayor interacción entre personas que deberían cooperar en lugar de reñir.

Pero también existen fuerzas confrontadas. La participación democrática ha disminuido gravemente. Las decisiones sobre la economía europea las toman burócratas de Bruselas, en gran parte sometidos al Bundesbank alemán. La opinión de la población europea apenas se tiene en cuenta, en ocasiones hasta límites surrealistas. En 2011 el primer ministro de Grecia, Yorgos Papandréu, sugirió tímidamente que debería permitirse que el pueblo griego decidiera mediante referéndum si aceptaba las duras medidas de austeridad decretadas por los banqueros de Bruselas[21]. Occidente se indignó. La prensa, los intelectuales y otros criticaron a Papandréu por atreverse a preguntar a la población si debían seguir las órdenes de los burócratas y los banqueros.

Este proceso ha conducido a una complicada situación en Europa, terrorífica en algunos aspectos. Se ha producido una reacción de la derecha, en algunos lugares de cariz neonazi y en otros sólo espantosamente de derechas, como respuesta a la pérdida de participación democrática. Sin embargo, también se ha dado otra reacción que, al menos desde mi punto de vista, es más sana: un impulso hacia la regionalización como forma de oponerse a la centralización de la Unión Europea. De manera que en algunas zonas de Europa la población reclama autonomía. Escocia es un caso. Cataluña es otro. Sucede en el País Vasco, en partes de Francia y en otros lugares.

Europa es un entramado de culturas, lenguas e historias que forman un tapiz complejo. Y en la actualidad se está produciendo una vertiginosa destrucción de las lenguas locales, que languidecen porque el sistema de nación-estado ha impuesto las lenguas nacionales. En Italia, por ejemplo, muchas personas no pueden charlar con sus abuelas porque hablan lenguas distintas. Aunque también se observa la tendencia contraria, el renacer de lenguas y culturas regionales. Creo que el referéndum escocés forma parte de esta tendencia.

Se observa el mismo fenómeno en todo el mundo. En Oriente Medio, el Estado se impuso mediante el poder imperial y las fronteras que separan los Estados no se corresponden con los pueblos de la región. Tomemos Irak como ejemplo. Los británicos establecieron el moderno Irak según sus intereses, no según los intereses de los iraquíes; por lo que anexionaron la región de Mosul a Irak para quedarse con el petróleo en lugar de cedérselo a Turquía. También establecieron el principado de Kuwait para evitar que Irak tuviese libre acceso al mar y poder controlarlo mejor. El acuerdo SykesPicot, entre Francia y el Reino Unido, asignó Siria y Líbano a Francia, e Irak y lo que entonces era Palestina al Reino Unido. Todo se hizo siguiendo intereses imperiales, sin prestar la menor atención a los pueblos de la zona. Desde el punto de vista de la población, las fronteras establecidas son absurdas.

El sistema otomano que había precedido al actual fue desagradable y brutal, pero al menos reconocía la autonomía local. Durante el período otomano era posible viajar de El Cairo a Bagdad y Estambul sin cruzar una sola frontera. Se trataba de un espacio poroso, similar a la actual Unión Europea. Y se correspondía con la naturaleza de la región. En parte debido a la corrupción y a la incompetencia, los gobernantes otomanos permitieron una considerable autonomía, incluso a algunas zonas de las ciudades. Los armenios podían gobernar la comunidad armenia, los griegos gobernaban la comunidad griega, etcétera. Vivían en una suerte de armonía. Algo que se truncó con la imposición del sistema de Estados.

Lo mismo es aplicable al resto del mundo. Veamos el caso de África. Casi todos los conflictos del continente se remontan al establecimiento de fronteras por parte de las potencias imperiales —Inglaterra, Francia, Bélgica y, en menor medida, Alemania— que no consideraron la naturaleza de la población y trazaron las fronteras allá donde querían. Es una situación que lógicamente conduce al conflicto. Hay muchas razones para desear que esas fronteras desaparezcan.