Para Frank Tuffy Reeves con amor y risas
Vi sus agonizantes y gélidos labios en el ocaso
abiertos formando una mueca de horror.
Me despertó y me encontré
en el lado frío de la colina.
Por ello permanezco aquí,
pálido y vagabundeando solo,
aunque la juncia se marchita lejos del lago
y no se oye el canto de las aves.
JOHN KEATS, La belle dame sans merci.