«¡El gran Don Pompeyo! Alto, nutrido en carnes; nariz tajante; mostachillo y barba en punta; ojos pardos y vivos; chambergo amplio, con el ala levantada; abrigo, que solía llevar muchas veces sobre los hombros, a modo de capa; tipo de español del Renacimiento. Aires y andares mosqueteriles» (…) «Pompeyo Gener, entre muchas cosas que iremos apuntando, era un egregio artista de la mentira; pero un artista genuino y legítimo. Mentía involuntariamente, por idiosincracia y por exigencias imburlables de su pródiga fantasía. Un día contaba que había viajado en unos trenes belgas tan acabadamente refinados, que tenían salas de billar».
(Jacinto Grau, Estampas).