1. La pureza primordial
Shakiamuni, fundador del budismo
LAS enseñanzas y prácticas conocidas como tantra budista se remontan a 2.500 años, al tiempo del Buda Shakiamuni. El Buda histórico —para diferenciar a Shakiamuni de los otros muchos seres despiertos anteriores y posteriores a él— nació como el príncipe indio Sidarta en el siglo VI antes de Cristo. Según fuentes tradicionales, pasó los primeros 29 años de su vida prácticamente prisionero en los palacios de placer que construyó para él su padre, el rey Sudodana, con el afán de protegerle. Más tarde y tras hacerse consciente por primera vez de la enfermedad, de la vejez y de la muerte, escapó del reino de su padre y empezó su búsqueda para encontrar la forma de acabar con el sufrimiento y la insatisfacción.
Durante seis años practicó el ascetismo estricto y la abnegación, en un intento por controlar su cuerpo y su mente, pero sólo para descubrir que ese camino extremo estaba tan equivocado como su anterior vida de entrega a los placeres sensuales. Finalmente, siguiendo un camino medio entre la vida sensual y el ascetismo extremo y evitando también cualquier otro extremo, pudo erradicar de su mente hasta las causas más sutiles de sufrimiento e ignorancia y convertirse así en un ser despierto y totalmente iluminado, en un buda. En los restantes 45 años de su vida, enseñó ese camino del medio para la vida y el desarrollo espiritual, y lo hizo de muchas formas diferentes, adaptadas al temperamento y aptitud de cada tipo particular de persona.
Las enseñanzas de Buda —conocidas en sánscrito como Dharma, aquello que nos mantiene alejados del sufrimiento y de sus causas— contienen miles de métodos diferentes para poder superar los obstáculos mentales y físicos para nuestra felicidad y bienestar, y todos ellos se agrupan en las dos categorías de sutra y tantra. Existen diferencias entre estos dos llamados vehículos (yana), pero el fundamento común de ambos, sutrayana y tantrayana, es la naturaleza esencialmente pura de la mente.
La pureza fundamental de la mente
Según las enseñanzas budistas, no importa lo confundidos o engañados que podamos estar en este momento, porque la naturaleza esencial y profunda de nuestro ser es clara y pura. Del mismo modo que las nubes pueden obscurecer temporalmente la capacidad de iluminar del sol, pero no impedirla, igualmente, las aflicciones transitorias del cuerpo y de la mente —nuestra confusión, ansiedad y el sufrimiento que producen— pueden obscurecer provisionalmente, pero no destruir ni siquiera afectar, la naturaleza fundamentalmente clara de la consciencia. En lo profundo de nuestro corazón y en el de todos los seres sin excepción, mora una fuente inagotable de amor y de sabiduría. Y el propósito final de toda práctica espiritual, se llame budista o no, es descubrir esa naturaleza esencialmente pura y conectar con ella.
Cuando hemos desarrollado internamente nuestra pureza, compasión y amor es cuando podemos ver el reflejo de esa pureza y amor en los demás. Pero si no hemos tomado contacto con esas cualidades que están dentro de nosotros mismos, veremos a los demás como despreciables y limitados. Todo lo que vemos cada día en la realidad externa no es, de hecho, más que una proyección de nuestra propia realidad interior.
La existencia de esa naturaleza de la mente profunda y esencialmente pura no depende de la creencia o aceptación ciega de un dogma. Se trata de una experiencia. A lo largo de la historia, incontables personas han descubierto en ellas mismas ese gran tesoro de paz, amor y sabiduría. Y también un incontable número de grandes maestros y guías espirituales han mostrado hábilmente a otros cómo poder descubrir ellos también su propia naturaleza más profunda y experimentar la felicidad insuperable que este descubrimiento proporciona automáticamente. Entre estos guías espirituales, excepcionalmente bondadosos, encontramos al Buda Shakiamuni; todas sus numerosas enseñanzas y métodos tienen como objetivo conseguir desarrollar nuestro máximo potencial humano.
Según la terminología budista, la meta final de nuestra evolución humana individual es la Iluminación o budeidad. Ese estado, que puede ser alcanzado por todos, se logra cuando todos los engaños —codicia, odio, ignorancia y demás— que ahora obscurecen nuestra mente, han sido totalmente eliminados y cuando todas nuestras cualidades positivas han sido desarrolladas plenamente. Ese estado de realización total, de despertar completo, se caracteriza por una sabiduría, una compasión y una habilidad o poder, ilimitados.
El enfoque tántrico
Según el sutrayana, el camino de realización es un proceso gradual en el que se limpia la mente de todas sus faltas y limitaciones y se desarrolla, en su lugar, cualidades beneficiosas como el amor y la sabiduría. Este camino consiste en crear las causas específicas para lograr en el futuro el despertar total. Estas causas son: la conducta ética, el desarrollo de nuestro poder de concentración, el adiestramiento en el conocimiento meditativo y demás. Por ese énfasis en poner las causas para un resultado futuro, el enfoque gradual del sutra es conocido, a veces, como el vehículo causal hacia la Iluminación.
Comparado con este enfoque gradual del sutra, el tantrayana es un camino a la Iluminación muchísimo más rápido. Aunque los practicantes tántricos no descuidan crear las mismas causas que los seguidores del sutra, utilizan el futuro resultado de completa evolución espiritual como el punto de partida en su camino. En otras palabras, el yogui o yoguini —como son llamados en sánscrito estos practicantes más hábiles— aprende a pensar, hablar y actuar ahora como si fuese ya un buda totalmente iluminado. Este poderoso enfoque trae el resultado futuro del pleno despertar al momento presente de la práctica espiritual. Por ello el tantra es llamado a veces el vehículo del resultado hacia la Iluminación.
Según el tantra, la perfección no es algo que nos espera en alguna: parte en el futuro, "si practico duramente ahora, quizá me convierta en un buda perfecto", o "si obro bien en esta vida y actúo como una persona religiosa, quizá algún día vaya al paraíso". Según el tantra, ¡el paraíso es ahora! Debemos ser dioses y diosas ahora mismo. Pero actualmente estamos cargados de conceptos limitados: "los hombres son así; las mujeres son así; yo soy de esta forma y no hay nada que pueda hacer al respecto, etc.". Por eso tenemos conflictos con nosotros mismos y con los demás. Todos estos conflictos se disolverán conforme nos adiestremos en la visión tántrica y reconozcamos que todo hombre es un hombre completo y que cada mujer es una mujer completa. Aun más, todos los hombres y mujeres tienen tanto energía masculina como femenina. De hecho, cada uno de nosotros es la unión de toda la energía universal. Todo lo que necesitamos para ser completos está dentro de nosotros ahora mismo. Se trata tan sólo de reconocerlo. Ese es el punto de vista tántrico.
El principio de la transformación
En general, podemos decir que todas las numerosas prácticas del tantra tienen que ver con el principio de transformación. como ha demostrado la ciencia moderna, el universo físico con su amplia variedad de fenómenos —desde la más pequeña partícula subatómica hasta la galaxia más grande— está en un estado de continua transformación y evolución de una forma de energía a otra. Nuestro propio cuerpo y mente son también energía y el que estemos sanos o enfermos, equilibrados mentalmente o dementes depende de que nuestras energías mentales y físicas estén o no en armonía. Mediante una práctica correcta de tantra, todas nuestras energías, incluyendo las energías sutiles —que no por ello son menos poderosas y que nos pasan normalmente inadvertidas—, son aprovechadas para conseguir la mayor de las transformaciones. Esto es, nuestra evolución desde una persona ordinaria, limitada, engañada y atrapada dentro de la concha de un ego mezquino, hasta convertirnos en un ser totalmente evolucionado y consciente con una compasión y conocimiento limitados.
¿Cómo podemos conseguir tan extraordinaria transformación? ¿Dónde podemos encontrar todos los recursos necesarios para hacer ese cambio profundo? No tenemos que buscar lejos. No tenemos que extraer esa fuerza del núcleo de un átomo, ni lanzar un vehículo espacial al espacio exterior para encontrarla en una estrella distante. Por el contrario, la energía básica requerida en ese proceso profundo de transformación es la energía de nuestros propios deseos.