LA AGRESIÓN A IRAK

No me resisto a reproducir mi intervención del 17 de febrero de 2003 en el Parlamento de Cantabria, recogida en el Diario de Sesiones de la Cámara. Advierto que lo que reproduzco no fue leído, porque yo nunca leo los discursos. Los improviso:

Subo a la tribuna —dije— con la única representación política de ser en este momento y en esta sesión portavoz coyuntural del Grupo Regionalista.

Va a ser la primera vez, en ocho años de colaboración con el Grupo Popular en el Gobierno de Cantabria, que en este pleno vamos a poner de manifiesto una posición distinta y distante de nuestros socios. Y es que el tema es muy gordo. Vamos a hablar de la invasión de Irak. Vamos a hablar de la guerra. Una guerra que no nos ata al pacto de gobernabilidad de Cantabria. Es más, yo diría que un tema como este está por encima de ideologías, que está incluso por encima de disciplinas de partido y entra de lleno y directamente en una cuestión de conciencia y en un asunto moral.

Añado más. Esa pegatina que los manifestantes lucen en las manifestaciones y que de manera genérica dice ‘No a la guerra’ no es acertada. Porque aunque en un principio estoy en contra de las guerras, no todas las guerras son iguales. Algunas sirvieron para eliminar tiranos y hacer un mundo más habitable.

La Segunda Guerra Mundial nos libró del nazismo. Incluso la guerra del Golfo estaba justificada. Irak había invadido Kuwait.

El Grupo Regionalista está en contra de esta guerra y más de la participación de España. Sé que esta intervención va a ser testimonial, pero a muchos nos aliviará un problema de conciencia. Porque la decisión está tomada. Es una película con un guion firmado. No es una guerra porque el régimen de Sadam suponga en estos momentos un peligro ni para Washington, ni para el mundo. Sinceramente creo que esto es de risa. Es una guerra, y aquí voy a dar una opinión personal que no sé si comparten mis compañeros de partido, exclusivamente económica.

Hace ya mucho tiempo que Estados Unidos tiene una dependencia económica fundamental de la industria del armamento. De manera directa o indirecta, más del 27 por ciento del Producto Industrial Bruto de ese país depende de la industria bélica. Terminada la guerra fría, terminados los enemigos que tradicionalmente se enfrentaban a Estados Unidos, Rusia y China principalmente, hay que buscar enemigos para que el lobby industrial de la guerra dé salida a todo el armamento que no cabe en los almacenes.

La economía americana está en estos momentos, como todos sabemos, en una situación de estancamiento económico, con un crecimiento del 0,7 por ciento del PIB, que no genera empleo, sino paro. Hay tesis económicas malévolas, pero por desgracia ciertas, que dicen que algunas guerras son inevitables para garantizar un posterior crecimiento económico. En este caso, estoy convencido de que, además de ser una guerra que se exporta a un país foráneo, puede ser una manera de plantear una solución económica para algunos con una solución militar.

Nos hablan nada menos que de lanzar trescientos misiles al día sobre Irak, y de más de tres mil bombas. Cada uno de esos misiles vale más que cualquier carretera de las que hemos construido en Cantabria. Hay que agotar el arsenal bélico, que ya no hay espacio físico donde colocarlo, y volver a poner la producción en marcha.

Pero hay otro motivo más que también es económico. El petróleo. No hay que olvidar que Irak tiene potencialidad para sacar al día ocho millones de barriles de crudo, lo que le convierte en la segunda potencia mundial en reservas petrolíferas.

Esta invasión de Irak tendrá consecuencias nefastas para el futuro de la humanidad. Sadam es un sátrapa, pero desarmado como está no es ningún peligro. Morirán miles de inocentes. El mundo árabe quedará más radicalizado contra el mundo occidental y, a la larga, esta intervención dará un espejismo de bonanza económica en Estados Unidos, pero será muy perjudicial para el resto del mundo, porque puede propiciar una subida del petróleo y una crisis económica global.

Por primera vez, el PP perdió la votación al apoyarnos en la resolución el Partido Socialista. Y por desgracia, mis augurios se cumplieron al cien por cien. Dos meses después, Irak era invadido. Lo que más me indignó de esta tropelía fue que José María Aznar, el presidente de España, fuera un factor propiciador y, además, fundamental. Yo creo que no se ha analizado suficientemente las razones para embarcarse en esta operación.

Llegamos al final de ocho años de coalición conscientes de que era imposible una reedición del pacto.